CRÓNICAS DE LECTURAS – 50
Las Mil y Una Noches (3)
I
La lengua árabe
La lengua árabe en la que se
escribieron el Corán, las Mil y Una Noches y otras muchas obras es
muy diferente de las romances, las germánicas y las eslavas, y posee por su
cuenta algunas espeluznantes particularidades. Su disposición gráfica, vale
decir lo que se ve en un texto árabe clásico nos recuerda las Biblias y otros Libros Incunables
editados por Gutenberg y otros
viejos editores antes de que se inventaran los signos de puntuación y otros
medios de organizar las ideas, que según parece esto de los Organizadores de
Ideas actuales no son más que la última expresión de una antigua y gloriosa
tradición. Medio milenio de Imprenta nos acostumbró a la evolución de una
tipografía que dispone hoy de divisiones por párrafos y acápites, de mayúsculas
y signos de puntuación, de vocales fonéticas y otros signos auxiliares. Ni el
uso de la arroba (@ - originalmente medida de peso para 100 kilos) ni el de los
emoticones son precisamente novedad desde el punto de vista de la tipografía.
Las delicadezas tipográfícas fueron extrañas al árabe y al hebreo, su resucitada
lengua prima hermana. Ahora bien, para lo que sirve esta parafernalia de
imprenta es para precisar y agudizar la comprensión lectora como una respuesta
a la complicación en la decodificación. Si en las lenguas de alfabeto fonético
de tipo latino o cirílico la Decodificación y la Comprensión pueden más o menos
separarse como procesos, parece que aprender a leer en árabe o en hebreo implica
que el proceso bicorne de DECODIFICAR / COMPRENDER hay que dominarlo a la vez.
Pareciera que los alfabetos latino y cirílico pusieran muletas en las
entendederas para lograr la abstrusa habilidad de leer, que no otra cosa son
esas constantes anáforas y vueltas que otorgan a lo escrito en latino y
cirílico un sentido que el lector árabe en árabe y el lector hebreo en hebreo
no necesitaban para captar el sentido de lo escrito. Para ellos desde el mismo
principio de su aprendizaje hay que pasar por la comprensión del entorno
cultural metido en la escritura, y ello nos explica por qué para ingresar a la
Universidad de El Cairo durante el período más brillante de la cultura árabe el
único “pre-requisito” (qué palabra más horrible) era recitar el Qumrán completo, de memoria y sin errores.
Se me ocurre que algo así debe pasar también con el coreano, el japonés y el
chino mandarín en sus modernas versiones fonéticas.
Que este tema tiene su
importancia se ve en lo que le ocurrió al pobre San Jerónimo, traductor de la famosa Vulgata Latina, y a los primeros equipos de Traductores de las
Escuelas de Palermo y Bolonia cuando se les encargaba diversas partes de la Biblia y enfrentaron textos en hebreo. Motivados
estaban, considerando que de su chamba dependería el texto sagrado de toda la
Cristiandad por los siglos de los siglos: Estos no cantados héroes se enfrentaron
cuál Roldanes y Oliveros de Cantar de Gesta a textos hebreos sin mayúsculas, ni
signos de puntuación, ni vocales, párrafos ni otros apoyos a la interpretación,
y se vieron obligados a ir al combate inventando sobre la marcha UNIDADES DE
SENTIDO por su cuenta y riesgo: Los versículos y capítulos de la Biblia fueron
el resultado, que por cierto nos complicaron la existencia a nosotros lectores
al darle a las Sagradas Escrituras sentidos que de seguro no poseían en el
principio. Y así se nos hace penoso recordar los motivos por las que las
diferentes sectas se han asesinado y quemado entre sí, todo por el sentido de
una u otra palabra o frase que nadie miró en el original hebreo, donde el
problema de repente nunca fue tal a los ojos y entendederas de los dichos. Por otra parte,
como en el japonés, el sánscrito y el llamado quechua imperial, hay formas
cultas del árabe que no son para ser habladas sino solamente escritas. En árabe
y hebreo las vocales se marcan solamente si son verdaderamente necesarias, es decir
si hay riesgo concreto de confusión. En estas lenguas “lo que no se dice” tiene
tanto o más peso que “lo que se dice”, lo que nos trae a las mientes ciertos
pasajes del Tractatus
Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein
acerca de lo inefable, de lo que no se puede hablar como centro atractor
de lo que se habla. El contenido entre líneas está así casi manifiesto para los
lectores árabes y judíos, Cuando Sir
Richard Burton enfrentó esto por primera vez, trató de presentárselo a
occidente de manera que los occidentales entendieran cómo funcionaba la
lengua árabe, y por eso renunció a los párrafos y separaciones y tradujo, por decir
así, “de corrido”, repitiendo la disposición gráfica de las letras tal como las
encontró. No pudo ir tan lejos como hubiera querido, los editores de seguro no
lo dejaron: Mantuvo algunos signos de puntuación y las vocales, y así aunque como
edición no fue precisamente un éxito editorial, es de consulta obligada para
los especialistas.
