SEDE VACANTE
La Silla está Vacía
Desde ayer la Iglesia Católica
está en Sede Vacante, es decir,
carece de Pontífice Máximo, “la silla está vacía” que es exactamente lo que
significa sede vacante. Dado que la
renuncia del Pontífice es un acontecimiento extraordinariamente raro, es
natural preguntarse a qué obedece, qué aspectos se reservan y cuáles se
muestran al público. Todos los papas renunciantes del pasado afrontaron serias presiones y problemas que
los obligaron fuera a renunciar al poder, fuera a salirse antes de que la cosa
se pusiera más difícil, e incluso fuera porque estaban hasta la corona del
asunto. No parece en todo caso aconsejable renunciar, y hasta se ha dicho de Ratzinger que era un cobarde por
abandonar la barca.
Motivos de una
renuncia
Un temor de gran importancia al
que se asocia una renuncia de este tipo es el problema de la “unidad” de la
Iglesia. Desde el punto de vista político, la autoridad se puede poner el
riesgo al existir dos o más personas que detenten cargos análogos. Que haya dos
Papas, como que haya dos Presidentes, o dos Emperadores en el mismo territorio,
es enormemente incómodo y problemático. Ha pasado antes que ha habido más de un
Papa, y el efecto ha sido catastrófico todas las veces. Es natural que exista
temor al respecto. Por otra parte, si no
existe un cálculo político dirigido a dividir a la Iglesia Católica, lo que
creemos altamente improbable (no es imposible), tampoco es que a Benedicto XVI se le haya ocurrido renunciar
por quítame allá estas pajas. Se ha dicho por ejemplo que ha renunciado por el
problema de la pederastía y pedofilia de muchos sacerdotes católicos. Al margen
de su seriedad, no parece que un problema de esta clase justifique una
renuncia, lo que implicaría un “lobby” completo de obispos y sacerdotes pedófilos
y/o interesados en que esto no se conozca, que creemos sumamente problemático. Además más de un Papa ha enfrentado problemas análogos
muchísimo más serios. Uno no se baja de la Cruz porque haya Sacerdotes que no
saben mantener cerrada la bragueta.
Ha habido problemas muchísimo más
graves y estructurales en la Iglesia Católica y los Papas tampoco han
renunciado por ellos. Otros, como el diario El
País – diario español, acá en el Perú los periodistas antes de tener
opinión sobre la Iglesia esperan que se pronuncie ya saben cual Eminencia -,
señalan que esta período histórico es “el más difícil” que ha pasado la Iglesia
Católica. Por supuesto, esto es exageración y/o ignorancia. De hecho, y desde
el punto de vista político, la Iglesia Católica ha atravesado por crisis muchísimo
más graves: persecuciones políticas y militares, invasión y hasta saqueo de su
territorio, cismas y herejías, y el mismo modernismo – o postmodernismo - que algunos
de sus cultores consideran amenazante no le hace ni cosquillas a una Iglesia
que enfrentó y sobrevivió al Emperador
Constantino, al Sacro Imperio Romano
Germánico, a los Borgia, a Lutero, Voltaire, Napoleón, Marx, Freud, Nietzsche, Mussolini, Hitler y Stalin. Considerando
todo esto, no vemos por donde este período pueda presentarle mayores
dificultades. A no ser claro, que existan intereses afiatados alrededor de la
desinformación, lo que, como nos chupamos el dedo, no creemos en absoluto.
El Poder del Papa
Desde el punto de vista de la
Institucionalidad Política los Papas son sumamente poderosos, al no tener a
nadie que los controle, ni por ende tener que rendir cuentas más que al Padre
Eterno. No hay un Congreso ni un Poder Judicial en el Vaticano ni en la Iglesia.
Los Sínodos y Concilios son convocados por el Papa, él resuelve además qué acepta
y qué no de ellos; y las Leyes Canónicas le acuerdan una inmensa autonomía. Por
ejemplo, ya hemos visto que Benedicto XVI no ha “presentado” renuncia a nadie, lo
que sería reconocerle a dicha instancia un poder igual o mayor, sino que se ha
limitado a informarnos a todos que se va. Es que si bien en lo terrenal puede
sufrir, como cualquier jefe de estado, de presiones normales y de las otras;
como jefe espiritual y eclesiástico (poderes simbolizados en dos de las tres
Tiaras que porta) todos dependen de él, desde el portero de San Pedro hasta el “Papa
Rojo”, que se le llama cariñosamente al secretario de Estado de la Santa Sede,
una suerte de VicePapa Político, que ejerce poder en el Vaticano, pero no en el
gobierno de la Iglesia Católica. Desde Juan XXIII en adelante se ha visto más
bien un intento de descentralización administrativa de las estructuras eclesiásticas,
más que una democratización. Las conferencias episcopales, por ejemplo, no son
los “consejeros” de un Arzobispo Primado, sino que son ellos mismos la máxima
autoridad “nacional”, sin chocar por cierto con las grandes atribuciones que
los Arzobispos (Archi-Obispos, u Obispos de Obispos) mantienen en el ámbito de
su competencia. Notamos aquí un curioso tipo de check and balances, que, por ejemplo, contribuyen a sostener una buena
imagen de la Iglesia en el Perú, a pesar de las inconsistencias, mañoserías y
lisuras de nuestro amado Cardenal-Arzobispo.
