CRÓNICAS DE LECTURAS – 22
LEER LA BIBLIA (III)
I
Creacionistas y Evolucionistas
Algo más de siglo y medio atrás
la Iglesia Anglicana se metió en un lío descomunal al entrar en conflicto con
la Teoría de la Evolución de Charles Darwin,
Alfred Russell Wallace y Thomas Huxley: El conflicto aparente
entre Fe y Ciencia mostró cuán inane es un sistema de creencias sobre la
realidad basado en la interpretación literal de las palabras de la Biblia. Parecería que el ente metafísico
“Ciencia” se imponía a la “Religión”, otro ente metafísico del mismo género. A
mi humilde entender la discusión es absurda por confundir planos, aunque estoy
seguro hay harto pan que rebanar acá, y precisamente porque lo hay no sé qué
hacían estos discutiendo sobre tortas y panqueques. No creo que exista Ciencia
ni Religión fuera de las mentes de las personas o comunidades que las practican
y/o profesan. No impongo a nadie mi idea, pero yo no veo ahí más que conjuntos
de proposiciones. Creo que entendemos demasiado poco sobre la mente y el
espíritu humanos – sean éstos lo que fueren – para ponernos a discutir acerca
de la certeza del conocimiento de dos conjuntos de proposiciones cuya
intersección es vacía. Parece que discutiéramos sobre cuántos ángeles caben en la
puntita del famoso alfiler. Claro que esto no es más que mi opinión, y estoy
seguro que otros sostendrán distinciones más sutiles y certeras, pero esto que
narro son mis propios viajes, y sólo trato de plantear cómo veo este tema, en
el que a algunos en definitiva se les va la vida. A mí no me causa el más
mínimo problema distinguir entre Ciencia y Religión, y cuando veo alguna
discusión que las enfrenta entiendo que podría ser más productiva, interesante
o profunda, incluso con el desacuerdo. Ambos dependen demasiado de cierta
mirada subjetiva, lo que me enseña más sobre la dificultad de escapar de
esquemas preconcebidos que sobre la certeza de las afirmaciones. Es cierto que
parto del deber-ser de la libertad de pensamiento, que incluye la libertad para
tener las creencias no demostradas que te vengan en gana, siempre y cuando no
nos compliques desordenadamente la vida al resto; y me molesta que ambos
conjuntos de creencias no coexistan sin problemas. Entiendo que una vida bien
ordenada equilibra las cosas, en especial cuando hay motivos fundados para
suponer que ningún sistema te dará todas las respuestas. Precisamente por eso
chocamos con las ortodoxias que se pretenden totales y verdaderas, y que para
ello nos muestran falacias de petición de principio. La ortodoxia no es
necesaria para la Religión, que entiendo como sistema individual y abierto de
creencias. Las Iglesias son otro cantar, porque cierran lo que debes creer por
sus propios y particulares motivos, y cuyos intereses me parecen ajenos tanto a
lo religioso como a lo científico. Ahí están para decirlo con conocimiento de
causa Jansenio, Teilhard de Chardin y Anthony
de Mello; y desde la otra orilla Copérnico,
Galileo y Giordano Bruno. Que lo que les pasó o dejó de pasar a todos ellos
no tiene tanto que ver con Dios como con confundir el triciclo con la manivela.
En el terreno práctico de la
Vida, si estoy enfermo y le pido a la divinidad que intervenga para sanarme, de
repente Dios (O Diosa, o Eso que está allá),
si soy tan interesante o importante para Él como para que haga algo, me enviará
un médico eficiente al alcance de mi bolsillo, lo que en el Perú no es poco y
requiere de cierto nivel de omnipotencia (Eclo. 38, 1-15). No veo con qué cara
le limito las opciones a la divinidad, como veo ciertas Iglesias hacen
prohibiéndole a Dios las transfusiones, por ejemplo. Y contrario sensu, si aparece alguien con ganas de quemarte vivo por
eso de que si Dios es Trino o Uno, o si Jesus usaba para vestir sábanas o frac,
lo más sensato es correr si puedes. Que soy humano, y nada de lo humano me es
ajeno, ni siquiera el Miedo. Y no atraco con las Iglesias que me imponen
soluciones si estoy enfermo, ni con los creacionistas y sus sumas de edades de
patriarcas para hallar la antigüedad del Universo. Podría verlo desde la
Ciencia: La sonda Planck de la ESA-NASA acaba de cartografiar con
mayor exactitud la luz de fondo del Big-Bang,
y el universo registra algo más de añitos de lo que se creía: Trece mil millones.
