CRÓNICAS DE LECTURAS – 57
Lecturas Políticas (II)
I
Cómo se ve a la Política
Una cosa es la Política como
ciencia, filosofía y hermenéutica; otra cosa es en la Práctica. Hay libros
sobre Política que no son para estudiarse en Ciencia Política, pero que se
consideran de Política. Evidencié la peculiaridad de cómo se ve la actividad
política en mi país con una mini encuesta que apliqué a algunos allegados. Tres
preguntas: Si leía sobre política, cuál fue el último libro que leyó, y cuándo.
Pretendía usar los resultados en mis crónicas, pero no fueron en la dirección
prevista: La gente lee política todo el tiempo, pero no identifica lo que lee
como política, sino como Sociología; Historia; actualidad internacional o
nacional; Periodismo de opinión; Derechos Humanos; Enfoque de Desarrollo,
Género o Derechos; psicología social o estudios de mercado. Queda claro que no
quieren relación alguna con el concepto “política”. Cuando por casualidad
tropiezan con él usan eufemismos: Promoción
y Defensa, Alta Política, Cabildeo, Ciencia Política, Ciudadanía,
Derecho, etcétera. La Ciencia
Política es una disciplina intelectual, pero el ejercicio de la Política es
vergonzoso y hasta repugnante. Por cierto, los libros y autores que escogí para
esta segunda crónica de lecturas políticas son definitivamente sobre Política,
y ninguno fue mencionado por mis encuestados, y ello porque son tan
definidamente políticos que no había donde esconderse si es que los
mencionabas.
A esta visión apocalíptica y de
condena moral absoluta de la actividad política, oponemos un concepto político:
No existen vacíos de poder, la percepción del vacío es seguida ipso facto por el llenado del vacío por
un actor en capacidad para ello. La condena moral asociada a la actividad
política no parece nunca haber disuadido a algún grupo o individuo de asumir y usar del Poder. Quejarse de ello
parece abdicación de la propia responsabilidad y pertinaz negativa a ver las
cosas como son: Yo digo que si no te gusta como están las cosas, pues mete las
manos en ellas y trata de arreglarlas a tu gusto. La actitud quejosa y
lamentosa que registro diariamente en las redes sociales la siento francamente
patética. En las últimas décadas se ha tratado de sacar a cuánta gente se pueda
de la Política, y obtener dicho resultado no fue fácil para la DBA, pues supuso
el harakiri intelectual de imponer en
los imaginarios falacias, prejuicios, estereotipos e ideas burdas y esquemáticas. Para decirlo en corto se trató
de mantener a la gente el nivel infantil del Pensamiento Concreto, es decir
trataron de que no pasaran de la edad mental de siete años. Un indicador del
hecho es que el nivel de la comprensión lectora en promedio se estaciona en esa
etapa; y un problema colateral es que ello lo termina pagando la Derecha
Económica en productividad del trabajador, y por eso hay tanta demanda de coaching y educación por competencias.
También escasea el pensamiento independiente, abunda el bovino gregarismo
intelectual, se renuncia a la crítica por ser inconveniente de decir, difícil
de elaborar, y por no rendir dividendos inmediatos. Por comparación con la vida
intelectual de los años ´60 y ´70 hoy vivimos en una suerte de páramo postmoderno.
Que en política no hay que ser
ingenuos (Alan García dixit) ni
caídos del palto (Alberto Fujimori dixit) lo han dicho sabios y
egregios varones duchos en el ejercicio de la política real. Se necesita de la
actividad política para dar espacio a la vocación del servicio público. Y no es
eso lo que nuestros jóvenes captan, ellos hacen caso a los hechos y no de las
lindas palabras. La práctica confirma diariamente que la política es un medio
para enriquecerse, pero también es verdad que como en cualquier actividad
humana hay espacios para desarrollar la ética y la inteligencia, bien que con
riesgos. El Servicio Público implica capacidad política, es decir la posesión
de ciertas condiciones ético – morales y cognitivas, parte de las cuales pueden
formarse en el sistema educativo, siempre y cuando eso interese. En el Perú hay
paradigmas políticos positivos: Luis
Bedoya Reyes, Víctor Raúl Haya de la
Torre, José Carlos Mariátegui, Alberto Andrade Carmona, Javier Díez Canseco. ¿Por qué entonces
nuestra mejor gente no participa en Política? Hay varios motivos, pero
aventuraré a modo de hipótesis solamente uno: La mejor gente estorba a la
Corrupción organizada. La Corrupción estructural – argollas
superpuestas a las estructuras institucionales – atraviesa de manera tan
profunda y amplia a la sociedad peruana, que no hay grupo político que no vea
pasar esta línea por el mismo meollo de su estructura, aunque haya partidos que
representan la estructura de argolla y/o la corrupción más que otros, según
quién y cómo controle la estructura. Se hace política hasta dentro de las
familias. Remito a mis lectores a la Crónica 47, del libro Historia de la Corrupción en el Perú de Alfonso Quiroz (link: http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2013/08/cronicas-de-lecturas-47-historia-de-la.html
). Me quedo mucho en el tintero, pero no nos perderemos si revisamos ciertos
textos políticos.
