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martes, 26 de marzo de 2013

CRÓNICAS DE LECTURAS 22: BIBLIA (III)


CRÓNICAS DE LECTURAS – 22
LEER LA BIBLIA (III)

I
Creacionistas y Evolucionistas

Algo más de siglo y medio atrás la Iglesia Anglicana se metió en un lío descomunal al entrar en conflicto con la Teoría de la Evolución de Charles Darwin, Alfred Russell Wallace y Thomas Huxley: El conflicto aparente entre Fe y Ciencia mostró cuán inane es un sistema de creencias sobre la realidad basado en la interpretación literal de las palabras de la Biblia. Parecería que el ente metafísico “Ciencia” se imponía a la “Religión”, otro ente metafísico del mismo género. A mi humilde entender la discusión es absurda por confundir planos, aunque estoy seguro hay harto pan que rebanar acá, y precisamente porque lo hay no sé qué hacían estos discutiendo sobre tortas y panqueques. No creo que exista Ciencia ni Religión fuera de las mentes de las personas o comunidades que las practican y/o profesan. No impongo a nadie mi idea, pero yo no veo ahí más que conjuntos de proposiciones. Creo que entendemos demasiado poco sobre la mente y el espíritu humanos – sean éstos lo que fueren – para ponernos a discutir acerca de la certeza del conocimiento de dos conjuntos de proposiciones cuya intersección es vacía. Parece que discutiéramos sobre cuántos ángeles caben en la puntita del famoso alfiler. Claro que esto no es más que mi opinión, y estoy seguro que otros sostendrán distinciones más sutiles y certeras, pero esto que narro son mis propios viajes, y sólo trato de plantear cómo veo este tema, en el que a algunos en definitiva se les va la vida. A mí no me causa el más mínimo problema distinguir entre Ciencia y Religión, y cuando veo alguna discusión que las enfrenta entiendo que podría ser más productiva, interesante o profunda, incluso con el desacuerdo. Ambos dependen demasiado de cierta mirada subjetiva, lo que me enseña más sobre la dificultad de escapar de esquemas preconcebidos que sobre la certeza de las afirmaciones. Es cierto que parto del deber-ser de la libertad de pensamiento, que incluye la libertad para tener las creencias no demostradas que te vengan en gana, siempre y cuando no nos compliques desordenadamente la vida al resto; y me molesta que ambos conjuntos de creencias no coexistan sin problemas. Entiendo que una vida bien ordenada equilibra las cosas, en especial cuando hay motivos fundados para suponer que ningún sistema te dará todas las respuestas. Precisamente por eso chocamos con las ortodoxias que se pretenden totales y verdaderas, y que para ello nos muestran falacias de petición de principio. La ortodoxia no es necesaria para la Religión, que entiendo como sistema individual y abierto de creencias. Las Iglesias son otro cantar, porque cierran lo que debes creer por sus propios y particulares motivos, y cuyos intereses me parecen ajenos tanto a lo religioso como a lo científico. Ahí están para decirlo con conocimiento de causa Jansenio, Teilhard de Chardin y Anthony de Mello; y desde la otra orilla Copérnico, Galileo y Giordano Bruno. Que lo que les pasó o dejó de pasar a todos ellos no tiene tanto que ver con Dios como con confundir el triciclo con la manivela.

