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jueves, 18 de agosto de 2011

CONTRA LOS COSTOS DE LA CORRUPCIÓN -Parte 2


“Todos somos un poco ladrones.” (Álvaro Obregón, Presidente de México)

Hay diversas maneras en que las personas reaccionan ante el entorno social. En nuestra sociedad el delito y la corrupción están tan profundamente instalados, que nos podríamos preguntar a la iconoclasta, como en la primera parte de este artículo, hasta dónde la corrupción es tan realmente conveniente para la sociedad que en realidad toda lucha contra ella termina por ser una Finta más dirigida a la platea. Experiencia tenemos del despliegue fintero del gobierno próximo pasado alrededor de la “lucha frontal y sin atenuantes, con tolerancia cero” contra la corrupción, con el resultado de devaluarla, de repente adrede. Ciertas conductas están tan instaladas que resulta extraordinariamente difícil desprenderse de ellas, y la complicidad de los chiquitos con los grandazos es palmaria. Es que nadie quiere perderse los posibles beneficios de los actos corruptos. Si no me creéis, que cualquiera que haya trabajado en una dependencia pública o privada y no se haya tirado un lápiz levante la mano. La Corrupción no solamente se organiza como actividad económica en escala, sino también, muy al estilo nacional, a la informal, y aunque desde un punto de vista ético-moral tirarse diez millones de dólares o un lápiz son actos equivalentes, desde el punto de vista político no es igual. Si castigas el robo del lápiz y no el de los diez millones de dólares, mandas un mensaje clarísimo a la sociedad: “La pita se rompe por lo más delgado”, y no solamente no resuelves nada, sino que refuerzas las conductas y empeoras las cosas.

Vimos ya que hay relación entre delito/corrupción con la necesidad y su percepción, que esta relación ni es mecánica, ni se debe exclusivamente a la naturaleza humana, sino que las circunstancias, en especial las sociales, tienen una directa relación con la comisión de delitos. No hemos caído en la simpleza de creer que basta crecer en lo económico para que la corrupción y el delito disminuyan a niveles soportables. En esta segunda parte pretendo aplicar algunas de estas ideas a un par de sectores emblemáticos, sin pretender agotar el tema, que da para muchos tomos.

Corrupción, Pisco 7.9 y “Actos de Dios”

Hace cuatro años un terremoto de grado 7,9 en la escala de Richter sacudió Pisco y buena parte de la costa peruana. Fue un “acto de Dios”, es decir, una ocurrencia que no depende de los seres humanos. Ante estas ocurrencias las gentes solamente pueden soportarlos, resignarse, reconstruir y aprender de la experiencia, para hacerlo mejor la próxima vez que se caiga el techo encima, y a eso le llamamos Prevención. Sin embargo, los hechos posteriores desafían toda lógica. Los damnificados por el sismo han manifestado que por cuatro años los dejaron abandonados a sus propios recursos. La chamba de la reconstrucción se le empujó a las autoridades municipales y regionales, que parece respondieron lo mejor que pudieron con sus escasos recursos. En cambio, la acción del estado central fue equívoca, hasta el extremo de requerirse cambio de gobierno para reconocer el problema e iniciar los trabajos de reconstrucción.

La lógica elemental indica que un proceso de reconstrucción trata de poner las cosas en la situación que estaban antes de la emergencia, con mejoras y añadidos guiados tanto por el instinto de conservación – hacer antisísmico lo que no lo era -, como por la conveniencia – aprovechar para mejorar, sistematizar o reformar los servicios. Es decir, es una buena oportunidad para hacer las cosas mejor, o por lo menos para que la próxima vez la zamaqueada nos encuentre en mejor pie. Pero esto no pasó. Y cuando se pregunta por qué no pasó, la respuesta es inmediata: Corrupción. Cabe preguntarse por qué los principales problemas que indican los pobladores no se afrontaron en cuatro años Tratemos de ser imparciales. Para poder reparar lo destruido por un terremoto hay que hacer licitaciones. Lejos estoy de suponer que todas las licitaciones sean amañadas, pero es obvio que un porcentaje importante de ellas lo está. Ello genera costos evidentes. Cómo dice el refrán, quien mal concibe, mal pare. Cuando las licitaciones se hacen como sabemos, pasan cuando menos dos cosas: Se paga de más, y al final hay que volverlo a hacer. Vale decir, se gasta plata escasa en reparaciones que no se realizan, o si se hacen se malogran al poco tiempo. No es necesario un terremoto para que esto ocurra, es evidente para todos que los parchados de pistas no duran mucho, o que un departamento de estreno empiece a caerse al poco tiempo. Es que alguien puso menos asfalto, cemento o cualquier material caro, o sea alguien se ahorró ciertos “sobrecostos”. Si en circunstancias relativamente normales no se nota la cosa es porque los damnificados no tienen contactos con los medios, o los automovilistas toman otras rutas; pero en circunstancias como las de las secuelas de un terremoto, la cosa es tan evidente y tanta gente es afectada que debería ser más publicitado. Pero durante años esto no ha pasado, y los medios tienen responsabilidad en ello. Una pregunta legítima sería a cambio de qué se callaron la boca hasta el día en que el nuevo gobierno inició la reconstrucción de Pisco. Pregunta maliciosa: ¿Cuánto costó la corrupción en este caso?