II
Niccoló Maquiavelo:
El Príncipe
y Discursos sobre Tito Livio
(O Contra los pajaritos en la cabeza)
Nicolás Maquiavelo (Niccoló
di Bernardo di Machiavelli;
Florencia, 1469 – 1527) comparte con Francis Fukuyama, Carlos
Marx y otros autores polémicos en ideas la característica de ser muy citado,
aunque pocos que lo hacen los han leído. Tout
le monde “sabe” que Maquiavelo
dijo que el fin justifica los medios
en su presunta obra capital, El Príncipe.
Las tres cosas son tan falsas como el elemental,
mi querido Watson de Sherlock Holmes. No es El Príncipe la obra capital de Maquiavelo sino la que más se conoce,
que no es lo mismo. Ni la frase se estampó jamás en negro sobre blanco, es más
bien la quintaesencia de una percepción deformada sobre la obra y su autor. Maquiavelo y maquiavélico suenan raro, como Lucifer o Satanás o Voldemort
o los nombres de reyes y magos que no se nombran. Así lo sentía yo de
adolescente, que tropecé con El Príncipe
que por todos lados andaba gracias a la editorial Peisa y a que es de Dominio
Público. Me gustó, corroboraba lo que una mente joven y curiosa veía pasar en
noticieros y periódicos, hacía posible las opciones. Tiempo después vi que se
combatía a Maquiavelo desde un
Deber-Ser religioso o ético-moral, lo que para mí es una reversión lógica de
los términos y/o un retorcimiento argumental. Lo que cuenta de Maquiavelo no son los consejos a César Borgia o al Confaloniero Soderini, sino la realidad de los actos
humanos que hace necesario aconsejar. Realidad: La modestia no aplaca a un enemigo jamás; le hace por el contrario, más
insolente. Y de la realidad cae el consejo como pera madura: Vale quizá más verse quitar algo por la
fuerza que por el temor de la fuerza. Las prescripciones políticas de Maquiavelo funcionan al prescindir de
la ética y la moral. Algunos hallan contradicción entre el Maquiavelo de El Príncipe
con el de los Discursos sobre Tito Livio,
donde hay un republicano que concilia y equilibra la resultante de dos fuerzas
- Los Grandes y el Pueblo - en una sola y armónica comunidad política. No veo
la contradicción, más bien confusión entre el Ser y del Deber-Ser. Es que este
astuto florentino solo se muestra a los que le leen. Pero la flojera en leer –
y la insolencia de hablar sin saber – es proverbial en el Perú. Parece que Maquiavelo no fue maquiavélico del modo que se le imputa, que viene de sus enemigos
de la Iglesia Católica, que no le perdona el despojarla para bien o para mal
del ejercicio político. Los jacobinos franceses, que no eran extremistas
descerebrados, veían en Maquiavelo a
uno de los suyos, consejero del popolo
grosso. Y Jean Jacques Rousseau
habla clarísimo: Maquiavelo era un hombre
bueno y un buen ciudadano, más, estando ligado al patio de los Medici, él no
podría ayudar a velar su amor de libertad, en medio de la opresión de su país. (…)
la contradicción entre la enseñanza de El Príncipe y la de los Discursos sobre
Tito Lívio (…) muestra que el pensador político hasta ahora ha sido estudiado
solo por lectores superficiales o corruptos. El Tribunal de Roma severamente
prohibía ese libro. Yo puedo muy bien creer en ello, porque es al Tribunal a
quien más claramente retrata.
