CRÓNICAS DE LECTURAS – 37
Mo Yan, Premio Nobel 2012: Política, Traducción y Literatura
I
Vocación, Premio Nóbel, hipocresía política
Si un autor ha ganado el Premio
Nobel de Literatura es que es importante. El universo de lo escrito con
ansiedad literaria es amplio, abarca a todos esos autodefinidos escritores y a
sus demonios internos. Hay ganancia secundaria si aparte del acto de la
creación, del orgasmo interior, de la sensación de integridad y plenitud, además
te ganas los frejoles con eso. En la práctica escribir es lo que haces cuando
no trabajas, y la chamba el precio a pagar por ser humano: Se trabaja, después se
escribe, la vida es justamente transar con esas cosas. Ahora bien, recibir un
premio cualquiera – Planeta, Alfaguara, Príncipe de Asturias, Hugo, Nebula,
Nobel, etcétera –, es publicidad que permite vender Libros, y plata no esperada,
se puede uno hasta creer que la sociedad quiere que uno escriba. Como remuneración
siempre llega con retraso, a veces póstumo, pero más vale tarde que nunca, y se
espera que lo agradezcas. Creo que al único al que eso le llegó al quinto forro
del abrigo fue a Jean Paul Sartre,
que no fue a recoger su Premio Nobel porque le gustaba más mostrarse con la Simone de Beauvoir en el café de la paix, el Nobel le importaba
tres pepas secas de naranja. Boris
Pasternak tampoco fue a recogerlo, pero dudo que haya sido porque no le importara,
eso de tener encima al Partido Comunista de la Unión Soviética, que sabía lo que
nos conviene a todos, pues que determinó que asistir fuera para Boris un gesto burgués, intrascendente
y sin importancia. No sé si a Boris
se lo preguntaron…
Seamos ingenuos un rato: No siempre
se piensa en plata, excepto si se necesita: es decir siempre. Testigo es Jack London, que al triunfar como
escritor dejó la miseria para alcanzar la no tan ventajosa condición del eterno
endeudado. Es decir, como todos nosotros hoy en día. London era un magnífico escritor que vendía como pan caliente, pero
así como ganaba la plata se la gastaba con la misma; tenía una recatafila de
familiares, amigos y hueleguisos que colaboraba gustoso a dejarlo sin liquidez.
Hoy tendría cinco tarjetas de crédito y escribiría como mercenario. En fin, si
eres joven y soñador puedes abstraerte de esa subalterna consideración de la
plata, lo que es una bobada, pues hasta sin oxígeno se puede vivir pero no sin
dinero, Chéjov dixit. Algunos invisibilizan el tema por ciertos enredos
ético-axiologico-morales adquiridos en tiempos de su amaestramiento escolar, y
hablar de plata les afecta la ecología interior de sus almas, no concilian el
sueño a no ser hagan esfuerzos más o menos inconsciente para seguir
inconscientes en la vigilia. Los niños en general son más inteligentes que los
adultos y entienden mucho mejor el valor del dinero. Pero ya me fui por las
ramas y mejor vuelvo a la perspectiva estética y ética, a la vocación de
tontear con las palabras, al hecho de ganar un premio haciéndolo. Porque en
esta Crónica quiero tratar de Mo Yan,
Premio Nobel de Literatura 2012, a quien por casual casualidad leí antes que le
dieran bola por estas latitudes, ya les cuento. Ahora importa decir que Mo Yan es un chino de esa China donde
hay más gente que renacuajos, de economía que crece como la espuma, y gobernada
por el Partido Comunista. Mo Yan no
sólo no está preso sino que vive de su pluma, no tiene controversia con el
gobierno, no es mártir de la libertad y muestra cada día algo que a la Derecha
Internacional Bruta y Achorada le sabe a chicharrón de sebo: Que en “ese” lado
del mundo hay gente vulgar y silvestre, no FuManchús
prestos a conquistar el mundo mientras se solazan en la represión del justo
anhelo capitalista del pueblo chino, cuyo deseo más profundo es ser Occidental.