Pero desde la Religión hay un argumento tipo Navaja de Ockham, pues los
hagiógrafos se concentran en cuestiones universales y no en lo contigente. En
su estilo lo que dicen es que todo lo que existe lo hizo Alguien, y le salió
Bien. Si eso es o no Verdad, pues falta data y por eso es cosa de Fe. Esa Fe me
dice que tras cada uno de los Seis Días de la Creación, vio Dios que esto era bueno (Gén. 1; 10, 12, 18, 21, 25), y más
aún: Dios vio que cuanto había hecho era
muy bueno (Gén. 1, 31). Sí, en todos los tiempos es necesario recordar que Existir
es mejor que no existir; que Ser, sobre todo cuando sabes que Eres, es mejor
que No Ser; y Vivir mucho más grato que No Vivir. Claro que eso es discutible
si tienes hambre, o sientes desamparo al saber que dejarás de Ser, pero desde
allí puedes aspirar a algo mejor, que más
vale perro vivo que león muerto (Eclesiastés, 9, 4). Que exista el Universo
entero - galaxias, estrellas, planetas, rocas, mares, plantas y animales y el
ser humano – es así, en principio, bueno. Pero a esto no se refieren los creacionistas
cuando presumen de aritméticos con las edades de los patriarcas. Yo digo que
ante el hecho desnudo del Existir ¿A quién recuernos le importará que Dios
hiciera el Mundo en Seis Días o en Seis mil millones de años? Esos son aspectos
técnicos que no carecen de interés científico ni especulativo, claro, pero no
son de fondo: La Religión es Fe; la Ciencia es conocimiento verificable. La Fe
no se basa en enunciados de Ciencia, ni la Ciencia en los de la Religión. Los
creacionistas y otros fanáticos confunden los camotes con Pavarotti, y cuando
tratan de imponerse no lo hacen por religión, sino por ideología, economía y
política, testigo el Tea Party. La
recta Religión y la Ciencia de veras pueden y deben criticar y combatir a esos
loquitos. Y ya no perderé el tiempo con alucinados.
(Y sin embargo, no me aguanto y
romperé una lanza por la sensatez: El Calendario se basa en los movimientos
aparentes del Sol y la Luna. Un “año” es el tiempo entre dos equinoccios o
solsticios, más o menos; así como “mes” el tiempo entre dos fases iguales de la
Luna. Se mide la duración de la vida en “años” y “meses”. Cuando los primeros
hagiógrafos escribían era probable que emplearan medidas de tiempo lunares más
que solares. El término “año” compara el tiempo vivido con el tiempo de
rotación del Sol. Es coherente suponer que la palabra que San Jerónimo tradujo “año” para los patriarcas antediluvianos - Adán, Set, Enós, Quenán, Mahalalel, Yéred,
Henoc, Matusalén, Lámek y Noé - se refería a la edad en general, sin distinguir
entre el período lunar o el solar. La leyenda o mito recogido por el elohista habría usado el término “año”
refiriéndose a la rotación de la Luna, y el elohista y/o el traductor San
Jerónimo, sin pensar mucho en ello, lo asumieron Solar. Total, eran
hagiógrafos y traductores, no astrofísicos ni geógrafos. Así, el famoso
Matusalén, que habría alcanzado la portentosa edad de 969 “años” (suma de 187
“años” cuando engendró a Lámek, y 782 “años” después – Gén, 5, 25-26) habría
vivido 969 “años … lunares”, es decir 969 meses de hoy. Y habría cantado su happy birthday solar algo más de 80
veces (80 “años solares” = 969 “años lunares”), y tenido su primer vástago a
los quince “años solares”, con un año solar de doce meses lunares (en algunos
calendarios es trece). Llegar a la edad de 80 “años solares” es respetable aún
hoy, y más entonces que la expectativa de vida en Palestina no debe haber sido muy
elevada. Como hipótesis esto vale por lo menos igual que creer que un patriarca
vivió casi mil años solares, y mucho más probable.)
