CRÓNICAS DE LECTURAS – 20
Leer a Sherlock Holmes
I
Ficciones, y Cazador de Libros
Claro que sé que Sherlock
Holmes es un personaje de ficción … pero cabe la pregunta tonta de si
realmente lo es. Antes de que mis lectores se rían autosuficientemente, les
ruego encarecidamente que aviven el seso
y despierten: La ficción y la realidad tienen relaciones que en verdad no
conocemos, el mundo como realmente “es” podría escaparse a nuestra limitada
percepción, como sugiere Jostein Gaarder
en El Mundo de Sofía, y por ende el
Detective del sombrerito raro podría efectivamente andar por ahí, pues en
verdad en ese terreno no hay demasiado de lo que podamos estar ciertos:
Cerremos los ojos y tratemos de dilucidar con las solas fuerzas de nuestra
razón si nuestro entorno sigue ahí o no, y reto al más pintado a resolver el
problema sin abrir los ojos. Así he rayado a más de uno de mis estudiantes de
Filosofía. Por otra parte, pasa con Sherlock Holmes lo que con los
personajes de William Shakespeare, o
con el Dios de Schiller, que puede
que no exista, pero que si no existe, peor para él. Al final la vaina es que
derivamos una cierta profunda satisfacción del hecho de saber o cuando menos de
creer que hay cierta gente en el mundo con las características del Detective de
marras. Y para el caso particular de Sherlock Holmes, parece que su
existencia está además inspirada en un personaje real: el médico escocés Joseph Bell. Y parece también que Arthur Conan Doyle estaba muy urgido de
un personaje y muy impulsado por la necesidad económica de enviar un cuento
publicable a la revista Strand, para que se lo pagara, que
no hay nada que te inspire más que la perspectiva de morir ahorcado al amanecer
…. Y así decidió desdoblar al médico escocés en dos: El Detective Sherlock
Holmes y el Doctor John Watson. Y le funcionó.
A mí siempre me gustó Sherlock.
Hace como treintaitantos años los avatares de mi vida me llevaron a residir a
la Imperial Ciudad del Cusco. Esta referencia viene a cuento por el hecho de
que si en Lima la Lectura y la comprensión de lo que se lee son problemas que
marcan 100, en provincias marcan de cajón 200. Eso es en sí es una pésima
noticia, pero tenía y aún tiene sus ventajas para nosotros los cazadores de
libros baratos: Los títulos y ediciones agotadas en Lima se encuentran en
provincias. Concedámonos el prejuicio por un momento: Como la gente en general
no lee, y cuando lee, lee tonteras; las cosas importantes las encuentra uno en
los sitios más insospechados, quitándole espacio a libreros piratas, ambulantes
y supermercados para poner cosas que sí venden, por lo que a menudo están
dispuestos a dártelo a precio de balde o eventualmente a regalarlo. Así, entre
otras cosillas, encontré en un mercado de Iquitos una edición magnífica del Ulises de James Joyce - que por cierto perdí antes de leer -; textos de Bertrand Russell, Jean Piaget y el Estudio de
la Historia de Arnold Toynbee en
los saldos de una tienda por cerrar de Trujillo; la Historia de la Lógica Formal de I. M. Bochenski en una librería de Huancayo; y en el Cusco una
edición rarísima de La Fe filosófica
frente a la Revelación de Karl
Jaspers, junto al objeto de mi artículo de hoy, las Obras Completas de Sherlock
Holmes por Arthur Conan Doyle,
en tres tomos, incluyendo su cajita de cartón con el perfil en oscuro del
Detective. Fue en un día que buscaba una peluquería, obviamente para cortarme
el pelo (por si no está claro para alguno), que lo vi en un escaparate de una
innominada librería en la plaza de Limacpampa, en la Imperial Ciudad del Cusco.
He vuelto al Cusco varias veces para trabajar, y muchas menos de Turismo, pero
el hecho de haber vivido en la Imperial Ciudad y haber rascado un poquillo
debajo de su turística superficie – nada fácil para un fuereño – determina que
me sepa mi par de cosas acerca del Cusco y los cusqueños, entre ellas dónde buscar
algunas cosillas. Es más que probable que en el Cusco tenga su asiento la más
importante aglomeración de lectores de temas históricos, antropológicos y
arqueológicos del Perú, lo que se patentiza en la posibilidad de encontrar
ciertos libros imposibles en la Capital de la República. Así me pasó no hace
mucho con ciertas obras de Gary Urton:
En el cruce de rumbos de la Tierra y el
Cielo, y Signos del Khipu Inka,
inencontrables en cualquier otra parte que no fueran ciertas estratégicas
librerías de San Blas o de Zaguán del Cielo que yo me sé, y cuyos amables
dependientes en general ayudan bastante porque conocen muy bien lo que uno
busca y están perfectamente dispuestos a vendértelo.
II
Sherlock Holmes, el Detective
por antonomasia
Sherlock Holmes, era, a
juzgar por la descripción de Arthur
Conan Doyle, un personaje de ficción verosímil, aunque extremado en su
exageración. Yo personalmente lo siento rodeado de cierta oscuridad, lo que quizá
no fuera así en los tiempos en que fue escrito, cuando el razonamiento
deductivo, la observación y el recto uso de la razón y la lógica eran una
suerte de ejercicio fundamental que todo hombre del espacio cultural victoriano
debía tratar de corporizar. No otra cosa hace, desde una perspectiva más
científicamente exagerada, el otro gran personaje de Conan Doyle, el Profesor Challenger. Pero lo que Challenger
hace en el remoto Mundo Perdido –
precursor evidente y cierto del Jurassic
Park de Michael Crichton y Steven Spielberg -, Sherlock
Holmes lo hace en el mismo centro del Imperio Británico: el Londres
Victoriano. Y dado que lo que Holmes le muestra de sí a Watson
es solamente la superficie, cualquier lector que lea las cuatro novelas y 56
relatos en que aparece se preguntará qué hay tras la máscara que presenta, y
empleará lo que siempre hemos empleado para tratar de adaptarnos a este mundo y
conocer a la gente: Lo que la gente misma hace y dice. Y así los lectores
escrutamos al gran Detective, tratando de sorprenderlo en renuncio,
contradicción o en algo que nos lo dé a conocer mejor, y nada. Y es así como
precisamente nacen las leyendas, en el medio mismo de la ambigüedad. Creo que
por eso su propio padre – Arthur Conan
Doyle - lo odiaba tanto, hasta el extremo de matarlo. Pero el Detective le
sobrevive sin complejos, y se queda para siempre en el imaginario colectivo como
el Detective por antonomasia. Fumador empedernido de pipa y puros,
probablemente conocía y aprovechaba los rasgos ligeramente alucinatorios de las
altas concentraciones de humo de tabaco, que intoxicaban el salón de Baker
Street que compartía con Watson. Pero según parece esto no le
bastaba, debiendo inyectarse en circunstancias más o menos apremiantes – no
disponer de ningún caso a la vista - una solución de cocaína al diez por ciento,
necesarios para excitar su naturaleza de sabueso tras la solución de un caso.
Hombre de enorme capacidad de
concentración, sostenía la extraña teoría de que la mente es una suerte de
desván con límites de almacenamiento, y ello, que nos suena curioso por poco
que sepamos de neurociencias, sin embargo le permite concentrar su atención, al
negarse a aprehender aquello que no siente como de inmediata utilidad, con lo
que sin saberlo concreta la negación del “estudiante” y la afirmación del
verdadero aprendiz según Ortega y Gasset.
Domina Sherlock el alemán y el francés, colecciona libros viejos y
adora la Química, la Ópera, tocar el violín y leer crónicas de criminales.
Posee además gran fuerza física y capacidad atlética, además de dominar el arte
del disfraz, el boxeo inglés, la lucha japonesa y la esgrima de florete y
sable. Es excelente tirador con pistola cuando lo ve necesario, pero prefiere
que Watson
emplee la suya, lo que le permite tener las manos libres. Se muestra digno y
altivo con los poderosos y aristócratas, a los que hace objeto de su ironía
cuando son dignos de desprecio, en cambio simpatiza con los humildes y sirve a los
afligidos, lo que le otorga cierto aire de Quijote
o Parsifal práctico y muy bien
equipado, apenas excéntrico, que cabalga con su escudero desfaciendo entuertos
y aplicándole la Justicia a toda suerte de follones y sinvergüenzas. Cuenta con
aliados en la Policía Oficial y en el bajo pueblo, que le conoce y le quiere,
en especial los jóvenes cockneys
londinenses, a los que organiza en una Pandilla: Los Irregulares de Baker Street. Reconoce un digno antecesor en el Chevalier
Auguste Dupin de Edgar Allan Poe
(Los extraordinarios casos de Monsieur
Dupin), al que se le reconoce como fundador del género policial, aunque
debemos decir que Poe no consigue
desprenderse de sí mismo en su poderosa narrativa en primera persona, y es
mucho más escritor que Arthur Conan
Doyle, el que pasa desapercibido, tan completamente superado está por su
personaje. Y sin embargo, es Conan Doyle
quien completa totalmente el tipo del Detective, fijando todas las
características que Poe deja
únicamente supuestas, llevado más por las circunstancias de la historia de la
Calle Morgue o de Mademoiselle Roget, que por sus personajes. Reconozco que en
esto soy injusto y prefiero los personajes a las historias. Así soy, que le voy
a hacer.
III
El género detectivesco
El género detectivesco posterior
a Poe y Conan Doyle nunca ha conseguido entusiasmarme tanto como el mismo Sherlock
Holmes, posiblemente por mi fijación con los personajes. George Simenon, Dashiel Hammett, Raymond
Chandler, Edgar Wallace son magníficos escritores que saben contar
historias de crímenes y construir situaciones interesantes, pero sus detectives
– incluso el grande Sam Spade de El Halcón
Maltés; como Philip Marlowe o Jules Maigret - no tienen la lógica
de Sherlock,
y cambian el escenario cada vez que pueden y meten acontecimientos como cancha,
como tratando, cada cual de modo diferente y original eso sí, de meter al azar
como sea, de modo que su mundo no sea el París estilo Imperio o el Londres
Victoriano ni sus detectives se parezcan ni de casualidad a Dupin o Holmes. De los cuatro me quedo más con Dashiell Hammet aunque es muy probable que ello tenga por culpables
el Nueva York de los años ´30 y el Sam
Spade - Humphrey Bogart de la película El
Halcón Maltés, que vi mucho antes de leer el libro, y que vuelvo a ver cada
cierto tiempo. Que hay libertad de cultos y creencias, insisto. Pero eso de NO tratar de parecerse me suena al
extraño homenaje análogo a lo que hacen algunos antiguos pueblos al no nombrar
jamás el nombre de su fallecido héroe o gobernante. La Novela Negra y su secuela el Cine
Negro son interesantes pero no llegan a detectivescos, acaso a policiales.
Fuera de sus Nueva York, Los Ángeles o Chicago – ciudades protagonistas en el
mejor sentido del término, su principal aporte es el de las figuras femeninas,
en especial las entrañables e inmortales Secretarias de los Private Eyes (Detectives Privados), de
las que la autosuficiente Effie de Sam Spade es el
paradigma. Aparte de los dichos autores, Agatha
Christie continúa una gloriosa tradición británica y su obra es muy
copiosa, pero me parece en exceso desigual y ciertamente hace del género por
momentos algo muy naïve: Hay libros
de ella que merecen estar en cualquier estante, mismos premios Pulitzer, y
otros francamente olvidables, francamente infantiles, francamente
impresentables. Ese es el problema de escribir por encargo y para ganarse la
vida, porque de lo contrario no se cobra, y por ello tiene uno que repetirse a
sí mismo hasta la náusea, y pensándolo mejor no podemos culpar a Agatha por tener éxito y ganarse la
vida con su pluma en una época donde no se suponía que las mujeres pensasen.
Todo trabajo es digno en sí mismo.
Quieras que no, Sherlock
Holmes y sus circunstancias o su carencia de ellas son referentes para
todos los demás Detectives epígonos. Ya hemos mencionado a las imprescindibles
Secretarias, siempre guapas y sexis, y no deja de ser curioso que la más bien
maternal Señora Hudson, ama de llaves de Holmes y Watson,
haya participado sólo ocasionalmente en la ficción detectivesca. Los diversos
detectives de ficción que aparecerán después se definen tomando a Holmes
como paradigma por presencia o ausencia. De hecho el rasgo más importante y
omnipresente del Detective es la capacidad para el razonamiento deductivo, que
le permite resolver sus casos, conforma la trama de las diversas obras, y
adorna a absolutamente todos los epígonos: Además de los ya mencionados Sam
Spade, Jules Maigret y Philip Marlowe, encontramos entre
muchos otros a Hercule Poirot y Miss Jane Marple, de Agatha Christie; a Eric Sherrinford (este
fue el primer nombre que pensó Conan
Doyle para el Detective) de Poul
Anderson en La Reina del Aire y la
Oscuridad; al Elijah Baley de Isaac
Asimov, y su Watson robótico R.
Daneel Olivaw, que aparecen en muchas de sus obras; a Ellery Queen, creado al alimón por
dos primos, que introduce la figura del Detective adolescente; a Simón
Templar “El Santo”, de Leslie
Charteris, ladrón de joyas reformado; al ciudadano romano y republicano
detective Marco Didio Falco, de Lindsey
Davis, que nos demuestra que las convenciones del género pueden llevarse
incluso a la Roma Imperial; y así en un largo etcétera, etcétera, etcétera.
Incluso personajes de cómic como Fantômas “la amenaza elegante”,
el Avispón
Verde, y Batman poseen algunas de
las habilidades deductivas del Detective, incluyendo a sus ayudantes las
chicas del zodiaco, Kato y Robin. Y no podemos
olvidar a los sacerdotes católicos, que suman la moral a su brillantez, y
destacan aquí la pareja Guillermo de Baskerville / Adso
de Melk, de Umberto Eco; y
el Padre
Brown de G.K. Chesterton, y
su Otro-Yo, el ladrón reformado Flambeau (reformado por el Padre
Brown con uno de los mejores discursos que se ha escrito al respecto: No será usted capaz de hacer otra cosa mejor.
Y ahora, de paso, conviene que me devuelva usted esos diamantes (…) y quiero que abandone usted esta vida. (…)
tiene usted bastante juventud, buen humor y posibilidades de vida honrada. (…)
Los hombres han podido establecer una especie de nivel para el bien. Pero
¿quién ha podido establecer un nivel para el mal? (…) Maurice Blum comenzó
siendo un anarquista de principios, un padre de los pobres, y acabó siendo un
sucio espía, un soplón de todos (…) Ya sé, Flambeau, que ante usted se abre muy
libre el campo; ya sé que se puede meter en él como un mono. Pero un día se
encontrará con que es usted un viejo mono gris … (…) Ya usted ha comenzado
también a decaer. Usted acostumbraba a jactarse de que nunca cometía una
ruindad …)
IV
Los imitadores
Se han hecho centenares, si no
miles de versiones en cómic, teatro, cine, novelas, relatos, dibujos animados,
series de televisión y pastiches de
las obras de Conan Doyle referidas a
Sherlock
Holmes. El personaje en sí es tan sugerente y poderoso que muchos
autores menores, y alguno que otro mayor, lo han tratado de recuperar. El
problema es que la mayoría son autores francamente mediocrones, que lo traen y
llevan de modo que se le note más su carácter de freak ultralógico, hasta la caricatura. O peor, se lo quitan y lo
transforman en cualquier cosa. Por cierto y para los que no sepan, el pastiche consiste en la edición de obras
que emplean al mismo personaje – en este caso el Detective de Baker Street - a
circunstancias diferentes, descritas y narradas por autores diferentes,
amparados en el vencimiento de los derechos de autor, y por lo tanto
convirtiendo al personaje así pirateado en cualquier cosa. La mayoría de estos
pastiches son francamente infames e indignos de recordación, pues que recargan los
rasgos ultralógicos de Holmes. Sin
embargo uno de estos por lo menos se escapa a la norma y merece ser mencionado,
es que no trata a Sherlock Holmes desde la manoseada perspectiva del detective
lógico, sino desde su carácter de cocainómano habilísimo en disimular su
adicción y capaz de emplear su portentosa mente en encontrar el modo de seguir
inyectándose su solución de cocaína al diez por ciento, a pesar de la extrema
vigilancia de Watson y de su hermano Mycroft Holmes, por lo menos tan
hábil como él. Humano, al fin, como todos nosotros. Hablo de Elemental, Doctor Freud, de Nicholas Meyer, talentoso guionista y
director de cine, que presenta un Doctor Watson muy diferente del que
conocemos, aunque igualmente leal al Detective, y conchabado con Mycroft
para llevarse al irremediable y brillante cocainómano hasta Viena, a la
consulta del mejor psiquiatra especialista en casos de envenenamiento y
saturación de cocaína, nada más y nada menos que el mismísimo Sigmund
Freud. Y no cuento más, léanla si la encuentran, entre otras cosas
porque valen la pena las sabrosísimas conversaciones del astuto detective con
la jovencísima Anna Freud. Por otra parte la novela sigue las convenciones de
los guiones cinematográficos, dejando entrever la intención de Meyer de convertirlo en película, como
de hecho hizo.
Las versiones cinematográficas
han sido copiosas, y la marca Sherlock Holmes sigue vendiendo como
pan caliente, en especial ahora que es de libre disponibilidad. Hay diversas versiones
en cine francamente excelentes, incluso algunas, digamos así, indirectas, como
las centradas en el Doctor Joseph Bell,
inspiración en la vida real de Sherlock Holmes – y de Watson,
de paso. No he visto todo lo que me gustaría ver de la filmografía Holmesiana.
Dícese que el mejor Holmes pertenece al actor británico Basil Rathborne, pero no lo puedo asegurar pues no he visto sus
películas. Pero a veces la desgracia me acompaña: Vi la barbaridad perpetrada por
Robert Downey jr., como un Sherlock
Holmes más James Bond o Batman sin máscara, con un Jude Law / Doctor Watson más
parecido al Joven Maravilla. La segunda película de esta parejita no me he
molestado en verla, y eso que trato siempre de no perderme nada del Detective.
Del mismo modo, estoy siguiendo en el Cable la serie Elementary, donde la muy guapa Lucy
Liu hace de una Doctora Watson de cierta profundidad psicológica, con Aidan Quinn haciendo de un Inspector
Gregson mucho menos estereotipado que el de Conan Doyle. La belleza de la Liu
y el talento de Quinn se roban
la teleserie, pues el actor que eligieron para Holmes (Johnny Lee Miller)
empezó intentándolo con coraje, pero sin lograrlo de primera intención, pues
todos tenemos una imagen de Holmes que así nomás no puede
violarse sin pagarlo en efectivo. Y eso que los guionistas han estado tratando,
a mi modo de ver con gran acierto, de seguir la estructura de los cuentos
cortos de Conan Doyle. El problema
es que se le ven demasiado los hilos a la marioneta y el espectador que conoce
debe “suspender el juicio”, por así decir, para “no verlos”. Y sin embargo,
mientras más tratan actor y guionistas de “no parecerse”, más “se parecen”, y graciosamente
para mí eso está salvando la serie, pues el “narrador” Watson está construido de
modo realmente admirable por una inspirada y sobria Lucy Liu, y Miller se afiata cada vez más.
V
Colofón
Si bien Sherlock Holmes resulta
ser una suerte de hito y paradigma de diversos géneros, no es un superhéroe,
pues sus capacidades pueden ser perfectamente alcanzadas por las personas que
se aboquen a ello. El razonamiento deductivo no está expropiado, y la mente
humana no conoce aún cuál puede ser su límite. Es posible para cualquiera
identificarse con él, es posible para cualquier joven proyectarse en él. Ante
la ausencia de modelos morales en la realidad, podemos aún recurrir a la
ficción para encontrarles. Y Sherlock cumple, en lo cognitivo como
en lo moral, así que léelo como quieras
y donde quieras, que Sherlock no nos permitirá arrepentirnos. Y punto.
CRÓNICAS DE LECTURAS – 21
LEER LA BIBLIA (II)
I
Leer desde diversos ángulos
Es inevitable ver la Biblia como texto sagrado, pero ella no
es sólo la histórica depositaria de una Verdad Trascendente para diversas
confesiones religiosas. Posee otras dimensiones, y desde el Concilio Vaticano
II nadie se irá al Infierno por leer la Biblia
desde lo histórico, historiográfico, sociológico o literario, así que
podemos adoptar estos ángulos sin riesgo. En anterior Crónica nos referimos a Moisés, el Hagiógrafo por excelencia, a
quien la tradición le encaja la improbable autoría de todo el Pentateuco o Torah. Pero vimos que había más hagiógrafos en la danza. Y tras el
ingreso del pueblo de los hebreos en la gran Historia, más aún. En el Antiguo Testamento, el elohista del Génesis, el Rey David de
los Salmos, el Qohelet o Predicador del
Eclesiastés pueden equipararse con Homero, Dante o Shakespeare, por
oficio literario y por la universalidad de sus mensajes. Los hagiógrafos hacen
épica para narrar la Creación del Mundo, lírica en la lamentación y la
deprecación, reflexionan sobre el mal en el mundo y la brevedad de la vida. A
estos temas universales que todos enfrentamos la religión les aporta su visión,
los libros sagrados tratan de responder a las necesidades humanas espirituales
más básicas, incluso si no se arrogan ser la palabra certificada de un Dios
personal. Para efectos de guía en la peripecia de la Vida, y por su atención a
la múltiple condición humana, la Biblia
le resulta esencial, directa o indirectamente, a vastas cantidades de personas.
A pesar de todos los esfuerzos por ocultarla y volverla arcano, durante siglos
la Biblia, como el Qurán y los poemas homéricos, se usó como libro de texto, con el que se
aprendía a leer y escribir, y hoy en varias confesiones religiosas se tiene en
mucho conocerla al detalle y citarla con exactitud y precisión. Se podrá estar
a favor de ella o en contra de ella, pero según parece, no sin ella.
En cuanto a la universalidad de
los mensajes que construyen nuestra humanidad, no se puede encontrar
actualmente en Occidente algo comparable a la Biblia. Desde una muy distinta perspectiva los poemas homéricos aún representan ciertos valores universales más o
menos contrapuestos a los bíblicos, pero en la actualidad La Ilíada y la Odisea son obras irremediablemente anacrónicas, no nos dicen lo
mismo que le dijeron a los ilustrados griegos y romanos de la Antigüedad, y si
bien gozan de un sólido prestigio en el núcleo de la tradición Occidental, los
valores que los presiden conservan su validez solo relativamente. Han perdido el
aura sagrada de cuando fueron recitados y escritos. Desde hace siglos los
valores homéricos se han subsumido en los cristianos, que los transmuta y
subordina a los valores supremos expresados en la Biblia. Para hallar algo parecido tendríamos que bucear en los
libros sagrados de otras confesiones. Y, por cierto, hay épocas en la vida en
la que esta búsqueda se impone, cuando tratamos de conocer mejor para fijar
nuestras creencias. Buscamos entonces esos libros, a ver qué nos dicen. Mi
búsqueda personal me llevó a pasearme por el Corán o Qurán; el Libro de Mormón; el Bhavagad-Gita,
centro mismo de la gran epopeya hindú Mahabharata;
el Tao-Te-King; e información suelta
sobre el Budismo, el Taoísmo, el Baha´ísmo y otras religiones. Cuando me tocó
vivir la curiosidad al respecto no existía aún la Internet, esa cosa que en un
click nos da lo que busquemos, y así esta búsqueda y reflexión se prolongó en
mi caso durante varios años, lo que en sí no fue tan malo. En un tema tan
espinoso como el de las propias creencias morales y religiosas, conviene
detenerse cuanto sea necesario y usar lo más masivamente posible de las
neuronas que Dios nos ha dado. Y, como decía un sacerdote amigo mío, darle su
tiempo y su espacio al Espíritu Santo para que actúe.
II
Multiplicidad ético-moral y el problema del Monoteísmo
La Biblia presenta múltiples puntos de vista ético-morales, a veces
opuestos entre sí. En parte ello explica las divisiones e interpretaciones que
produjeron cismas del tronco original cristiano casi desde el principio, y
explica también el intento de mantener una ortodoxia más o menos permanente a
través de los tiempos. Es un tema delicado: Basta asumir explícita o
implícitamente una parte del Libro Sagrado como más importante que otra, para
privilegiar un punto de vista sobre otro y muy probablemente entrar en
conflicto con los que sostienen la mayor importancia de otras partes. Según
parece esto fue lo que pasó con la Iglesia Cristiana durante unos dos siglos y
medio, justo antes que el Emperador Constantino pusiera orden y resolviera ciertos
impases en el Concilio de Nicea con unos cuantos puñetazos en la mesa. Y eso
que este es solamente uno de los muchos problemas de las Ortodoxias que se
apoyan en Textos. En dos mil años de experiencia de tratar con la Biblia – y para los Judíos mucho más –
la sensatez no ha sido la norma en un texto que es igualmente sagrado en todas
sus partes. La diversidad de interpretaciones ético-morales ha servido para
justificar la defensa de los coyunturales intereses nacionales, sociales y
económicos del momento, en verdad muy poco o nada vinculados con el problema de
la Salvación Eterna. Parece que una parte indisoluble de la Fe de ciertas
personas es considerar sin matices a la Biblia
como Palabra de Dios, y así es que terminamos enfrentados a diversos Yo-Soy.
Y de éstos, el más peliagudo, complicado y fastidioso es el Yahvé Sebaot – Dios de los Ejércitos –
que los hagiógrafos presentan prepotente, terminante y horriblemente vengativo,
que ordena cometer matanzas, genocidios y anatemas, llevado de una ira a la que
nuestra mentalidad de hoy se resiste. Se le encuentra sin disfraz alguno en el Pentateuco: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio;
pero de uno u otro modo le seguiremos encontrando a lo largo de todos los
Libros de la Biblia mostrando el
difícil tránsito de los hebreos hacia el monoteísmo. Una de sus últimas
menciones está en el Nuevo Testamento,
en la Epístola de Santiago: El salario de los trabajadores que
cosecharon sus campos se ha puesto a gritar, pues ustedes no les pagaron; las
quejas de los segadores ya habían llegado a los oídos del Dios de los Ejércitos
(Santiago, 5, 4), y así distinguimos como los siglos transmutaron al Vengativo
Dios del Pentateuco en un Dios
Justiciero en Este Mundo y en el Otro; de modo que si antes era un Dios de Unidad
Nacional, ahora resulta poco menos que Dios Universal de la Lucha de Clases: ¿Creéis que estoy aquí para traer paz a la
tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una
casa y estarán divididos tres contra dos, y dos contra tres … (Lucas, 12,
51-52).
