“Hacer de las escuelas espacios amables”
(Manuel Abugattás)
“Es muy sencillo confundir un plan de mejora
de servicios con un programa de reforma estructural de la escuela. El primero
puede darle a las escuelas ciertos estándares de calidad de atención de los que
ahora carece y que están en línea con las expectativas de todos, pero sin poner
en riesgo necesariamente el corazón de la organización escolar, es decir, el
aula y sus procesos pedagógicos convencionales.” (Luis Guerrero)
Trazando una ruta
para reformar la escuela
Acabo de leer el extenso artículo
de Lucho Guerrero Reforma de la escuela: Trazando
una ruta, en su Blog El Río de Parménides, y estoy francamente impresionado
por su claridad expositiva y el orden de las propuestas presentadas, que denota
profunda reflexión e inmersión absoluta en el tema. (El link es http://elriodeparmenides.blogspot.com/2011/12/reforma-de-la-escuela-trazando-una-ruta_12.html).
Se justifica por lo tanto reseñar, resaltar y comentar el contenido con el fin
de extender a la sociedad sus preocupaciones básicas, y colaborar con el propósito
confeso de cambiar el retorcido sentido común existente alrededor de la escuela
y sus objetivos. Quizá es en el terreno pedagógico en donde los educadores
estamos más de acuerdo entre nosotros, pero curiosamente más en desacuerdo con
el entorno social, de modo que chocamos fuertemente con ese sentido común en el
que se apoya la inercia educativa que deja que algo cambie para que todo siga
igual.
Sociedad y Educación
El consenso en la necesidad del
cambio educativo es absoluto, pero cuando escuchamos a diversos actores
sociales – no educadores -, y no necesariamente de los menos capaces, sorprende
lo conservador y lo reactivo de sus puntos de vista al respecto. Pareciera que
el juego de posibilidades educativas alternativas que piensan siempre mirara
nostálgicamente al pasado, y casi siempre se reduce a exigir más disciplina –
entendida autoritariamente como contención -; recuperar ciertos cursos que se
supone no se dictan; criticar y condenar ciertos contenidos de los textos; y desear
recuperar una erudición propia del Renacimiento y la Ilustración, que identifican
como aprendizaje. A veces encontramos preocupaciones más prácticas, como la de
las competencias, habilidades y actitudes vinculadas al mundo del trabajo, casi
siempre contrapuestas con el tema del Trabajo Infantil, de modo que casi parece
que si Educas para el Trabajo lo fomentas. A estos temas y a dar vueltas
alrededor de los mismos se reduce la mayor parte de las veces lo que dicen
líderes de opinión, lo que el periodismo comenta y lo que la opinión pública
trata. Otras veces se ha orientado la discusión a fintas políticas, como en el caso
de los Colegios Mayores, la Alfabetización y la Municipalización.
Invariablemente se ha presentado cada cambio educativo como “El Gran Cambio”,
cuando a lo sumo eran parches destinados a hacerle creer a la gente que algo se
hacía respecto al tema. Se peca por superficialidad y prejuicio, y tanto
actores sociales como líderes de opinión y periodistas ven estos y otros temas
como opuestos mecánicos, cuando lo son dialécticos, esto es, la resultante que
les da solución no es comprometerse con uno u otro extremo, sino con una combinación
dinámica de ambos. Como señala Guerrero muy acertadamente, mucho se ha
investigado y mucho se sabe en Educación que no se ha traducido en un sentido
común, que hoy en día es indispensable rebotar hacia la opinión pública, y por
lo tanto ni los temas son esenciales ni los opuestos son tales, y por ende la
confusión más grande reina en la sociedad en lo que a temas educativos se
refiere.