II
Historia, Moral y Religión
Entre tantas cosas que es la Biblia, es una interesante fuente
histórica. Si se la lee en esa perspectiva encontramos desde fuentes históricas
directas – los libros de Josué, Jueces,
primero y segundo de Samuel, primero
y segundo de Reyes, primero y segundo de Crónicas / Paralipómenos, Esdras, Nehemías, primero y segundo de Macabeos - hasta
testimonios de carácter moral, ético y religioso que expresan los rasgos y
contenidos de las épocas en que los hagiógrafos los escribieron. Así pueden
interpretarse las historias y cuentos de Rut,
Ester, Job, Tobías, Judit, Jonás y partes de los Libros de Daniel,
Ezequiel y Jeremías, entre otros. Es claro que los hagiógrafos no entendían la
Historia como nosotros. La Historia hoy es un conjunto de proposiciones
verificables, al margen de temas epistemológicos no pertinentes ahora. Los
hagiógrafos, en cambio, registraban y valoraban los hechos desde una
perspectiva religiosa y moral. Atribuían la caída del Reino del Israel a manos
de los Asirios a que Israel se separó del Templo de Jerusalén, donde estaba el
Arca de la Alianza. Vale decir, las cosas pasaban o dejaban de pasar por estar
acordes o no con un deber ser religioso, ético y moral. Y explicaban por qué
Judá no cayó a la vez que su vecino Israel: “Joram, hijo de Josafat, rey de Judá, comenzó a reinar (…). Siguió los
pasos los reyes de Israel y (…) se portó muy mal con Yavé. Sin embargo, Yavé no
quiso exterminar a Judá por amor a su siervo David, según la promesa que le
había hecho de mantener siempre encendida su lámpara, lo que se refería a sus
hijos.” (2 Reyes, 8, 16-19). Portarse mal con Yavé – mantener el culto de otros dioses - explica para el hagiógrafo por qué un reinado
era un desastre. ¿Entonces cómo explica el hagiógrafo que a Joram le vaya bien, siendo un forajido
de polendas? Pues por la promesa hecha a David
por Yavé. Los Profetas eran
esenciales como intérpretes de la voluntad de Dios, y más le valía al Rey
seguir sus consejos. Era crucial la relación entre el Poder Político y el
Religioso: cuando andan de acuerdo todo va bien; cuando no, todo va mal.
Destacan así los profetas Moisés,
Débora, Samuel, Natán, Elías y Eliseo, que transitan por Judea portando el
mensaje de Yavé, y a veces
prefigurando los milagros del Cristo.
En consecuencia estos relatos
bíblicos “históricos” son edificantes y muestran en qué consiste portarse bien
con Yavé. En Ester se trata de “A Dios rogando y con el mazo dando”; es decir
rezar a Dios por la salvación del pueblo a la vez fomentando la coquetería de
Ester con el Rey Persa Asuero para influir a favor del pueblo y vencer las
intrigas del enemigo Amán. En Rut es
la fidelidad a la Fe, que supera el prejuicio étnico al mostrar la fe en el
Dios Vivo y la lealtad a Noemí de la moabita Rut, que se une al Pueblo Elegido para ser nada menos que abuela
del Rey David: No me obligues a dejarte yéndome lejos de ti, pues a donde tú vayas,
iré yo; y donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será
mi Dios. Donde tú mueras, allí también quiero morir y ser enterrada yo. Que el
Señor me castigue como es debido si no es la muerte la que nos separe (Rut,
1, 16-17). En Tobías se trata de
sostener la religión en un contexto pagano, de ser firme frente a la
adversidad, de confiar en la providencia de Dios. Varios de estos sabrosos
cuentitos, como Ester, Daniel y otros, enseñan cómo comportarse
entre no-judíos, algo terriblemente importante tras el colapso de los dos
estados hebreos. En Judit se destaca
la importancia de las mujeres judías (Judit
significa “la judía”) en los momentos de crisis, que débiles y todo salvan
al pueblo: no está en el número tu
fuerza, ni tu poder en los valientes, sino que eres Dios de los humildes, el
defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos,
salvador de los desesperados (Judit, 9, 11). Quizá uno de los libros
bíblicos de más resonancias modernas sea el de Jonás. Que la clasificación de los Libros de la Biblia no fue muy acuciosa se nota
cuando se agrupa a Jonás con los
Profetas Menores, entre Abdías y Miqueas, cuando en realidad es un cuento,
como Rut o Tobías. Seguramente ello fue descuido de un clasificador que no
sabía bien qué hacer con él, y lo leyó muy por encima. Pasa en las mejores
Bibliotecas, por más clasificación Dewey que se use. La historia de Jonás era un cuento muy popular en
aquellos días, y Jesús lo menciona
varias veces en el Nuevo Testamento. No me aguantaré de contarlo y comentarlo.
