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viernes, 10 de febrero de 2012

TEXTOS ESCOLARES: PALABRA ESCRITA Y PALABRA ORAL



“Enseñarle un libro a un peruano es cómo enseñarle la cruz a Drácula”
 (Poeta de la calle)

Es interesante constatar lo que pasa cuando repentinamente se descubre lo que todos sabían que pasaba, pero nadie se atrevía a decir. Casi hasta parece que importara. Los textos escolares están de moda, aunque tradicionalmente nunca se les ha dado mayor bola. De hecho, se han puesto en el candelero básicamente no por sus contenidos – aunque a algunos les encantaría introducir la censura de lo que no les gusta – sino por ese algo que, en la realidad real, realmente nos afecta a todos: SUS PRECIOS. El ruidoso rasgado de las vestiduras se oye en las radios, la televisión y hasta en la prensa escrita.

Mercantilización educativa

Lo que arma a la gorda y la pone de pésimo humor son los precios de los textos escolares, incluso con ley de congreso incorporada. Se descubre repentinamente que existen elementos mercantilistas de intermediación que encarecen los textos escolares, como si este hecho no hubiera sido archiconocido con anterioridad. Se evidencia la confabulación entre editoriales, instituciones educativas, directores y docentes, dirigida a exprimir aún más a los padres de familia que invierten en la educación de sus hijos, en nombre de la maximización y reparto de la ganancia. Esta no es más que la punta del iceberg, porque la mercantilización educativa está generalizada en nuestra sociedad, sólo que no se ha verbalizado lo suficiente. En Chile esto sí está pasando, y el hecho que las gentes aprendan a decir su palabra produce terremotos políticos constantes que derruyen el sistema político con más entusiasmo y continuidad que los movimientos de las placas tectónicas. Tal vez esto sea un preludio de lo que eventualmente podría ocurrir en nuestro país, aunque resulta difícil predecir cuánto tiempo nos tomaremos en eso de aprender a decir nuestra propia palabra.

Textos viejos y textos nuevos

De lo repentino surge otra “repentitud”: La de periodistas, políticos y otras gentes que se han convertido, no sabemos cómo, en especialistas en textos escolares, cuya principal herramienta conceptual parece ser la de extrapolar su propia experiencia. Comparan lo que eran los textos “en su época” hace 10, 15, 20 o 30 años atrás, con lo que creen que son ahora, y luego generalizan su experiencia personal, para desde ahí pontificar algunos razonamientos doctorales. Tratan a los textos escolares como si estos fueran deus-ex-machina, objetos mágicos cuya posesión, al modo de amuletos, significara la posesión de “cultura”. Se concentran en los contenidos conceptuales, como si alumnos y docentes leyeran los textos al modo de libros comunes y corrientes. Acuerdan a los textos escolares un aire de “autoridad” y se preocupan de que sus contenidos sean ortodoxos y adecuados, no  infiltrados por malvados ansiosos de destruir la nacionalidad. No es que el texto escolar no tenga su importancia. Se utiliza en las instituciones que sirven como correas de transmisión de los contenidos socio-culturales. Pero algunos parecen creer que en la realidad real, realmente sirven para algo más que para ganar plata. Para variar, en este y otros temas algunos terminan en el detalle y se olvidan de lo fundamental.

Lo escrito y lo hablado

El texto escrito es nada más que eso, texto escrito. Para que realmente sea operativo, para que realmente funcione, para que realmente sirva de algo, tiene que dejar de ser un amuleto para ser convertido en una Herramienta. Un amuleto es sagrado, una herramienta es útil. El texto escolar debe ser desacralizado, deconstruido y desencantado. Para ser útil debe ser verbalizado, hablado, desmenuzado, despachado intelectualmente. Los signos y dibujitos deben convertirse en sonidos, y éstos en conceptos e ideas. Hacer estas abstrusas operaciones implica aprender a operar con la mente. Suena fácil, pero puede ser extremadamente difícil si los textos escolares son caros. Si no los puedes adquirir no aprenderás a leer, del mismo modo que si no tienes piscina o mar o río ni te tirarás al agua ni aprenderás a nadar. El desarrollo de tu comprensión lectora depende de cuánta plata tengas después que te has comido el ajiaco que puedes solventar. Si te gastas lo que tienes solo en comer, todo lo que tendrás para leer serán los titulares de los periódicos en los quioscos, ese será todo tu alimento espiritual.

