Hablar en lenguas
I
Las Lenguas
La literatura es un mundo vasto, pero
apenas una parte del universo del libro y la escritura. La experiencia oral
antecede a la escrita, o se puede decir de algún modo que filogenia recapitula
ontogenia, o a la inversa: La primera expresión de los pueblos y de los niños
es oral y espontánea, mientras que la escrita requiere de aprendizaje en lo colectivo
y en lo individual. Cuando se les expone los niños aprenden la lengua que oyen
en su entorno, y así las lenguas humanas pasan la prueba del Tiempo. Los niños aprenden
a ver y actuar el mundo a través de su lengua materna, pues que ésta los
intermedia con su entorno. La pervivencia de una lengua depende de su uso, sin
importar tanto los números, lenguas como el vasco-euzkadi, el romaní o el runa-simi viven pues niños y adultos
comparten cotidianamente ideas y sentimientos en esas lenguas. Mi lengua materna
informa mi entendimiento de la realidad, me presta sus posibilidades, y de mí
depende lo que haga con ella. No creo en la validez de la “prescripción
lingüística”, horrorosa en sí misma y de utilidad cuestionable. En eso de
omponer usos y costumbres lingüísticos, los medios de comunicación son mucho
más potentes que la Real Academia de la
Lengua Española, y aunque mucha gente guste de que venga la autoridad y le prescriba los qués y los cómos, yo encuentro que Chespirito es más poderoso que la RAE, de la que no desprecio ni su pasado ni su presente, pues es útil
limpiar, fijar y dar esplendor. Pero
la lengua no se impone por decreto, como atestiguan cinco siglos de fracasos contra el runa-simi y otras lenguas originarias de
España y América, instrumentadas por monarquías absolutas, falsas repúblicas y dictaduras fascistas que trataron
de uniformar los pueblos. Pero se murieron Reyes y Dictadores; y vascos,
catalanes, quechuas y demás insisten en amar, trabajar y cantar canciones de cuna en sus lenguas. Los
conservadores se empecinan en acostar la realidad en lechos de Procusto,
pero hallan que la realidad no se les acomoda, las tales lenguas
“minoritarias” conviven con otras lenguas igualmente respetables en
las propias mentes de sus hablantes, y en la práctica se apropian del mundo
dos veces: En su lengua originaria y en castellano.
Yo soy castellano-hablante
en un país con 52 lenguas reconocidas (y sabe Dios cuántas más), y debo reconocer
que mi ignorancia de las lenguas originarias de mi patria no es superada sino
por un agujero negro. Y eso me da vergüenza. Porque con qué cara me atrevo a
hablar de libros en mi propio país diverso y multilingüe, si soy
fluente y hábil sólo en la lengua del conquistador de fuera. Claro es que no puedo
asumir responsabilidad por haber nacido en mis coordenadas culturales, pero
vivir en mi país me obliga a saber qué terreno piso. Hoy el castellano es la lingua franca en los Andes, y también la
del Inca Garcilaso de la Vega y José María Arguedas, y no voy a
maltratar la lengua de Cervantes, García Lorca y Borges por creer que así elevo las prohibidas y vituperadas lenguas
originarias de mi país. De hecho, en castellano reivindico las lenguas
originarias de los Andes y la Amazonía, y defiendo políticas
lingüísticas efectivas que traten de compensar que estas lenguas no pudieran competir
lealmente con el castellano durante siglos. De haber sido así hubiéramos ganado
al tener dos o más mundos a nuestra disposición, pues cada lengua
manifiesta una comprensión diferente de los objetos e ideas en el mundo, y poseerla
es poseer el mundo dos veces. Pero de niño ignoraba la existencia de las
lenguas originarias, y debí esperar a ser mayor y libre de utilizar mi propio criterio
para darle la vuelta a esto de la diversidad lingüística. Me había preocupado
del inglés y el francés, grandes y magníficas lenguas, pero sólo hace unos años
traté de hacerlo con el runa-simi. No
debería dejarse esto al libre mercado. Si los recursos no nos dan para más, por
lo menos deberíamos aprender en las escuelas a decir en runa-simi y alguna otra lengua originaria Ima sutiyqui? Imanaylla cacancu? Allillancani, Ccaya cama, y además
decir lo que podría ser eventualmente necesario o urgente: Masca manuiqui cani?, Imayquitaj nanan?, Ari tatay onghosga kani o
