viernes, 5 de abril de 2013

CRÓNICAS DE LECTURAS 26: CÓMICS


CRÓNICAS DE LECTURAS – 26
Leer Cómics

I
La idea del Cómic

A qué chico no le gustaba leer cómics en los ´60. Ello no tiene nada de raro, las imágenes, los colores y la acción gustan a los chicos. En consecuencia hubo harto espacio para que el cómic (o Novela Gráfica) alcanzara hace buen rato mayoría de edad y sea una expresión literaria completa en sí misma, con sus registros, códigos y demás yerbas. Yo no he sido la excepción, he leído cómics como cancha, porque a pesar de lo que digan mis enemigos, soy humano y he tenido infancia. Soy prueba viviente de que no hay contradicción en leer cómics y a la vez leer libros. El único efecto discernible que percibo es el haber aprendido dos estilos diferentes de expresión. El cómic se parece mucho a lo que en otras latitudes se llama álbum, y que en esta latitud no es otra cosa que libros con dibujitos, especializados para niños. El cómic permite transitar entre los álbumes y los libros propiamente dichos. No entiendo esa actitud conservadora que rechaza los cómics (y hoy los mangas) a favor de una lectura pretendidamente “más seria”. Léase Watchmen, amigo, amiga; revísese cosillas como Evangelión o Tintín, y si aún no está convencido hablamos. Abra  - o como dicen los huachafos, aperture - su mente. El cómic, pepín, historieta, cartoon, mono, muñequito, funnie, tebeo o chiste reúne dos formas de expresión: La imagen y el texto, combinados en un código propio, permitiendo así a sus lectores aprender habilidades lectoras diferentes de las tradicionales. Vale la pena romper una lanza por la Diversidad: La Lectura de Hoy no es lo que solía ser, y al revés de lo que podríamos creer, resulta más exigente para nuestros niños, adolescentes y jóvenes que lo que fue para nosotros. La continuidad unívoca álbum – cómic – libro, ahora por lo menos es biunívoca, se va del álbum al cómic como al libro, porque el cómic se ha independizado, por lo menos en su soporte de papel, que se seguirá prefiriendo a los soportes electrónicos por la simplísima razón de su costo: Todavía son más baratos diez libros que una lap top, o incluso una tablet. Sin embargo, a la larga deberemos replantearnos este tema. Una ventaja de la tablet – o un soporte equivalente - es que podemos proporcionar una a cada uno de nuestros colegiales y simplemente cargar en ella todos los textos necesarios, año tras año. Les ahorraríamos a las familias así unos cuantos miles de dolores, que ahora se embolsican ciertos oligopolios y sus aliados políticos.

De paso podríamos también empezar a romper la tradicional dimensión monolineal del texto escrito. Intentos como el de Carlos Oquendo de Amat con Cinco Metros de Poemas no son ni comunes ni prácticos, los límites editoriales son taxativos. En cambio, la Tira Cómica, el cómic-book, el e-book, las pantallas del cine y la televisión, los monitores de computadoras y videojuegos rompen las secuencias más o menos lineales de lectura que se conserva en libros y cómics, a despecho del tiempo como dimensión unidireccional. En la relación entre hardware y software, los nuevos soportes pueden dar lugar a simultaneidades opuestas y complementarias con secuencias, combinándose en múltiples y distintos meta-códigos. Es un ancho campo que aún no podemos predecir dónde nos llevará, la alta velocidad con que la Internet vehicula la información determina que incluso un libro como Lo que nos enseñan los videojuegos sobre el aprendizaje y el alfabetismo, de James Paul Gee, editado en 2003, ya esté hoy irremediablemente obsoleto. Sin embargo, a este libro en su campo le pasa lo que al Origen de las Especies, de Charles Darwin en el suyo, que aunque sabemos bien de su obsolescencia, también sabemos que necesitamos leerlo por la base conceptual que nos ayudará a entender el fenómeno que se trata. Porque para poder enfrentar cualquier cosa necesitamos de un arsenal de conceptos y procedimientos para aprehenderlo, apropiarnos de esa cosa, y dominarla lo suficiente para hacer cosas con esa cosa. Si bien la lectura tradicional tiene en común con el cómic las secuencias estereotipadas de imágenes, hace uso del alfabeto fonético de relativamente pocos elementos. El cómic incorpora el lenguaje visual, ciertamente pre-letrado, cuya interpretación no obedece a decodificaciones fijas y que no hace asociaciones son multívocas. El cerebro usa de palabras para pensar, y de los mensajes visuales para enmarcar una totalidad. Es diferente “leer” un libro y “leer” un cuadro. Hay trabajos de Jürgen Gölte al respecto, referidos a la iconografía moche y su interpretación, así como la importancia del soporte tridimensional. Y en la Bibliotecología moderna se sabe que se requiere la supervisión de expertos para que los niños puedan acceder a las pantallas.