Hubo en el gobierno pasado ciertas acciones, como la formación de un ente reconstructor, FORSUR, muy publicitado. El Partido Nacionalista en la oposición se opuso al enfoque dado al tema, y se le respondió – y a esto sí le dieron amplia publicidad – con insultos personales a la persona de Ollanta Humala de la persona a cargo de FORSUR, la que por cierto renunció al poco tiempo. En apariencia los objetivos de FORSUR fueron tanto “organizar” licitaciones que no funcionaron, como crear una planilla de remuneraciones para no sabemos quienes, aunque podemos especularlo. Entretanto, y muy empresarialmente, un Ministro de Estado del gobierno aprista, y candidato por el fujimorismo, presentó una nueva marca de Pisco: 7,9, percibido por muchos como una burla sanguinaria hacia los damnificados, o cuando menos como una penosa pérdida de contacto con la realidad. Una pregunta maliciosa: ¿Y para qué sirvió en los hechos la plata de FORSUR durante cuatro años? Pues para recuperar parte del centro de la ciudad y ciertos hoteles, diseñar un bonito plan nunca puesto en acción, y tratar de privatizar el puerto. Ah, verdad, me olvidaba del Hospital inaugurado por Alan García, sin funcionar por supuesto. Otra pregunta maliciosa: ¿Y las postas médicas, comisarías, tendido de agua y desagüe, pistas y veredas, viviendas? Bien, gracias. Y más preguntas maliciosas: ¿Calificarán estos actos como Corrupción? ¿Cuánto le han costado y le cuestan al país?

Corrupción y Seguridad Ciudadana

Hay temas en los que cada vez que aumenta el ruido, la razón retrocede. Uno es el de la seguridad ciudadana; y el otro es el de la llamada ‘guerra contra las drogas’. No son iguales, porque la discusión del primero se asemeja a una asamblea de médicos medievales discutiendo remedios para una peste. En el segundo, antes que la ignorancia impera el prejuicio y, con frecuencia, la deshonestidad intelectual.” (Gustavo Gorritti, artículo)

Uno de mis programas de TV preferidos es “La Ley y el Orden UVE”. Algo que siempre me sorprende es la narrativa del principio, en la que se dice que hay dos grupos, uno que representa la Ley, la Policía, y otro el Orden, que son los Fiscales, lo que me sonó un tanto al revés de como en general nosotros asumimos el tema. Pareciera que entender a la Policía como imponedores del Orden es indicativo de la manera como entendemos el grave problema de la convivencia civilizada. Y es que quien pone Orden es o debiera ser, efectivamente, el Poder Judicial, la Policía solamente está ahí para aplicar la Ley. Y aquí empezamos a percatarnos de las dificultades, porque nuestra militarizada Policía no aplica la Ley, sino el Orden y para ello emplea la fuerza de las armas que la Nación le confía. La lógica militar no es la lógica ciudadana, y ello parece provenir del paternalista concepto implícito que nuestra sociedad debe ser “dirigida” por una autoridad que sabe lo que nos conviene. Ello presupone un grupo social que da las órdenes, mientras la indiada solamente está ahí para obedecer, y si no lo hace entonces debe ser castigada por la Fuerza Armada y la Policía, y se justifica ideológicamente diciendo que los reprimidos son “indios ignorantes”. Ello incluso podría haber funcionado si el grupo dirigente hubiera sido lo suficientemente ilustrado, o cuando menos que hubiera probado que tenía un proyecto de país, pero Basadre demuestra la deserción de las élites, y al final el grupo dominante no dirige, sino que maneja las cosas para sostenerse en el poder, y así se convierten en el mejor de los casos en peso muerto, y en el peor, en rémora para la Nación, en vez de un impulso hacia arriba para todos. Y así se le abrió la puerta a la corrupción, a su denuncia por parte de los pocos valientes que nuestra nación ha producido, y a la percepción del abuso por parte de muchos.

