“No hay espectáculo más terrible que la ignorancia en acción.” - Goethe
Este articulito lo escribí hace algún tiempo, y lo tenía ahí esperando una buena oportunidad. Ahora la hay. El día de ayer Panorama presentó una nota llamada “Cultura General”, donde a diversos estudiantes de Universidades Privadas se les administraba algunas preguntas sobre temas de cultura general, más o menos conocidos.
Los resultados muestran alguna significación: Según nuestros estudiantes universitarios, San Martín de Porras fue Libertador del Perú y su Presidente, esperamos que posteriormente; Francisco Bolognesi el "Fantasma de los Mares"; Palma es Cervantes; Vallejo es Belaúnde o José Carlos Mariátegui; Juan Velasco el primer presidente del Perú; el BCR una tienda, o su Banco correspondiente; Pachacútec destronó a Atahualpa; la población del Perú es de 6000 personas; los departamentos del Perú son 12 según unos, y entre 32 y 70 según otros; el Perú logró su independencia en 1981 o, aquí hay duda, en 1982 o 1996, y en algún caso en milquinientosnomeacuerdo. Nos tememos que las respuestas se dieron en tiempo real, con gráficos y fotografías, es decir, con reactivos más o menos adecuados. Por cierto, creemos que la entrevistadora debe haberse concentrado en las respuestas más absurdas y jocosas. Pero que todo esto indica algo, lo hace.
En la misma línea, presento unas pequeñas Crónicas que reflejan algunas anécdotas vividas. En ellas intento mostrar en clave más o menos costumbrista algunas perlitas de la Educación Peruana, no producidas en salones o en encuestas de salida de clases, sino en hechos y circunstancias de la vida cotidiana. Los que padecen la Educación peruana deberían tener el sentimiento de la estafa a flor de piel. Si tras años en el sistema educativo no se ha conseguido asimilar contenidos elementales, entonces hay que pensar qué pasa al respecto.
En Pensamiento Concreto y Pensamiento Abstracto muestro la dificultad en la representación de conceptos en una situación de la vida cotidiana. El objeto en Matemáticas Financieras es señalar una fallida situación de cálculo en una circunstancia donde éste es necesario. En Administración Avanzada se observa como la falta de criterio determina una ineficiencia brutal en un lugar en donde ser medianamente eficiente es una necesidad. Segmento publicitario nos enseña que a veces los problemas cognitivos están donde menos los esperamos.
1. Matemáticas Financieras
En Comisión de trabajo para el Ministerio de Educación, caí con un colega docente de Ciencia y Ambiente a una ciudad X del centro del Perú. Considerando que nuestra gastronomía es maravillosa por donde se mire, creo que el nombre de la ciudad no viene a cuento. El caso es que fuimos a un buen restaurante justo antes de despacharnos a nosotros mismos a los pueblos del interior – ahí no hay gastronomía, de hecho apenas hay comida -, y nos empujamos unos potajes excelentes, a cuenta de la Nación, claro, que estábamos de comisión. Y como la Nación es exigente con los viáticos que entrega a sus funcionarios, obligados estábamos a presentar factura con RUC, con toda la legalidad correspondiente. Así que, acabado el yantar, solicitamos las dos facturas. Y seguimos conversando y planeando nuestro viaje al Perú Profundo durante cerca de 45 minutos … y ahí caímos en cuenta que algo raro pasaba con las facturas. Curiosos, fuimos a ver en qué paraba el trámite de emitir dos sencillas facturas. No encontramos a la adicionista. Había salido a buscar a alguien que supiera extraer el 100 % de una cuenta que incluyera el IGV.
Para mis lectores que no conozcan la cuestión, la Factura se diferencia de la Boleta en que cuenta con el RUC correspondiente, y distingue entre el costo de lo adquirido y el Impuesto General a las Ventas que el restaurante le carga al consumidor, esto es, el 19 %. Añadamos que, con buen criterio para el consumidor, hace mucho que los precios en carta incluyen el dicho impuesto. De hecho, muchos restaurantes extraen el 19 % del IGV de las facturas con la ayuda de su caja registradora, lo que no era el caso aquí.
