martes, 19 de agosto de 2014

CRÓNICAS DE LECTURAS 92 - TRES POETAS ESPAÑOLES Y REPUBLICANOS (Y un catalán infiltrado)


CRÓNICAS DE LECTURAS – 92
Tres Poetas Españoles y Republicanos (Y un catalán infiltrado)

¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente
 / herido por la vida, ni en la vida reposa
 / herido alegremente! 
(Miguel Hernández)



I

Poetas en castellano, y los poemas en música

Mucho se debe a los músicos en esto de la poesía. Como ser humano, la poesía me dice cosas de adentro de mi alma, y refleja algunas cosas de mí hacia afuera. Como profesor trato de mostrar cuán imprescindible es la poesía para la vida del hombre y cómo la vida ha de tener poesía con qué sobrellevarla, o con la cual embellecerla y embellecerse. Por eso trato de leerla como ser humano, de sentirla - con el alma; y como profe trato de agarrarla en los saberes previos de los chicos. En ambas partes está la música, que es argumento, saber previo, estrategia didáctica y lugar donde reclinar la cabeza cuando la vida nos pesa. Porque cuando haces música, aún la más sencilla, necesitas que las palabras sean música, y lo serán sólo si las haces pasar por ciertas cosas, a veces complicadas: métrica, rima, períodos. Es más fácil aprenderse la letra de una canción que el poema que le dio origen, y eso le pasa a los poetas españoles que hoy cronico, que son de los que de verdad me gustan.

Por alguna razón que no me explico – es posible que jamás me la explique – se me escapa la musicalidad de millones de versos en español. No me pasa así en italiano, en alguna ocasión tuve la suerte de escuchar versos del Dante y de Petrarca recitados por una talentosa jovencita que cumplió a cabalidad con todos los requisitos del arte y depositó su voz en mi memoria para siempre. O el inglés, cuyos sonidos se me hacen más adecuados para el requerimiento de la musicalidad poética, pues le encuentro la música así no tenga rima, y eso sí que es algo, porque le hallo a Walt Whitman (Qué injusto no haberle hecho su Crónica aún) su robusta música en inglés, cuya traducción al castellano apenas le hace  justicia. El francés, el portugués, el rumano, el runa-simi y hasta el árabe también están en las mismas, no puedo dejar de mencionar acá a Rimbaud, a Mallarmé, a Baudelaire, a Pessoa, a Wallparimachi, a las Mil y Una Noches. En runa-simi, en particular, la dulzura andina se intercala con la bronca lengua castellana, que le sabe sacar chispas a las palabras.  

Descubrir que la poesía te gusta marca épocas. Y la poesía es música primero y siempre, y lo es en el idioma de tus padres. Deploro cuando uno se encuentra con la poesía en traducciones de otros idiomas, siempre es mejor enfrentarse con lo que hablan los nuestros. Por ello rindo acá homenaje al esfuerzo de Joan Manuel Serrat y de otros como él, que de jóvenes supieron ser ellos mismos en medio de un franquismo supérstite y una ibérica chatura intelectual y emocional, espeluznante. Cantar, lo que se dice cantar, en ese medio ambiente cerrado y asfixiante ha requerido del esfuerzo de saber qué decir y además de resistirse internamente a la invasión en medio del exilio interior, ha sido combatir una poética Batalla del Ebro. Por la música de Joan Manuel conocí a Antonio Machado y la tragedia poética de la España Republicana emasculada por las hordas de asesinos. Le debo al primo Joan Manuel saber al poeta pastor Miguel Hernández. No incluyo en tal lista musical a Federico García Lorca, único de dos poetas españoles (el otro es Espronceda) cuya música se me reveló por sí sola. Por una de esas casualidades del destino, conocí a Federico en el colegio gracias al texto de Barrenechea; y me conquistó al primer verso que le leí, hélo aquí: Verde que te quiero verde / verde viento, verdes ramas / el barco sobre la mar / y el caballo en la montaña. Pero me adelanto, si voy a correr lo haré desde donde debo.