En el terreno práctico de la Vida, si estoy enfermo y le pido a la divinidad que intervenga para sanarme, de repente Dios (O Diosa, o Eso que está allá), si soy tan interesante o importante para Él como para que haga algo, me enviará un médico eficiente al alcance de mi bolsillo, lo que en el Perú no es poco y requiere de cierto nivel de omnipotencia (Eclo. 38, 1-15). No veo con qué cara le limito las opciones a la divinidad, como veo ciertas Iglesias hacen prohibiéndole a Dios las transfusiones, por ejemplo. Y contrario sensu, si aparece alguien con ganas de quemarte vivo por eso de que si Dios es Trino o Uno, o si Jesus usaba para vestir sábanas o frac, lo más sensato es correr si puedes. Que soy humano, y nada de lo humano me es ajeno, ni siquiera el Miedo. Y no atraco con las Iglesias que me imponen soluciones si estoy enfermo, ni con los creacionistas y sus sumas de edades de patriarcas para hallar la antigüedad del Universo. Podría verlo desde la Ciencia: La sonda Planck de la ESA-NASA acaba de cartografiar con mayor exactitud la luz de fondo del Big-Bang, y el universo registra algo más de añitos de lo que se creía: Trece mil millones. Pero desde la Religión hay un argumento tipo Navaja de Ockham, pues los hagiógrafos se concentran en cuestiones universales y no en lo contigente. En su estilo lo que dicen es que todo lo que existe lo hizo Alguien, y le salió Bien. Si eso es o no Verdad, pues falta data y por eso es cosa de Fe. Esa Fe me dice que tras cada uno de los Seis Días de la Creación, vio Dios que esto era bueno (Gén. 1; 10, 12, 18, 21, 25), y más aún: Dios vio que cuanto había hecho era muy bueno (Gén. 1, 31). Sí, en todos los tiempos es necesario recordar que Existir es mejor que no existir; que Ser, sobre todo cuando sabes que Eres, es mejor que No Ser; y Vivir mucho más grato que No Vivir. Claro que eso es discutible si tienes hambre, o sientes desamparo al saber que dejarás de Ser, pero desde allí puedes aspirar a algo mejor, que más vale perro vivo que león muerto (Eclesiastés, 9, 4). Que exista el Universo entero - galaxias, estrellas, planetas, rocas, mares, plantas y animales y el ser humano – es así, en principio, bueno. Pero a esto no se refieren los creacionistas cuando presumen de aritméticos con las edades de los patriarcas. Yo digo que ante el hecho desnudo del Existir ¿A quién recuernos le importará que Dios hiciera el Mundo en Seis Días o en Seis mil millones de años? Esos son aspectos técnicos que no carecen de interés científico ni especulativo, claro, pero no son de fondo: La Religión es Fe; la Ciencia es conocimiento verificable. La Fe no se basa en enunciados de Ciencia, ni la Ciencia en los de la Religión. Los creacionistas y otros fanáticos confunden los camotes con Pavarotti, y cuando tratan de imponerse no lo hacen por religión, sino por ideología, economía y política, testigo el Tea Party. La recta Religión y la Ciencia de veras pueden y deben criticar y combatir a esos loquitos. Y ya no perderé el tiempo con alucinados.

(Y sin embargo, no me aguanto y romperé una lanza por la sensatez: El Calendario se basa en los movimientos aparentes del Sol y la Luna. Un “año” es el tiempo entre dos equinoccios o solsticios, más o menos; así como “mes” el tiempo entre dos fases iguales de la Luna. Se mide la duración de la vida en “años” y “meses”. Cuando los primeros hagiógrafos escribían era probable que emplearan medidas de tiempo lunares más que solares. El término “año” compara el tiempo vivido con el tiempo de rotación del Sol. Es coherente suponer que la palabra que San Jerónimo tradujo “año” para los patriarcas antediluvianos  - Adán, Set, Enós, Quenán, Mahalalel, Yéred, Henoc, Matusalén, Lámek y Noé - se refería a la edad en general, sin distinguir entre el período lunar o el solar. La leyenda o mito recogido por el elohista habría usado el término “año” refiriéndose a la rotación de la Luna, y el elohista y/o el traductor San Jerónimo, sin pensar mucho en ello, lo asumieron Solar. Total, eran hagiógrafos y traductores, no astrofísicos ni geógrafos. Así, el famoso Matusalén, que habría alcanzado la portentosa edad de 969 “años” (suma de 187 “años” cuando engendró a Lámek, y 782 “años” después – Gén, 5, 25-26) habría vivido 969 “años … lunares”, es decir 969 meses de hoy. Y habría cantado su happy birthday solar algo más de 80 veces (80 “años solares” = 969 “años lunares”), y tenido su primer vástago a los quince “años solares”, con un año solar de doce meses lunares (en algunos calendarios es trece). Llegar a la edad de 80 “años solares” es respetable aún hoy, y más entonces que la expectativa de vida en Palestina no debe haber sido muy elevada. Como hipótesis esto vale por lo menos igual que creer que un patriarca vivió casi mil años solares, y mucho más probable.)        

