CRÓNICAS DE LECTURAS – 91
Narrativa en Serie (Segunda Parte)
I
Justificación de las Series
El por qué alguien quiera contar
un relato en más de un libro siempre llama la atención. Supongo que tiene que
ver con el mensaje que se quiere brindar, o cuando menos la extensión de la
Historia que se quiere relatar. Todo es relativo, a veces una serie se aumenta
artificial y prosaicamente por motivos pecuniarios, a veces el tamaño de un
relato simplemente se mide como el necesario internamiento en un Universo, el
límite entre ambas consideraciones no es siempre claro. Tómese la conocida
serie de Jean Auel, Los hijos de la Tierra, seis clásicas
novelas históricas ambientadas durante la Última Glaciación de hace 20,000
años. La primera de dichas novelas, El
Clan del Oso Cavernario, plantea un argumento de interés: La protagonista Ayla es
una niña cromañón que queda huérfana tras un terremoto y es recogida y criada
por una tribu neanderthal. El Clan del
Oso Cavernario es un éxito por donde se le mire, consigue algo que
cualquier autor de novela histórica ansía: Una descripción fiel y ajustada a la
realidad de lo que se sabe en el momento sobre la época descrita. Incluso las
especulaciones como la presunta telepatía neanderthal despiertan el interés,
pero quizá su principal mérito sea mostrar que los hombres y mujeres de la
época no eran retrasados mentales, sino en lo básico iguales a nosotros. Cuando
de chico veía los gráficos de trogloditas con expresiones faciales brutales y semidesnudos
en medio de la nieve me preguntaba si no sentirían el frío, y eso me parecía poco
creíble pues la gente no es boba ni estúpida, por más “primitiva” que sea: Si
tienes frío te cubres con algo y usarás calzado para protegerte los pies. No sé
por qué los dibujantes presentaban descripciones tan poco ajustadas, debe ser
problema ideológico. Al final la novela me conquistó lo suficiente para leer
sus secuelas, y acá se viene lo bueno.
Que los fanáticos de Jean Auel se hagan a un costado, que
voy a derribar el ídolo: La segunda novela, El
Valle de los caballos, pasó piola, estaba bien aunque sin exagerar, pues
como continuación era digna si bien no memorable. A partir de la tercera novela
– Los cazadores de mamuts - empecé a
aburrirme, había más de lo mismo, y más de lo mismo ya era demasiado, lo
interesante se agotó en las dos primeras entregas. La cuarta novela, Las llanuras del tránsito, me resultó
soporífera en extremo, más efectiva que el tilo para producir un reparador
sueño. La quinta – Los refugios de piedra
– ya no la terminé, y la sexta – La tierra de las cuevas pintadas – ya la
sentía perfectamente prescindible y ni siquiera la empecé. Digo todo esto con conocimiento
de causa, pues las cuatro que me leí me las leí completitas y fue más que
suficiente. Es sencillo explicar qué pasó: Jean
Auel me había dicho todo lo que tenía que decir en las dos primeras
novelas, que incluso podían considerarse como una sola en dos partes, y de
hecho la consabida película toma cosas de las dos primeras. Desde la cuarta
novela estaba claro que la autora empezaba a repetirse, la trama era previsible
y prederminada, los personajes no eran tan memorables, las circunstancias no
cambiaban demasiado. Para qué continuar un hilo narrativo constante y
estacionado en lo mismo, para relanzarse tendría que haberse reinventado una
narrativa en forma y/o fondo, quizá una serie de historias pequeñas, cada una
con nudo y desenlace propios, todas ambientadas en la edad de Hielo, tal vez
incluso con los mismos personajes u otros consecutivos. Otros han usado de
estos y otros recursos con éxito, y probablemente es lo que yo hubiera hecho si
me dedicara a escribir sobre esto. Pero tratemos de no caer en una crítica fácil,
sus razones habrá tenido Jean para
continuar como lo hizo, y es probable que a sus fans sí les gustara. Veamos a continuación ejemplos de series
narrativas que a mi modo de ver lograron la “redondez” y tuvieron éxito aunque sea
de ventas, y tratemos de desentrañar por qué:
II
Jean Paul Sartre – Los
Caminos de la Libertad:
La Edad de la razón - El aplazamiento - Con la muerte en el alma
Que la Edad de la Razón termine en guerras mundiales, en las que hasta
parir monstruos se vuelve trivial, como en los precursores y desencantados aguafuertes
de Francisco de Goya, queda clarísimo en esta trilogía de novelas del Premio Nobel
