martes, 25 de enero de 2011

PARA QUE SIRVE LA EDUCACIÓN (III Y ULTIMA)

PARA QUE SIRVE LA EDUCACIÓN (III)


Vamos a suponer que nuestros hijos y nietos nos interesan realmente, y que no los educamos para lograr una suerte de pensión de vejez que ni el Estado ni la Empresa privada nos garantizan verdaderamente. ¿De qué se trata esto de educar parta el futuro, para la felicidad, para la realización personal? Me centraré básicamente en el tema de la identidad personal-social.

Movilidad Social y Sentido de Pertenencia

Como los padres y madres no somos entelequias y estamos en la sociedad igual que el resto, es obvio que intentamos que nuestros hijos “mejoren”. Como vivimos en una sociedad y en ella nos desarrollamos, nuestro lugar en la sociedad cuenta. Es importante que nuestros vástagos consigan mantener la ubicación social en que nacieron, mejorándola si es posible. Es lo realista, y lo que está detrás de una serie de procesos identitarios que vivimos las personas. La identidad personal-social implica, entre otras cosas, la posición social en la que se nace. En la realidad y no en la entelequia, se nace en unas coordenadas sociales tan reales como las geográfico-temporales, y ellas determinan en buena parte nuestra identidad, es decir, la percepción y concepto que tenemos de nosotros mismos en cuanto personas. Que haya grupos sociales es un lugar común, y no hay sociedad que no los tenga. El cuento es qué determina dichos grupos sociales, y qué tipo de integración exista entre ellos. Una sociedad sana e integrada ofrece a sus individuos la posibilidad de pertenecer a un todo mayor, lo que a más de favorecer la identidad, resuelve en parte nuestra profunda necesidad de ser apreciados y reconocidos, y determina una estructura de derechos y obligaciones en los que nos insertamos. En Ciudadanía esto sería grosso modo lo que llamamos “Sentido de Pertenencia”. Y ese Sentido de Pertenencia se funda en las experiencias vividas desde temprano.

Valores Sociales

Todas las sociedades evolucionan y pasan por cambios. Desde hace algunos siglos, la libertad civil, política y económica, la igualdad ante la ley y la equidad son criterios que han presidido la formación de las sociedades liberales y democráticas de la actualidad. Son valores sociales que nos parecen deseables. Hay siglos de desarrollo social al respecto en nuestras sociedades. Parte de ese desarrollo social, del Sentido de Pertenencia y de la formación de la Identidad pasan por reconocer, aceptar y adaptarse a la diversidad en la que se vive, e implica necesariamente el reconocimiento de la igualdad fundamental entre los seres humanos. Es bastante mejor, práctico y sostenible basar la existencia en sentimientos de afecto y amor que en los de odio y rechazo. En teoría, la convivencia democrática tiene como objetivo el que toda la sociedad esté mejor organizada y constituya un entorno que permita la felicidad y la realización individual de las personas. Y es a esa sociedad a la que supuestamente traemos a nuestros niños y niñas. O a donde debiéramos traerlos, por lo menos.

Piel y Plata

Miremos un poco nuestra realidad al respecto. Los grupos sociales se definen por muchas razones, y en nuestro país, por suerte o por desgracia, los determinantes de las posiciones sociales son “piel y plata” (cito a Hugo Neira en su libro La Tercera Mitad). Vale decir combinamos históricamente elementos de casta, heredados de nuestro pasado, con los de clase, propios de la modernidad capitalista. Aunque la “piel” con que venimos al mundo no puede modificarse, sí lo hacen las percepciones sociales sobre ella. La fortuna ha querido que nuestra sociedad multiétnica sea complicada hasta el absurdo debido a nuestra doble herencia occidental y andina, más las profundas contribuciones africanas y asiáticas, que determinó que nuestro país pueda ser considerado en buena medida como un cierto paradigma de unidad social y étnica, con sus límites por supuesto. El vetusto sentimiento de casta está en pleno retroceso desde unos 40 años a esta parte. Es verdad también que no nos faltan gentes que aún están mentalmente en el siglo XIX. Algunos muestran su retraso ciudadano en los medios de comunicación, y fomentan la segregación y el racismo como si fueran una parte de la herencia nacional. Como si Don Nicomedes Santa Cruz no hubiera resuelto el problema racial en el Perú al detectar solamente tres razas: La Indoblanquinegra, la Blanquinegrindia y la Negrindoblanca. Aunque se le olvidaron los orientales al moreno. Pero sospecho que eso complicaría ampliamente el esquema.

Veamos el otro factor, la “plata”. La pertenencia a un grupo socio-económico marca la identidad desde un principio de manera espectacular. Nos guste o no, el niño o niña que forma su identidad lo hace en el seno de un hogar que está en medio de una estructura social de un modo determinado. Y el principal elemento que determina la posición al interior de la sociedad es el ingreso. El concepto de clase implica ciertas relaciones sociales, y constituye una suerte de mala palabra hoy en día, por sus fuertes connotaciones ideológicas, pero “nivel socio-económico” no es mejor, en realidad. Como el marquetero Rodolfo Arellano ha demostrado, no basta el ingreso para definir nuestro lugar social, hay que añadir elementos de la cultura. Pero por ahora nos interesa el tema de la ubicación en una clase social. Y es esa pertenencia a una clase social a la que el niño deberá, por las coordenadas donde nació, tener o no acceso a ciertas formas de atención de salud, seguridad, alimentación, educación, etcétera.

No reducimos la Desigualdad

No contamos en el Perú con mecanismos de reducción de las desigualdades y de integración social, tales como un sistema de Salud generalizada al estilo inglés; o una legislación protectora al estilo escandinavo; o un sistema de colegios públicos como el norteamericano. Apenas contamos con “programas sociales” que aseguran que una parte de la población “en pobreza extrema” no se muera escandalosamente de hambre o de enfermedades curables. Pero no contamos con políticas de integración social, como las que informan los sistemas que hemos mencionado. Solamente poseemos un cierto desarrollo en esa novísima rama de la ciencia social que llamaremos Pobretología, que tiene el efecto colateral de convertir el hambre, la enfermedad y la miseria de los seres humanos en cifras manipulables. De hecho, aparte de crear esta ciencia, no hemos hecho absolutamente nada al respecto que no sea intentar calmar nuestras conciencias culpables, en el supuesto que las tengamos, claro. La Tradición Republicana vigente es dejar estar la cosa, esperando de algún modo que se resuelva solo. O que no se resuelva y nos acostumbremos.

Integración Social

El barrio urbano constituía, hasta no hace tantos años, una forma de integración social que fomentaba identidad, y esto tanto al interior de los diversos grupos sociales, como estableciendo formalidades de relación social con otros grupos. La larga tradición de barrios que relacionaban las diversas castas sociales, y luego las clases en formación es detectable desde principios del Virreinato. Forma parte de nuestra tradición, como se ha descrito con acierto en lúcidos ensayos y en la literatura nacional. Los barrios dieron fisonomía humana a nuestras ciudades, hasta que estas empezaron a alcanzar los niveles de la megalópolis, con su cortejo de inseguridad, desorden y anomia social. La caótica migración de los serranos hacia los espacios costeños y selváticos en busca de mejores condiciones de vida fue asumida como agresión, y su efecto fue que los barrios se replegaron sobre sí mismos, y tendieron a aislarse, formando progresivamente una suerte de “bunkers” y luego “ghettos”. Aunque la demarcación distrital nacional, con criterio adecuado, tendía a reunir grupos sociales diferentes, a fin de asegurar una suerte de reparto equitativo de las cargas impositivas, las invasiones silenciosas realizadas por las empresas constructoras de urbanizaciones privadas descuartizó este esquema en trozos más o menos aislados presididos por la lógica del ghetto y el aislamiento. Se trató, sin duda de manera más o menos inconsciente, de dividir las ciudades en zonas urbanas y periféricas, para tratar de contener el llamado “desborde popular” producto de la migración, que respondía también con invasiones más bullangueras. La ausencia de políticas de integración social permitió dejar estar esta situación como tantas otras, y “ser sorprendidos” por algo que se gestó durante casi un siglo.

Segregación de facto

Esta segregación de facto produce un hecho concreto y fácilmente observable: Fronteras psicológicas que marcan a fuego la identidad desde el principio mismo. Las playas del Sur están más “cerca” para ciertas personas que Pamplona o Villa El Salvador, asumidos como una suerte de “pasajes” hacia las playas, por donde los automóviles circulan raudos, sin detenerse y sin mirar. Sin contar con la creciente y supuestamente prohibida privatización de playas. Los niños y niñas crecen en espacios geográfico-psicológicos cerrados, y su identificación con la sociedad es parcial. Su lealtad y su identidad estarán no con la totalidad de la variopinta sociedad que conformamos sino con una parte. Carreteras y muros separan físicamente los sectores sociales. Inconsciencia, estereotipos y prejuicios los separan psicológicamente. La peculiar combinación casta – clase (“piel” y “plata”) en nuestro país muestra su más abominable faceta, la de la segregación hipócrita, la de la negación de la identidad e incluso de la existencia del Otro. Y cuando se trata de poner las cartas sobre la mesa, los prejuicios largamente instalados asoman su inmunda cabeza.

Que no se piense que esto de los prejuicios es una prerrogativa de ciertos grupos sociales. El desconocimiento y la negación del Otro siempre llevan a demonizarlo, en especial cuando hay relaciones de explotación y sentimientos de miedo que separan unos de otros. El costeño piensa del serrano que es sucio, invasor, hipócrita. El serrano piensa del costeño que es ocioso, explotador, que habla mucho y poco hace. (Golte y Adams).

La política del Ñoqai´ku

A los niños y niñas que se incorporan a la sociedad se les enseña desde pequeños a “no ver”, a tomar como no existente aquello que “no somos” y que “no nos pertenece”. Y en el inconsciente grabamos bien grabados los prejuicios que afloran. Rompemos el esquema que los fundadores ideológicos de la República del Perú tenían en mente al establecer como el primer lema de la República el de Firme y Feliz por la Unión. En la práctica lo único que nos queda de eso es el Jirón de la Unión que empalmaba, nada casualmente, con el Paseo de la República. Pero los sucesores de los Fundadores tenían en mente un “nosotros" nacional diferente. En quechua existen dos términos que quizá puedan ayudar a entender esto. Ñoqanchis y Ñoqai´ku que significan ambos “Nosotros”, pero con dos connotaciones diferentes, según el que habla. Si yo digo “ñoqanchis” el "nosotros" te incluyo a ti que me escuchas. Pero si yo digo “ñoqai´ku” te excluyo, te opongo a mí y a los míos, te saco de mi grupo. Podríamos decir que los grupos sociales en nuestro país progresivamente han ido adoptando la política del Ñoqai´ku, del hablar de nosotros mismos sin el Otro. Y una sociedad así dividida tiene que tener en su agenda el resolver sus contradicciones y unirse para poder enfrentar los retos que impone el futuro.

