CRÓNICAS DE LECTURAS – 26
Leer Cómics
I
La idea del Cómic
A qué chico no le gustaba leer cómics
en los ´60. Ello no tiene nada de raro, las imágenes, los colores y la acción
gustan a los chicos. En consecuencia hubo harto espacio para que el cómic
(o Novela Gráfica) alcanzara hace buen rato mayoría de edad y sea una
expresión literaria completa en sí misma, con sus registros, códigos y demás yerbas.
Yo no he sido la excepción, he leído cómics como cancha, porque a pesar de lo que digan mis enemigos, soy
humano y he tenido infancia. Soy prueba viviente de que no hay contradicción en
leer cómics
y a la vez leer libros. El único efecto discernible que percibo es el haber
aprendido dos estilos diferentes de expresión. El cómic se parece mucho a
lo que en otras latitudes se llama álbum, y que en esta latitud no es
otra cosa que libros con dibujitos, especializados para niños. El cómic
permite transitar entre los álbumes y los libros propiamente
dichos. No entiendo esa actitud conservadora que rechaza los cómics
(y hoy los mangas) a favor de una lectura pretendidamente “más seria”.
Léase Watchmen, amigo, amiga; revísese cosillas como Evangelión
o Tintín,
y si aún no está convencido hablamos. Abra - o como dicen los huachafos, aperture - su mente. El cómic,
pepín, historieta, cartoon, mono, muñequito, funnie, tebeo o chiste
reúne dos formas de expresión: La imagen y el texto, combinados en un código
propio, permitiendo así a sus lectores aprender habilidades lectoras diferentes
de las tradicionales. Vale la pena romper una lanza por la Diversidad: La
Lectura de Hoy no es lo que solía ser, y al revés de lo que podríamos creer, resulta
más exigente para nuestros niños, adolescentes y jóvenes que lo que fue para
nosotros. La continuidad unívoca álbum –
cómic – libro, ahora por lo menos es biunívoca, se va del álbum
al cómic
como al libro, porque el cómic se ha independizado, por lo
menos en su soporte de papel, que se seguirá prefiriendo a los soportes
electrónicos por la simplísima razón de su costo: Todavía son más baratos diez
libros que una lap top, o incluso una tablet. Sin embargo, a la larga deberemos
replantearnos este tema. Una ventaja de la tablet – o un soporte equivalente -
es que podemos proporcionar una a cada uno de nuestros colegiales y simplemente
cargar en ella todos los textos necesarios, año tras año. Les ahorraríamos a
las familias así unos cuantos miles de dolores, que ahora se embolsican ciertos
oligopolios y sus aliados políticos.
De paso podríamos también empezar
a romper la tradicional dimensión monolineal del texto escrito. Intentos como
el de Carlos Oquendo de Amat con Cinco Metros de Poemas no son ni comunes
ni prácticos, los límites editoriales son taxativos. En cambio, la Tira Cómica,
el cómic-book, el e-book, las pantallas del cine y la televisión, los monitores
de computadoras y videojuegos rompen las secuencias más o menos lineales de
lectura que se conserva en libros y cómics, a despecho del tiempo como
dimensión unidireccional. En la relación entre hardware y software,
los nuevos soportes pueden dar lugar a simultaneidades opuestas y complementarias
con secuencias, combinándose en múltiples y distintos meta-códigos. Es un ancho
campo que aún no podemos predecir dónde nos llevará, la alta velocidad con que
la Internet vehicula la información determina que incluso un libro como Lo que nos enseñan los videojuegos sobre el
aprendizaje y el alfabetismo, de James
Paul Gee, editado en 2003, ya esté hoy irremediablemente obsoleto. Sin
embargo, a este libro en su campo le pasa lo que al Origen de las Especies, de Charles
Darwin en el suyo, que aunque sabemos bien de su obsolescencia, también
sabemos que necesitamos leerlo por la base conceptual que nos ayudará a
entender el fenómeno que se trata. Porque para poder enfrentar cualquier cosa
necesitamos de un arsenal de conceptos y procedimientos para aprehenderlo,
apropiarnos de esa cosa, y dominarla lo suficiente para hacer cosas con esa cosa.
