miércoles, 10 de agosto de 2011

CONTRA EL DETERMINISMO

Traigo la contra, la contra, la contra / para la mala vida: / Tabaco y Ron” (Letra de una canción popular del autor y amigo Carlos Alonso)

En las últimas semanas me he embarcado en algunos artículos que he estado titulando “Contra esto” o “Contra Aquello”. Sigo en esto al gran maestro Don Miguel de Unamuno y Jugo, poderosa mente que escribió en su inimitable estilo unos ensayos que tituló precisamente “Contra Esto y Aquello”. Ya quisiera parecerme a Unamuno, aunque trato de acercarme a él y al modo en que abordaba ciertos aspectos de la realidad, ubicándome decididamente en Contra de Ellos. Ese misterioso acontecimiento se llama “Tomar Posición”, y está pésimamente mal visto, porque por lo general se supone que tomar posición a favor o en contra de algo es salirse de la comodidad del estar en medio y no comprometer la chamba u otras cuestiones importantes, o cuando menos
no comprarse líos. Muy nacional y muy criolla esta costumbre de estar en varios sitios a la vez, o, lo que es lo mismo, no estar en ninguno para que no te puedan acusar de estar en alguno.

Tomar posición

Tomar posición suele ser visto por algunos como la interrupción del libre flujo neuronal de los pensamientos, colocándoles una suerte de anteojeras intelectuales que los redirigen a ideas más o menos fijas. Dícese que si alguien posee una posición, entonces es una especie de anteproyecto de fanático fundamentalista, por una suerte de birlibirloque lingüístico por el que se dice algo así como “y pensar que siendo tan inteligente hace, dice, piensa o vota de esta manera”. Estoy seguro que existen fanáticos fundamentalistas en muchas áreas del devenir humano – sobre todo en la Política -, y abundan entre aquellos que “toman posición”, quizá porque algunos de los que “toman posición” creen que el seguir la parranda emocional que tienen en la cabeza es indicio de veracidad, u otorga alguna ventaja cognitiva al que esto hace. En el primer caso entiendo que estoy frente a un Ingenuo que aún cree en pajaritos, y en el segundo a un Cándido que se ha comido el cuentazo de la postmodernidad con zapatos y todo. En fin, de ambos hay por todos lados, y a veces con muchos títulos académicos. Los gringos dicen con enjundia que “nace un tonto cada minuto”. Y en ocasiones los estudios, diplomados y maestrías lo único que hacen es convertir a estos individuos, muchas veces de buenos sentimientos, de ingenuos o cándidos ignorantes en ingenuos o cándidos conocedores de algún aspecto de la realidad. Vale decir, le puedes echar contenidos de aprendizaje al coleto, pero no desarrollas funciones intelectivas, con el resultado que engordas, pero no creces.

El ciego que critica al ciego

He notado es que la mayor parte de los que juzgan el tomar posición de otras personas suelen ser tan ingenuos o cándidos como aquellos a los que hacen objeto de su juicio tonante. Vale decir, caen exactamente en la misma situación que las personas cuyas creencias fanáticas fundamentalistas juzgan, haciéndolo desde su propia versión de fanatismo fundamentalista. Cambiaron, como dice el poeta, mocos por babas, y tratan de convencer al mocoso de que las babas son mejores, o por lo menos tienen más caché. No hay nada más aburrido que una discusión de este tipo, donde ambos están exactamente del mismo lado, aunque en sentidos opuestos: el gnóstico y el agnóstico, el de la U y el Alianza, el comunista recalcitrante y el neoliberal renegrido. Amén de otros opuestos que en un mundo perfecto se anularían entre sí, dejando tranquilos al resto de la humanidad. Lo cierto es que ambos presentan versiones complementarios de fanatismo fundamentalista, y no hay nada más aburrido en el universo que escuchar una discusión entre ambos. De repente por eso en el Congreso pagan tan buenos sueldos.

