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martes, 21 de mayo de 2013

CRÓNICAS DE LECTURAS 36 - LIBROS DE VIAJES


CRÓNICAS DE LECTURAS –  36
Libros de Viajes

I
¿Hay Libros de Viajes todavía…?

Los Libros de Viajes se popularizan cuando los europeos empiezan a romper sus límites. Los imagino a fines del siglo XV, encerrados en la Europa: Al norte hielo, al sur arena y piratas musulmanes, al este más musulmanes, turcos y tártaros y mongoles armados hasta los dientes y otras razas malditas, como decían los cantares de gesta. Hacia el oeste una extensión infinita de agua salada limitaba el firmamento y acababa decíase en una gran catarata. En el frío norte los vikingos aprovechan un optimum climaticum previo al mínimo de Maunder, y atraviesan el Océano por lo más estrecho, pero las gentes en Groenlandia, Hellulandia y Vinlandia no resistieron las bajas temperaturas, sus sociedades violaron la ley del cambio, y se extinguieron. Mientras los supervivientes luchan por su vida en la Última Thule, a fines del siglo XIII en Venecia, la andariega familia de comerciantes Polo produce a quien daría a conocer a Europa los exotismos de las remotas comarcas de Oriente. Marco Polo no fue el único: Hicieron lo suyo el viajero musulmán Ibn Batuta y el gran almirante chino Cheng Du, cuyas rutas fueron tan largas y exóticas como las de Marco Polo. Más cosas hubo para popularizar el relato de Viajes: Los portugueses Diego Cao, Bartolomé Dias, Pedro Alvares Cabral, Vasco Da Gama costean África hasta la India, dan a conocer razas, costumbres y climas extraños, tal vez fueron los primeros en sorprenderse y relatar sus desconciertos. Cristóbal Colón y un puñado de aventureros españoles atraviesan el charco Atlántico y tropiézanse con América, continente olvidado diez mil años atrás cuando parte de la familia emigró por allá. Con los siglos se inventaron buques y astrolabios, se andaron nuevas tierras, se encontraron Otros Hombres y se contaron sus historias. El Mundo entonces era muy grande, hoy ya no estamos tan seguros.  

El antiguo y honorable género de los Libros de Viajes surge con la Odisea y la Eneida, en su base relatos fantaseados y poetizados de viajes. Griegos y romanos eran buenos viajeros, debemos contar entre ellos a Pausanias, Apolonio de Rodas y al mismo Herodoto de Halicarnaso, que disfrazó sus viajes de Libros de Historia. Ellos registraron el destino y la ruta, al modo de la Ítaca de Kavafis. Yo me he dado algunas vueltas por mi cárcel, he vuelto a sitios por donde circulé tres o cuatro décadas atrás y atestiguo con nostalgia y su poco de acritud los grandes cambios que todo sufre: Lo que eran dos o tres jornadas a lomo de bestia, accesible sólo a los valientes, es hoy cuatro horas en pista asfaltada. Lo que estaba incontaminado de presencia humana es hoy emporio turístico donde se toman fotos para Féisbuk y se bebe agua de botella plástica que terminará en un ecológico tacho. Ya no es posible disfrutar la experiencia de viajar sin intermediarla con Android o iPad. El verdadero Libro de Viajes y Relato de Experiencias hoy es Facebook. A algunos les extraña no ver mi cámara de fotos o video, es que no tengo. No sé qué filósofo griego dijo todo lo llevo conmigo, y yo no pierdo tiempo registrando lo irregistrable. Escribirlo sí me interesa, así piensas al tiempo y a los sucesos y a la gente. Contar la experiencia es síntesis de sentido más allá del dato bruto, una fotografía no dice nada sin el narrador que la narre. Herodoto viaja y cuenta la Historia; los Cronistas de México y Perú (Fascinan Pedro Cieza de León y Bernal Díaz del Castillo) cuentan de hazañas y asombros; Alejandro de Humboldt cuenta lo que ve, y analiza para encuadrar los hechos. Todos dan a conocer a los que son como nosotros cómo es que son “los que no son como nosotros”. Dicen: “Véanlos: Son diferentes, exóticos, distintos, OTROS”. Evocar el recuerdo es tan importante como el recuerdo mismo, por ello el Libro de Viaje se extingue. Reaparecerá cuando el Turismo Espacial abarate y los extraterrestres acepten les pongamos Hostales en sus planetas. Porque un Libro de Viaje necesita al Primero de Nosotros en llegar Allá, al Viajero que vive lo Nuevo, al que dé cuenta de lo que Ha Visto.