II
Historia, Moral y Religión

Entre tantas cosas que es la Biblia, es una interesante fuente histórica. Si se la lee en esa perspectiva encontramos desde fuentes históricas directas – los libros de Josué, Jueces, primero y segundo de Samuel, primero y segundo de Reyes, primero y segundo de Crónicas / Paralipómenos, Esdras, Nehemías, primero y segundo de Macabeos -  hasta testimonios de carácter moral, ético y religioso que expresan los rasgos y contenidos de las épocas en que los hagiógrafos los escribieron. Así pueden interpretarse las historias y cuentos de Rut, Ester, Job, Tobías, Judit, Jonás y partes de los Libros de Daniel, Ezequiel y Jeremías, entre otros. Es claro que los hagiógrafos no entendían la Historia como nosotros. La Historia hoy es un conjunto de proposiciones verificables, al margen de temas epistemológicos no pertinentes ahora. Los hagiógrafos, en cambio, registraban y valoraban los hechos desde una perspectiva religiosa y moral. Atribuían la caída del Reino del Israel a manos de los Asirios a que Israel se separó del Templo de Jerusalén, donde estaba el Arca de la Alianza. Vale decir, las cosas pasaban o dejaban de pasar por estar acordes o no con un deber ser religioso, ético y moral. Y explicaban por qué Judá no cayó a la vez que su vecino Israel: “Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, comenzó a reinar (…). Siguió los pasos los reyes de Israel y (…) se portó muy mal con Yavé. Sin embargo, Yavé no quiso exterminar a Judá por amor a su siervo David, según la promesa que le había hecho de mantener siempre encendida su lámpara, lo que se refería a sus hijos.” (2 Reyes, 8, 16-19). Portarse mal con Yavé – mantener el culto de otros dioses -  explica para el hagiógrafo por qué un reinado era un desastre. ¿Entonces cómo explica el hagiógrafo que a Joram le vaya bien, siendo un forajido de polendas? Pues por la promesa hecha a David por Yavé. Los Profetas eran esenciales como intérpretes de la voluntad de Dios, y más le valía al Rey seguir sus consejos. Era crucial la relación entre el Poder Político y el Religioso: cuando andan de acuerdo todo va bien; cuando no, todo va mal. Destacan así los profetas Moisés, Débora, Samuel, Natán, Elías y Eliseo, que transitan por Judea portando el mensaje de Yavé, y a veces prefigurando los milagros del Cristo.

En consecuencia estos relatos bíblicos “históricos” son edificantes y muestran en qué consiste portarse bien con Yavé. En Ester se trata de “A Dios rogando y con el mazo dando”; es decir rezar a Dios por la salvación del pueblo a la vez fomentando la coquetería de Ester con el Rey Persa Asuero para influir a favor del pueblo y vencer las intrigas del enemigo Amán. En Rut es la fidelidad a la Fe, que supera el prejuicio étnico al mostrar la fe en el Dios Vivo y la lealtad a Noemí de la moabita Rut, que se une al Pueblo Elegido para ser nada menos que abuela del Rey David: No me obligues a dejarte yéndome lejos de ti, pues a donde tú vayas, iré yo; y donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Donde tú mueras, allí también quiero morir y ser enterrada yo. Que el Señor me castigue como es debido si no es la muerte la que nos separe (Rut, 1, 16-17). En Tobías se trata de sostener la religión en un contexto pagano, de ser firme frente a la adversidad, de confiar en la providencia de Dios. Varios de estos sabrosos cuentitos, como Ester, Daniel y otros, enseñan cómo comportarse entre no-judíos, algo terriblemente importante tras el colapso de los dos estados hebreos. En Judit se destaca la importancia de las mujeres judías (Judit significa “la judía”) en los momentos de crisis, que débiles y todo salvan al pueblo: no está en el número tu fuerza, ni tu poder en los valientes, sino que eres Dios de los humildes, el defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados (Judit, 9, 11). Quizá uno de los libros bíblicos de más resonancias modernas sea el de Jonás. Que la clasificación de los Libros de la Biblia no fue muy acuciosa se nota cuando se agrupa a Jonás con los Profetas Menores, entre Abdías y Miqueas, cuando en realidad es un cuento, como Rut o Tobías. Seguramente ello fue descuido de un clasificador que no sabía bien qué hacer con él, y lo leyó muy por encima. Pasa en las mejores Bibliotecas, por más clasificación Dewey que se use. La historia de Jonás era un cuento muy popular en aquellos días, y Jesús lo menciona varias veces en el Nuevo Testamento. No me aguantaré de contarlo y comentarlo.

