martes, 18 de marzo de 2014

CRÓNICA DE LECTURAS 75 - NOVELA HISTÓRICA (2)

CRÓNICAS DE LECTURAS – 75
Novelas Históricas (2)
I

Novela Histórica y Reconstrucción

Se puede hacer Novela Histórica basado en acontecimientos o basado en personajes. El tenue hilo que separa la narrativa – que incluye al mito y la leyenda – de la biografía ha sido atravesado varias veces, en ambas direcciones y con resultados curiosos. Pensemos en personajes como Abraham Lincoln, de cuyo imaginario participa la anécdota, muchas veces apócrifa pero que parte de una Leyenda que suele estar más viva que la Persona. O en personajes como Sherlock Holmes, al cual el hecho de ser de ficción no le impide representar la era victoriana más que Gladstone y más que Kipling; y así podemos circular entre ambos polos. Por otra parte, lo narrado debe ser fiel a la realidad histórica, en el doble aspecto de los hechos y el de las circunstancias. La novela histórica respeta los hechos históricos y describe y explicita las circunstancias, sin modificar nada aunque sí le sea lícito especular sobre alguna cuestión no del todo conocida. Por las muchas combinaciones posibles, desde la Crónica pasada centramos la cosa en la novela histórica rastreada desde el británico Walter Scott, cuyo Ivanhoe ha resistido la prueba del tiempo, y hasta hoy es no solamente leída sino inclusive puesta en escena una y otra vez, en Cine y TV, apoyadísimo por el otro arquetipo inglés, Robin Hood, cuya historia se ha contado y recontado a través de los últimos seis siglos hasta llegar recientemente al cine sin aquello de robarle a los ricos para darle a los pobres, qué lisura, no le vaya a dar extrañas ideas a los pobres. Discípulos de Scott fueron Robert Louis Stevenson (La flecha negra) y James Fenimore Cooper (El último mohicano); y con ellos quedan más o menos establecidos los parámetros generales de la Novela Histórica.

En Francia cultivaron la novela histórica Alfred de Vigny (Cinq-Mars) y Víctor Hugo (Nuestra Señora de París y Los Miserables). Cuando el romanticismo ceda paso al realismo, la novela histórica francesa tendrá como exponentes a Gustave Flaubert (Salambó), Alexandre Dumas (Los Tres Mosqueteros y sus secuelas) y Prosper Merimée (La reina Margot) entre otros. Clasificar siempre es difícil, en especial cuando uno se encuentra con Stendhal y sus Rojo y Negro y La Cartuja de Parma, así que no trataré de ser lo que no soy. En Italia Alessandro Manzoni publica Los novios, ambientada en el siglo XVIII; en España Benito Pérez Galdós da a luz sus Episodios Nacionales. La Guerra y la Paz de León Tolstoi es considerada del género, como Quo Vadis? del polaco Henryk Sienkiewicz. En América Latina el género es relativamente ocasional, se confunde bastante con otros, pero los autores terminan por caer dentro del asunto de uno u otro modo: Leopoldo Lugones y La Guerra Gaucha; Manuel Mujica Lainez y Bomarzo; Isabel Allende y La Casa de los Espíritus; Miguel Ángel Asturias y El señor presidente; Mario Vargas Llosa y La Fiesta del Chivo, La Guerra del Fin del Mundo, El paraíso en la otra esquina y El Sueño del Celta; Arturo Uslar Pietri y Las lanzas coloradas; Gabriel García Márquez con El General y su laberinto y El otoño del patriarca;  Augusto Roa Bastos y Yo, el Supremo; Alejo Carpentier con El siglo de las luces y la genial El reino de este mundo. Entre los principales autores contemporáneos del género en el mainstream anglosajón hallamos a Robert Graves (Yo, Claudio), Mika Waltari (Sinuhé el Egipcio), Naguib Mahfouz (Ajenatón el Hereje), Umberto Eco (El nombre de la rosa, Baudolino), Arturo Pérez Reverte (El capitán Alatriste). En esta ocasión nos centraremos en dos reconocidos autores, uno alemán y el otro francés.

