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martes, 9 de julio de 2013

¿QUIÉN DIABLOS SOY? (6) ADN Y DISCRIMINACIÓN ¿UNA FANTASÍA? de javier lizarzaburu

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¿QUIÉN DIABLOS SOY? 
- ADN Y DISCRIMINACIÓN ¿UNA FANTASÍA?
por javier lizarzaburu


Sexta Entrega: ¿Es pertinente sacar al fresco estos temas? ¿No sentimos, allá en nuestro remoto interior, una cierta incomodidad, una cierta sensación de que estamos pisando territorios altamente minados? ¿No nos sentimos como si estuviéramos pisando huevos y que nuestro amigo Javier no debería estar removiendo estos vetustos temas? ¿No nos remueve todo esto demasiados "conchos"? ¿y, como decían las abuelas, así no se olvidan los viejos odios y rencores que estaban (¿están?) sepultados hace mucho? ¿Es necesario callarse para que la indiada no se levante? Me viene a las mientes una conversación que presencié de pequeño hace decenios, en la que gentes que yo quería y respetaba proponían con toda seriedad resolver los problemas del Perú empleando la bomba atómica para la Sierra y los lanzallamas para las Barriadas ... Y tengo la sensación que esto tiene mucha relación con lo que trata Javier ahora:

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/07/130708_serie_adn_quien_diablos_soy_6_discriminacion.shtml

ADN Y DISCRIMINACIÓN ... ¿UNA FANTASÍA?


Empezamos la segunda semana de este diario del ADN, como le llamo a estas reflexiones en voz alta o a pluma suelta. Según National Geographic, en cualquier momento deben llegar mis resultados.

Mientras espero, quiero agradecer a los lectores de mi país y de América Latina, y de otros países, que han venido enriqueciendo este diálogo con sus puntos de vista, sus críticas y sus experiencias personales.

Soy de los que piensa que estos diálogos comunes son los que fortalecen las buenas ideas



Aun así, con frecuencia en ese camino seguro nos vamos a tocar más de una vez con los muros de algunos esquemas mentales que, muchas veces sin querer, no hacen más que reproducir puntos de vista del pasado. Puntos de vista que si bien han perdido vitalidad, no han perdido vigencia.

Algo de eso me pasó estos días cuando una buena amiga me dijo, con todo el cariño que me tiene, que no debo preocuparme por lo que me digan los resultados. Que seguro que no tengo raíces indígenas.

Para ella, como para un sector de limeños, esas raíces indígenas todavía son vistas como una mancha, como una mala señal. Claro que hay muchas razones para explicar esa actitud. Pero veamos también qué nos dicen las cifras.

Según el último estudio de Latinobarómetro, una empresa internacional dedicada a medir tendencias en la región, realizado en 2011, un 20% de la población de nuestros países dijo sentirse discriminado por algún motivo.

Cuando se les preguntó de manera indirecta sobre este punto, un 45% admitió ser discriminado.

De estos porcentajes generales sale información más específica.

Como el hecho de que la mitad de guatemaltecos (51%) cree que son discriminados por raza. En Brasil es un 46%; Bolivia, 43%; México, 43%; Perú, 39%. Se trata justamente de los países con mayor población originaria del continente.

En el caso de Perú donde, según la misma fuente, el 76% de la población es mestiza, que cerca del 40% se considere excluido, es una cantidad inaceptablemente alta.

Aun así, tengo que reconocer que el actual gobierno está haciendo un esfuerzo para contrarrestar esta situación. La presidencia ha hecho de la inclusión social uno de sus temas, y combatir la discriminación racial es un pilar de esa posición.

El ministerio de Cultura, para dar un ejemplo, este año abrió un observatorio contra el racismo, que busca ofrecer mecanismos para denunciar y solucionar problemas vinculados a esta situación. Es un avance. ¿Pero es suficiente?

Medir las diferencias


Veamos este escenario: hace poco, saliendo de un conocido café del centro de Lima, me encontré a una pareja de jóvenes mirando desde la vereda. Al verme, uno de ellos me preguntó si había que pagar para entrar...


¿Cómo les decimos a ciudadanos, que lo son en el papel, que también son ciudadanos en el ejercicio? ¿Cómo empoderamos a miembros de esta sociedad para que sientan que tienen el derecho a desarrollar todo su potencial?



Quizás otro indicador fundamental para medir el compromiso de un gobierno para acabar con estas diferencias es su inversión en educación.

Los datos regionales señalan que, en la última década, países de América Latina y el Caribe aumentaron el gasto público en este sector (como porcentaje del PIB), y pasaron de un promedio de 4,5% a un 5,2% en 2010. Los países ricos tienen un promedio de gasto en educación cercano al 6% de su PBI. Pero no en todos los casos se produjo una inversión similar.

En el Perú ese mismo año el presupuesto para educación fue de 2,9%. El más bajo de la región.

Es además un porcentaje que no ha aumentado en el último quinquenio. Según el mismo ministerio de Economía, "Perú es uno de los países que menos invierte en educación". ¿Cómo están sus vecinos? Según datos de la Unesco, Brasil gasta un 5,1%; Argentina: 4,9%; Colombia: 4,8%; Chile: 4%.

Y un dato demoledor: Perú, uno de los seis países que son cuna de civilización en el planeta, ocupa de manera consistente los últimos lugares en la evaluación internacional de niveles educativos, PISA.

En el 2009, de 65 países el mío ocupó el puesto 63. El mío, el país que consiguió desarrollar una de las primeras civilizaciones hace 5.000 años.

Entonces, ¿todavía hay alguno por ahí que crea que no debemos hablar de estos temas?





CONTINÚA EN: ¿QUIÉN DIABLOS SOY? - SÉPTIMA ENTREGA


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