Pena de Muerte, Barbarie y Manipulación Política
Esta mañana el Señor Presidente de la República del Perú se levantó con ganas de establecer una agenda política. Como ya nos tiene acostumbrados a la profunda inanidad intrínseca de los temas de agenda que ha venido planteando, los que usualmente culminan en globitos llenos de humo; la gran mayoría de la gente pensante no consigue, por más buena voluntad que tenga, tomarla en serio por sí misma. Más bien, la gente pensante tiende a buscar cuál puede ser el intríngulis – vale decir, la intención política secundaria – latente, que se manifiesta detrás de lo efectivamente dicho. Por supuesto un buen análisis debe ser multifocal – término bellísimo, si supiéramos a qué miéchica se refiere si no es a varios focos. En todo caso, no es una buena declaración política aquella que no sirve a diversos fines, y en eso el Señor Presidente de la República es definitivamente un experto.
Una manera de analizar el tema es examinando qué cosas ocurren en paralelo y qué relación puede guardar con lo declarado. La intención suele ser “aguar” otras noticias, como la eventual tacha del candidato conjunto del Apra y del Fujimorismo a la Alcaldía de Lima. Como escribimos haciendo uso de nuestra libertad, que nos deja escribir para la media docena de gente que con tanta amabilidad sigue este espacio, creo que podemos interpretar que ese cuento de Carlos Roca candidato del Apra no se lo cree ni él mismo. Sospechamos que los varios miles de millones que se afectarán de ahora en adelante para asegurar la pitanza de las Fuerzas Armadas puede tener alguna relación. Así como las públicas desventuras conyugales del Presidente de la República, incómodamente aireadas en estos días.
Otro modo es observar de qué trata el tema, y a quienes fortalece, esconde o ataca. En el caso que nos ocupa, como en otras ocasiones, se trata de la Pena de Muerte. Un tema que no es nuevo, y que nos da qué pensar acerca de lo que significa utilizar el aparato del Estado para poder matar gente. Indudablemente resulta escandalosa y condenable la lenidad judicial (que suelta asesinos, narcotraficantes y otros delincuentes), la inutilidad policial (que suelta asesinos, narcotraficantes y otros delincuentes), y la culpable estupidez legislativa (que da la base legal para soltar asesinos, narcotraficantes y otros delincuentes). Pero graciosamente, el Presidente de la República es el jefe máximo de la Policía, y es su responsabilidad política empezar a hacer algo al respecto. O de repente piensa como su exministra del Interior, la tristemente célebre Mayor del Ejército Mercedes Cabanillas que dijo tener una responsabilidad de coordinación, y que son otros los que cargan con los muertos. El Apra, que sepamos, tiene además una nutrida representación en el Congreso. El Presidente de la República no menciona las responsabilidades políticas propias ni de su partido, distanciándose de un modo bastante forzado del asunto.
La cercanía del Presidente de la República con las posiciones más autoritarias, que data desde el momento en que renunció a su programa político – inmediatamente después de las elecciones, claro – lo acerca al gelatinoso extremo derecho de la alianza en el poder, que pugna por repartirse la torta estatal en esquemas variables en sus actores, pero al final siempre con el mismo resultado. Vale decir, fuera de la cortina de humo lo que hay es una defensa programática de la fuerza como solucionadora de problemas, que lo acerca a sus obvios y siempre negados aliados, y a la vez les quita la exclusividad de una de sus banderas autoritarias más queridas.
Lo que indudablemente resulta más fácil es solicitar, exigir, engolar la voz disparando la Pena de Muerte como solución a los problemas, montándose sobre casos particulares y convenientemente aireados, y jugando irresponsablemente con las naturales ansias vengativas de una parte de la población, más la hartura de otro sector que es inducido a pensar que si fusilamos gente eso resuelve el problema de la delincuencia.
Creo que no hay duda alguna en cuanto a la defensa de la barbarie y el desesperado intento de voltear la posición abolicionista que, en nombre de la humanidad, se asumió hace ya bastantes años. Estos retrocesos en lo humanitario, claramente guiados por las minucias políticas del momento, no nos hacen ningún favor, a nadie, si no es a aquellos que les encantaría ser los ejecutores. Es que disponer del poder de la vida y la muerte debe ser riquísimo y delicioso, y seguro eleva la autoestima de algunos de una manera espectacular. Para no hablar de la posibilidad de tener amenazados a los eventuales opositores. Claro, podemos entonces apelar al asesino que todos llevamos dentro, e ir a la solución que parece más fácil y adecuada. Es decir, les disparamos y ya. O, como quiere el Presidente, cortarles la cabeza, suponemos que con un hacha sin filo, para que sufran bastante, se derrame una roja sangre que resalte en la pantalla (podría transmitirse en vivo y en directo, se vendería publicidad que da miedo) y el populacho se sienta satisfecho y no se preocupe de minucias, como los Petroaudios, por ejemplo, que deben quedar en manos de los inteligentes. Que para eso “semos” la aristocracia. O la “kakistocracia”.
De hecho, el Presidente de la Corte Suprema ha salido al frente del exabrupto presidencial poniendo algunos puntos sobre las íes. Pero por desgracia, el tema de agenda ya fue, ya no es ese, ya pasó la noticia, ya se ganó el titular de los diarios chicha, los que manejan ya sabemos quienes. Y por lo tanto apostamos doble contra sencillo que a Villa Stein se le dará el silencio por respuesta, o algunas palabritas para salir del paso, porque los objetivos políticos del exabrupto ya se han logrado: Convertir en sentido común la barbarie, distraer de la debacle de Kouri y del ridículo de Carlos Roca, reforzar la Alianza en el Poder moviendo tres o cuatro piecitas conceptuales. Quien sabe si devolver uno que otro favorcito político.
Por ende, no habrá resultados reales en todo este asunto, fuera de algunos escandaletes mediáticos. Nada pasará, fuera de unos cuantos titulares y artículos periodísticos. No se puede tomar en serio este tema. Y menos en el Señor Presidente de la República. En especial después de soltar a Lori Berenson por gestiones (¿u órdenes?) directas del Presidente Obama. Sobre todo después de estar bastante claros que mientras el Presidente exabrupta, la delincuencia se está apoderando de la sociedad, no sabemos si con la lenidad, complacencia o alianza de los responsables políticos. En especial cuando los grupos en el poder están abocados en hacerle comulgar ruedas de molino a la ciudadanía haciéndole creer a través de sus medios que los cárteles de narcotraficantes colombianos y mexicanos no están actuando en el Perú, y que más bien es Sendero Luminoso quien controla el narcotráfico. Una como esa de creer que Carlos Roca es el candidato del Apra.
Ahora, quizá la mejor ganancia de todo este asunto sea el que resulta muy gracioso escuchar al Presidente de la República empleando términos como “miserable” y “marica”. Aunque estamos seguros que hay términos mejores. Y también temas mejores.
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