Leer y comprender lo que se lee se han convertido en bienes económicos, necesarios para conseguir y mantener una chamba que signifique algo más que sobrevivir. Vale plata, e intermediarlo hace ganar plata. Y como si no lees o no entiendes lo que lees tu chamba es problemática y tu movilidad laboral será como bailar permanentemente la conga, salir de eso tiene costo, y como no tienes plata porque ya te la comiste, seguirás en tu espiral descendente.

El texto escolar como herramienta

Si el texto escolar es una Herramienta, entonces es para ser usado. Es en el salón de clase donde se hace concordar la palabra escrita con la palabra realmente hablada, es decir con la propia capacidad para la expresión lingüística oral. No me sirve de nada el texto si no lo consigo hablar con mis propias palabras, mis propios saberes y desde mis propias habilidades. La desnutrición aguda o crónica no sería un problema de aprendizaje si no afectara las capacidades lingüísticas de los niños tanto en general como en lo referido a la comprensión lectora. La pobreza no sería un problema de aprendizaje si no afectara la posibilidad de los estudiantes de enfocar su atención y su concentración en la lectura como en las explicaciones orales. La desigualdad socioeconómica – está probado hasta la saciedad – afecta la misma percepción de lo que es posible entender y lo que no en la lectura y en la explicación oral. Podría incluso no haber textos escolares, y seguiría habiendo Educación y seguiría habiendo libros y los docentes podrían construir sus propios textos de acuerdo tanto a las exigencias sociales como a las características concretas de sus estudiantes. Esta es incluso una consecuencia lógica y previsible de un proceso de Diversificación Curricular llevado a extremos finlandeses. 

En las escuelas hay maestros intermediarios en la tarea de “hacer hablar” los textos y otros materiales de enseñanza / aprendizaje. Pontificar sobre los textos escolares no tiene sentido alguno si se les aísla de los maestros. Ellos “hablan” los textos y los hacen accesibles a los alumnos. El origen histórico de la palabra escrita es la palabra hablada, ni Cristo ni Buda ni Sócrates ni Zoroastro ni Confucio dejaron nada escrito. Fueron los evangelistas, Platón y otros hagiógrafos, exégetas y comentaristas los que fijaron para la Humanidad sus mensajes. Y seguimos fraseándolos y refraseándolos de acuerdo a nuestras experiencias y nuestros saberes y las preocupaciones de nuestra respectiva época. Y los nuevos mensajes que replantean las ideas que influyen decisivamente en la humanidad son nuevamente hablados. En el aprendizaje de contenidos jamás arrancamos de cero, sino de la experiencia común de la humanidad o de los diversos grupos humanos a los que pertenecemos.

Herramientas de enseñanza / aprendizaje

Un texto escolar se diferencia del no-escolar en diversos aspectos. El principal sería que está dirigido a formar, no solamente a informar. Tiene una dirección y un sentido intencional, no se lanzan a la aventura, tienen objetivos. Representan las habilidades y contenidos intelectuales y valorativos que la currícula escolar establece como socialmente deseables. Sus contenidos temáticos son producto de un análisis que determina lo que la sociedad y el estado creen que es trascendental que los niños y jóvenes conozcan. Pero un texto no trabajado es como Iglesia abandonada por falta de fieles. Nadie va hoy en día en peregrinación religiosa a Pachacámac, Garagay o a Maranga, mal que le pese a los nostálgicos del pasado precolombino. La utilidad religiosa de las huacas es inexistente, y la tendencia es invadir sus terrenos para lotizarlos y resolver reales necesidades de las gentes. Contrario sensu, a nadie se le ocurre invadir y lotizar la Catedral de San Pedro en Roma, porque como es obvio responde a las necesidades espirituales de millones de personas. Así funciona también con los libros en general y los textos escolares en particular.