Mo Yan se permite de paso escribir
maravillosamente bien y reírse del seudodebate generado en torno a la hipocresía
política de pensar que puedes juzgar a los orientales con parámetros occidentales.
Para aprender de China parece mejor oir a los japoneses, singaporenses,
coreanos, vietnamitas, indios y, claro, a los chinos mismos.
II
Mo Yan
Mo Yan escribe sobre lo que todo el mundo ve y vive, la vida
cotidiana, lo que ha visto y sentido cuando vio y vivió. Este ser humano de
ojos rasgados y piel amarilla conoce la condición humana, escapa a los
estereotipos. Nació en familia de agricultores en Shandong, uno de muchos
millones. Trabajó de campesino, obrero y soldado y empezó a escribir por pura
distracción. Leyó a García Márquez,
a Tolstoi, a Faulkner, suponemos en sus traducciones. Como todo el que escribe,
su materia prima primigenia fue su infancia, su pueblo natal y sus narrativas
populares: Lo que hice fue muy sencillo:
contar mis cuentos a mi manera. Mi manera es la misma de los cuentacuentos del
mercado de mi pueblo, a quienes conocía muy bien; es también la manera de mis
abuelos y los ancianos de mi pueblo natal. Así de simple. Por supuesto tiene
deuda con la tradición china, en especial el budismo, el filósofo Lao-Tsé, los escritores Sheng CongWen y Pu SongLing, su profesor Huaizhong
Xu. Trata de ponerse “por encima” de la política pero sin dejar la
literatura, y por eso produce cosas como Baladas
del Ajo, pero a la vez hace lo que quiere hacer con lo que escribe. Es
engañosamente simple al narrar, y lo sencillo es difícil, y leyéndolo,
horriblemente difícil. Esa estudiada simpleza le vale que lo comparen con Kafka, lo que no me suena justo ni para
Kafka ni para Mo Yan. Sí se parecen en que dicen exacta y precisamente lo que
quieren decir. Estamos frente a maestros.
Tampoco es el primer chino en
ganar el Premio Nobel. Gao XinJian
lo ganó en el 2000, pero XinJian es
un escritor bilingüe, que vive como francés desde 1986 y que es un apestado
para la quisquillosísima República Popular, a diferencia del cuentacuentos Mo Yan, que parece pasea Beijing sin
más problemas que los del tránsito. Pero ser chino en Occidente es un problema.
Hay estereotipos de los que en el Perú tampoco nos libramos, pese a nuestra
numerosa población de peruanos de origen chino. La supuesta sabiduría e
impenetrabilidad oriental con la que adornamos a los orientales determina que leer
a un chino impique buscarle cosas que puede no tenga, como si tuviera la
obligación de representar a toda la cultura china frente a Occidente. No se les
cargó así a Rabelais y Montaigne respecto de Francia, ni se
les impuso a Twain y Poe la pesada carga de presentar los
Estados Unidos al mundo. El exotismo y los prejuicios políticos y literarios dan
pie a simplificaciones del tipo “los chinos son así o asá”, o “el régimen chino
es así o asá”. Si eres chino, lo políticamente correcto es que el régimen dictatorial
y represivo de la República Popular te prohíba y censure, así venderás más en Occidente.
Si no estás prohibido eres maoísta. Si te prohíben un rato y luego te levantan
la prohibición – cosa que parece común allá - pues eres un “escritor censurado”,
y las editoriales respiran. Al revés de XinJian, Mo Yan escapa al estereotipo por eso de ser medio occidental, medio
budista, medio oriental.
