jueves, 20 de marzo de 2014

CRÓNICAS DE LECTURAS 76 - Literatura Infantil (II) - Los Hermanos Grimm

CRÓNICAS DE LECTURAS – 76
Literatura Infantil (II) - Los Hermanos Grimm

I
La Literatura Infantil hasta el siglo XX

Los estereotipos y valores obsoletos que pueblan los cuentos infantiles que vimos en Crónica pasada se deben a que los dichos son muy antiguos y nada infantiles. Pensemos en el personaje llamado “ogro”, gigante comeniños común en los cuentos. “Ogro” derivaría de ugre (“húngaro”), gentilicio de un pueblo que en la edad media dedicó sus desbordantes energías a incursionar por la Europa Central, saqueando, incendiando y asesinando con entusiasmo digno de cualquier otra causa. Otros dicen que proviene del francés ogre o del alto alemán ogyr, pero en todo caso con tipos así circulando no se necesitan más monstruos para mandar al insolente vástago a la cama, con el húngaro como que basta y sobra. Los terrores infantiles a la hora de dormir parece surgieron así, y desde hace siglos papás y mamás acompañan a dormir a sus hijos y les cuentan historias antes de apagar las luces para no dejarlos a merced de su imaginación desbocada. Y es que las historias de ogros se las creían también los adultos, como creían en brujas caníbales como la Baba-Yagá de los eslavos y su cabaña sobre móviles patas de pollo. La oscuridad de la noche albergaba terrores reflejados en cuentos como el de Hänsel y Gretel, que a su vez ilustran el permanente temor a las malas cosechas y consecuentes hambrunas. Los lobos se comían en serio a las niñas de caperuza roja y de otros colores que caminaran sin precaución por el bosque solitario. Así se habría originado en la literatura oral el Cuento para Dormir, empleado didácticamente para enseñar modelos y paradigmas del qué hacer y qué no en situaciones de riesgo, incluyendo responsos para defenderse del Enemigo, como el quiero que alguien me asuste del famosísimo Juan sin Miedo. En el Renacimiento se editan libros impresos para niños: catecismos, abecedarios y libros de urbanidad. Las Fábulas de Esopo y otros autores (le preparamos su Crónica) hacían el gasto. En el Siglo XVII los cuentos empiezan a recopilarse y adaptarse. En Crónica anterior vimos en 1697 a Charles Perrault publicar en Francia sus Cuentos de mi Madre la Oca, y a Jeanne Marie Le Prince de Beaumont escribir La Bella y la Bestia, clásico de todos los tiempos en que la femenina dulzura doma la misoginia (http://tuestarfs.files.wordpress.com/2013/03/la-bella-y-la-bestia-jeanne-marie-le-prince-de-beaumont.pdf). En Inglaterra hacen el gasto los relatos de la Biblia y adaptaciones de Los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift y Robinson Crusoe de Daniel De Foe.

Jean Jacques Rousseau, racionalista e Ilustrado, establece en su obra pedagógica Emilio de 1781 los paradigmas en la educación, consolidando la Literatura Infantil como género separado, con estereotipos del deber ser: los varones son aventureros y valientes, rescatan princesas bellas, frágiles y requeridas de protección, cuyo destino es casarse con el príncipe y quedar sometida de por vida a dieta de perdices. En el siglo XIX románticos y nacionalistas padecen la furia de la tradición oral, y llegan así nuevos Clásicos de los Cuentos para Niños: En Alemania los Hermanos Jacob y Wilhelm Grimm recogen el folklore oral germano y publican en 1812 los Cuentos para la Infancia y el Hogar, incluidas versiones de los cuentos de Perrault. En Dinamarca, en 1835, Hans Christian Anderssen publica la colección Cuentos contados para Niños, que incluye El patito feo, La sirenita, El soldadito de plomo, El traje nuevo del emperador, Las zapatillas rojas, El sastrecillo valiente y muchos más, los que cronicaremos. En España, Fernán Caballero (Cecilia Böhl) escribe cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares e infantiles (1874) mientras que el Padre Luis Coloma trae al Ratón Pérez en sus Lecturas Recreativas, gracias a que al futuro Rey Alfonso XIII se le cayó un diente a los 8 años. Posteriormente los cuentos diversifican a relatos largos que ya no se dirigen sólo a niños, en series y novelas como Alicia en el País de la Maravillas y A través del Espejo, de Lewis Carroll; La isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson; El Libro de la Selva, de Rudyard Kipling; Las Aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi; Las Aventuras de Tom Sawyer y Las Aventuras de Huckleberry Finn,  de Mark Twain; y la mayor parte de la obra de Julio Verne.