A diferencia de la lectura tradicional secuencial, los dibujos y gráficos se  interpretan de modo inmediato, en un código cifrado pero abierto, no unívoco, que va de la pluma del dibujante a los sentidos, a las sensaciones visuales. La decodificación y comprensión del mensaje del dibujante escapa a la interpretación cerrada y se abre hacia un lenguaje que vehicule operaciones metacognitivas conscientes, que superan la sensación de inconsciencia producida por la decodificación simultanea. El trabajo del lector es más o menos el mismo con textos escritos y gráficos: Decodificación de los símbolos y luego agrupación de lo decodificado en unidades concéntricas de sentido, acumulables conforme se decodifica, proceso que a veces llamamos comprensión. Estoy seguro que los lingüistas lo pueden explicar mejor, porque hay aquí aparejada una diferencia entre símbolos y signos, que no es solamente de grado. En todo caso, la TV y el Cine, por más que necesiten también de procesos análogos a los empleados para la lectura - decodificación y comprensión – presuponen una mucho mayor automatización de los procesos cognitivos, y en esto se parecen en algo al Cómic, que podemos así ubicar también como un tránsito y un vínculo entre la lectura tradicional y el lenguaje total inmediatista producido en pantalla. Como en el cómic, podemos analizar con relativa facilidad la metacognición de nuestros procesos de captación de contenidos del Cine y la TV, lo que a nuestro entender es una labor intelectual extremadamente importante, y que sigo sin entender por qué no fomentamos ni formamos a nuestros docentes y Bibliotecarios en esta dirección, que no es nada del otro mundo. Quiero que algo se haga, estoy cansado de lamentarme de lo brutos que son en la TV abierta, que considera al espectador ente pasivo e incapaz de contemplar a posteriori el proceso de la Producción y Dirección de una producción visual, no veo por qué el sistema educativo le tiene que marcar el paso. La Televisión no piensa, solo vende. El pensamiento en cambio, debería presidir el proceso de enseñanza / aprendizaje.

II
Cómics de infancia, Géneros y Superhéroes / Supervillanos

No estoy tan al tanto de la historia de los cómics como quisiera, cuando llegué ya existían. Entiendo que aparecieron originalmente en los diarios, como Tiras Cómicas, allá a principios del Siglo XIX, para entretener a los lectores que ya habían hecho sus lecturas serias, o como un intento de segmentar y atraer lectores de otros lados, niños y niñas sospecho. Aquí surgió el lenguaje primario del cómic, cosas como las viñetas, el manejo del encuadre y los globitos de diálogo. Hemos tenido la oportunidad de ver en El Comercio, La Prensa y otros diarios peruanos a vetustísimos personajes como Flash Gordon y el Príncipe Valiente, de principios del siglo XX. Cosas de costos, suponemos, pues a esas alturas las Tiras Cómicas eran monopolio de King Features, el sindicato de noticias de William Randolph Hearst, que incluyeron títulos como Mandrake el Mago y El Fantasma. Estas tiras de caricaturas de los diarios me atraían poco. Otra cosa eran los cómics hoy tradicionales, que se vendían en los quioscos o que intercambiábamos, y cuyas secuencias a veces solíamos esperar. La gran mayoría de los cómics que leía en esta etapa venían de Estados Unidos y se traducían e imprimían en México por la Editorial Novaro, que seguro tenía los derechos para América Latina de las diversas líneas argumentales, las más conocidas eran las de DC y Marvel, con ventaja para la primera. Supermán y Batman – y el resto de la Liga de la Justicia - eran más conocidos que los Hombres X o Iron Man, que conocía más porque aparecían en los Cartones de TV. Estos “Cartones” eran primitivos en su hechura, entre ellos destacaron Los Vengadores, Iron Man, Thor, Scott MacCloud El Ángel del Espacio y otros que no recuerdo, caracterizados por lo barato de su fabricación: se tomaban las viñetas del cómic, se añadía movimiento a la boca de los personajes, se completaba con sonido, y ya estaba: Era ver el cómic por la TV.  