Si bien la lectura tradicional tiene en común con el cómic las secuencias estereotipadas
de imágenes, hace uso del alfabeto fonético de relativamente pocos elementos. El
cómic
incorpora el lenguaje visual, ciertamente pre-letrado, cuya
interpretación no obedece a decodificaciones fijas y que no hace asociaciones son
multívocas. El cerebro usa de palabras para pensar, y de los mensajes visuales
para enmarcar una totalidad. Es diferente “leer” un libro y “leer” un cuadro.
Hay trabajos de Jürgen Gölte al respecto,
referidos a la iconografía moche y su interpretación, así como la importancia
del soporte tridimensional. Y en la Bibliotecología moderna se sabe que se
requiere la supervisión de expertos para que los niños puedan acceder a las
pantallas.
A diferencia de la lectura
tradicional secuencial, los dibujos y gráficos se interpretan de modo inmediato, en un código
cifrado pero abierto, no unívoco, que va de la pluma del dibujante a los
sentidos, a las sensaciones visuales. La decodificación y comprensión del
mensaje del dibujante escapa a la interpretación cerrada y se abre hacia un
lenguaje que vehicule operaciones metacognitivas conscientes, que superan la
sensación de inconsciencia producida por la decodificación simultanea. El
trabajo del lector es más o menos el mismo con textos escritos y gráficos: Decodificación
de los símbolos y luego agrupación de lo decodificado en unidades concéntricas
de sentido, acumulables conforme se decodifica, proceso que a veces llamamos
comprensión. Estoy seguro que los lingüistas lo pueden explicar mejor, porque
hay aquí aparejada una diferencia entre símbolos y signos, que no es solamente
de grado. En todo caso, la TV y el Cine, por más que necesiten también de
procesos análogos a los empleados para la lectura - decodificación y
comprensión – presuponen una mucho mayor automatización de los procesos
cognitivos, y en esto se parecen en algo al Cómic, que podemos así
ubicar también como un tránsito y un vínculo entre la lectura tradicional y el lenguaje
total inmediatista producido en pantalla. Como en el cómic, podemos analizar
con relativa facilidad la metacognición de nuestros procesos de captación de
contenidos del Cine y la TV, lo que a nuestro entender es una labor intelectual
extremadamente importante, y que sigo sin entender por qué no fomentamos ni
formamos a nuestros docentes y Bibliotecarios en esta dirección, que no es nada
del otro mundo. Quiero que algo se haga, estoy cansado de lamentarme de lo
brutos que son en la TV abierta, que considera al espectador ente pasivo e
incapaz de contemplar a posteriori el
proceso de la Producción y Dirección de una producción visual, no veo por qué
el sistema educativo le tiene que marcar el paso. La Televisión no piensa, solo
vende. El pensamiento en cambio, debería presidir el proceso de enseñanza / aprendizaje.
II
Cómics de infancia, Géneros y
Superhéroes / Supervillanos
No estoy tan al tanto de la
historia de los cómics como quisiera, cuando llegué ya existían. Entiendo que aparecieron
originalmente en los diarios, como Tiras
Cómicas, allá a principios del Siglo XIX, para entretener a los lectores
que ya habían hecho sus lecturas serias, o como un intento de segmentar y
atraer lectores de otros lados, niños y niñas sospecho. Aquí surgió el lenguaje
primario del cómic, cosas como las viñetas, el manejo del encuadre y los
globitos de diálogo. Hemos tenido la oportunidad de ver en El Comercio, La Prensa y
otros diarios peruanos a vetustísimos personajes como Flash Gordon y el Príncipe
Valiente, de principios del siglo XX. Cosas de costos, suponemos, pues a
esas alturas las Tiras Cómicas eran
monopolio de King Features, el
sindicato de noticias de William Randolph
Hearst, que incluyeron títulos como Mandrake
el Mago y El Fantasma. Estas tiras
de caricaturas de los diarios me atraían poco. Otra cosa eran los cómics
hoy tradicionales, que se vendían en los quioscos o que intercambiábamos, y
cuyas secuencias a veces solíamos esperar. La gran mayoría de los cómics
que leía en esta etapa venían de Estados Unidos y se traducían e imprimían en
México por la Editorial Novaro, que seguro tenía los derechos para América
Latina de las diversas líneas argumentales, las más conocidas eran las de DC y
Marvel, con ventaja para la primera. Supermán
y Batman – y el resto de la Liga de la Justicia - eran más conocidos
que los Hombres X o Iron Man, que conocía más porque aparecían
en los Cartones de TV. Estos “Cartones” eran primitivos en su hechura, entre
ellos destacaron Los Vengadores, Iron
Man, Thor, Scott MacCloud El Ángel
del Espacio y otros que no recuerdo, caracterizados por lo barato de su
fabricación: se tomaban las viñetas del cómic, se añadía movimiento a la boca
de los personajes, se completaba con sonido, y ya estaba: Era ver el cómic por
la TV.
