“… el talento no es nada, (…) el talento abunda. (…) lo que importa es el trabajo duro.” (Charles Chaplin, según su hija Geraldine Chaplin. El Comercio, 4 de agosto de 2011)
“Me enseñó la disciplina, y su gran ejemplo para mí fue que él fue un trabajador incesante.” (Geraldine Chaplin, El Comercio, 4 de agosto de 2011)
Para aquellos que amamos el Séptimo Arte, la venida de Geraldine Chaplin no puede menos que concitarnos interés y fascinación, no solamente por ella misma o por su arte, sino también por ser hija de quien fuera el más grande de todos los comediantes de todos los tiempos. Los años pasan y la estética del Cine Mudo y en Blanco y Negro queda atrás, superada por nuevos códigos y sintaxis; pero al final el Cine siempre presenta un lenguaje definido y propio, y aunque convivamos con las muchas tecnologías que se le han añadido, el ver lo que los actores, los directores y todos los que participaban de una película eran capaces de hacer sin los artilugios de hoy, produce una extraordinaria fascinación y una extraña sensación de dèja-vu.
La visita de la gran actriz a Lima me da pie para abundar en este y otros temas vinculados. Es una de esas raras ocasiones en que me permito escribir motivado por lo que me da mi real gana, confiado en la paciencia de mis lectores. Las declaraciones de la actriz al diario El Comercio de hoy, sin embargo, me dejan un tanto descontento, pues han servido no tanto para presentar a la actriz, o la relación entre hija y padre, sino para rellenar varias páginas con diversos ángulos. No está tan mal ello, aunque quizá hubiera preferido una entrevista con todas las de la ley, pues este es uno de esos casos donde el periodista se engrandece al esconderse, cosa que en este caso no ha ocurrido. Se ha preferido rellenar páginas, pero de todos modos algo se presenta al respecto, y cuando menos el testimonio gráfico adjuntado es notable.
El Talento y la Disciplina
Es inevitable pensar muchas veces que el talento no se hereda. Hay muchas historias alrededor de los hijos de los “famosos” o de las personas de gran talento que no alcanzaron la fama. Muchos de ellos no consiguieron tolerar la constante comparación interior y exterior, se rayaron, y cayeron en drogas y otros anexos igualmente penosos, en los que la prensa se regodea. Confieso que yo no pensaba muy bien de Geraldine Chaplin. Buena actriz, y ya. No es raro, si uno está algo familiarizado con la filmografía del padre y de la hija. Las comparaciones son odiosas en este caso, pues las circunstancias no son las mismas. Los hijos siempre están en una relación ambivalente con los padres, de amor y de rechazo entremezclados. Sin embargo, raras veces es tan visible la armonía que Geraldine presenta entre ambas cosas. Tal vez sea porque Geraldine ya está en los 67 años de edad, y a esa edad todo está resuelto. Pero de sus propias declaraciones deducimos que ser la hija de su padre la ha marcado para bien. De hecho, ella no se atascó en la búsqueda imposible de la copia, sino que aprendió, en el buen y real sentido del término entre otras cosas la relación entre el Talento y el Esfuerzo.
Geraldine no cometió el error de muchos de tratar de imitar al padre, por la positiva o la negativa. Es común que los hijos se definan por la aceptación total o por el rechazo total. La vida como obra de arte requiere de imitación, pero también de creatividad. Los hijos toman de los padres un algo, a veces indefinible, pero algo toman así no quieran. Y Geraldine, que no trató de imitar compulsivamente el genio de su padre, tomó creativamente de él tanto la disciplina como el compromiso social. De hecho, en las declaraciones a El Comercio, lo define como “Buen padre, estricto y victoriano”. Y a la vez como moralmente estricto y fiel a sus principios. Ello nos habla de un padre bueno, aunque firme, disciplinado, y de convicciones marcadas. Y no puedo menos que preguntarme de dónde viene tanta disciplina.