El tema tiene poco de teórico. Sus consecuencias son tan evidentes como un puñetazo en la quijada. La segregación entre castas – clases es notabilísima en el tema de los empleos y los ingresos, del cuidado de la salud, de la seguridad ciudadana, de la relación entre transporte público y privado, y más aún en el espacio pre-escolar y escolar; con rarísimas excepciones; y solo por citar lo más evidente. La República democrática del Perú establece sus límites sociales empleando como medio fundamental el dinero, sin apenas mecanismos que eviten el roce entre las castas-clases, solamente el aislamiento y la alimentación del prejuicio. Si tienes plata, todo te irá bien, tendrás acceso a los servicios, porque estarás pagando por ellos. Si no tienes plata, ya fuiste, porque entonces irás a malatenderte a los puestos de Salud del Minsa, si es que los hay; te sentarás en tu ladrillito a escuchar a un desganado profesor mal pagado; tomarás una combi asesina para movilizarte; serás objeto privilegiado de asalto, más aún si eres niño, mujer, quechuahablante.

Patéticos medios de incomunicación

El esfuerzo de los medios de comunicación por ocultar la realidad adquiere en ocasiones un patetismo grotesco. Se oculta mejor un árbol en el bosque. Se muestra nuestra sociedad como conformada en sus sectores más bajos por delincuentes: ladrones, violadores y asesinos, según las noticias propaladas por los canales de señal abierta. Nuestros niños crecen con imágenes estereotipadas de “los de abajo” como dinamitadores anómicos del “orden social”. Se fomentan los estereotipos y los prejuicios. Los mal llamados cómicos parodian a negros delincuentes e indios brutos. La sociedad pareciera al borde del colapso social no por obra de las bandas organizadas del narcotráfico o de la delincuencia “de blanco”, sino por la presencia de rateros o asesinos que según parece demostrar la prensa, pululan por las calles sin control. Se fomentan desde el poder mensajes contradictorios y efectistas destinados a oscurecer, no a iluminar, y se proclaman con una mezcla curiosa de solemnidad y escándalo soluciones simplistas a los problemas: La pena de muerte a los violadores, por ejemplo. Y a la vez se dice con todo desparpajo que ”la plata llega sola”. ¿Serán así realmente las personas? En otras latitudes se castiga frontalmente la apología del prejuicio y la incitación al delito, pongamos por caso, y ello no parece afectar demasiado eso de la libertad de prensa. ¿Por qué aquí se hace apología del racismo tan impunemente? ¿Por qué nuestras autoridades apologizan la corrupción? ¿Cuánto hay?

Aprendizaje de valores sociales relevantes

Terminemos de una vez con el cuento ese de que la escuela enseña. La escuela enseña poco y mal, y es a través del hogar, el entorno barrial y los medios de comunicación por donde se transmiten los contenidos socialmente relevantes, los que cuentan para formar identidad. La educación en valores existe, no cabe duda, pero se limita a un solo y único valor supremo que opaca a todos los demás: La posesión de medios de pago, vulgo “plata”. Total, es lo único que realmente te cambia las cosas. El consumo desaforado, el ocio como objetivo y estilo de vida, la inconsciente farra eterna, el paraíso artificial del consumo son valores secundarios y subordinados. ¿Nos extrañará entonces que haya hijos e hijas que asesinan a sus padres por el dinero o por la posibilidad de salir a la calle hasta altas horas de la noche? ¿Nos extrañará esa suerte de desesperación existencial que conduce a la emigración o a la delincuencia a nuestros jóvenes, en especial a los que NI estudian NI trabajan?

Nos guste o no, estos son los Valores que nuestra sociedad nos mete por los ojos con reflectores. Las palabras valen poco cuando los hechos no las corroboran. El proceso social de la identidad queda marcado por algo, si cabe, peor que la división social, por la apercepción de la realidad, o por la percepción falaz y sesgada. Como profesor secundario la he observado en acción en el proceso de la adolescencia. Junto con la aparición de las hormonas aparecen también los primeros indicios de la pérdida de la fe en el discurso social. Parece preferible irse a cualquier otra parte, pero estás aquí, y en clase te vuelves indisciplinado y odioso, porque eso es lo que están haciendo contigo. Es una rebelión ciega, sin dirección, carente de elementos de autocomprensión, anárquismo quintaesenciado. En los chicos más inteligentes da lugar a una suerte de fatalismo. Otros preguntan por qué los trajimos al mundo. Los adolescentes más inteligentes no son felices, no se sienten realizados, más bien se sienten agredidos y estafados. Y las alternativas que les damos no suenan demasiado afectuosas. Años de esfuerzo académico ingente para obtener pocos empleos y mal pagados. Cualquier persona con medio dedo de frente se percata que el valor supremo no es el trabajo, es la plata, pues que con plata todo se te disculpará. Y entonces se busca la manera de obtenerla, pues siendo el valor supremo la plata, para el resto el fin justifica los medios.

Formar Valores Sociales

Esto no es funcional cuando tenemos que mantener andando una sociedad. La sociedad no se organiza únicamente en torno a la posesión de dinero. Es indudable la importancia del ganarse la vida, pero no de cualquier manera. Y socialmente hablando no puede ser el valor supremo la posesión de medios de consumo para un juez, un policía, un médico, un maestro, un artesano, un urbanista, un político, un servidor público, un militar, un científico, un ambientalista, un agricultor, un artista, un arqueólogo, un gastrónomo, un ingeniero. Y menos aún para un ciudadano. Un sistema político y social debiera estar formando valores sociales todo el tiempo. Es la garantía de su supervivencia. Al no hacerlo tenemos militares que espían para el enemigo, políticos corruptos y ladrones, jueces injustos, maestros descuidados. Todos en esa correteadera general en busca de la plata, pues que ésta es el valor supremo, y nada la supera. Poderoso caballero es Don Dinero.

¿Felicidad = Plata?

Y no es que no sea absolutamente esencial sobrevivir, vivir bien, realizarse, alcanzar la felicidad. Contraponer ambas cosas sería irreal y muestra de un pensamiento dicotómico que, por desgracia, parece presidir la lógica social. Pero cabe preguntarse si es para esto para lo que educamos a nuestros hijos. O si tomamos el rábano por las hojas, confundimos la velocidad con el tocino y hacemos nosotros mismos la ecuación de felicidad = plata. Me viene a las mientes la situación de un padre de familia cercano a mi entorno y de la que fui circunstancialmente testigo. Este caballero no es para nada una mala persona, más bien califica como padre amoroso y responsable y buen ciudadano. Y eso ya es decir en nuestra sociedad. Pero su hija, joven de 12 años, de tacos y brassiere - su desarrollo físico hace rato que dejó atrás el emocional - manifiesta directamente en una reunión familiar una actitud marcada de desprecio hacia los cholos y los pobres, que además pone en el mismo saco. La familia reunida mira al padre de la criatura. El atribulado señor, profesional capaz y empresario luchador y exitoso, sabe que algo debe decir, que algo tiene que responder, que hay que detener esa actitud, porque sabe que está mal, que es disfuncional. En cualquier caso, algo le repugna en esa actitud. Y encima, la concurrencia le observa. Abre la boca para decir algo. Y en ese momento se percata horriblemente que no tiene discurso, no tiene nada qué decir. Y balbucea ante los ojos de su hija. Ahogado él mismo entre las contradicciones en las que jamás ha pensado, carente de certezas propias y de herramientas intelectuales, se ubica en su verdadera realidad y retorna a la infancia cognitiva, y balbucea. Al final lo único que puede decir es lo único que realmente ha aprendido: Que eso está mal. Y lo único que tiene para respaldar tal aserto es la imposición autoritaria de su condición paterna. La hija semiadolescente se muere de risa.

Aprender a Hablar

El lenguaje que empleamos es el lenguaje que tenemos. Si balbuceamos, o si mantenemos silencio, es porque carecemos del lenguaje para expresar lo que sentimos o pensamos. Es lo que en otra parte de este artículo llamé las certezas y las herramientas, que siempre se expresan a través del lenguaje. Si carecemos de lenguaje lógico o afectivo es porque no lo hemos desarrollado. Si no podemos expresarnos sobre algo, no hemos aprendido nada sobre ese algo.

Quizá ahora entendamos algo mejor algunos de los contenidos que bienintencionados y a veces muy capaces especialistas incluyen en las currículas escolares, y el por qué están tan atiborradas de contenidos. Se trataría de la desesperada actitud de los pocos espíritus lúcidos que ven el huayco venirse y tratan de hacer algo al respecto. Nuestras currículas es seguro que califican entre las más completas del mundo. Queremos que nuestros alumnos sean matemáticos, historiadores, filósofos, ciudadanos, artistas, geógrafos, generosos, músicos, valientes, eruditos, traductores, solidarios, lingüistas, atletas, filólogos, astutos, comunicadores, militares, psicólogos, disciplinados, corteses, chefs, oradores, cibernéticos, científicos, diseñadores, economistas, etc., etc., etc. Todistas y a la vez especialistas. Lúcidos y a la vez aguantados. Qué distante de los medios de los que disponemos. Qué frustrante no poder lograrlo sino con un porcentaje ínfimo de la población. Qué poco práctico. Qué contradictorio en sus términos con lo que la sociedad plantea o con las necesidades reales. Quizá es hora de replantearnos para qué educamos a nuestros hijos, para poder así saber en qué los educamos.

Solucionática

Siempre hay quienes me piden soluciones a los problemas que planteo. En otras ocasiones he señalado que es papel de las autoridades dar soluciones, que para eso se les ha puesto allí. Cada vez que las autoridades exigen de los atribulados y problematizados ciudadanos que den soluciones a los problemas que padecen, con ese tonito de autoridad ofendida, tengo la sensación de que en realidad ellos no sienten que estén ahí para resolver problemas. No, que va. Ni el Sapa Inca ni el Virrey resuelven problemas – aunque los Sapa Incas y los Virreyes de nuestra historia con sentido de estadistas, sí lo hacían – sino que su agenda es otra. Y las elecciones y el cargo obtenido dizque democráticamente un pretexto para poder desplegar las plumas.

Recuerdo que una vez estuve escribiendo un libro por encargo. Un tomo de este libro empezaba con la palabra “Solucionática”. El neologismo es biensonante, y vale la pena recordar su origen, que en apariencia se remonta a un jugador brasileño de fútbol, conocido tanto por hacer goles en todos los partidos, como por la manera tan fea en la que jugaba., y ya sabemos que en Brasil el “jogo bonito” es parte de su personalidad nacional. Y cuando se le entrevistaba a dicho jugador, cuyo apodo era el de Dadá Maravilha (“Papá Maravilla”) y se le enrostraba la manera poco elegante de jugar fútbol, él señalaba muy suelto de huesos que no se trataba de hacer goles bonitos, sino que lo feo era no hacer los goles. En otra ocasión sesudos periodistas analizaban la “problemática” del fútbol, y Dadá Maravilha intervino señalando con desparpajo, mientras se golpeaba la pierna: Ya basta de problemática, yo aquí tengo la solucionática

Y por eso esto de plantear soluciones siempre me deja un regusto amargo. Es obvio que asumir la responsabilidad de plantear soluciones sin poseer la autoridad de aplicarlas es frustrante. Y a veces pienso que de eso se trata, de redirigir las energías de los ciudadanos de reclamar por respuestas que las autoridades – que nosotros pusimos ahí, recordemos – debieran proporcionar, a pensarlas nosotros mismos. Y a la hora de aplicar y presentar, verlas como son simplemente rechazadas de plano, encarpetadas, empleadas para sostener la pata cojeante de la mesa. Y sus autores quedan con un palmo de narices, con su tiempo perdido y sus energías malgastadas. Entonces para qué queríamos a las autoridades en primer lugar. Así que no pisaré el consabido palito sino de manera procedimental, es decir, no me centraré en el planteo de ideas que nadie va a implementar, sino en establecer ciertos parámetros de sentido común.