A diferencia de la Literatura convencional,
el Cómic
no se encuadra como Lírico, Épico o Dramático. Los géneros en los cómics
son muy diversos, más dependientes del mercado, con gran riqueza combinatoria, aunque
eso en tiempos de mi infancia no se notaba, pues el asunto parecía depender
demasiado de los segmentos del mercado. Había por ejemplo cómics femeninos, como Susy, Secretos del Corazón, que ningún
chico se hubiera atrevido ni siquiera a sostener entre las manos, cuando menos
no en público. Pero los que más abundaban eran los del género de la Ciencia
Ficción, subgénero Superhéroes. Mi preferido siempre fue Linterna Verde, al que la película que le sacaron hace poco hace
poca justicia. El Cómic Costumbrista presentaba a Archi y Verónica, representación estereotipada del deber-ser del High School americano trasladado a los
colegios latinoamericanos de clase media, y que influyó fuertemente en ellos,
como se demuestra en el hecho que no había salón de clase sin su respectivo Torombolo. Un personaje curioso era Chiricuto, que tenía su tira en los chistes
Novaro, y que representaba festivamente a los militares. En los tiempos de la
Instrucción Pre-Militar fue raro el Instructor cuyo apodo o chaplín no fuera Chiricuto. Asimismo, en las goteras de
mi memoria están ciertos chistes como Joyas de la Mitología y alguno que otro de tema Histórico o
inclusive sobre Santos, aunque estoy seguro que debieron ser muy pocos. Fuera
de éstos y de uno que otro título por ahí, no teníamos mayor contacto con cómics
de aventuras, bélicos, satíricos, costumbristas, deportivos, fantásticos, de
terror o policiales. No dudo que los hubiera, pero seguro serían cómics de
adultos, aunque todos creíamos en aquellos días que los cómics eran solamente
para chicos. Pero había esos chistes mexicanos, de los que se
hablaba sotto voce, con sus extraños
personajes: Hermelinda Linda, El Monje Loco, Santo, Blue Demon y otros
que definitivamente no eran para niños. Y por eso los leíamos clandestinamente.
Por si no lo saben mis lectores,
los superhéroes están patentados desde los años ´30. Legalmente hablando, nadie
puede llamarse Super Héroe a no ser que lo pasen por el aro de Marvel o DC. Pero el modelo o paradigma parece tener origen religioso, con
los Héroes semidivinos tipo Hércules,
Perseo, Sigfrido, Roldán o
incluso el Cid o los personajes de
libro de caballerías como Amadís de
Gaula o Tirante El Blanco. Este
origen se ve más lógico si consideramos que los Super Héroes son una suerte de
Santos modernos, de sólidos principios éticos y morales, aunque hoy está de
moda presentarlos conflictuados. Stan Lee
y su Sorprendente Hombre Araña,
son tal vez los mejores exponentes de estos héroes con problemas éticos, es
famosa su frase: Un gran poder conlleva
una gran responsabilidad. Y así Marvel
diferencia su producto presentando a Hulk,
Daredevil, los X-Men, como Héroes a pesar suyo, problematizados (monstruos, deformes,
ciegos). Curiosamente, el Super Villano parece que surgió primero que el Super
Héroe, en la Literatura francesa, en los
personajes folletinescos de Zigomar,
Rocambole, Arsenio Lupin, Demonax, y
sobre todo el grande Fantômas, que
conocí a través de su cómic Fantômas, la amenaza elegante, muchísimo más edulcorado que su
versión literaria, de tira cómica y fílmica. Marvel no podía menos que tratar de apropiárselo con el nombre Fantomes, sin éxito. Sin embargo, y de esto
me percaté desde temprano, estos “superhéroes” no resolvían problemas. En realidad
los asuntos a los que dedicaban sus energías eran los policiacos, el mantener el
orden, no luchaban por la paz, o contra la desigualdad o el hambre. Habrá que
esperar a los Watchmen para ver algo diferente.
