lunes, 14 de noviembre de 2011

ARREPENTIMIENTO - Generación NINI: Un caso de estudio

ARREPENTIMIENTO
Generación NINI: Un caso de estudio


En pocos días se cumplirá un aniversario más de la muerte de Stanley “Tookie” Williams. Poco conocido en nuestro medio, Tookie Williams constituye una buena representación de todo lo que puede llegar a ser un joven de la calle, sin oportunidades ni posibilidades a la vista, que para disfrutar de la simple posibilidad de una oportunidad tiene que vivir y equivocarse.

Tookie Williams fue el fundador y líder de una Banda, Pandilla o Gang en la violenta ciudad de Los Ángeles, el tristemente famoso Crips Gang. En su desempeño callejero, Tookie Williams asesinó a tiros al dependiente Albert Owens, a los propietarios de un motel de Los Ángeles, y a la hija de ambos, durante un atraco. Sin duda era un asesino, no hay enredos legales ni disculpas posibles que limiten el hecho. Los lugares y los tiempos pudieron tener importancia o no, pero hay hechos tan irrevocables que nos perseguirán hasta el microsegundo mismo anterior a nuestra desaparición del mundo. La justicia de los hombres, correcta o incorrectamente, envió a Tookie Wiliams a prisión y a la larga y torturante espera del condenado a muerte, que no es el menor de los castigos.

Tookie Williams no era uno más de tantos delincuentes, culpable de su sino, o víctima del sistema, como elijamos. En la experiencia espantosa de la privación de la libertad y la integración a una sociedad de convictos, parece que algo le ocurrió, y ese es el motivo de este artículo. En un lenguaje muy antiguo y perfectamente válido, y para decirlo de una vez, parece que Tookie Williams se arrepintió de sus pecados.

Arrepentirse se dice fácil, pero el proceso es complicado. Arrepentirse no es, según muchos parecen creer, disfrutar de los frutos del crimen y echar en el cepillo de las limosnas de la parroquia un óbolo destinado al adormecimiento de la conciencia. El trámite es bastante más largo y complejo. Requiere un proceso interior de convencimiento intelectual y emocional de que lo que se hizo está mal, que no debería hacerse nunca y que no solamente no debería volverse a incurrir en ello, sino que nadie debería incurrir en ello. Hasta aquí el asunto es puramente interior, pero después viene la parte complicada: Si un daño se ha hecho, ese daño debe repararse en lo posible, aunque esa reparación sea necesariamente limitada, y a veces, como en el caso de Tookie, en una parte tan mínima que no habrá manera de compensar el hecho, no importa cuánto se haga. El reino de las interioridades de la conciencia nos será siempre esquivo, pero por lo que se puede ver, creemos que Tookie Williams se arrepintió y trató de reparar.

Por supuesto tenemos derecho a juzgar sus actos de arrepentimiento. Es lo que se debe hacer cuando el delito se realiza contra la sociedad. Y no siempre lo juzgaremos con benevolencia, pues tenemos el perfecto derecho a plantearnos si tal arrepentimiento es real o es una máscara para obtener mejores condiciones de carcelería o de pena. Tookie Williams, condenado a muerte y a la espera del castigo correspondiente, parece que en verdad quiso reparar en lo posible el daño cometido.

Algunos, claro, no le creyeron. No le creyeron los familiares de los muertos, cadáveres que se alzan entre Tookie y sus buenas intenciones. No le creyeron los profesionalmente suspicaces fiscales y abogados del Estado de California, ni le creyó tampoco un notable porcentaje de la población.

Pero Tookie Williams hizo lo que creemos debía hacer: Él, el violento, el asesino, enfrentó con coraje la violencia en la prisión, negándose él mismo a caer en la violencia y asumiendo la ideología de la no-violencia, algo que si en la vida cotidiana es complicado, en la cárcel es casi imposible. En procesos así hay derrotas y retrocesos. Desde la prisión piloteó a su banda, los crips, hacia acciones no-violentas, aunque muchos dijeron que lo hizo para obtener una mejor posición ante la opinión pública. Es posible que haya algo de verdad en ello. Como Tookie no termina de confesar sus cuatro asesinatos, de eso se agarran los abogados y demás adversarios de Tookie para mantenerlo en la línea fatal de los condenados a muerte.

Tookie se percata que lo que está haciendo no basta. Supongamos por un momento que su arrepentimiento es real. Cuando alguien se arrepiente, seguramente debe sentir que nada de lo que hace basta, porque el arrepentimiento seguramente es mayor según el grado de culpa que percibas en ti mismo, de manera que si eres un asesino, si quitaste de este mundo cuatro vidas humanas – Es lo que, incuestionablemente, hizo Tookie – entonces el tamaño de tu culpa, y de rebote el tamaño de tu arrepentimiento debe ser descomunal, aparatoso, avasallante, sin dejar espacio alguno para el relax que los buenos espíritus llaman “Conciencia”.