Sentido Común

Como Dadá Maravilha, pienso que no se trata tanto de jugar para la tribuna cuanto de hacer goles. Para hacer goles hay que estar en la cancha, que con eso te ganas el derecho de meter la cuchara en esto de las soluciones. Decidir para qué educamos implica primero meter en la cancha a todos los jugadores. Si dejas fuera a los jugadores estás en el papel de los que le quitan el timón al piloto en el momento de la emergencia aérea. Y los jugadores somos todos. Toda la sociedad tiene algo que decir acerca de la Educación, y no existen mecanismos para ello. Maestros, padres de familia, instituciones sociales, ciudadanos de a pie, todos tienen algo que ver. Esto es como el huayco que a todos aplasta sin hacer diferencias. Deberíamos empezar por crear mecanismos para sentar en la misma mesa a todos los actores sociales, y ponernos de acuerdo acerca de qué queremos. Tener una visión de sociedad, ya que no una predicción de futuro. Y contar con las percepciones ciudadanas y no solo con la visión de los especialistas. Entiendo que este hecho de por sí es peligroso, y será evitado por todos los medios, y si es permitido se relativizará lo más posible, y si no es posible relativizarlo se acallará. Pero que hay que hacerlo hay que hacerlo, como dijo el chico que puso el dedo para evitar que el famoso dique holandés no se viniera abajo. Y exigir acuerdos vinculantes, y los dientes para morder cuando no se cumplan. El que tenga Oídos, que Oiga. Y punto.


lunes, 24 de enero de 2011

PARA QUE SIRVE LA EDUCACION (II)

PARA QUE SIRVE LA EDUCACIÓN (II)

Tras el ligero, incompleto y seguramente sesgado recorrido sobre las diversas etapas de la educación que he hecho en la primera parte de este artículo, vuelvo al tema de fondo. Me han dicho que la primera parte arrancaba bien pero que la bilis me iba ganando conforme iba escribiendo. Debo decir que se hace lo que se puede. Veremos qué pasa ahora. Si la bilis nos hace la vida un poco más complicada, tal vez podré recabar ciertas disculpas …

Y cómo decíamos ayer …

¿Para qué sirve educarse? Parece que, en un sentido amplio, la supervivencia es un objetivo esencial de la Educación en la medida de que se necesita permanecer vivo para poder hacer cosas. Quizá valga la pena pensar qué significa eso de supervivencia.

Cualquier vida razonablemente vivida implica una serie de aspectos, algunos de ellos que nos preocupan tanto que procuramos no pensar en ellos nunca, o cuando menos hacerlo lo menos posible, porque suena a medio chiflado ponerse a hablar sobre “el sentido de la vida”. Pero el problema de Para qué Educamos se combina necesariamente con este del sentido de la vida. No parece demasiado relevante penetrar en la profundidad filosófica del asunto, aunque parece que es inevitable asumir ciertos puntos desde allí.

Las realidades de la Vida

Es obvio que “la vida” la tienen también los hongos y las amebas. Pero ellos no se educan, ni lo necesitan para la supervivencia. Les basta con sus capacidades genéticas. Por otra parte, por más que nos reconozcamos como” hermanos de las rocas, los peces y las estrellas”, las duras realidades de nuestra vida resultan ser bastante semejantes a las de los hongos y las amebas. Es decir, personas, amebas y hongos nacen, crecen, intercambian energía con el entorno, se reproducen, y, "al final”, entregan la maleta y salen de casa con los pies por delante y en traje serio. Puede que haya algo después de la muerte, puede que no, pero por ahora nos interesa la perspectiva que podamos conocer, y no sabemos en realidad si hay algo después o no. Es en el terreno de la fe donde esto contará o no con alguna certidumbre. No educamos ni nos educamos para la vida futura, sino para la supervivencia en este barrio. Indudablemente, no es una cuestión baladí, pero no es materia de este artículo.

Imagino que para los seres humanos del paleolítico inicial las realidades de la vida empezaron a vivirse de manera más consciente, y se asumieron como hechos que se vivían dentro de estructuras que después alcanzaron gran desarrollo, las sociedades. En éstas es que aparece la cultura, y el ser humano termina ubicado en estructuras sociales cada vez más complejas dentro de las que desarrolla su existencia, de modo que la “vida” es, básicamente, la manera cómo nos desenvolvemos y los roles que asumimos al interior de dichas estructuras sociales. La supervivencia se hace humana, porque ya no se trata solamente de comer, sino de comer “en sociedad”, mostrar tu "clase" en lo que comes y en cómo comes, hacer gastronomía y modales; ni sólo de reproducirse sino de casarse y formar una familia, o a veces al revés; ni sólo de intercambiar energía con el entorno sino de trabajar para ganarse la vida. El nacimiento y la muerte dejan de ser puramente naturales, pues se nace en una estructura social, y se muere uno en una estructura social, a veces la misma. En todo caso, todo esto es así en la medida que como humanos nos podemos asumir, tal vez con justicia, como diferentes de los chimpancés y demás animales.

Cross-Over

En este contexto, la “vida” ocurrirá en un período en el tiempo, que percibimos agudamente como un presente formado de hechos sucesivos. Se nace un determinado día de un determinado año, se vive un plazo dentro de ciertas coordenadas de espacio y tiempo en este universo, básicamente limitados a este planeta, y luego se hace mutis. Vulgo, se muere uno. La pertenencia a la sociedad implica un conjunto de deberes sociales y de posibilidades que se desenvuelven a lo largo de este período vital, y que supuestamente conducen a ciertos logros que propenden a una mejora de las condiciones en que realizamos nuestra estadía en el presente universo. Una manera larga y farragosa de decir que tratamos de “vivir bien”. Toda esta reflexión parecería más o menos inútil, ya que constata cosas que damos por evidentes (aunque pienso en el humor inteligente de Monty Python, Les Luthiers y otros al respecto), si no fuera porque existe algo que nos ha dado qué pensar en estos últimos tiempos, y ello es la posibilidad concreta de la extinción de la especie humana. Hacia el año 2070, comentan ciertos expertos, se dará el “cross-over”, es decir, el cruce de diversas situaciones límite que la presencia de las sociedades humanas ha producido en el equilibrio de nuestro planeta. La posibilidad de la extinción de las sociedades actuales, e incluso de la especie, agrede frontalmente una convicción que tenemos, tan obvia que jamás la asumimos como tal, que suponemos que nos perpetuaremos indefinidamente en nuestros descendientes, y que éstos “vivirán” en una sociedad humana. Por lo menos ese parece ser el modo en que verbalizamos algo que por lo general no pensamos y que justifica nuestras acciones con nuestros descendientes. Por otra parte, nuestra particular percepción del tiempo como presente hace que tal futuro no nos quite demasiado el sueño.

Susto

El colectivo humano parece cada vez más “asustado” al respecto. Las mentes más brillantes con las que cuenta la especie discuten el calentamiento global, la crisis energética, la explosión demográfica, la contaminación, la posibilidad de intercambios nucleares, los alimentos transgénicos, y otros problemas derivados de nuestro exponencial crecimiento demográfico y nuestra creciente intervención, para mal, en los delicados equilibrios de nuestro entorno. Las previsiones no son nada optimistas. Esto se refleja en los medios de comunicación y en las industrias culturales. Se publican libros, se producen películas y se diseñan titulares que predicen el Fin del Mundo para la semana, mes, año o década que viene. Al margen de un posible complot para la creación de un cierto “Gran Miedo”, o del aprovechamiento comercial de los temores profundos de la humanidad, lo cierto es que estamos viviendo en apariencia una época de “temores difusos” bastante difundidos. Quizá, como decía Borges, todos los tiempos son el Fin de los Tiempos; o, como señalaba un chusco por allí, el Mundo ya se acabó, pero como estamos tan ocupados, no nos hemos percatado … . En cualquier caso, el “espíritu de la época” (zeitgeist) que quería Hegel parece estar básicamente signado en nuestros días por el miedo y la aprensión frente al futuro.

Educarnos para Enfrentar el Miedo

Para no perdernos en generalidades, recuperemos el tema. ¿Nos educamos y educamos para enfrentar estas difíciles circunstancias que se avecinan? Enfrentar los miedos es algo necesario para poder superarlos. Eso se empieza a hacer a través de la formación de una identidad sólida, y luego adquiriendo certezas y herramientas conceptuales para enfrentar los miedos mismos, identificar los problemas reales que enfrentamos, sus complejas realidades, analizarlos, comprenderlos, evaluarlos y definir decisiones para resolver los problemas con las mejores armas de que podamos disponer, y en la medida que podamos. Esto es válido para todas las sociedades. E implica una visión de largo plazo que el sistema educativo puede implementar, pues trabaja sobre la base de largos plazos. Decía Franklin D. Roosevelt, en épocas de extraordinaria dificultad, que a lo único que hay que tenerle miedo es al miedo mismo. Y en consecuencia pregunto: ¿Qué hace el sistema educativo para superar el miedo mismo? ¿Qué identidad fomenta? ¿Con qué certezas nos equipa? ¿Con qué herramientas nos pertrecha para conocer y enfrentar la realidad de la supervivencia? De repente lo único que estamos haciendo es trasladar el miedo de una a otra generación.

Se ha planteado que la Educación no necesita más reformas, que lo que se necesita urgentemente son revoluciones educativas orientadas al cambio fundamental de un modelo industrial a un modelo orgánico, más adecuado y propio a las condiciones y la esencia de la vida humana. El concepto de progreso industrial y científico está en un colapso económico y cultural, y se observa un cierto retorno a las falaces tranquilidades que proporcionan ciertas ortodoxias antiguas y nuevas, y una suerte de pensamiento mágico que se generaliza en las sociedades. Hay un doble peligro en todo ello.

Desconfianzas Saludables

Por una parte, no podemos confiar ciega y mágicamente en el desarrollo científico y tecnológico, como se ve claramente en el caso de los transgénicos, los que inteligentemente el Ministro del Ambiente considera que colisionan con el modelo agroexportador peruano, que se está centrando en la producción que aprovecha el hecho de ser un centro Vavilov de biodiversidad. Y en esto hay oposición por parte de ciertos intereses económicos y otras instancias de gobierno que llevados de una lógica estrictamente de corto plazo, pretenden introducir productos transgénicos, con consecuencias imprevisibles para el medio ambiente y la estabilidad económica.

Por otra parte, no podemos confiar ciegamente en puntos de vista ortodoxos que, como en el caso de algunas iglesias más o menos mayoritarias, defienden entre otras sandeces el crecimiento demográfico al prohibir a sus fieles el empleo de anticonceptivos, o chocan contra las libertades civiles de las personas. Y en esto hay apoyo por parte de ciertos sectores sociales y políticos centrados en el interés de poseer una masa de maniobra grande, subempleada e iliterata que se pueda manipular política y económicamente.