III
Mo Yan y el problema de traducir el Chino
Hasta hace un par de meses no advertí
que Mo Yan ganó el premio Nobel de
Literatura 2012. En 2010 fue del peruano Vargas
Llosa, en 2011 del poeta sueco Transtörmer,
que me deja mudo pues no lo conozco y me suena a Transformer. Mo Yan, ya
dije que no es el primer chino en
ganar el premio Nobel de Literatura, pero agudizó el problema de las
traducciones. La dificultad es traducir lo que no es mainstream a las lenguas - meta que sí lo son, donde resulta más
rentable traducir, en particular al inglés. En el 2000 el nobel Gao XinJian planteaba un problema de
costos a los editores: Es más caro traducir del chino mandarín al castellano
que tomar una traducción del autor chino al Inglés o al Francés, y retraducirla
al castellano. Es una salvajada intelectual por supuesto, pero las editoriales
están sobremanera interesadas en sus utilidades. La montaña del alma, densa novela de XinJian se tradujo al castellano no del chino sino del francés, y
se vendió “traducida” del chino. Ello pasa de un problema de Traducción,
donde el asunto ya era crimen de lesa
cultura, para ser tema de estafa y engaño, ahí la cosa es de ley infringida, de
venta de gato por liebre. Por supuesto, eventualmente puede haber Traducción
Indirecta cuando no se puede hacer Directa. Si no hay originales disponibles o
no hay más remedio, ni modo, así se tradujeron al castellano la mayor parte de
las literaturas orientales, incluyendo a las Mil y Una Noches y los Robaiyat
de Omar Khayyam, que llegaron a
Occidente en traducciones Indirectas. Pero si una Traducción es Indirecta, le
llamas Traducción Indirecta, y si siéndolo no la llamas así incurres en estafa,
en “Traducción Indirecta Camuflada”. Fuentes especializadas señalan que desde el
2001 más de la mitad de las traducciones literarias del chino mandarín al
castellano fueron “Camufladas” de la forma más ridículamente sencilla: En la
página de créditos aparece el título original chino y el traductor español, se
omite el título del texto mediador en inglés o francés, y se pasa por alto al
traductor de la primera traducción. Se falsifican así los datos en Bibliotecas y
en la Base de Datos ISBN. La Editorial Kailas publicó así varias novelas de Mo Yan, entre ellas Sorgo Rojo; Baladas del Ajo; La vida y la
muerte me están desgastando; Grandes
pechos, amplias caderas; La república
del vino; Shi Fu harías cualquier
cosa por divertirte.
No sólo tema de costo sino de
tiempo para hallar un buen Traductor del Chino Mandarín al Castellano: ¿Cuánto
se demora un Traductor en traducir del chino al castellano? Podemos imaginarnos
a los editores enterándose de un Premio Nóbel chino, como se jalan los pelos y
estiran las comisuras de los ojos tratando de ofrecer al público los libros del
chino en cuestión antes que la competencia. Por cierto, se encuentra a los
Traductores de los libros en las bases de datos ISBN, las que hay que consultar
si se quiere saber si existen los tales traductores y las obras que han
traducido. El rigor en las traducciones es un tema más importante de lo que
parece. En las traducciones al inglés desde el Chino Mandarín hay
características clave que modifican seriamente el texto en relación con la
traducción castellana. Debido a las diferencias entre los idiomas, los autores autorizan
a sus Traductores a realizar el denominado editing,
modificaciones autorizadas del original, a veces notables, a veces sutiles, debidas
a las distintas características de las lenguas origen y meta. Estas modificaciones
suelen implicar abreviaciones, supresiones, paráfrasis, cambios de orden de
diversas unidades (palabras, frases, oraciones, incluso párrafos), e incluso
ciertos añadidos explicativos aparte de los señalados con la conocida N.
del T. (Nota del Traductor). Si traduces el texto en inglés traducido
del Chino mandarín, partes de una versión alterada del original, filtrada y
enfocada a un público cuyos referentes lingüísticos son muy diferentes a los de
los castellanolectores. Si el Traductor carece de experiencia y rigor, la
Traducción de la Traducción pasa sin tamiz no sólo las modificaciones para el
inglés o el francés, sino los errores lingüísticos o extra-lingüísticos propios
del idioma castellano, por desconocimiento de la lengua y cultura chinas, o por
falta de capacidad o habilidad traductora. Menos mal la novelita de corta
extensión Cambios, que me poseo,
editada por Seix Barral, se tradujo directamente del chino por Anne-Hélène Suárez Girard, conocida traductora
del mandarín al castellano.
