CRÓNICAS DE LECTURAS – 36
Libros de Viajes
I
¿Hay Libros de Viajes todavía…?
Los Libros de Viajes se
popularizan cuando los europeos empiezan a romper sus límites. Los imagino a
fines del siglo XV, encerrados en la Europa: Al norte hielo, al sur arena y
piratas musulmanes, al este más musulmanes, turcos y tártaros y mongoles armados
hasta los dientes y otras razas malditas,
como decían los cantares de gesta. Hacia el oeste una extensión infinita de
agua salada limitaba el firmamento y acababa decíase en una gran catarata. En
el frío norte los vikingos aprovechan un optimum
climaticum previo al mínimo de
Maunder, y atraviesan el Océano por lo más estrecho, pero las gentes en
Groenlandia, Hellulandia y Vinlandia no resistieron las bajas temperaturas, sus
sociedades violaron la ley del cambio, y se extinguieron. Mientras los
supervivientes luchan por su vida en la Última Thule, a fines del siglo XIII en
Venecia, la andariega familia de comerciantes Polo produce a quien daría a conocer a Europa los exotismos de las
remotas comarcas de Oriente. Marco Polo
no fue el único: Hicieron lo suyo el viajero musulmán Ibn Batuta y el gran almirante chino Cheng Du, cuyas rutas fueron tan largas y exóticas como las de Marco Polo. Más cosas hubo para
popularizar el relato de Viajes: Los portugueses Diego Cao, Bartolomé Dias,
Pedro Alvares Cabral, Vasco Da Gama costean África hasta la
India, dan a conocer razas, costumbres y climas extraños, tal vez fueron los primeros
en sorprenderse y relatar sus desconciertos. Cristóbal Colón y un puñado de aventureros españoles atraviesan el
charco Atlántico y tropiézanse con América, continente olvidado diez mil años
atrás cuando parte de la familia emigró por allá. Con los siglos se inventaron
buques y astrolabios, se andaron nuevas tierras, se encontraron Otros Hombres y
se contaron sus historias. El Mundo entonces era muy grande, hoy ya no estamos
tan seguros.
El antiguo y honorable género de
los Libros de Viajes surge con la Odisea
y la Eneida, en su base relatos fantaseados
y poetizados de viajes. Griegos y romanos eran buenos viajeros, debemos contar
entre ellos a Pausanias, Apolonio de Rodas y al mismo Herodoto de Halicarnaso, que disfrazó
sus viajes de Libros de Historia. Ellos registraron el destino y la ruta, al
modo de la Ítaca de Kavafis. Yo me he dado algunas vueltas por mi cárcel, he vuelto a
sitios por donde circulé tres o cuatro décadas atrás y atestiguo con nostalgia
y su poco de acritud los grandes cambios que todo sufre: Lo que eran dos o tres
jornadas a lomo de bestia, accesible sólo a los valientes, es hoy cuatro horas
en pista asfaltada. Lo que estaba incontaminado de presencia humana es hoy
emporio turístico donde se toman fotos para Féisbuk y se bebe agua de botella
plástica que terminará en un ecológico tacho. Ya no es posible disfrutar la
experiencia de viajar sin intermediarla con Android o iPad. El verdadero Libro
de Viajes y Relato de Experiencias hoy es Facebook. A algunos les extraña no ver mi cámara de fotos o video, es que no tengo. No sé qué filósofo griego dijo todo lo llevo conmigo, y yo no pierdo
tiempo registrando lo irregistrable. Escribirlo sí me interesa, así piensas al
tiempo y a los sucesos y a la gente. Contar la experiencia es
síntesis de sentido más allá del dato bruto, una fotografía no dice nada sin el
narrador que la narre. Herodoto viaja
y cuenta la Historia; los Cronistas de
México y Perú (Fascinan Pedro Cieza
de León y Bernal Díaz del Castillo)
cuentan de hazañas y asombros; Alejandro
de Humboldt cuenta lo que ve, y analiza para encuadrar los
hechos. Todos dan a conocer a los que son como nosotros cómo es que son “los
que no son como nosotros”. Dicen: “Véanlos: Son diferentes, exóticos, distintos, OTROS”.
Evocar el recuerdo es tan importante como el recuerdo mismo, por ello el Libro
de Viaje se extingue. Reaparecerá cuando el Turismo Espacial abarate y los
extraterrestres acepten les pongamos Hostales en sus planetas. Porque un Libro
de Viaje necesita al Primero de Nosotros
en llegar Allá, al Viajero que vive lo Nuevo, al que dé cuenta de lo que Ha Visto.