Las comparaciones son odiosas, pero igual las haremos. Colombia no tiene más libros o bibliotecas que el Perú, tiene más lectores. Y hay diferencia, luenga diferencia. No nos faltan libros, sino cerebros que los operen. Presumir de tener libros que no se utilizan es una suerte de autocomplacencia petulante análoga a la del dictador africano que construye una Catedral más grande que la de Roma, por el puro prurito de aparecer en los records Guinness. Discutir el precio que las gentes pagan por los textos escolares, siendo importante y necesario, no es suficiente. Pensar los textos escolares en abstracto es discutir por qué se gasta una plata que no tenemos para que los alumnos adquieran lo que a veces se llama “cultura de sobaco”, es decir, libros humedecidos por la transpiración axilar, que no se abren más allá del índice.

Esto se aplica a los libros en general, no solamente a los textos escolares. Un libro adquiere importancia porque es leído, decodificado y comprendido. La influencia de “El Origen de las Especies”,  el “Manifiesto Comunista”, el “Tractatus Logico-Philosophicus” o el “Emilio”, entre otros, está en que su mensaje esencial es considerado importante para un número o clase importante de personas. Así entonces se le trabaja, refrasea, difunde, glosa. El mensaje de dichos libros se incorpora a la “marcha de la Historia” que quería Walter Benjamin. Pero los libros responden a la lógica de la época, y en esa lógica los libros deben ser escritos, editados y publicados, y ello porque hay una oferta y una demanda cultural. De ahí que editoriales como Libun y el Fondo de Cultura Económica se especialicen en libros universitarios, mercado cautivo; y que haya editoriales que se especializan en textos escolares, otro mercado cautivo y recontra lucrativo, aún si es regulado.

El negocio del texto escolar

Como nuestra sociedad lee poco y lee mal, y como se necesita leer para ser alguien, se puede hacer negocio con ello. Hay mercado, jóvenes. Es decir, producto, y marketing vinculado. Es decir, entre otras cosas, un concepto social de lo que es un libro, al que la oferta se ajusta para poder venderlos. El fast-book es un producto; el best-seller otro producto. Los diversos géneros se ubican en las librerías – especie comercial en acelerada extinción - de acuerdo a su posibilidad de ser comercializado. Es el reino de “lo que le gusta a la gente”, como con las gaseosas o las camisas. Y así los libros que más se leen en nuestro país son los best-sellers, los libros de autoayuda y los de metafísica zodiacal y otros análogos. He visto algunos de estos incluso en diversos Planes lectores. No entiendo cómo los libros de auto-ayuda pueden ser considerados literatura o instrumentos para la formación en valores, cuando sabemos que trafican con la baja autoestima de las gentes. Pero allí está “Quién se ha comido mi queso”, muchas veces en vez de Dickens, Ribeyro o Dahl.

El Plan Lector es, desde la perspectiva de la oferta, un negocio complementario del de los textos escolares, con la ventaja de ser menos estacional. Los textos escolares se negocian a principio de año, se les impone a los padres de familia y se cobra por ellos precios de oligopolio. Al igual que en los mercados financieros, los precios los determinan unos pocos ofertantes, pues nuestros docentes parecen no tener capacidad de crear sus propios materiales. Junto al texto escolar viene la Guía del Docente, que se orienta al empleo del Texto de la propia Editorial y muchas veces trata de subsanar las carencias de los docentes maximizando su tiempo y proporcionando planes de clase. Esto, que en sí mismo no es negativo, produce una relación de dependencia entre el texto y el docente, que termina por aplicarlo sin mayor crítica, y se siente eximido de emplear otros materiales. Aunque los contenidos de los textos escolares suelen ser bastante buenos en general, el hecho de que sean generalizados atenta contra casi cualquier esfuerzo de diversificación curricular.