IV
Su poco de crítica literaria
¿Qué apreciamos nosotros de un
escritor? Pues me parece a mí que en esencia dos cosas: Qué dice, y cómo lo dice.
Mo Yan posee a mi entender la
increíblemente imposible cualidad de la sencillez. Hasta pareciera natural en
él si no fuera por lo que yo sé que me cuesta mantener estas Crónicas lo más
sencillas posibles, sin lograr lo que quiero más que en contadas ocasiones. La
sencillez se trabaja, necesitas saber con precisión de nanómetro qué quieres
decir y con qué palabras, giros, frases, signos de puntuación, tiempos y modos
verbales, actitudes y emociones- Hay ciertas precisiones e intenciones en lo
que quieres decir, y no digo que lo sepas con puntos y comas sino que poseas el
estado de ánimo que te permita estar conectado con el momento en que estás
conectado, y tratar de no desconectarte. Y todo eso, y algunas cosas más,
parece que al Premio Nobel Mo Yan no
le da ninguna chamba. Y eso me da cosa, me da pica, me molesta, me indigna, me
da envidia. El talento literario no basta, decía Charles Chaplin que talento todo el mundo tiene, lo que diferencia
a unos de otros es el trabajo, pero no parece para Mo Yan, ese chino de miércoles cuya insultante sencillez me
cautiva, peyorativa combinación entre García
Márquez, Faulkner, Kafka y quién
sabe quién más. Mo Yan te convence
que es mujer en Grandes pechos, amplias
caderas; y a la vez está metido en cómo se sufre la miseria causada por la
insensible corrupción de los sucios burócratas que anuncian al universo su
omnipotencia digitando la siembra de ajos, en Las Baladas del Ajo. Lo peor del asunto es que antes que te des
cuenta ya estás en el asunto:
El padre de
He Zhiwu era un viejo obrero agrícola que había trabajado durante décadas
para un terrateniente. La madre era el miembro más antiguo del Partido
Comunista de nuestro pueblo. Tenía la cara toda picada de viruela, los pies
grandes y el temperamento explosivo. A menudo se subía a la muela de piedra
que tenían delante de la puerta y se ponía a echar bronca a la gente sin
razón particular, con una mano a la cintura y la otra en alto parecía una
tetera a la antigua.
|
Puedo ver a la vieja medio
chiflada como la militante comunista más vetusta y antediluviana de ese pueblo.
Veo la ligera ironía propia del muchacho más vivo de la clase, y a la vez la
humanización de esa mujer que parece una tetera a la antigua cuando denosta a
los viandantes desde su demencia senil. Y así le pasa también al chico de
provincia que llega a la mítica capital de su país por vez primera, que me recuerda la letra de ese
huayno mañana me voy a Lima, Rosaura: ¡Pekín,
cielos, estábamos en Pekín! ¿Quién me iba a decir que un pobre chaval de campo
como yo, de Dongbeixiang, distrito de Gaomi, llegaría a Pekín un dieciocho de
enero de 1978, que vería tantos coches blancos, negros, y tantos jeeps verdes,
que vería tantos edificios altos y monumentales, que vería a tantos extranjeros
de nariz alta y ojos azules? Así es,
este chino simple, simplísimo, es engañosamente simple. Tengo que agradecerle a
Mirtha, periodista especializada en
el lejano oriente por haber puesto a mi alcance sin saberlo a Mo Yan antes que ganara el Nobel. Ella
nunca supo que su hijo – muchacho brillante, muy rayado y roquero, de quien fui
preceptor – me los pasaba diciendo qué bacán este chino. No le di tanta bola al
asunto, compartía el prejuicio, pero aprendes en los sitios menos
sospechosos.
V
Colofón
Agrada ver que los referentes
literarios de otras latitudes no son tan diferentes de los nuestros. Nos solazamos
en el común acervo humano y nos da lo mismo que el autor sea chino. En general
las ideologías dividen, mientras que la Literatura – la Buena Literatura – nos
une. El que tenga ojos, que Lea sin miedo.
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