ARREPENTIMIENTO
Generación
NINI: Un caso de estudio
En pocos días se cumplirá un aniversario más de la muerte de Stanley “Tookie” Williams. Poco conocido en nuestro
medio, Tookie
Williams constituye una buena representación de todo lo que puede llegar a ser un
joven de la calle, sin oportunidades ni posibilidades a la vista, que para
disfrutar de la simple posibilidad de una oportunidad tiene que vivir y equivocarse.
Tookie
Williams fue el fundador y líder de una Banda, Pandilla o Gang en la violenta
ciudad de Los Ángeles, el tristemente famoso Crips Gang. En su desempeño
callejero, Tookie Williams asesinó a tiros al dependiente Albert Owens, a los
propietarios de un motel de Los Ángeles, y a la hija de ambos, durante un
atraco. Sin duda era un asesino, no hay enredos legales ni disculpas posibles
que limiten el hecho. Los lugares y los tiempos pudieron tener importancia o no,
pero hay hechos tan irrevocables que nos perseguirán hasta el microsegundo
mismo anterior a nuestra desaparición del mundo. La justicia de los hombres,
correcta o incorrectamente, envió a Tookie Wiliams a prisión y a la larga y
torturante espera del condenado a muerte, que no es el menor de los castigos.
Tookie
Williams no era uno más de tantos delincuentes, culpable de su sino, o víctima
del sistema, como elijamos. En la experiencia espantosa de la privación de la
libertad y la integración a una sociedad de convictos, parece que algo le
ocurrió, y ese es el motivo de este artículo. En un lenguaje muy antiguo y
perfectamente válido, y para decirlo de una vez, parece que Tookie Williams se
arrepintió de sus pecados.
Arrepentirse
se dice fácil, pero el proceso es complicado. Arrepentirse no es, según muchos
parecen creer, disfrutar de los frutos del crimen y echar en el cepillo de las
limosnas de la parroquia un óbolo destinado al adormecimiento de la conciencia.
El trámite es bastante más largo y complejo. Requiere un proceso interior de
convencimiento intelectual y emocional de que lo que se hizo está mal, que no
debería hacerse nunca y que no solamente no debería volverse a incurrir en ello,
sino que nadie debería incurrir en ello. Hasta aquí el asunto es puramente
interior, pero después viene la parte complicada: Si un daño se ha hecho, ese
daño debe repararse en lo posible, aunque esa reparación sea necesariamente limitada,
y a veces, como en el caso de Tookie, en una parte tan mínima que no habrá
manera de compensar el hecho, no importa cuánto se haga. El reino de las
interioridades de la conciencia nos será siempre esquivo, pero por lo que se
puede ver, creemos que Tookie Williams se arrepintió y trató de reparar.
Por supuesto
tenemos derecho a juzgar sus actos de arrepentimiento. Es lo que se debe hacer
cuando el delito se realiza contra la sociedad. Y no siempre lo juzgaremos con
benevolencia, pues tenemos el perfecto derecho a plantearnos si tal
arrepentimiento es real o es una máscara para obtener mejores condiciones de
carcelería o de pena. Tookie Williams, condenado a muerte y a la espera del castigo
correspondiente, parece que en verdad quiso reparar en lo posible el daño
cometido.
Algunos,
claro, no le creyeron. No le creyeron los familiares de los muertos, cadáveres
que se alzan entre Tookie y sus buenas intenciones. No le creyeron los
profesionalmente suspicaces fiscales y abogados del Estado de California, ni le
creyó tampoco un notable porcentaje de la población.
Pero Tookie
Williams hizo lo que creemos debía hacer: Él, el violento, el asesino, enfrentó
con coraje la violencia en la prisión, negándose él mismo a caer en la
violencia y asumiendo la ideología de la no-violencia, algo que si en la vida
cotidiana es complicado, en la cárcel es casi imposible. En procesos así hay
derrotas y retrocesos. Desde la prisión piloteó a su banda, los crips, hacia
acciones no-violentas, aunque muchos dijeron que lo hizo para obtener una mejor
posición ante la opinión pública. Es posible que haya algo de verdad en ello. Como
Tookie no termina de confesar sus cuatro asesinatos, de eso se agarran los
abogados y demás adversarios de Tookie para mantenerlo en la línea fatal de los
condenados a muerte.
Tookie se percata
que lo que está haciendo no basta. Supongamos por un momento que su arrepentimiento
es real. Cuando alguien se arrepiente, seguramente debe sentir que nada de lo
que hace basta, porque el arrepentimiento seguramente es mayor según el grado
de culpa que percibas en ti mismo, de manera que si eres un asesino, si
quitaste de este mundo cuatro vidas humanas – Es lo que, incuestionablemente,
hizo Tookie – entonces el tamaño de tu culpa, y de rebote el tamaño de tu
arrepentimiento debe ser descomunal, aparatoso, avasallante, sin dejar espacio
alguno para el relax que los buenos espíritus llaman “Conciencia”.