II
Gisbert Haefs (Alemania, 1950)Troya

Tal vez esta es la mejor novela de reconstrucción histórica que he leído jamás. Estoy casi seguro que no es porque sea demasiado fiel a los aspectos que diferencian una época de otra, sino más bien por el contrario, porque lo que mejor expresa el autor en esta novela histórica son los rasgos comunes a la experiencia humana, aún pasando por ciertos excesos de estilo y narrativos que el autor comete, y que imagino supera eventualmente en otras obras. En un género donde la originalidad es complicada, huidiza y difícil, las interpretaciones y decisiones que asumen todos los personajes en su contexto resultan previsibles, vulgares y silvestres, toman en cuenta esas cuestiones "secundarias" que otras novelas – y en especial las películas “de época” – suelen pasar olímpicamente por alto, como las diferencias entre idiomas y los malentendidos de la Traducción. El protagonista, el comerciante asirio Ninurta, se gana la vida traficando en los puertos del Mediterráneo oriental por cuenta propia y de otros, y por partes desiguales y según los momentos es una combinación de Allan Quatermain y Marco Polo. El devenir de sus intercambios comerciales, de sus amores con la joven esposa de su anciano socio, de sus necesarios momentos de embriaguez guerrera, de sus errores de cálculo y sus ifrustraciones, e incluso del conocimiento de su fragilidad psicológica, de hombre débil frente a los esclavos; todas son facetas que se integran realista y des-armónicamente, como le cuadra a seres humanos en serio, no muñecos de torta. Sus movimientos son guiados por diversos motivos, incluso el cumplimiento del deber autoasumido de asesinar a un déspota asesino. Todo esto rodeado de personas que a su vez son en lo fundamental ellos mismos, incluso en las partes que podríamos llamar más inverosímiles. Pero la presencia constante de lo humano nos vuelve todo verosímil, incluso que Ulises / Odiseo sea apodado Nadie, que Paris y Helena estén arrebatados constantemente por un incontrolable frenesí amatorio, que Ninurta cruce su espada con la del guerrero Aquiles y salga con vida. Después de todo, los que experimentamos nuestra memoria sabemos que ella nos determina desde lo psicológico y social más que desde lo lógico. Nosotros, seres que nos creemos existentes en primer plano (Léase El Mundo de Sofía para perder esa seguridad para siempre), vivimos en nuestro devenir con un pasado que nos hace ser lo que somos, tal como los personajes narrados y descritos por el autor. Es vulgar y también especial que nosotros (y los personajes) nos expresemos sin extremismos literarios. Hasta el mismo autor está cómodo en su rol de narrador más o menos omnisciente, siendo lo que debieron ser Odiseo, Ninurta y hasta Solón en su faceta de contador de viejas historias. Me resisto en llamar histórica a esta novela, preferiría llamarla Novela Memorística, si no fuera porque carezco tan absolutamente de los argumentos literarios para ello.