Nunca sabremos si en el fondo había razones ajenas al arrepentimiento. Podemos suponer que así fue, porque los seres humanos no somos buenos ni malos a rajatabla. No creo que sea tan importante a estas alturas. Tookie, sea por impresionar favorablemente en la opinión pública, sea por verdadero dolor del corazón, sea por ambas razones, observa el hecho que el problema del pandillaje empieza por los niños, en los hogares y las escuelas. De hecho esta es la razón por la que decidí escribir sobre este tema. Pensemos en nuestras tremendas falencias y errores en la formación de Valores, pensemos en la sostenida campaña en la que algunos creen que los regímenes militarizados permiten la enseñanza de valores a nuestros niños y niñas, pensemos en esa constante y machacona insistencia en la pena de muerte. Nos sobra autoritarismo y represión, nos sobran impulsos asesinos, y no creo que eso sirva para arreglar el problema, pues como Tookie Williams conocía de primera mano, la violencia solamente engendra violencia.

Tookie Williams empezó a escribir libros para las escuelas de California, dirigidos a los niños y docentes. Sus nueve libros, tras iniciales desconfianzas – Es un prisionero que hace cola para la inyección letal - empiezan a ser utilizados, hasta llegar a los millones de copias repartidas a lo largo de todos los Estados Unidos e incluso fuera, en todos aquellos lugares donde cunde el pandillaje. Un pandillero reo del homicidio de cuatro personas enseña a los niños y jóvenes cómo no caer en la tentación y librarse del mal. Como para preguntarse muchas cosas. Según parece los libros de Tookie son bastante exitosos, no sabemos si por sus virtudes intrínsecas o por esa tremenda impresión que hace en la imaginación el saber que el autor es un criminal que trata no de reivindicarse sino de prevenir. Creo que difícilmente podríamos pensar en un maestro más experimentado.

La máxima aspiración de Tookie Williams consistía en seguir pagando su pena en cadena perpetua, aunque no veo porqué descartar que pudiera haber salido libre. Otros lo han hecho, mucho más culpables que Tookie, sin siquiera tener a su favor su evidente arrepentimiento. Pinochet y otros dictadores de manos manchadas de sangre anduvieron libres por la calle, lo hacen narcotraficantes y asesinos notorios. Basta con tener dinero y/o conexiones que se paguen con dinero.

Pero conviene no olvidar que Tookie Wiliams un negro de Los Ángeles, California, un negro en los Estados Unidos de América. El entonces gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, le negó la clemencia, argumentando no estar seguro del arrepentimiento de Tookie. Se me ocurre que puede ser porque en los negros el arrepentimiento no se ve tan claro.

Tookie Williams fue ajusticiado en diciembre de 2005, y mientras lo ejecutaban se extrañaba en sus últimos momentos de lo mal que hacen su trabajo los alguaciles que debían encontrar su vena para inyectarle la combinación mortal. Atrás quedaban cuatro muertes, la no-violencia en prisión, una pandilla reorientada y millones de libros que según parece resultan especialmente útiles. No sabemos si se compensan unas cosas con otras. No sabemos si la justicia quedó servida. Por momentos quisiéramos que lo que nos contaron de niños fuera verdad, y hubiera allá en alguna parte un cielo con muchas moradas para aquellos que se arrepienten. ¿No fue el Carpintero de Galilea el que dijo que más alegría hay en el paraíso por un pecador que se arrepiente que por cien justos que no necesitan arrepentirse?

Colofón

Cuando escucho hablar de la pena de muerte me pregunto si el espacio para el arrepentimiento y la reparación consiguiente son factores que tomamos en consideración. ¿Qué mal o bien podría haber producido que a Tookie Williams se le hubiera concedido su deseo de vivir en cadena perpetua? ¿Estaba lo suficientemente rehabilitado? Se me ocurre que trataba de llenar su inmensa culpa con acciones que significaran algo para él. Que haya defendido su vida pertenece al Derecho que en teoría tenemos todos los seres humanos. Todos necesitamos, además, que nuestra vida tenga sentido. Me pregunto por qué retrechearle esa oportunidad a la Generación NINI en función de una vindicta pública que solamente satisface la sed de sangre de algunos y los discursos políticos autoritarios de otros.

VIENE DE: CONTRA EL LUCRO EN LA EDUCACIÓN: LA GENERACIÓN NINI PASA A LA OFENSIVAhttp://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2011/08/contra-el-lucro-en-educacion-o-la.html
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