III
Cómics de adolescencia / Homenaje
a Robin Wood y a Mi Novia y Yo / Las
Tres Tradiciones
Dice el verso de José Martí: Tiene el Señor Presidente / un jardín con una fuente / y un tesoro en
oro y trigo. / Tengo más, tengo un amigo.
Tuve la suerte que a pocos se les acuerda en mi niñez y adolescencia de Tener
un Amigo. No haré panegírico de la Amistad, no se preocupen, sólo a los chistes.
Yo pasaba probablemente demasiado tiempo en la casa de Tito, en parte por las dos grandes colecciones de cómics
encuadernados por períodos de publicación, que leíamos juntos. Estas dos
colecciones fueron un total descubrimiento para mí, eran chistes que no conocía ni
de oídas, no estaban difundidos. Una colección estaba formada por Cómics
más o menos tradicionales, aunque no se referían a Batman, Superman, Linterna Verde o la Liga de la Justicia, como los que había estado leyendo: Eran cómics
de guerra, en especial los que tenían como personajes a Robert Briton, as de la
Royal Air Force en la guerra contra los nazis; y al Sargento Nick
Fury (castellanizado Furia), que comandaba un pelotón
estadounidense en la Europa post Invasión de Normandía. Si mi memoria no me
traiciona, se llamaban Trinchera, Guerra, y otros nombres por ahí, y se
dividían por Marina, Ejército y Fuerza Aérea. Según parece eran traducciones
directas de cómics difundidos como propaganda en la Segunda Guerra Mundial.
La otra colección de cómics fue completamente
trascendental para mí y no dudo en decir que me marcó la existencia para
siempre, hasta hoy los leo y disfruto. Editados en Buenos Aires, desplegaban
absolutamente todos los géneros y subgéneros del historietismo. Dentro del muy
limitado espectro existente en el momento, eran claramente cómics desalienantes, que
mostraban el mundo de un modo mucho más realista que los cómics de Novaro, apegados
a los modelos norteamericanos. Por esas épocas yo ya era un lector voraz de libros,
sumamente crítico, y los cómics empezaban a desinteresarme,
hasta que encontré las cuatro grandes revistas de la editorial Columba: El Tony, Intervalo, Fantasía y
D’Artagnan.
Las variantes de personajes, argumentos, series e historias mostraban una
inmensa capacidad para la creación y los géneros, y uno no se cansaba: En el cómic
costumbrista están Cuentos de Almejas
y Gente de Blanco; en el de
Aventuras, Aquí la Legión, El Cosaco, Jackaroe; en la Ciencia Ficción, Gilgamesh el Inmortal; en el cómic deportivo Beto Navarra; en el Histórico, Nippur
de Lagash y Dago; en el cómico, Pepe Sánchez y la genial y predilectísima
Mi novia y yo. Y asimismo una
cantidad de cómics inclasificables y combinaciones de gran profundidad
psicológica y emocional, como Dax y Savarese. Y me quedo en esto por millas
de distancia, porque no he leído todo lo que debería ni cuento todo lo que sé.
Destaca aquí un autor al que no
dudo en elevar a mis altares para compartir velitas con Shakespeare, Cervantes,
Thortorn Wilder, Borges y Marguerite
Yourcenar: Había una vez un matrimonio de socialistas fabianos, afanados en
hacer el paraíso en la Tierra australiana, país tan grande que sugiere espacio
para cualquier utopía social, pero no así para los Wood, que tras una huelga huyeron a otra parte donde vivir sus
valores, y en 1900 recalaron en Paraguay,
donde fundaron Nueva Australia. Allí nació Robin
Wood en 1944. Su familia no supo mantenerlo, vivió en orfanatos
y su educación formal no pasó de la primaria. Se hizo autodidacta y gran
lector, cachimbo de la Universidad de la Vida. ¿Cómo se gana la vida en Buenos
Aires un jovencito talentoso recién bajado del Paraguay? Primero aguantando.