Pues lo que podríamos considerar Historia es en esta novela más bien memoria, tanto en el Solón que arranca y cierra la historia – y del que yo hubiera prescindido – como en el resto de un conjunto de personajes desigualmente “civilizados”. El prurito historiográfico de Haefs sirve para comprender el pasado desde un presente que es para nosotros, a su vez, pasado. Porque todos los tiempos presentes son más o menos iguales, un tanto a la manera que Bertrand Russell diferencia los futuros futuros de los futuros pasados. El mérito de Troya es lo que expresa mejor, que no es la mejor parte de la naturaleza humana, esa que se le escapa a los libros de Historia, ocupados en otras cosas. Pero así y todo y para cumplir con los cánones del género, es perfectamente discernible que la Troya de Haefs se escribió con la Historia de Herodoto de Halicarnaso y los poemas homéricos al frente, en especial considerando que Ulises / Odiseo / Nadie es uno de sus principales cronistas y personajes. No se queda Haefs en la interpretación de fuentes y sobre todo en la soberbia descripción del final del período “heroico” de la historia helena, que lo es no por la abundancia de héroes sino por la ausencia de testimonios escritos expresado en la presencia de poemas orales sobre héroes, y en donde la estructura cronológica está completamente subvertida. Por ello importa tanto que los protagonistas sean comerciantes y no guerreros de la Hélade o troyanos. Tratemos de imaginar un corto período de 2 o 3 siglos sin escritura en la América Latina, digamos entre 1800 y 2000. Bolívar y San Martín bien podrían ser personajes legendarios cantados en poemas, matadores de dragones y feroces leones de Iberia, y cuya unión en las costas peruanas se cantara como una gran epopeya de héroes que se unen para combatir el Mal, a la manera de un nuestro homérico y heroico poema. Los que emprendan la lectura de esta Troya tendrán así una ambigua recompensa en saberse en todo iguales a los héroes de Homero. El link de la obra, aquí: http://inabima.gob.do/descargas/bibliotecaFAIL/Autores%20Extranjeros/H/Haefs,%20Gisbert/Haefs,%20Gisbert%20-%20Troya.pdf

III
Maurice Druon – Serie Los Reyes Malditos

Maurice Druon (1918 – 2009) es un escritor francés miembro de la Academia que, viéndolo y leyéndolo con alguna solvencia, tal vez no brilla demasiado en un país con tremenda constelación de talentos literarios, pero que sí logra algo que no es muy común en esta nuestra época, tan posmodernamente desesperada por el “triunfo” a como dé lugar y ahogada en el prurito del logro de una originalidad que venda, aunque no sea original. Druon no se propone mucho, pero lo que se propone lo consigue, es bastante cumplidor en la simple tarea de escribir profesionalmente y ganarse la vida con su pluma, en lo que de seguro le sacó muchos cuerpos de ventaja a muchísimos autores posiblemente mejores, más profundos o compuestos. En tal sentido escribió respondiendo al mercado y al requerimiento del público, lo que en sí no tiene nada de malo, en especial porque lo que cuenta puede ser interesante. La primera vez que supe de él fue por un libro que G. me obsequió, de literatura infantil: El niño del dedo verde, una pequeña y bonita historia de las que no contaré las circunstancias que la rodearon por no darme mi real gana. La segunda vez que me enteré de la existencia de Druon fue a través de una obra que lo mostraba sin duda como hombre comprometido con su tiempo. Durante la Guerra Mundial Druon se unió a la Francia Libre de Charles De Gaulle y combatió a los invasores germanos con las armas que Dios le concedió. Junto a su tío, el también escritor Joseph Kessel (El León), compusieron la letra del Chant des Partisans (Canto de los Partisanos), himno de la Resistencia Francesa contra la ocupación alemana y la traición de los Vichy´s durante la Segunda Guerra Mundial. Una manera de conocer de primera mano una época es oír su música y conocer sus canciones, hagámoslo en este enlace: http://www.youtube.com/watch?v=sUZWlf_vuKg&list=PL5D0022472AB83998. Tras cumplir con su deber como resistente, recogió sus bien ganados laureles incursionando en Política como Ministro de Cultura y luego como Diputado por París y miembro de la Academia Francesa.