Una noticia muy reciente menciona el hecho de dos jóvenes mujeres Policías que se tomaron unas fotos picarescas, por decir lo menos, y que fueron difundidas, parece que sin su autorización. La condena provocada por la desmesurada cobertura de los medios es tan evidentemente exagerada, si la comparamos con la cobertura que se le da a actos de corrupción y delito descarado muchísimo más reñidos con la moral. Que unas señoritas se quiten la ropa y muestren sus dotes corporales a estas alturas no escandaliza ni al Arzobispo de Lima, pues ya lo vemos todos los días en los medios. Que una connotada congresista del fujimorismo se desgañite en nombre de una bien problemática moral pública me parece extremadamente gracioso. Pregunta maliciosa: ¿Qué bellezas corruptas se ocultan al “descubrir” que unas policías se quitaron la ropa? El extraño asalto a la niña Ariana Reggiardo, condenable por donde se lo vea, no hubiera merecido cobertura de los medios si su honorable señor padre no fuera un Congresista de la República. Probablemente este hecho determinó la fulminante acción de la Policía, a la que vemos actuar con rapidez y eficiencia en casos como éste. Algo así ocurrió también con el expresidente del Congreso, el honorable Javier Velásquez Quesquén, que tras ser pasteado por marcas, terminó asaltado en la vía de Evitamiento, ante su, suponemos, tremenda sorpresa. Ahí también la Policía se apuró. Dos días después aparecía un evidente “cherry” periodístico, reconocible porque la Policía entraba con violencia en un sitio donde los supuestos sorprendidos asaltantes y delincuentes estaban arrodillados esperándolos. Por lo menos nos gustaría que los cherrys los hagan bien. Pero es mucho pedir, parece. Los servicios policiales, por los que todos los ciudadanos pagamos, se le dan a algunos y a otros no. Pregunta maliciosa: ¿Cuánto cuesta esto diariamente al país? ¿Qué pasaría, si como fue el caso de Fonavi, promovemos un referéndum para que nos devuelvan esa plata que gastamos en una Seguridad que no recibimos?

Otra perlita. Desde los años 90 se le proporcionó a la Banca y grandes empresas seguridad a bajo costo, gracias al sistema “Uno por Uno”, que se disfrazó de penuria fiscal, y que en estos últimos años se ha mantenido a pesar del crecimiento económico. En cualquier parte esto se entiende como una extracción de remuneraciones para convertirlo en utilidades, pero aquí le llamamos “una manera de mejorar las remuneraciones de los sufridos policías”. Tal vez también haya servido para sustituir el muy costoso sistema de la coima – que no por ello ha desaparecido, cualquier automovilista lo sabe – por uno de cupo. Pregunta maliciosa: ¿Quiénes ganan con el sistema de cupo?

Ojo que no me estoy metiendo con los ascensos, las asignaciones de personal, la caja militar-policial y otras lindezas que configuran una corrupción institucionalizada. Ni tampoco con los Jueces y Fiscales, que se merecen su capitulito aparte. En un contexto como éste, y considerando que los sueldos policiales son risibles, la corrupción informal de la coima ejercida por los policías de a pie es casi, casi, casi disculpable. Pregunta maliciosa: ¿Cuánto ha costado y cuesta la corrupción institucionalizada?

Narcotráfico y cómo la plata llega sola

Que hay vínculo entre la Corrupción y el Narcotráfico es tan evidente como que la noche sigue al día, así que ni trataré de demostrarlo. Lo que no queda muy claro es la relación del actual Sendero Luminoso con ella, pues nos han vendido ideología en vez de realidad, y cuando esto ocurre lo esencial se escapa tanto en los hechos como en las interpretaciones. Muchas personas que tratan objetivamente de llegar a la verdad son acalladas con irrelevantes argumentos ideológicos, cuando no con insultos. Aunque despojarse de lo ideológico es complejo, en especial al interpretar hechos, lo es más cuando se trata de esconderlos. A algunos les gusta el discurso conservador – felizmente en vías de extinción – de que el problema básico es el comunismo y Sendero Luminoso, pues proporciona posibilidades interesantes de financiamiento y distracción de la opinión pública. Pero la realidad viene en nuestra ayuda cuando vemos el tema desapasionadamente y sin anteojeras ideológicas. El problema básico es el Narcotráfico y la corrupción concomitante. Sin minimizar el problema del Terrorismo de las bandas sobrevivientes de Sendero Luminoso, es obvio que la mejor solución para el tema de Sendero es acabar con el Narcotráfico, lo que haría que lo que quede de Sendero tendría que dedicarse al cultivo de violetas africanas o a la meditación Zen. Los jirones ideológicos de un grupo cuya única trascendencia es su expertisse en proporcionar sicarios al narcotráfico no parece que puedan sobrevivir sin el financiamiento narco.