Educarnos para la Desconfianza

¿Nos educamos y educamos en el conocimiento político y económico de estos procesos, de manera que el ejercicio de nuestra libertad sea responsable? ¿Educamos y nos educamos en ciencia y tecnología para poder juzgar y decidir sobre los muchos temas ciudadanos que las implican? ¿Nos educamos y educamos en la identificación, descripción, análisis, comprensión, evaluación y toma de decisiones de cara a los problemas que nuestras sociedades afrontarán y en muchos casos ya afrontan? Y si no lo hacemos, ¿qué deberíamos hacer al respecto?

Linealidad y Puntos Críticos

El educador británico Ken Robinson plantea un hecho educativo interesante: La “linealidad”. Tendemos a considerar los procesos educativos – y muchos más – como “lineales”, al modo de cadenas de producción heredadas de las revoluciones industriales. Dado que los sistemas educativos provienen de las revoluciones industriales, se estructuraron del mismo modo para proporcionar trabajadores a las líneas de producción, presionando en las estructuras psicológicas de los niños y jóvenes para adaptarlos al sistema de producción “lineal”. Es un hecho que la situación en este siglo XXI ha cambiado. La especialización de las labores propia de la línea de producción ha cambiado en profundidad las relaciones sociales y ha desnudado la poca sostenibilidad del modelo “lineal”. De hecho, en la constante búsqueda de la eficiencia y la eficacia, los sistemas administrativos de avanzada incorporan cada vez más conceptos muy alejados de la linealidad. Se “retorna” a paradigmas globales y sistémicos. Se habla de lógicas difusas y paraconsistentes, de economía de crecimiento cero, entre otras muchas cosas. Claro está, hay una inercia arrastrada desde hace 200 y pico de años que amenaza con una detención cuando se alcance algún punto crítico. Como en la vida humana, que se detiene no cuando más del 50 % de los sistemas orgánicos falla, sino cuando se produce un fallo crítico en un 5 o 6 % – como un ataque al corazón o una crisis diabética – y se muere uno dejando la mayor parte del cuerpo sano e intacto pero bien muerto; así también la estructura de la sociedad humana, que es orgánica, en la medida que la conforman seres humanos, está llegando claramente a puntos críticos.

Opciones

¿Qué debe hacer la Educación entonces? ¿Para qué educamos? Mi hija enfrentará estos temas de una u otra manera. Quizá se adaptará a la realidad adoptando un punto de vista derivado del pensamiento mágico que la alejará de la realidad y le dará la ilusión de la inconsciencia y la “felicidad”, aunque sea por un tiempo. O tal vez contribuirá eficazmente desde su espacio y su tiempo a la resolución de los problemas nacionales y globales, labor en la que podría encontrarse su realización personal y algún sentido a la existencia. En un contexto futuro del que tan poco sabemos, y que incluso podría resultar completamente diferente a nuestras “predicciones”, cuál puede ser el sentido de una vida que la Educación tendría que tomar como un paradigma para saber qué va a contribuir a formar.

Felicidad y Sentido de la Vida

Porque un tema que estamos pasando por alto considera que “la felicidad” es importante para las personas, y que se la considera un objetivo vital al que se puede y se debe dedicar todos los esfuerzos. Hay la creencia generalizada que el “sentido de la vida” es ser “feliz”, o alcanzar la “felicidad”. Me detengo un poco aquí. La Felicidad, jaja, como quería una canción de moda y el título de un libro de cuentos de Bryce Echenique. ¿Es el “sentido de la vida” el encontrar “la felicidad”?. Esta es otra de esas reflexiones que no hacemos porque la damos por sentada. ¿En qué diablos consiste eso de ser “feliz”? No lo sabemos, no lo hemos pensado, pero aspiramos a que nuestros hijos lo sean, y a veces consideramos con amargura que la infancia puede ser “el único momento feliz” de nuestras vidas. Hace no tanto tiempo, cuando la expectativa de vida de los seres humanos era de más o menos 30 años, estoy seguro que el período de “felicidad” era la infancia. Pero la humanidad se metió en el chiste de la civilización y el progreso, y la expectativa de vida aumentó, y la infancia ha pasado a ser algo así como una suerte de paraíso perdido que añoramos. El hecho es que nuestros hijos, según tablas actuariales, vivirán tanto o más que nosotros. Puede preverse que una “Educación para la felicidad” puede ser importante. Si es que es real eso que decimos de que nos interesa la felicidad de nuestros hijos.

Realizarse

Algunos asimilan la “felicidad” con la “realización”. No he encontrado mejor definición que ese magnífico chiste de Les Luthiers acerca de que realizarse es trascenderse en el más allá de los hechos hasta alcanzar cierto tipo de equilibrio. El humor lutheriano pone el dedo en la llaga: ¿Qué es eso de trascenderse en el más allá de los hechos, dicho además en el tono más ridículamente serio imaginable de estereotipo de clase de filosofía? ¿Y qué es eso de cierto tipo de equilibrio? Parece una confesión extraordinariamente sarcástica de nuestro propio desconcierto frente al hecho de algo que no sabemos qué es ni de qué hablamos, pero eso sí, deseamos ardientemente que suceda …. . Sin embargo, es cierto que queremos que nuestros hijos se “realicen”, quizá en el sentido de que esperamos que lleguen a ser aquello que quieren ser y tengan “éxito” en el empeño. O quizá que hagan lo que nosotros, que sabemos ya cómo son las cosas …

Nadie pide venir al mundo, pero todos eligen quedarse

Algunos adolescentes sutiles y astutos hacen la declaración rebelde – parece ser la época para ello – de no haber solicitado venir a este mundo. Con lo que nos cargan a los adultos con la responsabilidad de su venida. Es cierto, por supuesto. Nadie pide venir. Y la pregunta suele estar presidida por la convicción subjetiva del joven adolescente de que la vida es un hecho atroz, y que lo sabemos y que no parece haber gran cosa qué hacer al respecto. Por cierto, también sabemos que la vida es dulce y que no nos queremos ir, por lo que tendemos a demorar el momento de la salida a lo más tarde posible. Y vaya si hacemos cosas para demorar el inevitable momento. Pero eso es un punto de vista adulto que no convence a nuestros jóvenes, cuya rebeldía existencial termina canalizada por el medio ambiente hacia el hedonismo y el consumo que nos haga olvidar que nacimos para morirnos. Quizá sea útil plantear la respuesta que yo les di a mis propios manganzones cuando me clavaron la pregunta. Es cierto, y no hay duda, ellos no pidieron venir, pero tampoco se trata de echar culpas, pues muchacho. Claro que el mundo es atroz, pero cuando nosotros, sus padres, llegamos, ya estaba así. Todo el cuento es qué es lo que nosotros los adultos hemos hecho o estamos haciendo para mejorar las cosas. Y aquí es donde me temo que no podemos mostrar grandes logros, como el padre ese que decía a su hijo que le presentaba una libreta que parecía ensangrentada de puros rojos: “A tu edad Napoleón se sacaba 20 en todo”, y la desenfadada respuesta del vástago: “Y a la tuya, emperador de Francia …

Y por otra parte, es cierto que ninguno de nosotros eligió vivir, pero ello no es más que una enorme paradoja porque antes de vivir no podías elegir nada, y por ello nadie escoge o no escoge, porque no puede escoger o no escoger, porque no hay una entidad que pueda elegir. El estar vivo no se “elige”, es un hecho dado en el devenir del universo. Y en eso somos iguales a las plantas y los animales. El estar aquí es una parte de lo que implica el existir en el mundo en sentido general, no es parte de nuestra humanidad. Y si lo creemos es puro antropocentrismo de creer que somos el centro del universo. Y la cara de mis hijos cuando les decía estas cosas oscilaba entre el desconcierto y el “no te entiendo ni papa, papá …”. Pero yo seguí sin misericordia señalando que lo humano, como Albert Camus implicaba, no es elegir venir sino elegir permanecer. Y resulta que, siempre siguiendo a Camus, el suicidio es verdaderamente el único problema filosófico realmente importante. Porque nadie elige venir, pero cada día que no nos suicidamos, elegimos quedarnos acá. Pero eso mejor no se lo digamos a nuestros hijos … . Y además, estoy seguro que se puede decir mucho más al respecto.

Estar contento

Y es que esto de la felicidad no es “estar contento”. Estar contento ocurre si hacemos algo que nos guste particularmente. Un adicto a las drogas, un asesino en serie o un borracho consuetudinario serían, entonces, felices. Tampoco la felicidad es alcanzar la satisfacción de las necesidades, como según parece tendemos a pensar. La famosa historia de la camisa del hombre feliz nos muestra que el problema de las necesidades, como saben los teóricos de la economía, es que son infinitas, y se suceden unas a otras. Y sin embargo, como decía Woody Allen, el dinero no hace la felicidad, pero qué bien la imita … pero la posesión de dinero y el consumo desaforado y hedonista que parece ser el modelo social predominante no nos proporciona felicidad sino inconsciencia. Y en la actualidad el modelo es que la inconsciencia de la farra es sinónimo de felicidad. Pero es fácil constatar que se sufre en todas las clases sociales, en todos los colores y diseños que la humanidad presenta.

Condiciones de la Felicidad

El decir que somos “felices” tendría que resolver dos problemas, al menos. Uno es el problema de mi identidad en medio de una sociedad y de un mundo, porque no vivimos solos y mucho de lo que nos hace felices corresponde a intercambios sociales. Y el otro es el de la consciencia individual del yo en el mundo, porque no estoy seguro que una persona que no sabe que está allí podrá experimentar la felicidad. O. de hecho, cualquier cosa.

Esta segunda parte del artículo me sale larga otra vez. Me temo que una tercera parte será inevitable. También Viene: ¿Es el objetivo de la educación ser felices o lograr el éxito económico? ¿Qué tiene que ver acá la Educación en Valores? ¿Será posible revertir el cross-over, por lo menos antes de las elecciones peruanas? ¿Qué podrá contar más en la Educación: Lectura, Valores, Ciencias, Matemáticas, Música, Artes, Humanidades, Educación Física?

Todo esto, en la continuación, si todo sale bien.


viernes, 21 de enero de 2011

PARA QUÉ SIRVE LA EDUCACIÓN (I)

PARA QUE SIRVE LA EDUCACIÓN (I)



En estos días diversos eventos – del que el más triste es la partida del Maestro Luis Jaime Cisneros – se han combinado para perder de vista los grandes procesos y perdernos en el día a día. Las elecciones, su parafernalia y su folklore – que los medios privilegian dentro de su lógica de publirreportaje – deberían llevarnos a hacernos grandes preguntas sobre grandes temas. Por otra parte ¿qué hubiera querido el Maestro Cisneros como epitafio para su tumba, sino una reflexión sólida sobre un asunto real y trascendente? ¿Existe algo más trascendente que el futuro?


PREGUNTA EXISTENCIAL

¿Para qué sirve la educación? Para un maestro esta es casi una pregunta existencial. Para una sociedad con perspectiva de futuro y que está por decidir quién administrará el Estado durante cinco años, la respuesta a esta pregunta es esencial. Pero las voces sociales que todos escuchan no se hacen estas preguntas. Los lugares donde se reflexiona están curiosamente acallados, que no callados. Basta con hacer una investigación a profundidad para que ésta sea ignorada por los administradores de la educación y por los medios de comunicación. El día a día vertiginoso nos traga. Las voces de nuestros educadores y nuestros intelectuales no son escuchadas fuera de los cenáculos académicos, cada vez menos frecuentados. La conspiración del silencio, tal vez. El bloqueo informativo, tal vez, que prefiere relatar las hazañas de una banda de asaltantes o mostrar las calatas carnes de la bataclana de moda, a tratar un problema que afecta no solamente a toda la ciudadanía, sino a nuestros hijos y nietos.