 
II
Turismo, Aventura, Contemplación

Soy viajero experimentado y he trabajado harto en Turismo, algo me sé qué se traen Viajeros y Turistas, siempre prefiero el Viaje. Me sorprende qué rápido pasa el tiempo entre los últimos Viajeros y los primeros Turistas; cómo a los Libros de Viajes les siguen los brochures, boletos turísticos, guías. Me sorprenden mapas y brújulas en desuso, que no se mire a las estrellas en el cielo, que se atiendan las señalizaciones. La aventura se evaporó con la Globalización y el crecimiento demográfico. Pisé Machu Picchu por vez primera en 1973, fue aventura. Para 1981 lo había visitado una docena de veces y aún era aventura. La última vez que fui hace tres o cuatro años no fue aventura sino trekking, no me podía detener, tapaba a los fotógrafos. Cada vez que llego donde estuve, conmigo va el recuerdo del otro viaje, la primera contemplación frente a frente. No es lo mismo mirar por el rabo del ojo, apurado por cuarenta gallos que se atropellan por tomar la foto del siglo, corriendo a ver cuánto toma dar la vuelta a Machu Picchu. No sé ustedes, para mí la cosa es contemplar, perder el tiempo, concentrarme y meterte en lo que está ahí, el turista se lo pierde porque la primera vez pasa sólo una vez, después es karma. En donde estuve y estoy de nuevo comparo lo que siento con lo sentido, si los Turistas me dejan. Esa es la diferencia entre Viajar y Hacer Turismo. En mi país aún hay sitios donde no es fácil llegar, sin gentes atropellándose. Tampoco culpo a los nativos por ganarse la vida, poner en valor lo que poseen, mejorar sus condiciones de vida, están en el derecho de vivir mejor usando sus recursos a mano, no deploro eso. Tal vez se puede hacer mejor, eso sí, rescatar el “ver por primera vez”. La última vez que me ocurrió fue amanecer en el llamado “Balcón” entre Quiruvilca y Huamachuco - 4000 m.s.n.m. -, con el Sol a través de la neblina sobre los cerros tras los que el Marañón lleva las aguas del Perú al Atlántico; hacia el norte Cajabamba, al sur la Cordillera Blanca como nunca la vi, a mis espaldas la cabecera de cuenca. Eso cambiará, espero verlo otra vez y recorrer esa ruta de nuevo antes que sea tarde.      

La Literatura de Viajes es hoy un pobre sustituto del hecho, más aún cuando abundan los testimonios gráficos que enseñan aquello que de otro modo nunca verías, pero sin poesía. Todo el mundo ha visto la Torre Eiffel en París, la Plaza Roja en Moscú, la cumbre del Everest, el fondo del Gran Cañón del Colorado, no hay cómo soslayarlo. Ni modo. Pero tiene su gracia leer los estertores de un género no despreciado por literatos conocidos, como Leandro Fernández de Moratín, Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera, Emilio Castelar, Vicente Blasco Ibáñez, Azorín, Enrique Jardiel Poncela, Miguel de Unamuno para hablar de los de lengua española, que van hasta el mismo siglo XX. En otras lenguas hay André Gide, Alberto Moravia, Mark Twain, Julio Verne, Robert Kaplan, Eça de Queirós, Joseph Conrad, etcétera. Los exploradores empleaban sus notas de viaje para publicaciones que al lograr éxito servían para publicitar y/o financiar viajes posteriores. Así fue con James Cook, Fridtjof Nansen, Robert Fitzroy, Robert Falcon Scott, Thomas Edward Lawrence (a.k.a. Lawrence de Arabia, cuyos Siete Pilares de la Sabiduría compendian sus hazañas en la Gran Guerra), Ernest Shackleton, David Livingstone, Richard Burton, Roald Amundsend, el periodista Henry Morton Stanley, Enrico Nóbile, etcétera. Los géneros se cruzan, hay literatos que fueron exploradores y viceversa; hay los que al narrar su experiencia se escapan lel género de Viajes y crean gran Narrativa de su experiencia, como John Byron, Herman Melville, Karen Blixen (a.k.a. Isak Dinesen, y su novela Memorias de África), Jerome K, Jerome en humorístico, Ernest Hemingway (que conoce Las Nieves del Kilimanjaro), Robert Louis Stevenson. Hay grandes libros que pertenecen más a la literatura que a los Viajes, me eximo de tratarlos hoy.        