Maquiavelo era hombre decente para los parámetros de su época y
hasta para los de la nuestra. Nadie es tan revolucionario que no le deba casi
todo a su pasado. Lo máximo que podemos esperar es lo que Maquiavelo logra sin atenuantes: Separar lo de aquí, aquí; y lo de
allá, allá; poner los nenes con los nenes
y las nenas con las nenas. En su hacer y decir el astuto florentino
persigue un último fin humanista y decoroso: evitar que los hombres se
destrocen entre sí. Como bien dice Hugo
Neira, sin Maquiavelo no hay Rousseau, Tocqueville, Hannah Arendt
ni Ciencias Sociales, y - añado yo – si no hubiera habido Maquiavelo habría que haberlo inventado. Sin sus ideas seguiríamos
discutiendo bobadas sobre cómo somos en verdad los seres humanos. Y este hombre
sin pajaritos en la cabeza dice clarísimo lo que debe decir: … he tenido por más conducente decir la
verdad real de la materia que los desvaríos de la imaginación en lo relativo a
ella; porque muchos imaginaron repúblicas y principados que no se vieron ni
existieron nunca. Hay tanta distancia entre saber cómo viven los hombres y
saber cómo deberían vivir … . Hasta
acá todo esto parece teoría de gabinete, pero en política la amarga realidad
antecede a las dulzuras de la vida intelectual. El hombre Nicolás Maquiavelo ejerce función pública y tiene un secreto amor:
Su Florencia bien amada ha de sobrevivir a la enmarañada realidad política
italiana; y su Italia bien amada alcanzar la unidad, rechazar a los bárbaros,
ser de una vez por todas ella misma, deseo con que finaliza El Príncipe, citando a Petrarca: El valor tomará las armas contra el furor; y el combate no será largo,
porque la antigua valentía no está extinguida todavía en el corazón de los
italianos.
Qué poco maquiavélico parece ahora Maquiavelo.
Como sabe todo ser humano decente, hay algo en el corazón que nos hace decir
frases de amor y de locura, que supedita el poder de nuestras mentes e incluso
la razón instrumental. Los hombres somos una combinación desigual de maldades y
bondades, y es así que tenemos que aprender a convivir y a mandar y a obedecer,
y cuando mandamos a sobrellevar la responsabilidad del mando, cargando al final
con los inevitables pecados que cometeremos en su ejercicio, y pagando por
ellos. Y esto es Maquiavelo en
estado prístino.
III
Más de Nicolás Maquiavelo
(Y más contra los pajaritos en la cabeza)
Maquiavelo irrumpe en el pensamiento político con el tema
heurístico del sentido común y del rechazo a las anteojeras mentales, que en su
época fue enfrentar a la Iglesia Católica. Pero el mundo es lo que es, y no
otra cosa: El Príncipe no puede ser “bueno”, la raison d´etat le obliga a reestructurar no sus conceptos sobre el
bien y el mal, esa es la parte fácil; sino toda la integridad de su sistema de
creencias. Desde entonces donde había Uno ahora habrán Dos: El ser humano y …
el político, el príncipe. Y entre ellos habrá un incomodísimo modus vivendi, de necesidad uno le hará
cometer al otro cosas terribles. ¿Estaré
paranoico? ¿Lo estaré lo suficiente? dice el viejo chiste del que Maquiavelo hubiera reído de buena gana.
Llamemos las cosas por su nombre: El Príncipe tendrá que tomar
decisiones desde el primer minuto en que lo sea, o no tomarlas, lo que es decidir no decidir; espiará a sus amigos
y a sus rivales, a los miembros de su partido y a los de otros; chantajeará o
comprará a sus adversarios (y no habrá dinero mejor gastado); mediará en las
repartijas entre sus partidarios; tratará a sus aliados como enemigos y a sus
enemigos como aliados; usará de las armas cuando lo vea necesario y cederá
solamente si le parece oportuno; estará atento ante los eventos de la fortuna, del azar, al que buscará
sacarle partido o minimizar sus efectos (de acá viene la teoría del manejo de
crisis y control de daños); tendrá - y esto le arderá a sus partidarios – que mover su atención de los principios a las
posibilidades (Me recuerda esto una frase de John Paul Jones: Por muy
ciertos que sean los principios políticos por los que luchamos, nuestras naves
de guerra serán comandadas por el sistema del despotismo absoluto). En
resumen, tendrá que ser a la vez Zorro y
León, astuto, fuerte y valiente. Aunque no quiera.