II
Continúan las Historias, y el rol de Dunyasad
Hemos visto ya la intención
apologética del Islam, siempre presente en las historias narradas por la
encantadora Shahrasad. Como la Biblia,
las Mil y Una Noches a veces es
tolerante de otros cultos, pero siempre subsumiendo su eventual verdad dentro
de la propia, como suelen hacer todas las religiones, las que aunque juzgan
justos a los justos de otras religiones, los consideran “en ruta” hacia la
verdad que ellos representan más fielmente que los otros. No es muy diferente
esta ruta al camino de la vida que
propone el Dante al principio de la Divina Comedia. Pero en demasiadas
ocasiones las religiones son xenófobas e intolerantes y caricaturizan a las gentes
de las otras, en esto las Mil y Una
Noches no son la excepción: como en la historia
de Mesrur el mercader, y su amada Sinu-L-Mauazif (Noches 465 a 477) que deja a judíos y
cristianos como gente de cuestionable e indigna conducta, en especial cuando
tratan de convertir a los Verdaderosa Creyentes a su religión. La historia de Alí Nuru-D-Din y Maryem, la cinturonera
(Noches 477 a 492) introduce en las relaciones interreligiosas el elemento
político de la “paz armada” propia del segundo siglo de la Hechra, y el rey de Ifrancha
al que se alude es sin duda Carlomagno.
El nombre Maryem es árabe por María, y su apellido-adjetivo
“cinturonera” (as-sonariya) un apodo
que los musulmanes le encajaban a los cristianos peregrinos y a los judíos, que
usaban el cinturón como parte de su indumentaria. Enredada por supuesto en la
clásica historia de amor, probablemente sea una de las que más poesías
contiene, particularmente en esa variedad de requiebro que los latinos de
América parecemos haber heredado, y también se lee acá un verso que contradice
la común creencia en la prohibición muslime a rajatabla del alcohol y que más
bien nos sugiere a Omar Khayyam: Bebamos, que Alá clemente / perdona a los
pecadores / y en el vino medicina / encuentro yo a mis dolores / y dizque
tampoco peco, / al beber, ya que Alá dijo: / - Para el hombre, en la bebida, /
se encuentra algún beneficio. Luego, como es común, vienen historias
puntuales, destinadas a reforzar ciertos puntos o a relajar la tensión
narrativa, incluyendo cortas fábulas como la del cuervo y la culebra (noche 495) o la de la araña y el viento (Noches 497 y 498). Una historia que sigue
la misma estructura de la de As-Simbad es la de Abdu-L-Lah, el de tierra, y Abdu-L-Lah, el de Mar (Noches 509 a
511), contada antes de volver a las clásicas historias de amor y más apariciones
del Califa Harunu-R-Raschid.