III
El Libro de Jonás
Jonás es un profeta en el Reino de Israel. Es decir vive en la
incómoda situación de predicar la vuelta del Reino separado a Jerusalén, lo que
lo hacía muy impopular, y se le nota tozudo, terco y estólido, cualidades
necesarias en tales circunstancias. Un buen día Yavé le ordena que vaya a Nínive, epítome de toda iniquidad, y
predique contra ella. Esto echaba a andar un proceso: predicar contra una
ciudad implicaba que o bien sus gentes se arrepentían o bien no, en el primer
caso se les permitía vivir, en el segundo la desatada Ira del Dios de los
Ejércitos destruía la ciudad y a todos sus habitantes. Pero Jonás veía la cosa algo diferente,
fuera porque preveía lo que podía pasar, fuera por no querer predicar en Nínive.
En todo caso Jonás se decide por ir
en la dirección contraria y embarca a Tarsis, al otro lado del mundo, lejos de la presencia de Yavé (Jonás, 1,
3). Esto es un motín in fraganti, Jonás tenía una idea limitada de con
quién trataba. Yavé envía una
tempestad que amenaza hundir el barco. La tripulación se afana en salvarlo,
cada cual reza a su Dios por ayuda, mientras Jonás duerme en el fondo de la cala, tan inconsciente del asunto
que el Capitán del Barco lo cuadra: ¿Cómo
estás durmiendo? Levántate, invoca a tu Dios, quizá se acuerde de nosotros y no
pereceremos (Jonás 1, 6). La tempestad arrecia, los marineros echan suertes
a ver quién se trae el problema, y adivina a quién le toca. Me caen mejor estos
gentiles que el profeta, cuando menos trabajan para que el barco no se hunda. Y
también me agrada este Yahvé educador: Aquellos
hombres tuvieron gran miedo y le dijeron ¿Qué es lo que has hecho? Pues ahora
sabían que huía de la presencia de Yavé (Jonás, 1, 10). Al fin, Jonás propone que lo echen al mar, la
tempestad se disipa, el barco sigue su ruta, y un gran pez aparece de la nada y
se traga a Jonás. Esta escena del
pez inspiró a dos clásicos de la literatura infantil: El soldadito de plomo, de Hans
Christian Andersen; y Pinocho,
del italiano Carlo Collodi. En el
primero, el soldadito es tragado por un pez y hallado al final por su dueño;
mientras que en el segundo, Pinocho busca a su padre Gepetto, a su vez perdido
al buscarlo. Y así como Jonás
encuentra y es encontrado por Dios Padre, rezando en el vientre de la ballena –
eso y ser digerido es lo único para hacer allí -, un par de milenios más tarde
Pinocho encuentra a su padre en el vientre de otra ballena, seguro descendiente
de la de Jonás y pariente lejana de Moby Dick.
En su forzado retiro el profeta
termina por atracar con la voluntad de Dios, y produce de paso una bella
oración, que por algo Dios lo eligió: En
mi angustia llamé a Yavé / y me respondió, / grité desde el lugar de los
muertos / y Tú oíste mi voz (Jonás 2, 3). El pez lo vomita, presumimos en
la ruta a Nínive, y así Yavé le sugiere amigablemente que se deje de pretextos
y haga lo que hay que hacer. Escarmentado, Jonás
va a Nínive, ciudad grande que requiere tres días sólo para atravesarla, pero
él predica por un día un mensaje corto, cumple con su deber con displicencia de
empleado público. Al terminar el día se habrá dicho que ya estaba bueno; pero los
ninivitas sin embargo, oyeron la advertencia e hicieron penitencia desde el mayor al menor. Y Dios, que es
de buen natural, los perdona y no destruye la ciudad. Esto a Jonás le cayó como mentolátum con huevo
frito, se enojó y dijo en versión libre: “Ya te agarraron por el bobo, como
siempre. Clemente y misericordioso, bah, a estos hay que volarlos a lo Sodoma y
Gomorra. Para esto me hubieras ahorrado el tour a la panza de la ballena. Me
dejas como zapatilla, nadie me creerá otra profecía. Estoy hasta el copete de
esta chamba” Bueno, es la idea, pues los profetas a veces le enmendaban la
plana a Dios. Se observa en Moisés, el amigo de Dios, que en dramáticas
circunstancias cuadra al mismísimo Yavé
cuando éste muestra lo harto que está de esta plaga de israelitas, arrepentido
de haberlos creado, y mejor empezamos todo de nuevo y con tu descendencia
hacemos otro pueblo con mejores modales (Números, 14, 10-19). Pero ni Jonás es Moisés ni los ninivitas los fastidiosos israelitas. Jonás se larga de Nínive, se duerme a
la sombra de un árbol, que Yavé hace
morir, con lo que Jonás, mismo Chavo
del Ocho, da de patadas en el suelo. Aquí la lección de Yavé: Te afliges por un ricino que no te ha
costado trabajo alguno y que no has hecho crecer, que en una noche ha nacido y
en una noche ha muerto. / ¿Cómo pues, yo no voy tener lástima de Nínive, la
gran ciudad, donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben
distinguir el bien y el mal, y gran cantidad de animales? (Jonás 4, 10-11).