1964 Jean Paul Sartre (1905 - 1980).
Hay quien dice – Mario Vargas Llosa
incluido - que Sartre de alguna
manera ya fue, que ha sido sobrevalorado, cosa en exceso fácil de decir hoy en
día, con un neoliberalismo autosuficiente instalado en el zeitgeist de la actualidad. Pero si se emprende la lectura de Sartre se ve que aguanta muy bien las
relecturas, y eso pese a las conocidas manías sartrianas: El excesivo gusto por
lo intelectual, el existencialismo a ultranza, la detallada descripción de lo
existencial en absolutamente todos los actos más nimios de absolutamente todos
sus personajes. Bueno, el caso es que a mí me sigue gustando esa narrativa
estupenda, que se sostiene en el mismo tono todo el rato y en la que nunca
veremos desmayo, que siempre parece que está alerta aunque en cierto modo esté
desasida de todo. Sartre sí que sabe
como pintar el desconcierto, la impotencia, la mínima trascendencia del
individuo (Mathieu Delarue, inspirado en el mismo Jean Paul) incapaz de escapar de sus coordenadas del tiempo y
espacio, y por ende imposibilitado de captar de una sola mirada toda la
redondez del asunto, de ese asunto o del otro, de cualquier asunto sin importar
cuán “trascendente” sea, precisamente porque lo trascendente es una categoría
vacía que siempre se nos escapa. Y más aún sabe pintar la increíble ausencia de
importancia que tiene el esquema general de las cosas comparado con las
preocupaciones cotidianas de la vida. El temor de una guerra que se avizora
total, feroz y desestabilizadora de todo cede ante las muy prosaicas e
inmediatas necesidades de sus vulgares protagonistas: Unos francos para llegar
a fin de mes, una decisión frente al embarazo de la compañera: casarse o buscar dinero para el aborto, un juego de
naipes, el meticuloso proceso del afeitado. La Guerra Mundial se monta sobre
todo esto añadiéndose y yuxtaponiéndose. Como suele ocurrir en los
acontecimientos humanos, la libertad de elegir de los hombres está constreñida
por los acontecimientos exteriores que los superan. Y en encontrarse a sí mismo
en ese tramado está la posibilidad de llegar a la edad de la Razón y conquistar
la propia libertad. Esto hace a La Edad
de la Razón memorable y muy recomendable hoy en día, en mi humilde opinión.