La escuela como
sistema social
Señala Guerrero, siguiendo a
diversos autores, que la Escuela es básicamente un sistema conservador que
tiene por fin formar personas para lograr un determinado perfil. Añadiremos que
dicho proceso se dirige a retransmitir a la siguiente generación contenidos culturales
considerados valiosos socialmente. Este sistema, para cumplir con su finalidad,
se subdivide a su vez en cuatro subsistemas, que poseen a su vez su propia dinámica
de autoconservación. Una adecuada comprensión del problema educativo mira a
todos los subsistemas, aunque tratándose de resolver problemas educativos, trata
de encontrar el subsistema que se considera decisivo y focal para poder aspirar
a soluciones; y ordena a los demás subsistemas en función de este. Trátase de evitar
echar Vino nuevo en Odres Viejos, y por eso hay que acomodar a los demás subsistemas
para evitar que al final la Inercia educativa “normalice” y “amaestre” los
cambios y los convierta en simples soportes de lo mismo de antes.
El corazón de la
escuela: El aula
El problema fundamental es que
los alumnos logren aprendizajes, no que los docentes enseñen. Esto se supone ocurre
en el “aula”, aunque quizá no debiéramos entender el “aula” como espacio
físico, sino más bien como espacio emocional. El problema esencial entonces son
las relaciones que se establecen en el aula entre docentes y alumnos, y los
objetivos que pretenden. Si el objetivo fundamental del docente es cubrir sus
horas y completar una currícula estamos perdiendo de vista lo fundamental: Responzabilizarse
del aprendizaje, aceptar al alumno en su integridad humana y con toda la
diversidad que presenta, y fomentar la creatividad. En consecuencia hay que desterrar
del sentido común la curiosa idea de que el aprendizaje ocurre automáticamente exponiendo
a los alumnos a ciertos contenidos. El aprendizaje es algo que se hace, no que es
otorgado, a no ser que pretendamos únicamente formar chimpancés que marquen el
paso, cosa que en época de alta tecnología y complejos requerimientos laborales
más nos valdrá no intentar. Pero la gente sigue creyendo que aprender es marcar
el paso. Necesitamos un esfuerzo grande para meterle en la cabeza a los líderes
de opinión y a los medios de comunicación lo que sabemos que el Aprendizaje es
y que no es, cómo se logra y cómo no se logra.
Es preciso meter en el sentido común
que el paporreteo individual NO es aprendizaje, es paporreteo; que el trabajo
colaborativo y la investigación en el aula son más importantes que repetir de
paporreta los 52 valles de la costa peruana o los oficiales del Huáscar; que la
evaluación cualitativa de los logros de aprendizaje es muchísimo más efectiva y
adecuada que la vetusta evaluación en base 20; que no es tiempo perdido que los
profesores diagnostiquen a sus alumnos ni que discutan, colaboren y coordinen
entre sí, y por lo tanto que remunerarlos únicamente de acuerdo a sus horas
dictadas u obligarles a saltar de colegio en colegio para poder tener ingresos
más o menos dignos atenta contra la calidad educativa. Y eso significa
revalorar y reforzar la profesión docente, a contracorriente de lo que se le ha
metido a la gente en la cabeza durante muchos años.
Gestión para el
Cambio
Si los Directores y gestores no
se compran este pleito, será Vino Nuevo en Odres Viejos otra vez. Santo y bueno
es que sepan manejar sus instituciones, pero esto no funcionará si no se
comprometen con los cambios necesarios en el aula y los lideran. Hay que
meterle en la cabeza a la Opinión Pública que los Directores deben formarse
como Gestores Educativos e incluso Culturales; que un Director de Escuela es
tan importante por lo menos como un Gerente de Empresa, y por lo tanto debe ser
adecuadamente seleccionado e incentivado institucionalmente; que tiene que haber
muchos modelos de gestión que respondan a las características distintivas de
las sociedades nacionales, porque no es igual Comas que el Altiplano; que el
Director no es un Dictador que hace lo que le viene en gana, sino que debe
coordinar con sus pares para formar redes que compartan recursos, y a la vez
debe pensar y actuar participativa y autoevaluativamente en su Institución; y
además que debe plantearse estándares de calidad basados en los criterios
nacionales e internacionales al respecto. Nada de esto es fácil meterlo en la
Opinión Pública, y requerirá de un esfuerzo específico.