El tema del Buen Amor aparece en
la historia de Kamaru-S-Semán y su amada
(Noches 516 a 523), que como el Kamasutra,
el Ananga Ranga, el Arte de Amar, el Libro de Buen Amor, el Decamerón
y muchos otros circula entre los polos
opuestos y complementarios del erotismo terrenal y el amor sublimado, donde
ambos son más o menos la misma cosa vista desde diferentes ángulos. El tema
familiar vuelve en la historia de
Abdul-L-Lah-Ben-Fazil, Amel de Bazra, y sus dos hermanos (Noches 523 a
528). Entre las noches 528 a 533 aparece un tema nuevo en la historia de Mârufu-L-Askafi y su mujer:
Las desventuras conyugales del hombre tranquilo que debe soportar a una mujer
insoportable hasta que ya no la soporta, que cambia totalmente su carácter
perdiendo en la ruta sus valores morales y haciendo pagar a la realidad por
ello con ventaja para él. Pero como la puritana moralidad musulmana no tolera
éticamente este modo de resolver el asunto, Shahrasad trata de arreglarlo sin perder el sentido del cuento, y
en una solución inconsistente recurre al consabido premio por la buena acción a
través de la aparición de un anillo mágico (de los muchos que aparecen en las Mil y Una Noches), que trata de usar en
una suerte de compensación moral. Los objetos mágicos (anillos, lámparas,
ollas) parecen servir, en las Mil y Una
Noches como en otras mitologías, para compensaciones de carácter moral. Pero
acá no termina el enredo de Mâruf. Se
aparece la ñora (Fatimetru-L-Urra) a enredarlo todo de nuevo, la moraleja se acompleja,
y parece ser que la enseñanza moral final es que a mujeres de esta calaña solo se
les apacigua con plata: (Mâruf) no hacía
caso de su mujer Fatimetru-L-Urra, la cual era ya vieja y más mala y fea que
nunca (…) Y dizque Mâruf, al dispensarle aquellas atenciones y honores, no lo
hizo porque lo mereciera por su buen natural, sino solo buscando el agradar a
Alá. Lo que es una razón como otra cualquiera para portarse como un
caballero. Pero la en otras cosas hábil Shahrasad
no sabe cómo recuernos salir del embrollo en que se ha metido. Hay que ganar
tiempo y para eso necesita le rescate la hasta aquí silenciosa Dunyasad:
¡Ye qué sabrosas estas tus palabras, más
poderosas a cautivar los corazones que las mágicas miradas! ¡Y qué interesantes
y atrayentes esas tus historias peregrinas y raras! Pues no se pueden comparar
– respondió Shahrasad – con la que pienso contaros la noche que viene, si vivo
y el rey prolongar mis días es servido. Cosas del marketing de los cuentos,
que en boca propia la alabanza misma es locura y empezamos a entender por qué Shahrazad
insistió tanto en tener al lado a Dunyasad como respaldo, que sonsas
no eran las hermanitas.
III
Siguen las historias, y llegamos a Aladino
Ha llegado a mis oídos, ¡ye monarca, el bienhadado!, que Mâruf no
desairó a su mujer, por amor a Alá; pero se abstuvo con ella de todo trato
conyugal. Continúa la historia de Mâruf, pequeña pero central en las Mil y Una Noches con el intento de la
fea y desgradable Fatimetru-L-Urra de robar el Anillo Mágico. Pero el hijo de Mâruf
sorprende a la ladrona y la mata por accidente. Así las hermanitas le enseñan a
Shahriar, así de pasada nomás, que es
solamente Alá quien dispone el
castigo de la mujer que le falta al marido, empleando para el caso justicieros
al paso. Inmediatamente, para diluir el efecto de lo dicho y no tener que
abundar en explicaciones, viene un rosario de historias para distraer (Historia de Baibars y de los capitanes de
policía, noches 533 a 543; Algunas
historias referentes a Abu-Nuás y Raschid, noches 543 a 549; y otras más). Se
hace hora de retornar a la novela de caballerías y hazañas guerreras tan del
gusto de los soberanos del Siglo, y así en la historia de Garib y Achib, su hermano (Noches 549 a 572) se vuelve
sobre la épica de la lucha contra los politeístas, esto es los cristianos, llamados
así debido a su adoración de la Trinidad, que los duros monoteístas del Islam
no atracaban por nada. Además - probablemente por contagio cristiano - hay
milagros de Alá y conversiones en
masa a la fe de Mahoma, sea sobre él
la paz. Tras algunas cortas historias se plantea un tema metafísico que siglos
más tarde le quitará el sueño a René
Descartes: el de la realidad y el sueño en la historia del durmiente despierto (Noches 576 a 583). Tendemos a
olvidar que las preocupaciones filosóficas occidentales nacieron casi todas en
el mundo árabe, y que Averroes
comentó a Aristóteles mejor que Santo Tomás de Aquino. Esta historia
dícese habría inspirado a Pedro Calderón
de la Barca su La Vida es Sueño, así
como ciertas escenas de La fierecilla
domada y Sueño de una noche de verano
a un tal William Shakespeare. No
sabemos, tal vez sea sólo que todos los seres humanos nos preguntamos las
mismas cosas. En esto como en todo, Alá
es el más sabio.