II
Los Hermanos Jacob y Wilhelm Grimm

Los Hermanos Jacob (1785 - 1863) y Wilhelm Grimm (1786 - 1859) eran filólogos y folkloristas más que narradores o escritores. No se interesaban en los cuentos por los cuentos mismos sino por lo que testimoniaban en cuanto a las variantes dialectales del idioma alemán. Jacob y Wilhelm eran y se sentían alemanes, pero no existía la entidad política llamada Alemania, la que aspiraban a demostrar y unir en lo que después se llamaría ein volk, ein Reich (por el momento mejor no pensar en ein Führer). Si buscáramos alguien parecido en el Perú, encontraríamos la trágica figura de José María Arguedas – a quien le preparamos su Crónica – que trata de reconciliar el Perú con la profundidad de su alma indígena. Los Grimm y Arguedas fueron ambos a la fuente y base de toda identidad nacional: el pueblo tan despreciado por los que se creen algo, aún ahora. La diferencia es que en Alemania a los Hermanos Grimm se les honra como constructores de la nación y por volcar lo nacional en lo universal. De Arguedas no sabemos dónde está su monumento, ni siquiera si lo tiene. En fin, los Cuentos para la Infancia y el Hogar son la obra de la Literatura alemana más difundida, editada y traducida (160 idiomas) del mundo, más que las obras de Goethe, Kafka, Mann, Grass y Böll. Creían los hermanos que los cuentos de hadas provenían del mismo fondo mitológico de obras como El Cantar de los Nibelungos, y ello influyó en su interpretación de lo recopilado, que constantemente sufrió retoques. De ahí la presencia de Hadas, Gnomos, Ninfas, Caballeros, Princesas, Ogros, Gigantes, Duendes y otros personajes fantásticos. De ahí también las tres versiones diferentes de Blanca Nieves y las dos de Caperucita, por ejemplo, porque no todos los Cuentos se recogieron de únicas versiones orales, algunos venían de otros testimonios, o se copiaron de manuscritos medievales y folletos del tiempo de la Reforma. Y tampoco todos los cuentos eran germanos, muchos venían del fondo cultural europeo, y los Grimm redescubren entre otros los argumentos que usó Perrault en Francia siglos antes.

No es difícil percatarse que las 181 narraciones (algunos las aumentan hasta 211, y otros a 250, francamente no sé porque) recogidas por los Grimm no eran exclusivas para niños, sino que constituían un fondo de creencias campesinas y populares, contadas y recontadas al calor de los fuegos de hogares y tabernas y propaladas por los viajeros. Tampoco los Grimm imaginaron que su libro terminaría siendo tan editado, porque hay cuentos que no pueden “arreglarse” ni “rebajarse” ni con la mejor buena voluntad, como El caballero, la muerte y el diablo, en el que un Gigante se cruza con la Muerte y el mismísimo Diablo y les rompe el alma, siendo socorridos por un caballero joven e ingenuo … pero mejor búsquenlo y léanlo, aunque no lo he encontrado en la web. Las modificaciones sufridas por estos textos para llevarlos al público infantil la iniciaron los mismos hermanos Grimm para hacerlos más potables al bienpensante público burgués germano, cuya estética apreciaba el llamado “buen gusto” tan propio del siglo diecinueve, que les “autorizaba” a modificar el cuerpo de la obra. Que esta tendencia era normal lo demuestra Leandro Fernández de Moratín al traducir al castellano El médico a palos de Moliére de modo tal que ni su padre le reconociera. La burguesía de la época marcaba la moda y exigía se tradujera lo que dijera el Bajo Pueblo a su propio idiolecto. Sin embargo, aunque el origen popular está claro, la mayor parte presentan el consabido “final feliz”, si bien no únicamente por gracia de oportunas Hadas Madrinas u otros seres sobrenaturales, sino por la astucia y coraje de niños, jóvenes y adultos; campesinos y trabajadores. En este aspecto los cuentos de los Grimm son sumamente realistas: Las hambrunas, pobrezas y desamparos son un constante telón de fondo contra el que los protagonistas se rebelan y que tratan de superar haciendo uso de sus habilidades. Por desgracia, las versiones Disney pierden mucho en calidad literaria al incorporar elementos forzados para disimular estas circunstancias.  