Es posible que las
contradicciones que se nos patentizan en la Biblia
obedezcan a los contactos y choques entre principios contrapuestos, en el
tratar de expresar la Contradicción como un solo Concepto. Desde el
racionalismo tratamos en gran medida con conceptos unívocos, cuando lo
universal ha sido y es “separar uniendo” dualmente las cosas, tal vez es un
error considerar como Unidad lo que siempre es Dos: Las dicotomías Bien – Mal,
Ser – No Ser, Día – Noche, Bien – Mal, Varón – Mujer, Vida – Muerte, Padre –
Hijo, etcétera, son patentes a todos los humanos y con ellas entendemos y
ordenamos nuestro mundo. La expresión de estas dualidades evoluciona a lo largo
de los Libros de la Biblia: Al
principio, como en el Evangelio de Juan,
está el Verbo, la Palabra, (En el
Principio era la Palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios.
/ Ella estaba ante Dios en el principio. Por Ella se hizo todo, y nada llegó a
ser sin Ella. - Juan, 1, 1-2); y en el Génesis,
Dijo Dios: Haya Luz, y hubo luz.
(Gén. 1, 2). El Verbo es una Palabra que se hace Acción, y así se plantea el
problema: Los hagiógrafos nos ofrecen desde el mismo inicio del Génesis el final de su proceso hacia el
Monoteísmo, porque el Yahvé / Elohim
/ Adonai Omnipotente y Creador del
Cielo y la Tierra, el del Diluvio, el que confundió las Lenguas en Babel, el
Libertador de las Cadenas de Egipto, el que separa el Mar Rojo, el
Incomparable, el Celoso, el Único (Shemá Israel, Adonai Eloheinu Adonai Ejad = Oye,
Oh Israel, El Señor es Nuestro Dios, el Señor es Uno – Deuteronomio, 6,
4); no parece ser el mismo Dios de Abrahán,
de Isaac y de Jacob, Dios de agricultores de secano, de pastores y cazadores que
de a poquitos se impone a los de otros pueblos conforme los hebreos toman
control de Canaán (¿No tienes ya todo lo
que tu dios Camos te ha dado? Igualmente nosotros tenemos todo lo que Yavé,
nuestro Dios, nos ha dado en posesión – Jueces, 11, 24); ni parece de hecho
el Padre Amoroso de la predicación del Cristo,
en el Nuevo Testamento. Desde el
principio hay idas y tornas: Para fijar un primer canon de la Biblia utilizable para el culto, hubo
que esperar que hubiera un estado hebreo, y ello tuvo sus bemoles: El Rey Salomón, hijo de David, no era muy ortodoxo y aceptó otros dioses aparte de Yahvé, pero como era el Rey no le
pidieron pasaporte, y tras su muerte la crisis estalló y Judá e Israel se
separaron por el problema de si Uno o Muchos Dioses, lo que en la práctica era
la lucha entre diversas facciones y sacerdocios.
El Monoteísmo no te deja claro el
grave problema de Quién es el Malo de la
Película. El Dualismo lo resuelve fácil en la zoroástrica contradicción Ormuz / Ahrimán, en el universal
conflicto donde Hombres, animales y plantas toman partido: Si tú eres buen
súbdito y soldado leal del legítimo Rey, agricultor que paga sus impuestos,
eres de Ormuz; si en cambio eres
extranjero, idólatra, nómade, eres de Ahrimán;
y el mundo así es simple de entender. Pero viene el Monoteísmo y, ay, todo lo
complica al tener que lidiar con un Dios que Todo lo Puede, pero que admite,
permite o atraca lo Malo en el mundo. La asociación Dios-Bien no queda clara, ni
tampoco el rol del espíritu maligno (Diablo,
Demonio, Satanás, Luzbel, Mefistófeles, Belcebú = Baal Zebub = Señor de las
Moscas, título de una novela de William
Golding), porque este espíritu maligno debe desplegar un gran poder, ma non troppo, pues de otro modo ni se
entiende la Omnipotencia Divina, ni se establece el Principio del Libre
Albedrío. Así que no la tenemos tan fácil como los zoroastras en lo
ético-moral: No basta con trazar una raya diciendo: Aquí lo Bueno, allá lo
Malo. Como dice la gran filósofa Mafalda
de Quino: el problema es cómo apechugamos con lo malo que tiene lo
bueno, y lo bueno que tiene lo malo. El Dualismo y el Monoteísmo tienen sus
límites para explicar el mundo, y así va la vaina desde varios milenios.
III
El Libro de Job, y el Qohelet o Predicador: Vanidad de
Vanidades
En el Libro de Job, Dios hace apuestas con el Enemigo, el mismísimo
Diablo, nada menos. Y parece que se regodean harto en el asunto, con los seres
humanos en el desastrado papel de carne de cañón. Cuán fuerte se instaló esta
visión en el inconsciente occidental, lo demuestra el prólogo del Fausto de Goethe, así como innumerables historias: Job, sin saber leer ni escribir, es reducido a la abyección y se le
destroza la vida, por una apuesta. Se justifica sin lugar a dudas que el
atribulado se pregunte ¿Por qué no morí
en el seno y no nací ya muerto? (Job, 3, 12), pero como en el Féisbuk, no
le faltan bien pensantes que le presentan diversas opciones más o menos
tibionas, pero Job defiende la
pertinencia de su pregunta y la justicia de su causa (Ojalá se escuchara mi ruego y Dios me concediera lo que espero, / que
por fin se decida a aplastarme, que deje caer su mano y me suprima. / Al menos
tendría consuelo … - Job, 6, 8-10). Si te gusta la Biblia, no puedes dejar de leer como Job aborda una cuestión tan esencial en el devenir humano como el ¿por
qué recuernos a mí me tiene que pasar esto? Al final la cosa se pone
color de hormiga cuando se aparece el mismo Dios a poner orden, y de hecho ni
se molesta en contestarle a Job, sino
que de frente lo cuadra y lo ridiculiza: Amárrate
los pantalones como hombre: voy a preguntarte, y tú me enseñarás. / ¿Dónde
estabas tú cuando yo fundaba la tierra? ¡Habla si es que sabes tanto! –
Job, 38, 3-4. No hay respuesta alguna al ¿Por
qué a mí? y la vaina queda en un incómodo veremos, envuelto en un Misterio
que no comprendemos, con lo que nos dejan en Pindinga, lugar cercano a Babia. Tal
vez haya sido hasta considerado de parte del hagiógrafo dejarlo así, porque
quizá, como Job, lo sabio sea sufrir
el azar con paciencia, aceptar lo que no entendemos ni podemos cambiar,
inclinarnos ante lo inevitable … Reconozco
que lo puedes todo, y que eres capaz de realizar todos tus proyectos. / Hablé
sin inteligencia de cosas que no conocía, de cosas extraordinarias, superiores
a mí. / Yo te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos. / Por
esto, retiro mis palabras y hago penitencia… – Job, 42, 2-6 … ¿O no?
Pero el asunto no acaba aquí. De
hecho no ha hecho sino empezar: En el Eclesiastés
sangra la misma herida abierta en Job:
No hay Razón, dice el Qohelet, el Predicador,
no hay razón, y todo es absurdo – Ecl. 1, 2, como se traduce en la Biblia Latinoamericana de 1972. La de 1995 dice ¡Esto no tiene sentido! Decía Qohelet, ¡esto no tiene sentido, nada a
qué aferrarse! Y ambas traducciones tratan de transmitir en castellano el
sentido de lo que la Biblia de Jerusalén
traduce como ¡Vanidad de Vanidades! –
dice Qohelet - ¡vanidad de vanidades, todo vanidad!. El Eclesiastés es mi libro preferido de
toda la Biblia, quizá por su visión
pesimista de la vida y del hombre: ¿Qué
le queda al hombre de todas sus fatigas cuando trabaja tanto bajo el Sol? –
Ecl. 1, 3; constatando una verdad que atraviesa también la gran poesía de los Rubaiyat, del persa Omar Khayyam, de contexto cultural parecido: Si la vida es breve y
absurda y no tiene sentido, entonces … ¿qué hacemos en el tiempo de vivir que
tenemos, en esta vida que no sabemos bien qué es, pero que es tan dulce y no
queremos que se acabe? Después de todo Me
dije: Si la suerte del insensato es también la mía, ¿qué he ganado con mi
sabiduría? Y también en esto he visto que uno se afana por nada (Ecl. 2,
15). Las peripecias de la vida hacen sabio al Qohelet o Predicador, en buena cuenta alguien que
decide no esperar nada. El Libro de Job
empieza con una apuesta y termina en la entrega del Yo al Dios que no
entendemos; el Eclesiastés empieza y
acaba constatando el absurdo de que el último y amargo destino de los humanos sea
la muerte que debe ser aceptada sin más. Pero allá atrás hay una velada
esperanza: Acuérdate de tu creador en los
días de tu juventud, antes que lleguen los días malos, y los años que se
acercan, de los cuales dirás: `No espero más de ellos` / antes que se
oscurezcan el sol, la luz, la luna y las estrellas, y que vuelvan las nubes
apenas haya llovido (Ecl. 12, 1-2). La muerte se vuelve una parte de la
vida, un descanso de este servicio militar, una amiga que nos libera del
absurdo: El hilo de plata no llegará más
lejos: dejaron de hilarlo; la lámpara de oro se rompió, se quebró el cántaro en
la fuente, y cedió la polea del pozo. / El polvo vuelve a la tierra de donde
vino, y el espíritu sube a Dios que lo dio (Ecl. 12, 6-7). Y así el Qohelet aconseja mesura y equilibrio, a
diferencia de Khayyam, que quiere la
orgía, el vino y el amor: Sin amor y sin
vino la vida es nada. Nada / es sin el dulce canto de la flauta de Irán. / Sólo
dos cosas valen en ella, según veo: / la fiesta y el placer, y lo demás es nada
(Rubaiyat 113). Ascetismo y Desenfreno responden a la misma pregunta, son más
cercanos de lo que parece, aunque donde el uno se resigna a no saber, el otro
trata de avanzar. Como que el Qohelet
no quiere dejar la cosa en veremos, y deja sembrada la idea de la Resurrección,
única solución a la vista de la sangrante contradicción mostrada en Job. El Qohelet y Khayyam se
parecen también, donde uno dice Goza de
la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida fugaz (Ecl. 9, 9);
el otro Olvida la sapiencia de los
sabios, y enrédate / en el sedoso pelo de una mujer bonita (Rubaiyat 121).
Pero si me preguntan, prefiero un Qohelet
que se adentra en el vacío con coraje a un Khayyam
que no se atreve a rozarlo, escondido tras una copa de buen vino. O ambos
tienen razón, porque hay un tiempo para
cada cosa, y un momento para hacerla bajo el cielo. (Ecl. 3,1).
IV
Rey, Guerrero y Poeta: David y los Salmos
David fue Rey de Israel en Jerusalén, poeta y místico de primer
orden. Su vida se narra en los Libros de Samuel,
de Reyes y en las Crónicas o Paralipómenos., que repiten la misma Historia de los Reinos de
Israel y Judá, pero desde distintas perspectivas. Las Crónicas son relato oficial disfrazado de registro objetivo; en
cambio el elohista – hagiógrafo
probable de Samuel y Reyes – es un crítico que cuenta lo que
el oficialismo calla, y juzga y valora desde la Religión, no desde la Política,
al modo de un historiador independiente. En Segundo
de Samuel y en Primero de Reyes hay la mejor biografía del poderoso David, Rey de Israel en Hebrón y en Jerusalén, en sus triunfos como
en sus debilidades: Lo vemos así permitiendo al intrigante Joab – Montesinos de la época, poder detrás del trono - que asesine
al leal Abner; mandando matar a Urías por satisfacer su lujuria con la
guapa Betsabé; dejando sin castigo
la violación de su hija Tamar por su
hijito consentido Amnón; derrotado
por último por otro consentido, Absalón.
David como Gobernante muestra
astucia y ausencia de escrúpulos, lo que el elohista refleja en el amargo Discurso de Semeí dirigido al propio David
en huida: Vete, vete, hombre sanguinario
y perverso. / Yavé hace recaer sobre tu cabeza toda la sangre de la familia de
Saúl, que masacraste. Así como tú le quitaste el trono a Saúl, así también Yavé
se lo ha dado a tu hijo Absalón. Tú eres un criminal, por eso te persigue la
desgracia (2 Samuel, 16, 7-8). David
acepta el designio de Yavé, y cuando los cortesanos quieren cortarle la
cabeza al incómodo Semeí, David apunta: Déjenlo que me maldiga si Yavé se lo ha mandado (2 Samuel 16, 11).
El elohista presenta así no a un David oficial, héroe de cartón, sino al
ser humano en sus complejidades y circunstancias. David, juzgado por los parámetros actuales, es un político
marrullero y veleta, con un evidente interés por el poder y un maquiavelismo que
roza la traición. Pero ahí lo tenemos igual de paradigma, porque son los
vencedores los que escriben la historia.
Pero yo se lo perdono, porque el
poeta David es magnífico en lo
épico, lo místico y lo lírico. Su poesía se alimenta de su experiencia, es un
poeta natural, que recita sin saberlo, empezando por su magnífica respuesta al
reto del gigante filisteo Goliat: ¿Quién es ese filisteo incircunciso que
insulta así a los batallones del Dios Vivo?
(1 Samuel, 17, 26). Tras vencer a los filisteos, David se mete de costado en la familia real al casar con Micol, hija del Rey Saúl, pero su afecto se dirige más
bien a su cuñado Jonatán. El Rey Saúl le envidia y le odia, mas David y Jonatán son hermanos de armas y
comparten espíritu y temple: Vete en paz
(David), ya que nos hemos comprometido en nombre de Yavé, que Yavé esté entre
tú y yo, entre mi descendencia y la tuya, para siempre. (1 Samuel 20, 42). David escapa así del odio de Saúl y se
interna en la precaria existencia del guerrillero y soldado de fortuna. Pero
cuando Saúl y Jonatán mueren en Gelboé a manos filisteas, David recita su doloroso Canto Fúnebre: Ay, la gloria de Israel pereció en los montes / ¿Cómo cayeron los
héroes? / (…) / El arco de Jonatán no retrocedió jamás ni la espada de Saúl se
blandía en vano / (…) / Eran más ligeros que águilas, más fuertes que leones /
Por ti estoy apenado, Jonatán, hermano mío, por ti, a quien tanto yo quería. Tu
amistad era para mí más maravillosa que el amor de las mujeres … (2 Samuel 1, 19-26). Se ha especulado
homosexualidad, olvidando la hipérbole tan común en Oriente, y el contexto
fúnebre. Algunas interpretaciones se acercan más a nuestras ideas preconcebidas
que a los hechos. Otros poemas de David
son de tema religioso, como el de 2 Samuel, 22, 2-51: Yavé es mi roca y mi fortaleza, mi libertador y mi Dios, e inspiran
los hermosos y sentidos Salmos. La
experiencia de vivir a salto de mata se refleja en las súplicas a Yavé en el peligro, al ruego de su
fortaleza y guía en medio de la tribulación, en la confianza que está con
nosotros: Los cielos cuentan la gloria de
Dios, / la obra de su mano anuncia el firmamento (Salmo 19, 1); Dios mío, de día clamo, y no respondes, /
también de noche, no hay silencio para mí / Más tú eres el Santo, / que mora en
los laúdes de Israel / En Ti esperaron nuestros padres, / esperaron y tú los
liberaste … (Salmo 22, 3-4); El
Salmo 23 es popular en los países anglosajones: Yavé es mi pastor, nada me falta / (…) /Aunque pase por valle
tenebroso, / ningún mal temeré, porque Tú vas conmigo / tu vara y tu cayado,
ellos me sosiegan (Sal 23, 1, 4). El Salmo 51, el Miserere, lamenta el peso
de los pecados, ruega el perdón en la última hora (Ténme piedad, oh Dios, según tu Amor, / por tu inmensa ternura borra mi
delito, / lávame a fondo de mi culpa, de mi pecado purifícame. – Sal 51,
3-4) y se ha rezado innúmeras veces a lo largo de los siglos por todos los que
sólo a Dios pueden recurrir en su desesperanza, en especial los moribundos (Retira tu faz de mis pecados / borra todas
mis culpas / (…) / El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; / un corazón
contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias. Sal 51, 17, 19). David no fue el único Salmista, están Asaf, los hijos de Coré – posiblemente un Coro permanente -, y el Maestro de Coro, aunque muchos Salmos
aparecen sin autor y serían creación colectiva, como el Salmo 137, de la
Deportación a Babilonia, la famosa Balada del Desterrado: A orillas de los ríos de Babilonia /
estábamos sentados y llorábamos, / acordándonos de Sión. / (…) / ¿Cómo podríamos cantar / un canto de Yahveh /
en una tierra extraña? / ¡Jerusalén, si yo de ti me olvido, / que se seque mi
diestra! / ¡mi lengua se pegue al paladar / si de ti no me acuerdo! (Sal 137, 1, 4-6). En la larga historia de
desarraigos y persecuciones del Pueblo Elegido, este Salmo debe haberse cantado
en Sinagogas y hogares, musitado con fervor por los rabís, exultado por
aquellos que retornaron a la Tierra Prometida y vieron nuevamente la Colina de
Sión. La historia del Sionismo que ocurrió después, disculpen, no tiene
demasiado que ver con la Biblia.
IV
Colofón
Termino así esta segunda Crónica
sobre Leer la Biblia. En las siguientes seguiremos en el mismo estilo, picando de
aquí y allá. Como decimos siempre: Lee
lo que quieras, como quieras, donde quieras. No te prives.
CRÓNICAS DE LECTURAS – 22
LEER LA BIBLIA (III)
I
Creacionistas y Evolucionistas
Algo más de siglo y medio atrás
la Iglesia Anglicana se metió en un lío descomunal al entrar en conflicto con
la Teoría de la Evolución de Charles Darwin,
Alfred Russell Wallace y Thomas Huxley: El conflicto aparente
entre Fe y Ciencia mostró cuán inane es un sistema de creencias sobre la
realidad basado en la interpretación literal de las palabras de la Biblia. Parecería que el ente metafísico
“Ciencia” se imponía a la “Religión”, otro ente metafísico del mismo género. A
mi humilde entender la discusión es absurda por confundir planos, aunque estoy
seguro hay harto pan que rebanar acá, y precisamente porque lo hay no sé qué
hacían estos discutiendo sobre tortas y panqueques. No creo que exista Ciencia
ni Religión fuera de las mentes de las personas o comunidades que las practican
y/o profesan. No impongo a nadie mi idea, pero yo no veo ahí más que conjuntos
de proposiciones. Creo que entendemos demasiado poco sobre la mente y el
espíritu humanos – sean éstos lo que fueren – para ponernos a discutir acerca
de la certeza del conocimiento de dos conjuntos de proposiciones cuya
intersección es vacía. Parece que discutiéramos sobre cuántos ángeles caben en la
puntita del famoso alfiler. Claro que esto no es más que mi opinión, y estoy
seguro que otros sostendrán distinciones más sutiles y certeras, pero esto que
narro son mis propios viajes, y sólo trato de plantear cómo veo este tema, en
el que a algunos en definitiva se les va la vida. A mí no me causa el más
mínimo problema distinguir entre Ciencia y Religión, y cuando veo alguna
discusión que las enfrenta entiendo que podría ser más productiva, interesante
o profunda, incluso con el desacuerdo. Ambos dependen demasiado de cierta
mirada subjetiva, lo que me enseña más sobre la dificultad de escapar de
esquemas preconcebidos que sobre la certeza de las afirmaciones. Es cierto que
parto del deber-ser de la libertad de pensamiento, que incluye la libertad para
tener las creencias no demostradas que te vengan en gana, siempre y cuando no
nos compliques desordenadamente la vida al resto; y me molesta que ambos
conjuntos de creencias no coexistan sin problemas. Entiendo que una vida bien
ordenada equilibra las cosas, en especial cuando hay motivos fundados para
suponer que ningún sistema te dará todas las respuestas. Precisamente por eso
chocamos con las ortodoxias que se pretenden totales y verdaderas, y que para
ello nos muestran falacias de petición de principio. La ortodoxia no es
necesaria para la Religión, que entiendo como sistema individual y abierto de
creencias. Las Iglesias son otro cantar, porque cierran lo que debes creer por
sus propios y particulares motivos, y cuyos intereses me parecen ajenos tanto a
lo religioso como a lo científico. Ahí están para decirlo con conocimiento de
causa Jansenio, Teilhard de Chardin y Anthony
de Mello; y desde la otra orilla Copérnico,
Galileo y Giordano Bruno. Que lo que les pasó o dejó de pasar a todos ellos
no tiene tanto que ver con Dios como con confundir el triciclo con la manivela.
En el terreno práctico de la
Vida, si estoy enfermo y le pido a la divinidad que intervenga para sanarme, de
repente Dios (O Diosa, o Eso que está allá),
si soy tan interesante o importante para Él como para que haga algo, me enviará
un médico eficiente al alcance de mi bolsillo, lo que en el Perú no es poco y
requiere de cierto nivel de omnipotencia (Eclo. 38, 1-15). No veo con qué cara
le limito las opciones a la divinidad, como veo ciertas Iglesias hacen
prohibiéndole a Dios las transfusiones, por ejemplo. Y contrario sensu, si aparece alguien con ganas de quemarte vivo por
eso de que si Dios es Trino o Uno, o si Jesus usaba para vestir sábanas o frac,
lo más sensato es correr si puedes. Que soy humano, y nada de lo humano me es
ajeno, ni siquiera el Miedo. Y no atraco con las Iglesias que me imponen
soluciones si estoy enfermo, ni con los creacionistas y sus sumas de edades de
patriarcas para hallar la antigüedad del Universo. Podría verlo desde la
Ciencia: La sonda Planck de la ESA-NASA acaba de cartografiar con
mayor exactitud la luz de fondo del Big-Bang,
y el universo registra algo más de añitos de lo que se creía: Trece mil millones.
Pero desde la Religión hay un argumento tipo Navaja de Ockham, pues los
hagiógrafos se concentran en cuestiones universales y no en lo contigente. En
su estilo lo que dicen es que todo lo que existe lo hizo Alguien, y le salió
Bien. Si eso es o no Verdad, pues falta data y por eso es cosa de Fe. Esa Fe me
dice que tras cada uno de los Seis Días de la Creación, vio Dios que esto era bueno (Gén. 1; 10, 12, 18, 21, 25), y más
aún: Dios vio que cuanto había hecho era
muy bueno (Gén. 1, 31). Sí, en todos los tiempos es necesario recordar que Existir
es mejor que no existir; que Ser, sobre todo cuando sabes que Eres, es mejor
que No Ser; y Vivir mucho más grato que No Vivir. Claro que eso es discutible
si tienes hambre, o sientes desamparo al saber que dejarás de Ser, pero desde
allí puedes aspirar a algo mejor, que más
vale perro vivo que león muerto (Eclesiastés, 9, 4). Que exista el Universo
entero - galaxias, estrellas, planetas, rocas, mares, plantas y animales y el
ser humano – es así, en principio, bueno. Pero a esto no se refieren los creacionistas
cuando presumen de aritméticos con las edades de los patriarcas. Yo digo que
ante el hecho desnudo del Existir ¿A quién recuernos le importará que Dios
hiciera el Mundo en Seis Días o en Seis mil millones de años? Esos son aspectos
técnicos que no carecen de interés científico ni especulativo, claro, pero no
son de fondo: La Religión es Fe; la Ciencia es conocimiento verificable. La Fe
no se basa en enunciados de Ciencia, ni la Ciencia en los de la Religión. Los
creacionistas y otros fanáticos confunden los camotes con Pavarotti, y cuando
tratan de imponerse no lo hacen por religión, sino por ideología, economía y
política, testigo el Tea Party. La
recta Religión y la Ciencia de veras pueden y deben criticar y combatir a esos
loquitos. Y ya no perderé el tiempo con alucinados.
(Y sin embargo, no me aguanto y
romperé una lanza por la sensatez: El Calendario se basa en los movimientos
aparentes del Sol y la Luna. Un “año” es el tiempo entre dos equinoccios o
solsticios, más o menos; así como “mes” el tiempo entre dos fases iguales de la
Luna. Se mide la duración de la vida en “años” y “meses”. Cuando los primeros
hagiógrafos escribían era probable que emplearan medidas de tiempo lunares más
que solares. El término “año” compara el tiempo vivido con el tiempo de
rotación del Sol. Es coherente suponer que la palabra que San Jerónimo tradujo “año” para los patriarcas antediluvianos - Adán, Set, Enós, Quenán, Mahalalel, Yéred,
Henoc, Matusalén, Lámek y Noé - se refería a la edad en general, sin distinguir
entre el período lunar o el solar. La leyenda o mito recogido por el elohista habría usado el término “año”
refiriéndose a la rotación de la Luna, y el elohista y/o el traductor San
Jerónimo, sin pensar mucho en ello, lo asumieron Solar. Total, eran
hagiógrafos y traductores, no astrofísicos ni geógrafos. Así, el famoso
Matusalén, que habría alcanzado la portentosa edad de 969 “años” (suma de 187
“años” cuando engendró a Lámek, y 782 “años” después – Gén, 5, 25-26) habría
vivido 969 “años … lunares”, es decir 969 meses de hoy. Y habría cantado su happy birthday solar algo más de 80
veces (80 “años solares” = 969 “años lunares”), y tenido su primer vástago a
los quince “años solares”, con un año solar de doce meses lunares (en algunos
calendarios es trece). Llegar a la edad de 80 “años solares” es respetable aún
hoy, y más entonces que la expectativa de vida en Palestina no debe haber sido muy
elevada. Como hipótesis esto vale por lo menos igual que creer que un patriarca
vivió casi mil años solares, y mucho más probable.)
II
Historia, Moral y Religión
Entre tantas cosas que es la Biblia, es una interesante fuente
histórica. Si se la lee en esa perspectiva encontramos desde fuentes históricas
directas – los libros de Josué, Jueces,
primero y segundo de Samuel, primero
y segundo de Reyes, primero y segundo de Crónicas / Paralipómenos, Esdras, Nehemías, primero y segundo de Macabeos - hasta
testimonios de carácter moral, ético y religioso que expresan los rasgos y
contenidos de las épocas en que los hagiógrafos los escribieron. Así pueden
interpretarse las historias y cuentos de Rut,
Ester, Job, Tobías, Judit, Jonás y partes de los Libros de Daniel,
Ezequiel y Jeremías, entre otros. Es claro que los hagiógrafos no entendían la
Historia como nosotros. La Historia hoy es un conjunto de proposiciones
verificables, al margen de temas epistemológicos no pertinentes ahora. Los
hagiógrafos, en cambio, registraban y valoraban los hechos desde una
perspectiva religiosa y moral. Atribuían la caída del Reino del Israel a manos
de los Asirios a que Israel se separó del Templo de Jerusalén, donde estaba el
Arca de la Alianza. Vale decir, las cosas pasaban o dejaban de pasar por estar
acordes o no con un deber ser religioso, ético y moral. Y explicaban por qué
Judá no cayó a la vez que su vecino Israel: “Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, comenzó a reinar (…). Siguió los
pasos los reyes de Israel y (…) se portó muy mal con Yavé. Sin embargo, Yavé no
quiso exterminar a Judá por amor a su siervo David, según la promesa que le
había hecho de mantener siempre encendida su lámpara, lo que se refería a sus
hijos.” (2 Reyes, 8, 16-19). Portarse mal con Yavé – mantener el culto de otros dioses - explica para el hagiógrafo por qué un reinado
era un desastre. ¿Entonces cómo explica el hagiógrafo que a Joram le vaya bien, siendo un forajido
de polendas? Pues por la promesa hecha a David
por Yavé. Los Profetas eran
esenciales como intérpretes de la voluntad de Dios, y más le valía al Rey
seguir sus consejos. Era crucial la relación entre el Poder Político y el
Religioso: cuando andan de acuerdo todo va bien; cuando no, todo va mal.