munahuanquichu? Yo traté de aprender runa-simi como hice con el inglés: por
mis propios medios y a través del uso. Pero a diferencia del inglés, el runa-simi es más oral que escrito, hay poca literatura disponible, y las variantes de pronunciación y escritura me llevaron
a un callejón sin salida, los pocos libros y diccionarios disponibles no me
ayudaron. Es claro que necesitamos más ediciones bilingües, y para algo se supone tenemos
Ministerio de Cultura, bueno sería que nos enteraran qué hacen al respecto. Si algo
conozco del runa-simi, no se lo debo
a la lectura, sino a nuestra amiga Norma
Ccahuana, profesora cusqueña que nos hizo el honor de ayudarnos a criar a
nuestros hijos, hoy emigrada a Europa. Río para mis adentros recordando cómo
aprendí a pronunciar ñoqa rimani en ayacuchano, y cómo me costó reaprender a pronunciarlo
en el cusqueño de Norma.
(Para los amigos que comparten
conmigo la ignorancia, los significados de las expresiones arriba mencionadas
en runa-simi son los siguientes: ¿Cómo te llamas?, ¿Cómo estás?, Estoy bien,
Hasta mañana, y eventualmente: ¿Cuánto le debo?; ¿Qué te duele?; Sí señor, estoy enfermo; o ¿Me quieres?)
II
Los registros
Una lengua posee un sistema
propio de símbolos con significado que relacionan las percepciones con objetos
y conceptos. Se suele diferenciar la Literatura por lenguas, y así se habla de
literatura en castellano, en inglés, en runa-simi,
en búlgaro, en chino, en swahili, etcétera. El universo de la lectura depende
del universo de la oralidad, y el lenguaje construye mi mundo desde mi entorno
social y cultural. Al aprender otra lengua y alcanzar competencia en ella, por
poco que lo pensemos nos maravillamos de las semejanzas y diferencias que
existen entre los significados de las palabras, y de cómo estos componen una
percepción diferente cuando circulamos de una lengua a otra. Por varios años trabajé en una Escuela de Interpretación y Traducción, y ello me dio la
oportunidad única de vivir un medio donde se contrastaban unas lenguas
con otras. El procedimiento de la Traducción incluye el empleo de Diccionarios
Monolingües, Bilingües y Glosarios de toda especie, lo que lleva a contrastar
palabras y expresiones problemáticas, con lo que distingues cómo cambia la manera de “decir
el mundo” según la lengua, aunque los conceptos parezcan los mismos. Deploro
que cada vez haya menos lenguas, pues mucho perdemos al homogenizar y perder
variabilidad. Incluso la misma lengua varía en las distintas comunidades, por
más que hablen y escriban en la misma. Castellano se habla en la Guinea
Ecuatorial, en Guatemala, en Filipinas, en Uruguay y en Arizona. El chiste de
que Inglaterra y Estados Unidos sean países separados por el mismo idioma deja
de serlo cuando lo experimentamos en el habla. Las literaturas “nacionales” o “regionales” enfatizan
las diferencias más que las semejanzas, pues el castellano no es igual en
las frías alturas que en los áridos desiertos o en la pluviselva. Ni es el
mismo expuesto a otras lenguas como el runa-simi
o el tagalo. Ni el mismo en los
chicanos de Los Ángeles que entre los mulatos y negros de Chincha, como se
muestra genialmente en el Monólogo desde
las Tinieblas de Gregorio Martínez o en el Hombres
de Maíz que sólo pudo surgir en la Guatemala de Miguel Ángel Asturias. Del mismo modo Octavio Paz de México; Gabriela
Mistral de Chile; Horacio Quiroga
de Uruguay; Rubén Darío de Nicaragua
o Ramón del Valle Inclán de España emplean
el mismo sistema lingüístico, pero con sus diferencias de entorno geográfico
y cultural. Añadamos a esta coordenada geográfica la coordenada temporal, y se
nos complica la cosa, que no es igual Gonzalo
de Berçeo que Rafael Alberti,
aunque empleen el mismo o parecido idioma, e incluso el mismo registro
poético. En las “literaturas nacionales” la cosa se complica, pues se le añade
la evolución del lenguaje y los registros literarios: Juan de Espinoza Medrano es distinto de Mariano Melgar; y ellos no se parecen a Ricardo Palma o a Martín
Adán. Ni poesía es ensayo, ni Azorín
es Pérez Reverte. Los ejemplos se
multiplican y el punto queda firme: Las aproximaciones son varias, múltiples y
multiformes, y cualquier lector se encontrará con todas ellas.