A diferencia de la Literatura convencional, el Cómic no se encuadra como Lírico, Épico o Dramático. Los géneros en los cómics son muy diversos, más dependientes del mercado, con gran riqueza combinatoria, aunque eso en tiempos de mi infancia no se notaba, pues el asunto parecía depender demasiado de los segmentos del mercado. Había por ejemplo cómics femeninos, como Susy, Secretos del Corazón, que ningún chico se hubiera atrevido ni siquiera a sostener entre las manos, cuando menos no en público. Pero los que más abundaban eran los del género de la Ciencia Ficción, subgénero Superhéroes. Mi preferido siempre fue Linterna Verde, al que la película que le sacaron hace poco hace poca justicia. El Cómic Costumbrista presentaba a Archi y Verónica, representación estereotipada del deber-ser del High School americano trasladado a los colegios latinoamericanos de clase media, y que influyó fuertemente en ellos, como se demuestra en el hecho que no había salón de clase sin su respectivo Torombolo. Un personaje curioso era Chiricuto, que tenía su tira en los chistes Novaro, y que representaba festivamente a los militares. En los tiempos de la Instrucción Pre-Militar fue raro el Instructor cuyo apodo o chaplín no fuera Chiricuto. Asimismo, en las goteras de mi memoria están ciertos chistes como Joyas de la Mitología y alguno que otro de tema Histórico o inclusive sobre Santos, aunque estoy seguro que debieron ser muy pocos. Fuera de éstos y de uno que otro título por ahí, no teníamos mayor contacto con cómics de aventuras, bélicos, satíricos, costumbristas, deportivos, fantásticos, de terror o policiales. No dudo que los hubiera, pero seguro serían cómics de adultos, aunque todos creíamos en aquellos días que los cómics eran solamente para chicos. Pero había esos chistes mexicanos, de los que se hablaba sotto voce, con sus extraños personajes: Hermelinda Linda, El Monje Loco, Santo, Blue Demon y otros que definitivamente no eran para niños. Y por eso los leíamos clandestinamente.

Por si no lo saben mis lectores, los superhéroes están patentados desde los años ´30. Legalmente hablando, nadie puede llamarse Super Héroe a no ser que lo pasen por el aro de Marvel o DC. Pero el modelo o paradigma parece tener origen religioso, con los Héroes semidivinos tipo Hércules, Perseo, Sigfrido, Roldán o incluso el Cid o los personajes de libro de caballerías como Amadís de Gaula o Tirante El Blanco. Este origen se ve más lógico si consideramos que los Super Héroes son una suerte de Santos modernos, de sólidos principios éticos y morales, aunque hoy está de moda presentarlos conflictuados. Stan Lee y su Sorprendente Hombre Araña, son tal vez los mejores exponentes de estos héroes con problemas éticos, es famosa su frase: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y así Marvel diferencia su producto presentando a Hulk, Daredevil, los X-Men, como Héroes a pesar suyo, problematizados (monstruos, deformes, ciegos). Curiosamente, el Super Villano parece que surgió primero que el Super Héroe,  en la Literatura francesa, en los personajes folletinescos de Zigomar, Rocambole, Arsenio Lupin, Demonax, y sobre todo el grande Fantômas, que conocí a través de su cómic Fantômas, la amenaza elegante, muchísimo más edulcorado que su versión literaria, de tira cómica y fílmica. Marvel no podía menos que tratar de apropiárselo con el nombre Fantomes, sin éxito. Sin embargo, y de esto me percaté desde temprano, estos “superhéroes” no resolvían problemas. En realidad los asuntos a los que dedicaban sus energías eran los policiacos, el mantener el orden, no luchaban por la paz, o contra la desigualdad o el hambre. Habrá que esperar a los Watchmen para ver algo diferente.