Destacan así los profetas Moisés,
Débora, Samuel, Natán, Elías y Eliseo, que transitan por Judea portando el
mensaje de Yavé, y a veces
prefigurando los milagros del Cristo.
En consecuencia estos relatos
bíblicos “históricos” son edificantes y muestran en qué consiste portarse bien
con Yavé. En Ester se trata de “A Dios rogando y con el mazo dando”; es decir
rezar a Dios por la salvación del pueblo a la vez fomentando la coquetería de
Ester con el Rey Persa Asuero para influir a favor del pueblo y vencer las
intrigas del enemigo Amán. En Rut es
la fidelidad a la Fe, que supera el prejuicio étnico al mostrar la fe en el
Dios Vivo y la lealtad a Noemí de la moabita Rut, que se une al Pueblo Elegido para ser nada menos que abuela
del Rey David: No me obligues a dejarte yéndome lejos de ti, pues a donde tú vayas,
iré yo; y donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será
mi Dios. Donde tú mueras, allí también quiero morir y ser enterrada yo. Que el
Señor me castigue como es debido si no es la muerte la que nos separe (Rut,
1, 16-17). En Tobías se trata de
sostener la religión en un contexto pagano, de ser firme frente a la
adversidad, de confiar en la providencia de Dios. Varios de estos sabrosos
cuentitos, como Ester, Daniel y otros, enseñan cómo comportarse
entre no-judíos, algo terriblemente importante tras el colapso de los dos
estados hebreos. En Judit se destaca
la importancia de las mujeres judías (Judit
significa “la judía”) en los momentos de crisis, que débiles y todo salvan
al pueblo: no está en el número tu
fuerza, ni tu poder en los valientes, sino que eres Dios de los humildes, el
defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos,
salvador de los desesperados (Judit, 9, 11). Quizá uno de los libros
bíblicos de más resonancias modernas sea el de Jonás. Que la clasificación de los Libros de la Biblia no fue muy acuciosa se nota
cuando se agrupa a Jonás con los
Profetas Menores, entre Abdías y Miqueas, cuando en realidad es un cuento,
como Rut o Tobías. Seguramente ello fue descuido de un clasificador que no
sabía bien qué hacer con él, y lo leyó muy por encima. Pasa en las mejores
Bibliotecas, por más clasificación Dewey que se use. La historia de Jonás era un cuento muy popular en
aquellos días, y Jesús lo menciona
varias veces en el Nuevo Testamento. No me aguantaré de contarlo y comentarlo.
III
El Libro de Jonás
Jonás es un profeta en el Reino de Israel. Es decir vive en la
incómoda situación de predicar la vuelta del Reino separado a Jerusalén, lo que
lo hacía muy impopular, y se le nota tozudo, terco y estólido, cualidades
necesarias en tales circunstancias. Un buen día Yavé le ordena que vaya a Nínive, epítome de toda iniquidad, y
predique contra ella. Esto echaba a andar un proceso: predicar contra una
ciudad implicaba que o bien sus gentes se arrepentían o bien no, en el primer
caso se les permitía vivir, en el segundo la desatada Ira del Dios de los
Ejércitos destruía la ciudad y a todos sus habitantes. Pero Jonás veía la cosa algo diferente,
fuera porque preveía lo que podía pasar, fuera por no querer predicar en Nínive.
En todo caso Jonás se decide por ir
en la dirección contraria y embarca a Tarsis, al otro lado del mundo, lejos de la presencia de Yavé (Jonás, 1,
3). Esto es un motín in fraganti, Jonás tenía una idea limitada de con
quién trataba. Yavé envía una
tempestad que amenaza hundir el barco. La tripulación se afana en salvarlo,
cada cual reza a su Dios por ayuda, mientras Jonás duerme en el fondo de la cala, tan inconsciente del asunto
que el Capitán del Barco lo cuadra: ¿Cómo
estás durmiendo? Levántate, invoca a tu Dios, quizá se acuerde de nosotros y no
pereceremos (Jonás 1, 6). La tempestad arrecia, los marineros echan suertes
a ver quién se trae el problema, y adivina a quién le toca. Me caen mejor estos
gentiles que el profeta, cuando menos trabajan para que el barco no se hunda. Y
también me agrada este Yahvé educador: Aquellos
hombres tuvieron gran miedo y le dijeron ¿Qué es lo que has hecho? Pues ahora
sabían que huía de la presencia de Yavé (Jonás, 1, 10). Al fin, Jonás propone que lo echen al mar, la
tempestad se disipa, el barco sigue su ruta, y un gran pez aparece de la nada y
se traga a Jonás. Esta escena del
pez inspiró a dos clásicos de la literatura infantil: El soldadito de plomo, de Hans
Christian Andersen; y Pinocho,
del italiano Carlo Collodi. En el
primero, el soldadito es tragado por un pez y hallado al final por su dueño;
mientras que en el segundo, Pinocho busca a su padre Gepetto, a su vez perdido
al buscarlo. Y así como Jonás
encuentra y es encontrado por Dios Padre, rezando en el vientre de la ballena –
eso y ser digerido es lo único para hacer allí -, un par de milenios más tarde
Pinocho encuentra a su padre en el vientre de otra ballena, seguro descendiente
de la de Jonás y pariente lejana de Moby Dick.
En su forzado retiro el profeta
termina por atracar con la voluntad de Dios, y produce de paso una bella
oración, que por algo Dios lo eligió: En
mi angustia llamé a Yavé / y me respondió, / grité desde el lugar de los
muertos / y Tú oíste mi voz (Jonás 2, 3). El pez lo vomita, presumimos en
la ruta a Nínive, y así Yavé le sugiere amigablemente que se deje de pretextos
y haga lo que hay que hacer. Escarmentado, Jonás
va a Nínive, ciudad grande que requiere tres días sólo para atravesarla, pero
él predica por un día un mensaje corto, cumple con su deber con displicencia de
empleado público. Al terminar el día se habrá dicho que ya estaba bueno; pero los
ninivitas sin embargo, oyeron la advertencia e hicieron penitencia desde el mayor al menor. Y Dios, que es
de buen natural, los perdona y no destruye la ciudad. Esto a Jonás le cayó como mentolátum con huevo
frito, se enojó y dijo en versión libre: “Ya te agarraron por el bobo, como
siempre. Clemente y misericordioso, bah, a estos hay que volarlos a lo Sodoma y
Gomorra. Para esto me hubieras ahorrado el tour a la panza de la ballena. Me
dejas como zapatilla, nadie me creerá otra profecía. Estoy hasta el copete de
esta chamba” Bueno, es la idea, pues los profetas a veces le enmendaban la
plana a Dios. Se observa en Moisés, el amigo de Dios, que en dramáticas
circunstancias cuadra al mismísimo Yavé
cuando éste muestra lo harto que está de esta plaga de israelitas, arrepentido
de haberlos creado, y mejor empezamos todo de nuevo y con tu descendencia
hacemos otro pueblo con mejores modales (Números, 14, 10-19). Pero ni Jonás es Moisés ni los ninivitas los fastidiosos israelitas. Jonás se larga de Nínive, se duerme a
la sombra de un árbol, que Yavé hace
morir, con lo que Jonás, mismo Chavo
del Ocho, da de patadas en el suelo. Aquí la lección de Yavé: Te afliges por un ricino que no te ha
costado trabajo alguno y que no has hecho crecer, que en una noche ha nacido y
en una noche ha muerto. / ¿Cómo pues, yo no voy tener lástima de Nínive, la
gran ciudad, donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben
distinguir el bien y el mal, y gran cantidad de animales? (Jonás 4, 10-11).
IV
Sabiduría en píldoras, con sus prejuicios más
Los Libros Sapienciales contienen muchas máximas de diversa procedencia,
que eran parte de lo que hoy llamaríamos sabiduría convencional propia de la
experiencia: refranes, dichos, ocurrencias, consejos prácticos que vinculaban
los muy terrenales intereses de las gentes con los límites de los preceptos
divinos, en combinación inseparable. Son una especie de llamado constante a la
sensatez, a la agudeza de un intelecto sensible a lo útil y a lo bueno,
instrumento del buen vivir, al que llamaban Sabiduría: Pues hay en ella (la Sabiduría)
un espíritu inteligente, santo, único,
múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del
bien, agudo, incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno,
que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los
inteligentes, los puros, los más sutiles, / porque a todo movimiento supera en
movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza /
(…) es un hálito del poder de Dios / (…) es un reflejo de la luz eterna, un
espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. / Aún
siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el Universo // (…) …
contra la Sabiduría, no prevalece la maldad. (Sab. 7, 22-25, 26-27, 30). Visión optimista y
poética, de cuando la Fe y la Razón no se habían separado. Estos libros trazan
guías de acción frente a los hechos de la vida cotidiana, y quizá sean una de
las partes de la Biblia más consultadas hoy en día: Los Proverbios, la Sabiduría,
el Eclesiastés, del que ya he
tratado, y el Eclesiástico, hoy
llamado Sirácides, por su autor Jesús Ben Sirá. Su lectura es sencilla,
pues por su estructura pueden consultarse abstrayéndose del resto, y además
están soberbiamente escritos, como suele suceder con la sabiduría popular. Por
otra parte, contienen estructuras internas propias, es decir soportan a la
perfección la lectura analógica, la que empieza por el principio y continúa
hasta el final. Podría incluirse aquí ese poema tan especial que es el Cantar de los Cantares, hermoso canto de
nupcias y apasionado amor conyugal de la Luna de Miel, aunque también se le han
dado significados místicos (Negra soy,
pero graciosa, hijas de Jerusalén, / como las tiendas de Quedar, / como los
pabellones de Salmá, / No os fijéis en que estoy morena: / es que el sol me ha
quemado. – Cantar, 1, 5-6).
Las pildoritas de estos libros no
pueden ser más prácticas, considerando los contextos en que se desenvolvían.
Poseen una belleza propia expresada en símiles, metáforas y otros recursos
estilísticos de sus hagiógrafos. Escojo a continuación algunas al azar: Esta es
interesante por su penetración psicológica, mucho más que los actuales libros
de auto-ayuda: Ten en cuenta el momento y
guárdate del mal, no te avergüences de ti mismo. / Porque hay una vergüenza que
conduce al pecado, y otra vergüenza hay que es gloria y gracia. (Eclo. 4,
20-21). Otras nos advierten de andar ojo avizor para hacer lo correcto: Con paciencia se persuade al juez, una
lengua dulce quebranta los huesos (Pro. 25, 15); Quien cultiva su tierra se hartará de pan, quien persigue naderías es
un insensato (Pro. 12, 11); Del consejero
guarda tu alma, averigua primero qué necesita – porque en su propio interés
dará consejo (Eclo. 37, 8); La
ancianidad venerable no es la de los muchos días ni se mide por el número de
años; la verdadera canicie para el hombre es la prudencia (Sab. 4, 8-9).
Por otra parte estas citas vistas fuera de contexto suelen levantar
discusiones, porque no hallaremos en estos textos, por ejemplo, equidad de
género, idea moderna y alejada de lo preponderante entonces … ¿o no? Veamos
esta cita: ¡Cualquier herida, pero no
herida del corazón! ¡Cualquier maldad pero no maldad de mujer! (…) Prefiero
convivir con león o dragón a convivir con mujer mala / La maldición de la mujer
desfigura su semblante, oscurece su rostro como un oso. / En medio de sus
vecinos se sienta su marido, y sin poder contenerse suspira amargamente. / Toda
malicia es poca junto a la malicia de mujer, ¡que la suerte del pecador caiga
sobre ella! (Eclo. 25, 13 y 16-19). Este duro juicio de ciertos rasgos
femeninos ha perdurado, y sentado cátedra en la figura neotestamentaria de un Pablo misógino, aunque menos de lo que
comúnmente se cree: … bien le está al
hombre abstenerse de mujer (…) lo que os digo es una concesión, no un mandato.
Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo … (1 Cor. 7, 1, 6-7).
Como en lo dicho antes sobre David y
Jonatán, ni tanto ni tan poco. Pero la secular desconfianza de las iglesias
cristianas frente al género femenino parece tener origen en estos consejos
bíblicos. Asimismo, veamos esta práctica educativa, interesante para padres y
educadores: ¿Tienes hijos? Adoctrínalos,
doblega su cerviz desde su juventud (Eclo. 7, 23). Y más fuerte todavía: El que ama a su hijo, le azota sin cesar,
para poderse alegrar en su futuro. / (…) El que mima a sus hijos, vendará sus
heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas. / Caballo no domado, sale
indócil, hijo consentido sale libertino. / Halaga a tu hijo y te dará
sorpresas, juega con él y te traerá pesares. / (…) No le des libertad en su
juventud, y no pases por alto sus errores. / Doblega su cerviz mientras es
joven, tunde sus costillas cuando es niño (…) Enseña a tu hijo y trabaja en él,
para que no tropieces con su desvergüenza (Eclo. 30, 1, 7-9, 11-12, 13).
Parece que el hagiógrafo teme que la excesiva protección a los hijos los haga
descreídos y los enfrente a los padres, cree en las bondades del castigo físico
para evitar que el niño “se tuerza”. Hoy sabemos más que el hagiógrafo, aunque
superviva eso de que la letra con sangre entra. Pero así
y todo hallamos universalidad y permanencia en estas citas, afincadas en un
agudo y humorístico análisis de una realidad que es la misma en las sociedades
antiguas y modernas, tanto en la vida cotidiana como en los procesos políticos:
El salario del justo es para vivir, la
renta del malo para pecar (Pro. 10, 16); El perezoso dice ´hay fuera un león, voy a ser muerto en medio de la
calle´ (Pro. 22, 13); Lo primero para
vivir es agua, pan, vestido, y casa para abrigarse. / Más vale vida de pobre
bajo techo de tablas que comida suntuosa en casa de extraños. (Eclo. 29,
21-22); … la abundancia de sabios es la
salvación del mundo y un rey prudente la estabilidad del pueblo (Sab. 6,
24). Y dice Shakespeare: Mejores fueran estos consejos, si alguien
los siguiese.
V
Colofón
Finalizo mi tercera Crónica sobre
Leer la Biblia, y la verdad, en qué
honduras se me ocurrió meterme. Falta mucho para entregar una panorámica
completa y a la vez personal. Espero que mis lectores me sigan concediendo
licencia para continuarlo. Como siempre, lee
lo que quieras, como quieras, donde quieras. Y en Semana Santa, como que es
ocasión.
CRÓNICAS DE LECTURAS – 23
LEER LA BIBLIA (IV)
Me aprovecho de la Semana Santa
para disparar mis Crónicas de Lecturas sobre Leer la Biblia. Y ya estoy en la cuarta entrega. Agradezco a mis lectores
la paciencia.
I
Profetismo y Profecías
Hasta el 2012 estuvieron de moda las
profecías del fin del mundo, y nos hemos malacostumbrado a llamar Profeta a
cualquier charlatán que diga cualquier bobada, y así es fácil que se nos escape
lo que era realmente ser Profeta en tiempos bíblicos. La palabra hebrea para
profeta es Nabí, que denota a la vez el
rasgo pasivo de ser llamado, y el activo de ser portador del mensaje anunciador
de la voluntad de Dios. Dicho mensaje puede atañer al pasado, presente o al
futuro, recibirse por visiones, audiciones o inspiración interior, y
transmitirse en poemas, relatos, parábolas, oráculos e incluso con acciones
cargadas de simbolismo. Los Profetas se dedican full time a la labor de mensajeros de Yahvé, el llamado es irresistible, y no puede rechazarse: Antes de formarte en el seno de tu madre te
conocía; antes de que tú nacieras, Yo te consagré, y te destiné a ser profeta
de las naciones. / Yo exclamé: Ay Señor Yavé, ¡cómo podría hablar yo, que soy
un muchacho! / Y Yavé me contestó: No me digas que eres un muchacho. Irás
dondequiera que te envíe, y proclamarás todo lo que Yo te mande. / No les
tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte, palabra de Yavé
(Jeremías, 1, 5-8). Los Cuatro Profetas
Mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel) son
así llamados por el tamaño de los escritos que han dejado, pero parece que
varios de ellos, particularmente Isaías,
son más de uno. Ya hemos hablado en su momento del papel de los Sacerdotes y del Templo de Jerusalén,
que se dedicaba entre otras cosas a reunir las escrituras dispersas en un canon
aceptable. Imaginemos el problema que se presentó cuando los reinos hebreos
desaparecieron a manos de asirios y babilonios y cesaron como entidades
políticas. Los Sacerdotes y Levitas dispersos en medio mundo juntaron y
separaron escrituras, y los escritos se entremezclaron. Así que saber cuáles
son cuáles y quiénes son quiénes es complicado y requiere de especialistas
realmente expertos. Por ejemplo, entre los Judíos, Daniel no se clasifica Profeta,
sino Escrito. Y todo esto choca
además con el libre examen, tan caro a las Iglesias Cristianas post Reforma,
así como al Liberalismo racionalista.
Examinemos esto unos momentos: El
libre examen de lo escrito en el Libro Sagrado es sin duda un triunfo del
espíritu y de la libertad fundamental con que el Hombre fue creado, y si lo ha
sido a imagen y semejanza de Dios, pues es esta una característica de Dios con
la que me siento sumamente cómodo. Pero como nada es perfecto en este mundo
cochino, el Libre Examen que presidió la Reforma Religiosa terminó por
“equilibrarse” con la creencia en la Infalibilidad de la Biblia, basada, como no, en una cita: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redarguir, para corregir, para instruir en justicia. (2 Timoteo, 3,16,
Traducción Reina-Valera, 1960). Y patatín, salimos de Guatemala para caer en
Guatepeor, para qué superamos entonces a San
Jerónimo, a la Vulgata y a la
Interpretación Ortodoxa de la Biblia.
Esto hace que me pregunte sobre qué sentido tuvo hacer tanta movida para
terminar en el mismo sitio de enantes, voluntad de Dios será de repente. El
concepto de sola scriptura, creencia
fundamental de las iglesias reformadas, suele interpretarse a la
fundamentalista, como que Toda Verdad Está En La Escritura, y a veces
peor, como que No Hay Conocimiento Que Contradiga La Biblia. Y eso no sería ningún problema, si fuéramos sensatos y
supiéramos mantener separados los planos del conocimiento. Pero la sensatez es
una suposición que nada nos autoriza a sostener, los fundamentalistas no son
gentes sensatas y tienen demasiados problemas emocionales que resolver
(necesidad de una autoridad qué seguir y qué manipular), y le adjudican a la Biblia un Valor de Verdad Absoluta,
rasero que les permite juzgar a los demás con toda la del buey. Mi corta
experiencia me dice que no hay nada más relativo que una Verdad Absoluta, y si
no me cree láncese usted una de esas por ahí, en media hora tendrá tantas
interpretaciones como personas la hayan escuchado. Todo esto viene a cuento
porque ciertos pasajes de la Biblia interpretados
numerológicamente han dado lugar a confesiones religiosas, aunque parecen
provenir más de errores honestos que de charlatanismo – que seguro también anda
por ahí. El señor William Miller, de
Nueva York, hombre íntegro, humanitario, benévolo y de inteligencia más que
mediana, estudió la Biblia por años, y llegó a la convicción por libre examen que la Segunda Venida de Jesucristo
se produciría de todas maneras en algún momento entre el 21 de marzo de 1843 y
el 21 de marzo de 1844. Cuando pasó la fecha sin pena ni gloria – especialmente
sin gloria – la volvió a fijar para el 18 de abril de 1844. Y al no pasar nada,
declaró: Confieso mi error y reconozco mi
decepción; pero aún creo que el día del Señor está cerca, casi a la puerta.
II
Grandes Chascos, y esperando al Mesías
Si bien la muy respetable Iglesia
Adventista (De Adviento o Advenimiento) reconoce su origen en las ideas e
interpretaciones de Miller, hoy en
día tiene la sensatez de no ponerle fecha al Fin de los Tiempos (Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los
ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre - Mateo 24:36 – Me
pregunto por qué Miller no empezó
por aquí). Tras el 18 de abril de 1844 los milleristas no escarmentaron, revisaron
los trabajos del susodicho y le pusieron fecha a la Segunda Venida para el 22
de Octubre de 1844. Al pasar la noche del 22 al 23 sin que el Señor se dignara
aparecer la Decepción fue inmensa, y se la conoce en la historia de las
religiones como el Gran Chasco. Según parece, ni fue, es, o será el primero ni
el último. Las consecuencias fueron complejas, podemos imaginar cómo se sacudió
la fe de las gentes sencillas: Nuestras
más profundas esperanzas y expectativas fueron destrozadas, y un espíritu de
angustia vino sobre nosotros como nunca antes había experimentado... lloramos y
lloramos hasta el atardecer. Por más bautizado católico que esté, no es
decente burlarse de las creencias de estos hombres y mujeres, aunque he oído a
algunos que creen así ganarse puntos. Pero la fe es demasiado escasa y valiosa
para maltratarla. Pero todo esto empezó con la interpretación de William Miller de partes de la Biblia, en especial el capítulo 8,
versículo 14 del Libro de Daniel: Le respondió: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas: después será reivindicado
el santuario. Miller era en
apariencia un hombre honesto y nada tonto, debe haberse sentido realmente en
estado de shock cuando no le funcionó
el cálculo. Muchos de los que vinieron después no tuvieron sus escrúpulos. Y de
éstos no hay demasiado qué decir, mejor retornemos a la Biblia, me parece ya estamos advertidos de los chascos en los que
se cae al hacer profecías y jugar con el miedo de las gentes, sin permiso del
Gran Jefe.
Volvamos a los firmes, los
Profetas de la Biblia, bien conocidos
por sus recuentos de profecías, discursos y hechos, escritos por ellos mismos o
por secretarios especiales, como Baruc,
secretario de Jeremías; o
transmitidos oralmente y luego fijados por escrito. Lo importante del profeta
es su calidad de mensajero, pero parece que algunos fueron dotados por Yahvé con poderes taumatúrgicos, aunque
éstos (Elías, Eliseo, Natán, Balaam, etcétera) no dejaron escritos,
que sepamos, y para nosotros no cuenten tanto. Los Profetas suelen dividirse en
dos grupos: Los Profetas Mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel) y los Profetas Menores (Oseas,
Joel, Amós, Abdías, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Jonás, Zacarías
y Malaquías). Por cierto ya vimos que
estos libros no parecen estar del todo bien clasificados, según la Tradición
Hebrea Daniel no es Profeta; y en
cuanto a Jonás, como también dijimos
antes, lo metieron al grupo parece que para completar la docena, por ser doce
un número místico, o por completar un equipo de fútbol con entrenador. La
interpretación cristiana desde la Patrística vio en los Profetas el anuncio del
Mesías
por venir. Esta idea del Mesías es muy peculiar y merece
alguna explicación: Durante el destierro en Babilonia, de unos setenta años,
aparece la creencia en un Salvador, descendiente del Rey David, que devolverá la Gloria y la
Independencia al Pueblo Elegido. El Salmo de la Balada del Destierro
testimonia la añoranza de los desterrados por su Jerusalén bienamada, su
tierra, religión y costumbres. Como en tiempos de Moisés en Egipto, se espera un Libertador del Pueblo, y he aquí que
aparece uno, aunque no judío: El Rey Ciro
el Grande de los persas era un personaje especial, que los judíos sentían
que podía ser “de los nuestros”: Como buen Persa, rendía culto fanático a la
Verdad; no arrasaba a los pueblos vencidos, más bien se los incorporaba; su
Religión, el zoroastrismo, poseía elevada moral y era “casi” monoteísta; y por
si fuera poco, era enemigo de los babilonios, a los que derrotó y conquistó con
la probable colaboración de los judíos y otros pueblos sojuzgados. El Gran Rey Ciro calificó merecidamente
como un Primer Mesías: Los Libros de Esdras
y Nehemías cuentan con agradecimiento
cómo el Gran Rey liberó del
cautiverio a los judíos, concede el retorno a Judea, les autoriza reedificar su
Templo en Jerusalén, y así el profeta Isaías lo celebra: Así habla Yahvé a Ciro, su elegido: (…) Sin
que me conocieras te hice tomar las armas, para que todos sepan, del oriente al
poniente, que nada existe fuera de mí (…) Que se abra la tierra y produzca su
fruto, que es la salvación (…) Yo también lo he llevado a la victoria y le he
despejado el caminio. Él reconstruirá mi ciudad, traerá a su patria a mis
desterrados, sin exigir rescate ni recompensa, dice Yahvé de los Ejércitos.
(Isaías 45, 5, 8, 13)
III
Qué profetizan los profetas
Para no corrernos el riesgo de William Miller de encontrar lo que no
hay, precisemos que un Profeta se caracteriza por saber escuchar a su Dios y
transmitir lo que se le dice, y así no se equivoca. No es un chamán ni un gurú ni
necesariamente un místico, que se perfeccionan espiritualmente en un extático
recogimiento. Tampoco es parte de la jerarquía religiosa. Aquí podemos
encontrar ciertas gradaciones y prelaciones según la fe que se tenga. Para los
judíos el Profeta por antonomasia es Moisés,
y en comparación todos los demás son segundones, aunque le otorgan cierto prestigio
a Samuel. El Islam es radical en
este extremo también, pues fuera de Mahoma
Decid: creemos en Dios y en lo que se nos
ha revelado, en lo que se reveló a Abrahán, Ismael, Isaac, Jacob y las tribus;
en lo que Moisés, Jesús y los profetas recibieron de su Señor. No distinguimos
a ninguno de ellos y nos sometemos a Dios. (Corán 2,136). En el
Cristianismo el Mesías (Emanuel Jesús) es Rey y Sacerdote,
pero también Profeta que abroga a los demás, dejándolos como simples
precursores, como se dice al respecto de Juan Bautista, el último y mayor de
ellos: En verdad os digo que no ha
surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo,
el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él (Mateo, 11,11). No
deja de sorprender a muchos enterarse que los Profetas del Judaísmo, el
Cristianismo y el Islam son básicamente
las mismas personas, y lo que cambia son las valoraciones que se hace de
ellos. Todos tienen en común la experiencia del encuentro personal del Hombre
con su Dios (Hijo de Hombre, ponte en pie
que voy a hablarte – Ezequiel, 2,1); la importancia de escuchar y llevar Su
Palabra (… ellos no escucharon ni me
hicieron caso – oráculo de Yahvé – (…) mis palabras y preceptos (…) ¿no
alcanzaron a vuestros padres? (…) Como Yahvé Sebaot había decidido tratarnos
(…) así nos ha tratado – Zacarías, 1, 4-6); la necesidad de la conversión
personal y la fidelidad ética vivida en la sociedad como exigencia concreta de
justicia social (¿Acaso se trata nada más
de doblar la cabeza como un junco o de acostarse entre saco y ceniza? ¿A eso
llamas ayuno y día agradable a Yahvé? ¿No sabes cuál es el ayuno que me agrada?
Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los
oprimidos … - Isaías 58, 5-6); la visión de la misericordia divina asomando
en medio del juicio terrible de Yahvé Sebaot, Dios de los Ejércitos (Rasga tu corazón y no tus vestidos, y vuelve
a Yahvé tu Dios, porque Él es bondadoso y compasivo; le cuesta enojarse, y
grande es su misericordia; envía la desgracia, pero luego perdona – Joel,
2, 13). El encontrar tan semejantes la Fe de Cristo con la de Moisés
y con la de Mahoma podría llevarnos,
solo tal vez, a repensar un poquito mejor este tema del ecumenismo. A ver a donde
nos lleva …
Y luego, las promesas, para bien
y para mal. El Mesías, no lo
olvidemos, será Rey, y será Justo, porque todas las esperanzas del Buen
Gobierno que hoy día depositamos en la idea de la Democracia, en aquellos días
eran depositadas en el Enviado que devolvería a Israel la Paz y la Justicia: Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote
surgirá de sus raíces. / Sobre él reposará el espíritu de Yavé (…) / (…) / No
juzgará por las apariencias ni se decidirá por lo que se dice, / sino que hará
justicia a los débiles y defenderá el derecho de los pobres del país.
(Isaías, 11, 1-4). Es nada más y nada menos que el advenimiento del Reino de
Dios, es el cumplimiento de un alto destino para la Humanidad que empieza a
sentirse también como la necesidad espiritual de vivir para siempre, es decir
la esperanza de una Resurrección de la Carne que no se ve muy clara aún (habrá
que esperar a los Macabeos y la resistencia nacional). Pero este Pueblo Elegido,
liberado contra su voluntad ya desde Moisés,
falla y falla y falla y no se merece en realidad nada de su Dios, a pesar de la
paciencia que le muestra: La Gloria de
Yahvé estaba allí, tal como la había visto junto al río. / Y Yahvé me dijo:
Hijo de hombre, levanta tus ojos hacia el norte. Lo hice y vi el ídolo. / Y
añadió: Ves lo que hacen, las grandes maldades que la gente de Israel comete en
este lugar para alejarme de mi santuario. Pero vas a ver pecados mayores.
(Ezequiel 8, 4-6). O también: Oye pueblo
estúpido y tonto, que tienes ojos y no ves, orejas y no oyes. ¿A mí no me
temen, dice Yahvé, ni tiemblan delante de Mí?
(…) Pero este pueblo, cuyo corazón es traidor y rebelde, me ha vuelto la
espalda y se ha marchado (…) … han sobrepasado la medida del mal … (…) ¿Podré
dejar pasar esto sin castigo, dice Yahvé, y no me vengaré de una nación como
ésta? (…) ¿Qué harán ustedes cuando llegue el Fin? (Jeremías 5, 21 – 31).
Terribles palabras, pero que indican que Yahvé Sebaot, el Dios de los
Ejércitos, es un Dios Celoso, que no deja pasar las cosas, y que está siempre
ahí, sea para salvar, sea para castigar. He ahí los dos mensajes proféticos
fundamentales, contradictorios, duales, complementarios: Castigo / Perdón. Y esto
pareciera que tiene que resolverse de alguna manera, de una buena vez por todas.
IV
El género apocalíptico
Y una manera en que en apariencia
parece resolverse esta contradicción es el Apocalipsis.
El término apocalíptico viene del nombre del último libro de la Biblia, el Apocalipsis, o Revelación,
pero en realidad constituye un género con profundas raíces en el Antiguo Testamento
y en otros Libros de origen análogo, que no están necesariamente en el canon de
los libros sagrados de la Biblia,
pero que tampoco está prohibido leer. Como este género está muy representado en
los escritos de los Profetas, parece adecuado tratarlo aquí. La Biblia narra la Salvación operada en la
historia por la acción de Dios. Es natural que así como tiene un principio con
el Génesis, tenga también un final
anunciado, que le ponga un final a esta dinámica de Castigo / Perdón
resolviéndola de una buena vez por todas. Y desde el principio, y para arribar
al final, debe haber algún tipo de plan, revelado a los hagiógrafos, que lo
expresan a su modo. Este plan prevé un final de los tiempos al que solamente se
arribará tras muchas tribulaciones y sufrimientos por parte del Pueblo Elegido,
y por ello encontramos apocalipsis
judíos, cristianos, y hasta islámicos. Este sufrimiento y la terrible
dificultad de mantenerse fieles provienen del hecho que la Fe no está en un
contexto adecuado para su desarrollo. Para los judíos, el poseer un estado y
país propios era determinante para poder vivir abiertamente la Fe en el Dios
Vivo. La conquista de Canaán por Josué y
sus sucesores no posee otro sentido, y la pérdida del Estado es el castigo
divino por no estar a la altura del reto. La liberación del cautiverio Judío en
Babilonia es operada por el Mesías
persa Ciro el Grande, y muchos
judíos vuelven a Judea, resignados a ser una semiprovincia del imperio persa, aunque
con Libertad de Culto. Reconstruyen así el Templo y la Jerarquía religiosa, y
logran alguna autonomía en sus asuntos. Pero esta relativa arcadia dependía de
la situación política. Cae el Imperio Persa en manos de Alejandro Magno, y a su muerte se divide en reinos epígonos. Judea
se subsume en el Reino Helenístico de Siria, la Cultura Helenística golpea duro
en las tradiciones judías, y el género apocalíptico surge con la helenización
forzosa que se impone en el siglo III a. C.
Si se lee con especial atención
el Libro Segundo de Macabeos, se
encontrará lo que fue ese durísimo proceso de helenización: Era tal el auge del helenismo y el progreso
de la moda extranjera a causa de la extrema perversidad de aquel Jasón, que
tenía más de impío que de Sumo Sacerdote, / que ya los sacerdotes no sentían
celo por el servicio del altar, sino que despreciaban el Templo; descuidando
los sacrificios, en cuanto se daba la señal con el gong se apresuraban a tomar
parte en los ejercicios de la palestra contrarios a la ley; / sin apreciar en
nada la honra patria, tenían por mejores las glorias helénicas (2 Macabeos,
4, 13-15). Lo que hasta entonces se tenía por sagrado es profanado por la
acción de judíos conversos al helenismo, inclusive en la jerarquía sacerdotal.
Se enfrenta una profunda crisis de identidad nacional y religiosa: No se podía ni celebrar el sábado, ni
guardar las fiestas patrias, ni siquiera confesarse judío (2 Macabeos, 6,
6). Se persigue mantenerse en la fe de los mayores, se martiriza al que sigue
los preceptos sagrados: Dos mujeres
fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos; las hicieron recorrer
públicamente la ciudad con los niños colgados del pecho, y las precipitaron
desde la muralla (2 Macabeos, 6, 10). Es la hora de la Resistencia, como
para los pueblos ocupados por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, o para la
Tacna sometida a la chilenización durante medio siglo: Uno de ellos hablando a nombre de
los demás, decía así: ¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros?
Estamos dispuestos a morir antes que violar las leyes de nuestros padres (2
Macabeos, 7, 2). Y entre el suplicio y el martirio, el odio de los infieles, la
aparente inutilidad del sacrificio, el espíritu de una Resistencia creciente y
furiosa, surge la idea de la Resurrección, prefigurada por el Qohelet: Cerca ya del fin decía así: Es preferible morir a manos de hombres con
la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él; para ti, en
cambio, no habrá resurrección a la vida (2 Macabeos, 7, 14). Y así como hay
premio en la Otra Vida para los que se mantengan firmes, el Dios de los
Ejércitos reserva un Tremendo Castigo a los que atormentan a los Elegidos: … No obedezco el mandato del rey; obedezco
el mandato de la Ley dada a nuestros padres por medio de Moisés. / Y tú, que
eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las
manos de Dios (2 Macabeos, 7, 30-31).
V
Colofón
Entre la profecía y el Apocalipsis encontramos una transición
en el discontinuo devenir narrado en la Biblia. Es un período duro y
complicado, un contexto en el que la Fe particular de cada cual sufre las
consecuencias de lo que las enormes fuerzas impersonales de la Historia le
cargan a uno. Quien sabe, el Nuevo Testamento y los Evangelios puedan dar algún
tipo de respuesta a esto, y eso veremos en nuestras siguientes Crónicas sobre Leer la Biblia.
CRÓNICAS DE LECTURAS – 24
LEER LA BIBLIA (V)
I
No uno sino muchos Apocalipsis
Empezamos a hablar del Apocalipsis en nuestra anterior Crónicas sobre Leer la Biblia.
Identificamos su origen en la Lucha y Resistencia Cultural en la que se trata
no de salvaguardar una ilusoria Independencia política, sino la propia
identidad religiosa. Los hebreos ya se las habían visto chiquitas antes: A la
influencia egipcia le sucedió el tiempo heroico de Jueces y Reyes, culminado
en la división política y desaparición completa de diez de las doce tribus de
los Hijos de Israel a manos asirias. Luego la Deportación masiva a Babilonia,
la liberación por obra de Ciro el Grande,
el retorno de un pequeño grupo, un resto, a Jerusalén y la reedificación del
Templo. Y por último Alejandro Magno
y luego los Reyes Antíocos. Tratemos
de pensar que pasaría si a nosotros trataran de quitarnos lo que nos hace ser
nosotros mismos. Pasó en la Tacna ocupada durante medio siglo, cuando nuestros
valientes compatriotas enfrentaron la chilenización desde los hogares, escuelas
e iglesias: La Procesión de la Bandera nos muestra como se vincula la Religión
a la Patria como expresión de Resistencia Interior. Del mismo modo, y salvando
las distancias, los judíos compensaron el dominio extranjero y la agresión
cultural con una redención cósmica, operada por el mismo Dios en cumplimiento
de Su Promesa. No pensaban, como nosotros que estamos influidos por Platón y la idea de la inmortalidad del
alma, que la Resurrección de los Muertos era cosa individual. Por ello la
combinación de la resurrección judía y la helena inmortalidad del alma resulta
explosiva en las primigenias creencias cristianas y da lugar a varias de las
creencias cristianas de hoy.
Los judíos del período aproximado
entre los Siglos II a. C. a II d. C. piensan el concepto de la Resurrección de
la Carne como algo general, apocalíptico, escatológico y total. La redención es
cosa total, no separan el Estado de la Religión, y por ello cuando los profetas
se lanzan a anunciar las cosas que vendrán, a describir las últimas Luchas y
tribulaciones, describen cómo finalizará el mundo, la forma en que el Dios de
los Ejércitos operará el justo castigo de los incircuncisos, y premiará a los que
se sostuvieron fieles hasta el martirio. Un cambio importante se opera entre
los profetas del apocalipsis con los profetas más o menos tradicionales, y es
el paso de la oralidad al medio escrito, que repentinamente se vuelve más
trascendente, probablemente para diferenciar a los videntes del apocalipsis de
los anteriores y marcar lo Sagrada que es la Escritura: Yo, Juan, fui el que vi y oí esto. Y cuando lo vi y oí, caí a los pies
del Ángel que me había mostrado todo esto / (…) / Y me dijo: No selles las
palabras proféticas de este libro, porque el Tiempo está cerca (Apoc., 22,
8-10). Así, los últimos momentos de la existencia del Mundo, que les son
mostradas a los hagiógrafos en la forma de visiones, deberán ser descritos en
libros para que se cumpla la voluntad divina de que estas visiones sean dadas a
conocer a Todos los Pueblos. Es decir, aparece el hecho trascendental de que la
Salvación ya no es solamente para el Pueblo Elegido, sino que se convocará a
Todas las Naciones, y esto es una novedad en unas Escrituras que no se cansan
de lanzar maldiciones contra los enemigos, pese a la apertura que representaban
libros como Rut y Jonás. … a los extranjeros que se han puesto de parte de Yahvé (…) los llevaré
a mi Cerro Santo. (Isaías 56, 6-7). La Alianza se abre así hacia la
Humanidad entera, porque ahora cada hombre tiene que elegir su bando, que las
aguas se parten aquí y ahora. Los apocalipsis
tienen el objetivo de procurar consuelo al pueblo sufriente, para que pueda
imaginarse un paraíso recobrado, donde los que hoy padecen disfruten, a la vez
que se arroja al infierno a los malvados. Y entre estos malvados hay dos
categorías: el Pagano Extranjero, que es agente de la opresión; y el Judío Traidor,
peor si cabe, pues se retrae de la verdadera Religión, y vive las ventajas
evidentes de la traición, en vez de cumplir con su deber.
II
Tiempos de Tribulación y Persecución
Incluso Jesús predica un potente
discurso apocalíptico y escatológico, el de Marcos 13: Vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo Yo Soy, y engañarán a
muchos. Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras no os alarméis,
porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin. (…) os
entregarán a los tribunales, seréis azotados en las sinagogas y compareceréis
ante gobernadores y reyes por mi causa, para que déis testimonio ante ellos. Y
es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las naciones. (…) Y
seréis odiados de todos por causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el
fin, ése se salvará. (…) Pero cuando veáis la abominación de la desolación
instalada en el lugar donde no debe estar (el que lea, que entienda bien)
entonces que los que estén en Judea huyan a los cerros. (…) Entonces si alguien
les dice: Mira, el Cristo está aquí o allá, no le crean. Ya que aparecerán
falsos cristos y falsos profetas que harán señales y prodigios con el fin de
engañar, aún a los elegidos, si esto fuera posible. (…) el sol no alumbrará, la
luna perderá su brillo, las estrellas caerán del cielo y el universo entero se
conmoverá. Y entonces se verá al Hijo del Hombre venir en medio de las nubes
con gran poder y gloria (…) El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no
pasarán. (Marcos, 13, 5-8, 9-10, 13, 14, 21-22, 24-26, 31). En la esencia
del género apocalíptico está el Tiempo de la Tribulación, de la prueba, del
martirio que probará a aquellos que se mantengan firmes en la Fe. Las
Tribulaciones tienen carácter cósmico pero están profundamente asociadas a las
persecuciones que los verdaderos creyentes sufrirán por el hecho de serlo. Y si
se persigue y martiriza a los firmes en la Fe, es porque hay traidores,
tránsfugas, apóstatas, gentes que abandonan al Dios Único y se pasan al
enemigo, y no hay peor señal de que el Fin está Cerca. Los momentos en los que
surge el género apocalíptico son los momentos de crisis, tan comunes en la
Historia de la humanidad. Tal vez por eso Borges
decía que todos los tiempos son el fin de los tiempos, y como el Fin de los
Tiempos se asocia a cataclismos e inversiones en el orden del mundo, el temor y
el miedo están siempre presentes. En este contexto, los Apocalipsis son moneda
bastante corriente en épocas en que los conquistadores se suceden unos a otros:
Alejandro Magno, los Reinos
epígonos, la agresiva República Romana y su sucesor imperial. Y así encontramos
que las Tribulaciones se extienden ampliamente desde el siglo III a. C. hasta
el Fin.
Tanto el rey helénico Antíoco Epífanes como los romanos de Pompeyo y el Emperador Nerón y otros, reprimieron a los judíos
y luego a los cristianos. La respuesta cultural de éstos fue el convencimiento
de que el indefectible Castigo caería sobre los malvados, los de dentro y los
de fuera de la Sinagoga o la Iglesia, por la acción del Justiciero Dios de los
Ejércitos, sin que las tibiezas alcancen a salvarte: Ahora bien, puesto que eres tibio (…) voy a vomitarte de mi boca.
(Apoc. 3, 16). El género apocalíptico narrará y describirá este proceso
cósmico. El Libro de Daniel es la
primera gran expresión del género, y parece ser contemporáneo de las terribles
circunstancias descritas con tanto realismo en el Libro Segundo de Macabeos. Posee además referencias previas en los libros
de Ezequiel y Zacarías. Hablamos de mesianismo en el caso de los judíos y del
final del mundo en el caso de los cristianos. Todo esto aparece sin disfraz en
textos de carácter marcadamente apocalíptico, que incluso no son exclusivos de
la Biblia, aunque son contemporáneos
de ésta, como el Libro de Enoc y el IV de Esdras. La creencia en el Mesías puede rastrearse en la necesidad
de ver actuar a Dios en el Mundo, y como hemos dicho el Primer Mesías fue el Gran Rey Ciro de los Persas. Pero con el tiempo
la creencia se espiritualiza y en este contexto aparece la idea del Cristo (el Ungido). El Judaísmo se parte así en dos: los que esperan al
Mesías y los que piensan que ya llegó y que el Cristo es Jesús. Ambos
grupos son espiritualmente muy semejantes, indiferenciables para los romanos,
que los persiguen más o menos por igual. La llama prenderá en medio de las
persecuciones: Las rebeliones judías del 66 al 70 d.C. y la última dirigida por
Simón Bar Kochba en 135 d.C.
terminan en la llamada Diáspora o Dispersión de los judíos por
el mundo. Los cristianos a su vez, tras el ajuste de cuentas realizado en el
Concilio de Jerusalén se dirigen también a los gentiles y empiezan a hacer
conversiones. Ambos se convierten en factores a tomar en cuenta en el mundo
romano, que ve sus extrañas creencias con incredulidad y sorpresa no exenta de
agresividad. Y así las persecuciones arrecian.
III
Más sobre el género apocalíptico, el mesianismo y el Fin del Mundo
Un malentendido muy común entre
las gentes ansiosas de creer en la divinidad, y que en consecuencia están
constantemente a la busca de signos sobre-naturales, es que la narración de los
hagiógrafos es profética en el sentido que los hechos que la originan fueron
anteriores a la predicción hecha. Según parece no es este el caso cuando menos
en la mayoría de los casos. Ya hemos visto que la mayoría de los libros de los
Profetas Mayores en realidad incluyen más de un hagiógrafo, en algún caso hasta
tres o cuatro, separados en el tiempo incluso por siglos. Obviamente los
Hagiógrafos que siguen al primer Isaías,
por ejemplo, no es que por casualidad tuvieran el mismo nombre (tampoco es
descartable que así fuera, pero es muy improbable), sino que pretendían
literariamente ser el mismo Profeta, y usaban a modo de seudónimo el mismo
nombre del Profeta. Imagino que no había intención de engañar de primera mano,
no veo por qué tenemos que imaginarnos lo peor a la primera, pero está claro
que si te haces llamar Isaías y no
Pancracio es porque pretendes que tus dichos le sean atribuidos a Isaías, que es mejor que atribuírselos
a un Pancracio a quien nadie le da bola. Esta suplantación se presentaba ya en
los Libros Sapienciales, de los que hemos hablado ya. El Qohelet, por ejemplo, dice ser rey
en Jerusalén, es decir, se pretende nada más y nada menos que Salomón, y aunque la crítica moderna distingue
que no lo es, durante siglos se pensó que Salomón
fue el hagiógrafo autor del Eclesiastés,
el Cantar de los Cantares y algunos
libros más por ahí. Recuérdese que Salomón
– el Solimán o Suleimán de las 1001 Noches
- es el prototipo del hombre sabio. Tratemos de explicar estos hechos
considerando la época. Estos hagiógrafos que se hacen llamar Salomón, Isaías o Zacarías no
mienten, en el sentido que mentira y verdad son valores relativos respecto a
los hechos, pero absolutos respecto a la conformidad con el mensaje divino que
transmiten. Digamos que contar lo que el Señor dice que debe contarse es
muchísimo más importante que la simple conformidad con los hechos, que Yahvé puede por virtud de su
omnipotencia modificar cuándo y cómo le parezca. Tiene más Valor de Verdad la
conformidad con el mensaje in illo
témpore que la conformidad con la exactitud de los hechos. Y esto no tiene
nada de curioso ni de extraño si nos atenemos, por ejemplo, a lo que los
soviéticos le hicieron a los libros de Historia según la orientación política.
Hoy en día esto es llamado fraude piadoso. Claro que debemos entender que para
ellos el asunto no solamente no tenía nada de fraudulento, sino que era la
Verdad.
Los hagiógrafos judíos Zacarías, Ezequiel y Daniel, entre
otros, profetizan la caída y destrucción de diferentes malvados (asirios,
babilonios, edomitas, egipcios, etcétera), que ya habían caído para cuando
ellos escribían, es decir profetizaban acontecimientos ya sucedidos, presentados
en forma de alegorías para edificación de los actuales perseguidos. Hasta hoy
hay los que creen que ciertas profecías están vigentes, y esto incluye ciertas
confesiones, que creen que hay acontecimientos que aún deben suceder, a pesar
de que sus profecías parecen haber sido escritas posteriormente a los hechos
que narran. Recordemos el Gran Chasco, que por cierto tuvo
entre otras consecuencias que las diversas confesiones tuvieran muchísimo más
cuidado con eso de mandarse con predicciones exactas, lo que hoy no hacen ni
amenazados con descuartizamiento por caballos salvajes, pero nunca te dejan de
decir que el Tiempo está cerca (Apoc.
22,10). El principal hagiógrafo cristiano del Fin del los Tiempos, el Apóstol Juan, desterrado en la Isla de Patmos
en un contexto de persecución, recurrió a su tradición judía para consolar a
los perseguidos, y así escribió su Apocalipsis, sucesión de visiones que
desembocan en el último Juicio y la llegada de la Jerusalén Celestial: Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva –
porque el primer cielo y primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya.
Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto de
Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. (Apoc 21, 1-2), en
la que evoca imágenes del Arca de la Alianza (Levítico, 26,11) y de Isaías
25,8. Así ocurrirá con muchas otras visiones e imágenes, como la del Hijo del
Hombre, procedente de Daniel; el río
de la Vida y los Cuatro Vivientes, que vienen de Ezequiel; los Jinetes del Apocalipsis, que vienen de Zacarías (Y que Blasco Ibáñez convertirá en tíitulo de novela en el siglo XX), así
como los Dos Testigos que restaurarán el Templo; las señales cósmicas, que vienen de uno de los
Isaías y de Oseas; y así encontraremos incluso citas directas de muchos otros
profetas incluidas en el libro, por decirlo así, sin comillas. El Apocalipsis es el último libro de la
Biblia, y ello a pesar de la eventual existencia de otro, denominado Novísimos, del que apenas he escuchado
alguna mención, así que difícilmente puedo hablar de él.
IV
Guerra Santa y Dominación Romana
La Jihad, o Guerra
Santa, al revés de lo que puedan pensar muchos hoy en día, no la
inventaron los musulmanes. Creo que podemos decir que muchas de sus
características actuales están tan completamente prefiguradas en los libros Primero y Segundo de Macabeos, que podemos sin temor darle partida de
nacimiento en este período. Y me parece a mí que difícilmente podía estar más
justificada. A pesar de lo que nos podamos imaginar, el Segundo libro de los Macabeos
no es continuación del Primero. De
hecho ni siquiera son del mismo autor. Ni se escribieron en el mismo sitio. Y aunque
coinciden más o menos en el tiempo, el Segundo
de Macabeos arranca de un poquito más atrás que el Primero de Macabeos, escrito en hebreo por un judío anónimo en la
misma Judea, y que quiere ser una narración más “histórica”, es decir más o
menos fiel a la secuencia de los hechos, y aunque solo se conserva en griego koiné, fue escrita originalmente en
hebreo. El Segundo de Macabeos, en
cambio, posee hagiógrafo conocido, de nombre Jasón de Cirene, nombre bastante helenizante para un judío,
considerando además que Cirene está en el Norte de África, actual Libia.
Escrito para los judíos de Alejandría directamente en griego koiné, de alguna manera muestra la
contradicción clásica de la intelectualidad de un pueblo que para mantener sus
antiguas tradiciones no tiene más remedio que emplear la lengua y los registros
de los odiados opresores. La feroz persecución de los helenizados orientales a
los tradicionalistas judíos es narrada con gran recargo en las tintas, incluso
patetismo, y sin embargo, está escrita en el griego de los perseguidores en vez
de en el hebreo de los perseguidos. Y, a diferencia del Primero, se mete con temas teológicos: La resurrección de los
muertos que ya mencionamos, las sanciones de premio y castigo de ultratumba,
las intercesiones y relaciones entre el Más Allá y el Más Acá, etcétera. Por estas
razones es que la iglesia Católica lo considera canónico, precisamente, mientras
que no está en el canon judío, aunque sí es bastante apreciado como fuente
histórica, a la par de la obra del historiador Flavio Josefo, más o menos contemporáneo.
Para conocer los sucesos históricos,
el Primero de Macabeos es más útil
que el Segundo: La familia de los Asmoneos – luego apodados Macabeos = Martillos – se puso al
frente de la Resistencia Nacional. Vale la pena narrar cómo ocurrió, pues Matatías el Asmoneo reunía a su
alrededor a los descontentos y así Los
enviados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de
Modín para los sacrificios (…) y le dijeron (a Matatías): Tú eres jefe ilustre
y poderoso en esta ciudad (…) Acércate, pues, el primero y cumple la orden del
rey, como la han cumplido todas las naciones, los notables de Judá y los que
han quedado en Jerusalén. Entonces tú y tus hijos seréis contados entre los
amigos del rey, y os veréis honrados, tú y tus hijos, con plata, oro y muchas
dádivas. (1 Mac., 2, 15-18). Por supuesto, el clásico señuelo de la potencia
ocupante que dice lo de siempre: que ya lo hicieron los demás, que tendrás tu
recompensa, bla, bla, bla. Matatías responde: Aunque todas las naciones que forman el imperio del rey le obedezcan
hasta abandonar cada uno el culto de sus padres y acaten sus órdenes, yo, mis
hijos y mis hermanos nos mantendremos en la alianza de nuestros padres (…) No
obedeceremos las órdenes del rey para desviarnos de nuestro culto ni a la
derecha ni a la izquierda (1 Mac. 2, 19-22). Probablemente muy poco lógica
para la postmodernidad, pero indudablemente gallarda y valiente respuesta. Y
así la Guerra Santa se inicia en Modín con la matanza de traidores y enemigos,
y la retirada de Matatías y sus
hijos a la guerrilla montañera, en la que los hebreos tenían práctica desde
tiempos de David. La famosa fiesta
de Hánukkah, que se asocia a la
Navidad cristiana por la cercanía de fechas, es remembranza de la rebelión de
los Macabeos, cosa que seguro sorprenderá a más de uno. Para no hacerla más
larga, diremos que tras la muerte de Matatías,
sus cinco hijos, empezando por el epónimo héroe nacional Judas Macabeo, se sucedieron en el mando, hasta que el último,
Simón, obtiene de los sirios la Autonomía de Judea, con él como Rey y fundador
de la dinastía asmonea. Un siglo durará esta suerte de independencia, hasta que
los romanos lleguen y desplieguen su hábil política de divide et impera. Los sucesores de Simón se metieron con sandalias
y todo a la política de entonces, nada edificante. Surgen en esta época los
grupos enfrentados entre sí de los Fariseos y Saduceos, con los Esenios
circulando por ahí. Este reino desaparecerá en una guerra civil entre sus
últimos soberanos: Aristóbulo II e Hircano II, donde ambos tontamente
llaman a los romanos en su ayuda, los que ni cortos ni perezosos acuden al
mando de Pompeyo el Grande, y se
apoderan de todo en 63 a.C. Así Jerusalén fue ocupada y Judea convertida en
protectorado, y luego en colonia. Pompeyo,
curioso de ver el extraño ídolo de los judíos, profana el Templo, entra al
Sancta Sanctórum, y declara, según el historiador Tácito: No vi la imagen de
ningún dios, solamente un espacio vacío y misterioso. En este contexto
vendría al mundo Jesús de Nazaret.