II
Turismo, Aventura, Contemplación
Soy viajero experimentado y he
trabajado harto en Turismo, algo me sé qué se traen Viajeros y Turistas, siempre
prefiero el Viaje. Me sorprende qué rápido pasa el tiempo entre los últimos
Viajeros y los primeros Turistas; cómo a los Libros de Viajes les siguen los brochures, boletos turísticos, guías. Me
sorprenden mapas y brújulas en desuso, que no se mire a las estrellas en el
cielo, que se atiendan las señalizaciones. La aventura se evaporó con la
Globalización y el crecimiento demográfico. Pisé Machu Picchu por vez primera
en 1973, fue aventura. Para 1981 lo había visitado una docena de veces y aún
era aventura. La última vez que fui hace tres o cuatro años no fue aventura
sino trekking, no me podía detener, tapaba
a los fotógrafos. Cada vez que llego donde estuve, conmigo va el recuerdo del otro
viaje, la primera contemplación frente a frente. No es lo mismo mirar por el
rabo del ojo, apurado por cuarenta gallos que se atropellan por tomar la foto
del siglo, corriendo a ver cuánto toma dar la vuelta a Machu Picchu. No sé
ustedes, para mí la cosa es contemplar, perder
el tiempo, concentrarme y meterte en lo que está ahí, el turista se lo
pierde porque la primera vez pasa sólo una vez, después es karma. En donde estuve y estoy de nuevo comparo lo que siento con
lo sentido, si los Turistas me dejan. Esa es la diferencia entre Viajar y Hacer
Turismo. En mi país aún hay sitios donde no es fácil llegar, sin gentes
atropellándose. Tampoco culpo a los nativos por ganarse la vida, poner en valor
lo que poseen, mejorar sus condiciones de vida, están en el derecho de vivir
mejor usando sus recursos a mano, no deploro eso. Tal vez se puede hacer mejor,
eso sí, rescatar el “ver por primera vez”. La última vez que me ocurrió fue
amanecer en el llamado “Balcón” entre Quiruvilca y Huamachuco - 4000 m.s.n.m.
-, con el Sol a través de la neblina sobre los cerros tras los que el Marañón
lleva las aguas del Perú al Atlántico; hacia el norte Cajabamba, al sur la
Cordillera Blanca como nunca la vi, a mis espaldas la cabecera de cuenca. Eso
cambiará, espero verlo otra vez y recorrer esa ruta de nuevo antes que sea
tarde.
La Literatura de Viajes es hoy un
pobre sustituto del hecho, más aún cuando abundan los testimonios gráficos que enseñan
aquello que de otro modo nunca verías, pero sin poesía. Todo el mundo ha visto la
Torre Eiffel en París, la Plaza Roja en Moscú, la cumbre del Everest, el fondo
del Gran Cañón del Colorado, no hay cómo soslayarlo. Ni modo. Pero tiene su
gracia leer los estertores de un género no despreciado por literatos conocidos,
como Leandro Fernández de Moratín, Pedro Antonio de Alarcón, Juan Valera, Emilio Castelar, Vicente
Blasco Ibáñez, Azorín, Enrique Jardiel Poncela, Miguel de Unamuno para hablar de los de
lengua española, que van hasta el mismo siglo XX. En otras lenguas hay André Gide, Alberto Moravia, Mark Twain,
Julio Verne, Robert Kaplan, Eça de
Queirós, Joseph Conrad,
etcétera. Los exploradores empleaban sus notas de viaje para publicaciones que
al lograr éxito servían para publicitar y/o financiar viajes posteriores. Así fue
con James Cook, Fridtjof Nansen, Robert
Fitzroy, Robert Falcon Scott, Thomas Edward Lawrence (a.k.a. Lawrence de Arabia, cuyos Siete Pilares de la Sabiduría compendian
sus hazañas en la Gran Guerra), Ernest
Shackleton, David Livingstone, Richard Burton, Roald Amundsend, el periodista Henry
Morton Stanley, Enrico Nóbile, etcétera.