IV
Sabiduría en píldoras, con sus prejuicios más
Los Libros Sapienciales contienen muchas máximas de diversa procedencia,
que eran parte de lo que hoy llamaríamos sabiduría convencional propia de la
experiencia: refranes, dichos, ocurrencias, consejos prácticos que vinculaban
los muy terrenales intereses de las gentes con los límites de los preceptos
divinos, en combinación inseparable. Son una especie de llamado constante a la
sensatez, a la agudeza de un intelecto sensible a lo útil y a lo bueno,
instrumento del buen vivir, al que llamaban Sabiduría: Pues hay en ella (la Sabiduría)
un espíritu inteligente, santo, único,
múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado, claro, impasible, amante del
bien, agudo, incoercible, bienhechor, amigo del hombre, firme, seguro, sereno,
que todo lo puede, todo lo observa, penetra todos los espíritus, los
inteligentes, los puros, los más sutiles, / porque a todo movimiento supera en
movilidad la Sabiduría, todo lo atraviesa y penetra en virtud de su pureza /
(…) es un hálito del poder de Dios / (…) es un reflejo de la luz eterna, un
espejo sin mancha de la actividad de Dios, una imagen de su bondad. / Aún
siendo sola, lo puede todo; sin salir de sí misma, renueva el Universo // (…) …
contra la Sabiduría, no prevalece la maldad. (Sab. 7, 22-25, 26-27, 30). Visión optimista y
poética, de cuando la Fe y la Razón no se habían separado. Estos libros trazan
guías de acción frente a los hechos de la vida cotidiana, y quizá sean una de
las partes de la Biblia más consultadas hoy en día: Los Proverbios, la Sabiduría,
el Eclesiastés, del que ya he
tratado, y el Eclesiástico, hoy
llamado Sirácides, por su autor Jesús Ben Sirá. Su lectura es sencilla,
pues por su estructura pueden consultarse abstrayéndose del resto, y además
están soberbiamente escritos, como suele suceder con la sabiduría popular. Por
otra parte, contienen estructuras internas propias, es decir soportan a la
perfección la lectura analógica, la que empieza por el principio y continúa
hasta el final. Podría incluirse aquí ese poema tan especial que es el Cantar de los Cantares, hermoso canto de
nupcias y apasionado amor conyugal de la Luna de Miel, aunque también se le han
dado significados místicos (Negra soy,
pero graciosa, hijas de Jerusalén, / como las tiendas de Quedar, / como los
pabellones de Salmá, / No os fijéis en que estoy morena: / es que el sol me ha
quemado. – Cantar, 1, 5-6).
Las pildoritas de estos libros no
pueden ser más prácticas, considerando los contextos en que se desenvolvían.
Poseen una belleza propia expresada en símiles, metáforas y otros recursos
estilísticos de sus hagiógrafos. Escojo a continuación algunas al azar: Esta es
interesante por su penetración psicológica, mucho más que los actuales libros
de auto-ayuda: Ten en cuenta el momento y
guárdate del mal, no te avergüences de ti mismo. / Porque hay una vergüenza que
conduce al pecado, y otra vergüenza hay que es gloria y gracia. (Eclo. 4,
20-21). Otras nos advierten de andar ojo avizor para hacer lo correcto: Con paciencia se persuade al juez, una
lengua dulce quebranta los huesos (Pro. 25, 15); Quien cultiva su tierra se hartará de pan, quien persigue naderías es
un insensato (Pro. 12, 11); Del consejero
guarda tu alma, averigua primero qué necesita – porque en su propio interés
dará consejo (Eclo. 37, 8); La
ancianidad venerable no es la de los muchos días ni se mide por el número de
años; la verdadera canicie para el hombre es la prudencia (Sab. 4, 8-9).