V
Colofón
A estas alturas mis astutos
lectores habrán notado que estoy empleando la Semana Santa para colocar estas
Crónicas sobre Leer la Biblia. Parece adecuado el momento
para hacerlo, y ruego disculpas si a alguien le molesta. Pero recordemos que la
cosa es leer. Y ya falta poco para terminar con estas Crónicas sobre leer la Biblia. Paciencia.
CRÓNICAS DE LECTURAS – 25
LEER LA BIBLIA (VI)
I
El Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento parece que presentara un cierto aire más moderno
respecto al Antiguo. Se centra en la
figura, presencia, predicación, vida y muerte de Jesucristo, el Mesías de
los judíos; y la acción de sus inmediatos seguidores, los cristianos. El Nuevo
Testamento goza de la misma sacralidad que el Antiguo, y contiene la mayor parte de lo que es original en el
Cristianismo con respecto a su matriz semita, para las confesiones cristianas es
el mismo centro de la Biblia. Para
los judíos, bueno, no tiene el mismo carácter, exceptuando un muy pequeño grupo,
pero imagino que lo leerán por curiosidad y por hallar las claves de lo escrito
en el Nuevo Testamento en el Antiguo, igual que es posible para los
cristianos rastrear el Nuevo en la
Misa y demás liturgias. Lo Original del Nuevo
Testamento con respecto al Antiguo
es el convencimiento de que el Mesías
esperado por los Judíos es Emanuel Jesús, llamado el
Cristo. Y así lo Esencial del Nuevo
Testamento – de toda la Biblia
para los cristianos – es el relato de la llegada del Mesías, pues esta es la
Buena Noticia (Evangelio en griego)
que se está anunciando. El Nuevo
Testamento consta así de Cuatro versiones de esta Buena Noticia, Cuatro Evangelios, tres de ellos denominados
Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), aparte de un
cuarto, muy original, cuyo hagiógrafo sería el Apóstol Juan, a su vez autor de Epístolas y del Apocalipsis. Además Lucas,
hagiógrafo del Tercer Evangelio,
parece ser también autor de los Hechos de
los Apóstoles, en apariencia editado originalmente junto a su
correspondiente Evangelio, y luego
editado aparte para tener los Cuatro Evangelios
en un solo bloque. Viene luego un conjunto de Cartas o Epístolas,
también dividido en dos grupos: El primero y más numeroso es el de Epístolas Paulinas, cuyo autor sería el
apóstol Pablo, nacido Saulo de Tarso, judío de la dispersión
convertido a la fe de Jesús en
dramáticas circunstancias, y que dedica su celo apostólico y epistolar a las
primigenias comunidades cristianas. Al otro grupo lo forman las epístolas católicas o universales, por estar dirigidas en su
mayoría a la comunidad cristiana en su conjunto. Sus autores habrían sido otros
apóstoles: Pedro, Juan, Judas y Santiago. Ya
mencionamos en otras Crónicas al último de los Libros, el Apocalipsis de Juan,
centrado en las visiones que el mencionado habría tenido durante su destierro
en la Isla de Patmos, y cuyo parentesco con otros libros del Antiguo Testamento ya hemos comentado.
El Nuevo Testamento comprende en total 27 libros en el canon de la
Iglesia Católica Romana, que es más o menos el mismo de la mayoría de las
Iglesias de la Reforma. Hay dudas sobre la Epístola
de Santiago, que Lutero llamaba con
desprecio epístola de cartón, dado
que defiende la necesidad de buenas obras para la salvación personal (la fe que no produce obras está muerta –
Santiago, 2, 26), cuando el monje alemán estaba convencido que la justificación
paulina por la Fe es la que cuenta (quien
no tiene obras que mostrar, pero en cambio cree en el que hace justos a los
pecadores, a ese tal se le toma en cuenta su fe y se le considera justo –
Romanos, 4, 5-6), así que se me hace que su oposición era algo interesada. En
todo caso, me ha sonado siempre como una discusión tipo la de qué es primero,
si el huevo y la gallina. Pero por menos la gente se mata. El idioma en el que
se escribe el Nuevo Testamento es casi
todo griego koiné, menos una parte
del Evangelio de Mateo. La traducción
de la Biblia al koiné se inició hacia el 250 a.C., cuando un grupo de sabios judíos
helénicos residentes en Alejandría de Egipto, conocidos como los Setenta,
empezaron a traducir el Antiguo
Testamento para las sinagogas (sinagoga es término de origen griego,
precisamente) dispersas en el mundo de habla griega. A esta obra se le conoce
como la
Biblia de los LXX, e incluye partes del Antiguo Testamento cuyo original en hebreo se ha perdido, motivo
por el que algunas iglesias dudan de su canonicidad. Aunque es posible que la
lengua materna de Jesús fuera el arameo,
no se descarta que supiera griego, pues Galilea parece era bilingüe en aquellos
días, y lo emplea Jesús frente al
procurador romano Poncio Pilato. Hay
grandes variantes en las formas del griego empleado en el Nuevo Testamento: Las epístolas de Santiago, Pedro y a los Hebreos (atribuida a Apolo), así como el evangelio de Lucas y los Hechos de los
Apóstoles, presentan un griego literario y elegante, escrito por gentes con
el griego por lengua materna. Las epístolas
paulinas tienden a ser más coloquiales, en tanto que el Evangelio de Juan y sus cartas presentan un estilo sencillo pero correcto. El Apocalipsis en cambio está escrito en un
griego complejo y recargado. El empleo de muchos giros semíticos en estos
libros sugiere que sus hagiógrafos pensaban en arameo u otras lenguas semitas,
pero trataban con mayor o menor solvencia de emplear el idioma en el que sabían
que su mensaje sería más leído y entendido.
II
Los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles
Es muy difícil hablar de los Evangelios, lo reconozco. La sensación
de su Sacralidad invade el espíritu, desde que los que vivimos en países
fundamentalmente cristianos y católicos nos hemos criado en su interior, por
así decirlo. El carácter sagrado de los Evangelios
es reforzado en la liturgia de la Misa Católica a través de ritos particulares,
y no se le menciona ni cita sin añadir al final “esta es la palabra de Dios”, a la que, para emplear una expresión
de catecismo, “el pueblo se adhiere
diciendo amén”. Que si los Evangelios
Sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) fueron posteriores o anteriores al Evangelio de Juan, como sostienen algunos masones y/o francmasones,
y por lo tanto la versión arriana – atanasiana de la divinidad de Jesús resulte siendo la primordial por
sobre otras, es aspecto doctrinal de una discusión que debo decir me tiene
francamente sin cuidado. En todo caso sí es discernible una clara diferencia
entre los tres Evangelios Sinópticos
y el de Juan en cuanto a las
fuentes, pues Juan narra los hechos
empleando fuentes diferentes, en muchos casos de más exactitud y detalle que
las de los Sinópticos, que en realidad parecen escritos mirándose los unos a
los otros. Además el plan del Evangelio
de Juan es muy diferente y altamente teológico, en tanto que los
hagiógrafos que escribieron los Sinópticos parecen más bien pensar en términos
de demostración histórica tangible de la realidad y presencia de Jesús. La cuestión más interesante a mi
modo de ver es de ese orden, el tratar de dilucidar qué evangelio fue escrito primero, y por ende haya sido utilizado como
fuente para los otros. Todo abona a que el Evangelio
de Marcos fuera uno de los primeros en escribirse, si no el primero, en
principio por su corta extensión, comprimida en dieciséis intensos capítulos, y
por el hecho que parezca una especie de Manual para Uso del Predicador
Aficionado. Debe así haber estado en la faltriquera de los otros Hagiógrafos, Mateo y Lucas, que lo emplearían junto con otras fuentes. En el principio existía la Palabra, dice
Juan (Juan 1,1), y el verbo dicen otras
traducciones. Y esto pareciera referirse al hecho que todas las relaciones
escritas sobre Jesús el Cristo
tienen como antecedente la palabra, la oralidad de los predicadores, heredera
directa de la predicación de los profetas, y por ende semejante a ella en
varios de sus caracteres. Algunas de las historias de los Hechos de los Apóstoles referidas a la Predicación parecen sacadas
de los Profetas del Antiguo Testamento.
Es el caso del milagro de curación que Pedro
y Juan aplican a un tullido en
Hechos 3, 1-10, en la que podrían cambiarse los nombres por los de Elías y Eliseo; o el martirio de Esteban
(Hechos, 7); o el bautizo del eunuco por el apóstol Felipe (Hechos, 8, 26ss.). En este contexto de predicación intensa
se habría empezado a sistematizar la información, poniéndola por escrito,
agrupándola en sucesión cronológica de hechos, o siguiendo algún otro criterio.
La narrativa parece seguir criterios análogos para todos los sinópticos,
incluso a veces con análogas o iguales anáforas o referencias que seccionan y
dividen las narraciones, como por ejemplo: “y
sucedió que …”, preferida de Lucas;
o “en aquellos días …” o “en aquel tiempo …” (in illo témpore en la Vulgata),
preferida de Mateo. De algún modo
pareciera que Lucas emplea a Marcos y a Mateo como fuentes primarias, aunque pasando por alto el sentido
hebreo-judío del Evangelio de Mateo,
que trata de ubicar a Jesús dentro
de una genealogía, además de detenerse en los relatos de su concepción,
nacimiento, huida a Egipto y demás
hechos de su Infancia, indicando siempre su predicción por los Profetas. Lucas añade más datos al respecto,
aunque claro está, en un plan diferente al de Mateo, pues Lucas es un
helenizante y se dirige a helenizantes, y por ende ordena y clasifica la
información de un modo diferente.
Es difícil determinar qué parte o
partes de los evangelios puedan ser más centrales que otras. La predicación de Jesús debe haber durado entre dieciocho
meses y tres años, y los Evangelios hacen básicamente dos cosas: Contar los
sucesos acaecidos a Jesús, y presentar
la Buena Nueva que el Cristo trae. Mateo vincula Dichos y Hechos de manera
íntima y bien planteada, pues el hagiógrafo narra secciones que empiezan con
milagros y otros acontecimientos, y que culminan en conversaciones o discursos,
como en Mateo 15, cuando se acercan a Jesús
algunos fariseos y mantienen un tenso intercambio, que luego culmina en un
pequeño discurso de Jesús con una o varias enseñanzas: ¿No comprenden que que todo lo que entra por la boca va a parar al
vientre y después sale del cuerpo, mientras que lo que sale de la boca viene
del corazón y eso es lo que hace impuro al hombre? (Mateo 15, 17-18). O
Mateo 22, 15ss., en donde los fariseos preguntan a Jesús sobre la pertinencia de pagar el impuesto al César, y la enseñanza: den al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios (Mateo 22, 21). Ya hemos visto que Marcos tiende a contar menos y más bien reseña impactos. Lucas, por su parte, poseía marcadas cualidades
para la observación y la descripción
detallada, más un cierto sentido práctico, que no sorprende si atendemos a que
era médico. Su evangelio (y su
continuación los Hechos de los Apóstoles)
se los dedica al converso cristiano Teófilo,
persona acomodada a la que espera convencer para que le financie copias de estos
escritos. En cierto modo es una investigación donde Lucas hizo a conciencia su tarea: Empleó las mismas fuentes del
evangelio de Marcos, cuyo orden
sigue, así como ciertos documentos (Logia) que debió obtener de las
iglesias más antiguas de Palestina, Jerusalén y Cesarea, con los que alimenta
los capítulos 9 a 18 de su evangelio; y es posible que tuviese a su disposición
el evangelio de Mateo. Además
completó la chamba con información de primera mano, testimonios de apóstoles y
gentes que conocieron a Jesús, incluyendo casi con seguridad en este grupo a María, Madre de Jesús, pues hay información que solamente podría haber sido
suministrada por ella misma: Entró el
ángel a su casa y le dijo: Alégrate tú, la Amada y Favorecida, el Señor está
contigo. Estas palabras la impresionaron y se preguntaba qué querría decir este
saludo. (Lucas, 1, 28). A diferencia de Mateo y Marcos, que
escriben manuales para predicadores, Lucas
se interesa en registrar los hechos en forma muy parecida a lo que hoy llamamos
Historia y trata de describir con fidelidad tanto los Hechos como los Dichos.
El Evangelio de Juan, por el
contrario, no tiene intenciones historicistas sino más bien de carácter
teológico y religioso. Donde los Sinópticos abundan en milagros y hechos, Juan solamente narra Siete Milagros,
número simbólico, y los discursos de Jesús
los centra en determinados conceptos y términos que Juan trabajó cuidadosamente. La intención de este evangelio es
clara: Esto ha sido escrito para que
crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que por esta fe tengan la vida
que él solo puede comunicar (Juan, 20, 31). De hecho muchas de las
creencias actuales alrededor de la persona del Cristo y su relación con los planes de Dios proceden en línea recta de este Evangelio: A Dios, nadie lo ha visto jamás, pero Dios,
Hijo único, comparte la intimidad del Padre: éste nos lo dio a conocer (Juan
1, 14).
III
Las Epístolas Paulinas
El estilo de Pablo de Tarso ha marcado las epístolas neotestamentarias de manera
tan indeleble, que podemos considerar fácilmente al susodicho como el autor de
género epistolar más leído en el mundo. Incluso en la liturgia católica aparece
mencionado muchas más veces que los otros Apóstoles, lo que es posible por la
muy sencilla razón de que la mayoría de las Epístolas
se le adjudican. En todo caso tiene propaganda gratis en todas las Misas, pues
las epístolas se leen de cajón, y es muy probable que sea de una de las suyas,
y ello fuera de que hay liturgias en las que se emplean sí o sí, como en el
caso del Matrimonio, donde los novios leen el Himno a la Caridad de I Corintios 13, 1-13: Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo
caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe … . Las correrías
del hagiógrafo Pablo de Tarso están
profusamente mencionadas en los Hechos de
los Apóstoles, ocupando algo más de la mitad. Pablo, como apóstol de los gentiles, acapara la atención de Lucas, que lo conoce en persona y
trabaja con él en la predicación. Y por si fuera poco en sus cartas se describe
a sí mismo con sinceridad digna de elogio: Circuncidado
el octavo día; del linaje de Israel; de la tribu de Benjamín; hebreo e hijo de
hebreos; en cuanto a la Ley, fariseo; en cuanto al celo, perseguidor de la
Iglesia; en cuanto a la justicia de la ley, intachable. Pero lo que era para mí
ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo (Filipenses, 3, 5-7).
Al principio su celo de fariseo lo lleva a perseguir cristianos y enredarse en
el asesinato del protomártir Esteban,
pero se convierte a la Fe de Jesús
en apariencia por directa intervención divina y arrebatamiento al Tercer Cielo:
Sucedió que, yendo de camino, cuando
estaba cerca de Damasco, (…) le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra
y oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (…) Yo soy
Jesús, a quien tú persigues (…) entra en
la ciudad y se te dirá lo que tienes que hacer (Hechos 9, 3-6); cae de
inmediato en un estado de aparente arrobamiento, del que lo sacará Ananías, y de ahí Saulo el perseguidor de cristianos se convertirá en el apóstol Pablo, que asume el ministerio de viajar
y predicar por el Mediterráneo Oriental y Central, y escribir incansablemente un
total de catorce epístolas conocidas y varias no conocidas, haciendo trabajar a
la mala a sus secretarios a lo largo de tres viajes de evangelización, que lo
llevarán hasta la mismísima Roma. Su personalidad es tan acusada que se ha
dicho que sostenía correspondencia con Séneca.
La tradición quiere que haya fallecido en Roma el mismo día que el apóstol Pedro, motivo por el que su fiesta es
compartida: San Pedro y San Pablo, el 29 de Junio. Pablo de Tarso combinó las cualidades del fanático medio
fundamentalista, de sangre caliente; y la del frío razonador oportunista, y de
ahí que despliegue un estilo para escribir dirigido a lograr impacto, muy
coloquial y de notable oralidad, a la que colaboró sin duda el hecho que
dictara las cartas a sus secretarios, los que de cuando en vez añaden una línea
de saludo. Por cierto, el estilo oratorio paulino ha sido copiado a mansalva
por los predicadores evangélicos de hoy, y según parece funciona muy bien,
examinemos si no las nutridas cuentas bancarias de Billy Graham, Jimmy Swaggart y otros “apóstoles” más, que
en este tema, ay, también puede hacerse negocio. De hecho, hay tanta plata en
los medios de comunicación, que hay también en el cable canales católicos, y
sacerdotes y monjas mediáticos. En fin, pecado no parece ser.
Las epístolas paulinas están
unidas a los acontecimientos de la Predicación y de la propia vida del apóstol,
y así encontramos que el libro más antiguo del Nuevo Testamento, la Primera
Carta a los Tesalonicenses (circa 51 d.C.) fue escrita por Pablo de Tarso, y ya contiene y describe
la mayor parte de los artículos de fe: El Dios Trino y Uno (aunque nunca se
mencione la Trinidad por su nombre), la resurrección de los muertos, la
redención por Jesucristo y su
Segunda Venida, que muchos daban por inminente: … sabéis perfectamente que el Día del Señor ha de venir como un ladrón
en la noche (I Tes., 5, 2). Parece que de aquí proviene también la creencia
de algunas iglesias en el rapto, que incluso se ha
representado en algunas películas evidentemente financiadas por grupos
religiosos: … los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después
nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes,
junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires (1 Tes., 4, 16-17). Por
cierto, Pablo no se libró de
imitadores, pero esto no parece le haya desagradado, pues eran canónicos en sus
creencias, y más bien parece se los arrejuntaba en una suerte de Escuela o
Equipo de Predicadores. Parece ser el caso de Apolo, mencionado en Hechos 18, 24-26 y nuevamente en 1 Corintios,
1, 12. Podemos especular que, como algunos escritores modernos, Pablo tenía sus
“negros” (escritores por encargo) que le hacían las epístolas, que él sólo
revisaba y firmaba. Es el caso aparente de la Segunda Carta a los Tesalonicenses, las cartas a los Colosenses y Efesios, la Epístola a Tito
y las dos a Timoteo. Es muy
interesante el hecho que haya general acuerdo en los estudiosos, incluso en los
revisionistas, que las epístolas Primera
a Tesalonicenses, Filipenses, Gálatas, Romanos, Filemón, y Primera y Segunda a los Corintios son originales definitivos del exfariseo y
converso Pablo de Tarso. Es la
personalidad más delineada de su época, e inapreciable como fuente histórica
del cristianismo primitivo, pues las epístolas parecen incluso anteriores a los
evangelios. Parece indudable que hubo una suerte de escuela paulina, que habría
sido responsable de la conservación de su corpus epistolar. Las epístolas
tratan de diversos temas de moral y fe, pero en todas se percibe la tensión
entre los cristianos de origen judío y los de origen gentil, desenredada a
medias en el Concilio de Jerusalén, y problemática por la dificultad de
comunicarse, por la Dispersión misma y por la multiplicidad de predicadores.
Siempre me ha parecido curioso que de doce, trece o catorce apóstoles
originales – pues parece que ese número de doce nunca fue muy exacto - la
mayoría se hayan dedicado a los judíos y solamente uno o dos (Pablo y Bernabé) a los gentiles.
IV
Más sobre las Epístolas, la Fe, y cómo terminan “los Libros”
Ya hemos visto que in illa témpore – En aquellos días - se creyera que el Fin del Mundo y la Segunda
Venida de Cristo andaban cerca y
ocurrieran en cualquier momento. Había profecía de Jesús al respecto, que registran los tres sinópticos: Mateo 24;
Marcos 13 y Lucas 21: … cuando veáis que
sucede ésto, sabed que el reino de Dios está cerca. Yo os aseguro que no pasará
esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero
mis palabras no pasarán (Lucas, 21, 31-33). Ya hemos visto a Pablo tomando medidas con los tesalonicenses al respecto, y hemos
examinado someramente el papel del Apocalipsis
de Juan. De hecho, las circunstancias históricas, sociales y políticas parecían
dirigirse en el mundo cultural judío hacia lo que en los Andes llámase un pachacuti, una inversión del mundo, el
fin de una era y el principio de otra, una “revolución”, quizá, en vocabulario
más moderno. Nuestra cronología refleja dicho hecho, ya que escribo estas
líneas en el año 2013, después de Cristo,
o, como dicen los anglosajones, A.D., es decir Anno Domini … Año del Señor. La teología de las
epístolas nos lo indica en su evolución y en la narrativa de los problemas de
fe y comportamiento que atravesaban las comunidades. Las epístolas paulinas a Timoteo son importantes por su
preocupación ética, por ejemplo, referida a las condiciones que deben reunir
los Obispos. Y las Siete Epístolas
Universales, escritas supuestamente por otros apóstoles y reunidas en
colección aparte, dan fe también de las dificultades del Cristianismo
Primitivo. Los estudiosos no están seguros de la paternidad de los apóstoles en
referencia a estas epístolas. Juan
en particular, tendría que haber llegado a ser realmente bien viejo para
escribir las epístolas que se le
atribuyen, y el Apocalipsis más. Y la
de Judas y las dos de Pedro, parecen tener partes añadidas, y
definitivamente hay más de tradición en su aceptación canónica que estudio
científico. Por supuesto eso no les quita a ninguno de estos escritos
canonicidad alguna, en la medida que son aceptados como parte de la Biblia
desde tiempos inmemoriales por tradición, y que eso de decir que son de
Santiago o Judas o Juan puede perfectamente ser nada más que un título,
producto de suplantación piadosa. Por ello no necesariamente los hagiógrafos son
exactamente quienes se dice que son,por los motivos que hemos reseñado ya para
otros libros y hagiógrafos de la Biblia.
La necesidad de acordar la verdad
como valor racionalista con la verdad religiosa es, a mi manera de ver, muy
relativa cuando hablamos de Libros Sagrados en general. Imaginemos que se
demostrara científicamente que Siddharta
Gautama Buda no hubiera existido jamás, ¿invalidaría ello el corpus de la
predicación budista y las creencias de estas personas? Seguramente la respuesta sería afirmativa para
muchísimos no-budistas, lo que nos llevaría a preguntarnos más bien por la
pertinencia de los que no son budistas a meter la cuchara en las creencias de
los budistas. Y es que me parece está aquí precisamente el problema, que ya
toqué en referencia a los creacionistas, a la identidad de los hagiógrafos y la
paternidad de muchos libros de la Biblia: el tema de la Fe en tanto que
creencia en enunciados no demostrados, e inclusive indemostrables. La Biblia es
uno de esos hechos de la realidad que puede someterse a pruebas racionales para
encontrar la “verdad”. Y por ende pueden encontrarse “verdades” sostenidas en
los valores del racionalismo opuestas a las “verdades” sostenidas en los
valores religiosos. Pueden existir perfectamente creencias sostenidas en
fantasías: Cada cierto tiempo aparece siempre alguien que asegura haber
fotografiado los restos del Arca de Noé
en el monte Ararat, y todavía estamos esperando esas fotos. El cuando una
creencia adquiere valor de “verdadera” es todo un tema, porque a pesar de toda
nuestra parafernalia sobre el asunto, la inmensa mayoría de las afirmaciones en
las que creemos son no-demostradas. Empezando por si mi casa está ahí donde
debe estar cuando no estoy en ella. Como
profesor de Filosofía que soy he enfrentado este tema, tanto como persona
individual como con mis alumnos, entendiendo que debo mantener el respeto
debido por las creencias del resto, pero a la vez aplicando el lenguaje y la
aproximación filosófica, que excluye de necesidad la aceptación de cualquier doxa, y por ende de cualquier ortodoxia.
Y es un tema que seguramente continuará,
y que dejo aquí planteado, por lo que pueda valer. Después de todo, no leemos
la Biblia necesariamente para averiguar las costumbres de los romanos de los
primeros siglos de nuestra era, sino también para encontrar guía y consuelo en
nuestras circunstancias vitales. A estas alturas me pregunto si he hecho bien
este trabajito, por aquello de que todo lo que vale la pena de hacerse, vale
la pena de hacerse bien. Pero adolezco de profundidad, reconozco. Si algo he
hecho es, tal vez, inducir a mis lectores a leer por sí mismos, que no es más
que lo que nos propusimos desde el principio en estas humildes Crónicas.
V
Colofón
Vaya si me han costado trabajo
estas crónicas sobre Leer la Biblia. No
es que estén realmente terminadas. Durante el proceso encontré por lo menos dos
Crónicas más que se inspiran en Leer la Biblia,
y que publicaré llegado el momento. Pero espero haber culminado con estas
Crónicas sobre la Biblia misma, y no haberlo hecho demasiado mal, en el espíritu de
lo que se suele leer en la espalda de muchos vehículos en Lima: Lea
la Biblia. Parece por último pertinente, por ende, finalizar estas
Crónicas con las últimas palabras de la Biblia: El que da fe de estas palabras dice: Sí, vengo pronto. Amén, ven, Señor
Jesús. Que la gracia del Señor Jesús esté con todos. Amén. (Apoc. 22,
20-21)
CRÓNICAS DE LECTURAS – 26
Leer Cómics
I
La idea del Cómic
A qué chico no le gustaba leer cómics
en los ´60. Ello no tiene nada de raro, las imágenes, los colores y la acción
gustan a los chicos. En consecuencia hubo harto espacio para que el cómic
(o Novela Gráfica) alcanzara hace buen rato mayoría de edad y sea una
expresión literaria completa en sí misma, con sus registros, códigos y demás yerbas.
Yo no he sido la excepción, he leído cómics como cancha, porque a pesar de lo que digan mis enemigos, soy
humano y he tenido infancia. Soy prueba viviente de que no hay contradicción en
leer cómics
y a la vez leer libros. El único efecto discernible que percibo es el haber
aprendido dos estilos diferentes de expresión. El cómic se parece mucho a
lo que en otras latitudes se llama álbum, y que en esta latitud no es
otra cosa que libros con dibujitos, especializados para niños. El cómic
permite transitar entre los álbumes y los libros propiamente
dichos. No entiendo esa actitud conservadora que rechaza los cómics
(y hoy los mangas) a favor de una lectura pretendidamente “más seria”.