Mi hija entra al colegio este año. Si todo va bien y no hay demasiados cambios, saldría de él en el año 2022. Terminaría su universidad más o menos en el 2027, si es que es eso por lo que se decide. Haría su vida laboral, según tablas actuariales y esquemas de jubilación, aproximadamente hasta el año 2062 a 2065. Por supuesto para entonces yo estaré larga y confortablemente muerto. Pero me preocupa saber para qué sirve la educación que mi hija, y todos los niños, niñas, adolescentes y jóvenes del Perú, recibirán o, tal vez, padecerán.

EL FUTURO

¿Cómo será el Perú en el 2065? Esto es algo que tiene su importancia. Se supone, se dice, se cree, que la Educación prepara para el “futuro”. El “futuro”, así, sin más. Para poder saber qué hacer en Educación tendríamos que tener algún tipo de idea básica de cómo será ese futuro. Como sociedad carecemos de horizontes temporales definidos, dado que nos come la necesidad inmediata de la supervivencia, salvo a determinados sectores, muy limitados, de la población. La vida es cada vez más “rápida”. Los tiempos psicológicos se han acortado a resultas de las revoluciones en cuya cresta estamos. El espacio psicológico, por otra parte, se ha agrandado. La sociedad peruana abarca también a los migrantes y a los “extranjeros”. >Las redes sociales y la Internet nos colocan súbitamente en medio de un mundo cualitativamente más amplio. Podemos estar anclados físicamente en un lugar, pero virtualmente podemos estar, y estamos, en varios sitios a la vez.

¿Qué estructura puede tener ese futuro, digamos en los próximos diez años, para el que supuestamente estamos preparando a nuestros hijos? Los especialistas globales se encogen de hombros en importantes eventos internacionales en donde unos y otros se miran, para llegar a la misma conclusión, expresada básicamente en cuatro palabras: Y YO, QUÉ SÉ”. Y si ellos no saben qué va a pasar ni cómo va a ser el futuro en diez años, ¿qué podremos nosotros, la gente de a pie, decir de los próximos veinte o cincuenta años?

EDUCAR PARA LA "VIDA"

La gente es, en general, pragmática. Con un blindado sentido común se limita a ciertas ideas-fuerza básicas en esto de criar y preparar hijos “para la vida”. Hay cosas que no cambian, y razonamientos elementales. Ganarse la vida es un lugar común en cualquier sociedad. Se apuesta, con absoluta consistencia, a que ello seguirá ocurriendo. Hay cada vez más gente, sea por vía vegetativa o por migración, y cada vez más competencia, y eso significa que hay que posicionar cada vez mejor a nuestros hijos. La educación es, pues, algo que nos debería servir para trabajar y ganarnos la vida en el futuro. A su vez necesitamos alcanzar niveles de competitividad cada vez más altos, y ello significa mayor cantidad de años de escolaridad en los diferentes niveles, simplemente para poder conservar lo que se obtenga. “Ascender”, mejorar el nivel de vida, implicará por ende cada vez más cantidad y calidad de esfuerzo, tanto por parte de los padres como por parte de los hijos. Si antes necesitabas el título para asegurarte una chamba, ahora requieres la maestría, y después el doctorado. La conclusión inevitable es que llegará un momento en que los papeles en realidad no valdrán nada, y habremos regresado al punto de partida. Pero ese momento se ve tan remoto que no pensamos en él. Y de repente está más cerca de lo que creemos.

COSTOS CRECEN, INGRESOS DISMINUYEN

Hay otros aspectos a tomar en cuenta. Nuestra sociedad es compleja y hay cosas que se dicen y cosas que se callan. Que hay que preparar a nuestros hijos para el trabajo y que hay que acumular elementos de competitividad parece ser de sentido común. Ahora el problema de los padres responsables es resolver cómo lograrlo. Aquí es donde empezamos a trastabillar, porque una lógica elemental nos dice también que los costos de la educación tienden a aumentar, como los costos de todo, en un medio ambiente de competencia generalizada como el que existe. Vale decir, hay recursos que deberemos crecientemente distraer de otras necesidades para poder educar a los hijos para el “futuro”, y cualquier individuo con medio centímetro de frente se da cuenta que no puede pasarse por alto este tema. Enviar a los hijos a instituciones educativas adecuadas, donde se les proporciona aquello que se necesita para poder, “en el futuro”, trabajar y competir eficazmente resulta una cuestión de vida o muerte. Y la sostenibilidad del esfuerzo educativo resulta esencial. Y por supuesto, lo único que realmente nosotros deducimos por sentido común sobre el futuro es que los costos aumentarán progresivamente, en tanto que los ingresos permanecerán estacionarios o tenderán a disminuir. Y, por otra parte, en un país donde menos de la quinta parte de la población cuenta con algún tipo de seguridad para la vejez, es obvio que se apuesta a los hijos mejor que a las AFP o al Estado: Sentido común.

De aquí que, en una lógica de Oferta y Demanda, el problema sea realmente grave. Hay contradicciones de base. Para poder elegir correctamente las instituciones en las que nuestros hijos se formarán, nos interesa saber qué ofrecen, porque queremos todo el valor de nuestro dinero, ese que nos cuesta tanto ganar. Y en esto, seamos claros, existe una “carrera de caballos” social en las que unos pocos parten con inmensas ventajas, y la gran mayoría parte con retraso. Un diagnóstico exhaustivo sería bastante largo. Pero centrémonos en algunos puntos de sentido común.

EDUCACIÓN EN DESIGUALDAD

¿Cómo se llega al éxito económico y a la sostenibilidad de éste en la sociedad global, y particularmente en nuestro país? Pues bastante obvio, desde el punto de vista global se trata de contar con las habilidades necesarias para ocupar un nicho ventajoso en el mercado. Y desde el punto de vista del entorno social nacional, como bien sabemos, se trata de posicionarse para lograr ciertas ventajas por fuera del mercado. Es bastante obvio que cada generación “camina junta”, es decir, son el grupo que se acompañará a lo largo de su vida en el contexto de unas determinadas relaciones sociales. En un país como el nuestro, de estructura social estamentaria y retrasada, donde el esfuerzo social se concentra en cambiar lo más tarde posible, y eso solamente si hay mucha presión de abajo para hacerlo, se superponen los requerimientos globales a los de la sociedad criolla que hemos heredado. Vale decir, se emplean las ventajas de la posición social en función del logro planificado de habilidades académicas. Si tienes plata, comerás y te nutrirás bien, poseerás atención médica, tendrás tu aprestamiento en un buen nido de clase A, un buen colegio de clase A, una buena universidad de clase A, profesores particulares – por lo general de clase C/D -, computadora en casa y lap top en el aula, talleres y cursos, oportunidades y viajes. Esto en sí no tiene nada de negativo, si es que vives en una sociedad más o menos democrática, donde las brechas de calidad no son tan abismales, y donde existan oportunidades razonables para la mayoría. En todo caso, hay élites que necesitan formarse. Y comer, atender las enfermedades y tener una educación razonable son considerados derechos de todos.

Pero es el caso que en nuestro país los derechos humanos son puramente teóricos, o, como gustaba señalar nuestro querido Cardenal-Arzobispo, corresponden a inanidades. La salud, la nutrición, y la educación están sesgadas en desigualdades inaceptables. El progreso social en nuestro país no se mide en años, sino en generaciones. Y esto choca frontalmente con nuestras perspectivas, en una época en la que el tiempo cuenta cada vez más, la población crece y los recursos empiezan a escasear, lo que se refleja, una vez más, en los precios. El tiempo medido en generaciones deja de ser funcional. Y las brechas de calidad educativa son tan grandes que el chico que repitió tres años de la secundaria en un colegio de clase A será el dueño de la empresa donde trabajarán veinte que alcanzaron el primer puesto en un colegio público. En una economía en crecimiento esta situación hasta puede darse si se asegura un aumento general de ingresos y si las brechas pueden llenarse a niveles soportables. Pero eso, en nuestro país, donde el chorreo no chorrea, parece ser un sueño. Las estructuras sociales estamentarias y argollescas nos pasan la factura de tal modo, que en realidad las instituciones educativas se sesgan siguiendo las líneas de la desigualdad y el coeficiente GINI, y su principal función pasa de educar a las nuevas generaciones a reproducir las desiguales relaciones entre los grupos sociales, dado que la perspectiva social y económica es la de mantener la desigualdad en vez de reducirla.

EMIGRACIÓN: VÁLVULA DE ESCAPE

Aunque la emigración es una válvula de escape nada desdeñable. Pero ahí una vez más nos encontramos con las brechas de calidad, las dificultades de la emigración, sus costos financieros y emocionales, las dificultades de la adaptación, etcétera. Es una válvula que permite enfriar un poco los problemas sociales, pero a la vez es una bomba de tiempo si no se afronta el problema, dado que los que emigran son por lo general los más audaces, astutos, inteligentes y recursivos, y los que se quedan, por ende, tienden a ser los que no pueden hacerlo por motivos puramente económicos. De hecho la emigración tiene un efecto curioso sobre las relaciones sociales. El caso del expresidente Alejandro Toledo es notable al respecto, pues aprovechó sus oportunidades, salió del Perú, se quemó las pestañas estudiando, conquistó en base a su propio esfuerzo un puesto académico nada desdeñable en una sociedad más abierta, y cuando vuelve a nuestro país se le puede “disculpar” su origen andino, y aún así. Pero para eso tuvo que salir. ¿Qué le habría ocurrido si se hubiera quedado? Es indudable que algo hubiera logrado, porque no le vamos a retrechear sus capacidades y su esfuerzo … ¿pero hubiera sido presidente de la república? ¿Hubiera logrado un estatus académico como el que logró? ¿Quién sería hoy en el Perú Alejandro Toledo si en vez de ser alumno de Stanford lo hubiera sido la Universidad Los Ángeles de Chimbote?

Aquí vale la pena un recuerdo personal. Hace unos años aterricé en un colegio público de adultos en una ciudad de nuestros Andes. Como se trata de ciudadanos no los vamos a tratar igual que a niños, y conversamos sobre la currícula. Había entre ellos muchos jóvenes de entre 18 y 22 años, y solicitaban directamente la inclusión de un curso de Inglés. Recogí la propuesta y pregunté por el motivo. Los muchachos y las chicas se sonreían entre sí, mientras una de ellas, la más rijosa, ensayaba una edulcorada respuesta que aludía a la globalización, la Internet y demás contenidos que ella esperaba me gustaran o me convencieran. Sin embargo, después, en conversaciones informales y, digámoslo claro, en off, todos ellos me manifestaron su intención de emigrar fuera del Perú. Como es obvio, por más malo que sea un curso de inglés, es muy diferente tenerlo en la escuela pública, a empezar de cero en una sociedad de habla inglesa, particularmente cuando no tienes plata para un Instituto de Idiomas. Es de sentido común aprovechar lo que hay.