Los géneros se cruzan, hay literatos que fueron exploradores y viceversa; hay
los que al narrar su experiencia se escapan lel género de Viajes y crean gran
Narrativa de su experiencia, como John
Byron, Herman Melville, Karen Blixen
(a.k.a. Isak Dinesen, y su novela Memorias de África), Jerome K, Jerome en humorístico, Ernest Hemingway (que conoce Las Nieves del Kilimanjaro), Robert Louis Stevenson. Hay grandes
libros que pertenecen más a la literatura que a los Viajes, me eximo de
tratarlos hoy.
III
Viaje de un naturalista alrededor
del Mundo (Charles Darwin); y Tres
hombres a bordo del Beagle (Richard Lee Marks)
En el mundo anglosajón los
relatos de Viajes tienden a producir más secuelas que en el mundo latino. Parece
que italianos, españoles, franceses, portugueses y americanos del sur agotaran
su ímpetu en los siglos XVI y XVII; y fueran relevados por alemanes, ingleses,
escandinavos, holandeses y americanos del norte en los siglos XVIII y XIX. El
proceso coincide con las Revoluciones Científica e Industrial y seguro no es
casual, pues que los últimos Libros de Viaje los escriben antropólogos,
arqueólogos y otros Científicos Sociales, como Margaret Mead (Adolescencia,
Sexo y Cultura en Samoa; Sexo y
temperamento en tres sociedades primitivas), y Bronislaw Malinowski (La
familia entre los aborígenes australianos, La vida sexual de los salvajes del Noroeste de la Melanesia). Vemos
como están presentes los términos primitivo, salvaje, aborigen
en los títulos de la literatura científica, lo que no escandalizaba a nadie. Observamos
lo arcano de revelar el sexo en sociedades remotas, como si fuera necesario
mirarlo “desde fuera” para luego poderlo ver “en nosotros” y generalizarlo. Razones
ha de haber para ello. Sin Margaret Mead,
Malinowski, Frazer, Benedict y más
no habría Masters y Johnson, Terman, o reporte Kinsey. El primero de todos parece haber sido Charles Darwin con su Viaje
de un naturalista alrededor del mundo, que años después generaliza la
experiencia en El Origen de las Especies.
El Viaje tiene gran valor por sus
observaciones, percepciones y sensaciones, por el orden con que narra, por el
detalle. En lo personal tengo que este libro lo encontré en casa a mis diez
años de edad, reconocí el nombre de Charles
Darwin por estar en mi panteón científico y aunque quedé ligeramente
decepcionado, aprendí que la gran revelación nunca llega. Era mi primer libro
de Viajes de autor – Julio Verne no
cuenta, son novelas; El Mundo Pintoresco
tampoco, es Enciclopedia – y lo devoré con entusiasmo, superando los problemas
de comprensión lectora de sus partes complicadas (en esas felices épocas uno se
saltaba esas partes), y cuando supe que Darwin
había estado en el Perú sentí la primera temprana vergüenza de ser peruano. Darwin tenía mejor idea de Chile que
del Perú, y escribe palabras de menosprecio hacia mi país: Ninguna nación de la América del Sur ha estado más que el Perú sumida
en la anarquía desde la declaración de su independencia. En la época de nuestra
visita había cuatro partidos en armas que se disputaban el poder. Si uno de
estos partidos vence, los otros se coligan contra él; pero así que a su vez son
victoriosos se dividen inmediatamente. Creo que fue la primera vez que leí textos
desfavorables hacia el Perú, y la primera vez que pensé en ello, que no ha sido
la última. Encontré esa diferencia ético-moral entre “lo que quiero” y “lo que
es”, me di cuenta que no siempre tenemos lo que deseamos, ni lo que creemos ser
es lo que somos. Hay una distancia entre ser y querer ser; y no eres tú quien
la establece ni quien fija los parámetros y modelos. Lo hace quien puede
hacerlo, y los criterios que emplea no son los tuyos. Esto fue decisivo en mi
formación moral, aprendí del mejor a hacerle caso más a mis ojos y mi criterio
que a la autoridad. Y de entonces acá no me he arrepentido. Pero había más en
el Viaje: Cinco largos años en alta
mar en un buque, entre los 22 y los 27 años, como para ansiar vivir la
experiencia, clavo que me saqué
muchos años después, en distintas circunstancias y tiempos.