II
Federico García Lorca (1898 – 1936)

Descubrir a Federico García Lorca, y encontrar que no es poeta de fin de semana ni de medio tiempo, sino poeta entero sin vacaciones y a tiempo completo – es decir que cuando hace teatro hace poesía, y cuando hace prosa hace poesía y cuando reza a su Dios hace poesía, y cuando maldice y despotrica de los hombres hace poesía, y seguramente cuando sueña, bebe, medita, siembra, lo hace en verso. También hizo poesía el día horrible en que la barbarie reaccionaria enfrentó el verso del granadino con balas de 9 milímetros, que sin embargo se murieron en el camino al corazón del poeta; y en cambio el verso se quedó para siempre. Cualquier Infierno musulmán, cristiano, judío o combinado es poco para castigar a los asesinos de ruiseñores, éste tenía 38 años cuando quisieron asesinar en él a la Poesía y al Pueblo, en estos días hace 78 años. Pero como dice nuestro poeta del Perú Alejandro Romualdo respecto a Túpac Amaru: Querrán matarlo, y no podrán matarlo / querrán romperlo, y no podrán romperlo. Los emisarios de la muerte terminan por morirse ellos mismos sin poesía, sin misterio, sin rima, sin sentido, sin sentimiento; mientras que hace 78 años el Ruiseñor Sigue Cantando. Pobres diablos muertos ellos, pues la fosa común en la que creyeron enterrar la Poesía es Monumento de los Granadinos, y bajo las lápidas de los matadores se les pudren los huesos y el alma. Para que vean que no miento, vean la noticia: http://sevilla.abc.es/andalucia/granada/20140817/sevi-granada-rememora-garcia-lorca-201408171404.html

Tengo aún el primer librito que compré de García Lorca, vaya yo a acordarme dónde y cuándo lo adquirí, aunque el precio en lápiz aún está en la primera página y parece que fue antes de la hiperinflación. Es una Antología de tapa color naranja, y aunque sé que muchos despotrican de ellas yo no puedo, el amor es así. Recuerdo aún como me conmovió la historia de Antoñito el Camborio, digno de una emperatriz: Antonio Torres Heredia, / hijo y nieto de Camborios, / con una vara de mimbre / va a Sevilla a ver los toros. / Moreno de verde luna / anda despacio y garboso. / Sus empavonados bucles / le brillan entre los ojos. / A la mitad del camino / cortó limones redondos, / y los fue tirando al agua / hasta que la puso de oro. / Y a la mitad del camino, / bajo las ramas de un olmo, / guardia civil caminera / lo llevó codo con codo. Algo tiene García Lorca que sus poemas saben conducirte con extrema fluidez, y hasta cuando no es fluido es porque sabes que puede serlo pero lo va a romper para explorar la fluidez sin ser fluido, porque quiere y porque puede, como en Poeta en Nueva York, en su Oda al Rey de Harlem: Con una cuchara / arrancaba los ojos a los cocodrilos / y golpeaba el trasero de los monos. / Con una cuchara. Así empecé a entender algo que podrá ser simple para muchos, pero para mí no: Por qué los poetas separan los versos, y en esto he de decir que Neruda también ayudó. Pero mi experiencia con la poesía de García Lorca a partir de aquí deja de ser pertinente: Váyanse de frente al autor, queridos lectores, o lean a alguien que realmente sepa de poesía.

