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martes, 5 de agosto de 2014

CRÓNICAS DE LECTURAS 91 - NARRATIVA EN SERIE - SEGUNDA PARTE


CRÓNICAS DE LECTURAS – 91
Narrativa en Serie (Segunda Parte)

I

Justificación de las Series

El por qué alguien quiera contar un relato en más de un libro siempre llama la atención. Supongo que tiene que ver con el mensaje que se quiere brindar, o cuando menos la extensión de la Historia que se quiere relatar. Todo es relativo, a veces una serie se aumenta artificial y prosaicamente por motivos pecuniarios, a veces el tamaño de un relato simplemente se mide como el necesario internamiento en un Universo, el límite entre ambas consideraciones no es siempre claro. Tómese la conocida serie de Jean Auel, Los hijos de la Tierra, seis clásicas novelas históricas ambientadas durante la Última Glaciación de hace 20,000 años. La primera de dichas novelas, El Clan del Oso Cavernario, plantea un argumento de interés: La protagonista Ayla es una niña cromañón que queda huérfana tras un terremoto y es recogida y criada por una tribu neanderthal. El Clan del Oso Cavernario es un éxito por donde se le mire, consigue algo que cualquier autor de novela histórica ansía: Una descripción fiel y ajustada a la realidad de lo que se sabe en el momento sobre la época descrita. Incluso las especulaciones como la presunta telepatía neanderthal despiertan el interés, pero quizá su principal mérito sea mostrar que los hombres y mujeres de la época no eran retrasados mentales, sino en lo básico iguales a nosotros. Cuando de chico veía los gráficos de trogloditas con expresiones faciales brutales y semidesnudos en medio de la nieve me preguntaba si no sentirían el frío, y eso me parecía poco creíble pues la gente no es boba ni estúpida, por más “primitiva” que sea: Si tienes frío te cubres con algo y usarás calzado para protegerte los pies. No sé por qué los dibujantes presentaban descripciones tan poco ajustadas, debe ser problema ideológico. Al final la novela me conquistó lo suficiente para leer sus secuelas, y acá se viene lo bueno.

Que los fanáticos de Jean Auel se hagan a un costado, que voy a derribar el ídolo: La segunda novela, El Valle de los caballos, pasó piola, estaba bien aunque sin exagerar, pues como continuación era digna si bien no memorable. A partir de la tercera novela – Los cazadores de mamuts - empecé a aburrirme, había más de lo mismo, y más de lo mismo ya era demasiado, lo interesante se agotó en las dos primeras entregas. La cuarta novela, Las llanuras del tránsito, me resultó soporífera en extremo, más efectiva que el tilo para producir un reparador sueño. La quinta – Los refugios de piedra –  ya no la terminé, y la sexta – La tierra de las cuevas pintadas – ya la sentía perfectamente prescindible y ni siquiera la empecé. Digo todo esto con conocimiento de causa, pues las cuatro que me leí me las leí completitas y fue más que suficiente. Es sencillo explicar qué pasó: Jean Auel me había dicho todo lo que tenía que decir en las dos primeras novelas, que incluso podían considerarse como una sola en dos partes, y de hecho la consabida película toma cosas de las dos primeras. Desde la cuarta novela estaba claro que la autora empezaba a repetirse, la trama era previsible y prederminada, los personajes no eran tan memorables, las circunstancias no cambiaban demasiado. Para qué continuar un hilo narrativo constante y estacionado en lo mismo, para relanzarse tendría que haberse reinventado una narrativa en forma y/o fondo, quizá una serie de historias pequeñas, cada una con nudo y desenlace propios, todas ambientadas en la edad de Hielo, tal vez incluso con los mismos personajes u otros consecutivos. Otros han usado de estos y otros recursos con éxito, y probablemente es lo que yo hubiera hecho si me dedicara a escribir sobre esto. Pero tratemos de no caer en una crítica fácil, sus razones habrá tenido Jean para continuar como lo hizo, y es probable que a sus fans sí les gustara. Veamos a continuación ejemplos de series narrativas que a mi modo de ver lograron la “redondez” y tuvieron éxito aunque sea de ventas, y tratemos de desentrañar por qué:

II

Jean Paul Sartre – Los Caminos de la Libertad:
La Edad de la razón - El aplazamiento - Con la muerte en el alma

Que la Edad de la Razón termine en guerras mundiales, en las que hasta parir monstruos se vuelve trivial, como en los precursores y desencantados aguafuertes de Francisco de Goya, queda clarísimo en esta trilogía de novelas del Premio Nobel 1964 Jean Paul Sartre (1905 - 1980). Hay quien dice – Mario Vargas Llosa incluido - que Sartre de alguna manera ya fue, que ha sido sobrevalorado, cosa en exceso fácil de decir hoy en día, con un neoliberalismo autosuficiente instalado en el zeitgeist de la actualidad. Pero si se emprende la lectura de Sartre se ve que aguanta muy bien las relecturas, y eso pese a las conocidas manías sartrianas: El excesivo gusto por lo intelectual, el existencialismo a ultranza, la detallada descripción de lo existencial en absolutamente todos los actos más nimios de absolutamente todos sus personajes. Bueno, el caso es que a mí me sigue gustando esa narrativa estupenda, que se sostiene en el mismo tono todo el rato y en la que nunca veremos desmayo, que siempre parece que está alerta aunque en cierto modo esté desasida de todo. Sartre sí que sabe como pintar el desconcierto, la impotencia, la mínima trascendencia del individuo (Mathieu Delarue, inspirado en el mismo Jean Paul) incapaz de escapar de sus coordenadas del tiempo y espacio, y por ende imposibilitado de captar de una sola mirada toda la redondez del asunto, de ese asunto o del otro, de cualquier asunto sin importar cuán “trascendente” sea, precisamente porque lo trascendente es una categoría vacía que siempre se nos escapa. Y más aún sabe pintar la increíble ausencia de importancia que tiene el esquema general de las cosas comparado con las preocupaciones cotidianas de la vida. El temor de una guerra que se avizora total, feroz y desestabilizadora de todo cede ante las muy prosaicas e inmediatas necesidades de sus vulgares protagonistas: Unos francos para llegar a fin de mes, una decisión frente al embarazo de la compañera: casarse  o buscar dinero para el aborto, un juego de naipes, el meticuloso proceso del afeitado. La Guerra Mundial se monta sobre todo esto añadiéndose y yuxtaponiéndose. Como suele ocurrir en los acontecimientos humanos, la libertad de elegir de los hombres está constreñida por los acontecimientos exteriores que los superan. Y en encontrarse a sí mismo en ese tramado está la posibilidad de llegar a la edad de la Razón y conquistar la propia libertad. Esto hace a La Edad de la Razón memorable y muy recomendable hoy en día, en mi humilde opinión.