III
Viaje de un naturalista alrededor del Mundo (Charles Darwin); y Tres hombres a bordo del Beagle (Richard Lee Marks)

En el mundo anglosajón los relatos de Viajes tienden a producir más secuelas que en el mundo latino. Parece que italianos, españoles, franceses, portugueses y americanos del sur agotaran su ímpetu en los siglos XVI y XVII; y fueran relevados por alemanes, ingleses, escandinavos, holandeses y americanos del norte en los siglos XVIII y XIX. El proceso coincide con las Revoluciones Científica e Industrial y seguro no es casual, pues que los últimos Libros de Viaje los escriben antropólogos, arqueólogos y otros Científicos Sociales, como Margaret Mead (Adolescencia, Sexo y Cultura en Samoa; Sexo y temperamento en tres sociedades primitivas), y Bronislaw Malinowski (La familia entre los aborígenes australianos, La vida sexual de los salvajes del Noroeste de la Melanesia). Vemos como están presentes los términos primitivo, salvaje, aborigen en los títulos de la literatura científica, lo que no escandalizaba a nadie. Observamos lo arcano de revelar el sexo en sociedades remotas, como si fuera necesario mirarlo “desde fuera” para luego poderlo ver “en nosotros” y generalizarlo. Razones ha de haber para ello. Sin Margaret Mead, Malinowski, Frazer, Benedict y más no habría Masters y Johnson, Terman, o reporte Kinsey. El primero de todos parece haber sido Charles Darwin con su Viaje de un naturalista alrededor del mundo, que años después generaliza la experiencia en El Origen de las Especies. El Viaje tiene gran valor por sus observaciones, percepciones y sensaciones, por el orden con que narra, por el detalle. En lo personal tengo que este libro lo encontré en casa a mis diez años de edad, reconocí el nombre de Charles Darwin por estar en mi panteón científico y aunque quedé ligeramente decepcionado, aprendí que la gran revelación nunca llega. Era mi primer libro de Viajes de autor – Julio Verne no cuenta, son novelas; El Mundo Pintoresco tampoco, es Enciclopedia – y lo devoré con entusiasmo, superando los problemas de comprensión lectora de sus partes complicadas (en esas felices épocas uno se saltaba esas partes), y cuando supe que Darwin había estado en el Perú sentí la primera temprana vergüenza de ser peruano. Darwin tenía mejor idea de Chile que del Perú, y escribe palabras de menosprecio hacia mi país: Ninguna nación de la América del Sur ha estado más que el Perú sumida en la anarquía desde la declaración de su independencia. En la época de nuestra visita había cuatro partidos en armas que se disputaban el poder. Si uno de estos partidos vence, los otros se coligan contra él; pero así que a su vez son victoriosos se dividen inmediatamente. Creo que fue la primera vez que leí textos desfavorables hacia el Perú, y la primera vez que pensé en ello, que no ha sido la última. Encontré esa diferencia ético-moral entre “lo que quiero” y “lo que es”, me di cuenta que no siempre tenemos lo que deseamos, ni lo que creemos ser es lo que somos. Hay una distancia entre ser y querer ser; y no eres tú quien la establece ni quien fija los parámetros y modelos. Lo hace quien puede hacerlo, y los criterios que emplea no son los tuyos. Esto fue decisivo en mi formación moral, aprendí del mejor a hacerle caso más a mis ojos y mi criterio que a la autoridad. Y de entonces acá no me he arrepentido. Pero había más en el Viaje: Cinco largos años en alta mar en un buque, entre los 22 y los 27 años, como para ansiar vivir la experiencia, clavo que me saqué muchos años después, en distintas circunstancias y tiempos.  
    