LO QUE SIRVE

Con esto me introduzco un poquito más profundo en el tema. Hay cursos que se perciben como “más necesarios” que otros. Naturalmente esa percepción está signada por su utilidad para “el futuro”. En realidad, hay cosas que son muy obvias vistas desde el sentido común. Basta con mirar qué publicitan los diversos colegios que colocan sus servicios en el mercado, y cómo se posicionan. Los Idiomas y la Computación son esenciales, además por cuestión de imagen institucional de modernidad. Las matemáticas y las ciencias se cotizan bien, desde que algunas de las carreras mejor pagadas corresponden, ayer y hoy, a las ingenierías y la medicina. Últimamente se pone relevancia en la comprensión lectora, desde que sabemos que es una desgracia en nuestro país, gracias a evaluaciones internacionales que nos dan la pauta, y después de todo, leer bien para aprender resulta de sentido común. Se convierten en carreras actividades que tradicionalmente no poseían dicho nivel, de acuerdo al posicionamiento que se va logrando. Es el caso del Turismo y la Gastronomía, por ejemplo, y una receta tiene que entenderse para poder hacerla.

La proliferación de Universidades permite disponer de una mayor cantidad de vacantes que permiten el logro de un título. Por desgracia las Universidades de clase A brillan por su presencia más bien corta, y el crecimiento corresponde más bien a instituciones de calidad cuestionable, dado que reciben alumnos con capacidades cuestionables. Y las Universidades Nacionales, instrumento claro de ascenso social, son negligidas y dejadas en la inopia, esperando que funcionen eficientemente con la tercera o cuarta parte del presupuesto de una Universidad particular, y con diez veces más alumnos.

Como para artículo este ya sale largo, lo dejaré aquí. Como se decía en ciertos programas de TV, también viene: ¿Es el objetivo de la educación únicamente el éxito económico? ¿Hasta dónde nuestra estructura educativa puede responder a un futuro del que no tenemos la mínima idea? ¿Las instituciones educativas son en el mediano plazo fábricas de desempleados? ¿Será verdad eso de que “quién estudia triunfa”? ¿Qué pasa con la educación en valores? ¿Y con la educación en humanidades? ¿Qué le espera a mi hija en el colegio? Todo esto, en el próximo artículo, si todo sale bien.




jueves, 20 de enero de 2011

LUIS JAIME CISNEROS VIZQUERRA

LUIS JAIME CISNEROS VIZQUERRA

Ha ocurrido algo que aunque pertenece a la categoría de lo natural de las cosas, no parece real. Ha fallecido el Maestro Luis Jaime Cisneros. Escribo a vuelapluma, porque necesito expresar mis ideas y sentimientos frente a su fallecimiento, ocurrido hace tan pocas horas.

No lo conocí mucho de manera personal. Muchos lo han conocido mucho mejor que yo, y ellos dirán sus palabras, que se añadirán a las muchísimas de los que realmente sienten esta inmensa pérdida.

Una conversación en el aeropuerto de Trujillo hace exactamente 32 años fue mi primera experiencia directa. Esperábamos un avión que se demoraba, y conversamos durante cerca de 40 minutos. Sabía de él, lo admiraba como muchos alumnos lo hacían, y ya en aquel entonces estaba seguro que él se habría detenido a conversar con montones de personas que lo conocían y apreciaban. Fue la única experiencia personal que tuve de él, y salí de ella profundamente admirado por haber encontrado por primera vez un intelectual peruano tan sencillo y franco, tan abierto y erudito.

Antes le había visto en un acto público universitario. Si bien no es una experiencia personal, deseo dejar constancia de lo inmenso que me pareció nuevamente cuando hizo el discurso de bienvenida a Jorge Luis Borges cuando la Universidad Católica le entregó el grado de Doctor Honoris Causa. No recuerdo si eso fue antes o después de esa conversación sencilla en el Aeropuerto de Trujillo, pero eso no importa.

Luego tuve el honor, el inmenso e inapreciable honor, de presentar un libro junto con él. La verdad yo no sabía muy bien qué hacía yo ahí al lado de tan inmenso maestro. Así que recuerdo que hice lo que pude, como para no desentonar demasiado. En los preparativos previos a la presentación, que se realizaban en ese admirable templo que era su Biblioteca, me decía Luis Jaime algunas cosas que atesoro. Su inmensa modestia de considerarme su igual porque presentábamos juntos un libro. Su costumbre de emplear su vieja máquina de escribir con tinta roja. Su imposibilidad de improvisar una presentación, por más pequeña que fuese, que le impelía a escribirla completa en tinta roja y a leerla tal como la había escrito. Me guiñaba un ojo diciendo que lo había intentado con las computadoras pero que era chapado a la antigua y prefería su vieja máquina que no le fallaba nunca. Qué magnífico cultor del arte de la conversación, aún con su voz anciana y cascada, pero tan llena de expresividad. Recuerdo que pedía disculpas por sentirse algo delicado de salud.

La presentación, aunque no tan concurrida como se esperaba, resultó bastante exitosa. Su culpa, por supuesto. Mi intervención se limitó a ciertos aspectos filosóficos formales y ciertas impresiones personales. ¿Qué más podía yo hacer allí? El Maestro había condescendido – nunca se le notó que condescendiera, su bonhomía le ganaba – en enseñarme su discurso para evitar repeticiones, y yo, con aguda conciencia de las diferencias intelectuales, tampoco quería meter las cuatro e irme en caldo, como se dice. Así que le mostré mi ponencia, advirtiéndole que a mí me encantaba salirme del libreto. “Buena, muy buena, nos complementamos muy bien”. Rara vez me he sentido tan orgulloso de algo que haya hecho. El hombre tenía eso. Nunca se redujo un milímetro de su capacidad y su saber, y por eso siempre terminaba por elevarlo a uno. La marca de un Maestro de Verdad.

El Maestro hizo lo que los grandes maestros hacen, dar Cátedra, con mayúscula. Su inmenso dominio filológico y su claridad de expresión, no exenta de ciertos sabrosos cultismos – “no emprenda la lectura de este libro quien no sepa filosofía” – era originalísima y plena de ideas. Sentado ahí junto a él sentía que me elevaba. Y sin embargo, era extraordinariamente simple y humano.

De ahí lo vi casualmente una que otra vez, pero nunca de manera tan personal. Estoy seguro que muchos tienen más experiencias de él. Yo solamente presento las mías.

Recordaré siempre de él aquello que compartimos tan brevemente, el amor a los libros y a la lectura. Sus combates por el pensamiento, la ciencia, la cultura y su tan querida lectura. Sus artículos, jamás agresivos, que no lo necesitaba, pero directos y esclarecedores. Su compromiso de Maestro. Su extraordinaria sapiencia y erudición. Y sobre todo, recordaré al hombre. Se nos ha ido un Maestro. Tenía 89 años de edad hoy que se ha ido. Pero jamás he conocido un hombre más joven que Luis Jaime Cisneros Vizquerra.

A su familia y amigos, a sus colegas y alumnos y exalumnos, mi más profundo pésame.

domingo, 9 de enero de 2011

MAS PISA 2009: NO BAJAR LA GUARDIA


MÁS SOBRE PISA 2009: NO DEBEMOS BAJAR LA GUARDIA – SEMIRESEÑA DEL ARTÍCULO DE LEÓN TRAHTEMBERG “PISA 2009 MÁS ALLÁ DEL PERÚ”

No debemos bajar la guardia. Si comprendemos el tema de la Educación como de la máxima importancia, pues deberíamos estar fregando la paciencia todo el tiempo. Este gobierno termina, y con su término los logros educativos son tan pero tan nimios que en realidad el juicio en apariencia más adecuado que podría ser el de “quinquenio perdido”. Pero intentemos pensar más en términos de Alta Política, y menos en términos de las minucias con las que nos distraen.

Dada la costumbre que tenemos de no leer, y además con la característica de no entender lo que leemos, debemos hacer el esfuerzo de no quedarnos en la anécdota. Ya, subimos algo, y qué bueno. Ya, estamos igual en el fondo de la Tabla, y qué mal. Pero PISA dice muchas más cosas … y hay que hacer el esfuerzo de leer y explicar sus contenidos y conclusiones principales, so pena de continuar siendo este país de desconcertadas gentes. Que afortunado soy, porque parece que esta misma reflexión se la hizo Don León Trahtemberg, con quien se puede estar de acuerdo o discrepar con altura. Me había hecho un trabajito para esta ocasión, pero Don León se me adelantó en la mayoría de mis conclusiones, las que he encontrado ya publicadas el 29 de Diciembre, así que me aprovecharé de ello para comentarlas.

Primero, una crítica general a PISA. Se ha dicho que PISA es un espolón educativo del neo-liberalismo aplicado a la Educación. Podría incluso ser cierto, si nos apegamos al tema ideológico. Pero pensamos que la calidad educativa no tiene por qué estar reñida con la democracia, y, por cierto, el igualitarismo, de darse, tendría que ser hacia arriba, no hacia abajo. Si de tal se tratara, nada habría más igualitario y democrático que la educación peruana, que es igualmente inútil para la gran mayoría de los peruanos. Creemos que el problema está en otra parte, porque los presupuestos de la rendición social de cuentas son difícilmente cuestionables, y ya que optamos en apariencia por un modelo neocapitalista, en cualquier caso tenemos el derecho de exigir que un aspecto esencial de este modelo se desarrolle: El de la igualdad de oportunidades. Otra oportunidad habrá para discutir si el presupuesto de que “el que estudia triunfa” funciona de verdad, y cuanto tiene de relato post-modernista

Reseñaré las conclusiones de León Trahtemberg, con el añadido de mis comentarios al respecto.

“1) De los diez países líderes en los promedios nacionales, ocho son de la región Asia-Pacífico, liderados por Shangai y Hong Kong de China, Singapur, Corea del Sur y Japón.

2) Esta mejora de la educación asiática es resultado de políticas deliberadas e inversiones de largo plazo que reconocen la centralidad de la educación de calidad para el crecimiento económico de los países.”

Comentario: Vale decir, se compraron el pleito desde el mismo principio. Hicieron sostenible el esfuerzo educativo, trataron de no convertirlo en un tema para hacer votos, e indudablemente relacionaron de manera directa el tema productivo con el tema educativo.

“3) Las mujeres rinden mejor que los hombres en todos los países, en un promedio de 39 puntos, lo que equivale a un año de estudios. Esto va de la mano con un decrecimiento de los varones en su interés por la lectura por placer.”

Comentario: ¿A qué puede deberse esto? No parece que se pueda considerar que la diferencia pueda atribuirse al decrecimiento de la lectura por placer en los varones. La relación de causa – efecto, aunque sugerida, no es clara, y más bien parece una correlación simple. Pero me atrevo a señalar que cuando menos se podrían visualizar varios motivos interrelacionados entre sí: Las diferencias del desarrollo de varones y mujeres, que producen diferentes tratos en la socialización de unos y otros; el hecho que el examen se toma a alumnos de 15 años, donde estas diferencias están posiblemente más marcadas, y el peso social de la revaloración de los roles femeninos, que en muchos casos se realiza a costa de la decadente preponderancia masculina, lo que produciría una mayor autoestima femenina, y una disminuida autoestima masculina. Suelto estas afirmaciones a título de hipótesis. Nuestro país carece casi por completo de políticas dedicadas a la educación de manera integral, no solamente de la educación como cosa de las Instituciones educativas, sino como cuestión de la sociedad y el estado. Solamente hemos visto un tratamiento aparentemente más integral del tema en los programas del Partido Nacionalista y de Fuerza Social, mientras que el resto de partidos opta por una visión “escolarizada” de la educación, o simplemente carece de una visión coherente.