La yuxtaposición de acontecimientos se ve clara en el segundo tomo, El aplazamiento: Las cuatro y media de la tarde en Berlín, las tres y media en Londres (…) A las tres y media, Mathieu esperaba aún, al borde de un porvenir horrible, en el mismo instante, a las cuatro y media, Milan carecía ya de porvenir; que muestra las dramáticas sensaciones y sentimientos desatados por el paréntesis de paz que la Conferencia de Münich determinó entregando los Sudetes y luego toda Checoslovaquia a la voracidad de Hitler por mano de Chamberlain, Daladier y Mussolini. Todo pasa a la vez a personajes escogidos en los Sudetes, París (el propio Mathieu), Londres y Berlín, yuxtapuestos sin mezcla, lo que sí pasará en la última novela: Con la muerte en el alma, que se desarrolla en junio de 1940 mientras Francia sucumbe frente a los nazis, víctima de sus contradicciones internas. Las posiciones se distinguen en sus coordenadas, chocantes solamente si se ven en la perspectiva posterior, y por eso escandalizantes a la hora que se resolvió la guerra con la victoria aliada: Oye tú, si bastara gritar heil Hitler para que te enviaran a casita ¿no lo gritarías? Eso no compromete a nada. Tales sentimientos encontrados, tales posiciones confrontadas elevadas a condición social nos muestran desnudamente el derrumbe de los franceses de 1940 rebotando en el alma de Mathieu: ¡Maldita sea! (…) Que no se diga que no fuimos capaces de resistir quince minutos. (…) Cada disparo le vengaba de un antiguo escrúpulo. “Un tiro por Lola, por no haberme atrevido a robarle; otro por no haber dejado plantada a Marcelle; otro por no haberme querido acostar con Odette. Este, por los libros que no me he atrevido a escribir, este, por los viajes que me he negado (…)”. Disparaba sobre el Hombre, sobre la Virtud, sobre el Mundo. La Libertad es el Terror. (…) el mundo va a saltar y yo con él (…) catorce minutos y treinta segundos. (…) Disparó. Se sentía puro, era todopoderoso, era libre. El título mismo de la serie, Los caminos de la libertad, me suena irónico, desde la Razón va a culminar en la Muerte, con un paréntesis de aplazamiento en medio que sin embargo justifica en su terror pánico toda una novela. Aplazar la muerte, después de todo, no tiene nada de tonto, si algo hay que aplazar es precisamente eso. La serie fue escrita entre 1945 y 1949, a cuestas de todas las consecuencias de los hechos narrados, y el cuarto tomo, La última oportunidad, no se terminó. Pese a todo, las tres novelas constituyen una unidad de propósito alrededor de Mathieu Delarue. Y hasta acá lo que podemos considerar bacán: Sartre, con su Premio Nobel a cuestas y todo, cuenta su narración en párrafos inmensos, inacabables, eternos y parecidos a Dios, esto es, sin principio ni final, y abusa de yuxtaponer escenas. En esto se parece a Alejo Carpentier, en ambos lo que resulta complicado como el demonio es saber si te puedes detener y dónde hacerlo. Tal vez hoy en día se abuse del análisis de mercado de los lectores, que encuentran justificación en los procesos creativos que se olvidan de sus destinatarios. Esto, a lo que parece, pasa con Jean Paul Sartre.
No he encontrado en la web Los caminos de la libertad, pero este enlace lleva a La Náusea, El Muro y la obra filosófica de Sartre:  http://literaturapsicoactiva.blogspot.com.ar/2013/11/jean-paul-sartre.html
      
III

Ernesto Sábato – El Túnel, Sobre Héroes y Tumbas, Abaddón El Exterminador

Si bien no es miembro de mi Trinidad Literaria, Ernesto Sábato (1911 – 2011) pertenece a los coros celestiales y está cerca del Padre. Su obra no es copiosa: El Túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el Exterminador constituyen toda su bibliografía novelística, que yo sepa, y me parece que de ahí en adelante ya no quiso escribir, si bien continuó participando de las vicisitudes sociales y políticas de la Argentina. Las tres novelas se reconocen redondas no tanto por los personajes que las podrían unir, cuanto por la recia imbricación de las tramas y paisajes novelísticos de la ciudad de Buenos Aires y las coordenadas de tiempo de la República Argentina. La obsesión del autor tiene que ver con ello, como paladinamente menciona el mismo Sábato en la introducción a  Sobre Héroes y Tumbas: (Hay) ficciones mediante las cuales el autor intenta liberarse de una obsesión que no resulta clara ni para él mismo. Para bien y para mal, son las únicas que puedo escribir. Más, todavía, son las incomprensibles historias que me vi forjado a escribir desde que era un adolescente. Por ventura fui parco en su publicación, y recién en 1948 me decidí a publicar una de ellas: El Túnel. En los trece años que transcurrieron luego, seguí explorando ese oscuro laberinto que conduce al secreto central de nuestra vida. La muy dramática Serie constituye una suerte de autobiografía y una forma de narrar que – no lo podemos decir en las palabras que no tenemos – le sale del mismo tuétano. No registra continuadores, apenas imitadores y lectores fanáticos, impresionados por la lucidez emocional de Sábato. Los libros se leen de un tirón, en especial El Túnel, más corta, porque a diferencia de los libros de Jean Auel mencionados al principio, no le sobra una palabra. La compulsión del  autor a salir de su Torre de Marfil para decir lo que tiene que decir rompe los límites de la ficción, y conduce su narración de la metáfora hacia la penosa realidad donde pasado y presente se funden en una narrativa básica. Un estudiante de Buenos Aires que reflexiona existencialmente sobre su mundo se convierte así en un tema literario, tanto que Sobre Héroes y Tumbas se considera la mejor novela argentina del siglo XX, logro extraordinario para un científico físico, antiguo comunista de ideario libertario y humanista, si bien de despliegue contradictorio.