Tres Hombres a bordo del Beagle es obra epígona del Viaje, y le sigue el rastro a los tres personajes más interesantes del Viaje: El propio Charles Darwin;  Robert FitzRoy, capitán del Beagle; y Jemmy Button, nativo fueguino recogido por FitzRoy en un viaje anterior, y que tras algún tiempo de ser procesado para alcanzar el estadio de “civilizado” en la propia Inglaterra, era devuelto a su tierra para constituir una suerte de apoyo para los ingleses en la misma. Este libro es suficiente, pero no excelente. Lo mejor que hace es informar sobre los hechos posteriores a los que Darwin cuenta, aunque sus explicaciones se sienten inferiores, pese al siglo y medio entre ambos. Pero Richard Marks no es pretencioso ni trata de enmendarle la plana a nadie, mucho logra al presentar los hechos de manera simple, en particular el desastrado papel de Jemmy Button en los dramáticos acontecimientos posteriores al periplo del Beagle. Así muestra las incomprensiones entre las expectativas de grupos humanos diferentes: ingleses y fueguinos no piensan del mismo modo. La obra alcanza por momentos ecos líricos en la sencillez con que narra la heroica muerte de los misioneros expedicionarios de la Misión de la Patagonia en el solitario Spaniard Harbor. Tampoco carga las tintas ni ejerce sensacionalismo de tabloide, irrespetuoso y patriotero, al presentar las crisis y dificultades que Robert FitzRoy atravesó tras dejar el mando del Beagle, las que culminaron mucho después en su suicidio. He leído opiniones muy críticas sobre FitzRoy con las que no puedo coincidir, no consideran las circunstancias de la época y son demasiado postmodernos juzgando hechos y dichos de las gentes del pasado con criterios actuales. Sin avalar nada y sin exagerar, presentando los hechos, Marks explica con respeto y dignidad la suerte desdichada de un hombre que tuvo que pasar por graves dificultades y problemas, que siempre trató de cumplir su deber tal como lo entendía, lo que lo abrumó. El  Capitán del Beagle fue así presa de una desgraciada dolencia nerviosa que provocó que se quitara la vida, pero sin duda el amigo íntimo de Charles Darwin fue un gran marino y explorador de los tiempos modernos.

Para leer y bajar el Viaje de un Naturalista alrededor del mundo, de Charles Darwin, puedes ir a:
http://www.dominiopublico.es/libros/D/Charles_Darwin/Charles%20Darwin%20-%20Viaje%20de%20un%20Naturalista%20alrededor%20del%20Mundo.pdf

IV
El Millón (Marco Polo); y La Odisea de Marco Polo (Harry Rutstein)

Nadie puede decir que ha leído un Libro de Viajes si no ha leído El Millón, también conocido como El Libro de las Maravillas, de Marco Polo, hijo y sobrino de dos comerciantes venecianos, Nicolás y Maffeo Polo, para mí los verdaderos héroes de estos viajes. Pensemos en ello, todo el mundo dice que Marco Polo aquí y que Marco Polo allá, y hasta tiene su jueguito de piscina, vaya uno a saber por qué; pero cuando el joven Marco inició su Gran Viaje, ya el papi y el tío estaban de ida y vuelta, lo que resalta la importancia de las “conferencias de prensa”, pues nunca hubiéramos sabido nada de la movida de Nicolás y Maffeo si no fuera por la casualidad de que Marco a la vuelta cumplió su deber patriótico, cayó prisionero, y para no aburrirse en la canasta donde lo tenían narró sus historias a su compinche de celda, el pisano Rusticello, que daría cuenta de ellas al mundo europeo. Siempre me ha dado qué pensar el hecho que entonces hubo muchos Viajeros en las rutas de Marco Polo e Ibn-Batuta, y muchos más que hacían rutas importantes aunque más cortas. Había caravanas a Tombuctú, Delhi, Cambaluc y Samarcanda; París y Londres eran sitios exóticos para árabes y turcos, más para persas, chinos y mongoles. Viajar debió ser arriesgado y tomaría tiempo, una vida no debía alcanzar para muchos viajes. Los viajeros se encontrarían en Ventas y Posadas y cambiarían notas y grandes mentiras, como siempre ha sido: Y sabed también que en mi opinión no hay ciudad en el mundo (Cambaluc, la Beijing de hoy) a la que vayan tantos mercaderes (…) Y tened por cierto que a esta ciudad entran diariamente más de mil carretas cargadas únicamente de seda. Observaciones de viajero, que tiene algo de espía y mucho de comerciante de ojos bien abiertos. Nunca se sabe si eso que te enteras te será útil algún día: Y tened por cierto que en toda la provincia de Catay hay una clase de piedras negras que se extraen de las montañas y que arden haciendo llamas como leños: se consumen completamente como el carbón de madera. Mantienen el fuego y producen la cocción mejor que la madera. Por lo demás, Marco Polo ni fue el único ni el más importante. Ya hemos visto que el padre y el tío se movieron más que él. Ibn-Batuta hizo más ruta que Marco Polo y por más tiempo. Cheng Du condujo una flota impresionante hasta las costas africanas y sus memorias quedaron para pasmo y admiración de las siguientes generaciones. Marco Polo viajó joven, tuvo tiempo y energías para mirar mucho y ser funcionario del emperador mongol Kublai Khan, lo que le permitió recorrer Asia y ver cosas sorprendentes, y aunque exagerado, no es raro que se creyera que no hubo jamás hombre alguno, ni cristiano, ni sarraceno, ni tártaro, ni pagano que que haya visitado nunca tan vastas regiones del mundo como hizo Micer Marco, hijo de Micer Niccolo Polo, noble y gran ciudadano de la ciudad de Venecia.     