Léase Watchmen, amigo, amiga; revísese cosillas como Evangelión
o Tintín,
y si aún no está convencido hablamos. Abra - o como dicen los huachafos, aperture - su mente. El cómic,
pepín, historieta, cartoon, mono, muñequito, funnie, tebeo o chiste
reúne dos formas de expresión: La imagen y el texto, combinados en un código
propio, permitiendo así a sus lectores aprender habilidades lectoras diferentes
de las tradicionales. Vale la pena romper una lanza por la Diversidad: La
Lectura de Hoy no es lo que solía ser, y al revés de lo que podríamos creer, resulta
más exigente para nuestros niños, adolescentes y jóvenes que lo que fue para
nosotros. La continuidad unívoca álbum –
cómic – libro, ahora por lo menos es biunívoca, se va del álbum
al cómic
como al libro, porque el cómic se ha independizado, por lo
menos en su soporte de papel, que se seguirá prefiriendo a los soportes
electrónicos por la simplísima razón de su costo: Todavía son más baratos diez
libros que una lap top, o incluso una tablet. Sin embargo, a la larga deberemos
replantearnos este tema. Una ventaja de la tablet – o un soporte equivalente -
es que podemos proporcionar una a cada uno de nuestros colegiales y simplemente
cargar en ella todos los textos necesarios, año tras año. Les ahorraríamos a
las familias así unos cuantos miles de dolores, que ahora se embolsican ciertos
oligopolios y sus aliados políticos.
De paso podríamos también empezar
a romper la tradicional dimensión monolineal del texto escrito. Intentos como
el de Carlos Oquendo de Amat con Cinco Metros de Poemas no son ni comunes
ni prácticos, los límites editoriales son taxativos. En cambio, la Tira Cómica,
el cómic-book, el e-book, las pantallas del cine y la televisión, los monitores
de computadoras y videojuegos rompen las secuencias más o menos lineales de
lectura que se conserva en libros y cómics, a despecho del tiempo como
dimensión unidireccional. En la relación entre hardware y software,
los nuevos soportes pueden dar lugar a simultaneidades opuestas y complementarias
con secuencias, combinándose en múltiples y distintos meta-códigos. Es un ancho
campo que aún no podemos predecir dónde nos llevará, la alta velocidad con que
la Internet vehicula la información determina que incluso un libro como Lo que nos enseñan los videojuegos sobre el
aprendizaje y el alfabetismo, de James
Paul Gee, editado en 2003, ya esté hoy irremediablemente obsoleto. Sin
embargo, a este libro en su campo le pasa lo que al Origen de las Especies, de Charles
Darwin en el suyo, que aunque sabemos bien de su obsolescencia, también
sabemos que necesitamos leerlo por la base conceptual que nos ayudará a
entender el fenómeno que se trata. Porque para poder enfrentar cualquier cosa
necesitamos de un arsenal de conceptos y procedimientos para aprehenderlo,
apropiarnos de esa cosa, y dominarla lo suficiente para hacer cosas con esa cosa.
Si bien la lectura tradicional tiene en común con el cómic las secuencias estereotipadas
de imágenes, hace uso del alfabeto fonético de relativamente pocos elementos. El
cómic
incorpora el lenguaje visual, ciertamente pre-letrado, cuya
interpretación no obedece a decodificaciones fijas y que no hace asociaciones son
multívocas. El cerebro usa de palabras para pensar, y de los mensajes visuales
para enmarcar una totalidad. Es diferente “leer” un libro y “leer” un cuadro.
Hay trabajos de Jürgen Gölte al respecto,
referidos a la iconografía moche y su interpretación, así como la importancia
del soporte tridimensional. Y en la Bibliotecología moderna se sabe que se
requiere la supervisión de expertos para que los niños puedan acceder a las
pantallas.
A diferencia de la lectura
tradicional secuencial, los dibujos y gráficos se interpretan de modo inmediato, en un código
cifrado pero abierto, no unívoco, que va de la pluma del dibujante a los
sentidos, a las sensaciones visuales. La decodificación y comprensión del
mensaje del dibujante escapa a la interpretación cerrada y se abre hacia un
lenguaje que vehicule operaciones metacognitivas conscientes, que superan la
sensación de inconsciencia producida por la decodificación simultanea. El
trabajo del lector es más o menos el mismo con textos escritos y gráficos: Decodificación
de los símbolos y luego agrupación de lo decodificado en unidades concéntricas
de sentido, acumulables conforme se decodifica, proceso que a veces llamamos
comprensión. Estoy seguro que los lingüistas lo pueden explicar mejor, porque
hay aquí aparejada una diferencia entre símbolos y signos, que no es solamente
de grado. En todo caso, la TV y el Cine, por más que necesiten también de
procesos análogos a los empleados para la lectura - decodificación y
comprensión – presuponen una mucho mayor automatización de los procesos
cognitivos, y en esto se parecen en algo al Cómic, que podemos así
ubicar también como un tránsito y un vínculo entre la lectura tradicional y el lenguaje
total inmediatista producido en pantalla. Como en el cómic, podemos analizar
con relativa facilidad la metacognición de nuestros procesos de captación de
contenidos del Cine y la TV, lo que a nuestro entender es una labor intelectual
extremadamente importante, y que sigo sin entender por qué no fomentamos ni
formamos a nuestros docentes y Bibliotecarios en esta dirección, que no es nada
del otro mundo. Quiero que algo se haga, estoy cansado de lamentarme de lo
brutos que son en la TV abierta, que considera al espectador ente pasivo e
incapaz de contemplar a posteriori el
proceso de la Producción y Dirección de una producción visual, no veo por qué
el sistema educativo le tiene que marcar el paso. La Televisión no piensa, solo
vende. El pensamiento en cambio, debería presidir el proceso de enseñanza / aprendizaje.
II
Cómics de infancia, Géneros y
Superhéroes / Supervillanos
No estoy tan al tanto de la
historia de los cómics como quisiera, cuando llegué ya existían. Entiendo que aparecieron
originalmente en los diarios, como Tiras
Cómicas, allá a principios del Siglo XIX, para entretener a los lectores
que ya habían hecho sus lecturas serias, o como un intento de segmentar y
atraer lectores de otros lados, niños y niñas sospecho. Aquí surgió el lenguaje
primario del cómic, cosas como las viñetas, el manejo del encuadre y los
globitos de diálogo. Hemos tenido la oportunidad de ver en El Comercio, La Prensa y
otros diarios peruanos a vetustísimos personajes como Flash Gordon y el Príncipe
Valiente, de principios del siglo XX. Cosas de costos, suponemos, pues a
esas alturas las Tiras Cómicas eran
monopolio de King Features, el
sindicato de noticias de William Randolph
Hearst, que incluyeron títulos como Mandrake
el Mago y El Fantasma. Estas tiras
de caricaturas de los diarios me atraían poco. Otra cosa eran los cómics
hoy tradicionales, que se vendían en los quioscos o que intercambiábamos, y
cuyas secuencias a veces solíamos esperar. La gran mayoría de los cómics
que leía en esta etapa venían de Estados Unidos y se traducían e imprimían en
México por la Editorial Novaro, que seguro tenía los derechos para América
Latina de las diversas líneas argumentales, las más conocidas eran las de DC y
Marvel, con ventaja para la primera. Supermán
y Batman – y el resto de la Liga de la Justicia - eran más conocidos
que los Hombres X o Iron Man, que conocía más porque aparecían
en los Cartones de TV. Estos “Cartones” eran primitivos en su hechura, entre
ellos destacaron Los Vengadores, Iron
Man, Thor, Scott MacCloud El Ángel
del Espacio y otros que no recuerdo, caracterizados por lo barato de su
fabricación: se tomaban las viñetas del cómic, se añadía movimiento a la boca
de los personajes, se completaba con sonido, y ya estaba: Era ver el cómic por
la TV.
A diferencia de la Literatura convencional,
el Cómic
no se encuadra como Lírico, Épico o Dramático. Los géneros en los cómics
son muy diversos, más dependientes del mercado, con gran riqueza combinatoria, aunque
eso en tiempos de mi infancia no se notaba, pues el asunto parecía depender
demasiado de los segmentos del mercado. Había por ejemplo cómics femeninos, como Susy, Secretos del Corazón, que ningún
chico se hubiera atrevido ni siquiera a sostener entre las manos, cuando menos
no en público. Pero los que más abundaban eran los del género de la Ciencia
Ficción, subgénero Superhéroes. Mi preferido siempre fue Linterna Verde, al que la película que le sacaron hace poco hace
poca justicia. El Cómic Costumbrista presentaba a Archi y Verónica, representación estereotipada del deber-ser del High School americano trasladado a los
colegios latinoamericanos de clase media, y que influyó fuertemente en ellos,
como se demuestra en el hecho que no había salón de clase sin su respectivo Torombolo. Un personaje curioso era Chiricuto, que tenía su tira en los chistes
Novaro, y que representaba festivamente a los militares. En los tiempos de la
Instrucción Pre-Militar fue raro el Instructor cuyo apodo o chaplín no fuera Chiricuto. Asimismo, en las goteras de
mi memoria están ciertos chistes como Joyas de la Mitología y alguno que otro de tema Histórico o
inclusive sobre Santos, aunque estoy seguro que debieron ser muy pocos. Fuera
de éstos y de uno que otro título por ahí, no teníamos mayor contacto con cómics
de aventuras, bélicos, satíricos, costumbristas, deportivos, fantásticos, de
terror o policiales. No dudo que los hubiera, pero seguro serían cómics de
adultos, aunque todos creíamos en aquellos días que los cómics eran solamente
para chicos. Pero había esos chistes mexicanos, de los que se
hablaba sotto voce, con sus extraños
personajes: Hermelinda Linda, El Monje Loco, Santo, Blue Demon y otros
que definitivamente no eran para niños. Y por eso los leíamos clandestinamente.
Por si no lo saben mis lectores,
los superhéroes están patentados desde los años ´30. Legalmente hablando, nadie
puede llamarse Super Héroe a no ser que lo pasen por el aro de Marvel o DC. Pero el modelo o paradigma parece tener origen religioso, con
los Héroes semidivinos tipo Hércules,
Perseo, Sigfrido, Roldán o
incluso el Cid o los personajes de
libro de caballerías como Amadís de
Gaula o Tirante El Blanco. Este
origen se ve más lógico si consideramos que los Super Héroes son una suerte de
Santos modernos, de sólidos principios éticos y morales, aunque hoy está de
moda presentarlos conflictuados. Stan Lee
y su Sorprendente Hombre Araña,
son tal vez los mejores exponentes de estos héroes con problemas éticos, es
famosa su frase: Un gran poder conlleva
una gran responsabilidad. Y así Marvel
diferencia su producto presentando a Hulk,
Daredevil, los X-Men, como Héroes a pesar suyo, problematizados (monstruos, deformes,
ciegos). Curiosamente, el Super Villano parece que surgió primero que el Super
Héroe, en la Literatura francesa, en los
personajes folletinescos de Zigomar,
Rocambole, Arsenio Lupin, Demonax, y
sobre todo el grande Fantômas, que
conocí a través de su cómic Fantômas, la amenaza elegante, muchísimo más edulcorado que su
versión literaria, de tira cómica y fílmica. Marvel no podía menos que tratar de apropiárselo con el nombre Fantomes, sin éxito. Sin embargo, y de esto
me percaté desde temprano, estos “superhéroes” no resolvían problemas. En realidad
los asuntos a los que dedicaban sus energías eran los policiacos, el mantener el
orden, no luchaban por la paz, o contra la desigualdad o el hambre. Habrá que
esperar a los Watchmen para ver algo diferente.
III
Cómics de adolescencia / Homenaje
a Robin Wood y a Mi Novia y Yo / Las
Tres Tradiciones
Dice el verso de José Martí: Tiene el Señor Presidente / un jardín con una fuente / y un tesoro en
oro y trigo. / Tengo más, tengo un amigo.
Tuve la suerte que a pocos se les acuerda en mi niñez y adolescencia de Tener
un Amigo. No haré panegírico de la Amistad, no se preocupen, sólo a los chistes.
Yo pasaba probablemente demasiado tiempo en la casa de Tito, en parte por las dos grandes colecciones de cómics
encuadernados por períodos de publicación, que leíamos juntos. Estas dos
colecciones fueron un total descubrimiento para mí, eran chistes que no conocía ni
de oídas, no estaban difundidos. Una colección estaba formada por Cómics
más o menos tradicionales, aunque no se referían a Batman, Superman, Linterna Verde o la Liga de la Justicia, como los que había estado leyendo: Eran cómics
de guerra, en especial los que tenían como personajes a Robert Briton, as de la
Royal Air Force en la guerra contra los nazis; y al Sargento Nick
Fury (castellanizado Furia), que comandaba un pelotón
estadounidense en la Europa post Invasión de Normandía. Si mi memoria no me
traiciona, se llamaban Trinchera, Guerra, y otros nombres por ahí, y se
dividían por Marina, Ejército y Fuerza Aérea. Según parece eran traducciones
directas de cómics difundidos como propaganda en la Segunda Guerra Mundial.
La otra colección de cómics fue completamente
trascendental para mí y no dudo en decir que me marcó la existencia para
siempre, hasta hoy los leo y disfruto. Editados en Buenos Aires, desplegaban
absolutamente todos los géneros y subgéneros del historietismo. Dentro del muy
limitado espectro existente en el momento, eran claramente cómics desalienantes, que
mostraban el mundo de un modo mucho más realista que los cómics de Novaro, apegados
a los modelos norteamericanos. Por esas épocas yo ya era un lector voraz de libros,
sumamente crítico, y los cómics empezaban a desinteresarme,
hasta que encontré las cuatro grandes revistas de la editorial Columba: El Tony, Intervalo, Fantasía y
D’Artagnan.
Las variantes de personajes, argumentos, series e historias mostraban una
inmensa capacidad para la creación y los géneros, y uno no se cansaba: En el cómic
costumbrista están Cuentos de Almejas
y Gente de Blanco; en el de
Aventuras, Aquí la Legión, El Cosaco, Jackaroe; en la Ciencia Ficción, Gilgamesh el Inmortal; en el cómic deportivo Beto Navarra; en el Histórico, Nippur
de Lagash y Dago; en el cómico, Pepe Sánchez y la genial y predilectísima
Mi novia y yo. Y asimismo una
cantidad de cómics inclasificables y combinaciones de gran profundidad
psicológica y emocional, como Dax y Savarese. Y me quedo en esto por millas
de distancia, porque no he leído todo lo que debería ni cuento todo lo que sé.
Destaca aquí un autor al que no
dudo en elevar a mis altares para compartir velitas con Shakespeare, Cervantes,
Thortorn Wilder, Borges y Marguerite
Yourcenar: Había una vez un matrimonio de socialistas fabianos, afanados en
hacer el paraíso en la Tierra australiana, país tan grande que sugiere espacio
para cualquier utopía social, pero no así para los Wood, que tras una huelga huyeron a otra parte donde vivir sus
valores, y en 1900 recalaron en Paraguay,
donde fundaron Nueva Australia. Allí nació Robin
Wood en 1944. Su familia no supo mantenerlo, vivió en orfanatos
y su educación formal no pasó de la primaria. Se hizo autodidacta y gran
lector, cachimbo de la Universidad de la Vida. ¿Cómo se gana la vida en Buenos
Aires un jovencito talentoso recién bajado del Paraguay? Primero aguantando.
Como tantos otros antes que él, conoció la pobreza y se ganó sus espuelas
creando personajes y tramas, que terminaron por ser aceptados, imagino que por
cansancio de los editores, porque era – es – absolutamente prolífico y estoy
seguro completa y majaderamente insistente. Como otros antes que él - cuesta no
acordarse de Félix Lope de Vega - el
acto de la creación se le impone a tiempo completo las 24 horas al día, y tiene
más historias que contar que callos en los pies, y a la editorial Columba le
faltan revistas para meter todo lo que le sale de la mitra: En 1968, Robin Wood ya tenía lectores cautivos
con el drama histórico - épico Nippur de
Lagash, con uno de espías (Dennis
Martin), un western (Jackaroe) y
un policial (Big Norman). No me
acuerdo bien cuando empecé a leerlo, debe haber sido más o michi hacia 1970 o
71, es decir, muy poco después de que empezara con las entrañables historias de
Mi Novia y Yo (Nro.178 de Intervalo),
que escribió y publicó
ininterrumpidamente durante 25 años, conchabado con el gran dibujante Carlos Vogt, expresionista del humor,
la risa y los momentos conmovedores, que el humor los tiene o no es humor. Mi Novia y Yo inició comedia romántica y
humorística, pero llegó a genial comedia biográfica, en la que Tino / Robin Wood conversa con nosotros
con naturalidad sobre la historia que construye con nosotros: No hablemos del barrio de sanata. Hablemos
del barrio duro y agridulce que nos hizo crecer (…) Sin lamentos … recordar con
el corazón y el alma … Recordar con las ganas bárbaras que nunca se nos acabe
el amor. (Canción de Barrio,
Intervalo Cinecolor Año XII, Nro. 68). El sello de la genialidad está en leer una
y mil veces las mismas historias y jamás cansarse de ellas, pues siempre te
ríes, siempre tratas de ocultar el lagrimón. Este es Robin Wood, magnífico inventor de pseudónimos para que su nombre no
se repitiera hasta la náusea en el índice de cada revista: Mateo Fussari, Robert
O’Neill, Noel Mc Leod, Roberto Monti, Joe Trigger, Carlos Ruiz,
Rubén Amézaga. Y también Cristina Rudlinger. Por si no lo saben.
Me sale grande esta crónica,
porque hay tanto qué decir, y a falta de mejor lugar para contarlo, comento acá
la existencia de las tres vertientes principales del Cómic, de los que me vine
a enterar de adulto, y que siempre vale la pena plantear, porque hay
diferencias notables entre Norteamericanos, Franco-Belgas y Japoneses, que son
los que marcan las pautas aquí. Ya hemos mencionado a DC y Marvel por los
Estados Unidos, y más abajo veremos algunos franco-belgas. De manga no sé nada, lo siento, consúltenle
a mi hijo Alejandro Bellina, que es el
experto en el tema.
IV
Más sobre Cómics, Cine y Tradiciones
Había muchos más chistes / cómics circulando por ahí
que los ya mencionados, durante mi infancia y adolescencia. Recuerdo la chilena
Editorial Zigzag y su popularísimo personaje Condorito y sus patas Garganta
de Lata, Titicaco, Pepe Cortisona, Coné y la guapa Yayita. Una
primera aproximación a los comics de carácter satírico se me dio a través de la
excelente revista estadounidense MAD,
así como la análoga argentina Humor
Chancho, donde me familiaricé con el grande Fontanarrossa. MAD satirizaba
la sociedad de consumo en un momento en el que en mi entorno se hablaba de eso,
lo que demostraba, como dice Tino,
que en todas partes se cuecen habas. De la escuela japonesa no sé nada, mi
ignorancia es total, de esto del manga
no pretenderé saber más que mi hijo Alejandro,
que es un capo en el tema, y al que me remito para cuando a él le dé los forros
de explicarse. En 1959 aparecen Astérix,
Obélix, Detritus y demás entrañables personajes de los franceses Goscinny y Uderzo,
que después vi en película con nada menos que Gerard Depardieu como el invencible Obélix. A la tradición franco-belga pertenecen también Tintín, Aquiles Talón y Lucky Luke,
con los que trabé conocimiento de joven. Hay una serie Noire, francesa, de la que forman parte el guionista Christian Godard y el dibujante Clavé, que dan vida a uno de los cómics
europeos más importantes: La Banda de
Bonnot. En Italia está Cesare
Reggiani, gran dibujante y guionista, creador de Desviación Cerebral, cómic espeluznante e inquietante, de
Ciencia Ficción post-apocalíptica, que a su vez inspirará a guionistas y
dibujantes, su impronta está incluso en la novela gráfica / película Watchmen, muy fiel a su Novela, suerte
que no han corrido otras novelas gráficas llevadas al cine, como las olvidables La Liga de los Caballeros Extraordinarios,
o V de Vendetta, cuya desmayada adaptación
no llega a hacerle justicia a la dinamita anarquista y revolucionaria del cómic. En esto siempre fallan
guionistas y directores de cine, seguro presionados por los productores, que tratan
desde siempre de no salirse de lo políticamente correcto, de no comprarse rollos
con el poder, aunque siempre empleen de cara al público el pretexto cada vez
menos creíble del esto es lo que le gusta
a la gente.
Por ello una obra cinematográfica
como Watchmen es doblemente valiosa,
no solamente porque consigue reflejar casi a la perfección la atmósfera
opresiva y paranoica del cómic, sino por no reducir su
potencial de escándalo ni quitarle un ápice de sociopatía a su personaje Roscharch, único héroe verdadero de la
obra (Ninguno de ustedes lo entiende. Yo
no estoy encerrado con ustedes. Ustedes están encerrados conmigo), repleta
de individuos disfrazados de superhéroes y vigilantes (watchmen) de los que
solamente uno – el Doctor Manhattan -
posee verdaderos superpoderes, pero que, con sus desadaptaciones y todo,
terminan por servir obsecuentes – lo sepan, como el Comediante; o no lo sepan, como el Búho Nocturno II - al complejo militar-industrial estadounidense en
una realidad alterna en la que Richard
Nixon gobierna tres períodos, y la guerra nuclear contra la Unión Soviética
es una realidad que se desatará en cualquier momento sobre las cabezas de los
personajes secundarios, todos los cuales morirán en una explosión nuclear de
Nueva York. Dicha explosión, junto con otra docena más, es provocada por el “héroe”
Ozymandias, chico listo que tratará
de unir al mundo y evitar la autodestrucción echándole la culpa al Doctor Manhattan. A Ozymandias le pertenece la frase que revienta el hiperrealismo de
esta ucronía: Dan, No soy un villano de
opereta ¿En serio crees que les iba a explicar mi plan maestro si quedase la
más mínima posibilidad de que pudieran alterar su resultado? Lo hice hace 35
minutos. Vale la pena tanto leer la novela gráfica como ver la película, y
así nos introduciremos en un género del cómic interesante y dinamitero: el underground.
Claro, si te gustan las cosas como son y como están, no te hagas paltas, no lo
leas. Pero después no te preguntes quién
vigila a los vigilantes …
V
Colofón
Nos quedamos por mucho y a muchos
no mencionamos. Pienso en los peruanos Juan
Acevedo, Carlín y Heduardo; y en el argentino Quino. Pero por otra parte, cantidad no
es sinónimo de calidad. El nivel cognitivo de las masas cuenta en términos de
mercado. Agotado el impulso educador que llegó a principios del siglo XX sólo
queda el mercado, y los cómics, que antes se adelantaban a la necesidad, ahora
están detrás de los segmentos marketeros. En la oferta realmente existente –
incluso en la explosión creativa del manga
-, la calidad brilla por su ausencia. No podemos estar contra el cómic. Abramos
las expresiones creativas. Lee lo que
quieras.
CRÓNICAS DE LECTURAS – 27
Los Libros más leídos en el
Mundo
I
La inflamación de los Indicadores
Que no es lo mismo “Libro más
vendido” (Best-seller) que “Libro más
leído” parecería más que obvio. Pero se confunden los periodistas, los
políticos y otros que aspiran a creerse las propias falacias, y se les
comprende pues de eso viven. Pero como aquí tratamos de realidades y no de la
visión del mundo que los que la mueven tratan de vendernos para que no
preguntemos de donde salió la plata del depa de París, estamos obligados a ver
y pensar. Nos encontramos una vez más con el fabricadísimo conflicto entre la
realidad que existe y el indicador que trata de describirla: ¿Un libro que ha sido más vendido es
necesariamente el más leído? Pues NO. Podrías comprar el libro y no usarlo
o usarlo poquísimo, como los textos escolares, por ejemplo. Tenemos libros que
adornan estantes, y que para eso se compraron. Reto al más pintado a que me
diga si se ha leído alguna vez todo un texto escolar, cualquiera. O si el libro
es un Diccionario o Enciclopedia, ¿te lo has leído todo?. Me cansa que me
pregunten cuántos libros he leído, como si Mo
Yan fuera igual que Hegel, o Freinet igual a Dawkins. Y me molesta que el ministerio de educación me diga que
mis alumnos deben leer “x” cantidad de libros al año, sin considerar que hay
libros de 12 páginas y de 1200; o que no es lo mismo Paulo Coelho que Martin
Heidegger, Oliver Dollfuss o George Gamow. O que no es lo mismo leer
en castellano que en runa-simi o en inglés. NO todo es lo mismo, por Dios. Pero esta es la epidemia de la
enfermedad de la INDICADORITIS, que
es una inflamación de los indicadores
que afecta el cerebro, y le hace a uno perder la perspectiva de la realidad y
empezar a creerse la metafísica de las cifras, a no ser, claro, que emplees tu
cerebro, y no sigas a rajatabla el manual de instrucciones. Me pregunto cuándo
dejarán estos de pensar en “libros”, y empezarán a pensar en “lectores”, es un
gran misterio, que ni el propio Sherlock Holmes podrá resolver. O
cuándo dejaremos de hablar “acerca” de los indicadores y empezaremos a hablar
de “qué indican”, a dejar de hablar de ellos para hablar de aquello a lo que se
refieren, lo que está implícito en el concepto de “indicador”, cosa que no
quieren o no pueden entender muchos. La INDICADORITIS
posee una expresión terminal en tercio excluido, que se presenta cuando sus
intereses económicos son golpeados directamente, y que padecen periodistas,
políticos y otros por ahí que gustan de las oposiciones simplistas, las que se
dicen por lo general sea por el intento de formatearle la realidad al
populórum, o sea por una forma de autoembrutecerse, guiado por la dificultad de
hacerle entender a la indiada algo que no sea una moral bipolar de dibujos
animados, o una paranoia digitada desde el poder o la mafia, muchas veces el
mismo ente.
((PARÉNTESIS: He notado que los periodistas más trejos y experimentados
pertenecen al primer grupo - y deben ser por ende los que más cobran, hacen de
la INDICADORITIS una profesión lucrativa -; en tanto que los más postmodernos
pertenecen al segundo y más que nada tratan de ser sinceritos - confunden la
sinceridad con la Verdad, que como es objetiva no la captan, esto es un efecto
colateral de la INDICADORITIS complicada con la POSTMODERNITIS -, con lo que
logran únicamente venderle a las gentes sus propios desconciertos y
estereotipos, pero con palabras bonitas. La realidad es más compleja, jóvenes,
mucho más, pero el sistema os ha educado para que marquéis el paso y no para
que uséis vuestras neuronas, para que seáis espectadores y no participantes.
Pero eso ha sido siempre, la única diferencia es que últimamente están teniendo
más éxito. Así que si usáis (no USAID, por favor) vuestras neuronas consideraos
afortunados, pero también tened muchísimo cuidado, que a pesar del discurso
oficial en la sociedad la inteligencia está muy mal vista, y tener razón muy
pronto suele ser peor que estar equivocado.))
