viernes, 1 de marzo de 2013

SEDE VACANTE

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La Silla está Vacía

Desde ayer la Iglesia Católica está en Sede Vacante, es decir, carece de Pontífice Máximo, “la silla está vacía” que es exactamente lo que significa sede vacante. Dado que la renuncia del Pontífice es un acontecimiento extraordinariamente raro, es natural preguntarse a qué obedece, qué aspectos se reservan y cuáles se muestran al público. Todos los papas renunciantes del pasado  afrontaron serias presiones y problemas que los obligaron fuera a renunciar al poder, fuera a salirse antes de que la cosa se pusiera más difícil, e incluso fuera porque estaban hasta la corona del asunto. No parece en todo caso aconsejable renunciar, y hasta se ha dicho de Ratzinger que era un cobarde por abandonar la barca.

Motivos de una renuncia

Un temor de gran importancia al que se asocia una renuncia de este tipo es el problema de la “unidad” de la Iglesia. Desde el punto de vista político, la autoridad se puede poner el riesgo al existir dos o más personas que detenten cargos análogos. Que haya dos Papas, como que haya dos Presidentes, o dos Emperadores en el mismo territorio, es enormemente incómodo y problemático. Ha pasado antes que ha habido más de un Papa, y el efecto ha sido catastrófico todas las veces. Es natural que exista temor al respecto.  Por otra parte, si no existe un cálculo político dirigido a dividir a la Iglesia Católica, lo que creemos altamente improbable (no es imposible), tampoco es que a Benedicto XVI se le haya ocurrido renunciar por quítame allá estas pajas. Se ha dicho por ejemplo que ha renunciado por el problema de la pederastía y pedofilia de muchos sacerdotes católicos. Al margen de su seriedad, no parece que un problema de esta clase justifique una renuncia, lo que implicaría un “lobby” completo de obispos y sacerdotes pedófilos y/o interesados en que esto no se conozca, que creemos sumamente problemático.  Además más de un Papa ha enfrentado problemas análogos muchísimo más serios. Uno no se baja de la Cruz porque haya Sacerdotes que no saben mantener cerrada la bragueta.

Ha habido problemas muchísimo más graves y estructurales en la Iglesia Católica y los Papas tampoco han renunciado por ellos. Otros, como el diario El País – diario español, acá en el Perú los periodistas antes de tener opinión sobre la Iglesia esperan que se pronuncie ya saben cual Eminencia -, señalan que esta período histórico es “el más difícil” que ha pasado la Iglesia Católica. Por supuesto, esto es exageración y/o ignorancia. De hecho, y desde el punto de vista político, la Iglesia Católica ha atravesado por crisis muchísimo más graves: persecuciones políticas y militares, invasión y hasta saqueo de su territorio, cismas y herejías, y el mismo modernismo – o postmodernismo - que algunos de sus cultores consideran amenazante no le hace ni cosquillas a una Iglesia que enfrentó y sobrevivió al Emperador Constantino, al Sacro Imperio Romano Germánico, a los Borgia, a Lutero, Voltaire, Napoleón, Marx, Freud, Nietzsche, Mussolini, Hitler y Stalin. Considerando todo esto, no vemos por donde este período pueda presentarle mayores dificultades. A no ser claro, que existan intereses afiatados alrededor de la desinformación, lo que, como nos chupamos el dedo, no creemos en absoluto.

El Poder del Papa

Desde el punto de vista de la Institucionalidad Política los Papas son sumamente poderosos, al no tener a nadie que los controle, ni por ende tener que rendir cuentas más que al Padre Eterno. No hay un Congreso ni un Poder Judicial en el Vaticano ni en la Iglesia. Los Sínodos y Concilios son convocados por el Papa, él resuelve además qué acepta y qué no de ellos; y las Leyes Canónicas le acuerdan una inmensa autonomía. Por ejemplo, ya hemos visto que Benedicto XVI no ha “presentado” renuncia a nadie, lo que sería reconocerle a dicha instancia un poder igual o mayor, sino que se ha limitado a informarnos a todos que se va. Es que si bien en lo terrenal puede sufrir, como cualquier jefe de estado, de presiones normales y de las otras; como jefe espiritual y eclesiástico (poderes simbolizados en dos de las tres Tiaras que porta) todos dependen de él, desde el portero de San Pedro hasta el “Papa Rojo”, que se le llama cariñosamente al secretario de Estado de la Santa Sede, una suerte de VicePapa Político, que ejerce poder en el Vaticano, pero no en el gobierno de la Iglesia Católica. Desde Juan XXIII en adelante se ha visto más bien un intento de descentralización administrativa de las estructuras eclesiásticas, más que una democratización. Las conferencias episcopales, por ejemplo, no son los “consejeros” de un Arzobispo Primado, sino que son ellos mismos la máxima autoridad “nacional”, sin chocar por cierto con las grandes atribuciones que los Arzobispos (Archi-Obispos, u Obispos de Obispos) mantienen en el ámbito de su competencia. Notamos aquí un curioso tipo de check and balances, que, por ejemplo, contribuyen a sostener una buena imagen de la Iglesia en el Perú, a pesar de las inconsistencias, mañoserías y lisuras de nuestro amado Cardenal-Arzobispo.     