La Historia en general es interesante si se sabe contarla. Nunca me he explicado lo que le hacen en las escuelas, y cómo consiguen hacer pesado e indigesto lo que debería ser tan ligero y bacán. Basta con leer libros como esta serie, no extraordinaria pero sí decorosa, o ver buenas películas de reconstrucción histórica, y la chapas a la perfección: El cine necesita de un suministro inagotable de buenas historias a ser contadas, no por nada hay dos Óscares para guionistas, uno por historias originales para la pantalla y otro para las adaptaciones literarias. Y es que, aunque parezca mentira, la gente consume sueños en cantidad y hay que fabricarlos. Las historias verdaderas tienen la ventaja de que no necesitan inventarse, apenas recopilarse, y si se hace el asunto basándose en los ciertos dramas humanos del amor y el poder, no hay pierde en todo lo que se puede hacer. Tomemos la anécdota que da pie a estas historias: En la serie de novelas históricas conocida como Los reyes malditos, principal incursión literaria de Druon, todo empieza hacia 1314 con El Rey de Hierro, que proporciona la anécdota en cuestión: El poderoso Rey de Francia Felipe IV El Hermoso de la Dinastía o Familia de los Capetos (Fue además Felipe I de Navarra, pero no me imagino por qué le dirían el Hermoso, tratemos de no confundirlo con el muy posterior marido de Juana la Loca) posee todo lo que un estadista puede desear, en particular tres robustos hijos que le aseguran en apariencia una vigorosa sucesión. Sin embargo, como buen soberano y celoso defensor de sus intereses y los de Francia, Felipe busca aumentar su poder y riquezas, y para ello suprime la vieja orden religioso militar de los Caballeros de la Orden del Temple, los famosos Templarios, con el pretexto de una vieja deuda con la Corona. Felipe liquidaba así dos pájaros de un tiro: eliminaba un potencial y poderoso enemigo interno, y se apoderaba de sus ingentes riquezas. Políticamente no habría nada que decir de esta maniobra fuera de las consideraciones morales. Pero acá viene la parte brava: El Gran Maestre de la Orden Jacques de Molay, arrestado y acusado de malas artes, como era la costumbre, es condenado a morir quemado en la hoguera frente al Rey de Francia. Durante este bárbaro espectáculo, el Gran Maestre maldice de viva voz al Consejero Real Guillermo de Nogaret, al Papa Clemente V, con sede en Avignon, y al Rey de Francia y sus sucesores: ¡Malditos! ¡Todos malditos hasta la décimotercera generación!  


IV
Los Reyes Malditos

Entre 1314 y 1370 la inestabilidad política se ceba con Francia y la debilita en modo tremendo y súbito. Como cuentas de un rosario, Nogaret, Clemente y Felipe el Hermoso mueren repentina y consecutivamente, parece que la maldición de Molay ha marcado para siempre la suerte de los Capetos, y la Corona recae en los hijos del Rey de Hierro, que demuestran ser gobernantes débiles y sin personalidad ni carácter de estadistas, simples juguetes de los acontecimientos. Es así que los nobles como Roberto de Artois, omnipresente a lo largo de la serie, adquieren relevancia y parecen empeñados en destruir todo rastro de gobernabilidad y estabilidad en la Douce France, hacen lo que quieren en una Francia entregada a la falta de autoridad. Luis X trata de equilibrarse entre dos grupos antagónicos en formación, que amenazan con despedazar Francia en el segundo tomo de la serie, La Reina Estrangulada (link: http://www.laprensadelazonaoeste.com/libros/Druon,%20Maurice%20-%20Los%20Reyes%20Malditos%202,%20La%20reina%20estragulada.pdf. El escaso año y medio del reinado de Luis X, que muere envenenado, deja sumida a Francia en la anarquía, no hay sucesor varón para el trono de Francia, como se cuenta en Los venenos de la Corona (Link: http://www.sociedadmedicoquirurgica.com.mx/libros/libros/D/Druon,%20Maurice%20-%20Los%20Reyes%20Malditos%203,%20Los%20venenos%20de%20la%20corona.pdf). Entra así en vigencia la vieja Ley Sálica que tanto daño causaría a Francia, y que impide a las mujeres acceder al Trono. Apenas a dos años de la muerte de Molay, el Reino de Francia y la Iglesia de Avignon están sin cabeza, y todo el mundo hace lo que le parece, la paranoia se apodera de la familia real y el desconcierto de los cardenales que deben elegir Papa. La novela La Ley de los Varones (link: http://www.laprensadelazonaoeste.com/libros/Druon,%20Maurice%20-%20Los%20Reyes%20Malditos%204,%20La%20Ley%20de%20los%20varones.pdf) da cuenta de estos tristes y dramáticos acontecimientos; mientras que La Loba de Francia (link: http://bibliotecadigitalei.files.wordpress.com/2013/04/druon-maurice-los-reyes-malditos-5-la-loba-de-francia.pdf) narra la historia de la hija del Rey de Hierro y hermana de sus sucesores,  Isabel de Francia, que casó con Eduardo II de Inglaterra, cuyos intereses afectivos se dirigían más bien a sus favoritos. De esta Loba de Francia se da una versión edulcoradísima y extraordinariamente falsa y romanticoide en la película Corazón Valiente, ya hemos comentado en alguna otra Crónica el vapuleo a mansalva que el guionista Randall Wallace le propinó a la verdad histórica en esta película, donde el que sería Rey Eduardo II sería representado casi como un débil mental que se merecía que su esposa – la dicha Loba – le sacara la vuelta nada menos que con William Wallace, cuya roja y plebeyísima sangre correría desde entonces por las venas de la realeza inglesa. 