Pero antes, una parada en el Teatro de Federico García Lorca, que es poesía en poesía y también en prosa. Yo he tenido suerte, he vivido para ver varias puestas en escena de García Lorca por actores y directores de gran valía: Mariana Pineda, Amor de Don Perlimplín con Melisa en su jardín, Bodas de Sangre, La zapatera prodigiosa, Yerma, así como la versión libre con textos de Federico: Anda, jaleo. Pero debo declarar mi absoluta capitulación frente a una obra que nunca he visto representada más que en sueños: Doña Rosita la Soltera, o el lenguaje de las flores, pero que puedo repetir de memoria: Es un libro que me mira desde su espacio en mi Biblioteca, y cuya posesión boca arriba sobre una mesa determinó que hubiera quien creyera insultarme motejándome de carencia de viriles atributos, todo por leerlo. Allá ellos. Pero la obra lo vale, en especial el maravilloso papel del Ama, uno de los seres más noblemente humanos que ha pintado la literatura castellana y universal: No, señora. A mí las flores me huelen a niño muerto, o a profesión de monja, o a altar de iglesia. A cosas tristes. Donde esté una naranja o un buen membrillo, que se quiten las rosas del mundo. El contrapunto entre el Ama y la Tía muestra generosos gestos cotidianos hoy desaparecidos: AMA: Ya voy. Aquí no la dejan a una ni abrir los labios. Críe usted una niña hermosa para esto. Déjese usted a sus propios hijos en una chocita temblando de hambre. TÍA: Será de frío. AMA: Temblando de todo, para que le digan a una: "¡Cállate!"; y como soy criada, no puedo hacer más que callarme, que es lo que hago, y no puedo replicar y decir... TÍA: Y decir ¿qué...? AMA: Que deje usted esos bolillos con ese tiquití, que me va a estallar la cabeza de tiquitís. Y también: TÍA: (Pausa. Muy bajo, como con vergüenza.) Ama, ¡ya no puedo pagar tus mensualidades! Tendrás que abandonarnos. AMA: ¡Huuy! ¡Qué airazo entra por la ventana! ¡Huuy! .. ¿O será que me estoy volviendo sorda? Pues... ¿y las ganas que me entran de cantar? ¡Como los niños que salen del colegio! (Se oyen voces infantiles.) ¿Lo oye usted, señora? Mi señora, más señora que nunca. Y esto es sólo un ejemplo, porque entre Solteronas y Ayolas, textos y subtextos yace una exquisita humanidad. Pero, como digo siempre, no me crean a mí: AMA: Yo no tengo genio para aguantar estas cosas sin que el corazón me corra por todo el pecho como si fuera un perro perseguido. Cuando yo enterré a mi marido lo sentí mucho, pero tenía en el fondo una gran alegría..., alegría no ..., golpetazos de ver que la enterrada no era yo. Cuando enterré a mi niña..., ¿me entiende usted?, cuando enterré a mi niña fue como si me pisotearan las entrañas, pero los muertos son muertos. Están muertos, vamos a llorar, se cierra la puerta, ¡y a vivir! Pero esto de mi Rosita (…). Es querer y no encontrar el cuerpo; es llorar y no saber por quién se llora, es suspirar por alguien que uno sabe que no se merece los suspiros.