Lo Permanente y lo Circunstancial

Ahora bien, que la Iglesia Católica haya atravesado por peores circunstancias tampoco quiere decir que se la lleva fácil hoy en día. Pero no parece sino que nadie quiere hacer un cotejo de las circunstancias permanentes ni de las circunstanciales. Me parece notable, por ejemplo, que nadie se haya percatado que Benedicto renuncia al Pontificado en el cincuentenario de la muerte de Juan XXIII. En una Institución tan llena de símbolos como la Iglesia Católica, es más que posible que esto signifique algo. Si recordamos lo que era la Iglesia Católica hace solamente medio siglo, cuando Juan XXIII asumió el pontificado tras un larguísimo reinado de Pío XII, notaremos que el que podríamos llamar “peligro de la secularización de la sociedad“ si era verdaderamente problemático. Hoy en día más bien la cosa es tan modosita que permite al Papa renunciar sin que se produzca una catástrofe. Vale decir, esta renuncia es para nosotros una elaborada e inteligente jugada política.

Por supuesto, no es que estemos en el secreto de nada. Solamente hacemos análisis. Lo que tumba a una autoridad no es normalmente que exista pedofilia o que haya corrupción y blanqueo de capitales, sino el escándalo consiguiente a su publicación. Eso sí puede tirarse un Papa. Pero es eclesial el refrán que dice que Dios perdona el pecado pero no el escándalo. Y ni este Papa ni el anterior llegaron al escándalo. Y aunque llegaran, peor era Alejandro VI Borgia, y no renunció, porque el papa puede no renunciar si no le da su santa gana. Ese es el origen de su tremendo poder. Y a pesar del intento periodístico de presentarnos un ancianito cayéndose de cansancio y vejez, yo lo veo a Benedicto más sólido que a Juan Pablo II.

Renuncia Calculada

Lo que sí ha salido a la luz – gracias al caso Gabriele – es que algo se pudría en el Vaticano, pero en grande. No es que no haya sido así siempre, el tema, repito, es el escándalo. Se ha hablado incluso de un Libro Blanco de centenares de páginas mostrando la putrefacción de ciertas organizaciones y grupos eclesiales. Pero yo creo que Benedicto es un hombre demasiado inteligente para desconocer la condición humana. Vale decir, es probable que no conociera el detalle, pero no lo creo tan ingenuote de suponer que no había tales redes y facciones, ni intrigas y enredos entre ellas. Que nos presenten a Benedicto XVI como una suerte de caballero andante que trató de luchar sin éxito contra estas facciones, me parece cierto a medias, y probablemente sea una filtración del grupo que le apoya, que lo debe haber. Lo extraordinariamente maquiavélico de todo esto es que me parece que esta renuncia lo coloca en una posición de Poder muchísimo más interesante que la que detentaba hasta ayer, cuando era Papa.

De Pastor rodeado de lobos a Peregrino

El pobrecito “peregrino” de todas los titulares del Mundo, el  “pastor rodeado por lobos” que nos quiere vender L’Osservatore Romano no es que ha renunciado para irse a la montaña a reflexionar y escribir su tercer tomo sobre Jesucristo. Nadie ha caído en cuenta que cuando dijo que estaba “subiendo a la montaña” estaba empleando nada menos que una frase de Federico Nietzsche en su Así Hablaba Zarathustra. Puede que me equivoque, pero el hombre, intelectual y alemán, puede incluso haber sonreído para sus adentros, pues nadie espera que el Papa cite a Nietzsche. Porque primero Castel Gandolfo – y luego un convento en Roma - no solamente no son montañas aisladas del mundo, sino que con toda seguridad deben tener todos los modernísimos artilugios necesarios para comunicarse con Roma.

¿Papa Emérito?

Hagamos algo de política – ficción. Si creemos que Joseph Ratzinger es un tipo inteligente, y lo es, no renuncia porque sí, sino que paradójicamente lo haría para salir de un entrampe de poder y para poder llegar a ser de veras un factor decisivo. Da un paso atrás, pero según parece para saltar a otra posición de mayor poder si cabe: La de Papa Emérito. PAPA. No prelado, monseñor o cualquier otro de esos títulos que nada significan pero que halagan vanidades. No he sabido nunca de presidente renunciante o rey abdicado que se siga llamando Presidente o Rey. Pero Benedicto – les apuesto que va a conservar el nombre – es PAPA EMÉRITO. Esto puede significar que se prepara para ejercer desde una nueva posición un mayor poder todavía.

¿Reiniciar el aggiornamiento donde se quedó?

Un intelectual casi nunca suele tomar partido. Está advertido de las dificultades que conlleva y de las inconsistencias en que se suele caer. No me imagino a Ratzinger tomando partido y empujando facciones. Sí me lo imagino en cambio tratando de salvar el aggiornamiento iniciado por Juan XXIII y encauzado por Pablo VI. Y si está tratando de hacer eso, tiene que enfrentar dos grupos básicos: Los nostálgicos y tradicionalistas, que están más con las formas que con el fondo, culpables casi siempre de simple estupidez; y los lobos, que usufructúan de un determinado estado de cosas financiero y vinculado al ejercicio del poder. Y a ambos grupos, demasiado poderosos, hay que tratarlos con pinzas. En un análisis descarnado del largo pontificado de Juan Pablo II parece distinguirse un cierto retroceso del aggiornamiento, aunque hubo también algunos avances significativos. Y aunque Benedicto pareciera manifestar que no da la talla, tiene en sus manos el poder de dividir a la Iglesia Católica si los grupos se desmandan. Y enfrentado con esta espada de Damocles, el nuevo Papa no podrá ni siquiera sonarse las narices sin hacer primero una visita - real o virtual - a Castel Gandolfo. Atentos entonces al cónclave. Y punto.

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