(Paréntesis: Nuestros gobernantes
no tomaron nota de Maquiavelo: ningún principado puede estar seguro cuando
no tiene armas que le pertenezcan en propiedad. El Presidente de la
República del Perú puede tomar en cuenta este principio ahora que “dialoga”
buscando fuerzas auxiliares o mercenarias. Puede que aprenda en cabeza
ajena – la de la Señora Alcaldesa de Lima, que perdió sus tropas en la
Revocatoria, y vive las consecuencias de ganar y perder a la vez: … si pierdes la batalla, quedas derrotado, y
si la ganas, te haces prisionero suyo. Es siempre mejor perder con ellas (las propias armas) que
vencer con las ajenas.)
Si la Política es hoy un medio
eficiente para convertir la simple y brutal Fuerza en fecundo Poder que puede
literalmente mover montañas, en buena medida se lo debemos a este florentino.
Tan importante es gobernar de acuerdo a sus principios, que hasta sus
adversarios de la Iglesia Católica se mimetizaron. Tras siglos de inciertas
respuestas ideológicas, pasó lo que tenía que pasar y más temprano que tarde
surgió un maquiavelismo eclesial a la
par del maquiavelismo social-popular
que escuchamos cada vez que se dice Hacer
lo que hay que hacer, que denota el poder de la necesidad sobre la libertad
y los principios. Si es cierto que un cristiano perfecto es antítesis de Maquiavelo - aunque ya vimos haber
menos de maquiavélico en Maquiavelo de lo que creíamos - sin
embargo es cierto que se yuxtapone una segunda personalidad sobre la cristiana,
y tal vez esta sea la enfermedad de la curia romana. Pero los que mejor leyeron
a Maquiavelo fueron los jesuitas (de
paso también prohibieron leerlo), por ende los que mejor han aplicado sus
principios. Hoy que tenemos Papa jesuita no deberíamos perder de vista este
hecho, que aunque se llame Francisco,
como el Poverello de Asís, no carece
de astucia ni de medios políticos de acción. Mucho de lo que hace este nuevo
Papa parece dictado por un Maquiavelo
diferente del que estamos acostumbrados a leer: el que estando al frente de un principado no descubre el mal en su
raíz, ni lo conoce hasta que él se manifiesta, no es verdaderamente sabio.
No es fácil encontrar libros que
se dejen abrir por cualquier parte y sean interesantes, pero seguro que tanto
los Discursos sobre Tito Livio como El
Príncipe responden a esa categoría. Lea
y Difunda. Discuta, no dé nada por sentado. No me crean a mí, aprendan
política, jóvenes. Acá los links:
IV
Alexis de Tocqueville y La democracia en América
Hay libros y autores que se
conocen de oídas, citados todo el santo rato, y que jamás uno en su sano juicio
trataría de leer, a no ser que perciba su necesidad agudamente. Aunque no se
puede saber cómo es un libro o su autor hasta leerlo, los que suenan modernos
suelen estar pasados, y los que suenan antiguos suelen ser muy actuales. Esto
vale en todas las áreas, desde la literatura hasta la Lógica Formal, pasando
por la Filosofía y/o la Ciencia Política. Pero hay un factor frente al cual no
hay tu mamá ni tu tía: el
costo. Según la Oferta y Demanda hay libros que no comprarías por
más interesantes que puedan ser, dadas otras prioridades. Si eres profesor, una
parte de tu presupuesto de libros (Suena a Ciencia Ficción ¿de cuándo acá un
profe tiene un presupuesto para libros? Que agradezca si tiene para comer) será
sobre pedagogía, y sólo si enseñas Política - y nadie enseña Política, apenas
Ciudadanía o Cívica - te interesarás por La
democracia en América de Alexis de
Tocqueville. A no ser que venga en una de esas colecciones como Los grandes pensadores de Sarpe, que
tienen la virtud inestimable de ser ba-ra-tas.