III
El Libro de Jonás

Jonás es un profeta en el Reino de Israel. Es decir vive en la incómoda situación de predicar la vuelta del Reino separado a Jerusalén, lo que lo hacía muy impopular, y se le nota tozudo, terco y estólido, cualidades necesarias en tales circunstancias. Un buen día Yavé le ordena que vaya a Nínive, epítome de toda iniquidad, y predique contra ella. Esto echaba a andar un proceso: predicar contra una ciudad implicaba que o bien sus gentes se arrepentían o bien no, en el primer caso se les permitía vivir, en el segundo la desatada Ira del Dios de los Ejércitos destruía la ciudad y a todos sus habitantes. Pero Jonás veía la cosa algo diferente, fuera porque preveía lo que podía pasar, fuera por no querer predicar en Nínive. En todo caso Jonás se decide por ir en la dirección contraria y embarca a Tarsis, al otro lado del mundo, lejos de la presencia de Yavé (Jonás, 1, 3). Esto es un motín in fraganti, Jonás tenía una idea limitada de con quién trataba. Yavé envía una tempestad que amenaza hundir el barco. La tripulación se afana en salvarlo, cada cual reza a su Dios por ayuda, mientras Jonás duerme en el fondo de la cala, tan inconsciente del asunto que el Capitán del Barco lo cuadra: ¿Cómo estás durmiendo? Levántate, invoca a tu Dios, quizá se acuerde de nosotros y no pereceremos (Jonás 1, 6). La tempestad arrecia, los marineros echan suertes a ver quién se trae el problema, y adivina a quién le toca. Me caen mejor estos gentiles que el profeta, cuando menos trabajan para que el barco no se hunda. Y también me agrada este Yahvé educador: Aquellos hombres tuvieron gran miedo y le dijeron ¿Qué es lo que has hecho? Pues ahora sabían que huía de la presencia de Yavé (Jonás, 1, 10). Al fin, Jonás propone que lo echen al mar, la tempestad se disipa, el barco sigue su ruta, y un gran pez aparece de la nada y se traga a Jonás. Esta escena del pez inspiró a dos clásicos de la literatura infantil: El soldadito de plomo, de Hans Christian Andersen; y Pinocho, del italiano Carlo Collodi. En el primero, el soldadito es tragado por un pez y hallado al final por su dueño; mientras que en el segundo, Pinocho busca a su padre Gepetto, a su vez perdido al buscarlo. Y así como Jonás encuentra y es encontrado por Dios Padre, rezando en el vientre de la ballena – eso y ser digerido es lo único para hacer allí -, un par de milenios más tarde Pinocho encuentra a su padre en el vientre de otra ballena, seguro descendiente de la de Jonás y pariente lejana de Moby Dick.

