“Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él …” (César
Vallejo)
Empieza un Nuevo Año, y este
cronista, bloguero, comentarista, chismoso, escritor en ciernes o lo que sea
que yo sea, estaba sumido en una seca creativa. Ocupado en mis quehaceres
destinados a recuperar algún tipo de equilibrio económico, no encontraba nada
que realmente me inspirara ganas de escribir y superara la gris cotidianidad.
He seguido leyendo en los pocos momentos que tengo libres. Avanzo mis Crónicas de Lecturas, personalísimo
proyecto con algunos visos autobiográficos, con el que espero poder mostrar
desvergonzadamente, exponer sin pudor y airear al viento mi jugoso
enamoramiento, pasión abrasadora y cuasi erótica relación con los libros y la
lectura. Confieso que me da un poco de vergüenza, y lo equiparo a lo que un
actor o actriz debe sentir la primera vez que sale desnudos en el teatro o la
pantalla. Supongo que todo está, como en muchas otras cosas, en la primera vez.
A ver como sale, espero lanzarlo este año, y si es posible este mes. Sin
embargo, mi ausencia de ganas quedó superada con la lectura de lo último del
Blog de Javier Garvich, El lápiz y el
martillo (http://lapizymartillo.blogspot.com/2012/01/los-sociologos-los-tecnicos-y-los.html),
donde pergeña una reflexión interesante – si bien un poquitín contradictoria
por momentos - sobre la cultura, el rol de los escritores, la lectura, los
“técnicos” y los “científicos sociales”. Da para bastante, aunque me deja la
impresión, Dios me perdone, que mi tocayo describe la lucha entre encomenderos
por repartirse una indiada cada vez más inexistente.
(Paréntesis: Eso de las ganas no
tiene nada que ver con la necesidad, el deber o los principios que llevan a uno
a expresarse, es simplemente tema de cansancio mental y tiempo disponible para
hacer lo que uno quiere. Escribir es una pasión, y hundirse en la desesperación
del escritor que no escribe tampoco es renta. Las ganas, como sabe todo aquel
que trata de expresarse, dependen del trabajo que uno le ponga. Me siento,
pues, delante de la pantalla y trato de compensar la ausencia de inspiración
con transpiración, a ver si es verdad lo que cuentan al respecto. Ruego
paciencia a mis lectores si este articulito no está a la altura de lo que
esperan, pero así es la vida. Vuelvo así a la carga, reloaded. Que los Dioses estén con nosotros.)
El vacilón de las
palabras
Saber decir lo que se quiere
decir es una virtud lograda a partir de la práctica en una habilidad, y lograrla
no es fácil. Algunos habilidosos lo instrumentan para trasladar e imponer con
su lenguaje una completa visión del mundo porque necesitan de la imposición
para ser felices o sentirse realizados. Eso me parece nauseabundo, y lo
combatiré hasta mi último aliento, suponiendo que me quede algo y al final no
traicione, cosa siempre posible. Creo que todas las sabidurías son necesarias y
ninguna es, por sí misma, tan boba que no contenga algún elemento a considerar
e incorporar. Pero no me tiene que agradar que me vendan gato por garduña. Si
escribo es porque descubro mis pensamientos y los saco al fresco, y espero que
a alguien eso le interese y lo cuestione. El único límite son las normas
elementales de convivencia y una racionalidad mínima. Si me insultan, corto la
comunicación sin culpa alguna. Si me tergiversan, digo “me tergiversan” y dejo
abierto el espacio a la discusión, porque entiendo que puedo estar equivocado,
pero a la vez eso no me convierte en un ser acrítico ni en habitante de una
torre de cristal. Comparto con mi tocayo Garvich el vacilón de las palabras y
su posición respecto a lo que ocurre con los escritores. Admiro en él su
solidez y su coraje para decir de lo que es, que es. También creo que la falsa
dicotomía entre “científicos sociales” y “técnicos” obedece a temas ideológicos
y no a una visión real de la sociedad ni del conocimiento. Y me permito desde
ahí decir mis pocas ideas al respecto.
