lunes, 15 de julio de 2013

CRÓNICAS DE LECTURAS 44: HISTORIA (2) - BIOGRAFÍAS

CRÓNICAS DE LECTURAS – 44
Historia (2): Biografías

I
Biografía, Historia, individuos, colectivos y masas

La Biografía es género cercano a la Historia, y parte de la Ciencia desde el Positivismo del Siglo XIX. Se le conceptúa Historia de una sola persona, aunque por excepción haya Biografías de más gente, al modo del clásico Suetonio y sus Vidas de los Doce Césares, o al estilo del Canal de Cable Biography. O tratando de conjuntos de Biografías representativas según diversos criterios. Ítem más, se puede, como Plutarco en Vidas Paralelas, comparar personajes, Plutarco lo hacía con un griego y un romano. La Biografía clásica narra la vida de una persona del nacimiento a la muerte, dando cuenta de los hechos significativos de la vida del biografiado por la pasiva y por la activa, es decir como agente que actúa sobre la realidad, y/o como paciente que la sufre, Atila y Ana Frank serían dos ejemplos extremos de lo uno y lo otro. Narrar con propiedad una vida implica atender al contexto social, económico, político y cultural de la época, lo que suele llevar la obra más acá del nacimiento y más allá de la muerte del biografiado. La corriente de la Historia se modifica con las decisiones y la intervención de cada persona en concreto, como dice H. G. Wells, nadie vive ni muere en vano. La Biografía, que es Historia, da cuenta de los hechos en tanto que “causas” y “consecuencias”. Hay hechos-causas que explican, que dan razón de la existencia de hechos-consecuencias. Lo que el personaje hizo o dejó de hacer afectó la corriente de los Hechos, cuya ocurrencia o no ocurrencia se le atribuye en todo o en parte. Simón Bolívar y Cristóbal Colón participaron en grandes procesos: Muchos vivimos hoy en las repúblicas del continente de América. Las biografías de Bolívar y Colón se refieren a actos importantes para nosotros: la formación de las repúblicas hispanoamericanas, el armado de las primeras expediciones transatlánticas a las Antillas. El nacimiento y educación de Bolívar y Colón nos interesan más que los de Juan Fulano y John Doe, pues por definición afectan estas trascendentales corrientes que culminan por el momento con nuestra presencia en el continente americano. Las consecuencias de los actos colombinos y bolivarianos hacen trascendentales su nacimiento, educación de capacidades e ideas, vida emocional, relaciones humanas. Incluso la geografía de Génova y Caracas se hacen importantes por la influencia que pudieron tener en los personajes en cuestión.  

Que los individuos, los colectivos y las masas influyen en las grandes corrientes económicas, sociales y políticas de una época es harto sabido. Pero la importancia relativa de cada cuál no es siempre clara y ha generado escuelas de pensamiento y sesudos estudios. Es destacable la serie de conferencias de Thomas Carlyle referidas al papel histórico del individuo, Los héroes. Asimismo, el Materialismo Histórico ha puesto de relieve la importancia de la Lucha de Clases como motor de la Historia. La Ucronía resulta interesante para ilustrar la importancia del Individuo y su relación con Colectivos (grupos organizados) y masas (grupos espontáneos). Hagamos algo de eso: Supóngase usted, astuto lector, que el bebito Cristóforo Colombo cayóse de la cama por descuido de mami, murióse o quedóse paralítico, haciendo improbable su intervención en la expansión europea. O que los encantos de Fanny Villiers retuvieron en París al joven viudo Simón Bolívar, con lo que seguro algunos aspectos de la Independencia de América del Sur se hubieran visto comprometidos. Cabe preguntarse si la abnegación de mamá Colón y el desapego de Fanny Villiers califican para causas del Descubrimiento de América y de su Independencia. Ciertamente sin Colón y Bolívar, hoy no habría Paseo Colón en Lima, ni Distrito de Columbia, Columbia Británica ni República de Colombia; y las Batallas de Boyacá, Carabobo, Pichincha, Junín y Ayacucho seguro no se hubieran librado. Pero sí se hubieran producido hechos análogos a los que denominamos “Descubrimiento de América” e “Independencia de las repúblicas hispanoamericanas”, todo apunta a que América se hubiera descubierto de todos modos, y que las colonias españolas obtenían su autonomía, aunque los rasgos de este Descubrimiento y de esta autonomía serían muy distintos a los de nuestra Línea de Tiempo, tema favorito, por cierto, de las Ucronías. La sucesión de los hechos sigue direcciones más o menos rígidas: Europa se hubiera expandido por mar hacia el resto del mundo viviera o no Colón, pues había Colectivos interesados en el tema, como los marinos portugueses apoyados por su Corona, que eventualmente llegarían a Brasil en 1500 sin intervención alguna de Colón ni español alguno. Asimismo, la Independencia de la América Española era cosa de Colectivos como los mantuanos en Venezuela o la Burguesía bonaerense, por cierto intocada por Bolívar. Precisamente eso hace interesante la Biografía: Entender la manera como la intervención de un solo individuo modifica la secuencia de los hechos.