Pero nos nos metamos en tantas
honduras. Limitémonos a los indicadores y la realidad. Nos dicen, por poner un
ejemplo, que ya no hay pobreza porque la gente gasta más de 150 soles - o la
cifra que sea, eso ahorita es lo de menos - al mes. Vale decir se confunde el
medidor con la cantidad de agua. O el termómetro con la fiebre. Un indicador no
“es” sino que “hace”, es decir “indica – señala – identifica” un algo; pero
tengo que considerar los demás indicadores si quiero hacerme una composición de
la realidad real, que siempre es una combinación de “algos”, algunos de los
cuales de repente no están a la vista, como cualquier investigador sabe.
Ejemplo: Para saber cuánto recorrerá mi carro con la gasolina que le eche,
necesito saber cuánta gasolina le echo, y eso es correcto. Pero necesito
también saber cuántos kilómetros por galón o litro me rinde el motor o el
vehículo. Y el estado de las carreteras. Y si el camino es empinado o no. Y
etcétera. Si solamente me baso en el primer dato puedo confundir un Alfa Romeo
con un Volkswagen escarabajo y decir que andan lo mismo porque usan la misma
cantidad de gasolina. La realidad se operacionaliza a través de indicadores
pertinentes, que pueden ser muchos, y mientras más mejor. Pero no
operacionalizamos todos los que debiéramos porque es caro y si no tomamops eso
en cuenta pues razonamos fuera del recipiente. Cuando el indicador indica, lo
que hace es ubicar un valor determinado – cuantitativo o cualitativo – en una
dimensión predeterminada: Si una persona gasta más de una determinada cantidad,
¿podemos decir que dejó de ser pobre sin saber de dónde provino ese dinero? ¿si
la plata con la que consume más resulta que es prestada, producto de subsidio o
producto de narcotráfico, acaso eso no modifica la visión de la realidad de la
pobreza? Entonces resulta obvio que necesitamos introducir notas al indicador,
o más indicadores que nos permitan hacernos la composición de contexto: Saber
si la pobreza efectivamente está siendo erradicada o simplemente hacemos
malabares estadísticos tipo Alan para decir que sí, somos menos pobres, aunque
la gente o la caja fiscal terminen endeudados hasta las orejas, o seamos el
primer productor mundial de cocaína – que lo somos. Los métodos como el
análisis estratégico o el Marco Lógico – y sus hijos y nietos empleados para la
Diversificación Curricular, por ejemplo - no serán muy útiles a no ser que
podamos diferenciar un indicador de una competencia, por ejemplo. No miento, he
visto Diversificaciones Curriculares en provincias donde confunden estas cosas.
Pero es que resulta tan conveniente la INDICADORITIS:
La gente se pone optimista, las comisiones se cobran, hay nuevos millonarios,
ya sabemos quienes. Y si alguien dice algo, hablamos por los codos y ganamos
tiempo hasta empujársela al otro gobierno, compañeros.
II
Indicadores de lectura: La venta
Estaba mirando vejeces y me
tropecé con El Comercio y Radio Programas del Perú, con la noticia
de “Los Diez Libros más Leídos en el
Mundo”, que data del 2012: http://www.rpp.com.pe/2012-11-21-los-diez-libros-mas-leidos-en-el-mundo-noticia_542390.html
y http://elcomercio.pe/espectaculos/1432236/noticia-estos-son-10-libros-mas-leidos-historia,
y en realidad me encontré con que no es que fueran los libros más leídos, sino
los más vendidos, según el portal Alltop.com,
que no está tratando de engañarme. Bueno, ya sabemos que el periodismo nacional
tiende a la copia y a un exasperante facilismo cuando no se trata de defender
los intereses de las mafias, de los que pagan, o el interés que ipso facto
aparece cuando hay aroma de sangre en el aire y los buitres atisban cadáveres
en lontananza; ahí sí concentran sus recursos. Plata apuesto que no se han
percatado de la asociación que hacen entre “vendido” y “leído”. Y que los
límites autoimpuestos por los periodistas son francamente infantiles aparecen
patentes en la misma lista de libros en relación con los comentarios previos:
un desconocido redactor del Decano escribe esto: Coincidir en gustos literarios, también lo sabemos, es muy difícil,
pero hay libros que, por una u otra razón, todos parecen (o deberían) conocer y
a continuación los presentamos. En primer lugar, no todos los libros que
hay ahí en esa lista son strictu sensu
literarios. Ni tampoco son para leerlos completos – es el caso de los primeros
dos, por cierto, que, además, oh casualidad, no son literarios. Esta limitación
de la realidad lectora a la Literatura obedece a un reduccionismo ya clásico,
producto de una deformación intelectual reflejada en el rellenado de una
plantilla para cobrar un sueldo. Pero no le pegaré más a un desconocido
redactor que trata de hacer su trabajo, los pobres también lloran para llevar
sus frejoles a casa.
Chequeemos la lista y
comentémosla su poquito, en función de esa diferencia entre “leído” y “vendido”
que el periodismo nacional no ha aprendido aún a distinguir. Y, por cierto,
este datito vale la pena señalarlo, lo menciona el Decano, pero no RPP, que parece
no puede siquiera distraer cinco minutos de un redactor para comentar el tema,
y es que esta lista abarca los últimos cincuenta años de ventas, y que no
sabemos si estas ventas son globales o no, y si abarcan todos los idiomas en
que se edita, o no. Veamos los títulos a los que se refiere Alltop.com según los periodistas, porque
he buscado en el site y naranjas:
Puesto 10. El Diario de Ana Frank – 27 millones vendidos.
Puesto 9: Piense
y Hágase Rico (Think and Grow rich),
de Napoleon Hill – 30 millones
Puesto 8: Gone with the Wind (Lo que el
Viento se llevó) – Margaret Mitchell
– 33 millones
Puesto 7: Crepúsculo, la saga – Stephanie
Meyer - 43 millones
Puesto 6: El Código Da Vinci – Dan
Brown – 57 millones
Puesto 5: El alquimista – Paulo Coelho
– 65 millones
Puesto 4: El Señor de los Anillos - J.R.R.
Tolkien – 103 millones
Puesto 3: Harry
Potter … - J.K. Rowling – 400 millones
Puesto 2: El Libro Rojo - Mao-Ze Dong
– 820 millones
Puesto 1: La Biblia – Varios Autores
- 3,900 millones
Buieno, a mí no me lo han
preguntado, y después de todo esta no es una lista para determinar quién es el
mejor, sino solamente cuáles son los más vendidos. Considero justo y bacán que
estén el Diario de Ana Frank, El Señor de los Anillos, Lo que el viento se llevó, Harry Potter y la Biblia. El Libro Rojo de
Mao, pues mira, ni fu ni fa, no puedo menos que asociarlo a la Revolución
Cultural China, y no me siento muy bien con ello, tengo mi opinión sobre ese
período histórico y no me agrada, al margen o no de su pertinencia histórica,
que no juzgaré acá. Los demás me parecen
olvidables, con excepción de la saga Crepúsculo, de la que honestamente nada
puedo decir, porque simplemente y llanamente mi interés por los vampiros se
agoto con el Drácula de Bram Stoker hace ya luengos años, y ni
la he leído ni he visto sus películas.
III
Indicadores de lectura: Los de a verdad
Yo no digo que comprar libros no
sea un indicador de lectura. Es evidente que no se compran libros para trapear
el piso o guardar en la refrigeradora. Pero no es ni puede ser el único
Indicador. Empecemos por el principio: ¿Se lee solamente libros comprados? Pues
no. Te lo podrían prestar o regalar; podrías ir a una Biblioteca Pública o
Escolar; podrías alquilarlo en un banco del Libro y/o fotocopiarlo; podría pertenecer
a un pariente que viva contigo, o a un amigo; podrías bajar un libro en formato
PDF de una pagina web – y, por cierto, algunos no le llaman libro a esto. ¿Y
qué hay de los libros donados, de los textos escolares proporcionados por el
Ministerio, de los libros heredados y/o usados? Ya aquí nos dimos cuenta que
tiene que haber algún tipo de definiciones alrededor del tema para poder
aclararse las cosas, y que la venta sola no es ni puede ser un factor
definitorio. Si además cruzamos el dato con el de Ingresos per cápita, peor. Es
bastante obvio que antes de leer tienes que comer, y es también bastante obvio
que los que tienen más dinero compran más libros que los que no tienen dinero.
Y esto es una deformación de lo que tratamos de investigar, que es qué libros
son más leídos. En los países que se toman el problema en serio, como Colombia,
sí tratan de saber como van las cosas, y se sabe que solamente la tercera parte
de los libros son nuevos, es decir, adquiridos recientemente – cifras de 2005
-, mientras que un 17 % son prestados, otro 17 % son relectura de los propios
libros ya usados, un 7 % de Bibliotecas, un 6 % fotocopias. En el 2005 por
ejemplo, el 46 % de los textos leidos por la población colombiana urbana de 12
o más años de edad fueron textos escolares. ¿Tenemos cifras similares en el
Perú? Favor de alcanzármelas, por favor. Por supuesto, hay más qué decir sobre
Indicadores de Lectura en serio, como Horas dedicadas a Lectura, el peso de la
Emigración, la Lectura Obligatoria en las escuelas, etcétera. Pero en nuestro
país nos ocupamos del asunto poniendo el carro antes que el caballo,
preocupándonos de cuántos libros se venden, no de cuánta gente lee. Y eso nos
dice con absoluta claridad cuáles son las preocupaciones reales y lo
increíblemente chata que es nuestra sociedad y nuestra clase política al
respecto. Deberíamos empezar por tener una Biblioteca Nacional desde donde
pudieran descargarse libros y no apareciera ese antipático avisito: “no se pudo establecer contacto con la
página …”. Probablemente luego nos quejemos que nos gane todo el
resto.
De los diez títulos indicados en
esa lista, siete corresponden a obras literarias, uno a política, uno a
religiosa y uno a autoayuda. Sin embargo, El
alquimista de Coelho parece
obedecer al criterio de autoayuda también. De las literarias, tres constituyen
no un título sino un conjunto de ellos, y por lo tanto resulta excesivo decir
que es “un” libro. El Señor de los Anillos tiene tres partes-libros (La Comunidad del Anillo, Las Dos Torres y El Retorno del Rey); Crepúsculo tiene seis libros (Crepúsculo, Luna Nueva, Eclipse, Amanecer, Sol de medianoche y La
segunda vida de Bree Tanner); y Harry Potter tiene siete títulos (Harry Potter y la Piedra Filosofal, Harry Potter y la cámara secreta, Harry Potter y el prisionero de Azkaban,
Harry Potter y el cáliz de fuego, Harry Potter y la Orden del Fénix, Harry Potter y el misterio del Príncipe,
Harry Potter y las Reliquias de la Muerte).
Vale decir, nos hacen pasar las ventas de dieciséis libros como si fueran de
tres. No me parece objetivo. Por otra parte, dificulto enormemente la cifra de
La Biblia, para empezar porque no es una edición única y estable, y se
registran diferencias en las diferentes ediciones, en número de libros y en
extensión. Además no sabemos si están incluidas aquí las Biblias Judías. Por
otra parte, las Sociedades Bíblicas Unidas
y otras instituciones cristianas de todas las denominaciones han editado
diferentes versiones de la Biblia, desde la Vulgata
hasta la famosa Traducción del Rey Jaime (Dícenle
Jaime al soberano en cuestión,
cuando en castellano el nombre es Jacobo,
pero así es como lo ponen, en inglés esta versión de la Biblia es la King James Bible) pasando por la Traducción del Nuevo Mundo. El Piense y Hágase Rico, y tal vez El Alquimista, decíamos, no califican
como literatura, o lo hacen poco. Es como añadir a la lista las instrucciones
del Lego o del juego de Ajedrez o del Monopolio, estoy casi seguro que hay más
de esas Instrucciones editadas que libros de autoayuda, la diferencia está en
el objeto al que se dedican las Instrucciones. Las de hacerse rico no parece,
por otra parte, que hayan sido sumamente efectivas, no hay que sepamos 30
milllones de millonarios, y si los hay es muy probable que no hayan leído este
libro. Pero estoy seguro que el señor Napoleón
Hill sí está entre ellos (los millonarios).
IV
Listas más reales
Un tema es complicado al
respecto: El peso y volumen de las ventas actuales es mayor que el de otras
épocas, y ello es debido al aumento vegetativo de la población absoluta. Ni Víctor Hugo ni Charles Dickens ni Mark
Twain podrían haber vendido como Dan
Brown en la actualidad, por la sencilla razón que no había tanta gente en
su época como la hay ahora. Y como popularidad no es necesariamente calidad, la
cifra no es indicativa ni comparable. Están además los Libros para Niños,
pensemos en los cuentos tipo Blanca
Nieves o Caperucita Roja, en Grimm, Anderssen y Perrault, su
popularidad es inmensa, pero sus cuentos forman parte de antologías o grupos, y
por ende no son títulos comparables. Las guías de viajeros, los diccionarios y
almanaques han gozado de inmensa popularidad, y sin embargo no aparecen
mencionados. Encontré una página en
internet, por cierto, que me dice la cosa más como es: Los 20 Libros más vendidos de la Historia, y parece una
selección muchísimo más interesante y real que la mencionada antes: http://www.taringa.net/posts/info/7910168/Los-20-libros-mas-vendidos-de-la-historia.html.
Menciónase en primer lugar a la Biblia,
por supuesto, y es un primer lugar merecido, sobre todo si no nos ponemos muy
complicados con sus versiones. Parecen haberse editado alrededor de 6,000
millones de copias. Se incluyen además libros para niños como Peter Rabbit de Beatrix Potter; Miffy de Dick Bruna; y El Principito de Antoine de
Saint Exupéry. En cuanto a las series, tratadas como un solo título, están
por supuesto El Señor de los Anillos
y Harry Potter, y también Las Crónicas de Narnia de Carl Lewis. Está el muy famoso
best-seller del Doctor Benjamin Spock,
Baby and Child Care; el Libro Rojo de Mao Ze Dong; el American
Spelling Book (Webster’s Dictionary), de Noah Webster, editado por primera vez en 1783, y que de ahí para
acá ha vendido más de 100 millones de copias, y no es nada extraño que esté
aquí, bien acompañado del libro de texto de mayor continuidad del mundo: el McGuffey Readers, que colocó entre 1836
y 1961 más de 120 millones de ejemplares y que continúa haciéndolo a razón de
unos 30,000 más por año. Pucha, yo he escrito algunos textos, y la verdad me
gustaría durar así. Está también el libro con copyright vigente más vendido del
mundo: El Libro de Records Guinness,
cuya primera edición data de 1956 y que va por los 94 millones, acompañado del World Almanac, que desde 1868 va
vendiendo más de 73 milllones de ejemplares. El Código Da Vinci, El
Alquimista y Lo que el Viento se
Llevó están aquí. Pero les acompañan El
Mundo de Sofía, de Joostein Gaarder
y El Valle de las Muñecas, de Jacqueline Susann. Para completar el
asunto hay algunos títulos de interés: Un
mensaje a García de Elbert Hubbard,
que no estoy tan seguro entre en la categoría de Autoayuda; y el libro de tema
religioso In his Steps, de Charles M. Sheldon.
¿Es injusto que El Quijote, la Guerra y la Paz, el Decamerón,
Los Miserables, El corazón de las tinieblas o Crimen
y Castigo no estén en estas listas? ¿O que no figuren Dante, Homero, Shakespeare? Pues fíjense, no sé.
Porque yo creo que tomando en cuenta todas las posibilidades, podríamos hacer
nuestra propia lista aún a riesgo de equivocarnos, por supuesto, pero así y
todo tratar de decir cuáles libros deben haber sido los más leídos a lo largo
de la Historia, por lo menos desde la Imprenta de Gutenberg. Así que aquí van mis hipótesis, sin ningún
orden, porque eso sí me parece no debe ser:
La Biblia
|
Me parece imbatible. Se ha editado de todos los modos posibles,
y lo cierto es que resulta más popular quer nunca. Ya le hemos hecho sus
Crónicas, a ellas remito a los interesados.
|
Las Mil y Una Noches
|
Quizá uno de los libros más hermosos de todos los
tiempos. Debe resultar obvio que no esté en las listas, por su extensión que
abarca varios tomos, y por que está básicamente editada en versiones para
niños.
|
El Diario de Anna Frank
|
Este libro narra la guerra mundial. Pero lo que
lo diferencia de los relatos convencionales es que se le narra “desde
adentro”, desde los ojos de una niña que tiene que esconderse para que no la
atrapen por el crimen de ser un chivo expiatorio para que un grupo de
asesinos pueda conservar el poder.
|
El arte de la guerra
|
Sun-Tzu
tiene que haber sido un tipo de enormes habilidades para que su texto se haya
convertido en un clásico. Se estudia hoy en día en todas las escuelas
militares y políticas del mundo y no hay como soslayarlo.
|
El Príncipe
|
Niccoló
Machiavelli se vuelve un clásico por el expediente de tratar a las cosas
políticas como son y no como nos gustarían que nos fuesen. Inventor de la
razón de estado, probablemente de ahí viene la frase qiue se le atribuye: El Fin justifica los medios.
|
Romeo y Julieta
|
William
Shakespeare. Es verdad, no lo han leído tanto, pero que lo han visto en
alguna de sus centenares de versiones, y que todo el mundo identifica a Romeo
y a Julieta, más que sea parodiados, pos sí.
|
El Hombre que calculaba
|
Malba
Tahan. Un clásico de las matemáticas y de los cuentos. Me gustará siempre
la manera como Alá prefiere los repartos.
|
Más allá del bien y del mal
|
Federico
Nietzsche. Hasta hoy se vende, y eso es extraño para obras del calibre de
la mencionada y otras del mismo autor, pero Nietzsche no solamente era un filósofo impeque sino un literato
de primera.
|
La Metamorfosis
|
Franz
Kafka. Favorecida por ser corta, barata de comprar, muy representativa y
además soberbiamente narrada. ¿Quién no la tiene en casa?
|
Las aventuras de Huckleberry Finn
|
Mark Twain.
Entrañabilísimas. Huck es el chico de más personalidad de toda la literatura
universal, en mi humilde opinión, y alguien con el que me encantaría recorrer
el Missisipi en barca.
|
Los Miserables
|
Víctor
Hugo se supera a sí mismo en este fresco y pintura de las miserias
humanas y del lirismo con el que las trata. Todos conocen a Jean Valjean.
Vive a la vuelta.
|
Diez Negritos
|
Agatha
Christie. Vamos, no se hagan, a todos nos gustan los detectives y los
casos para resolver.
|
El Nombre de la Rosa
|
Umberto
Eco. Monjes Detectives y asesinos. La lucha alrededor de una Biblioteca y
de un libro perdido.
|
Ella
|
Henry
Ridder Haggard. La aventura en su máxima expresión. Quien no la haya
leído no sabe qué es aventura ni cómo se come.
|
Así se templó el acero
|
Nikolai
Ostróvsky. Épica revolucionaria soviética, alejada de los cánones del
realismo socialista.
|
V
Colofón
Yo me sospecho que estos podrían
ser los libros más leídos, pero estoy
seguro que me paso por alto espacios culturales completos. En todo caso hemos
ganado una panorámica y cuando menos no nos estamos tragando el cuentazo de que
lo que más se vende es necesariamente lo que más se lee. En todo caso, prueba
suerte, haz tu lista, y lee lo que
quieras.
CRÓNICAS DE LECTURAS – 28
Leer y Ver a William
Shakespeare (I)
I
Leer, Ver y Representar
Leer Teatro es una experiencia
interesante y curiosa. Se lee teatro poco más o menos como se lee narrativa, la
diferencia es que uno sabe que lo que se está leyendo está destinado a ser
representado en un proscenio, por gentes de carne y hueso que dirán el texto
que estás leyendo, y le darán entonación, volumen y actitud, y le harán cosas
desconcertantes. Eso lo cambia todo, en especial cuando has vivido eso de
pararte en un escenario, confrontarte con las luces, y saber que hay un público
ahí que mira lo que haces y escucha lo que dices. Entre mis más entrañables
experiencias de aprendizaje estuvo la incursión a las tablas, allá en mi
remota, excesiva y extraordinariamente intensa juventud. Rodeado además de
queridos amigos de toda la vida, y de la mano de competentes directores como Luis Durand Arp-Nissen y Roberto Fois Coniglio. Perdí la
virginidad escénica a los catorce años de edad con una obra de las que se
estilaban entonces, de “creación colectiva”. Y no la he olvidado nunca, ni
podré hacerlo mientras viva, y aunque tratara, que no trato. Como cuestión de
hecho, todo lo teatral era muy mal visto por la familia, y una consecuencia
colateral de ello fue el aprendizaje de algunas elaboradas técnicas de
clandestinidad, lo que junto al Teatro dieron forma al resto de mi vida. Y así
continué hasta que la vida me alcanzó, y me resigné a dejar las tablas en la
ruta, entre tantas cosas queridas que uno abandona con tristeza y nostalgia. Sin
embargo, nada se aprende en vano, la experiencia y sus resultados ahí están, lo
bailado no te lo quita nadie. En unos cinco clandestinos años de teatro, hice
coreografías de canciones de Víctor Jara
y otros, y conseguí de uno u otro modo llegar a diversos escenarios, gracias a
los dichos directores y otros, en puestas de Bertold Brecht, Enrique
Jardiel Poncela, Alejandro Casona,
e incluso una comedia de Anton Chéjov.
Y para reírnos un poco de estas juveniles veleidades, digamos que las críticas
fueron buenas.
Cuando veo Teatro, en
consecuencia, no veo solamente lo que ven los espectadores. De uno u otro modo
sé lo que pasa ahí, lo fácil o no que es hacerlo, y por eso me molesta un poco
que se vea Teatro como se ve cine o televisión. Deberíamos enseñar que una cosa
es la imagen ensayada y emitida como producto final, y otra muy diferente ver
gente “en vivo” interpretando. El Teatro es algo que se desarrolla en el
momento que se ve, en “tiempo real”, y aunque haya un texto referencial e
instrucciones del autor, lo cierto es que el Director y los actores hacen
chichirimico el texto y las indicaciones, perpetrando eso que se llama
“interpretación”. Y no solamente no está mal, sino que interpretar está en la
misma esencia del teatro. Y en eso la pieza teatral se parece más a un
Concierto de Rock, donde el público está allí, aunque las reglas sean otras.
Pero nuestra sociedad no posee tradición teatral, y aunque nuestros actores
mucho hacen y bien, la mayor parte de las veces nos acercamos al teatro
leyéndolo. Mutatis mutandi, las
preocupaciones puristas sobre la fidelidad al texto están de más cuando llevas
una obra a la escena. Y como leer teatro no es lo mismo que verlo representado,
hay diferencias muy notables en las dos operaciones vistas desde lo cognitivo.
Yo he leído obras que he visto representadas después, como La muerte de un Viajante de Arthur
Miller; o Edipo, Rey de Sófocles, y puedo decir que hay
diferencia. Y el asunto puede empeorar cuando la obra teatral se lleva al cine,
inclusive si es el mismo autor quien lo hace. La vieja película El zoológico de cristal de Tennessee Williams, por ejemplo, tiene
de guionista al propio escritor, y es muy pero que muy floja en comparación con
la obra escrita. Y vi hace un tiempo una representación combinada de las tres
obras de Esquilo, Agamenón / Orestes / Las Euménides, de
primera, en la que la actriz que representaba a la infortunada Casandra
recitaba su parlamento en castellano con mote andino, potenciando así su
cualidad de extraña y distinta de los otros personajes, matiz que no se
distingue cuando lees la obra.
II
Shakespeare
Para un actor aficionado y a la
vez avezado lector, William Shakespeare
es un reto y un hito. Dos momentos liminares marcan mi relación con el Cisne
de Avon. El primero fue culpa y responsabilidad de Lucho de los Heros, quien en cabal cumplimiento de sus deberes de
tío, y advertido de mi inmoderado y ecléctico gusto por la lectura, hace casi
diez lustros trató de mejorar la calidad de éstas a través del obsequio de
cuatro obras de Shakespeare, tres de ellas de la Editorial de la Universidad de
San Marcos: El mercader de Venecia, Hamlet y Romeo y Julieta; y una de Plaza & Janés, de bolsillo, Macbeth. Nunca he recibido regalos de
cumpleaños más trascendentales: Están frente a mí cuando escribo estas líneas y
sus ajadas esquinas y amarillentas páginas testimonian los múltiples lugares y
circunstancias donde me han acompañado. Me introdujeron al mundo shakesperiano,
de la mano del magnífico traductor Marcelino
Menéndez y Pelayo, cuyo trabajo respeta el espíritu del escritor y de la
lengua en que estas obras fueron escritas, así como el espíritu del otro
poderoso idioma en que las vierte. La primera lectura que emprendí fue la de El mercader de Venecia, y me
conquistaron para siempre los dichos y hechos de Porcia, Shylock, Basanio, Antonio, Lanzarote, Graziano y Jéssica. La complejidad de la trama no
resultó de ninguna dificultad, aún atendiendo al hecho que yo no tenía diez
años cuando estos libros llegaron a mis manos, aunque reúne episodios como los
de los tres cofres, el de la libra de carne y el de la apasionadamente
monetizada relación de Lorenzo y Jéssica. El segundo momento liminar se lo debo
a mi pareja, que conocedora de mi pasión por Shakespeare, me regaló por mi cumpleaños la representación de El mercader de Venecia del Teatro
Británico de Lima. Cuando se conoce y disfruta una obra hasta la saciedad, y
esta obra es teatral, y tras muchos años la puedes ver en el Teatro, que fue
para lo que se hizo, el hechizo es especial, y está así marcada a fuego como
recuerdo imperecedero. Y eso que había visto antes una excelente versión en
cable en el nunca bien ponderado Canal Film
and Arts, por el Teatro Nacional Británico, y luego vería en el cine la
película de Michael Radford, con Jeremy Irons, Al Pacino y Lynn Collins.
Pero no existe nada en el mundo como ver tu obra desarrollándose ahí, delante
de tus ojos. Gracias, Ulla.
Luego fue Macbeth, también traducida por Menéndez
y Pelayo. Drama de ambición descomedida y descontrolada, donde fair is foul and foul is fair (que
traduzco como bondad es maldad y maldad
es bondad) como salmodian las brujas al principio. Macbeth es la víctima de su propia pasión por el poder, verdugo de
sí mismo, trastocado en su alma a pesar de sí mismo y en connivencia consigo
mismo y para el mal. En cierto modo el Gollum
del Señor de los Anillos de Tolkien se inspira en él. Además, conocí
un personaje femenino completamente diferente de cualquier mujer que hubiera
conocido, en real o en ficción: Lady
Macbeth. Claro que por entonces no tenía muy clara del todo aún la petite différence entre mujeres y
varones, pero aún así me parece que empecé a entender algo bastante mejor por entonces,
el que ambos no son tan diferentes, después de todo. Me pregunto a estas
alturas si algo así debería ser leído por un niño de diez años, y mi respuesta
es afirmativa, no creo que “proteger” a los niños de la Literatura Universal
sea rentable, y si se trata de introducir en las durezas de la vida a los
párvulos, pues los cuentos infantiles no son precisamente más protectores.