En su forzado retiro el profeta termina por atracar con la voluntad de Dios, y produce de paso una bella oración, que por algo Dios lo eligió: En mi angustia llamé a Yavé / y me respondió, / grité desde el lugar de los muertos / y Tú oíste mi voz (Jonás 2, 3). El pez lo vomita, presumimos en la ruta a Nínive, y así Yavé le sugiere amigablemente que se deje de pretextos y haga lo que hay que hacer. Escarmentado, Jonás va a Nínive, ciudad grande que requiere tres días sólo para atravesarla, pero él predica por un día un mensaje corto, cumple con su deber con displicencia de empleado público. Al terminar el día se habrá dicho que ya estaba bueno; pero los ninivitas sin embargo, oyeron la advertencia e hicieron penitencia desde el mayor al menor. Y Dios, que es de buen natural, los perdona y no destruye la ciudad. Esto a Jonás le cayó como mentolátum con huevo frito, se enojó y dijo en versión libre: “Ya te agarraron por el bobo, como siempre. Clemente y misericordioso, bah, a estos hay que volarlos a lo Sodoma y Gomorra. Para esto me hubieras ahorrado el tour a la panza de la ballena. Me dejas como zapatilla, nadie me creerá otra profecía. Estoy hasta el copete de esta chamba” Bueno, es la idea, pues los profetas a veces le enmendaban la plana a Dios. Se observa en Moisés, el amigo de Dios, que en dramáticas circunstancias cuadra al mismísimo Yavé cuando éste muestra lo harto que está de esta plaga de israelitas, arrepentido de haberlos creado, y mejor empezamos todo de nuevo y con tu descendencia hacemos otro pueblo con mejores modales (Números, 14, 10-19). Pero ni Jonás es Moisés ni los ninivitas los fastidiosos israelitas. Jonás se larga de Nínive, se duerme a la sombra de un árbol, que Yavé hace morir, con lo que Jonás, mismo Chavo del Ocho, da de patadas en el suelo. Aquí la lección de Yavé: Te afliges por un ricino que no te ha costado trabajo alguno y que no has hecho crecer, que en una noche ha nacido y en una noche ha muerto. / ¿Cómo pues, yo no voy tener lástima de Nínive, la gran ciudad, donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben distinguir el bien y el mal, y gran cantidad de animales? (Jonás 4, 10-11).
      
IV
Sabiduría en píldoras, con sus prejuicios más

Los Libros Sapienciales contienen muchas máximas de diversa procedencia, que eran parte de lo que hoy llamaríamos sabiduría convencional propia de la experiencia: refranes, dichos, ocurrencias, consejos prácticos que vinculaban los muy terrenales intereses de las gentes con los límites de los preceptos divinos, en combinación inseparable. Son una especie de llamado constante a la sensatez, a la agudeza de un intelecto sensible a lo útil y a lo bueno, instrumento del buen vivir, al que llamaban Sabiduría: Pues hay en ella (la Sabiduría) un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del bien, agudo, incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno, que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros, los más sutiles, / porque a todo movimiento supera en movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza / (…) es un hálito del poder de Dios / (…) es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. / Aún siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el Universo // (…) … contra la Sabiduría, no prevalece la maldad. (Sab. 7,  22-25, 26-27, 30). Visión optimista y poética, de cuando la Fe y la Razón no se habían separado. Estos libros trazan guías de acción frente a los hechos de la vida cotidiana, y quizá sean una de las partes de la Biblia más consultadas hoy en día: Los Proverbios, la Sabiduría, el Eclesiastés, del que ya he tratado, y el Eclesiástico, hoy llamado Sirácides, por su autor Jesús Ben Sirá. Su lectura es sencilla, pues por su estructura pueden consultarse abstrayéndose del resto, y además están soberbiamente escritos, como suele suceder con la sabiduría popular. Por otra parte, contienen estructuras internas propias, es decir soportan a la perfección la lectura analógica, la que empieza por el principio y continúa hasta el final. Podría incluirse aquí ese poema tan especial que es el Cantar de los Cantares, hermoso canto de nupcias y apasionado amor conyugal de la Luna de Miel, aunque también se le han dado significados místicos (Negra soy, pero graciosa, hijas de Jerusalén, / como las tiendas de Quedar, / como los pabellones de Salmá, / No os fijéis en que estoy morena: / es que el sol me ha quemado. – Cantar, 1, 5-6).