Valores en juego
Toda discusión alrededor del
Poder tiene, a la larga, visos éticos y morales. Entran en conflicto escalas de
valores que, aunque tengan el mismo nombre, ni significan lo mismo ni son
considerados igual. Despojada de toda hojarasca y cortinas de humo, de eso se
trata precisamente la discusión política, cuando menos en un plano ideal. El
concepto “Cultura” no es unívoco, y cuanto menos se defina más confuso resulta.
En la realidad real, la que se arma desde las relaciones sociales, la Cultura
tendría importancia si la gente le diera importancia. No es así porque, y esto
es discutible, parece haber una suerte de complot para mantener bestia a la
gente. Sé que esta explicación es sesgada y un tanto infantil, pero podemos
admitirla provisionalmente, más que sea como hipótesis jocosa. Hay, por ende,
élites y masas, y nuestras masas, propietarias solo del voto y de su Opinión,
van por un lado en tanto que la intelectualidad – supuesta élite -, va por otro.
La fuerza de la razón no es la razón de la fuerza, y tener la razón suele ser
un consuelo un tanto idiota cuando vas camino a la guillotina, pues no evita el
navajazo. Según el viejo Marx, el poder depende de la economía y del reparto de
la torta, y si a los que la mueven les importa la Cultura, pues entonces la
Cultura importará, y si no les es funcional, pues no importará. Punto. Cuestión
de escalas de valores sociales.
Oralidad
Me detengo un poco en estos temas,
tratando de combinar ideas. Sin entrar en arrumacos conceptuales y limitándonos
a lo estrictamente intuitivo, nuestra “cultura” es mayoritariamente oral, lo
que quiere decir que se basa en el empleo de la palabra y el oído, y esto ha
sido así desde tiempos inmemoriales, pues que la lectura – proceso intelectual
complejo - era limitada a los que la movían hasta hace muy poco tiempo, y era
marca de pertenencia a la élite. La Cultura es cosa de ociosos desde la Grecia
Clásica. Luego llegaron los Liberales con sus ideas sobre cómo aumentar la
producción y su exigencia de que la gente sepa algo más que lo oral para
lograrlo. Y luego llegó el Manifiesto Comunista, los socialistas empezaron a
agitar más la vaina, y entonces a los que la movían no les quedó más remedio
que atracar con esa cosa de los sindicatos, la justicia, la educación masiva y el
estado de bienestar. Así como el capitalismo liberal avanzó en el espacio y
tiempo, dinamitando la oralidad a su paso - y hay todavía hoy regiones donde
por angas o por mangas aún no penetra del todo - era seguido por la
contracultura “proleta”, y junto con la fábrica llegaba la escuela, el estado
de bienestar y algunas ideas más o menos revolucionarias, tanto liberales como
socialistas. Donde las estructuras previas – que pueden tipificarse de
feudales, semifeudales, mercantilistas, estamentarias, o lo que corresponda –
oponen resistencia tradicionalista, como en nuestro país, se combinan una
suerte de aceptación de lo “moderno-técnico” – que después de todo aumenta las ganancias
– con las formas tradicionales de llenarse los bolsillos. Si antes te
explotaban por la tradicional, ahora te explotan por la tradicional y además
por la moderna, y a veces por la postmoderna. Eso si tienes chamba, claro. Y en
consecuencia, la Cultura seguirá inscribiéndose en una estructura de exclusión
y torres de marfil. Aprenderás lo que tengas que aprender según tu ubicación
social, y no más, a no ser que le metas punche. En lo realmente existente, para
las mayorías eso es leer un poco y marcar el paso. El cholo barato sigue
rindiendo beneficios. Juan Mejía Baca lo decía claro respecto a los libros:
“¿Quién compra?” “Quien tiene plata”.