Escuela amable,
acogedora, inclusiva, motivadora
Esta necesaria reforma se
refiere, como dice Luis Guerrero, a los patios y pasadizos de la escuela, es
decir al Clima Institucional. Todavía muchos creen que la formación, los
desfiles, el silencio sepulcral, son caracteres que las escuelas debieran
tener, que tienen peso pedagógico y que enseñan algo. Hay que meterle en la
cabeza a la gente que el orden no es silencio, que la disciplina no es
desfilar, que los alumnos no son reclutas ni monaguillos, y que la convivencia
se basa en el respeto mutuo, la ausencia de prejuicios, la inclusión y la
confianza en que nuestros niños y niñas son capaces de aprender sin necesidad
de amarrarlos ni castigarlos como principio. Todo esto significa además que una
escuela que practica el bullying – que prefiero llamar castizamente matonería –
con sus profesores y padres de familia no puede pretender erradicarlo de entre
los alumnos, porque el bullying se filtra en medio de las prácticas que se hacen
o dejan de hacer dentro de las escuelas mismas. Erradicar el bullying no será,
por lo tanto, cosa de meter militares en las escuelas ni de “contener”
reactivamente. La necesidad de especialistas que acompañen a los docentes en el
devenir del aprendizaje es imperativa, ya demasiado se les exige sin
proporcionar instrumentos para que lo hagan. Y también debe erradicarse del
sentido común que el alumno es un ente receptor sobre el que se actúa, una
especie de robotito al que hay que formatear, sin considerarlo como el ser humano
que es, lo que implica que debe participar y tener sus organizaciones para que
pueda aprender a convivir más efectivamente.
Alianza entre la
escuela y el entorno
El conflicto existente entre los
diversos actores de la educación debe ser confrontado en base al logro previo
de consensos. Creemos que mucho se ha avanzado al respecto en los últimos años,
pero sin embargo aún los medios hacen noticia de una toma de escuela por
conjuntos de padres de familia que representan muchas veces intereses de parte,
y no presentan las muchas experiencias positivas al respecto que deberían ser
más conocidas y difundidas. El problema está aquí, a mi entender, más en los
medios de comunicación, que prefieren muchas veces buscar el cadáver como aves
de rapiña que en la escuela misma. Pero aún así la escuela y sus soportes
deberían orientarse mucho más a meterle en la cabeza a la opinión pública que
es necesario renovar y reformular el pacto entre las familias y las escuelas, y
que si éstas se comprometen con el aprendizaje, la diversidad y la creatividad,
aquella tiene que comprometerse también con ellas. Que la educación no es cosa
solamente de la escuela, sino de la empresa, la familia y las demás
instituciones de la comunidad tendrá que introyectarse en las mentes de la Opinión
Pública. Y sobre todo, y quizá más importante, que lograr el Cambio no es fácil,
y que todo el mundo tiene que meter el hombro, y durante bastante tiempo.
Colofón: Pacto para Cambiar
el Sentido Común
He tratado de reseñar, resumir y orientar
hacia el tema de la Opinión Pública las claras reflexiones de Luis Guerrero. Me
sumo así al esfuerzo, y espero que todos los que tienen que ver con la
educación metan la cuchara, y como todos tenemos que ver, pues todos tendríamos
que participar, cada uno desde su particular interés y su particular sesgo.
Pero lo que no creo esté en discusión es que cuando se trata de la Opinión Pública,
se necesita que los medios de comunicación se compren el pleito de cambiar el
sentido común educativo. Se empieza por lo pequeño y se sigue hacia lo grande.
Sabemos que muchos ya están comprometidos, y felicitamos los esfuerzos. Las
autoridades educativas están en la obligación de meterle punche al tema, dejar
un poco la paz académica, salir al gran público y asumir un verdadero Liderazgo,
en especial porque hay cómo. No es, como dice Guerrero, algo que se hará en
seis meses. Se impone un Pacto para Cambiar el Sentido Común. Lanzamos la Idea,
y esperamos vivir para verlo. Punto por ahora.
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