Este tema es menos agudo cuando salimos
de lo literario hacia las ciencias formales, fácticas o sociales. Hay
diferencias entre ellas atribuibles a sus distintos registros. La Ciencia expresa
sus rasgos en el lenguaje que utiliza. El físico danés Niels Bohr aspiraba a reducir el lenguaje científico a una
estructura lógica precisa, pues los rasgos lingüísticos comunes a las diversas lenguas
no aclaraban las ambigüedades, y en el plano científico la objetividad – nombrar
unívocamente la “cosa” – es de capital importancia. Un ejemplo: Todos podemos
imaginarnos una dimensión más en el plano de nuestra existencia, porque nuestra
percepción puede asumirlo y nuestro lenguaje cotidiano nombrarlo. Representamos
la realidad tridimensional en planos bidimensionales con trucos visuales: los
mapas y el 3D no son otra cosa. Pero en mi experiencia fue todo un
descubrimiento caer en la cuenta - leyendo Otros
Mundos, de Paul Davies, esas
cosas no se me ocurren a mí dejado a mis recursos - que hay muchas más dimensiones en
la realidad – mundos n-dimensionales
- que no podemos ni “imaginar” ni “describir” ni “explicar” con palabras
cotidianas. Requerimos del lenguaje lógico-matemático, aunque podamos “intuir”
estos mundos en un clásico de la Ciencia–Ficción como Ciudad, de Clifford Symak, poco conocido pero genial autor en este género. Para
no meternos en honduras, digamos que en libros de Matemáticas y Lógica gozaremos
de ventajas si conocemos la disciplina. Aunque se empleen palabras del lenguaje
cotidiano, éstas versan sobre el registro o “idioma” matemático o lógico-formal y su
comprensión se facilita. Mis vetustos libros de Commercial Mathematics de Davies
y Habakkuk; o Elements of Statistical
Method, de Albert Waugh me
plantean menos dificultades de comprensión que The snows of Kilimanjaro, de Ernest
Hemingway o Sanctuary de Theodor Dreiser. Puedo confiar en la
exactitud del registro lógico-matemático y así puedo acceder con límites incluso a textos
en ruso. En las Ciencias Fácticas (Física, Biología, etcétera) se usan más
palabras cotidianas, pero éstas se estructuran en un registro lógico-formal, de
enunciados y proposiciones, poseen estructura y consistencia lógica, son
denotativos y más lecturables y previsibles que en el registro literario. Un ejemplo es
el libro editado por Albert Galaburda,
Dyslexia and Development – Neurobiological
Aspects of Extra-ordinary Brains, que tuve el honor de traducir a nuestra
lengua. Por último, leer textos de Ciencias Sociales en otra lengua es más
difícil cuanto menos denotativo es su lenguaje, cosa por lo que se acusa a
estas Ciencias de no serlo. Y aún así se cuenta con un metalenguaje propio de la
disciplina, que reduce las incertidumbres. Ejemplos de ello hay en Eric J. Hobsbawm en Primitive
Rebels – Studies in Archaic Forms of Social Movement in the 19th in 20th
Centuries; o en Winston Churchill
en The Second World War.