III
Cómics de adolescencia / Homenaje a Robin Wood y a Mi Novia y Yo / Las Tres Tradiciones

Dice el verso de José Martí: Tiene el Señor Presidente / un jardín con una fuente / y un tesoro en oro y trigo. / Tengo más, tengo un amigo. Tuve la suerte que a pocos se les acuerda en mi niñez y adolescencia de Tener un Amigo. No haré panegírico de la Amistad, no se preocupen, sólo a los chistes. Yo pasaba probablemente demasiado tiempo en la casa de Tito, en parte por las dos grandes colecciones de cómics encuadernados por períodos de publicación, que leíamos juntos. Estas dos colecciones fueron un total descubrimiento para mí, eran chistes que no conocía ni de oídas, no estaban difundidos. Una colección estaba formada por Cómics más o menos tradicionales, aunque no se referían a Batman, Superman, Linterna Verde o la Liga de la Justicia, como los que había estado leyendo: Eran cómics de guerra, en especial los que tenían como personajes a Robert Briton, as de la Royal Air Force en la guerra contra los nazis; y al Sargento Nick Fury (castellanizado Furia), que comandaba un pelotón estadounidense en la Europa post Invasión de Normandía. Si mi memoria no me traiciona, se llamaban Trinchera, Guerra, y otros nombres por ahí, y se dividían por Marina, Ejército y Fuerza Aérea. Según parece eran traducciones directas de cómics difundidos como propaganda en la Segunda Guerra Mundial. La otra colección de cómics fue completamente trascendental para mí y no dudo en decir que me marcó la existencia para siempre, hasta hoy los leo y disfruto. Editados en Buenos Aires, desplegaban absolutamente todos los géneros y subgéneros del historietismo. Dentro del muy limitado espectro existente en el momento, eran claramente cómics desalienantes, que mostraban el mundo de un modo mucho más realista que los cómics de Novaro, apegados a los modelos norteamericanos. Por esas épocas yo ya era un lector voraz de libros, sumamente crítico, y los cómics empezaban a desinteresarme, hasta que encontré las cuatro grandes revistas de la editorial Columba: El TonyIntervaloFantasía y D’Artagnan. Las variantes de personajes, argumentos, series e historias mostraban una inmensa capacidad para la creación y los géneros, y uno no se cansaba: En el cómic costumbrista están Cuentos de Almejas y Gente de Blanco; en el de Aventuras, Aquí la Legión, El Cosaco, Jackaroe; en la Ciencia Ficción, Gilgamesh el Inmortal; en el cómic deportivo Beto Navarra; en el Histórico, Nippur de Lagash y Dago; en el cómico, Pepe Sánchez y la genial y predilectísima Mi novia y yo. Y asimismo una cantidad de cómics inclasificables y combinaciones de gran profundidad psicológica y emocional, como Dax y Savarese. Y me quedo en esto por millas de distancia, porque no he leído todo lo que debería ni cuento todo lo que sé.