Tres Hombres a bordo del Beagle es obra epígona del
Viaje, y le sigue el rastro a los tres
personajes más interesantes del
Viaje:
El propio
Charles Darwin; Robert
FitzRoy, capitán del
Beagle; y
Jemmy Button, nativo fueguino recogido
por
FitzRoy en un viaje anterior, y
que tras algún tiempo de ser procesado para alcanzar el estadio de “civilizado”
en la propia Inglaterra, era devuelto a su tierra para constituir una suerte de
apoyo para los ingleses en la misma. Este libro es suficiente, pero no
excelente. Lo mejor que hace es informar sobre los hechos posteriores a los que
Darwin cuenta
, aunque sus
explicaciones
se sienten inferiores, pese al siglo y medio entre ambos. Pero
Richard Marks no es pretencioso ni
trata de enmendarle la plana a nadie, mucho logra al presentar los hechos de
manera simple, en particular el desastrado papel de
Jemmy Button en los dramáticos acontecimientos posteriores al periplo
del
Beagle. Así muestra las
incomprensiones entre las expectativas de grupos humanos diferentes: ingleses y
fueguinos no piensan del mismo modo. La obra alcanza por momentos ecos líricos en
la sencillez con que narra la heroica muerte de los misioneros expedicionarios
de la
Misión de la Patagonia en el solitario Spaniard Harbor. Tampoco
carga las tintas ni ejerce sensacionalismo de tabloide, irrespetuoso y
patriotero, al presentar las crisis y dificultades que
Robert FitzRoy atravesó tras dejar el mando del
Beagle, las que culminaron mucho después
en su suicidio. He leído opiniones muy críticas sobre
FitzRoy con las que no puedo coincidir, no consideran las
circunstancias de la época y son demasiado postmodernos juzgando hechos y
dichos de las gentes del pasado con criterios actuales. Sin avalar nada y sin
exagerar, presentando los hechos,
Marks
explica con respeto y dignidad la suerte desdichada de un hombre que tuvo que
pasar por graves dificultades y problemas, que siempre trató de cumplir su
deber tal como lo entendía, lo que lo abrumó. El Capitán del
Beagle fue así presa de una desgraciada dolencia nerviosa que
provocó que se quitara la vida, pero sin duda el amigo íntimo de
Charles Darwin fue un gran marino y
explorador de los tiempos modernos.
Para leer y bajar el
Viaje de un Naturalista alrededor del mundo, de
Charles Darwin, puedes ir a:
http://www.dominiopublico.es/libros/D/Charles_Darwin/Charles%20Darwin%20-%20Viaje%20de%20un%20Naturalista%20alrededor%20del%20Mundo.pdf
IV
El Millón (Marco Polo); y La Odisea de Marco Polo (Harry Rutstein)
Nadie puede decir que ha leído un
Libro de Viajes si no ha leído El Millón,
también conocido como El Libro de las
Maravillas, de Marco Polo, hijo
y sobrino de dos comerciantes venecianos, Nicolás
y Maffeo Polo, para mí los
verdaderos héroes de estos viajes. Pensemos en ello, todo el mundo dice que Marco Polo aquí y que Marco Polo allá, y hasta tiene su
jueguito de piscina, vaya uno a saber por qué; pero cuando el joven Marco inició su Gran Viaje, ya el papi
y el tío estaban de ida y vuelta, lo que resalta la importancia de las
“conferencias de prensa”, pues nunca hubiéramos sabido nada de la movida de Nicolás y Maffeo si no fuera por la casualidad de que Marco a la vuelta cumplió su deber patriótico, cayó prisionero, y para
no aburrirse en la canasta donde lo tenían narró sus historias a su compinche
de celda, el pisano Rusticello, que
daría cuenta de ellas al mundo europeo. Siempre me ha dado qué pensar el hecho
que entonces hubo muchos Viajeros en las rutas de Marco Polo e Ibn-Batuta,
y muchos más que hacían rutas importantes aunque más cortas. Había caravanas a
Tombuctú, Delhi, Cambaluc y Samarcanda; París y Londres eran sitios exóticos
para árabes y turcos, más para persas, chinos y mongoles. Viajar debió ser
arriesgado y tomaría tiempo, una vida no debía alcanzar para muchos viajes. Los
viajeros se encontrarían en Ventas y Posadas y cambiarían notas y grandes
mentiras, como siempre ha sido: Y sabed
también que en mi opinión no hay ciudad en el mundo (Cambaluc, la Beijing