La yuxtaposición de acontecimientos
se ve clara en el segundo tomo, El
aplazamiento: Las cuatro y media de
la tarde en Berlín, las tres y media en Londres (…) A las tres y media, Mathieu
esperaba aún, al borde de un porvenir horrible, en el mismo instante, a las
cuatro y media, Milan carecía ya de porvenir; que muestra las dramáticas
sensaciones y sentimientos desatados por el paréntesis de paz que la
Conferencia de Münich determinó entregando los Sudetes y luego toda
Checoslovaquia a la voracidad de Hitler por
mano de Chamberlain, Daladier y Mussolini. Todo pasa a la vez a personajes escogidos en los
Sudetes, París (el propio Mathieu), Londres y Berlín, yuxtapuestos
sin mezcla, lo que sí pasará en la última novela: Con la muerte en el alma, que se desarrolla en junio de 1940
mientras Francia sucumbe frente a los nazis, víctima de sus contradicciones
internas. Las posiciones se distinguen en sus coordenadas, chocantes solamente si
se ven en la perspectiva posterior, y por eso escandalizantes a la hora que se
resolvió la guerra con la victoria aliada: Oye
tú, si bastara gritar heil Hitler para que te enviaran a casita ¿no lo
gritarías? Eso no compromete a nada. Tales sentimientos encontrados, tales
posiciones confrontadas elevadas a condición social nos muestran desnudamente
el derrumbe de los franceses de 1940 rebotando en el alma de Mathieu:
¡Maldita sea! (…) Que no se diga que no
fuimos capaces de resistir quince minutos. (…) Cada disparo le vengaba de un
antiguo escrúpulo. “Un tiro por Lola, por no haberme atrevido a robarle; otro
por no haber dejado plantada a Marcelle; otro por no haberme querido acostar
con Odette. Este, por los libros que no me he atrevido a escribir, este, por
los viajes que me he negado (…)”. Disparaba sobre el Hombre, sobre la Virtud,
sobre el Mundo. La Libertad es el Terror. (…) el mundo va a saltar y yo con él
(…) catorce minutos y treinta segundos. (…) Disparó. Se sentía puro, era
todopoderoso, era libre. El título mismo de la serie, Los caminos de la libertad, me suena irónico, desde la Razón va a
culminar en la Muerte, con un paréntesis de aplazamiento en medio que sin
embargo justifica en su terror pánico toda una novela. Aplazar la muerte,
después de todo, no tiene nada de tonto, si algo hay que aplazar es precisamente
eso. La serie fue escrita entre 1945 y 1949, a cuestas de todas las
consecuencias de los hechos narrados, y el cuarto tomo, La última oportunidad, no se terminó. Pese a todo, las tres novelas
constituyen una unidad de propósito alrededor de Mathieu Delarue. Y hasta
acá lo que podemos considerar bacán: Sartre,
con su Premio Nobel a cuestas y todo, cuenta su narración en párrafos inmensos,
inacabables, eternos y parecidos a Dios, esto es, sin principio ni final, y
abusa de yuxtaponer escenas. En esto se parece a Alejo Carpentier, en ambos lo que resulta complicado como el
demonio es saber si te puedes detener y dónde hacerlo. Tal vez hoy en día se
abuse del análisis de mercado de los lectores, que encuentran justificación en
los procesos creativos que se olvidan de sus destinatarios. Esto, a lo que
parece, pasa con Jean Paul Sartre.
No he encontrado en la web Los caminos de la libertad, pero este
enlace lleva a La Náusea, El Muro y la obra filosófica de
Sartre: http://literaturapsicoactiva.blogspot.com.ar/2013/11/jean-paul-sartre.html
III
Ernesto Sábato – El Túnel,
Sobre Héroes y Tumbas, Abaddón El Exterminador
Si bien no es miembro de mi
Trinidad Literaria, Ernesto Sábato (1911
– 2011) pertenece a los coros celestiales y está cerca del Padre. Su obra no es
copiosa: El Túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddón el Exterminador constituyen toda
su bibliografía novelística, que yo sepa, y me parece que de ahí en adelante ya
no quiso escribir, si bien continuó participando de las vicisitudes sociales y
políticas de la Argentina. Las tres novelas se reconocen redondas no tanto por
los personajes que las podrían unir, cuanto por la recia imbricación de las
tramas y paisajes novelísticos de la ciudad de Buenos Aires y las coordenadas
de tiempo de la República Argentina. La obsesión del autor tiene que ver con
ello, como paladinamente menciona el mismo Sábato
en la introducción a Sobre Héroes y Tumbas: (Hay) ficciones mediante las cuales el autor
intenta liberarse de una obsesión que no resulta clara ni para él mismo. Para
bien y para mal, son las únicas que puedo escribir. Más, todavía, son las
incomprensibles historias que me vi forjado a escribir desde que era un
adolescente. Por ventura fui parco en su publicación, y recién en 1948 me
decidí a publicar una de ellas: El Túnel. En los trece años que transcurrieron
luego, seguí explorando ese oscuro laberinto que conduce al secreto central de
nuestra vida. La muy dramática Serie constituye una suerte de autobiografía
y una forma de narrar que – no lo podemos decir en las palabras que no tenemos
– le sale del mismo tuétano. No registra continuadores, apenas imitadores y lectores
fanáticos, impresionados por la lucidez emocional de Sábato. Los libros se leen de un tirón, en especial El Túnel, más corta, porque a diferencia
de los libros de Jean Auel
mencionados al principio, no le sobra una palabra. La compulsión del autor a salir de su Torre de Marfil para decir
lo que tiene que decir rompe los límites de la ficción, y conduce su narración
de la metáfora hacia la penosa realidad donde pasado y presente se funden en
una narrativa básica. Un estudiante de Buenos Aires que reflexiona
existencialmente sobre su mundo se convierte así en un tema literario, tanto
que Sobre Héroes y Tumbas se
considera la mejor novela argentina del siglo XX, logro extraordinario para un
científico físico, antiguo comunista de ideario libertario y humanista, si bien
de despliegue contradictorio.