El Túnel se publica en 1948, en pleno auge del existencialismo, y se tradujo rápidamente al francés por directa intervención de Albert Camus. 1961 es el año de Sobre Héroes y Tumbas, que incluye el famoso Informe sobre Ciegos, que a veces se edita aparte. Abaddón el Exterminador fue su última novela, publicada en 1974, con la que culmina una trilogía con centro en Sobre Héroes y Tumbas, de lectura más imprescindible que las otras dos, por ser el nudo. En la técnica experimental de Abaddón el Exterminador las obsesiones de Sábato parecen conectarse más fluidamente con una estructura fragmentada, en que el personaje “ficticio” Sábato cuenta sucesos que le acaecieron, verídicos como verosímiles o directamente fantásticos, paralelando historias y filosofando sobre estética y ética en un entorno caracterizado por lo apocalíptico en sentido bíblico, como es sugerido por el ángel de la destrucción del libro del Apocalipsis que da nombre a la novela, y que recuerda remotamente el tono de las baladas de Manuel Scorza, las señales del fin de los tiempos presentes en los acontecimientos de la Historia Argentina y mundial. El fuerte aire sartriano y existencialista llega hasta el mismo final del Abaddón, cuando el personaje Bruno halla en el cementerio de su pueblo la lápida de Sábato, y piensa: En cualquier caso, fuera como fuera, era paz lo que seguramente ansiaba y necesitaba, lo que necesita todo creador, alguien que ha nacido con la maldición de no resignarse a esta realidad que le ha tocado vivir; alguien para quien el universo es horrible, o trágicamente transitorio e imperfecto. Porque no hay una felicidad absoluta, pensaba. Apenas se nos da en fugaces y frágiles momentos, y el arte es una manera de eternizar (de querer eternizar) esos instantes de amor o de éxtasis; y porque todas nuestras esperanzas se convierten tarde o temprano en torpes realidades; porque todos somos frustrados de alguna manera, y si triunfamos en algo fracasamos en otra cosa, por ser la frustración el inevitable destino de todo ser que ha nacido para morir; y porque todos estamos solos o terminamos solos algún día (…). Trate de leerse estas obras en adecuado estado de ánimo.

Links para las tres obras:


IV

Arthur C. Clarke – 2001, Odisea del espacio; 2010: Odisea Dos: 2061: Odisea Tres;
 3001: Odisea final