Nunca
sabremos si en el fondo había razones ajenas al arrepentimiento. Podemos
suponer que así fue, porque los seres humanos no somos buenos ni malos a rajatabla.
No creo que sea tan importante a estas alturas. Tookie, sea por impresionar
favorablemente en la opinión pública, sea por verdadero dolor del corazón, sea
por ambas razones, observa el hecho que el problema del pandillaje empieza por
los niños, en los hogares y las escuelas. De hecho esta es la razón por la que
decidí escribir sobre este tema. Pensemos en nuestras tremendas falencias y
errores en la formación de Valores, pensemos en la sostenida campaña en la que
algunos creen que los regímenes militarizados permiten la enseñanza de valores
a nuestros niños y niñas, pensemos en esa constante y machacona insistencia en
la pena de muerte. Nos sobra autoritarismo y represión, nos sobran impulsos
asesinos, y no creo que eso sirva para arreglar el problema, pues como Tookie
Williams conocía de primera mano, la violencia solamente engendra violencia.
Tookie Williams
empezó a escribir libros para las escuelas de California, dirigidos a los niños
y docentes. Sus nueve libros, tras iniciales desconfianzas – Es un prisionero
que hace cola para la inyección letal - empiezan a ser utilizados, hasta llegar
a los millones de copias repartidas a lo largo de todos los Estados Unidos e
incluso fuera, en todos aquellos lugares donde cunde el pandillaje. Un
pandillero reo del homicidio de cuatro personas enseña a los niños y jóvenes
cómo no caer en la tentación y librarse del mal. Como para preguntarse
muchas cosas. Según parece los libros de Tookie son bastante exitosos, no
sabemos si por sus virtudes intrínsecas o por esa tremenda impresión que hace
en la imaginación el saber que el autor es un criminal que trata no de reivindicarse
sino de prevenir. Creo que difícilmente podríamos pensar en un maestro más
experimentado.
La máxima
aspiración de Tookie Williams consistía en seguir pagando su pena en cadena
perpetua, aunque no veo porqué descartar que pudiera haber salido libre. Otros
lo han hecho, mucho más culpables que Tookie, sin siquiera tener a su favor su
evidente arrepentimiento. Pinochet y otros dictadores de manos manchadas de
sangre anduvieron libres por la calle, lo hacen narcotraficantes y asesinos
notorios. Basta con tener dinero y/o conexiones que se paguen con dinero.
Pero
conviene no olvidar que Tookie Wiliams un negro de Los Ángeles,
California, un negro en los Estados Unidos de América. El entonces gobernador
de California, Arnold Schwarzenegger, le negó la clemencia, argumentando no estar
seguro del arrepentimiento de Tookie. Se me ocurre que puede ser porque en los
negros el arrepentimiento no se ve tan claro.
Tookie
Williams fue ajusticiado en diciembre de 2005, y mientras lo ejecutaban se extrañaba
en sus últimos momentos de lo mal que hacen su trabajo los alguaciles que
debían encontrar su vena para inyectarle la combinación mortal. Atrás quedaban cuatro muertes, la no-violencia en prisión, una pandilla reorientada y millones
de libros que según parece resultan especialmente útiles. No sabemos si se
compensan unas cosas con otras. No sabemos si la justicia quedó servida. Por
momentos quisiéramos que lo que nos contaron de niños fuera verdad, y hubiera
allá en alguna parte un cielo con muchas moradas para aquellos que se arrepienten.
¿No fue el Carpintero de Galilea el que dijo que más alegría hay en el paraíso
por un pecador que se arrepiente que por cien justos que no necesitan
arrepentirse?
Colofón
Cuando
escucho hablar de la pena de muerte me pregunto si el espacio para el
arrepentimiento y la reparación consiguiente son factores que tomamos en
consideración. ¿Qué mal o bien podría haber producido que a Tookie Williams se
le hubiera concedido su deseo de vivir en cadena perpetua? ¿Estaba lo
suficientemente rehabilitado? Se me ocurre que trataba de llenar su inmensa
culpa con acciones que significaran algo para él. Que haya defendido su vida
pertenece al Derecho que en teoría tenemos todos los seres humanos. Todos
necesitamos, además, que nuestra vida tenga sentido. Me pregunto por qué retrechearle
esa oportunidad a la Generación NINI en función de una vindicta pública que
solamente satisface la sed de sangre de algunos y los discursos políticos
autoritarios de otros.
VIENE DE: CONTRA EL LUCRO EN LA EDUCACIÓN: LA GENERACIÓN NINI PASA A LA OFENSIVA - http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2011/08/contra-el-lucro-en-educacion-o-la.html
VIENE DE: CONTRA EL LUCRO EN LA EDUCACIÓN: LA GENERACIÓN NINI PASA A LA OFENSIVA - http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2011/08/contra-el-lucro-en-educacion-o-la.html
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