Aquí las obras completas: http://federicogarcialorca.net/

III
Antonio Machado (1875 – 1939) / Joan Manuel Serrat

Todo pasa y todo queda / pero lo nuestro es pasar / pasar haciendo camino / camino sobre la mar. Escuché estos versos por primera vez en una Iglesia, y me gustan porque, como en la canción de Silvio Rodríguez de los Tres Hermanos, muestran a mi tocayo Antonio con un ojo hacia afuera y otro hacia adentro, parece que solo los artistas pueden hacerlo. Repito que cuando me encuentro con que tengo que hablar de estas cosas, me doy con que no sé decir lo que se merecería decir, y debo dejarlos a ellos que hablen, y así me quedo con el dudoso honor de antologar y oir en mi mente la música del catalán Serrat en honor al sevillano Machado. Porque a Antonio Machado lo conocí a través de Joan Manuel Serrat, que así como me enseñó a Machado me enseñó a Miguel Hernández, y no sé cuál de ambos me gusta más, a la franca, aunque Machado me parezca más intimista y Hernández más volcado hacia el afuera, allí donde están las cebollas. Pero qué importa si ambos están en el mismo corazón, así ocupen distintas cavidades. Dice Antonio algo que yo mismo firmaría si tuviera la petulancia de compararme: Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla / y un huerto claro donde madura el limonero; / mi juventud, veinte años en tierra de Castilla; / mi historia, algunos casos que recordar no quiero. // Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido / - ya conocéis mi torpe aliño indumentario -; / mas recibí la flecha que me asignó Cupido / y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario. // Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, / pero mi verso brota de manantial sereno; / y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, / soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Esta es la letra de una de las canciones de Serrat más conocidas, y de hecho el verso continúa, y llega hasta aquí: Converso con el hombre que siempre va conmigo / - quien habla solo espera hablar a Dios un día -; / mi soliloquio es plática con este buen amigo / que me enseñó el secreto de la filantropía. // Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. / A mi trabajo acudo, con mi dinero pago / el traje que me cubre y la mansión que habito, / el pan que me alimenta y el lecho en donde yago. // Y cuando llegue el día del último viaje / y esté a partir la nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis a bordo ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar. Acá, con música: https://www.youtube.com/watch?v=99yZBt85aP4

El Poeta era un ser humano entero y así vivía en medio del amor más absoluto por su España, combinado con los naturales sentimientos encontrados. Humanas contradicciones, mejor dejemos que lo cuente él desde su Autobiografía: Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Probable ejemplo clásico de lo que nuestro tocayo Antonio Gramsci quería decir cuando oponía al pesimismo de la razón el optimismo de la voluntad, porque Machado no se quedó en la Torre de Marfil, sino que se las jugó cuanto pudo. Posiblemente Antonio Machado sea el ejemplo más vivo del intelectual al que la agónica República Española trató de proteger llevándoselo lo más lejos posible de las hordas de los bárbaros, en un esfuerzo por salvar el alma ya que el cuerpo estaba perdido. Aunque él mismo no lo quisiera, su edad avanzada era obstáculo, y deseoso más que nada de no estorbar en momentos de tribulación republicana, se deja convencer por Rafael Alberti y León Felipe de ser evacuado. Es así que tras saltar de Valencia a Barcelona, culminaría sus días en Coilliure, Francia, enfermo en el cuerpo y en el alma, enfermo de España. El franquismo, que como todo fascismo gustaba de patear cadáveres, lo expulsó post-mórtem (¡!??!!) del cuerpo de catedráticos del instituto de España, en 1941. Hay odios que ennoblecen, indudablemente. Lo repuso en 1981 un gobierno democrático.

Se ha dicho que así como Ortega y Gasset representó para España un modo de pensar, y Unamuno un modo de sentir; Antonio Machado significó un modo de ser. No es poco, tratemos de verlo en las palabras del alter ego seudónimo del propio Machado, Juan de Mairena: Sed modestos: yo os aconsejo la modestia, o, por mejor decir (…) un orgullo modesto, que es lo español y lo cristiano. Recordad el proverbio de Castilla: «Nadie es más que nadie». Esto quiere decir (que) por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre. Si esto es ser español y descendiente de españoles, nosotros, hijos de España, tenemos derecho a sentir orgullo de nuestra Madre.

De la obra de Machado, las poesías completas:



IV
Miguel Hernández (1910 – 1942) / Joan Manuel Serrat

Lo que siempre me ha subyugado de Miguel Hernández es su simplicidad española, que es cualquier cosa menos simple. De los poetas españoles el que más me dice y el más cercano a mis propios sentimientos, creo. Piensa uno cómo sería el mundo si todo el pueblo llano, obreros, campesinos, oficinistas, pastores, camioneros y cargadores, cocineros y marineros pudieran desplegar sus sensibilidades humanas como lo puede hacer, en plan de privilegio y de elite, la burguesía. Aunque la sensibilidad humana es humana pese a todo, por eso mismo no debiera serle acordada a tan pocos. Tal vez por ello me guste la canción de Serrat Para la Libertad; y el poema de Miguel El Herido, Para el muro de un hospital de sangre sea mi preferido, así que me permitiré transcribirlo completo:
(I)

Por los campos luchados se extienden los heridos. / Y de aquella extensión de cuerpos luchadores / salta un trigal de chorros calientes, extendidos /  en roncos surtidores.