Tras hablar de autores densos como Sartre y Sábato, conviene a veces irse por la liviana, porque a veces, como dice Milan Kundera en La insoportable levedad del ser, lo ligero tiene más peso, aunque no estoy del todo seguro que dijera exactamente eso, pero está la idea. Quizá éste sea el mejor ejemplo de una serie de novelas de narrativa desigual y dirigida más obviamente a ganar plata, pero que mantiene la redondez temática. Ahora bien, entre escribir Ciencia Ficción algo Desigual y escribir Imposturas o Infamias, pues que le perdono a Arthur C. Clarke (1917 – 2008) su aparente impericia: Tras el estreno del filme 2001, Odisea del Espacio en 1968 - considerada la proverbialmente buena película de Ciencia Ficción y dirigida nada más y nada menos que por Stanley Kubrick – la novela se escribió del guión de la película y no al revés, caso interesante en los anales literarios que explica inconsistencias de fondo hasta en los astros donde se dirige la nave Discovery (Júpiter en la película, Saturno en el Libro). Al final Clarke no se hace problemas y sigue la línea argumental más comercial de la película. Que no había intenciones de continuar la serie se ve en la pérdida completa de la mística sugerida en 2001, aunque ganando, y esto no es poco, en una cientificidad en la que el autor está mucho más cómodo, aunque registre repeticiones de argumentación y estilo algo chabacanas. Ganar plata no es maldad, todos nos abocamos a ello, y es cierto que a quien Dios se la dio, San Pedro se la bendiga, y siempre hay quien lo hace peor; pero todo ello no mejora la calidad de este conjunto de novelas, que sin embargo se ha inscrito en el main stream de la Ciencia Ficción y la cultura popular: Todo el mundo reconoce los primeros acordes del Así Hablaba Zaratustra del compositor Richard Wagner, empleado en la primera película. Por cierto, acá lo incluyo en su versión completa, haciendo notar que sólo los primeros dos minutos fueron utilizados por Kubrick:  https://www.youtube.com/watch?v=Y9QxaJLt7EA

Para mí la mejor y más original novela de las Odiseas es la segunda: 2010: Odisea Dos, donde retrata la buena disposición de una expedición conjunta soviético-norteamericana, claramente calcada en buena medida de las historias de viajes polares de Ernest Shackleton. Es una pena que esta obrita esté destinada al olvido al presuponer la duración y permanencia de la Unión Soviética, desmentida por la Historia reciente. Que esto cogió a Clarke con los pantalones abajo se deduce porque en la segunda novela de la serie Rama le pasa lo mismo, y presenta una URSS más cuajada y mayor en tamaño. Claro que para estos casos hay el manoseado recurso de la Historia Alterna. La novela más floja de la serie es Odisea 3: 2061, escrita según su autor porque decidió no esperar la data de misiones espaciales cuyo lanzamiento fue pospuesto por motivos presupuestales, y trató de copiarse a sí mismo con un producto resultante descuidado en sus líneas argumentales, las que al final decidió no seguir en la cuarta y última entrega de la serie, en la que recurre como pretexto al último astronauta de la astronave Discovery para llegar a una descripción idealizada de una sociedad terrestre que ha resuelto sus contradicciones a mil años de 2001. Suele pasarle a Clarke que se engolosine con la idea que trata de escribir y se le olvide el argumento, que resuelve en los últimos capítulos de modo más o menos sorprendente y repentino, haciendo intervenir el azar humano. Aún así consigue mantener el suspenso al terminar por hacer probablemente lo que hace mejor: Desacralizar y desmitificar a los seres de los monolitos, y obtener la victoria para los terrestres empleando en este caso virus informáticos. Es bastante probable que el mediocrón blockbuster Día de la Independencia haya extraído la idea para su desastrado y artificial final.

Vínculos para las novelas de la Odisea espacial:


V

Colofón


Qué combinación la que me ha salido, estoy seguro que mis lectores se sentirán algo desconcertados de pasar de Sartre a Sábato para terminar en Arthur Clarke. Eso sin contar la mención algo detallada de Jean Auel. Pero así son los caprichos lectores. Hasta la otra, y lean lo que quieran, como quieran y donde quieran.

La Primera Parte de Narrativa en Serie, dedicada a J. K. Rowling, Manuel Scorza e Isaac Asimov está en:
http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2014/01/cronicas-de-lecturas-72-narrativa-en.html

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