“4) Los mejores sistemas educativos corresponden a las sociedades más equitativas, en los cuales los alumnos se desempeñan bien, independientemente de su extracción socioeconómica. En cambio, los sistemas educativos que permiten la selección de alumnos basada en sus habilidades tempranas son los que muestran las mayores diferencias de desempeños en relación a la extracción socioeconómica. “

Comentario: En los países donde se combinan una feroz competitividad de carácter capitalista con un orden social semiestamentario es donde la extracción socioeconómica resultaría más determinante que las habilidades de los alumnos. Es el caso de nuestra patria. La relación es obvia, los que poseen las oportunidades son los que las pueden aprovechar, y por supuesto, si lo hacen, bien por ellos. Es conocido el hecho concreto de que la calidad de la educación está segmentada por clases sociales. Dicho en sencillo: El mejor alumno de un colegio nacional no puede competir con el último alumno de un colegio particular de prestigio, en cuanto a posibilidades laborales e ingresos. La educación recibida es demasiado desigual, y se muestra en el “síndrome del caballo de carreras” que en otra ocasión hemos descrito. Y así se mantienen las argollas, los estamentos, y el desorden social, de generación en generación.

5) Los países con mejor desempeño escolar tienden a priorizar los salarios de los maestros más que el tamaño de las clases.

Comentario: Un profesor mal pagado no dicta bien. Debe trabajar en dos o tres colegios, y, claro está, no podrá trabajar con calidad si tiene que mantener una familia con un sueldo de miseria. Muchos profesores con talento emigran fuera del país, o si se quedan, abandonan la tan mal pagada profesión, o se dedican a casi cualquier otra actividad, porque casi cualquier otra actividad es mejor pagada. En nuestro país la profesión docente además, ha sido denigrada desde el poder por razones eminentemente de sostenimiento del modelo económico, y se le ha cargado la culpa de la debacle educativa, en una muestra más de cómo la pita se rompe por lo más delgado. Como es obvio, la responsabilidad es de los que deciden, no de los que ejecutan, aunque este gobierno haya creado la novedosa “responsabilidad de coordinación”, que determina en los hechos, que el castigo recae sobre el subalterno que ejecutó la orden, no sobre el que la dio. Testigo, el Baguazo. Por otra parte, está el tema de las condiciones laborales, entre las que destacan las producidas por esa monstruosidad llamada “escuela unidocente y multigrado”, que constituye una situación educativa impuesta desde arriba para obtener el “éxito” de cobertura educativa, con lo que se disimula la horrible situación de la calidad, y que, para emplear vocabulario bíblico, clama al cielo la venganza del Señor de los Ejércitos. Y esta venganza no debiera caer, por supuesto, sobre los maestros enviados al sacrificio por la “autoridad educativa”.

“6) Los países en los que hay alta repitencia escolar tienden a tener peores resultados y las mayores brechas entre los niños según su extracción socioeconómica.”

Comentario: Mucho habría que decir sobre esto, pero quedémonos con el aspecto más simple. La repitencia se produce por una buena razón, porque el alumno no llega a cumplir los estándares mínimos fijados curricularmente como expresión de los valores y visiones sociales. Pero la currícula, como es bien conocido, es doble, la manifiesta, completamente irreal y con estándares dignos de la erudición clásica; y la llamada “currícula oculta”, que le enseña con toda eficiencia a todos los peruanos desde chibolos que lo que cuenta realmente es la posesión del cartón, no el conocimiento ni las habilidades adquiridas. Es “saberla hacer”, no “saberlo hacer”. Es pasar piola por el aro del sistema. No importa cómo obtengas la nota, la cosa es obtenerla, como lo saben bien los que copian en los exámenes, le pagan al profe o a la institución, o reclaman al director de la institución educativa. Y añadamos que el hecho de mantener solapadamente ese obsoleto, absurdo e inútil sistema de evaluación sumativa vigesimal es un hueso arrojado a las argollas educativas para darles licencia para que puedan cobrar a los alumnos por aprobar con nota 11. Es decir, la conocida y extendidísima práctica del cupo.

“7) Los países con mejor desempeño escolar tienen autonomía escolar para fijar su currículo y estándares de logro, pero no necesariamente favorecen la competencia entre estudiantes.

8) Combinar la autonomía local con una efectiva rendición de cuentas es lo que produce los mejores resultados.”

Comentario: El famoso tema de la autonomía escolar, que aquí nos resistimos a implementar, haciendo todos los intentos inimaginables para mantener el control en manos del Estado Central y de las argollas educativas, entregando el hueso a quien sea que atraque con él. Afortunadamente nos ha llegado una buena noticia: Por la puerta falsa, pues ya sabemos que a este gobierno no le gusta reconocer sus metidas de pata, que podrían afectar al modelo económico, se ha cancelado la desdichada municipalización de la educación. Albricias. Claro que por supuesto esta cancelación se hará por etapas y con mayor gasto, pero por fin se ha terminado, de una manera u otra, este disparate. Ahora falta hacer las cosas bien de una buena vez. Nosotros propugnamos la autonomía de las Instituciones educativas en los términos más absolutos posibles, así como el desbande de la enorme burocracia educativa que medra en los intersticios del sistema, explota sin misericordia a los docentes, y estafa las expectativas de alumnos, padres de familia y la sociedad en general. Profesor que quiera trabajar, que enseñe, y que muestre resultados a los propios padres y madres de familia y a los directores nombrados por las comunidades bajo leyes precisas, y que defiendan la autonomía de la institución escolar. Por supuesto el financiamiento sigue siendo deber del Estado, así como el inmenso esfuerzo nacional que debe hacerse para actualizar y capacitar a los docentes en ejercicio, y para vigilar a las facultades de educación en la formación que imparten a las nuevas generaciones de docentes.

9) Colegios con mejor disciplina y mejor vínculo entre profesores y alumnos obtienen mejores resultados en lectura.

Comentario: ¿Qué significa mejor disciplina? Por acá tenemos pobres almas que piensan que los colegios habría que militarizarlos. No se les ocurre mejor argumento que el control y la fuerza, disfrazada hoy en día de ese concepto de “contención, que edulcora un poco el garrote. Pero mejor disciplina, digámoslo con todas sus letras, es la existencia de un orden que permite la consecución de los objetivos trazados. Se siguen, ahí sí con disciplina, los pasos que se planean para lograr el objetivo. Y por eso acto seguido se menciona el mejor vínculo entre profesores y alumnos, porque como cualquier educador sabe – y cualquier militar eficiente también -, la disciplina no se impone de afuera hacia adentro, sino que surge de adentro hacia fuera. Es decir, se forma. No nos sirve absolutamente para nada, y más bien es dañina, la presencia de hordas de alumnos que desentonan el himno nacional con desgano total, en esas formaciones absurdas del lunes por la mañana, que lo único que hacen es mostrar la miseria moral y el contento de profesores que se pasan esa hora sin trabajar. Menos mal, y a pesar de los autoritarios que quisieran ver a todo el mundo marcando el paso, esta práctica ya se está desterrando. Cuando a José Antonio Encinas, el gran educador peruano, le preguntaron a principios del siglo XX por qué sus alumnos no estaban quietecitos y sin hacer bulla, parados como postes en el patio, y más bien departían con alegría y desenfado entre ellos y en compañía de sus profesores, respondió: “Porque no son ni reclutas ni monaguillos. Son alumnos”.

“10) Si se controla la variable socioeconómica, los colegios públicos y privados tienen rendimientos similares.

Comentario: Cuidado con esto. Esto es verdad en general, pero el país que registra la mayor desigualdad en lo que se refiere a la variable socioeconómica es, adivinen, el Perú. Ahí, sin atenuantes, registramos el último lugar. Y ello quiere decir, monda y lirondamente, que los rendimientos más disparejos a nivel mundial entre colegios públicos y privados, los tiene el Perú, acompañado sin duda a regañadientes, por Panamá. Al que no me crea, lo remito al estudio hecho sobre PISA 2009 del Instituto de Evaluación del Ministerio de Educación español, www.institutodeevaluacion.educacion.es. Nótese en especial la parte que corresponde a las correlaciones entre el rendimiento de los alumnos y su Estatus Social, Económico y Cultural (ESCS). El Perú registra una espantosa correlación entre su puntaje y el ESCS de los alumnos (véase en especial las páginas 83 y ss., con énfasis en los cuadros estadísticos).

“11) Los mejores logros de los países asiáticos se explican por cinco factores:

a) Estándares académicos rigurosos y currículo coherente que define con precisión lo que debe ser enseñado.
b) Profesores y directores de alta calidad, escogidos entre los mejores postulantes universitarios del país.
c) Énfasis en ciencias y matemáticas desde edades temprana, a cargo de profesores especializados en esas materias.
d) Abundante tiempo y esfuerzo de parte de alumnos que estudian más horas al año que sus pares no asiáticos.
e) Alineamiento de la educación a las metas de desarrollo económico, lo que ha llevado a construir fuertes sistemas educativos, creando un modelo propio luego de explorar las prácticas educativas de los otros países del mundo.”

Comentario: Estos factores parece nos indicaran lo que se debiera hacer respecto a la educación en el Perú. En realidad, viéndolo de la manera más práctica, lo que habría que hacer son dos cosas: Por una parte desmontar los mecanismos estamentarios y argolleros - que incluyen desde sindicatos hasta universidades - que se oponen a la posibilidad de obtener resultados positivos, y por otra adoptar las medidas positivas tendientes a lograr estos resultados, es decir una suerte de doble política que solamente puede manejarse en función de un amplio consenso de los actores.

Es decir, un gran esfuerzo nacional liderado por la más alta autoridad política, secundada por lo mejor que la educación peruana posee, y que involucre a docentes, padres y madres de familia e instituciones. Algunos pasos se han dado en esta dirección, pero sin dirección política coherente y eficaz, que desarrolle un plan consensuado en un horizonte temporal concreto, y sin un consenso general actuante y sólido que dé soporte, no será posible más que jugar a la comidita.

domingo, 2 de enero de 2011

ODIOSAS COMPARACIONES


Odiosas Comparaciones

Felicidades a todos y cada uno por este Nuevo Año. Aunque ya hace un respetable número de décadas que vengo repitiendo este saludo, y las felicidades más bien como que se resisten un tanto a aparecer. En todo caso este principio de año 2011, año electoral para nosotros, está marcado por diversos hechos. Alan García terminará su mandato constitucional y será sustituido por el que gane las elecciones generales próximas. Y en nuestro vecino del Oriente, el Brasil, se produce un acontecimiento que los medios de comunicación hacen pasar desapercibido, para variar, suponemos que para evitar las Odiosas Comparaciones de siempre.

Hay cambio de gobierno. Sale de la cancha, aureolado por una aprobación del 87 %, Luiz Inacio da Silva, “Lula”, tras un desempeño, que, para conservar la metáfora futbolera, le ha merecido aplausos desde la tribuna. Entra Dilma Rousseff, del mismo Partido Travalhista Brasileño, como la primera mujer que gobierna el Brasil. Hay algunas acotaciones que vale la pena hacer, en cuanto a las enseñanzas que cabe extraer de estos acontecimientos.