Visualidad
La cultura visual de la modernidad
y postmodernidad, como la estructura económica del capitalismo liberal, se
superpone sobre la oralidad y reconstruye la expresión cultural de la sociedad
produciendo formatos nuevos. Desde que los que la mueven se encontraron otra
vez en la situación de no tener que ceder (La Unión Soviética se hizo cisco, se
acabó la monserga de la economía social de mercado, y llegó el neoliberalismo),
pues dejaron de ceder, y dado que no es necesario que la indiada aprenda, pues
que no aprenda, que eso es un sobrecosto intolerable y atenta contra la
productividad. Claro que la cosa no es tan fácil, porque la modernidad es
contradictoria y exige eficiencia en los procesos productivos, pero de veras. Si
eres bestia no eres eficiente y las utilidades bajan. Entonces se te tiene que
educar para que seas eficiente. Pero si se les pasa la mano en eso de la
eficiencia te pueden entrar ideas raras, no sé, el psicoanálisis, la evolución,
la relatividad, la multiculturalidad o la convivencia pacífica. O hasta pueden
aparecer indeseables características mentales, como el pensamiento crítico, el
análisis o la cultura evaluativa. Horrible, oye. Claro que si tu “cultura” es
suficientemente estamentaria, puedes contar con que eso lo harán solamente
algunos loquitos nerds convenientemente
aislados, y que terminarán emigrando fuera del Perú, y así podremos continuar
meciéndonos en nuestra tradicional hamaca, dándole vivas al Perú y a los logros
que nuestros connacionales emigrados logran fuera de nuestro país.
Inmediatez perceptiva
Como la visualidad y la oralidad
basan sus efectos en la muy comercial inmediatez perceptiva, es simplemente
natural que la “cultura” no privilegie las operaciones intelectuales, y poseerlas
es artículo de lujo que muestra la pertenencia a la élite, pues ello presupone
que tienes plata, como quería Mejía Baca. El consumo de productos culturales que
requieran de habilidades complejas para “entenderlos” implica una formación
intelectual, y eso explica por qué las películas peruanas son tan poco vistas
en el Perú, pues son productos culturosos para gente culturosa, y no tienen el
atractivo de la inmediatez hollywoodense – e incluso bollywoodense -, que ha creado
un lenguaje visual-auditivo perfectamente funcional comercialmente, que emplea
la inmediatez por ser la línea de menor resistencia para ganar plata que da
miedo. Salvo una que otra excepción, el cine peruano es para el público de los
festivales internacionales, y trata infructuosamente de adaptar al público
nacional, en vez de adaptarse a él. Superar individualmente esa situación no es
solamente escapar de la estructura educativa, porque no es lo mismo la
Universidad de Flor de Agosto que la UPC. Implica algo más fuerte y más
profundo, implica que existan los medios para que puedas permitirte pensar por ti
mismo, y eso es en estos días extraordinariamente difícil. El más somero análisis
de las características de la transmisión de conocimientos – por ejemplo,
observando qué hacen los educandos con su tiempo – arroja provisionalmente un
resultado bastante lapidario: Oralidad en la escuela y visualidad en el
entretenimiento. Es decir, un simple desenvolvimiento de la inmediatez perspectiva,
no un desarrollo intelectual. La “cultura”, así, ya no solamente no es lo que
solía ser, si es que alguna vez fue algo, sino que es, precisamente, esa
inmediatez.