La sexta novela de la serie, La Flor de Lis y el León (link: http://www.forodeliteratura.com/biblioteca/datos/druonmaurice/malditos6.pdf) nos ubica en la desaparición física de la Dinastía de los Capeto y la ascensión al trono de los Valois, con lo que se desata la Guerra de los Cien Años. Que una guerra tenga que durar cien años antes de que se pueda resolver sugiere el increíble embrollo que debe haberse producido en las cabezas de las gentes de la época. En teoría acá terminaba brillantemente la serie: Pero el pueblo no había llegado al final de su penar. Aún habría de conocer un rey prudente, un rey loco, un rey débil y setenta años de calamidades antes que la maldición del Gran Maestre se disipara en las aguas del Sena, al resplandor de otra hoguera encendida para el sacrificio de una hija de Francia. Evidentemente habrá que esperar la llegada de la joven virgen guerrera Juana de Domrémy o Juana de Arco para ver la superación del embrollo y el final de esta historia. Pero a veces las tentaciones son grandes y se producen excesos: A la última parte de Los reyes malditos y muertos todos los viejos protagonistas Druon le añade como una especie de exordio final De cómo un Rey perdió Francia, séptimo y último volumen de la serie (link: http://vk.com/doc4827744_246560042?hash=f3f17e9069d8e013da&dl=1f46a3b06aab5bc242 ). ¿Por qué lo hizo? No sabemos. El problema de contar la Historia es, como siempre, cuando detenerse; y esta novelita, aunque tiene algún mérito dejada sola a su suerte, no puede uno evitar verla en el contexto de la serie sino como un añadido perfectamente prescindible y desmayadamente narrado, y eso que acaba en una ocasión que puede considerarse perfecta para culminar, la Batalla de Poitiers. El éxito que obtuvo Maurice Druon con esta serie llevó a dos adaptaciones por la Televisión Francesa, televisivas, la primera de ellas (1972) transmitida y retransmitida ad náuseam.  La nueva versión del 2005, con Tcheky Karyo, Gerard Depardieu y Jeanne Moreau no parece haber alcanzado el mismo éxito.

V
Colofón

Entre el francés y el alemán, por una vez ganará el alemán. Pero no le quitamos al francés un ápice de su logro, en especial por lo que podríamos llamar una suerte de modestia de escritor: Ya lo dijimos, entre ambos, Haefs nos parece más escritor y más moderno además, más al tanto de los códigos literarios modernos; pero Druon ha sido maestro de novelistas históricos y muy leído en Francia y fuera de ella gracias al acierto en la elección de su tema histórico y a su falta de pretensiones. Al Perú le falta su Druon, definitivamente, pero en compensación … también le falta su Haefs. Igual los podemos disfrutar. Hasta la próxima.

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