El fanático fundamentalista que toma posición tiende a escindir su mente para alejar la racionalidad, porque el pensamiento racional es enemigo de la Creencia, así en general. Algunas veces, menos de las que nos gustaría, el que toma posición sabe que se está escindiendo, y se está convirtiendo en lo que podríamos llamar un esquizoide autocomplaciente consigo mismo. En castellano llano, se mete la yuca con conocimiento de causa. Pero el que dice del primero “y pensar que siendo tan inteligente hace, dice, piensa o vota de esta manera”, curiosamente está en tal caso en posición análoga, pero sin haberse enterado que está escindiendo su propia mente. Digamos que es Ingenuo o Cándido, pero avant la lettre. Pues no es menos lo que se hace cuando se juzga desde las alturas del “no-compromiso-con-nada-excepto-yo” la toma de posición del otro. Aunque a muchos esto les parecerá extraño, hay una buena posibilidad de que tomar posición sea una decisión guiada por algunos atisbos de inteligencia, racionalidad o lógica. No tomar posición no otorga superioridad alguna, ni cognitiva ni moral. Pero algunas gentes parecen creerlo así, y actúan en consecuencia.

Es que no todos los que toman posición son necesariamente ingenuos o cándidos. Por lo menos yo trato de mantener la suficiente correa intelectual y algún que otro pensamiento independiente que me impida deslizarme por la autocomplacencia. Creo que me funciona a veces. Como hemos dicho líneas arriba, es posible que alguno que toma posición no sea Ingenuo o Cándido. Pero en Política y en las demás actividades humanas, hay de todo. Más bien, si una persona que en su vida personal ha mostrado ciertas dotes intelectuales asume una posición, por lo general ello no significa que haya abjurado de su capacidad de raciocinio. No lo hacía Unamuno, por lo menos. Pero entonces se encuentra con la frase sacramental: “y pensar que siendo tan inteligente hace, dice, piensa o vota de esta manera”.

La mayor parte de lo que creemos nos es impuesto

Sí, amable lector, está usted leyendo lo que lee. No toque su pantalla. Como en los viejos tiempos de la serie “La Dimensión Desconocida”, “nosotros” la controlamos. Y lo interesante es que es usted el que decide eso, o por lo menos cree usted que lo decide. Y al creer que usted decide leer lo que lee, comer lo que come, hacer lo que hace, votar por quien votó, usted se lo puede apropiar, o no, diciendo simplemente “Yo leo esto”, “Yo como esto”, “Yo hago esto” o incluso “Yo voté por Fulano o Mengana”. O, por el contrario “Yo no leo esto”, “Yo no hago esto”, o incluso “Yo no voté por Mengana o por Fulano”.

Pues no. Usted, no decide nada. Usted, no elige nada. Usted, que se computa libre, no lo es. Y claro, se preguntará usted a estas alturas ¿Y por qué habré de creerle a este tal Bloguero? ¿Cómo sabe este Bloguero que yo no soy el que decide sobre lo que leo, como, hago o voto? Pues muy bien, no me crea usted. Ya estaba previsto, de cualquier modo, y todo está ya planificado para darle a usted la sensación de que es usted quien posee el Control. Después de todo, la sensación de libertad es una buena forma de creer que la poseemos. Así que le dejaremos a usted la sensación, y de su Libertad nos apropiaremos “nosotros”. De hecho, si usted quisiera ser libre, verdaderamente libre, tendría que estar más solo que un gato techero en una ciudad abandonada. Pero como no está usted solo, pues es porque usted vive acompañado. Pero eso usted ya lo sabía. Pues para dejar de jugar a las escondidas, digamos que haber nacido y estar en nuestra sociedad hace del espacio de libertad que usted cree tener algo terriblemente limitado.

