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domingo, 11 de diciembre de 2011

LA GUARDIA DE SÓCRATES


“Es un error capital teorizar sin datos” (Sherlock Holmes, personaje de Arthur Conan Doyle)
“¿Quién vigila a los vigilantes?” (Juvenal)

Sismo político

El sismo político producido ayer sábado es sumamente interesante. Si un terremoto pudiera planificarse, no podría haberse planificado mejor de cara a los actores políticos. Los medios de comunicación fueron cogidos de sorpresa, porque nadie se espera que algo realmente serio pase un sábado por la noche. Los apresurados artículos y birlibirloques sacados de la manga por el periodismo este domingo, y los diversos intereses en juego presentado así lo demuestran. Muchos no sabían qué estaba pasando, y trataban de ponerse al día de los acontecimientos a toda turbina. Lo cierto es que la renuncia de Lerner se veía venir, y las sorpresas no vienen tanto de ese lado, sino de la forma, de los discursos, de los cambios y de las personas que los ejecutarán. Este sismo ni tiene tantos grados en la escala de Richter, ni tantas ondas longitudinales como a los catastrofistas les gustaría. Apenas un remezón que asusta, pero no destruye.

Pero para algunos sí. Las cabezas que ruedan y dejan regueros de sangre por las paredes de asesorías y ministerios perciben fuerte el sismo, pero esa es una percepción de parte, si bien convenientemente aireada. Los del otro extremo se congratulan de las destrucciones producidas, ya habían vivido su propio sismo antes, en todo caso. Era más que obvio que tarde o temprano el oficialismo tenía que hacer exactamente lo mismo que hicieron sus homólogos del continente, que es darse el espacio para gobernar, y por eso deberíamos tratar de ver el asunto en un contexto más amplio. Las formas y los resultados suelen ser diferentes. La extrema izquierda se equivocó al tratar de forzar la mano cuando se imponía por su propio peso una política bastante menos chabacana. La extrema derecha trata, y seguirá tratando, de recuperar todos los resortes del poder que pueda, y por supuesto recargará las tintas en la “inestabilidad” y el “fracaso”. Titulares bacanes, grandes chichones y poco más.

Cometer seppuku

El seppuku o harakiri es una costumbre que, en pocas palabras, se produce cuando alguien, por honor, se suicida. La extrema izquierda no aceptó el papel subordinado que le tocó, y sintiéndose llamada a destinos más altos, sacó al fresco sus cuadros y, tal como en el arequipazo de la época de Toledo, trató de imponer sus condiciones. No me meto con la justicia de la causa, que Dios defiende, solamente con la parte política del asunto. Tratóse de empujar al gobierno hacia la izquierda, basándose en los cuadros de izquierda ya instalados en él, y la maniobra salió cuadras. El cálculo resultó erróneo desde todo punto de vista, lo que podríamos atribuir a la entusiasta contemplación del propio ombligo de parte de ciertos personajes y comisiones políticas. Ni el tiempo era el adecuado, ni la correlación era favorable, ni las experiencias anteriores en otros países mostraban éxitos en este aspecto. Que un extremo del espectro político le entregue el poder al otro ha ocurrido antes. Cierto es que la convivencia entre diversos sectores en el Gabinete tampoco fue que trajo la solidez necesaria. Así que cuando se habla de “ajuste”, no parece ser una finta.

El arequipazo de tiempos toledistas trajo como consecuencia un debilitamiento general del gobierno durante la época de Toledo. Ese debilitamiento lo provocó la izquierda incendiaria y lo usufructuó la derecha congelada. Un gobierno débil es un riesgo que el Presidente Humala no puede correr de ninguna manera, si pretende lograr lo que se propone. Y así, cuando la extrema izquierda trata de empujar el asunto hacia un lado, lo único que podía ocurrir era que el hombre se plantara sobre el sitio y exactamente eso ha hecho. No falta quien le proponga al Presidente la alianza con el fujimorismo, derecha congelada aspirante a representar a toda la derecha, y ahí el riesgo de caerse al otro lado es real aunque improbable. No creemos que esto pase, pues no faltan actores políticos muchísimo más potables, adecuados y realmente aportantes. Juntarse a la derecha congelada no tiene sentido ni siquiera cuando hace calor. Se muere uno igual en el desierto del Sahara que en la Antártida. Si hay que salirse de los trópicos políticos no hay necesidad de dirigirse a las regiones polares. Hay espacios mucho más templados, y el costo político nos parecería funesto para la gobernabilidad.

La Guardia de Sócrates

No vamos, como nuestro héroe Sherlock, a teorizar sin datos. A estas horas no sabemos quienes conformarán el nuevo Gabinete, dato que nos dará en parte la conformación del nuevo tablero, quienes se van, quienes se quedan, y por qué se fueron unos y entraron otros. Habrá seguramente hartos rumores hoy hasta que se sepa la composición del Gabinete, la mayor parte serán especulaciones dirigidas a imponer agendas. Pero lo básico a estas alturas ya se sabe, y sobre el detalle diremos algo más, una vez que sepamos quienes ejecutarán. Como es obvio, las políticas económica y de inclusión social – columnas gemelas de la política de este gobierno – se sostienen, y el tema no está en su sentido, que a estas alturas está muy claro, sino más bien en el cómo garantizar que estas columnas se sostendrán sin ser remecidas desde la izquierda y la derecha del espectro político, en especial mirando hacia la crisis mundial que se avecina. Y aquí pareciera que la tesis de los “guardianes socráticos” resulta importante, al tratar de crear una base para apuntalar el edificio de los próximos años con esa dicha tercera columna.