Tal vez por ser este relato demasiado
filosófico es que le sigue una recatafila de crudos cuentitos, como el graciosísimo
y constantemente comentado pedo histórico
(Noches 583 y 584) y la muy gráfica Ar-Raschid,
juez de amor (Noche 585), que anteceden al ciclo de la historia de Alá-D-Din y su lámpara (Noches 587 a 603), una de las
más conocidas y famosas de las Mil y Una
Noches, ambientada en el Reino de Az Zin, es decir en la China, pero
con su mago originario del África. Son de antonomasia los djinns (genios) de la
lámpara maravillosa y el anillo mágico de esta historia, más aún porque no son
solamente artilugios mágicos capaces de albergar seres que pueden hacer lo que
se les pida, sino porque su posesión mejora el alma y el entendimiento de su propietario:
Ala-D-Din
empieza esta historia como un zafio ganapán, analfabeto y haragán; y la culminará
sensato, inteligente y sensible. La lámpara es dadora de luz, el simbolismo en
este caso escapa de oriente y se vuelve universal. Otro elemento es el de la
elevación de los humildes sobre los doctos, tan propia del Islam y las otras
religiones del cercano oriente. Pero Alá, claro, es el más sabio, y en la seguidilla de cortos cuentos que sigue
recurre a argumentos anteriores y a otros nuevos, pasando por la historia de Parisad y sus hermanos
(Noches 640 a 651) de origen persa, historia caballeresca con una princesa de
protagonista; por las llaves del sino
(Noches 652 a 660); por la historia de la
princesa Nuru-N-Nehar y de la bella Pari-Banu (Noches 660 a 673), y debo
confesar que fuera de Shahrasad, es esta hermosa y
justiciera hada Pari-Banu mi personaje femenino preferido de Las Mil y Una Noches. Hecha la
ruborizada confesión, henos en la historia
de la princesa Zuleika (Noches 673 a 681); la de Ataf el generoso (Noches 681 a 695); y dos conjuntos sucesivos
de anécdotas atribuidas a personajes populares: El Quevedo de Oriente, Abu-Nuás,
mencionado antes, y el famoso Choja,
padre de los chistes y los donaires que abarca de la Noche 695 a la 700.
IV
Y más Historias todavía
Tras la historia de Alí Jocha y el tarro de aceitunas (Noches 700 a 703),
popular en las versiones infantiles de las Mil
y Una Noches; sigue la del caballo
mágico (Noches 703 a 710) pariente del Caballo de Troya y del famoso Clavijo
del Quijote; la historia prodigiosa del espejo de las vírgenes (Noches 710 a 717),
adminículo que permite averiguar si conserva o no su virginidad la dama que en
él se observe. Tras éstas vienen algunas historias cortas de amores infelices y
de los otros, incluyendo la historia de
la treta que urdió una mujer contra su marido (Noche 722), francamente
rabelesiana. Destaca por otras razones la corta historia del ángel de la muerte y el rey de los Beni-Israil o Hijos
de Israel (Noches 726 y 727), de origen talmúdico, que presenta al ángel Asrail,
el que recoge las almas de los que van a morir, junto con puntos teológicos
sobre lo irrevocable de los plazos y la suerte de los tibios e indiferentes en
materia religiosa. La princesa mendiga
(Noche 735) relata un episodio histórico de las guerras civiles entre Omeyas y
Abbasíes, en que una princesa destronada ruega patético amparo a los
vencedores. Siguen anécdotas sobre los tacaños, las marrullerías de las mujeres
casadas, y en medio una Noche completa (la 739) dedicada a los versos, y para
muestra un botón: Si me tildas de imperfecto
/ te lo agradezco de veras, / pues con ello me aseveras / que no soy sino
perfecto. Otro tremendo y dramático episodio histórico se narra en la historia del fin de Chafar, el Visir, y de
todos los Beni-Barmek (Noches 744 a 754, incluyendo otras relacionadas),
horrenda masacre ordenada por el Califa Harún
sobre la familia de su Gran Visir. La fatalidad del amor y la intensidad de los
sentimientos – que causa desmayos y desvanecimientos en los enamorados, y
eventualmente la muerte, como en esta historia – aparecen en la historia de las tres esclavas (Noches
755 a 757). Luego vienen otras historias y anécdotas de ebrios, para continuar
con las apreciadas seguidillas de relatos en la historia de Al-Maliku-N-Nazir y los tres capitanes de la guardia,
el cairota, el bulakí y el kurdo (Noches 765 a 770). Vienen historias de amor y
de rivalidades entre sirios y egipcios, en que los segundos le toman el pelo a
los primeros, más otro cuento rabelesiano, el
chico terco y su hermana, la del pie pequeño (Noches 778 a 780).