III
Cuentos para la Infancia y el Hogar, de Jacob y Wilhelm Grimm

El mismo nombre de Cuentos para La Infancia y el Hogar denota la intención de entrambos hermanos. Habían empezado su trabajo de recopilación en 1803 en la ciudad de Kassel, interesados en rescatar la riqueza inmaterial representada por estos relatos amenazados de perderse. La idea era publicar tantos volúmenes como historias pudieran rescatarse, pero en la práctica el encontrar diversas versiones los desconcertó muchísimo, y reaccionaron a ello a veces transformando y modificando los relatos, a veces “resumiendo” las diversas versiones en una que pudiera considerarse más o menos la “oficial”, a veces sustituyendo la vieja versión por una nueva recientemente recopilada. Problema peliagudo, en especial sin las herramientas que la crítica literaria y la ciencia del Folklore ponen en manos de los investigadores modernos.  El primer volumen de los Cuentos para la infancia y el hogar se edita en 1812, hace ya 102 años, y como curiosidad entre los primeros informantes estuvieron las hermanas Gretchen y Dorothea, la que casaría – y esperemos haya comido perdices en cantidad - con Wilhelm Grimm. A ellas se debe la primera versión de Hänsel y Gretel y otros cuentos. Jeanette Hassenplug, amiga de Dorothea  les contó Barba Azul y El gato con botas, que como recordamos son de Perrault, lo que se explica porque la mamá de Jeanette era francesa. Pero así y todo los Hermanos Grimm los asumieron como alemanes. Así podemos distinguir cómo los mismos Grimm no se percataban de lo evidente, eso hoy en día no  se le hubiera escapado a un acucioso investigador. En 1815 llega el segundo volumen de relatos recopilados en la región de Hesse, y empieza a sentirse la presión del público, poco interesado en la parte teórica y bastante más en los relatos mismos. Así, en 1825 aparece la primera edición ilustrada por Ludwig Grimm, hermano de los mencionados, que alcanzó gran éxito, y como consecuencia los Grimm empiezan a modificar los cuentos de modo más planificado para hacerlos más potables y aceptables al público.

Veamos lo que pasó con algunos de esos cuentos: La famosa Caperucita Roja, versión Perrault, era conocida de los Grimm, Jeanette Hassenplug la contó en versión “oral”, y además se encontró la versión del escritor alemán Ludwig Tieck, Vida y muerte de la pequeña Caperucita Roja, que incluye el final feliz con un leñador. Los Grimm la publican despojada de alusiones eróticas, que entendían de mal gusto. Una versión poco conocida procede de Italia: La abuelita misma se libra del lobo, lo que por cierto indica que lo mejor para mantener entera la salud es jamás meterse con una nonna italiana. La Cenicienta de los Grimm, aún “rebajada” con respecto a la de Perrault es más chocante que la azucarada versión Disney: Las hermanastras tratan desesperadamente que el zapatito de cristal les entre en el pie, una se corta el dedo gordo y la otra se rebana el talón, pero la sangre las delata y el príncipe las repudia; las aves que ayudan a Cenicienta – no hay hadas madrinas en esta versión – les sacan los ojos a las malvadas hermanastras, y se los llevan a Cenicienta como regalo de bodas (ver el cuento Grimm acá: http://psicologoemocional.blogspot.com.es/2013/02/la-cenicienta-cuentos-originales-de-los.html). Blancanieves y los Siete Enanos es ejemplo de añadidos artificiales: La versión Disney muestra una Blancanieves casi niña, cuando en el cuento es más bien rival de la Reina – que por cierto es su madre - en erotismo y sensualidad; asimismo los Enanos persiguen a la reina que cae en un precipicio, lo que no está en el relato. La Reina se queda en su reino, porque en esta versión el crimen sí paga (en la original a la madre le calzaban unos zapatos de hierro al rojo vivo y debía bailar hasta morir), y Blancanieves más bien es llevada lejos por el Príncipe que la salva no con un beso de amor, sino por casualidad, al mover el ataúd de cristal y caer el trozo de manzana de la garganta de Blancanieves, desapareciendo el hechizo (ver el Grimm: http://psicologoemocional.blogspot.com.es/2013/02/blanca-nieves-y-los-siete-enanitos.html). El Sastrecillo Valiente, en cambio, ha llegado tal cual a nuestros días con pocos cambios, pues el centro del asunto es que todo se basa en el malentendido de haber matado siete moscas de un solo golpe, y más bien señalar haber muerto “siete de un solo golpe”, con lo que la fama y el engaño hacen el pastel en este relato de astucia y picardía (verlo acá: http://psicologoemocional.blogspot.com.es/2013/02/el-sastrecillo-valiente-cuentos.html).