El Túnel se publica en 1948, en pleno auge del existencialismo, y se
tradujo rápidamente al francés por directa intervención de Albert Camus. 1961 es el año de Sobre
Héroes y Tumbas, que incluye el famoso Informe
sobre Ciegos, que a veces se edita aparte. Abaddón el Exterminador fue su última novela, publicada en 1974,
con la que culmina una trilogía con centro en Sobre Héroes y Tumbas, de lectura más imprescindible que las otras
dos, por ser el nudo. En la técnica experimental de Abaddón el Exterminador las obsesiones de Sábato parecen conectarse más fluidamente con una estructura
fragmentada, en que el personaje “ficticio” Sábato cuenta sucesos que
le acaecieron, verídicos como verosímiles o directamente fantásticos, paralelando
historias y filosofando sobre estética y ética en un entorno caracterizado por
lo apocalíptico en sentido bíblico, como es sugerido por el ángel de la
destrucción del libro del Apocalipsis
que da nombre a la novela, y que recuerda remotamente el tono de las baladas de
Manuel Scorza, las señales del fin
de los tiempos presentes en los acontecimientos de la Historia Argentina y
mundial. El fuerte aire sartriano y existencialista llega hasta el mismo final
del Abaddón, cuando el personaje Bruno
halla en el cementerio de su pueblo la lápida de Sábato, y piensa: En cualquier caso, fuera como fuera, era paz
lo que seguramente ansiaba y necesitaba, lo que necesita todo creador, alguien
que ha nacido con la maldición de no resignarse a esta realidad que le ha
tocado vivir; alguien para quien el universo es horrible, o trágicamente
transitorio e imperfecto. Porque no hay una felicidad absoluta, pensaba. Apenas
se nos da en fugaces y frágiles momentos, y el arte es una manera de eternizar (de
querer eternizar) esos instantes de amor o de éxtasis; y porque todas nuestras
esperanzas se convierten tarde o temprano en torpes realidades; porque todos
somos frustrados de alguna manera, y si triunfamos en algo fracasamos en otra
cosa, por ser la frustración el inevitable destino de todo ser que ha nacido
para morir; y porque todos estamos solos o terminamos solos algún día (…). Trate
de leerse estas obras en adecuado estado de ánimo.
Links para las tres obras:
Sobre Héroes y Tumbas:
http://www.escuelaindustrial.cl/_notes/Sobre%20heroes%20y%20tumbas.pdf
Abaddón el Exterminador: http://www.escuelaindustrial.cl/_notes/Abaddon%20el%20Exterminador.pdf
IV
Arthur C. Clarke – 2001,
Odisea del espacio; 2010: Odisea Dos: 2061: Odisea Tres;
3001: Odisea final
Tras hablar de autores densos
como Sartre y Sábato, conviene a veces irse por la liviana, porque a veces, como dice
Milan Kundera en La insoportable levedad del ser, lo
ligero tiene más peso, aunque no estoy del todo seguro que dijera exactamente
eso, pero está la idea. Quizá éste sea el mejor ejemplo de una serie de novelas
de narrativa desigual y dirigida más obviamente a ganar plata, pero que mantiene
la redondez temática. Ahora bien, entre escribir Ciencia Ficción algo Desigual y
escribir Imposturas o Infamias, pues que le perdono a Arthur C. Clarke (1917 –
2008) su aparente impericia: Tras el estreno del filme 2001, Odisea del Espacio en 1968
- considerada la proverbialmente
buena película de Ciencia Ficción y dirigida nada más y nada menos que por Stanley Kubrick – la novela se escribió
del guión de la película y no al revés, caso interesante en los anales literarios
que explica inconsistencias de fondo hasta en los astros donde se dirige la
nave Discovery (Júpiter en la película,
Saturno en el Libro). Al final Clarke
no se hace problemas y sigue la línea argumental más comercial de la película.