Por supuesto, usted puede elegir no seguir leyendo. Y ahí se le acabó su libertad. Porque si usted se ha interesado en esto y quiere saber a dónde demonios va a parar, es porque yo estoy manejando sus ganas y su interés, y usted se está dejando manejar, lo sepa o no. De hecho, eso le pasa a usted todos los días, por si no lo sabía. Vamos a suponer que usted lee un periódico o ve un programa de TV. ¿Por qué lo ve? Pues porque usted cree que ese periódico o programa de TV le conviene de alguna manera, sea por información, pasatiempo o entretenimiento. ¿Y por qué lo cree? Voy a suponer por un momento que usted jamás ha reflexionado al respecto. Que jamás dudó y que nunca se tomó la chamba de examinar por usted mismo el mundo que le rodea y se lo comió tal como se lo sirvieron, desde la primera papilla hasta la rueda de molino que usted se está tragando en este instante. Pues estimado amigo o amiga, reconozca usted que no ha pensado en ello, o si lo ha hecho, rápidamente ha desechado el pensamiento porque ya van a pasar el capítulo de Doctor House, o porque los niños lloran, el perro se mea, el trabajo no espera, o la comida está en la mesa.

Como en este mundo cochino no estamos solos, y como los que la mueven saben a la perfección que usted tiene entre las manos muchas cosas para ponerse a pensar – de hecho, algunas de esas cosas que tiene entre manos se las pusieron ellos -, y como quieren seguir moviendo la cosa, y odian la competencia, entonces han contratado gente que ha estudiado realmente a fondo las técnicas para mantenerlo a usted amarrado. Ya se imaginará usted que no es por amor al chancho – usted - sino al chicharrón. Y el chicharrón fue, en la particular coyuntura pasada, su voto. Y ahora es su opinión. ¿Por qué? Pues porque cuando usted colocó su voto en la urna, usted creerá que lo hizo en ejercicio de su libertad, pero ellos saben que con su acto habrá usted apoyado o desapoyado un conjunto de cosas. Es decir, usted, aunque no lo quiera, habrá tomado posición a favor o en contra de “algo”. Si lo hizo usted libremente o no, es cosa entre usted y su conciencia.

Final Infeliz

Vamos a suponer que es usted una persona pensante y paciente. Debe ser ambas cosas, pues no habría llegado hasta aquí de no serlo. Repentinamente usted percibe lo que le están haciendo. Puede que hasta le agrade que otros piensen por usted y le dejen ver Doctor House. Pero, si tiene usted algunos atisbos de humanidad, ello le disgustará. Qué se han creído éstos, puede que sea su primer pensamiento. El segundo es que tampoco, tampoco. De repente es la paranoia de este bloguero la que está inventando Teorías de Complot que usted no tiene por qué aceptar. Puede incluso que así sea, pues ese es uno de esos pensamientos independientes que nos impiden deslizarnos por alguna de las pendientes. Dudar, lo decía Descartes, es bueno por sí mismo.

Pero aquí viene la realidad, que como decía un mi amigo, asoma usted la cabeza por la ventana, y se la decapita. Decide usted votar por el candidato “A”, y eso le hará tomar partido, aunque no le guste a usted tomar partido. Imaginemos que usted, repentinamente celoso de su libertad, no quiere hacerlo. No puede votar por la candidata “B”, que viene a ser lo mismo, pero ni siquiera le gustaba en primer lugar. Puede usted entonces asumir una posición libertaria a lo bestia y decidir votar en blanco. Pero eso ya está previsto. Entonces a viciar el voto. También está previsto, maldición. Entonces niéguese a votar. Pero nos encontramos con la desagradable sorpresa que ya está previsto, también. Espero que usted se dé cuenta que … ¡nos tienen rodeados!

Colofón

Creo a veces que el problema de tomar posición es un problema de libertad y determinismo. No nos podemos librar de una ni del otro. Sartre señalaba que estamos condenados a ser libres, y ese determinismo de la libertad suena bien feo. Tal vez lo único que estoy pretendiendo es, parafraseando a Marguerite Yourcenar, sacudir las paredes de mi celda. En ese sacudimiento por lo menos estoy ejerciendo mi sagrado derecho al pataleo. Después de todo, quizá lo único que nos quede esté en el epígrafe que he puesto: Tabaco y Ron. Y punto.



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