IV
Más Cuentos

En el cuento El Príncipe Rana se observa el tema de las transformaciones mágicas, y de cómo las apariencias engañan. Y hablando de engaños, no sabemos de dónde habrá salido el famoso “beso de amor” que ya vimos ni el Príncipe se lo da a Blancanieves, ni la Princesa al príncipe rana, al cualismo más bien “des-encanta” propinándole un reajuste cognitivo por la vía de arrojarlo contra la pared. Pudiera ser que el beso de amor surgiera como cuestión de marketing, el  tema erótico jala adolescentes, y ello puede haber sido determinante para vender la película (El cuento está acá: http://psicologoemocional.blogspot.com.es/2013/02/el-principe-rana-cuentos-originales-de.html). En La Doncella sin manos, el padre sale de la pobreza cediéndole las manos de su hija al Diablo, y aunque el conocido pacto es parte en la tradición alemana y universal, franco es primera vez que veo que el vendedor vende a otro.  En Rapunzel se ve el tema del hambre una vez más: Los padres venden a Rapunzel a una bruja por comida, y ésta la encierra en una torre, el príncipe la oye cantar y efectivamente sube a la torre donde está encerrada la susodicha empleando su largo cabello (el de ella) como escalinata, pero lo hace cada noche y producto de las conjuntas actividades nocturnas ella queda embarazada de gemelitos. En Hänsel y Gretel quien convence al padre que abandone a los niños en el bosque para que mueran de hambre no es su madrastra, sino su verdadera madre. Por cierto, encontrar a los susodichos hermanos convertidos de mayores en cazadores de brujas por arte de guionistas carentes de imaginación hace que nos preguntemos por la justificación de la existencia cinematográfica de ese Abraham Lincoln cazador de vampiros y ese Van Helsing combinado con un Drácula de Pacotilla y un Frankenstein de utilería. De terror. En fin, no nos salgamos de los Grimm: en Los doce hermanos las maquinaciones de una malvada madre – no madrastra, insistimos, a las madrastras se las ha maltratado demasiado e injustamente, por la necesidad de mantener incólume un estereotipo de madre que no sabemos ni de dónde viene ni a qué sirve - transforman en aves a los susodichos, y al final el hijo condena a muerte a la madre cocinándola en una olla de barro con aceite hirviendo y repleta de serpientes venenosas.

En Los doce cazadores hay episodios de vodevil, con princesas engañadas y abandonadas que se disfrazan de varones, e incluso un león que resulta consejero del rey (idea que retomará C.S. Lewis para Las Crónicas de Narnia: El león, la bruja y el ropero), desmayos, soponcios y anillos que nos recuerdan las historias de J.R.R. Tolkien. En Los músicos de Bremen hay una elaborada parábola sobre la vejez y la inutilidad, con pespuntes de fábula, pues los protagonistas son un burro, un perro, un  gato y un gallo; recuerda este cuento de alguna manera esa feroz parábola más parecida a un cuento de terror de Hans Christian Anderssen, La sombra.  Y es que el parentesco entre estos relatos para niños y el género de terror resulta más que evidente; En El flautista de Hamelin (link:  http://www.soncuentosinfantiles.com/elflautistadehamelin.pdf) hay un personaje diabólico con poderes taumatúrgicos, un pacto que no se cumple por inconsistencias políticas y avaricia, y un concomitante castigo que pagarán los inocentes del apacible pueblo de Hamelin, llevados por el misterioso personaje para no volver a ser vistos jamás. Según parece rememora en forma legendaria el terrible drama de la Cruzada de los Niños, ocurrida durante la Edad Media, y que se llevó a tantos millares de jovencitos a una muerte segura. Julio Verne retomaría esta idea en parte en El experimento del Doctor Ox. Una sombra de esta historia se encuentra también en el guión de la película Indiana Jones y el Templo de la Perdición. Más historias de los Hermanos Grimm en los siguientes enlaces: http://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/index%20Cuentos%20originales%20gratis, y http://es.wikisource.org/wiki/Cuentos_escogidos_de_los_Hermanos_Grimm

V
Colofón


Los Cuentos de los Grimm son menos violentos que los de Perrault, menos “lógicos” y más “emocionales”, aunque en muchos de ellos se observa aún la tónica de “enseñar la realidad” más que la de dar ejemplos edificantes. Por otra parte, la intervención de lo maravilloso en estos cuentos es diferente a los de Mi Madre la Oca. Podríamos decir que los valores de un cristianismo más íntimo y personalmente sentido (la solidaridad, el amor al prójimo, la esperanza, la confianza) dan algo de sentido a los “finales felices” de los cuentos de los Grimm. Por cierto, los cuentos de los Grimm son Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2005. Podemos seguirlos leyendo a nuestros chamacos sin sentir culpa alguna.   

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