Las pildoritas de estos libros no pueden ser más prácticas, considerando los contextos en que se desenvolvían. Poseen una belleza propia expresada en símiles, metáforas y otros recursos estilísticos de sus hagiógrafos. Escojo a continuación algunas al azar: Esta es interesante por su penetración psicológica, mucho más que los actuales libros de auto-ayuda: Ten en cuenta el momento y guárdate del mal, no te avergüences de ti mismo. / Porque hay una vergüenza que conduce al pecado, y otra vergüenza hay que es gloria y gracia. (Eclo. 4, 20-21). Otras nos advierten de andar ojo avizor para hacer lo correcto: Con paciencia se persuade al juez, una lengua dulce quebranta los huesos (Pro. 25, 15); Quien cultiva su tierra se hartará de pan, quien persigue naderías es un insensato (Pro. 12, 11); Del consejero guarda tu alma, averigua primero qué necesita – porque en su propio interés dará consejo (Eclo. 37, 8); La ancianidad venerable no es la de los muchos días ni se mide por el número de años; la verdadera canicie para el hombre es la prudencia (Sab. 4, 8-9). Por otra parte estas citas vistas fuera de contexto suelen levantar discusiones, porque no hallaremos en estos textos, por ejemplo, equidad de género, idea moderna y alejada de lo preponderante entonces … ¿o no? Veamos esta cita: ¡Cualquier herida, pero no herida del corazón! ¡Cualquier maldad pero no maldad de mujer! (…) Prefiero convivir con león o dragón a convivir con mujer mala / La maldición de la mujer desfigura su semblante, oscurece su rostro como un oso. / En medio de sus vecinos se sienta su marido, y sin poder contenerse suspira amargamente. / Toda malicia es poca junto a la malicia de mujer, ¡que la suerte del pecador caiga sobre ella! (Eclo. 25, 13 y 16-19). Este duro juicio de ciertos rasgos femeninos ha perdurado, y sentado cátedra en la figura neotestamentaria de un Pablo misógino, aunque menos de lo que comúnmente se cree: … bien le está al hombre abstenerse de mujer (…) lo que os digo es una concesión, no un mandato. Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo … (1 Cor. 7, 1, 6-7). Como en lo dicho antes sobre David y Jonatán, ni tanto ni tan poco. Pero la secular desconfianza de las iglesias cristianas frente al género femenino parece tener origen en estos consejos bíblicos. Asimismo, veamos esta práctica educativa, interesante para padres y educadores: ¿Tienes hijos? Adoctrínalos, doblega su cerviz desde su juventud (Eclo. 7, 23). Y más fuerte todavía: El que ama a su hijo, le azota sin cesar, para poderse alegrar en su futuro. / (…) El que mima a sus hijos, vendará sus heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas. / Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido sale libertino. / Halaga a tu hijo y te dará sorpresas, juega con él y te traerá pesares. / (…) No le des libertad en su juventud, y no pases por alto sus errores. / Doblega su cerviz mientras es joven, tunde sus costillas cuando es niño (…) Enseña a tu hijo y trabaja en él, para que no tropieces con su desvergüenza (Eclo. 30, 1, 7-9, 11-12, 13). Parece que el hagiógrafo teme que la excesiva protección a los hijos los haga descreídos y los enfrente a los padres, cree en las bondades del castigo físico para evitar que el niño “se tuerza”. Hoy sabemos más que el hagiógrafo, aunque superviva eso de que la letra con sangre entra. Pero así y todo hallamos universalidad y permanencia en estas citas, afincadas en un agudo y humorístico análisis de una realidad que es la misma en las sociedades antiguas y modernas, tanto en la vida cotidiana como en los procesos políticos: El salario del justo es para vivir, la renta del malo para pecar (Pro. 10, 16); El perezoso dice ´hay fuera un león, voy a ser muerto en medio de la calle´ (Pro. 22, 13); Lo primero para vivir es agua, pan, vestido, y casa para abrigarse. / Más vale vida de pobre bajo techo de tablas que comida suntuosa en casa de extraños. (Eclo. 29, 21-22); … la abundancia de sabios es la salvación del mundo y un rey prudente la estabilidad del pueblo (Sab. 6, 24). Y dice Shakespeare: Mejores fueran estos consejos, si alguien los siguiese.

V
Colofón

Finalizo mi tercera Crónica sobre Leer la Biblia, y la verdad, en qué honduras se me ocurrió meterme. Falta mucho para entregar una panorámica completa y a la vez personal. Espero que mis lectores me sigan concediendo licencia para continuarlo. Como siempre, lee lo que quieras, como quieras, donde quieras. Y en Semana Santa, como que es ocasión.  

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