III
Accediendo a los libros en otras Lenguas: Leer el original
Leer libros en lengua no materna pasa por uno de dos procesos: O se aprende la lengua meta hasta
alcanzar competencia suficiente; o se accede a los libros a través de Traducciones.
En cuanto a la primera alternativa, ya hemos visto que enfrentar la lectura de libros
en lenguas diferentes a la propia depende del registro. No encuentro demasiada dificultad en leer pedagogía en portugués o en francés, y es que ambos idiomas
son lenguas romances como el castellano, semejantes en la construcción
gramatical; y la pedagogía cuenta con un lenguaje más o menos normalizado, aún con
préstamos como el término bullying. Para el castellano-hablante
promedio, el leer en inglés no es tan difícil, pues dicho idioma incorpora en
su sistema una estructura más o menos común a las lenguas romances, y no nos es
tan extraño como el finlandés, el croata o el swahili. Además estamos muy expuestos por los
medios de comunicación al english, lingua franca universal, y a su variante
el americanese. Así sus áreas de
oscuridad se reducen en la medida que es menos literario, menos coloquial y
menos sometido a variantes dialectales. En este mundo globalizado, todo el
mundo sabe decir good morning y how you doing y muchos no necesitan más.
Después de todo, aunque el inglés no es la primera lengua del mundo – el Chino
Mandarín se lo lleva por varios centenares de millones – sí es la segunda
lengua más hablada, leída y comprendida. El aprendizaje del inglés es por ende imperativo
en todo sistema educativo, inclusive y principalmente en los países anglófonos.
Y aprender la lingua franca de
nuestro mundo globalizado no es cuestión menor. Naturalmente es absurdo sostener
que el aprendizaje del inglés oblitera el de la lengua originaria propia, no
hay competencia entre el runa-simi y
el inglés. Catalanes y vascos demuestran que puedes aprender vasco o catalán, y castellano e inglés a la vez y sin tanta vaina. La oposición al runa-simi en nombre del inglés es puramente
política, y no resiste el más ligero análisis. No son excepcionales los casos
de dominio de lenguas distintas: El polaco Joseph
Conrad, el chino Gao Xinjian, y el indio Salman Rushdie son palpables ejemplos.
Otros idiomas como el ruso y las
lenguas eslavas presentan más dificultad pues emplean un alfabeto diferente,
en este caso el cirílico, lo que a la dificultad de hablarlo – se puede hacer
fonético – añade las de leerlo y escribirlo, aquí sí que hay que
aprender a decodificar desde el ABC. Y eso que el cirílico no es tan
distinto del alfabeto latino. Imaginemos la dificultad de leer a Tolstoi, Krylov, Akmátova, Berdiaev
o Solzhenytsin en ruso. Aún peor es en
lenguas como el árabe o el hebreo, cuyos signos alfabéticos nos semejan patas
de araña, dificultad incrementada por la ausencia de referentes en nuestro
alfabeto, lo que implica reaprender incluso las competencias motoras, pues sus alfabetos, al revés del latino o el cirílico, se escriben de
izquierda a derecha. Para los que no capten esta dificultad: En mi paso por la
Escuela de Interpretación y Traducción les mostraba a mis alumnos un periódico
israelí, y les decía que su “página Uno” era para nosotros “la última” y había
que abrirlo “al revés”. Para remate ellos suprimen las vocales, que utilizan
“de memoria”. Llegar a leer Las Mil y Una
Noches en árabe no es nada fácil. Y las lenguas de extremo oriente – chino
mandarín, coreano, japonés – nos resultan triplemente extrañas, pues se
escriben de arriba hacia abajo en alfabetos ideográficos o silábicos totalmente
extraños a nuestro temple fonético. Poseen una enorme dificultad intrínseca
incluso para los mismos nativos, reflejada en varias modalidades de escritura
cuyo dominio toma años a los naturales de esos países, no digamos a los aprendices
de segundas y terceras lenguas. Afortunadamente para nosotros, estos países
tomaron el toro por las astas en política lingüística, simplificaron y fonetizaron sus
alfabetos, uniformaron sus sistemas educativos y se globalizaron de cara a la