La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo. / Y las heridas suenan, igual que caracolas, / cuando hay en las heridas celeridad de vuelo, / esencia de las olas.

La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega. / La bodega del mar, del vino bravo, estalla / allí donde el herido palpitante se anega, / y florece, y se halla.

Herido estoy, miradme: necesito más vidas. / La que contengo es poca para el gran cometido / de sangre que quisiera perder por las heridas. / Decid quién no fue herido.

Mi vida es una herida de juventud dichosa. / ¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente / herido por la vida, ni en la vida reposa / herido alegremente!

Si hasta a los hospitales se va con alegría, / se convierten en huertos de heridas entreabiertas, / de adelfos florecidos ante la cirugía / de ensangrentadas puertas.

(II)

Para la libertad sangro, lucho, pervivo. / Para la libertad, mis ojos y mis manos, / como un árbol carnal, generoso y cautivo, / doy a los cirujanos.

Para la libertad siento más corazones / que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas, / y entro en los hospitales, y entro en los algodones / como en las azucenas.

Para la libertad me desprendo a balazos / de los que han revolcado su estatua por el lodo. / Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, / de mi casa, de todo.

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, / ella pondrá dos piedras de futura mirada / y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan / en la carne talada.

Retoñarán aladas de savia sin otoño / reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. / Porque soy como el árbol talado, que retoño: / porque aún tengo la vida.


¿Qué más sé decir del poeta? Tratemos, pese a todo. El joven y autodidacta pastor de cabras conoce de joven al místico San Juan de la Cruz, y se lo bebe junto con Cervantes, Góngora, Lope de Vega, Garcilaso, Calderón de la Barca. Este cóctel del Siglo de Oro más la sensibilidad pastoril de este avidísimo lector dan como resultado a uno de los más grandes poetas españoles. Sus temas son agudamente simples, y se transparentan en sus grandes poemas Nanas de la Cebolla, Madre España, Umbrío por la pena, casi bruno, Vientos del Pueblo, Menos tu vientre, Eterna Sombra, El rayo que no cesa. Voluntario de España, miembro del famoso Quinto Regimiento, está en la batalla de Teruel y en distintos frentes de guerra. Es amigo de nuestro cholo César Vallejo, el de España, aparta de mí este cáliz. Al finalizar la guerra civil está en el lado equivocado de la frontera, el portugués, donde el dictador Salazar se congracia con su colega Franco entregándole los republicanos que tratan de salvar el pellejo. Su obra El hombre acecha, en pleno proceso de edición, es “depurada” por los fascistas y quemada, y el poeta puesto en prisión. Condenado a muerte, se le conmuta la pena por intervención de intelectuales y de la Iglesia, a carcelería por 30 años. Muere en 1942 de bronquitis, de tifus, de tuberculosis y de España.

V
Colofón


Es curioso, hace muy poco me etiquetaron de bestia y salvaje, me arrojaron por la borda, y me encontré en mi carne que a veces la necesidad de estereotipar puede ser compulsiva. No me importa tanto ahora porque a la manera de Machado, entiendo bien todo eso. Yo mismo, como mi tocayo Antonio, estoy en paz con Dios / y en guerra con mis entrañas. Y aunque esté como Miguel, umbrío por la pena, cuando el alma duele es más fácil hablar de poesía, porque las cosas la están mirando, / y ella no puede mirarlas. y el momento pareciera adecuado: Lee poesía, hermano, lee poetas, deja que se te abra el alma. 

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