Destaca aquí un autor al que no dudo en elevar a mis altares para compartir velitas con Shakespeare, Cervantes, Thortorn Wilder, Borges y Marguerite Yourcenar: Había una vez un matrimonio de socialistas fabianos, afanados en hacer el paraíso en la Tierra australiana, país tan grande que sugiere espacio para cualquier utopía social, pero no así para los Wood, que tras una huelga huyeron a otra parte donde vivir sus valores, y en 1900 recalaron en Paraguay, donde fundaron Nueva Australia. Allí nació Robin Wood en 1944. Su familia no supo mantenerlo, vivió en orfanatos y su educación formal no pasó de la primaria. Se hizo autodidacta y gran lector, cachimbo de la Universidad de la Vida. ¿Cómo se gana la vida en Buenos Aires un jovencito talentoso recién bajado del Paraguay? Primero aguantando. Como tantos otros antes que él, conoció la pobreza y se ganó sus espuelas creando personajes y tramas, que terminaron por ser aceptados, imagino que por cansancio de los editores, porque era – es – absolutamente prolífico y estoy seguro completa y majaderamente insistente. Como otros antes que él - cuesta no acordarse de Félix Lope de Vega - el acto de la creación se le impone a tiempo completo las 24 horas al día, y tiene más historias que contar que callos en los pies, y a la editorial Columba le faltan revistas para meter todo lo que le sale de la mitra: En 1968, Robin Wood ya tenía lectores cautivos con el drama histórico - épico Nippur de Lagash, con uno de espías (Dennis Martin), un western (Jackaroe) y un policial (Big Norman). No me acuerdo bien cuando empecé a leerlo, debe haber sido más o michi hacia 1970 o 71, es decir, muy poco después de que empezara con las entrañables historias de Mi Novia y Yo (Nro.178 de Intervalo), que escribió y  publicó ininterrumpidamente durante 25 años, conchabado con el gran dibujante Carlos Vogt, expresionista del humor, la risa y los momentos conmovedores, que el humor los tiene o no es humor. Mi Novia y Yo inició comedia romántica y humorística, pero llegó a genial comedia biográfica, en la que Tino / Robin Wood conversa con nosotros con naturalidad sobre la historia que construye con nosotros: No hablemos del barrio de sanata. Hablemos del barrio duro y agridulce que nos hizo crecer (…) Sin lamentos … recordar con el corazón y el alma … Recordar con las ganas bárbaras que nunca se nos acabe el amor. (Canción de Barrio, Intervalo Cinecolor Año XII, Nro. 68). El sello de la genialidad está en leer una y mil veces las mismas historias y jamás cansarse de ellas, pues siempre te ríes, siempre tratas de ocultar el lagrimón. Este es Robin Wood, magnífico inventor de pseudónimos para que su nombre no se repitiera hasta la náusea en el índice de cada revista: Mateo Fussari, Robert O’Neill, Noel Mc Leod, Roberto Monti, Joe Trigger, Carlos Ruiz, Rubén Amézaga. Y también Cristina Rudlinger. Por si no lo saben.

Me sale grande esta crónica, porque hay tanto qué decir, y a falta de mejor lugar para contarlo, comento acá la existencia de las tres vertientes principales del Cómic, de los que me vine a enterar de adulto, y que siempre vale la pena plantear, porque hay diferencias notables entre Norteamericanos, Franco-Belgas y Japoneses, que son los que marcan las pautas aquí. Ya hemos mencionado a DC y Marvel por los Estados Unidos, y más abajo veremos algunos franco-belgas. De manga no sé nada, lo siento, consúltenle a mi hijo Alejandro Bellina, que es el experto en el tema.