tecnología, en particular la de computadoras. En los años ´50 y ´60 el tradicional
alfabeto ideográfico del chino mandarín se sustituyó por un alfabeto fonético de
más de 50 signos – casi el doble que en el castellano. Esto se hizo para
uniformar el alfabeto para las muchas lenguas que existen en China, como para
facilitar la traducción y adaptación a las nuevas tecnologías. Nosotros lo
notamos en el "cambio de nombre" de la capital Pekín o Peiping, por Beijing, que
en chino mandarín se escribe como siempre pero se pronuncia distinto, me da
escalofríos pensar cuánto esfuerzo se hizo para lograrlo. El canal chino de
cable pasa teleseries en chino mandarín con subtítulos para la población china,
lo que ilustra el hecho. Aprender otras
lenguas requiere tiempo, recursos e inmersión, en especial en lenguas tan
distintas a nuestro castellano. Y nuestro país es un crisol cultural donde
convivimos gentes de origen cultural americano, europeo, africano y asiático, y tiene
la posibilidad de ser el “país de los traductores”. Claro, necesitaríamos
primero aprender a respetar nuestras lenguas, todas, sin excepción alguna.
IV
Accediendo a los libros en otras Lenguas: Traducciones
La segunda manera, más
empleada, para acceder a libros en lengua extranjera es a través de sus
Traducciones al castellano, lo que presenta muchos y complejos problemas. La
Traducción es un proceso largo y trabajoso, heroico muchas veces y raras veces
cantado, que resulta en que una obra cualquiera se tome tiempo en estar
disponible para lectores que no conozcan la lengua en el que se ha escrito. En
áreas profesionales o académicas, científicas y técnicas, esto es un problema
mayor, pues el rápido desarrollo de estas disciplinas se refleja en copiosas
publicaciones, casi siempre en inglés. El que aspire a estar en el mainstream no puede depender de
traducciones, so pena de vivir en el atraso permanente. La traducción es parte
del proceso editorial y de necesidad encarece el producto y retrasa la
publicación. El lector queda a merced de la voluntad o la capacidad de las
editoriales o publicaciones periódicas, y así es imprescindible tener
competencia en inglés para no quedar atrás. Los best-sellers, por serlo, tienden a traducirse más rápido, en tanto
que muchos libros importantes no lo son por falta de mercado, en particular en
las Humanidades. Así nos encontramos con traducciones más o menos antiguas, no
siempre adecuadas a la modernidad o con límites de carácter no lingüístico,
como por ejemplo resistencias de carácter ideológico o de otra índole, que casi
siempre se reflejan en censuras de contenido, como los famosos Nihil Obstat e Imprimátur, de los que trataré en otra Crónica. También a veces la Traducción
al castellano no es al castellano realmente existente. A ello alude el famoso
refrán italiano Traduttore, tradittore (Traductor,
Traidor). Y esto pasa incluso con obras
muy importantes, pongo por caso La
Crítica de la Razón Pura, de Emanuel
Kant. Cuando traté de leerla por primera vez me encontré con la traducción
del alemán del filósofo cubano José del
Perojo, realizada contracorriente en el ambiente medio krausista, medio
tomista, de la España de fines del Siglo XIX. Llenó un vacío importante, pero se
sostuvo más de un siglo antes de que apareciera otra. Es que las editoriales son
conservadoras y cuidan sus costos, y no ven esencial actualizar traducciones
cuando ya las tienen, más que sea regularonas. Perojo era muy competente en el castellano de fines del Siglo XIX,
pero para poder acceder a Kant ello me presentaba una dificultad adicional a fines del Siglo XX. De hecho, me
resultó más fácil leer la Crítica en
inglés, en la edición MacMillan de 1949, traducida por Max Müller. Afortunadamente, el impulso dado por Internet a la
lectura determina nuevas traducciones de obras clásicas en castellano de
nuestros días, y como la antigüedad de las traducciones impacta en la habilidad
decodificadora, y por ende en las ventas, las editoriales empiezan a
tomarse el tema más en serio.
