“Es un error capital teorizar sin datos”
(Sherlock Holmes, personaje de Arthur Conan Doyle)
“¿Quién vigila a los vigilantes?” (Juvenal)
Sismo político
El sismo político producido ayer
sábado es sumamente interesante. Si un terremoto pudiera planificarse, no
podría haberse planificado mejor de cara a los actores políticos. Los medios de
comunicación fueron cogidos de sorpresa, porque nadie se espera que algo realmente
serio pase un sábado por la noche. Los apresurados artículos y birlibirloques
sacados de la manga por el periodismo este domingo, y los diversos intereses en
juego presentado así lo demuestran. Muchos no sabían qué estaba pasando, y
trataban de ponerse al día de los acontecimientos a toda turbina. Lo cierto es
que la renuncia de Lerner se veía venir, y las sorpresas no vienen tanto de ese
lado, sino de la forma, de los discursos, de los cambios y de las personas que
los ejecutarán. Este sismo ni tiene tantos grados en la escala de Richter, ni
tantas ondas longitudinales como a los catastrofistas les gustaría. Apenas un
remezón que asusta, pero no destruye.
Pero para algunos sí. Las cabezas
que ruedan y dejan regueros de sangre por las paredes de asesorías y
ministerios perciben fuerte el sismo, pero esa es una percepción de parte, si
bien convenientemente aireada. Los del otro extremo se congratulan de las
destrucciones producidas, ya habían vivido su propio sismo antes, en todo caso.
Era más que obvio que tarde o temprano el oficialismo tenía que hacer
exactamente lo mismo que hicieron sus homólogos del continente, que es darse el
espacio para gobernar, y por eso deberíamos tratar de ver el asunto en un
contexto más amplio. Las formas y los resultados suelen ser diferentes. La
extrema izquierda se equivocó al tratar de forzar la mano cuando se imponía por
su propio peso una política bastante menos chabacana. La extrema derecha trata,
y seguirá tratando, de recuperar todos los resortes del poder que pueda, y por
supuesto recargará las tintas en la “inestabilidad” y el “fracaso”. Titulares
bacanes, grandes chichones y poco más.
Cometer seppuku
El seppuku o harakiri es una
costumbre que, en pocas palabras, se produce cuando alguien, por honor, se
suicida. La extrema izquierda no aceptó el papel subordinado que le tocó, y
sintiéndose llamada a destinos más altos, sacó al fresco sus cuadros y, tal como
en el arequipazo de la época de Toledo, trató de imponer sus condiciones. No me
meto con la justicia de la causa, que Dios defiende, solamente con la parte
política del asunto. Tratóse de empujar al gobierno hacia la izquierda,
basándose en los cuadros de izquierda ya instalados en él, y la maniobra salió
cuadras. El cálculo resultó erróneo desde todo punto de vista, lo que podríamos
atribuir a la entusiasta contemplación del propio ombligo de parte de ciertos
personajes y comisiones políticas. Ni el tiempo era el adecuado, ni la
correlación era favorable, ni las experiencias anteriores en otros países
mostraban éxitos en este aspecto. Que un extremo del espectro político le
entregue el poder al otro ha ocurrido antes. Cierto es que la convivencia entre
diversos sectores en el Gabinete tampoco fue que trajo la solidez necesaria. Así
que cuando se habla de “ajuste”, no parece ser una finta.
El arequipazo de tiempos
toledistas trajo como consecuencia un debilitamiento general del gobierno
durante la época de Toledo. Ese debilitamiento lo provocó la izquierda
incendiaria y lo usufructuó la derecha congelada. Un gobierno débil es un
riesgo que el Presidente Humala no puede correr de ninguna manera, si pretende
lograr lo que se propone. Y así, cuando la extrema izquierda trata de empujar
el asunto hacia un lado, lo único que podía ocurrir era que el hombre se
plantara sobre el sitio y exactamente eso ha hecho. No falta quien le proponga
al Presidente la alianza con el fujimorismo, derecha congelada aspirante a
representar a toda la derecha, y ahí el riesgo de caerse al otro lado es real
aunque improbable. No creemos que esto pase, pues no faltan actores políticos
muchísimo más potables, adecuados y realmente aportantes. Juntarse a la derecha
congelada no tiene sentido ni siquiera cuando hace calor. Se muere uno igual en
el desierto del Sahara que en la Antártida. Si hay que salirse de los trópicos
políticos no hay necesidad de dirigirse a las regiones polares. Hay espacios mucho
más templados, y el costo político nos parecería funesto para la gobernabilidad.
La Guardia de Sócrates
No vamos, como nuestro héroe
Sherlock, a teorizar sin datos. A estas horas no sabemos quienes conformarán el
nuevo Gabinete, dato que nos dará en parte la conformación del nuevo tablero,
quienes se van, quienes se quedan, y por qué se fueron unos y entraron otros. Habrá
seguramente hartos rumores hoy hasta que se sepa la composición del Gabinete,
la mayor parte serán especulaciones dirigidas a imponer agendas. Pero lo básico
a estas alturas ya se sabe, y sobre el detalle diremos algo más, una vez que
sepamos quienes ejecutarán. Como es obvio, las políticas económica y de
inclusión social – columnas gemelas de la política de este gobierno – se sostienen,
y el tema no está en su sentido, que a estas alturas está muy claro, sino más
bien en el cómo garantizar que estas columnas se sostendrán sin ser remecidas
desde la izquierda y la derecha del espectro político, en especial mirando
hacia la crisis mundial que se avecina. Y aquí pareciera que la tesis de los “guardianes
socráticos” resulta importante, al tratar de crear una base para apuntalar el
edificio de los próximos años con esa dicha tercera columna.