Lo Permanente y lo
Circunstancial
Ahora bien, que la Iglesia
Católica haya atravesado por peores circunstancias tampoco quiere decir que se
la lleva fácil hoy en día. Pero no parece sino que nadie quiere hacer un cotejo
de las circunstancias permanentes ni de las circunstanciales. Me parece notable,
por ejemplo, que nadie se haya percatado que Benedicto renuncia al Pontificado
en el cincuentenario de la muerte de Juan
XXIII. En una Institución tan llena de símbolos como la Iglesia Católica,
es más que posible que esto signifique algo. Si recordamos lo que era la
Iglesia Católica hace solamente medio siglo, cuando Juan XXIII asumió el pontificado tras un larguísimo reinado de Pío XII, notaremos que el que podríamos
llamar “peligro de la secularización de la sociedad“ si era verdaderamente
problemático. Hoy en día más bien la cosa es tan modosita que permite al Papa
renunciar sin que se produzca una catástrofe. Vale decir, esta renuncia es para
nosotros una elaborada e inteligente jugada política.
Por supuesto, no es que estemos
en el secreto de nada. Solamente hacemos análisis. Lo que tumba a una autoridad
no es normalmente que exista pedofilia o que haya corrupción y blanqueo de
capitales, sino el escándalo consiguiente a su publicación. Eso sí puede
tirarse un Papa. Pero es eclesial el refrán que dice que Dios perdona el pecado pero no el
escándalo. Y ni este Papa ni el anterior llegaron al escándalo. Y
aunque llegaran, peor era Alejandro VI
Borgia, y no renunció, porque el papa puede no renunciar si no le da su
santa gana. Ese es el origen de su tremendo poder. Y a pesar del intento
periodístico de presentarnos un ancianito cayéndose de cansancio y vejez, yo lo
veo a Benedicto más sólido
que a Juan Pablo II.
Renuncia Calculada
Lo que sí ha salido a la luz – gracias
al caso Gabriele – es que algo se
pudría en el Vaticano, pero en grande. No es que no haya sido así siempre, el
tema, repito, es el escándalo. Se ha hablado incluso de un Libro Blanco de
centenares de páginas mostrando la putrefacción de ciertas organizaciones y
grupos eclesiales. Pero yo creo que Benedicto
es un hombre demasiado inteligente para desconocer la condición humana. Vale
decir, es probable que no conociera el detalle, pero no lo creo tan ingenuote
de suponer que no había tales redes y facciones, ni intrigas y enredos entre
ellas. Que nos presenten a Benedicto XVI
como una suerte de caballero andante que trató de luchar sin éxito contra estas
facciones, me parece cierto a medias, y probablemente sea una filtración del
grupo que le apoya, que lo debe haber. Lo extraordinariamente maquiavélico de
todo esto es que me parece que esta renuncia lo coloca en una posición de Poder
muchísimo más interesante que la que detentaba hasta ayer, cuando era Papa.
De Pastor rodeado de lobos a Peregrino
El pobrecito “peregrino” de todas
los titulares del Mundo, el “pastor
rodeado por lobos” que nos quiere vender L’Osservatore Romano no es que
ha renunciado para irse a la montaña a reflexionar y escribir su tercer tomo
sobre Jesucristo. Nadie ha caído en cuenta que cuando dijo que estaba “subiendo
a la montaña” estaba empleando nada menos que una frase de Federico Nietzsche en su Así
Hablaba Zarathustra. Puede que me equivoque, pero el hombre, intelectual y
alemán, puede incluso haber sonreído para sus adentros, pues nadie espera que el
Papa cite a Nietzsche. Porque
primero Castel Gandolfo – y luego un
convento en Roma - no solamente no son montañas aisladas del mundo, sino que
con toda seguridad deben tener todos los modernísimos artilugios necesarios
para comunicarse con Roma.
¿Papa Emérito?
Hagamos algo de política –
ficción. Si creemos que Joseph Ratzinger es un tipo inteligente, y lo es, no
renuncia porque sí, sino que paradójicamente lo haría para salir de un entrampe
de poder y para poder llegar a ser de veras un factor decisivo. Da un paso
atrás, pero según parece para saltar a otra posición de mayor poder si cabe: La
de Papa Emérito. PAPA. No prelado, monseñor o cualquier otro de esos títulos
que nada significan pero que halagan vanidades. No he sabido nunca de
presidente renunciante o rey abdicado que se siga llamando Presidente o Rey.
Pero Benedicto – les apuesto que va a conservar el nombre – es PAPA EMÉRITO. Esto
puede significar que se prepara para ejercer desde una nueva posición un mayor
poder todavía.
¿Reiniciar el aggiornamiento donde se quedó?
Un intelectual casi nunca suele
tomar partido. Está advertido de las dificultades que conlleva y de las
inconsistencias en que se suele caer. No me imagino a Ratzinger tomando partido y empujando facciones. Sí me lo imagino
en cambio tratando de salvar el aggiornamiento
iniciado por Juan XXIII y
encauzado por Pablo VI. Y si está
tratando de hacer eso, tiene que enfrentar dos grupos básicos: Los nostálgicos
y tradicionalistas, que están más con las formas que con el fondo, culpables
casi siempre de simple estupidez; y los lobos, que usufructúan de un
determinado estado de cosas financiero y vinculado al ejercicio del poder. Y a
ambos grupos, demasiado poderosos, hay que tratarlos con pinzas. En un análisis
descarnado del largo pontificado de Juan Pablo II parece distinguirse un cierto
retroceso del aggiornamiento, aunque hubo también algunos avances
significativos. Y aunque Benedicto pareciera manifestar que no da la talla,
tiene en sus manos el poder de dividir a la Iglesia Católica si los grupos se
desmandan. Y enfrentado con esta espada de Damocles, el nuevo Papa no podrá ni
siquiera sonarse las narices sin hacer primero una visita - real o virtual - a
Castel Gandolfo. Atentos entonces al cónclave. Y punto.
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