Un original género literario
árabe, la munazira, surge en este
punto – aunque ya se vio antes esporádicamente – en la disputa que entre sí tuvieron el cirio y el vino (Noches 788 a
790). La munazira es una polémica,
justa o competencia poética entre dos o más rivales, que se disputan un premio
y para ello recurrirán a sus mejores galas retóricas. Parece anteceder de algún
modo los toasts anglosajones en los
que era tan experto Mark Twain, como
las competencias musicales o de baile donde se aprecia la capacidad de
improvisación, como por cierto la Impro
de nuestros días. Otras munaziras
enfrentan al aceite y la carne, y a los árabes de ciudad y los beduinos, esta
última presenta interés incluso histórico y sociológico. Siguen más
historias edificantes de carácter apologético religioso y también histórico;
así como anécdotas donosas que involucran al famoso personaje Choja.
Por acá se distinguen historias de origen sufí, como la del profeta y la justicia de la providencia
(Noches 801 y 802), la del barquero del
Nilo y el Santo (Noche 803). A estas alturas del partido, parece que a la
encantadora Shahrasad se le están acabando los argumentos, y el rey Shahriar
no parece que caerá dos veces en la maniobra de distracción de Dunyasad.
La bella narradora recurre entonces a la historia antigua, y hasta se sale del
Islam, con Iskander y el rey del pueblo
de los humildes (Noches 806 y 807). Iskander
el bicorne es el nombre que llevó en el Oriente el Rey Alejandro el Grande de Macedonia, y el que anécdotas suyas se
filtraran hasta a las Mil y Una Noches
atestiguan su inmenso impacto histórico. Destaca en esta Noche en particular un episodio que involucra calaveras, que según
parece William Shakespeare podría haber copiado para Hamlet.
(PARÉNTESIS: Encontré que entre Nicolai Rimsky-Korsakov, el Ballet Kirov y los bailarines Farukh Ruzimátov y Svetlana Zakhárova se perpetraron en el 2002 esto: http://www.youtube.com/watch?v=CpE_pCHVBR4&list=PL3AD77B0D25EFBBC8 )
V
Colofón
Corro a todo meter para que no me
ganen las Mil y Una Noches. Y sí
parece que les gano, pero mejor no canto victoria antes de acabar. Algunas
historias como las de Aladino y la de Simbad fueron apartadas
del corpus de las Mil y Una Noches, y dieron lugar a
ediciones aparte de libros, por su extensión vinculados a otros cuentos, e
incluso han aparecido películas de aventuras y hasta serie de TV con un Simbad
nada parecido al original. Las versiones para niños suelen ser más conocidas,
y tienen la virtud de mostrarte el personaje
y la obra, pero así y todo prefiero recomendar la lectura del original para
saber qué se incluyó y qué no. Aprovecho sí para quejarme amargamente de la
irregular invasión perpetrada por Disney
con esa cosa en animación de Aladdín, y
su muy artificial personaje la princesa Jazmín, que no le hace
justicia a ninguna de las princesas de las Noches Árabes. En fin, lee y ve lo que quieras, no seré yo
quien te lo critique. Ya vuelvo con la última parte de estas Crónicas, si Alá quiere.
Viene de Las Mil y Una Noches (2) en el link:
http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2013/08/cronicas-de-lecturas-49las-mil-noches-y.html
Continúa en Las Mil y Una Noches (4), en el link:
http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2013/08/cronicas-de-lecturas-51-las-mil-noches.html
Continúa en Las Mil y Una Noches (4), en el link:
http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2013/08/cronicas-de-lecturas-51-las-mil-noches.html
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