Los formatos de los textos podrían modificarse para responder a la diversificación y a los cambios curriculares y el avance del conocimiento. Un formato fascicular donde se sustituyera algunas partes cada vez que fuera necesario implicaría contar con un texto permanente, muy dinámico, de menor costo y fácil adaptabilidad a las diferentes realidades locales y regionales. Y estoy seguro que puede haber mejores ideas. Pero es obvio que nada de esto conviene al negocio, organizado en una economía de escala, que vive en parte de las rentas creadas por la repetición de contenidos año tras año. No se ve que haya mayor innovación en este aspecto pues no existe interés alguno en ello. Las editoriales no lo harán a no ser que la autoridad educativa lo exija. Y como nuestra autoridad educativa no lo exige, la situación permanece igual año tras año, las editoriales ganan, ciertas autoridades ganan y otras se hacen la vista gorda. Los que pierden son los alumnos y los Padres de Familia, y cuando se visibiliza se adoptan soluciones parche.

Procesos y contextos

En estas épocas la información es impartida y operada en nuevas y diferentes formas. El libro y el texto ya no son lo que eran. Estamos en la cresta de la ola de cambios tan importantes como los que dieron lugar a la invención de la Imprenta de tipos móviles de Gutenberg.  No se puede separar los contenidos intelectuales de sus soportes físicos. El libro es un transmisor de conocimientos, pero las habilidades necesarias para decodificarlos y entenderlos dependen de sus soportes. Las computadoras y demás pantallas soportes incorporan nuevas maneras de leer, decodificar y comprender. Los hipertextos, hashbacks, memes y otros artilugios mentales requieren de desarrollar las tradicionales habilidades mentales e incorporar otras nuevas. Discutir los textos escolares en abstracto pasa por alto este importantísimo tema. Se le ha dejado el tema a la educación no formal y para variar las necesidades nos encuentran con los pantalones abajo y discutiendo la coloración de las truzas. Se trata con éxito menos que mediano de generalizar el empleo de las computadoras en las escuelas, no como impartidor de conocimientos sino como formador de habilidades. En este panorama se inscribe la problemáticas del texto escolar.

Sin embargo, el contexto en el que se trata el tema de los textos escolares es decimonónico. Hablamos de ellos implícitamente como de un medio para uniformar la impartición vertical de conocimientos, cuando es tan obvio que las habilidades requeridas hoy en día de pensamiento crítico y creativo, de innovación y de investigación, cambian desde la raíz el viejo y exclusor concepto de erudición enciclopédica que muchos creen aún debería ser objetivo primordial de la Educación. Ahí encontramos al pensamiento conservador que se mete por los palos y a poco más aspira a establecer una censura de contenidos. No es que funcionaría tampoco. Como bien se sabe, todo se encuentra en Internet, y las habilidades de discriminación de contenidos y de direccionalidad en la indagación simplemente no son formadas.  Y los textos escolares parece que lo principal que hacen al respecto es incorporar links a diversas páginas web.   

Colofón

La Educación es un hecho social. Se enseñará de una u otra manera. Bien está que se plantee el problema de los costos de los textos escolares, pero el Iceberg es mucho más grande y profundo. Implica los objetivos de la Educación y los medios a emplear. Por supuesto, los que administran la Educación están en la desagradable situación de arrancar desde lo que tienen, y tratar de gestionar las dificultades suele obliterar los cambios necesarios. Un adecuado uso del texto por parte de los docentes implicaría una reingeniería completa y un esforzado programa de actualización y capacitación solamente para ponernos en el nivel del Siglo XX. Los requerimientos del Siglo XXI son mayores, incluyen los del Siglo XX y añaden más. Lo que catapulta los cambios en Educación, como en todo, son los requerimientos y necesidades sociales tal como son percibidos por la opinión pública y sus presuntos representantes. Y si discutimos los textos escolares como si fueran una cosa en sí misma aislada del resto, se nos escapa la perspectiva. Nos falta una visión social de conjunto. Alguien debería ocuparse de proporcionarla. Y punto por hoy.


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