IV
Más sobre Cómics, Cine y Tradiciones

Había muchos más chistes / cómics circulando por ahí que los ya mencionados, durante mi infancia y adolescencia. Recuerdo la chilena Editorial Zigzag y su popularísimo personaje Condorito y sus patas Garganta de Lata, Titicaco, Pepe Cortisona, Coné y la guapa Yayita. Una primera aproximación a los comics de carácter satírico se me dio a través de la excelente revista estadounidense MAD, así como la análoga argentina Humor Chancho, donde me familiaricé con el grande Fontanarrossa. MAD satirizaba la sociedad de consumo en un momento en el que en mi entorno se hablaba de eso, lo que demostraba, como dice Tino, que en todas partes se cuecen habas. De la escuela japonesa no sé nada, mi ignorancia es total, de esto del manga no pretenderé saber más que mi hijo Alejandro, que es un capo en el tema, y al que me remito para cuando a él le dé los forros de explicarse. En 1959 aparecen Astérix, Obélix, Detritus y demás entrañables personajes de los franceses Goscinny Uderzo, que después vi en película con nada menos que Gerard Depardieu como el invencible Obélix. A la tradición franco-belga pertenecen también Tintín, Aquiles Talón y Lucky Luke, con los que trabé conocimiento de joven. Hay una serie Noire, francesa, de la que forman parte el guionista Christian Godard y el dibujante Clavé, que dan vida a uno de los cómics europeos más importantes: La Banda de Bonnot. En Italia está Cesare Reggiani, gran dibujante y guionista, creador de Desviación Cerebral, cómic espeluznante e inquietante, de Ciencia Ficción post-apocalíptica, que a su vez inspirará a guionistas y dibujantes, su impronta está incluso en la novela gráfica / película Watchmen, muy fiel a su Novela, suerte que no han corrido otras novelas gráficas llevadas al cine, como las olvidables La Liga de los Caballeros Extraordinarios, o V de Vendetta, cuya desmayada adaptación no llega a hacerle justicia a la dinamita anarquista y revolucionaria del cómic. En esto siempre fallan guionistas y directores de cine, seguro presionados por los productores, que tratan desde siempre de no salirse de lo políticamente correcto, de no comprarse rollos con el poder, aunque siempre empleen de cara al público el pretexto cada vez menos creíble del esto es lo que le gusta a la gente.

Por ello una obra cinematográfica como Watchmen es doblemente valiosa, no solamente porque consigue reflejar casi a la perfección la atmósfera opresiva y paranoica del cómic, sino por no reducir su potencial de escándalo ni quitarle un ápice de sociopatía a su personaje Roscharch, único héroe verdadero de la obra (Ninguno de ustedes lo entiende. Yo no estoy encerrado con ustedes. Ustedes están encerrados conmigo), repleta de individuos disfrazados de superhéroes y vigilantes (watchmen) de los que solamente uno – el Doctor Manhattan - posee verdaderos superpoderes, pero que, con sus desadaptaciones y todo, terminan por servir obsecuentes – lo sepan, como el Comediante; o no lo sepan, como el Búho Nocturno II - al complejo militar-industrial estadounidense en una realidad alterna en la que Richard Nixon gobierna tres períodos, y la guerra nuclear contra la Unión Soviética es una realidad que se desatará en cualquier momento sobre las cabezas de los personajes secundarios, todos los cuales morirán en la explosión nuclear de Nueva York. Dicha explosión, junto con otra docena más, es provocada por el “héroe” Ozymandias, chico listo que tratará de unir al mundo y evitar la autodestrucción echándole la culpa al Doctor Manhattan. A Ozymandias le pertenece la frase que revienta el hiperrealismo de esta ucronía: Dan, No soy un villano de opereta ¿En serio crees que les iba a explicar mi plan maestro si quedase la más mínima posibilidad de que pudieran alterar su resultado? Lo hice hace 35 minutos. Vale la pena tanto leer la novela gráfica como ver la película, y así nos introduciremos en un género del cómic interesante y dinamitero: el underground. Claro, si te gustan las cosas como son y como están, no te hagas paltas, no lo leas. Pero después no te preguntes quién vigila a los vigilantes …  

V
Colofón

Nos quedamos por mucho y a muchos no mencionamos. Pienso en los peruanos Juan Acevedo, Carlín y Heduardo; y en el argentino Quino. Pero por otra parte, cantidad no es sinónimo de calidad. El nivel cognitivo de las masas cuenta en términos de mercado. Agotado el impulso educador que llegó a principios del siglo XX sólo queda el mercado, y los cómics, que antes se adelantaban a la necesidad, ahora están detrás de los segmentos marketeros. En la oferta realmente existente – incluso en la explosión creativa del manga -, la calidad brilla por su ausencia. No podemos estar contra el cómic. Abramos las expresiones creativas. Lee lo que quieras


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