El libro de Harry Rutstein, La Odisea de Marco Polo, no tiene pretensiones literarias y se ciñe al aspecto aventurero, lo que a mi entender lo califica bien, pues no pretende ser más de lo que es, es decir la glosa de lo que sería en pleno  Siglo XX realizar el Viaje por la misma – o muy parecida - ruta de Marco Polo. Sé que decir “no pretende ser más de lo que es” suele reducir el valor de lo afirmado, pero aún así esta es una glosa escrita más de 700 años después del viaje que le dio origen, por una ruta que no ha sido común ni entonces ni ahora. Posteriormente al Viaje de Rutstein se han construido modernísimas carreteras y el Viaje se ha reducido en tiempo y dificultades. Asimismo, la influencia de Occidente penetra a través de carreteras y medios de comunicación, y así lo que se narra en este libro, pues ya cambió. Aún así se disfruta mucho el libro, se ubica muy en lo que fue el viaje de Polo,  que cuando el autor hizo la ruta en el último tercio del siglo pasado todavía bastante era más como en época de Marco Polo que como la actual. Entre los años 70 y 80 y la actualidad las cosas cambiaron, nos tememos, más que en los últimos 700 años. Si Marco Polo viajaba en 1975 hubiese reconocido más de lo que reconocería hoy en día. El subtítulo de Rutstein lo dice: Tras los pasos del mercader que cambió el mundo, un fantástico viaje de aventura de Venecia a Pekín siguiendo la fascinante ruta de Marco Polo. Y esto que le pasaría a Marco Polo de repetir el viaje, estoy seguro le pasaría en el Perú a Gonzalo Pizarro, Cieza de León, Humboldt, Darwin, Tschudi, Wiener, Raimondi, etcétera. Me pasa a mí, y creedme que aunque no soy Marco Polo, tened por cierto que por entonces las carreteras eran de tierra que se afirmaba y apisonaba con instrumentos aparejados al efecto por hombres de aquellas tierras, y que no habían teléfonos en las rutas y apenas de vez en cuando cruzábamonos con emisarios y propios…

Para bajar y leer el libro de Marco Polo:   http://faculty.ksu.edu.sa/ouahmane/biblio/marcopolo.pdf

V
Colofón

Termino por el principio. He mencionado El Mundo Pintoresco en una de mis primeras Crónicas, si bien al paso. Y me saco el clavo de estos Nueve tomos, editados en la Argentina: “Este libro se terminó de imprimir el día 20 de abril de 1946, en los Talleres gráficos de la Editorial JACKSON, calle Perú 1186 – Buenos Aires – República Argentina”. Y digo que acabo por el principio porque esta enciclopedia de nueve tomos fue lo primero que leí como Libros de Viajes. Cómo llegó a casa es un misterio, de seguro llegó antes que yo, y sigue en estos momentos aquí. Y ya saben: Lean, que por ahí cae un Libro de Viajes. … 


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