Esperamos con paciencia que la adicionista volviera. Y lo hizo, tras una hora de buscar a alguien que la sacara del terrible problema en que estaba. Para mis lectores resultará evidente que, si para averiguar cuánto es el total de una cifra más el 19 %, debo multiplicar la cifra por 119/100, es decir 1.19 (1 + 0.19); encontrar el 100 % de 119 % se logra operando en contrario, es decir, dividiendo el total entre 1.19. Pero ello no resultaba tan evidente para la encargada de elaborar nuestras facturas. Primero nos rogó que le aceptarámos una boleta. Nosotros no podíamos aceptar eso por razones administrativas. Así que no nos quedó más remedio que ejecutar un curso ultraviolento de matemáticas financieras, tanto para la trabajadora en cuestión como para tres o cuatro hueleguisos – adicionistas de los restaurantes vecinos – que estaban también obviamente curiosos por saber cómo se realizaba tan abstrusa operación. Preguntamos luego qué había estudiado la adicionista, y nos respondió que Turismo en la Universidad local. A partir de aquí, preferimos quedarnos sin palabras.
2. Administración Avanzada
Los males de los pecados que uno comete determinan a veces la necesidad de aterrizar en lugares no planeados. Un exceso de baños de mar culminó en una oclusión del oído medio, lo que me obligó a dirigirme a un Puesto de Salud. No diré donde, solamente que está en el mismísimo cogollo de un distrito de esos de polendas, en esta Ciudad de los Reyes.
Llegué, hice la sacrosanta cola y me percaté tras 30 pacientes minutos que la cola no avanzaba. Es decir, estaba detenida. Me acerqué a ver qué pasaba, y me topé con que uno debía saber el número de su historia clínica para conseguir ser atendido. Naturalmente, nadie recuerda tal número, y, claro, para eso uno tiene nombre y DNI después de todo. Una madre de familia llevaba a un bebé que obviamente requería atención urgente. Y ella había detenido la cola rebuscando en un cuaderno su propio nombre. Mirando por sobre su hombro vi la ortografía y caligrafía infames que adornaban el cuadernito, y pensé en voz alta un par de cosas, dirigidas a una señorita que sonreía mientras admiraba una pantalla de computadora. De hecho, pregunté por qué no buscaba en la base de datos por nombre. La señorita distrajo un momento su mirada del Facebook y me hizo saber que tal base de datos no existía, pues la computadora recién se la habían traído hacía unas semanas. Pregunté entonces por qué los files no estaban ordenados en orden alfabético y por qué no se llevaba un registro numérico aparte. Archivística elemental, que las secretarias aprenden. Y, de paso nomás, le pregunté qué observaba en la pantalla con tanto detenimiento, si no tenía una base de datos qué mirar. La señorita en cuestión se sintió ofendida por mi insistencia – no entiendo por qué – en que la posta atendiera a las personas que estaban haciendo cola, esto es, madres con niños, heridos y enfermos, eso sin contarme a mí, el de la oclusión del oído medio.
Observé la pared repleta de archivos ordenados por numeración, y me ofrecí para hacer la base de datos. Total, vivo cerca y puedo seguir el criterio del bodeguero, que no necesita haber ido a Harvard para aprender cómo manejar multitud de ítemes. Mi ofrecimiento fue rechazado por una enfermera que me miraba con claros sentimientos encontrados, diciéndome que no se había enviado a nadie para hacer ese trabajo, y que cada cual ahí tenía su trabajo de acuerdo al MOF, el ROF, el POA y un par de siglas más.
Me impacienté ligeramente. Pregunté si entre las atribuciones del centro de salud estaba la de atender a los pacientes. O si la cuota de atención era de dos o de tres pacientes a la semana. Cuando quiero soy bastante pesado, y eso estaba empezando a ocurrir cuando la Jefa apareció, y le puso algo de tranquilidad al asunto.
De hecho, yo quería atenderme, y como mi oído estaba más bloqueado que la entrada al despacho de un burócrata, no escuchaba muy bien qué diablos se decía, y alcé la voz, ya de por sí alta. Como consecuencia lógica me la alzaron a mí. El asunto se puso algo complejo. Insistí machaconamente en que la labor del centro de salud era atender enfermos, no hacerlos revisar cuadernos, así que al final tomaron el nombre de los enfermos y heridos presentes, y empezaron a buscar sus historias clínicas. El asunto amenazaba con convertirse en un vodevil, y como yo tenía la desgracia de tener historia clínica allí, ya veía que iba a tener que buscarla por algunas horas que no tenía, así que opté por lo sensato, decir que yo no tenía Historia Clínica. Hartos de mí, me dieron pase inmediatamente. En total la fila tenía ocho personas, y el Puesto contaba con nueve trabajadores.