Por lo literario, la Biografía es un género de relato que expone hechos, narrado por lo general en tercera persona y con pespuntes de ensayo. Interesa al sistema educativo como formador de valores al ubicar ejemplos concretos e imitables de vida. Por supuesto, ello superestima el rol de la Educación Formal, en especial una de tan pésima calidad como la peruana. Los héroes nacionales y los paradigmas que representan compiten en las mentes de nuestros niños con personajes reales como narcotraficantes y sus indultadores; o de ficción procedentes del comic, cine o TV. Harry Potter es de hecho más conocido que Melitón Carbajal, la Chola Chabuca muchísimo más que José Abelardo Quiñones, e Indiana Jones más que María Reiche, Julio C. Tello y Rafael Larco Hoyle juntos. Por falta de vocación para el masoquismo no detallaremos la penosa suerte que han corrido los Héroes en las mentes de los peruanos, más acuciados por la sobrevivencia que por el patriotismo. Diré simplemente que cuando se fijaron mis prioridades lectoras las Biografías no me interesaron, aunque leí algunas. Había tanto que leer y tan poco tiempo para ello, que pasaron a última prioridad. La que mejor recuerdo fue una de Maximiliano Robespierre - no recuerdo el autor - encontrada en la Biblioteca de un muy lector y prominente político de cuyo hijo fui preceptor. Años, experiencia y crecimiento intelectual me interesaron en la relación del microcosmos humano con el todo social. A la vuelta del siglo leí una investigación del Diario The Guardian con datos de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos que permiten cierto balance al respecto: Si la celebridad de alguien está en función de lo que se escribe sobre él, el personaje más biografiado de todos es sin duda Jesucristo, le siguen William Shakespeare, Vladimir Ilitch Lenin, Abraham Lincoln, Napoleón Bonaparte. Entre las mujeres la primera es la Virgen María, seguida de Juana de Arco. Buscar los personajes más biografiados da para otra Crónica, así que acá dejo este tema y paso a comentar Biografías.

II
Erasmo, de Johann Huizinga

Si las biografías son literatura, ésta (y la de Zweig después) lo son, aunque de forma asaz diferente. El problema de qué es una Biografía, si se define por lo literario o por lo histórico, no se da en este Erasmo, que está magníficamente contado, con absoluta solidez académica. Seguramente hay obras más hermosas o exactas sobre el Humanista de Rotterdam (Erasmo y España de Marcel Bataillon es un libro excelente, y no se pretende biografía), pero por hereje que suene, el autor está al nivel del biografiado: Johann Huizinga une literatura e historia en la narración de las circunstancias de la persona en su época, bucea tanto en lo que le vino dado como en lo que hizo y aportó. Para esto se requiere un conocimiento profundo en lo de reunir datos y sopesarlos, pero más en el conocimiento de la condición humana. Borges lo decía, uno es uno mismo y – además - sus circunstancias. Preguntémonos donde empezaríamos nuestra autobiografía: ¿Por uno mismo (generales de ley – nombre, lugar y fecha de nacimiento, etc.) o por nuestras circunstancias (país, tiempo, sociedad, cultura)? Lo cierto es que Desiderio Erasmo es especial en la Historia de las Ideas. Hoy sus libros se leen poco, apenas el Elogio de la Locura ha pasado la prueba del tiempo, y no bien, a estas alturas pocos lo leen, nos deja el curioso sabor de lo anacrónico, que ya no puede ser clásico porque otros lo engloban y dicen mejor lo que quiere decir. No está aquí el motivo de biografiar a Erasmo. En verdad lo que Huizinga trata de biografiar es el Renacimiento, nada menos, una época que marca a profundidad  nuestra época. Desiderio Erasmo vivió al interior de una suerte de prensa de extraer aceite, entre el Martillo del Renacimiento – al que se sumó gozoso; y el Yunque de la Reforma - a la que se resistió doblándose. Es una suerte que el Erasmo de la edición Salvat tenga el prólogo del lúcido Lucien Febvre, que les comento ruiseñamente que hace el gasto de este comentario, no porque lo repita sino porque lo aplico. Y sigo a Febvre en señalar la importancia relativa de Erasmo comparándolo con otros actores de su época, aunque me separo de él en cuanto a los quienes me dirijo, que Lucien es europeo, y yo sudaca americano, y me importa más como impacta en mi sociedad que en la europea.