Que no había intenciones de continuar la serie se ve en la pérdida completa de
la mística sugerida en 2001, aunque
ganando, y esto no es poco, en una cientificidad en la que el autor está mucho
más cómodo, aunque registre repeticiones de argumentación y estilo algo chabacanas.
Ganar plata no es maldad, todos nos abocamos a ello, y es cierto que a quien Dios se la dio, San Pedro se la bendiga,
y siempre hay quien lo hace peor; pero todo ello no mejora la calidad de este
conjunto de novelas, que sin embargo se ha inscrito en el main stream de la Ciencia Ficción
y la cultura popular: Todo el mundo reconoce los primeros acordes del Así Hablaba Zaratustra del compositor Richard Wagner, empleado en la primera
película. Por cierto, acá lo incluyo en su versión completa, haciendo notar que
sólo los primeros dos minutos fueron utilizados por Kubrick: https://www.youtube.com/watch?v=Y9QxaJLt7EA
Para mí la mejor y más original novela
de las Odiseas es la segunda: 2010: Odisea Dos, donde retrata la buena
disposición de una expedición conjunta soviético-norteamericana, claramente calcada
en buena medida de las historias de viajes polares de Ernest Shackleton. Es una pena que esta obrita esté destinada al
olvido al presuponer la duración y permanencia de la Unión Soviética,
desmentida por la Historia reciente. Que esto cogió a Clarke con los pantalones abajo se deduce porque en la segunda
novela de la serie Rama le pasa lo
mismo, y presenta una URSS más cuajada y mayor en tamaño. Claro que para estos
casos hay el manoseado recurso de la Historia Alterna. La novela más floja de
la serie es Odisea 3: 2061, escrita
según su autor porque decidió no esperar la data de misiones espaciales cuyo
lanzamiento fue pospuesto por motivos presupuestales, y trató de copiarse a sí mismo
con un producto resultante descuidado en sus líneas argumentales, las que al final
decidió no seguir en la cuarta y última entrega de la serie, en la que recurre
como pretexto al último astronauta de la astronave Discovery para llegar a una descripción idealizada de una sociedad terrestre
que ha resuelto sus contradicciones a mil años de 2001. Suele pasarle a Clarke que se engolosine con la idea
que trata de escribir y se le olvide el argumento, que resuelve en los últimos
capítulos de modo más o menos sorprendente y repentino, haciendo intervenir el
azar humano. Aún así consigue mantener el suspenso al terminar por hacer
probablemente lo que hace mejor: Desacralizar y desmitificar a los seres de los
monolitos, y obtener la victoria para los terrestres empleando en este caso
virus informáticos. Es bastante probable que el mediocrón blockbuster Día de la
Independencia haya extraído la idea para su desastrado y artificial final.
Vínculos para las novelas de la Odisea espacial:
V
Colofón
Qué combinación la que me ha
salido, estoy seguro que mis lectores se sentirán algo desconcertados de pasar
de Sartre a Sábato para terminar en Arthur
Clarke. Eso sin contar la mención algo detallada de Jean Auel. Pero así son los caprichos lectores. Hasta la otra, y lean
lo que quieran, como quieran y donde quieran.
La Primera Parte de Narrativa en Serie, dedicada a J. K. Rowling, Manuel Scorza e Isaac Asimov está en:
http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2014/01/cronicas-de-lecturas-72-narrativa-en.html
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