3. Pensamiento Concreto y Pensamiento Abstracto
Heme aquí en la plaza de armas de una ciudad de nuestra sierra norte, donde hay un magnífico restaurante. Una vez terminado mi condumio y una vez requerida y satisfecha la cuenta, recuerdo que debo ir a una calle cuya localización exacta no conozco. Así que me paré de la mesa y le pregunté al mozo que me ha atendido, muchachón de la zona, trabajador y atento, si me puede indicar dónde queda la calle del Marqués de Puntos Suspensivos.
El mozo me mira. Yo lo miro. Él me vuelve a mirar. Yo estoy esperando que me dé las instrucciones del caso. Le pregunto de nuevo si sabe dónde queda la calle Tal. Me responde que sí. Sigo esperando las instrucciones. Lo miro inquisitivamente. Él me devuelve la mirada, pero de instrucciones, naranjas.
La situación se hace incómoda. Pero se incomoda más aún cuando, repentinamente, el mozo me toma del brazo y, literalmente, me arrastra hacia la puerta del restaurante, situada al final de un largo pasadizo. Yo le dejo hacer aunque no entiendo qué demonios está pasando. El mozo abre la puerta, me empuja fuera no sin cierta delicadeza, mientras me aprieta el brazo como si me estuviera arrestando.
“¿Ve esa esquina?” me dice, al borde de la desesperación cognitiva. “Si”, le respondo, casi amedrentado. El muchachón suda frío. Se esfuerza por hablar. No encuentra las palabras para decirme cómo llego a la calle esa.
“Vaya usted a esa esquina” me dice, esta vez con cierta seguridad. “Muy bien” le digo, “¿y de ahí?” Y la angustia vuelve al muchachón, que me dice esta vez “Vaya por ahí” señalándome con su brazo libre la calle a la derecha.
- “¿A la derecha?”- “Vaya por ahí”
- “¿Cuántas cuadras?”
El joven estaba exhausto tras tantas complicadas abstracciones, y agita el brazo dos veces, formando remolinos en el aire, hacia la derecha. Yo interpreto que deben ser dos cuadras. “Gracias”, le digo.
La calle del Marqués de los Puntos Suspensivos no estaba a dos cuadras a la derecha del punto indicado. Estaba a tres cuadras a la izquierda.
4. Segmento publicitario
Juro que esto es verdad. Lo juro y rejuro ante las Once Mil Vírgenes y todos los Santos del Santoral Católico. Y tengo testigos que pueden corroborarlo con la Biblia, el Corán, el Talmud, el Rig Veda, la Constitución del Perú y el Reglamento de Tránsito al frente. Observé esto en uno de mis viajes a uno de los más bellos departamentos del norte del Perú, en donde se lleva a cabo un encomiable esfuerzo para eliminar el analfabetismo. Resulta difícil deducir si la motivación de esta campaña es mejorar el nivel de vida de las gentes, o si no será más bien no perder la faz delante de Bolivia, país vecino que ha conseguido erradicar el suyo. En fin, como que no me importa tanto por qué se haga, con tal de que se haga.
En un sitio público, bien a la vista, encontramos un enorme letrero, con letras de color sobre fondo azul, que envía un mensaje importante a toda la población. Naturalmente no lo copio tal cual, para mantener el anonimato necesario.
“EL GOBIERNO REGIONAL DE PUNTOS SUSPENSIVOS
LUCHA CONTRA EL ANALFABETISMO
TODOS SOMOS PERÚ
¡ANALFABETO: APRENDE A LEER!”
Colofón
¿Qué podemos constatar de todo esto? Nos gustaría que estas crónicas fueran la excepción. No lo son, son la regla. Si en las habilidades obvias de la vida diaria hallamos jóvenes - que en muchos casos son universitarios - que no pueden hacer operaciones aritméticas elementales propias de su trabajo, que un mozo que ha hecho la secundaria completa no puede indicar correctamente una dirección, que nueve trabajadores del MINSA no pueden poner en acción un archivo, y que un Gobierno Regional gasta dinero para poner un letrero con un mensaje escrito dirigido a su segmento de analfabetos, entonces el problema ya no es “mejorar” la educación, es empezar a impartirla. El que tenga Olfato, que Oiga.
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