(Paréntesis: No dejó de causarme gracia que en la noche del sábado algunos supuestamente muy cultos periodistas preguntábanse hasta por el túiter qué era eso de los “guardianes socráticos”. He notado que muchos periodistas son terriblemente petulantes y que aceptar en público que exista un tema del que no saben, o que no encuentren fácil en wikipedia, pone frenético a algunos. Nosotros, que no somos periodistas sino docentes, menos mal no tenemos que hacerle creer nada a nadie, qué alivio. Nosotros cuando sabemos, sabemos, y cuando no sabemos, pues no sabemos, y por eso aprendemos. )

El Discurso del Presidente en Ayacucho por el Día del Ejército – 9 de Diciembre, aniversario de la Batalla de Ayacucho – y la repentina renuncia del Premier Salomón Lerner tienen así evidente relación. La apelación del Presidente al tema ético-moral está definido sin duda por la política de coyuntura, pero obedece también a una estructura mental del cómo enfrentar los problemas políticos. No deja de tener cierto valor establecer criterios éticos en los temas políticos. Para los que no sepan – que no es un crimen no saber, lo es quedarse en la ignorancia – los guardianes socráticos a los que el presidente aludió pueden encontrarse en uno de los Diálogos más conocidos del filósofo griego Platón, “La República”. Me dirán que en ese caso son platónicos, pero lo cierto es que Sócrates, que no dejó nada escrito, es conocido por su discípulo Platón, que sí escribió haciéndolo el protagonista de sus Diálogos. Podemos discutir hasta la saciedad la influencia de uno sobre el otro, o la fidelidad de Platón al transmitir las ideas socráticas, pero eso no viene al caso ahora.

Quién vigila a los vigilantes

El Diálogo “La República” ha levantado muchísimo debate, porque para algunos es epítome del buen orden político que garantiza la gobernabilidad, mientras que para otros es la peor de las dictaduras posibles, dada la eternización de una estructura social congelada, que incluye la clase de los Guardianes. Llama la atención que estos Guardianes que sostienen las estructuras del Estado en funcionamiento sean los que gobiernan, pues por sus características solamente ellos poseen las condiciones éticas necesarias para percibir y querer el interés común de todo el Estado. Solamente así me parece se puede entender la alusión del presidente al Servicio Militar Obligatorio. Puede que no nos guste la idea, pero lo cierto es que si para alcanzar la condición de la ciudadanía hay que pasar por la milicia, hay un curioso elemento democratizador presente.

Los Guardianes, además, poseen los atributos del filósofo en la medida que por sus características son los que reflexionan más a profundidad sobre el Estado, motivados por su exclusivo interés en su defensa y permanencia. Esto es arriesgado, pues puede confundirse fácilmente la posesión del garrote con la de la razón. Otro rasgo interesante de los Guardianes es que, según Platón-Sócrates, no deben tener acceso a la propiedad privada, ni a la familia, y es bastante obvio que en la actualidad las Fuerzas Armadas son lo que más se parece a esta Guardia de Sócrates, en la medida que sus intereses familiares y pecuniarios están subordinados a – y cito al presidente – la Disciplina Militar. La apelación a los valores morales de los guardianes corresponde, por supuesto, al mundo platónico ideal, pues el pensamiento político griego clásico buscaba en medio de sus crisis políticas grandes sistemas ideales que resolvieran de una vez por todas los graves problemas que afrontaban. Los romanos no eran tan buenos teóricos como los griegos, pero sí políticos mucho más prácticos y sutiles, y en evidente sarcasmo y cachita dirigidos a Platón, el poeta latino Juvenal preguntaba con sorna: Quis custodiet ipsos custodes? Es decir ¿Quién vigila a los Vigilantes? Si bien Platón presupone que ellos se vigilarán a sí mismos, estamos ante un tema político de grandes proporciones.

Guardianes y Conflictos Sociales

El tema de cómo afrontar los conflictos sociales, en relación con el tablero político y las estructuras de poder realmente existentes, resulta en un tema de realpolitik. Sin embargo, muchos actores políticos los tratan como si fueran una cuestión ideológica. Las estructuras políticas se construyen en base a la sucesión de coyunturas, y representan los tiras y aflojas entre el programa – la Hoja de Ruta – y el estado del tablero político en el corto y mediano plazo. No hemos aprendido aún a hacer política realista y conveniente, realmente pragmática. Desde una perspectiva ciudadana aún estamos tratando de empujar las cosas sin considerar el entorno político, siguiendo más al propio hígado que al conjunto de lo que existe. Las interacciones hepáticas han terminado por producir el conjunto de torpezas políticas que nos ha llevado a este punto.

Nuestro orden constitucional es claro: El Jefe de Estado lo es también del Gobierno. La Gobernabilidad es su chacra, y por ello delega funciones, no responsabilidades. El Presidente del Consejo de Ministros posee gran importancia, después de todo el Jefe del Estado lo convoca como el Gran Coordinador de sus Políticas, pero es obvio que si las Políticas que el Jefe del Estado pretende ejecutar no se ejecutan o se ejecutan de una manera que no le parece, pues tiene la libertad de decidir el cambio, en especial cuando la realidad lo empuja. Contrario sensu, el Premier puede renunciar, precisamente por estar en desacuerdo con esas políticas o el modo de implementarlas. Los conflictos sociales no se afrontaron debidamente pues un gabinete arco-iris no luce tan funcional como parecía al principio. Introduce así el jefe del Estado un tercer actor, que a algunos puede que les guste más que a otros. Pero que lo mete, lo mete. Creo que más no podemos decir por el momento. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos. 

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