Y que tengas referencias previas: El filósofo Wilhelm Dilthey consideraba a Tocqueville
el mejor analista político desde Aristóteles
y Maquiavelo, nada menos,
considerando la obra El Antiguo Régimen y
la Revolución de Francia, que yo no he leído pero que tengo en mi lista. Alexis de Tocqueville (1805 – 1859) era
un moderado, tal vez debiéramos decir un equilibrado por la fuerza de los
hechos, pues varios de sus familiares, incluyendo su padre, se salvaron por un
pelo de la guillotina de Robespierre.
Con ese antecedente sería antinatural simpatizar con un radicalismo tan
entusiasta en separar cabezas de sus respectivos cuellos. Se calibra entonces
la inteligencia, porque bien podría haber terminado en el otro extremo como un
burro cualquiera. Pero no, hay ahí un equilibrio del tipo que necesita para
sostenerse que se le aplique una fuerza intelectual, porque es inestable de por
sí. La Psicología Política, ciencia que debería desarrollarse, tiene acá un
formidable campo de estudio.
Tocqueville
era de familia aristócrata y es fácil colegir que su adhesión a la Democracia
fue más bien decisión racional, presidida por su lóbulo frontal más que por su
cerebro reptiliano. Precisamente la característica
más fundamental de la Lucidez en Política
(y en lo demás) es la claridad conceptual asociada a la rapidez intelectual,
que denota un empleo constante y retroalimentado de ciertas operaciones
intelectivas. Lo que llamamos Conclusiones
son proposiciones móviles, que se alcanzan, afirman y facetan conforme nuevos
datos son añadidos y otros dejados de lado, y enlazados en relaciones
jerárquicas y lógicas. Por ello Alexis
de Tocqueville puede sostener que lo que moviliza a los hombres hacia el
cambio social es la aspiración a la Igualdad, y que la preferirá por principio
a la Libertad, por proporcionar seguridad. Las observaciones y razonamientos de
Tocqueville tienden a ser lo que yo
llamo blindados, es decir, sólidos y generales: Las leyes civiles no son familiares sino a los legistas, es decir a
aquellos que tienen un interés directo en mantenerlas tal como están. O
esta joya de lucidez, que nuestros políticos actuales deberían encuadrar y leer
diario antes de tomarse su café: (…) los
hombres que viven en un bienestar tan distante de la opulencia como de la
miseria, otorgan a sus bienes un valor inmenso. Como aún están cerca de la
pobreza, conocen sus rigores y los temen; entre ella y ellos no hay más que un
pequeño patrimonio en el que se concentran sus temores y esperanzas. Parece
Tocqueville un Psicólogo Social que
analiza en profundidad las motivaciones sociales de las gentes en Democracia. Y
ojo, escribe en 1832. Cabe en este punto contar que la escuela de política y
cuadros más importante del mundo es, sin duda, el Partido Comunista de la
República Popular China, y leerse a Tocqueville
completito y sin atenuantes ni yonofuis
tarea obligatoria para todos los que aspiran a ser alguien políticamente en el
PCCh. La democracia en América y El Antiguo Régimen y la Revolución son
los best-seller para los millares de
Cuadros Políticos y funcionarios de todo nivel del PCCh, que le pese a quien le
pese es la organización política más exitosa del mundo, y cuya historia,
desarrollo, pedagogía política y paradigmas cualquier organización política que
crea ser tal debería conocer amplísimamente para aplicarla en lo posible. Así
que si ellos se comen La democracia en
América de Tocqueville con
zapatos y todo, pues yo me creo que pediré el mismo plato en mi próximo menú de
lectura política.
Para leer La democracia en América
no hay hoy que tener plata, basta con ir a este link y bajarse el libro: http://archivosociologico.files.wordpress.com/2009/08/tocqueville-alexis-de-la-democracia-en-america.pdf
V
Colofón
Concluyo esta segunda parte de
las Crónicas de Lecturas – Lecturas Políticas, y como me ha pasado antes, no sé
a dónde me llevará. Tratamos de hacer potable la Política y además de que la
gente lea. Por supuesto estamos contra las kakistocracias
(gobierno de los peores) que se han instaurado en muchos de nuestros países, y
creemos que podemos combatirlas con lucidez. Todavía hay mucho qué decir y
mucho qué leer, trataremos de decirlo y presentarlo. Por hoy, punto y
coma.
La Crónica de Lecturas Número 56 - Lecturas Políticas (I) tiene este link:
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