Es obvio que entre los costos que el narcotráfico le propina a la sociedad peruana están los de la corrupción. Aunque este es también un problema policial y de seguridad, tiene aristas en muchas direcciones. La erosión del sistema político llegó a niveles paradigmáticos en Colombia, cuando los cárteles estuvieron a punto de sustituir a los gobiernos locales. En un contexto de retraso económico y social, las oportunidades laborales que el narcotráfico brinda son un señuelo para muchísimos jóvenes que se encuadran en sus filas. En nuestro país se sabe, aunque no se dice, que hay regiones enteras que dependen económicamente de las ganancias del narcotráfico insufladas en la economías locales. Las empresas no preguntan de dónde viene la plata que ingresa en sus arcas, y es sabido que hay un flujo de moneda extranjera más o menos notable que ingresa al país por concepto de “sobreganancias” de la cocaína y otros productos análogos. Hay evidentes vínculos entre la actividad del narcotráfico y otras actividades ilegales, como el contrabando y el régimen de esclavitud de niños, o semi-legales, como la Minería Informal. Es posible que exista una bancada en el Congreso financiada en todo o en parte por narcotraficantes. Es posible que uno de los principales ingresos de muchos jueces y abogados, y tal vez secciones enteras del Poder Judicial, provenga de la actividad del narcotráfico. Las Fuerzas Armadas y Policiales, mal armadas y mal pagadas, han sido y son objeto de corrupción, bajo diversas formas. La práctica del cupo está difundida, y la Lucha contra el Narcotráfico parece tener por finalidad el mantenerla para siempre. Demasiada gente gana demasiada plata con ello. La prensa puede ser, dado el caso, comprada, y su capacidad de manipulación de la opinión pública puesta en venta al mejor postor para tender cortinas de humo. La opinión pública convive con el consumo de drogas de todo calibre, y no parece haber una política de protección de los niños y adolescentes. Si fuéramos más suspicaces podríamos ver en el origen de todo esto un reparto de bienes y servicios que compensa la falta de un estado y una sociedad comprometidos con la Nación. Y no es solamente, como dijimos antes, un tema ético-moral, como algunos gustan de vender, aunque tiene esas aristas. Es demasiado obvio que las agendas de las instituciones que tratan con el problema parecen estar influidas fuertemente por la circulación de efectivo proveniente de esta actividad claramente ilícita, ilegal y dañosa por donde se le mire.

Para colmo, no hemos sido capaces, como en el tema minero, ni siquiera de añadir valor agregado a nuestro producto de exportación, limitándonos a poner la materia prima mientras otros se llevaban las grandes ganancias. Y todo esto significa una sola cosa: Corrupción. Como dice Shakespeare, conocedor profundo de la naturaleza humana, la culpa de que estemos como estamos no es de nuestro destino, es nuestra. Nos guste o no nos guste, como señala con claridad Gustavo Gorritti – uno de los pocos periodistas de nuestro medio con la hombría de no tapar el sol con un dedo -, en este tema impera el prejuicio y la deshonestidad intelectual. Y se entiende, cuando se defiende la plata. Si sumamos los costos de la corrupción que fomenta el narcotráfico, ¿a cuántos centenares o miles de millones de dólares llegaríamos cada año?

Otra Conclusión

El problema de la Corrupción es que es un tema con más brazos que un pulpo y más aristas que un cubo pentadimensional. Confieso que cuando uno mete la cuchara en esto, no hay cuando terminar. No sé si haré una tercera parte, o una cuarta o quinta, sobre este tema. Pero lo que sí es seguro es que seguiremos mirando. Punto, por hoy.
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VIENE DE: CONTRA LOS COSTOS DE LA CORRUPCIÓN - PARTE UNOhttp://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2011/08/contra-los-costos-de-la-corrupcion.html

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