Lo primero que salta a la vista es la enorme aprobación con que Lula se va. No necesita aparentemente una corte de medios de comunicación obsecuentes, ni un interesado manejo de los noticieros, diarios y programas radiales que evite cuidadosamente decir las verdades y de cuando en vez celebre triunfos hechizos o le cante halagos por “mantener el modelo”. Ni un conjunto de encuestadoras que le maneje una cifra aprobatoria más o menos razonable como para mantenerle la gobernabilidad al modelito. Parece ser que a Lula le ha bastado para ser apreciado por sus ciudadanos el colocar el desempleo brasileño en su nivel más bajo históricamente, y rebajar la pobreza en el Brasil en casi 30 millones de personas, es decir la población combinada de los peruanos de dentro y de fuera del Perú. Brasil, el enorme Brasil, el Brasil Gran Potencia, crece además un 7 % cada año. Y su gente, a diferencia de la nuestra, parece leer mejor. Bueno, esto último no es demasiado difícil, dado que seguimos últimos en Sudamérica y casi últimos en el mundo.

Lula ha sido un presidente de lujo, en suma.

Y que tuvo a la prensa en contra, la tuvo. Obviamente, desde que la libertad de prensa falleció de muerte natural en nuestro continente, y fue sustituida por la libertad de empresa, el coro de sostenedores del “modelito” no le dejó pasar una al expresidente del Brasil desde el saque. Los ejemplos nacionales que ilustran este comportamiento mediático sobran. Recordemos la demolición a que fue sometido Alejandro Toledo, con el fin específico de cortarle las alas políticas. O las baterías dirigidas permanentemente contra Ollanta Humala estos últimos cinco años. O, dado que la memoria de nuestro país está como su comprensión lectora, y no se recuerda nada más allá del mes pasado, la manipulación mediática contra la Susita Villarán. Todo lo que huela un poquito a crítica es permanentemente acallado y se nos sirve diariamente nuestro correspondiente plato de asesinatos, violencias, chismes de farándula, racismo solapado o descarado, cherrys, medias verdades, alusiones, publirreportajes, completas mentiras, contradicciones o desinformaciones. Y todo para sostener el modelito.

Lula parece haber estado blindado contra estos ataques. El hecho de haber sido reelecto con portentosas votaciones, y ser, de lejos, el mejor presidente que ha tenido el Brasil, país vecino con el que estamos unidos por intereses estratégicos de primera línea, no parece ser importante para nuestros hipercultos medios de comunicación. Pero es que Lula comete diversos pecados contra el modelito. El principal de todos, el de ser honesto y capaz. Vale decir, y para ponerla en fácil, no parece que se haya levantado los dineros del Estado. Y parece que ha tenido sus logros. Centrándonos en la cosa honesta, o es brillantísimo para esconder las cutrerías, o de repente no las hizo. Y considerando que tiene a los grupos de poder y sus medios de comunicación en contra, parece que fue examinado con lupa. Y no se le ha encontrado un hijo no reconocido, un reloj caro, un familiar amigo de lo ajeno, un petroaudio o más que sea una verruga en el que te jedi. Parece que ni siquiera se ha tirado un lápiz, porque con seguridad lo hubieran denunciado con parlantes de 100,000 watts. Por supuesto eso no quiere decir que lo adoran con locura. Ya vemos cómo igualito entró en acción el bloqueo informativo enfriando sus iniciativas positivas y simplemente callando la existencia de este personaje, en la esperanza de desapercibirlo. Para enterarnos de lo que hacía el Presidente del país vecino, debíamos recurrir a BBC. De hecho, el bloqueo informativo es un tema internacional, y la Derecha Peruana compite con la hondureña en ser la más retrógrada del continente. Y como la prensa existe para defender el modelito, y para nada más, pues para qué hablar de otras cosas, excepto los asesinatos de siempre. Salvo la ilusión que se nos vende, todo es Poder.

Para continuar estas Odiosas Comparaciones, ahora cabe preguntarnos a donde se irá a vivir el ahora expresidente. Según parece, Lula se va a su casa, un pequeño departamento en Sao Bernardo do Campo, ciudad industrial donde nació hace 65 años. Me parece muy curioso que no se vaya a Francia o a Japón, destinos aparentemente obligados de los que ejercitan el poder en nuestro país. Es más, maravilla de las maravillas, no se ha fugado ni espera fuera del país que le prescriban los delitos. Extraño y curioso. Llega a producir cierto desasosiego cívico, y cierto desequilibrio cognitivo, saber que en una parte no muy lejana hay un exPresidente que no tiene que salir corriendo cuando su mandato termina. Sospecho que eso no le es perdonado por los sostenedores del modelito cuyos más destacados exponentes practicaron el arte de la fuga en Si Mayor, como lo pueden atestiguar Fujimori, De la Rúa, Sánchez de Losada, y un largo etcétera. Ahora y de repente es por eso que no lo mencionan mucho los medios. Podría afectar, creemos, la estabilidad del modelo y la gobernabilidad el percatarnos que este obrero tornero y sindicalista de izquierdas ha resultado ser un presidente bastante más ético y capaz que … otros.

Y aquí vale la pena señalar otro ángulo notable de la noticia, y contrastarlo con el eterno discurso del conservadorismo en nuestro país, que expresa a voz en grito la imperiosa necesidad de que los que ejercen la política posean una aureola de títulos académicos (casi digo nobiliarios) para ejercer los cargos respectivos. Se critica a quechuahablantes por no hablar “bien”, y se ejerce una suerte de culto a la “suficiencia académica”, al alcance solamente de los que la mueven en nuestro país. El Presidente Lula le propina una soberana cachetada a esta trasnochada y oligárquica idea que algunos escriben o dicen con total desparpajo, vendiéndonos un ejército de gatos por liebre, y asociando falazmente la “honestidad” y la “capacidad política” con el “desempeño académico”. Y eso que la idoneidad real de la mayoría de los propietarios de papeles que dicen que uno es tal cosa o la otra no está ni mucho menos probada. De hecho, y como todos sabemos, por lo general la posesión de papeles de este tipo en el Perú solamente atestigua sin ninguna duda que se pagó el cupo correspondiente por ellos. Algunos de nuestros vecinos han sido o son gobernados por personas sin ningún pergamino académico, y sin embargo han hecho o hacen magníficas presidencias. Por supuesto no me faltará alguna pobre alma que me diga que esto no demuestra que ser un “ignorante académico” capacita para el ejercicio pleno de cargos políticos. Naturalmente, el polo norte no es más caliente que el sur porque sea su opuesto, y algunos pobres de espíritu viven tan dentro de sus anteojeras conceptuales, que evitan como a la peste y por todos los medios el pensamiento racional, que les hace mucho daño.

De hecho, en nuestro país el “desempeño académico” significa en realidad, y con menos excepciones de las que creemos, únicamente la posesión de papeles de instituciones que supuestamente dan fe del hecho. No hace muchos días me comentaban que bastaba con leer como el 5 % de la bibliografía, y por supuesto, pagar, para que te endosaran tu correspondiente licencia para matar. Es decir, lo que indican con certeza es la pertenencia a la argolla correspondiente, y la posibilidad de poder ejercer exclusión a los que no pertenecen a la dicha. Saber o conocer o aplicar con coherencia, suficiencia y habilidad los conocimientos aprendidos es algo completamente diferente y que la papelería no mide. Y los grandes y relevantes actos de corrupción no son ejecutados por personas “ignorantes”, sino más bien, por personas que poseen todos los “títulos académicos” necesarios para ejercer, según las pobres, asustadas y conservadoras almas, el poder del Estado con preferencia a obreros torneros o campesinos cocaleros.

Lula retorna a su pequeño departamento, y lo hace incluso con cierto desparpajo y desenfado. Como no parece deber nada, por ende no parece temer nada. Y ello le da un tono bastante irónico a ese aparentemente inocente retorno. Sospecho que Lula sonríe para sus adentros cuando se percata de la Odiosa Comparación. La conclusión obvia de este acto es que para ejercer un cargo ciudadano de manera honesta y capaz no se necesita un título académico (casi digo nobiliario), y que no existe relación alguna entre los papeles académicos y la honestidad y capacidad políticas. De hecho, incluso parecería ser al revés, si no supiéramos que el dominio moral y el dominio académico no se tocan sino muy relativamente. Hay personas ignorantes académicamente que la rematan con deshonestidad y otras lindezas. Y hay personas de magnífico desempeño académico que poseen un agudo sentido del ejercicio de la corrupción. Y viceversas.

Por otra parte, debe ser horrible para los grupos de poder en nuestro continente ver cómo la democracia se les tuerce, cómo deja de ser su propiedad, cómo se vuelve contra sus márgenes de utilidad, y, sobre todo, cómo se permite el escándalo de que obreros torneros y campesinos cocaleros, exguerrilleros y militares progresistas, mujeres e indígenas, cometan el nefando crimen de faltarle el respeto a las aristocracias de la sangre, el color y la plata, ganando elecciones y reelecciones de la manera más democrática y casi plebiscitaria, creando partidos democráticos que se suceden en el gobierno y demostrando en los hechos su mayor capacidad para gobernar. Es que la indiada es, en el fondo, desagradecida. La frase de Lula, dicha entre lágrimas hace pocos días, "Si yo hubiese fallado (como presidente de Brasil) el fallo hubiese sido de la clase trabajadora, de los pobres", es tremenda. Desnuda las diferencias políticas entre unos y otros, y sobre todo hace sobrenadar aquello que los medios machacan y que se nos ha dicho en todos los tonos posibles que no existe: Las diferencias de clase. Y es que estas diferencias de clase están ocultas detrás de las falaces cifras de reducción de la pobreza, que les encanta tratar a los medios como si fueran cuestiones puramente estadísticas y la gente pudiera disociarse de su condición humana para transformarse en números manipulables. Y produce una Odiosa Comparación más, la de la cifra de reducción de la pobreza, por la que si gastas 139 soles (cifras promedio del 2008) eres un pobre extremo, pero si gastas 141 eres pobre nomás. Y si gastas 251 soles con cincuenta céntimos al mes, resulta que ya no eres pobre. O eso nos quieren decir los estadígrafos al servicio de ya sabemos quiénes. Aunque no es éste el lugar para discutir la efectividad de las políticas de reducción de la pobreza, o las falacias de la conceptualización de la pobreza, o su medición, es bastante obvio para cualquiera con medio dedo de frente que una cosa es reducir la pobreza y otra muy diferente fingir que se reduce la pobreza. Vale decir, la simple diferencia entre la verdad y la mentira.

Y este es un tema de ética y moral política antes que un tema técnico.

Porque la más Odiosa Comparación de todas es la que tenemos directa y frontalmente ante nuestros ojos, a pesar de la interesada ceguera mediática. La de la Corrupción Institucionalizada como sistema de gobierno. La del Engaño entendido, considerado e institucionalizado como instrumento de la administración de los recursos comunes. Porque la Mentira y la Corrupción son, definitivamente, hermanas. Porque para que la plata “llegue sola”, se necesita de ambas.