de hoy) a la que vayan tantos mercaderes
(…) Y tened por cierto que a esta ciudad entran diariamente más de mil carretas
cargadas únicamente de seda. Observaciones de viajero, que tiene algo de espía
y mucho de comerciante de ojos bien abiertos. Nunca se sabe si eso que te
enteras te será útil algún día: Y tened
por cierto que en toda la provincia de Catay hay una clase de piedras negras
que se extraen de las montañas y que arden haciendo llamas como leños: se
consumen completamente como el carbón de madera. Mantienen el fuego y producen
la cocción mejor que la madera. Por lo demás, Marco Polo ni fue el único ni el más importante. Ya hemos visto que
el padre y el tío se movieron más que él. Ibn-Batuta
hizo más ruta que Marco Polo y por
más tiempo. Cheng Du condujo una
flota impresionante hasta las costas africanas y sus memorias quedaron para
pasmo y admiración de las siguientes generaciones. Marco Polo viajó joven, tuvo tiempo y energías para mirar mucho y ser
funcionario del emperador mongol Kublai
Khan, lo que le permitió recorrer Asia y ver cosas sorprendentes, y aunque
exagerado, no es raro que se creyera que no
hubo jamás hombre alguno, ni cristiano, ni sarraceno, ni tártaro, ni pagano que
que haya visitado nunca tan vastas regiones del mundo como hizo Micer Marco, hijo
de Micer Niccolo Polo, noble y gran ciudadano de la ciudad de Venecia.
El libro de
Harry Rutstein,
La Odisea de
Marco Polo, no tiene pretensiones literarias y se ciñe al aspecto aventurero,
lo que a mi entender lo califica bien, pues no pretende ser más de lo que es, es
decir la glosa de lo que sería en pleno Siglo
XX realizar el Viaje por la misma – o muy parecida - ruta de
Marco Polo. Sé que decir “no pretende
ser más de lo que es” suele reducir el valor de lo afirmado, pero aún así esta
es una glosa escrita más de 700 años después del viaje que le dio origen, por
una ruta que no ha sido común ni entonces ni ahora. Posteriormente al Viaje de
Rutstein se han construido modernísimas
carreteras y el Viaje se ha reducido en tiempo y dificultades. Asimismo, la
influencia de Occidente penetra a través de carreteras y medios de
comunicación, y así lo que se narra en este libro, pues ya cambió. Aún así se
disfruta mucho el libro, se ubica muy en lo que fue el viaje de
Polo, que cuando el autor hizo la ruta en el último
tercio del siglo pasado todavía bastante era más como en época de
Marco Polo que como la actual. Entre
los años 70 y 80 y la actualidad las cosas cambiaron, nos tememos, más que en
los últimos 700 años. Si
Marco Polo
viajaba en 1975 hubiese reconocido más de lo que reconocería hoy en día. El
subtítulo de
Rutstein lo dice:
Tras los pasos del mercader que cambió el
mundo, un fantástico viaje de aventura de Venecia a Pekín siguiendo la
fascinante ruta de Marco Polo. Y esto que le pasaría a
Marco Polo de repetir el viaje, estoy seguro le pasaría en el Perú
a
Gonzalo Pizarro,
Cieza de León,
Humboldt,
Darwin,
Tschudi,
Wiener,
Raimondi,
etcétera. Me pasa a mí, y creedme que aunque no soy
Marco Polo, tened por cierto que por entonces las carreteras eran
de tierra que se afirmaba y apisonaba con instrumentos aparejados al efecto por
hombres de aquellas tierras, y que no habían teléfonos en las rutas y apenas de
vez en cuando cruzábamonos con emisarios y propios…
Para bajar y leer el libro de
Marco Polo:
http://faculty.ksu.edu.sa/ouahmane/biblio/marcopolo.pdf
V
Colofón
Termino por el principio. He
mencionado El Mundo Pintoresco en una
de mis primeras Crónicas, si bien al paso. Y me saco el clavo de estos Nueve
tomos, editados en la Argentina: “Este
libro se terminó de imprimir el día 20 de abril de 1946, en los Talleres
gráficos de la Editorial JACKSON, calle Perú 1186 – Buenos Aires – República
Argentina”. Y digo que acabo por el principio porque esta enciclopedia de
nueve tomos fue lo primero que leí como Libros de Viajes. Cómo llegó a casa es
un misterio, de seguro llegó antes que yo, y sigue en estos momentos aquí. Y ya
saben: Lean, que por ahí cae un
Libro de Viajes. …