(Paréntesis: No dejó de causarme
gracia que en la noche del sábado algunos supuestamente muy cultos periodistas
preguntábanse hasta por el túiter qué era eso de los “guardianes socráticos”. He
notado que muchos periodistas son terriblemente petulantes y que aceptar en
público que exista un tema del que no saben, o que no encuentren fácil en
wikipedia, pone frenético a algunos. Nosotros, que no somos periodistas sino
docentes, menos mal no tenemos que hacerle creer nada a nadie, qué alivio. Nosotros
cuando sabemos, sabemos, y cuando no sabemos, pues no sabemos, y por eso
aprendemos. )
El Discurso del Presidente en
Ayacucho por el Día del Ejército – 9 de Diciembre, aniversario de la Batalla de
Ayacucho – y la repentina renuncia del Premier Salomón Lerner tienen así
evidente relación. La apelación del Presidente al tema ético-moral está definido
sin duda por la política de coyuntura, pero obedece también a una estructura
mental del cómo enfrentar los problemas políticos. No deja de tener cierto
valor establecer criterios éticos en los temas políticos. Para los que no sepan
– que no es un crimen no saber, lo es quedarse en la ignorancia – los guardianes
socráticos a los que el presidente aludió pueden encontrarse en uno de los Diálogos
más conocidos del filósofo griego Platón, “La República”. Me dirán que en ese
caso son platónicos, pero lo cierto es que Sócrates, que no dejó nada escrito,
es conocido por su discípulo Platón, que sí escribió haciéndolo el protagonista
de sus Diálogos. Podemos discutir hasta la saciedad la influencia de uno sobre
el otro, o la fidelidad de Platón al transmitir las ideas socráticas, pero eso
no viene al caso ahora.
Quién vigila a los vigilantes
El Diálogo “La República” ha
levantado muchísimo debate, porque para algunos es epítome del buen orden político
que garantiza la gobernabilidad, mientras que para otros es la peor de las
dictaduras posibles, dada la eternización de una estructura social congelada, que
incluye la clase de los Guardianes. Llama la atención que estos Guardianes que sostienen
las estructuras del Estado en funcionamiento sean los que gobiernan, pues por
sus características solamente ellos poseen las condiciones éticas necesarias
para percibir y querer el interés común de todo el Estado. Solamente así me
parece se puede entender la alusión del presidente al Servicio Militar Obligatorio.
Puede que no nos guste la idea, pero lo cierto es que si para alcanzar la
condición de la ciudadanía hay que pasar por la milicia, hay un curioso
elemento democratizador presente.
Los Guardianes, además, poseen
los atributos del filósofo en la medida que por sus características son los que
reflexionan más a profundidad sobre el Estado, motivados por su exclusivo
interés en su defensa y permanencia. Esto es arriesgado, pues puede confundirse
fácilmente la posesión del garrote con la de la razón. Otro rasgo interesante
de los Guardianes es que, según Platón-Sócrates, no deben tener acceso a la
propiedad privada, ni a la familia, y es bastante obvio que en la actualidad
las Fuerzas Armadas son lo que más se parece a esta Guardia de Sócrates, en la
medida que sus intereses familiares y pecuniarios están subordinados a – y cito
al presidente – la Disciplina Militar. La apelación a los valores morales de los
guardianes corresponde, por supuesto, al mundo platónico ideal, pues el pensamiento
político griego clásico buscaba en medio de sus crisis políticas grandes sistemas
ideales que resolvieran de una vez por todas los graves problemas que
afrontaban. Los romanos no eran tan buenos teóricos como los griegos, pero sí
políticos mucho más prácticos y sutiles, y en evidente sarcasmo y cachita
dirigidos a Platón, el poeta latino Juvenal preguntaba con sorna: Quis
custodiet ipsos custodes? Es decir ¿Quién vigila a los Vigilantes? Si
bien Platón presupone que ellos se vigilarán a sí mismos, estamos ante un tema
político de grandes proporciones.
Guardianes y Conflictos Sociales
El tema de cómo afrontar los
conflictos sociales, en relación con el tablero político y las estructuras de
poder realmente existentes, resulta en un tema de realpolitik. Sin embargo, muchos actores políticos los tratan como
si fueran una cuestión ideológica. Las estructuras políticas se construyen en
base a la sucesión de coyunturas, y representan los tiras y aflojas entre el
programa – la Hoja de Ruta – y el estado del tablero político en el corto y mediano
plazo. No hemos aprendido aún a hacer política realista y conveniente,
realmente pragmática. Desde una perspectiva ciudadana aún estamos tratando de
empujar las cosas sin considerar el entorno político, siguiendo más al propio hígado
que al conjunto de lo que existe. Las interacciones hepáticas han terminado por
producir el conjunto de torpezas políticas que nos ha llevado a este punto.
Nuestro orden constitucional es
claro: El Jefe de Estado lo es también del Gobierno. La Gobernabilidad es su
chacra, y por ello delega funciones, no responsabilidades. El Presidente del
Consejo de Ministros posee gran importancia, después de todo el Jefe del Estado
lo convoca como el Gran Coordinador de sus Políticas, pero es obvio que si las
Políticas que el Jefe del Estado pretende ejecutar no se ejecutan o se ejecutan
de una manera que no le parece, pues tiene la libertad de decidir el cambio, en
especial cuando la realidad lo empuja. Contrario sensu, el Premier puede
renunciar, precisamente por estar en desacuerdo con esas políticas o el modo de
implementarlas. Los conflictos sociales no se afrontaron debidamente pues un
gabinete arco-iris no luce tan funcional como parecía al principio. Introduce
así el jefe del Estado un tercer actor, que a algunos puede que les guste más
que a otros. Pero que lo mete, lo mete. Creo que más no podemos decir por el
momento. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos.
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