Como tantos otros antes que él, conoció la pobreza y se ganó sus espuelas
creando personajes y tramas, que terminaron por ser aceptados, imagino que por
cansancio de los editores, porque era – es – absolutamente prolífico y estoy
seguro completa y majaderamente insistente. Como otros antes que él - cuesta no
acordarse de Félix Lope de Vega - el
acto de la creación se le impone a tiempo completo las 24 horas al día, y tiene
más historias que contar que callos en los pies, y a la editorial Columba le
faltan revistas para meter todo lo que le sale de la mitra: En 1968, Robin Wood ya tenía lectores cautivos
con el drama histórico - épico Nippur de
Lagash, con uno de espías (Dennis
Martin), un western (Jackaroe) y
un policial (Big Norman). No me
acuerdo bien cuando empecé a leerlo, debe haber sido más o michi hacia 1970 o
71, es decir, muy poco después de que empezara con las entrañables historias de
Mi Novia y Yo (Nro.178 de Intervalo),
que escribió y publicó
ininterrumpidamente durante 25 años, conchabado con el gran dibujante Carlos Vogt, expresionista del humor,
la risa y los momentos conmovedores, que el humor los tiene o no es humor. Mi Novia y Yo inició comedia romántica y
humorística, pero llegó a genial comedia biográfica, en la que Tino / Robin Wood conversa con nosotros
con naturalidad sobre la historia que construye con nosotros: No hablemos del barrio de sanata. Hablemos
del barrio duro y agridulce que nos hizo crecer (…) Sin lamentos … recordar con
el corazón y el alma … Recordar con las ganas bárbaras que nunca se nos acabe
el amor. (Canción de Barrio,
Intervalo Cinecolor Año XII, Nro. 68). El sello de la genialidad está en leer una
y mil veces las mismas historias y jamás cansarse de ellas, pues siempre te
ríes, siempre tratas de ocultar el lagrimón. Este es Robin Wood, magnífico inventor de pseudónimos para que su nombre no
se repitiera hasta la náusea en el índice de cada revista: Mateo Fussari, Robert
O’Neill, Noel Mc Leod, Roberto Monti, Joe Trigger, Carlos Ruiz,
Rubén Amézaga. Y también Cristina Rudlinger. Por si no lo saben.
Me sale grande esta crónica,
porque hay tanto qué decir, y a falta de mejor lugar para contarlo, comento acá
la existencia de las tres vertientes principales del Cómic, de los que me vine
a enterar de adulto, y que siempre vale la pena plantear, porque hay
diferencias notables entre Norteamericanos, Franco-Belgas y Japoneses, que son
los que marcan las pautas aquí. Ya hemos mencionado a DC y Marvel por los
Estados Unidos, y más abajo veremos algunos franco-belgas. De manga no sé nada, lo siento, consúltenle
a mi hijo Alejandro Bellina, que es el
experto en el tema.