Por otra parte estas citas vistas fuera de contexto suelen levantar
discusiones, porque no hallaremos en estos textos, por ejemplo, equidad de
género, idea moderna y alejada de lo preponderante entonces … ¿o no? Veamos
esta cita: ¡Cualquier herida, pero no
herida del corazón! ¡Cualquier maldad pero no maldad de mujer! (…) Prefiero
convivir con león o dragón a convivir con mujer mala / La maldición de la mujer
desfigura su semblante, oscurece su rostro como un oso. / En medio de sus
vecinos se sienta su marido, y sin poder contenerse suspira amargamente. / Toda
malicia es poca junto a la malicia de mujer, ¡que la suerte del pecador caiga
sobre ella! (Eclo. 25, 13 y 16-19). Este duro juicio de ciertos rasgos
femeninos ha perdurado, y sentado cátedra en la figura neotestamentaria de un Pablo misógino, aunque menos de lo que
comúnmente se cree: … bien le está al
hombre abstenerse de mujer (…) lo que os digo es una concesión, no un mandato.
Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo … (1 Cor. 7, 1, 6-7).
Como en lo dicho antes sobre David y
Jonatán, ni tanto ni tan poco. Pero la secular desconfianza de las iglesias
cristianas frente al género femenino parece tener origen en estos consejos
bíblicos. Asimismo, veamos esta práctica educativa, interesante para padres y
educadores: ¿Tienes hijos? Adoctrínalos,
doblega su cerviz desde su juventud (Eclo. 7, 23). Y más fuerte todavía: El que ama a su hijo, le azota sin cesar,
para poderse alegrar en su futuro. / (…) El que mima a sus hijos, vendará sus
heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas. / Caballo no domado, sale
indócil, hijo consentido sale libertino. / Halaga a tu hijo y te dará
sorpresas, juega con él y te traerá pesares. / (…) No le des libertad en su
juventud, y no pases por alto sus errores. / Doblega su cerviz mientras es
joven, tunde sus costillas cuando es niño (…) Enseña a tu hijo y trabaja en él,
para que no tropieces con su desvergüenza (Eclo. 30, 1, 7-9, 11-12, 13).
Parece que el hagiógrafo teme que la excesiva protección a los hijos los haga
descreídos y los enfrente a los padres, cree en las bondades del castigo físico
para evitar que el niño “se tuerza”. Hoy sabemos más que el hagiógrafo, aunque
superviva eso de que la letra con sangre entra. Pero así
y todo hallamos universalidad y permanencia en estas citas, afincadas en un
agudo y humorístico análisis de una realidad que es la misma en las sociedades
antiguas y modernas, tanto en la vida cotidiana como en los procesos políticos:
El salario del justo es para vivir, la
renta del malo para pecar (Pro. 10, 16); El perezoso dice ´hay fuera un león, voy a ser muerto en medio de la
calle´ (Pro. 22, 13); Lo primero para
vivir es agua, pan, vestido, y casa para abrigarse. / Más vale vida de pobre
bajo techo de tablas que comida suntuosa en casa de extraños. (Eclo. 29,
21-22); … la abundancia de sabios es la
salvación del mundo y un rey prudente la estabilidad del pueblo (Sab. 6,
24). Y dice Shakespeare: Mejores fueran estos consejos, si alguien
los siguiese.
V
Colofón
Finalizo mi tercera Crónica sobre
Leer la Biblia, y la verdad, en qué
honduras se me ocurrió meterme. Falta mucho para entregar una panorámica
completa y a la vez personal. Espero que mis lectores me sigan concediendo
licencia para continuarlo. Como siempre, lee
lo que quieras, como quieras, donde quieras. Y en Semana Santa, como que es
ocasión.
Viene de LEER LA BIBLIA Parte 2: http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2013/03/cronicas-de-lecturas-21-leer-la-bibliaii.html
Ir a LEER LA BIBLIA Parte 4: http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2013/03/cronica-de-lecturas-23-leer-la-biblia-iv.html
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