Miro así hacia atrás, y junto a Erasmo veo otros que le hacen compañía en esto de ser esenciales para entender esa época montada entre el Renacimiento y la Reforma. Mi entorno espacio-temporal no es la Europa donde ellos colisionaron y limaron sus filos a la mala. Nuestra América fue la retaguardia de uno de los contendientes. Mientras allá las ideas chocaban y las chispas ideológicas saltaban encendiendo hogueras expiatorias de los pecados de una y otra parte, acá se “protegía” la inocencia de las indígenas mentes, la Contrarreforma llegó antes que la Reforma, y las Hogueras del Santo Oficio fueron profilaxis y vacuna contra el Renacimiento. El fuego de la Inquisición cauterizó por lo sano las posibles infecciones que pudieran inocularse en las masas en la feliz Arcadia de la “república de indios”, con lo que en el peor de los casos la rebelión es simple rebelión y no revolución. Y por eso aún hoy tratamos sin éxito de ser laicos. Por eso se nos negó conocer y comprender a un Desiderio Erasmo que a diferencia de Naymlap y Pizarro nunca arribó a nuestras playas. Para nosotros Gutenberg no inventó la Imprenta, fue Antonio Ricciardi el que imprimió por primera vez un Catecismo, que no una Biblia pues el Libre Examen acá fue pecado luterano. Así la Autoridad, que sabe lo que nos conviene, nos enseñó que Lutero fue pecador activo y Erasmo el intelectual tonto útil que lo hizo posible. El drama en que estuvieron y están Erasmo, Lutero, Calvino, Gutenberg, Ignacio de Loyola, es tomado por nosotros como un “lío de blancos”, donde no somos actores sino apenas espectadores no demasiado interesados. Y así antes que Erasmo, se coló por los palos la razón instrumental de ese tal Nicolás Maquiavelo, que está en nuestro discurso más que el Católico o el Evangélico, aunque nunca lo aceptaremos de dientes para afuera. No nos interesa, no nos preocupa el Humanista de Rotterdam porque eso es cosa de Intelectuales, Izquierdistas, Librepensadores, Caviares ¿Para qué leer una Biografía de Desiderio Erasmo de Rotterdam si para nosotros toda confrontación reproduce la de Loyola versus Lutero? ¿Para qué entender que la Razón de Estado de Maquiavelo no es necesariamente toda la Razón? ¿Para qué comprender que la Razón Humana no es atributo de Caviares e Izquierdistas? ¿Para qué, si esa cosa del Derecho de Gentes - Hoy Derechos Humanos - es de Intelectuales Comunistas, Ateos y Librepensadores?

De Erasmo podemos bajar el Elogio de la Locura desde:

III
Fouché, el genio tenebroso; de Stefan Zweig

Stefan Zweig no es Johann Huizinga, y tanto mejor por la literatura, la historia y la Biografía, pues que Stefan Zweig hacía literatura con carácter profesional, con el fin nada extraordinario de ganarse la vida, y para eso empleaba los registros de la Historia y sus capacidades para embelesar a los lectores; a diferencia del erudito Johann Huizinga, académico cuya finalidad confesada era decir lo que es cierto antes que decirlo bonito, pero que casualmente era un as en la expresión artística. Vemos así en la práctica dos maneras diferentes de abordar un trabajo de esta especie: Huizinga privilegia la verdad histórica, la forma literaria está subordinada al servicio de la verdad. Su genialidad es contar bien lo que merece contarse por ser cierto, y porque es cierto. Stefan Zweig, parte del otro lado, es literato metido a biógrafo por interés personal y necesidad económica, porque de esto vive. La forma se le impone sutilmente sobre el fondo, y es buen biógrafo porque no falsea los hechos, trata de decir sólo lo que es cierto. Claro que la certeza del escritor no es la misma del historiador. Zweig es fiel pero trata de entretener para vender, y en el género biográfico un literato tiene que encontrar la novela en la vida del biografiado, plasmarla en un lenguaje y llevársela a una editorial que se la atraque, y nada de eso es fácil. Implica, por ejemplo, elegir bien el personaje a biografiar, que sea interesante y no tan conocido, en especial si se anda en búsqueda de un best-seller. Zweig sabía elegir sus personajes, parte por interés personal, parte por arte narrativa, y parte por interés comercial, que hay que vivir. Por ello además de artículos periodísticos, guiones de ópera, teatro, ensayo y novela, escribe sobre historia (Momentos Estelares de la Humanidad es una excelente obra donde en cierto modo celebra el azar) y por supuesto escribe biografías, entre las que destacan las de María Estuardo, María Antonieta, Mary Baker Eddy, Franz Mesmer, Sigmund Freud, Erasmo de Rotterdam, Fernando de Magallanes y otros más, a veces por separado y a veces reunidos en un leit-motiv. Su estilo es directo, agresivo, contundente, no siente gusto alguno por las paráfrasis, ni trata de rellenar páginas con cosas irrelevantes. Es posible que la biografía donde mejor se refleje esta suerte de artillería literaria sea Fouché, el genio tenebroso. Y es que el José Fouché histórico es todo un carácter de novela, realmente atractivo: Traidor de nacimiento, miserable, intrigante, de naturaleza escurridiza de reptil, tránsfuga profesional, alma baja de esbirro, abyecto, amoral … no se le escatiman las injurias. Y para un escritor como Zweig, un personaje así adornado resulta irresistible, ya viene armado y equipado por la realidad, con el dramático telón de fondo de la Revolución Francesa y de las Guerras Napoleónicas, para qué darse la chamba de crearlo, para qué ser Balzac, Stendhal o Dumas, si ya la realidad me lo da tan bonita y gratuitamente.