IV
Más sobre Cómics, Cine y Tradiciones
Había muchos más chistes / cómics circulando por ahí
que los ya mencionados, durante mi infancia y adolescencia. Recuerdo la chilena
Editorial Zigzag y su popularísimo personaje Condorito y sus patas Garganta
de Lata, Titicaco, Pepe Cortisona, Coné y la guapa Yayita. Una
primera aproximación a los comics de carácter satírico se me dio a través de la
excelente revista estadounidense MAD,
así como la análoga argentina Humor
Chancho, donde me familiaricé con el grande Fontanarrossa. MAD satirizaba
la sociedad de consumo en un momento en el que en mi entorno se hablaba de eso,
lo que demostraba, como dice Tino,
que en todas partes se cuecen habas. De la escuela japonesa no sé nada, mi
ignorancia es total, de esto del manga
no pretenderé saber más que mi hijo Alejandro,
que es un capo en el tema, y al que me remito para cuando a él le dé los forros
de explicarse. En 1959 aparecen Astérix,
Obélix, Detritus y demás entrañables personajes de los franceses Goscinny y Uderzo,
que después vi en película con nada menos que Gerard Depardieu como el invencible Obélix. A la tradición franco-belga pertenecen también Tintín, Aquiles Talón y Lucky Luke,
con los que trabé conocimiento de joven. Hay una serie Noire, francesa, de la que forman parte el guionista Christian Godard y el dibujante Clavé, que dan vida a uno de los cómics
europeos más importantes: La Banda de
Bonnot. En Italia está Cesare
Reggiani, gran dibujante y guionista, creador de Desviación Cerebral, cómic espeluznante e inquietante, de
Ciencia Ficción post-apocalíptica, que a su vez inspirará a guionistas y
dibujantes, su impronta está incluso en la novela gráfica / película Watchmen, muy fiel a su Novela, suerte
que no han corrido otras novelas gráficas llevadas al cine, como las olvidables La Liga de los Caballeros Extraordinarios,
o V de Vendetta, cuya desmayada adaptación
no llega a hacerle justicia a la dinamita anarquista y revolucionaria del cómic. En esto siempre fallan
guionistas y directores de cine, seguro presionados por los productores, que tratan
desde siempre de no salirse de lo políticamente correcto, de no comprarse rollos
con el poder, aunque siempre empleen de cara al público el pretexto cada vez
menos creíble del esto es lo que le gusta
a la gente.
Por ello una obra cinematográfica
como Watchmen es doblemente valiosa,
no solamente porque consigue reflejar casi a la perfección la atmósfera
opresiva y paranoica del cómic, sino por no reducir su
potencial de escándalo ni quitarle un ápice de sociopatía a su personaje Roscharch, único héroe verdadero de la
obra (Ninguno de ustedes lo entiende. Yo
no estoy encerrado con ustedes. Ustedes están encerrados conmigo), repleta
de individuos disfrazados de superhéroes y vigilantes (watchmen) de los que
solamente uno – el Doctor Manhattan -
posee verdaderos superpoderes, pero que, con sus desadaptaciones y todo,
terminan por servir obsecuentes – lo sepan, como el Comediante; o no lo sepan, como el Búho Nocturno II - al complejo militar-industrial estadounidense en
una realidad alterna en la que Richard
Nixon gobierna tres períodos, y la guerra nuclear contra la Unión Soviética
es una realidad que se desatará en cualquier momento sobre las cabezas de los
personajes secundarios, todos los cuales morirán en la explosión nuclear de
Nueva York. Dicha explosión, junto con otra docena más, es provocada por el “héroe”
Ozymandias, chico listo que tratará
de unir al mundo y evitar la autodestrucción echándole la culpa al Doctor Manhattan. A Ozymandias le pertenece la frase que revienta el hiperrealismo de
esta ucronía: Dan, No soy un villano de
opereta ¿En serio crees que les iba a explicar mi plan maestro si quedase la
más mínima posibilidad de que pudieran alterar su resultado? Lo hice hace 35
minutos. Vale la pena tanto leer la novela gráfica como ver la película, y
así nos introduciremos en un género del cómic interesante y dinamitero: el underground.
Claro, si te gustan las cosas como son y como están, no te hagas paltas, no lo
leas. Pero después no te preguntes quién
vigila a los vigilantes …
V
Colofón
Nos quedamos por mucho y a muchos
no mencionamos. Pienso en los peruanos Juan
Acevedo, Carlín y Heduardo; y en el argentino Quino. Pero por otra parte, cantidad no
es sinónimo de calidad. El nivel cognitivo de las masas cuenta en términos de
mercado. Agotado el impulso educador que llegó a principios del siglo XX sólo
queda el mercado, y los cómics, que antes se adelantaban a la necesidad, ahora
están detrás de los segmentos marketeros. En la oferta realmente existente –
incluso en la explosión creativa del manga
-, la calidad brilla por su ausencia. No podemos estar contra el cómic. Abramos
las expresiones creativas. Lee lo que
quieras.
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