Sin embargo, la dificultad de la traducción
no se detiene aquí. Pensemos en textos literarios en idiomas como el rumano, el
urdu o el maya. En castellano hay pocos o ningún traductor de estos idiomas al
castellano, a más de un mercado inexistente para sus obras, y por ello nuestro
acceso a la literatura y otros registros en dichos idiomas es limitado. En la
práctica, cuando un escritor camboyano o turco alcanza a posicionarse en el
mundo anglosajón, normalmente será porque o escribe en inglés, o se le ha
traducido al inglés. Y de ahí se le traduce al castellano, con el resultado que
conocemos a Omar Khayyam, Rabindranath Tagore u Orhan Pamük a través de traducciones de
traducciones, lo que hace al niño irreconocible hasta para su propia madre. En
castellano ha pasado con infinidad de obras de todos los registros, y los
traductores del árabe, chino, hindi o japonés al inglés o francés han sido a su
vez re-traducidos al castellano. El problema es de simple ausencia de traductores
competentes en estos idiomas que a su vez tengan el castellano como lengua
materna. Otro problema grave es que normalmente necesitas un literato para
traducir literatura, un ingeniero para traducir ingeniería y un matemático para
traducir matemática, lo que es una trabajosa manera de decir que un buen
traductor tiene que conocer el registro lingüístico y el metalenguaje de lo que
traduce, so pena de quedar en ridículo en lengua meta. Afortunadamente, la
traducción se ha profesionalizado, tecnificado y “cientifizado”, y por fortuna
también sigue teniendo mucho de arte y oficio, dado que no se ha podido
inventar aún un traductor universal – sueño de la ciencia-ficción – y ni
siquiera un programa que sea medianamente tan eficiente como un traductor
humano, en particular para la Literatura. Un buen traductor posee cuatro
habilidades ideales: El dominio de la lengua origen, el dominio de su propia
lengua (casi siempre lengua meta), el dominio del registro y metalenguaje del objeto que traduce, y el dominio de las técnicas propias de la
traducción (fichas, diccionarios monolingües y bilingües, glosarios, etcétera). El ideal es que el traductor traduzca hacia su propia lengua, es decir haga traducción directa, que se contrapone a la Inversa, donde se traduce hacia la lengua que no es la propia, tarea muchísimo más
difícil y a veces inevitable.
V
Colofón
Me parece que hemos tenido algo
de éxito en encontrar ciertos factores de lecturabilidad referidos a las
lenguas en que se escriben los libros, aunque sin agotar para nada el tema. Es
un tema importante aunque invisible, y vale la pena hacerlo visible. No
olvides: Lee lo que quieras, como
quieras, donde quieras. No te arrepentirás. Aunque sea en traducciones. Y aprende idiomas, empezando por los tuyos.
Excelentes sus artículos, Javier. También abrigo la esperanza de que algún día haya ediciones bilingues de los libros peruanos escritios en lenguas ancestrales. Incluso en dos versiones de la misma lengua, como las que tenemos del Poema del Cid, en castellano antiguo y en castellano moderno, trabajadas en prosa por Alfonso Reyes y en verso por Pedro Salinas, dos gigantes.
ResponderEliminarManuel
Qué importante me parece compartir estos links del Ministerio de Educación. Las Rutas de Aprendizaje Intercultural: Bájense todo, pero en especial lo que hay en Quechua Chanka, en Quechua Collao, en Asháninka, y en enfoque afroperuano:
ResponderEliminarhttp://www.cambiemoslaeducacion.pe/noticias-detalle/0-211-237/rutas-del-aprendizaje-herramientas-pedagogicas-para-docentes
http://www.digeibir.gob.pe/sites/default/files/publicaciones/Ruta%2002e%20ASHANINKA_1.pdf
http://www.digeibir.gob.pe/sites/default/files/publicaciones/02_inicial_Quechua-collao.pdf
http://www.digeibir.gob.pe/sites/default/files/publicaciones/Rutas_Aprendizaje_EIB_1_0.pdf