Y así Stefan Zweig obsequia a sus lectores una vibrante biografía, algo diferente de lo que los autores más modernos nos han acostumbrado, pues la Historia ha penetrado a la Literatura, y así excelentes narradores como Ramón Sender (La aventura equinoccial de Lope de Aguirre), Marcos Aguinis (La gesta del marrano), Edward Rossett (Los navegantes), Antoni Dalmau (Tierra de olvido – La senda de los cátaros), o el best-seller Ken Follett y su celebrado Los Pilares de la Tierra, o el mismísimo Mario Vargas Llosa en El sueño del celta, difuminan los límites y mezclan una cosa con otra, de manera que ya no diferenciamos qué es Ficción y qué no lo es. No sucede esto con Zweig, cuya intención declarada escapa de lo extraordinario, lo excelente o lo ejemplificador. Se trata en este caso de presentar la quintaesencia de lo peor de la Política: En la vida real, verdadera, en el radio de acción de la política, determinan rara vez (…) las figuras superiores, los hombres de puras ideas; la verdadera eficacia está en manos de otros hombres inferiores, aunque más hábiles: en las figuras de segundo término. La vida de Fouché es su aporte a la tipología del hombre político, y ello porque Fouché, menos importante que aquellos a los que sirvió – Robespierre, Napoleón, Luis XVIII – consiguió sin embargo engañar a todos ellos, y eventualmente, cuando hubo que llegar a las manos, derrotarlos en el juego político. Convengamos en que un individuo que vence a Robespierre y a Napoleón se ha ganado su biografía. Y sorprende que cuando enseñamos Política a nuestros vástagos – Educación Ciudadana que le llamamos – nos olvidemos tan fácilmente de la realidad. Si tenemos mal gobierno nos lo merecemos bien merecido por enseñar estupideces a nuestros hijos e hijas, a nadie se le ocurriría enseñar falsedades en matemáticas, física y química; nosotros lo hacemos en Educación Ciudadana e Historia, no les contamos a los chicos la Vida tal como realmente es: Hace ya mucho tiempo que le estorban en el Directorio (…) las únicas dos personas honradas – Carnot sobre todo (…) – y trata de desembarazarse de ellas. En la vida, aunque nos pese, los buenos no ganan. Y los que flotan son los que, como Fouché, son personas sin carácter, pero con alto sentido de supervivencia: Mientras dura la lucha no está con nadie, para estar siempre al final con el vencedor. El único con el que se puede comparar Fouché es con el otro capacitadísimo Ministro de la Revolución y de Napoleón y de Luis XVIII, Talleyrand: Los dos son de un realismo clarividente, los dos cínicos y decididos discípulos de Maquiavelo. Qué época, por Dios, qué laboratorio tan extraordinario para estudiar la Política fue la Francia entre 1789 y 1830. Y un excelente atisbo para ello está en esta biografía. Pero no me crean a mí: Léanla. Este es un link de donde pueden bajarla:

IV
Tito, biografía crítica, de Milovan Djilas

La vida y obra de Josip Broz (a) Tito resulta de importancia relativa en esta vuelta de siglo. Su gran obra, la Yugoslavia comunista post-Segunda Guerra Mundial explotó como una sarta de cohetes en la década de los ´90, en una suerte de rebote del colapso del Comunismo Soviético, Esto es muy curioso, pues desde 1948 Yugoslavia había decidido seguir su camino sola, sin la tutela de Stalin, y se separó ideológica y políticamente de Moscú. Aquel tercer camino que Tito y la militancia del Partido Comunista de Yugoslavia trataron de pergeñar parece no funcionó del todo bien, pues tras diez años de la muerte del líder, resulta que el Socialismo Tercera Vía no había resuelto el problema nacional, sino simplemente había barnizado las seculares diferencias entre las nacionalidades que se trató de arrejuntar a lo bestia tras la Primera Guerra Mundial en esa cosa política llamada el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. La explosión de Yugoslavia en seis repúblicas y las guerras yugoslavas ponen un ominoso telón de fondo a esta así llamada Biografía Crítica, escrita por Milovan Djilas, uno de los hombres de confianza del régimen desde los años ´30, veterano de la complicadísima Guerra de Resistencia de Yugoslavia contra la Alemania Nazi, Italia, Hungría, Bulgaria, los ustachas croatas, el gobierno títere serbio, y los chetnik de Draza Mihailoviç. Fue toda una epopeya nacional y militar, una revolución política a la vez que una guerra de liberación, y no se les puede retrechear a hombres como Tito, Djilas, Kardelj, Rankovic, Tempo, Pijade, Kidric, Ribar y muchos otros el coraje, la determinación y la resiliencia mostrada a lo largo de cuatro durísimos años. Como se ve, el autor Djilas era uno de los hombres de Tito, pero su Biografía Crítica es escrita tras haber sido despojado de todos sus cargos y eventualmente terminar preso por desviacionismo de derecha, el famoso delito ideológico de “revisionismo”. Es desde allí que Djilas hace crítica del devenir vital de un Tito prácticamente en su lecho de muerte, culminando esta obra pocos días antes de su previsible fallecimiento, en mayo de 1980, a los 88 años de edad.

Milovan Djilas (1911 – 1995) era casi veinte años menor que Tito, y fue uno de sus principales comandantes militares y cuadros políticos. En tal sentido conocía muy bien al Presidente de Yugoslavia y a sus otros cuadros dirigentes principales: Edward Kardelj y Alexander Rankovic. Su Biografía Crítica empieza con una reflexión sobre la política que me gustaría que todos se aprendieran, en especial las nuevas generaciones:  … el político, el de “carne y hueso”, para quien la política es profesión y sacrificio en nombre de altos ideales y de dotes creadoras personales, no es un ser angelical ni demoníaco. (…) Tampoco es un superhombre; se distingue sólo de los demás por su elevado espíritu “político”. (…) No, el político no puede ser ángel, ni demonio, ni bueno ni malo cuando se dedica con plena responsabilidad al quehacer político y procede con resolución, audacia y precaución entre la victoria y la derrota. Desde esta perspectiva plantea críticamente el devenir de Tito y de la revolución en Yugoslavia, el cómo ésta se desarrolla en el contexto del período de entreguerras, la  Segunda Guerra Mundial, la invasión nazi y la división nacional y étnica en Yugoslavia. Así presenta los diversos hechos y actuaciones de Tito en diversos entornos, desmitificando su figura pero a la vez reconociéndole logros y cualidades: No trató al obrero como un amigo; sin embargo, luchó con firmeza por la posición y los derechos de los obreros (…) siempre que hablaba de la “clase obrera” (…) lo hacía con un tono y con una emoción como si hablara de sí mismo. A la vez describe con detalle su propio proceso de extrañamiento del gobierno y del partido en Yugoslavia. Como biografía está muy bien escrita y documentada, y presenta su caso con solvencia, enseñando muchísimo sobre política real a los lectores. Y en especial, en cuanto a la relación entre la personalidad del líder y la obra que deja. Para el caso de Tito, su juicio es bastante lapidario, y la historia, creemos, lo ha corroborado: … aunque su obra sea inseparable de su personalidad, ésta es más interesante, original y duradera que aquélla. (Pero) … la obra es, al fin y al cabo, lo que hace al personaje y no lo contrario.             

V
 Colofón

En el terreno de las Biografías hay tanto qué decir como en otros. Por supuesto, esta Crónica es apenas la primera sobre el tema, que esperamos poder continuar pronto. Entretanto, lee lo que quieras, como quieras, donde quieras.

La anterior Crónica sobre Historiografía se encuentra en el siguiente enlace: 

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