Lectura y Audiovisualidad
La lectura no es un proceso
inmediato, sino de sucesión consecutiva de formación de significados. En ese
sentido el lenguaje visual cinematográfico y televisivo posee grandes semejanzas,
y por ende no existe de facto una oposición entre la lectura y las expresiones
audiovisuales, como algunos tradicionalistas refugiados en su torre de marfil parecen
creer. El proceso en diversos niveles de estructuración de los textos conforme
se van leyendo tiene mucho en común con el proceso de integración de los
encuadres en el visionado – palabreja nueva que no me gusta – de una película o
serie. El manga japonés, el Cine Negro norteamericano, la Nouvelle Vague francesa, el Cinema
Novo brasileño o el Nuevo Cine latinoamericano poseen rasgos análogos a los
que presentan las tendencias literarias. No son tan diferentes. Las
convenciones audiovisuales pueden ser objeto de aprendizaje tanto como la
decodificación de los signos alfabéticos. El chiste de contar una historia está
en que el lector pueda representársela en su mente, trabajo que el cine y la
televisión le ahorran al espectador. Los que escriben tendrían que considerar
este hecho simple y ya viejo de un siglo cuando menos, los que producen películas
y series pueden hacer cosas realmente interesantes pensando en el gran público,
los artistas y músicos pueden integrarse al sustrato popular, y las escuelas
emplearlo y considerar la necesidad de alfabetizar no solamente en la Lectura,
sino también en lo Audiovisual, apoyando la una en la otra. Los procesos de
aprendizaje de códigos y registros lingüísticos y pre-lingüísticos de todo tipo
poseen su sustrato en el sistema nervioso, y el desarrollo de habilidades puede
perfectamente vehicularse mirando hacia el futuro, y no hacia el pasado. No hubo
nunca paraísos perdidos de la Lectura ni la Comprensión Lectora, solamente
inconsciencia de un problema que estamos recién visibilizando. El asunto
siempre fue grave, la diferencia es que ahora lo notamos.
Aislamiento
Los grupos sociales viven en
ghettos, y en consecuencia las subculturas florecen contrapuestas las unas a las
otras, mirándose de lejos, desconociéndose y muchas veces despreciándose. Los
compartimentos estancos sociales determinan desarrollos más o menos independientes,
así como extinciones generacionales masivas de las subculturas que no alcanzan
a adaptarse y reproducirse. A diferencia de este descuartizamiento social, la
cultura de masas postmodernista es global, y se impregna en estos ghettos vía
medios de comunicación, adoptando formas diversas, aunque con segmentaciones
marqueteras más o menos interesadas. El escritor, artista o científico que
aspire a ser precisamente eso, puede serlo al interior de su mundito, pero
romper el ghetto es tarea ingente, y requerirá pertenecer a la élite. Si los
escritores solamente escriben para ellos, les espera el triste destino de los
artistas plásticos cuyas exposiciones son monumentos al desperdicio de espacio
y al vacío. Las líneas sociales se marcan no solamente por lo económico sino también
por lo subcultural, y se necesita un enorme esfuerzo y una gran imaginación
para encontrar los medios de trascender a los ghettos y construir sociedad. Es
que parece haber algunos que pretenden proteger a la indiada del libre curso de
las ideas, no se les ocurra pensar. Le dan a la gente lo que dicen ellos que
quiere: Sangre y tripas en las noticias, cortinas de humo y apología de la
ignorancia y la barbarie, opiniones predigeridas y poco más. La “cultura” queda
reservada a los que se la merecen por derecho de posesión de bienes. Hasta la
misma palabra “cultura” está devaluadísima en sus significados mediáticos. Y
cuidado con que eventualmente un miembro de la élite sostenga ideas medianamente
revolucionarias o reformistas, incluso simplemente liberales. En esto ni Mario Vargas
Llosa se salva, aunque su Premio Nobel le dé suficiente caché para que sea a
regañadientes integrado al mainstream,
puesto que juega en las grandes ligas y puede mirar a sus críticos por encima del
hombro y morirse de la risa. Pero él ha escapado fuera del esquema
mercantilista y estamentario de nuestro país. A este destierro emocional e
intelectual en el exterior, les corresponde a las mayorías culturosas que no
pueden financiar la salida una soledad interior análoga, un destierro interior.
Qué Hacer
Según parece habrá que crear
algún tipo de programa. Un programa implica organización, juntarse, fugarse de
las torres de marfil y empezar a ser realmente creativos. En resumen, hacer la
del príncipe Siddhartha, salir del palacio, ir a las calles a ver qué es lo que
realmente está pasando, y crear algo a partir de eso. Que hay gente que lo está
haciendo, la hay. No sé qué pensará el resto, pero para mí es urgente Romper la
Soledad. El que tenga ojos, que lea.
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