Además si vamos a enterarlos que el asesinato, la ambición, la tiranía y la
muerte existen y son moneda corriente en el mundo, es mejor hacerlo de la mano
de los que lo han planteado de modo insuperable. Me dejó tremenda impresión por
entonces la escena aquella en que Lady
Macduff apostrofa de cobarde y traidor a su marido por abandonarlos a ella
y a su hijo en manos de los esbirros de Macbeth.
Léanse esa parte, el diálogo entre madre e hijo. Rememoro el shock que me
produjo ver al niño asesinado por los asalariados del tirano, lo que me hizo
pensar como nunca a los diez años sobre lo horrorosa que ñpuede ser la
condición humana. Otra distinción personal del Macbeth es que es la única de todas las obras del Bardo que me he atrevido a emprender en
su inglés original, cuya dificultad para los anglolectores de hoy es análoga a
la que presenta El Ingenioso Hidalgo Don
Quijote de la Mancha para los castellanolectores de la actualidad. Y más
aún para mí, pues mi inglés no es de locutor de BBC, y para esas lecturas no te
preparan. Aunque la dificultad es grande, me pasa como con El Poema del Cid en su castellano bárbaro y original, que así como
le encuentro el gusto de saber qué dijo el desconocido poeta, así me pasa con
lo que quiso decir William, y que se
pierde en el inglés moderno y en la traducción castellana. Y el esfuerzo vale
la pena.
III
Double, double, toil and trouble
La fascinación que la obra de William Shakespeare me despierta
solamente puede compararse con la que me produce El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, aunque la verdad Shakespeare me resulta más interesante
que Cervantes, cuya obra es bastante
más irregular, pues al lado de las Novelas
Ejemplares y El Ingenioso Hidalgo …
hay bodrios realmente imposibles de trasegar ni con la mejor buena voluntad,
como Los Trabajos de Persiles y
Sigismunda, que tengo en versión digital, y tanto mejor así, porque no
pienso gastarme un céntimo en adquirirlo, discúlpenme los filólogos y demás fans de Cervantes. William Shakespeare
presentará altos y bajos en su obra, pero no es por ninguna parte aburrido o
intragable, incluso cuando se le da por poner en boca de sus personajes
parlamentos larguísimos. Un buen autor teatral equilibra circunstancias y
tramas con los personajes que fabrica, de modo que la cosa sea verosímil, pero
a la vez suficientemente imaginativa como para interesar y conmover. Eso se
llama oficio, y lo tienen hasta los autores menores, si se han esforzado y
hecho su tarea a conciencia. Pero si además del oficio consiguen reflejar en su
proceso creativo los temas universales del corazón humano, de manera que
nosotros – actores, espectadores, lectores - nos metamos en ello y quedemos
metidos e inmersos ahí, que se nos arrebate y se nos haga uno con lo que pasa
en la obra, ahí creo que podemos decir que estamos ante la genialidad. Al
principio la sensación es inefable, porque el autor ya dijo lo que dijo, te
dejó sin palabras, y sabes que no hay manera de decirlo mejor. Y lo sé porque
ahora puedo decir con mis palabras aquello que en mi temprana edad apenas podía
intuir en la oscuridad. Shakespeare no
es cualquier escritor, y según parece es así que se forma el gusto estético,
cuando se te expone a obras de calidad indiscutible. Y una vez más debo rendir
homenaje a Don Marcelino Menéndez y
Pelayo, pues, y esto hay que decirlo, ciertas traducciones pueden ser
consideradas mejores que otras, según el auditorio.
Ilustraré este tema de las
traducciones y su mayor o menor comprensión y presentación del espíritu de la
obra para diversos públicos con el ejemplo del aterrador aquelarre de las
Brujas en Macbeth, en el Cuarto Acto,
Escena Primera, donde éstas trabajan la caldera hirviente del hechizo cuya
tremenda fuerza llevará a Macbeth a
su perdición. Mientras las brujas preparan el caldero en el que arrojan
inmundicias para dar forma a su hechizo, salmodian el siguiente par de versos,
cuyo original (Macbeth, New Penguin) dice así: Double,
double, toil and trouble / Fire burn, and cauldron bubble. Estos versos
tienen carácter de hechizo mágico, cuya repetición salmodiada por las Brujas es
de extrema importancia para la correcta elaboración de la horrible pócima en la
que entran las peores características de plantas, animales y hombres: raíz de
cicuta, piel de víbora, lana del murciélago amigo de lo oscuro, dardo del
escorpión, colmillos de lobo, brazo de un sacrílego, dedo de un niño arrojado
al pozo por su infanticida madre… . Y todos estos ingredientes y más, unen sus
diabólicas fuerzas mientras las brujas recitan lo que en castellano se ha
traducido como No descansemos hasta que
espese la mezcla y hierva como en el infierno (Obras Completas,
Ediciones Castell, Traducción de Ramiro
Pinilla); o como ¡No cese, no
cese el trabajo, aunque pese! / ¡Que hierva el caldero y la mezcla se espese!
(Obras Completas, Editorial Aguilar, Traducción de Luis Astrana Marín), o como Aumente
el trabajo: crezca la labor; hierva la caldera. (Marcelino Menéndez y Pelayo para el Macbeth de
Plaza & Janés). Nótese que Astrana
y Menéndez conservan el ritmo del
verso, en tanto que a Pinilla se le
escapa. Los tres tratan de encontrar las mejores palabras para trasladar la
sensación del aquelarre, y mientras que Pinilla
alude en prosa al infierno en curiosa hipérbole del fuego, Astrana conserva los dos versos con rima consonante, mientras que Menéndez usa en cambio tres períodos
rítmicos. Al lector dejo el juzgar cuál le puede parecer mejor y por qué. Yo
veo dos grandes respuestas y una regular.
IV
Mares y Océanos Shakespearianos
Tras El mercader de Venecia y Macbeth,
ataqué a Hamlet y a Romeo y Julieta. Y, la verdad, no las
entendí cabalmente entonces, era demasiado temprano aún para mí. Tras la orgía
de acción física y mental que se leía entre líneas en las primeras obras que
leí, las dudas del príncipe de Dinamarca y las vicisitudes de los amantes de
Verona no se me hacían tan bacanes, porque al fin y al cabo, cuando eres niño
la acción te gana por sobre las profundidades psicológicas, que recién se está
aprendiendo a captar y apreciar. Pero fue a partir de entonces que empecé mi
navegación por mares y océanos shakespearianos, maravillándome con las
diferentes obras a las que iba accediendo, y asimismo, conforme pasaron los
años, la vida me aclaró los libros y particularmente los personajes de Shakespeare. Porque lo que a mí me
conquista de Shakespeare son sus
personajes, empezando por supuesto, por aquellos que conocí primero: Macbeth, Banquo, Lady Macbeth, Shylock,
Basanio, Antonio y Porcia, en Macbeth y en el Mercader de Venecia. Pero hay más, y para mí ese es el sello
shakespeariano por excelencia, el haber traído a la vida a muchísimos
personajes, tanto que hasta los secundarios tienen existencia propia, ni más ni
menos que en nuestra vida cotidiana. Y es de ahí que salieron mis paradigmas,
que de un modo u otro son lo que aquellos que los entienden nos devuelven una
vez que los procesaron: En nuestra vida nos asumimos, somos o vemos y
escuchamos a Hamlet y sus dudas sobre
aquello que nos es sustancial. O somos Romeo
encontrando a nuestra Julieta en una
fiesta de máscaras. O Benedicto y Beatriz en Mucho Ruido y Pocas Nueces, opuestos enemigos enredados en
cortesanos amores de conveniencia. O el
vital, ingenioso y bebedor Falstaff.
O el joven Rey Hal en Enrique V, que tiene que evolucionar a
la prepo de joven calavera a maduro y maquiavélico estadista tratando a la vez
de seguir siendo él mismo. O simplemente nos lleva el diablo, como al Calibán de La Tempestad.
Si la vida es una tragicomedia, llena de sonido y de furia, y que nada significa, es porque estamos
metidos en ella hasta el cuello, y vivos de ahí no saldremos. No hay más modo
de vivir que viviendo, aunque mi pequeño
cuerpo está ya bien harto de este inmenso mundo. William Shakespeare está entre aquellos que, como Cervantes, Homero o Tolstoi,
entienden cómo es eso de vivir y estar vivo, que puede presentar una
perspectiva del ser humano que lo considere tanto en lo que le es propio y
permanente como en lo que cambia y evoluciona. Se es uno mismo también cuando
se cambia, como el Quijote que a la
hora de su muerte quiere ser otra vez Alonso
Quijano el Bueno. Y se vive siempre, como dice Benedetti, dentro de las
esclusas de la vida, y eso se ve claro cuando estás obligado al cambio
aunque no lo quieras, como Pierre
Besukhoff en La Guerra y la Paz, cuando
las circunstancias exteriores se nos vienen encima al margen de nuestra
voluntad. Pienso que el gran mérito de un escritor - visto desde la perspectiva
de un enamorado de los libros -, es el poder presentarnos reflejos de uno
mismo, es decir, mostrarnos como en un espejo nuestra propia humanidad en
nuestras propias circunstancias. William
Shakespeare nos muestra todo el tiempo en su obra esos espejos de
humanidad, curiosamente quintaesenciados y a la vez particularizados en
circunstancias concretas. Si como en La
Vida es Sueño de Pedro Calderón de
la Barca, resulta que somos más parecidos a lo que soñamos ser que a lo que
somos, sin podernos diferenciar, es tal vez porque estamos hechos del tejido de nuestros sueños. Pienso en tantas
gentes que he conocido en mis andanzas por la vida, y también cómo me he comportado
yo mismo en innúmeras ocasiones en las más diversas circunstancias, y me
encuentro allá y aquí, a derecha e izquierda, adentro y afuera, arriba y abajo;
que soy a veces el Yago de Otelo, el Mercucio de Romeo y Julieta,
la Cordelia de El Rey Lear, el Falconbridge
de El Rey Juan; el Marco Antonio de Julio César; que quisiera conocer y enamorarme de la incomparable Rosalinda, a la que jamás encontraré de
nuevo; y honestamente ya no sé si es Shakespeare
quien ha retratado este mundo o es este mundo el que se esfuerza por
auto-retratarse lo más parecido posible a imagen y semejanza de William Shakespeare.
Y si aún lo dudas, mira esto: http://www.youtube.com/watch?v=999mLuLm32E
V
Colofón
Y así, dado que nada de lo humano
nos es ajeno, podemos abordar a Shakespeare
sabiendo que además de entretenernos a ultranza, lo haremos en nuestra propia
salsa. Y claro, para encontrarle todo eso al hombre, hay que leerlo, así que lee lo que quieras de Shakespeare, como
quieras y donde quieras, y créeme que no te arrepentirás. Pero puede que te
convenga primero verlo representado. Tú escoges.
CRÓNICAS DE LECTURAS – 29
Leer la Biblia: Los Apócrifos
I
Las Otras Versiones
Aprovechando de la pasada Semana Santa me disparé algunas
Crónicas sobre la Biblia. De alguna
manera yo sentía que las debía, era un bicho que me andaba picando hacía muy
buen rato, y conseguí sacarme el clavo con más o menos éxito, pues he notado
que alguna gente le ha prestado alguna atención, y eso, después de todo, es lo
que quiero que ocurra. Dígase lo que se diga uno escribe para que lo lean. Pero
algunas cosas se me quedaron de las otras Crónicas y eso hay que repararlo. Es
que la Biblia no es un texto
normalizado para todas las religiones, hay Biblias
Católicas, Evangélicas, Ortodoxas y de otras confesiones cristianas, en
especial las orientales, en las que el número de libros considerados parte del
Canon Sagrado aumenta o disminuye. Es el caso de la Epístola de Santiago con las Iglesias luteranas, o de los libros Tercero y Cuarto de Macabeos con la Iglesia Ortodoxa. El orden de los Libros
suele ser también muy diferente, destacando por su sencillez el original judío,
que los cristianos llaman el Antiguo
Testamento: La Ley, los Profetas y los Demás Escritos (Torah, Neviím y Ketuvim). Las traducciones y su
mayor o menor fidelidad a los textos originales han producido discusiones
acerbas y a veces bastante abstrusas: Algunas confesiones hacen cuestión de
estado de la manera de pronunciar la transliteración castellana (que aquí
transcribimos de izquierda a derecha, al revés de como debe ser) del
Tetragrámaton יהוה, que son las cuatro consonantes hebreas Y(od) H(ei) V(av) H(ei). Estas
equivalen al Nombre de Dios, el Yo Soy
de la zarza ardiente de Moisés, que
en hebreo se escribía y se escribe sin vocales, porque en esa lengua, como en
árabe, simplemente no hay vocales que escribir y por lo tanto el problema de
cómo pronunciar el Nombre de Dios se resolvía simple y llanamente prohibiendo
pronunciar el Nombre de Dios, lo que en buena cuenta resulta no solamente más
práctico sinio muchísimo más arcano y solemne.
Por ende, que unos entiendan se
deba pronunciar el Tetragrámaton Y(od)
H(ei) V(av) H(ei) como Yahvéh, en tanto que otros señalen,
exijan e impongan el término Jehováh como único que debe
emplearse, implica que hay quienes colocan el empleo de esta pronunciación como
suerte de lindero entre aquellos que después del Universal Ajuste de Cuentas
gozarán de la eterna Pachanga Celestial, mientras los pecadores que
pronunciaron mal se rostizarán al spiedo con carácter permanente. Y esto constituye
a nuestro humildísimo y peculiar modo de ver una de las más estúpidas y bizantinas
discusiones que se puedan sostener, y yo supongo que el Buen Dios debe estarse
lamentando de que al tarado de Moisés
se le olvidara el glosario al lado de la zarza, que contenía la pronunciación
fonética canónica. No se puede confiar en estos seres humanos. Lo que sí me
queda patente es que las gentes parecemos necesitar más de fórmulas mágicas
antes que de verdades éticas y morales que guíen nuestras conductas. No sé
ustedes, pero para mí eso no es más que una elaboración del infantil miedo al
castigo. En fin, si esto se presenta con el Tetragrámaton, imaginemos lo que
pasa cuando se trata de exégesis y hermenéuticas de textos mucho más extensos.
Ya nomás entenderse con la gente es bastante difícil, porque aunque digamos lo
mismo (y a veces hasta con las mismas palabras) a veces se te juzga por tu
intención, por la intención del que te habla; por tu tono, por la interpretación
de tu tono; por la expresión de tu cara o por el que habla contigo cree que es tu
expresión. Si algo es difícil en la convivencia humana es ponerse de acuerdo. Viéndolo
desde acá es comprensible la dificultad que hay para entenderse en términos de Verdad
Divina
II
Lo de los Unos y lo de los Otros
Por siglos la Iglesia Católica se
irrogó la interpretación única y oficial del texto sagrado, oponiéndose así a las
Sociedades Bíblicas fomentadas por las Iglesias Reformadas. Conviene repasar
algunos acontecimientos al respecto: La Católica Congregación de Propaganda Fide criticó acerbamente la
falta de comentarios y notas en los textos bíblicos, en buena cuenta el exceso
de confianza en que el Espíritu Santo asista al fiel según el Libre Examen. Por
otra parte es muy cierto que hay serias dificultades para traducir el espíritu
de las lenguas bíblicas, el hebreo y el griego, a otras lenguas. El Concilio de Trento (1545-1563) exigía
de los fieles ciertas condiciones para leer la Biblia en lengua vernácula, como someter la traducción a la
aprobación de Obispos e Inquisidores, tarea que luego se confió a la Congregación
para la Doctrina de la fe, que entre
otras brillantes ideas instituyó el Índex,
en el que por cierto jamás estuvo la Biblia.
Estas limitaciones fueron liberalizándose poco a poco, aunque se mantuvo la
prohibición absoluta de toda traducción de procedencia “hereje”. Una importante
Comisión Católica fue fundada por el Papa León
XIII con el fin de cuidar de la exposición y conservación del verdadero
sentido de la Palabra. La existencia de esta Comisión y sus sucesoras puede
leerse de dos maneras diferentes y complementarias: Por una parte atiende a la
modernidad – por ejemplo los descubrimientos científicos, mejorando la
transmisión del Mensaje; por otra puede verse como encargada de ajustar la
Palabra a la Ortodoxia Católica. Las Sociedades
Bíblicas nacieron en Inglaterra hacia 1662, y en 1777 inician la edición de
Biblias en Norteamérica. En 1946 se
fundan las Sociedades Bíblicas Unidas,
que hoy combinan los esfuerzos de más de 150 organizaciones y probablemente son
la principal editora de Biblias en la
actualidad.
Presenta mucho más interés, por más
que no se ajuste a la Ortodoxia, observar la existencia de ciertos libros
asociados a la Biblia que comparten
con ésta algo de su importancia y/o su sacralidad, aunque por lo general
siempre se reconoce a la Biblia como
la fuente religiosa más sagrada e importante, la que le da soporte a todas los
demás. Es el caso, nos parece, de los libros judíos Talmud y Mishná. Estos
textos son desarrollos posteriores, añadidos si se quiere, a la Torah. El Talmud, en sus dos versiones – de Jerusalén y de Babilonia – recoge
viejas tradiciones judaicas y muchísimos comentarios. La Mishná (“Enseñanza”) es una codificación de leyes orales y
comentarios de mucha antigüedad. Su importancia relativa se evidencia en la profunda
tradición rabínica de “construir un muro alrededor de la Toráh”, que ha permitido mantener la esencia de la religión judía
sin demasiadas infiltraciones heterodoxas, inclusive del Talmud y la Mishná. La Qábbalah o Cábala es definitivamente otra
cosa, y el que estas líneas escribe declara no saber nada de ella, así que no
hay comentario posible. Hay diferencias entre la Iglesia Católica y las
Evangélicas en cuanto al número de libros de la Biblia, que fluctúa entre 66 y 73. Y está el caso de los llamados apócrifos,
es decir, libros no canónicos y en ocasiones considerados falsos, en especial
cuando se utilizan para sostener desviaciones pensadas como heréticas. No
confundamos estos libros con los llamados deutero-canónicos,
que son tan canónicos como los protocanónicos, cuando menos para los Católicos,
pues para los Protestantes son apócrifos, y no los incluyen en sus Biblias.
III
Los Libros Apócrifos
Existe una cantidad de libros
considerados apócrifos sumamente grande, tan grande como la necesidad de
afirmar ciertas ortodoxias sobre otras, o tratar de imponer ciertas creencias
en el imaginario de las gentes, y cada confesión tiene sus propios apócrifos.
No pretendemos dar cuenta de todos, de hecho nuestra ignorancia en este terreno
seguro supera ampliamente a nuestro conocimiento. Entre los apócrifos
hay algunos libros mencionados en la Biblia,
recordamos específicamente un par en la Epístola
de Pedro, en el Nuevo Testamento,
que son la Asunción de Moisés, y el Libro de Enoc, de carácter apocalíptico,
y que me parece mencionamos en otra Crónica. Otros que corresponderían al Antiguo Testamento pero no se incluyen
en las Biblias Católicas por no ser
considerados parte del Canon - aunque sí los encontraremos en las de otras
denominaciones, principalmente la Iglesia Ortodoxa - son los Salmos 151 al 155, el Libro Tercero de Esdras, los Libros Tercero y Cuarto de los Macabeos, el Libro
de las Odas, el Libro de los Salmos
de Salomón, el Apocalipsis de Baruc,
el Libro de los Jubileos, y algunos
trozos sueltos que constituirían diversos añadidos a Libros considerados
Canónicos. Al revés de lo que se cree, la lectura de los apócrifos no está
prohibida, y en ciertos casos se les ha incluido en ediciones históricas de la
Biblia, puesto que mayormente no parecen opuestas a la doctrina, y se
consideran como lecturas edificantes, aunque es obligatorio señalar que no son
inspiradas por Dios.
Es curiosa la aparición de
algunos Apócrifos de creación
aparentemente reciente, siempre amparados en problemáticos indicios de
antigüedad, como es el caso del Evangelio
Secreto de Marcos, nombre sugestivo por lo de “secreto”, pero cuya fuente
es dos fragmentos de una carta del Padre de la Iglesia Clemente de Alejandría, carta que también presenta dudas sobre su
autenticidad, y que casi seguramente es una falsificación. En los primeros
siglos del cristianismo, el interés debe haber sido justificar el cuerpo de
pensamiento gnóstico con textos a los que se les adjudicaba carácter sagrado.
En nuestras épocas el interés parece ser más bien crematístico. Por lo demás,
aparte los evangelios, ha habido
muchísimos otros escritos del Nuevo
Testamento considerados apócrifos. Hay Hechos de diversos apóstoles y para todos los gustos. Las Actas de Pedro, por ejemplo, contienen
la leyenda de Jesús saliendo al
encuentro de Pedro cuando abandona
Roma, que Henryk Sienkiewicz retomó y modificó en su obra Quo Vadís?. Asimismo hay Epístolas que se atribuyen al Apóstol Pablo, como la Carta a los Laodicenses, la Tercera
a los Corintios, la Carta a los
Alejandrinos y un curioso y problemático intercambio epistolar entre Pablo y el filósofo romano Séneca. Abundan las versiones apócrifas
inspiradas en el Apocalipsis o Revelación del Apóstol Juan: Ascensión de Isaías, Apocalipsis
de Pedro, Apocalipsis de Pablo y
el Pastor de Hermas. Quizá en esta parte quepa mencionar al Libro de Mormón y la Perla de Gran Precio, libros sagrados de
la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, considerados tan
sagrados como la Biblia, y que serían
supuestamente traducciones hechas por el profeta Joseph Smith de viejos papiros,
realizada en la primera mitad del Siglo XIX.
IV
Los Apócrifos y su
importancia económica
Cada cierto tiempo aparecen
novelas – con su contrato para la película incorporado - que especulan con un
conjunto de creencias “ocultas” o “escondidas” a propósito y culpablemente por
diversas instituciones, en especial la Iglesia Católica, con el fin aparente de
mantener su poder. La tradicional y secular antipatía de las confesiones
evangélicas por el “papismo” tendría alguna parte en ello. Desde la Reforma los
países anglosajones han asimilado a la Iglesia Católica con el oscurantismo, la
prohibición y la culpa, y ello se constituye en adecuado sustrato para escribir
cierto tipo de narrativa. Aunque en la actualidad el laicismo y el agnosticismo
ganan terreno constante, existe un sustrato anticatólico para ser explotado. Se
venden argumentos basados en teorías de complot donde la Iglesia Católica tiene
parte activa. Los códigos novelísticos permiten la mezcla desigual entre
realidad y ficción, y así un autor contemporáneo de dudosa calidad pero de
mucho oficio como Dan Brown aplica
los protocolos literarios que mantienen enganchados a los lectores. Entre estos
esquemas está jugar con un limitado concepto del Bien y el Mal, asignando el
Mal a la Iglesia Católica, como en Ángeles
y Demonios, o a un sector de ella con muy mala prensa (El Opus Dei) en El Código Da Vinci; y el Bien al erudito individualista que
representa la crítica, la razón y la ciencia. Vale señalar que el que estas
líneas escribe no siente simpatía alguna por el Opus Dei, pero si lo que hace Brown
es crítica del Opus Dei, yo soy un
marciano. Este asunto tiene su importancia, porque para poder sostener el complot
se necesita plausibilidad, es decir tienes que presentar motivos y argumentos
para que te crean. Y así se recogen textos como el protoevangelio de Santiago (fuente para la vida de María, Madre de Jesús), o el muy breve y gnóstico Evangelio de María Magdalena, se les sacan dos o tres ideas, que se
estiran, lavan, percuden y malcocinan con sal, pimienta, comino y hasta lejía,
y se las sirve en tapa dura y edición de millón de ejemplares.
Y ese es todo el acercamiento que
las gentes tienen con los Apócrifos
del Nuevo Testamento. Hay, claro
está, cierta base histórica. En el transcurso de 2,000 largos años la Iglesia
Católica en diversas instancias y Concilios se pronunció sobre la veracidad
doctrinal de muchos de estos libros, populares en ciertos lugares y épocas, y algunos
resultaron prohibidos. He tenido entre mis manos la excelente edición de
Nácar-Colunga de los Evangelios Apócrifos,
así como otras, lo que demuestra que mientras no se les considere ortodoxamente
palabra de Dios, su lectura es posible si bien tampoco la fomentan. Los Evangelios Apócrifos son versiones más o
menos complementarias de la Vida de Jesús
narrada en los canónicos Evangelios de
Mateo, Marcos, Lucas y Juan. El problema para determinar la canonicidad de un texto
sagrado se puede resumir esquemáticamente en si la fuente es anterior a la
Doctrina que defiende, o la Doctrina anterior a la fuente. Resulta evidente que
el tal Evangelio es “falso” – es
decir, hecho por encargo - si es que es posterior a la Doctrina que defiende,
como parece haber ocurrido con la doctrina gnóstica, de alrededor del Siglo II
d.C., que se habría tratado de incorporar a la ortodoxia cristiana. El tema es
complejo y no lo resolveremos aquí, limitándonos a presentar algunos títulos que
se han conservado en todo, en parte o en fragmento: El Evangelio del Pseudo-Tomás resulta poco creíble, el Niño Jesús hace pajaritos de barro a los que
insufla vida, y causa la muerte de otros niños por travesura. El Evangelio árabe del Pseudo-Juan, el Evangelio de Bernabé, o el Evangelio de la Infancia según San Pedro,
fueron escritos en árabe y no se consideran canónicos. El Evangelio de los Hebreos podría haber sido fuente para los Evangelios de Mateo y Lucas, pero está
perdido, y sólo se le conocen citas hechas por San Ireneo, Eusebio de
Alejandría, San Jerónimo y Clemente de Alejandría. El Evangelio de Judas, claramente gnóstico,
defiende la acción de Judas Iscariote
como secuaz, auxiliar o cómplice del plan de Jesús. Desde perspectivas coptas y/o gnósticas otros evangelios apócrifos, como los de Bartolomé, Nicodemo y Pedro, narran
la Anastasis, o descenso de Jesús a los Infiernos. Interesantes son
los evangelios apócrifos de Tomás y Felipe, que reúnen supuestos dichos de Jesucristo. La lista, por cierto, es inmensa, y como dijimos, no la
agotaremos, pero tengamos por seguro que hay apócrifos para todos los
gustos, y para justificar cualquier creencia que pueda reportar algún tipo de ganancia.
V
Colofón
Si de algo estoy completamente
seguro después de haber buceado por más de media docena de Crónicas inspiradas
de una u otra manera por la Biblia,
es que en realidad casi no sé nada de ella. Haberla leído completa no es
garantía de nada, la Biblia es un conjunto que se merece su estudio, y recomiendo
su lectura, siempre y cuando esté presidida por la sensatez, y en esto estoy
seguro las confesiones religiosas nos acompañan. Punto por hoy.
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