La Comedia y la Vida
Es evidente que Geraldine no conoció a su padre antes de nacer ella misma. El más grande comediante de todos los tiempos, el hombre que supo reír y hacer reír supremamente, provenía de la más podrida miseria londinense victoriana, retratada en parte por los grandes novelistas ingleses del siglo XIX. Si algo ha debido definir la vida de un hombre que tenía que turnarse con su hermano Sydney la salida a la calle porque tenía que compartir los zapatos, era el encarar la miseria más allá de toda descripción. La sensación de la tripa vacía está más allá de todo intento literario o artístico. Se puede hablar de ella después de haber pasado por ella, pero no durante. A los cinco años de edad el gran Charlot empezó su carrera artística, y conoció la ley de la jungla en las calles del Londres de la última década del siglo XIX. Bailó, cantó, actuó y payaseó en las calles para mantener a su madre, enloquecida, literalmente, por la miseria. Y desde allí inició su ascenso, apoyado en su talento y en una extremada capacidad de trabajo.
Como todos los que han pasado infancias duras, cuando alcanzó alguna solvencia económica, le quedó una suerte de paranoia, manifestada en una orgía vital, de impaciencia por vivir que se transparentaba en una disciplina de hierro. También le dejó taras. Odiaba la Navidad, de la que sólo recordaba el hambre y la carestía. Pero nunca dejó una tarea a medias, le costara el tiempo que le costara. Su perfeccionismo le llevaba a dominar por completo todas y cada una de las escenas que filmaba, y en alguna ocasión maravilló a sus compañeros repitiendo todos los movimientos de una escena al derecho, y luego al revés. Creía, como su hija nos ha contado, que el talento era cosa común y que muchos lo tenían, y que lo que realmente diferenciaba al éxito del fracaso era el trabajo duro. Cito a Geraldine: “Sus películas parecen muy fluidas, pero eso fue a base de romperse la cabeza trabajando.”
Aprovechar lo que se posee
Geraldine confiesa con alegría y sin prejuicios que ella utilizó su apellido para ingresar al mundo del cine y progresar en él. También, con inusitada honradez, nos dice que a su padre ello le parecía de una “moralidad dudosa”. Naturalmente, como persona inteligente, Geraldine lidió con el problema y lo resolvió pensando que si tenía una cara bonita no se la iba a cortar por aquello de que sería una ventaja injusta frente a otros. Así que aprovechó del plus que le dio la vida, y en ello creo que podemos reconocer la sabia prevención que tiene alguien que, nacido y criado en la pobreza, y salido de ella, sabe que no puedes escoger las cosas, y que si algo tienes, tienes que darle curso, y que tampoco eso bastará si no chambeas con el alma en la punta de los dedos. Una ética del trabajo duro y del esfuerzo, propia de un hombre que consigue pasársela a sus hijos. Pocos tienen esa suerte. Y la misma Geraldine nos dice: “Estoy muy agradecida por ser la hija de Charlot”.
Compromiso social
Charles Chaplin no fue solamente un comediante, sino un hombre que, conociendo la miseria de cerca, la consideraba, como Víctor Hugo, una maldición que debía ser erradicada. No tenía ese compromiso social frío y distanciado que no pareciera sino que está tallado en las cifras de las estadísticas, en lugar de en la vivencia propia o ajena. Charlot no fue solamente el Hombre que hacía Reír, sino el amigo y el hermano de todos los desheredados del mundo. Es imposible no emocionarse con esa escena maravillosa de “The Kid” en la que el vagabundo Charlot, solo contra la fría burocracia y la indiferencia del universo, rescata al niño que le están arrebatando, y al que ama, y una vez que se ha deshecho a puño limpio de sus opresores, lo besa entre lágrimas. No es difícil reconocer en ese chico la propia niñez desamparada del propio Charlot. Una escena como ésta vale por todas las inconsecuencias en las que, como ser humano, seguramente cayó.
El famoso discurso que finaliza su película “El Gran Dictador” aún estremece y conmueve. No se han resuelto aún las contradicciones humanas que impiden la vida libre y hermosa de los pueblos. Y el rumbo aún no se ha encontrado…
http://www.youtube.com/watch?v=he26DAbk3Sw&list=PLBF7CE41512B337CB
Recordemos, por lo demás, que Charles Chaplin, el hombre, murió en el autodestierro, entendiéndose a sí mismo como un olvidado del mundo. Se comprende que, después de tanta lucha, el guerrero haya necesitado el descanso. Fue la madre de Geraldine, Oona O´Neill, la que se lo hizo más fácil de pasar, y fueron Geraldine y sus hermanos quienes alegraron la vejez de un hombre que había luchado tanto. La historia de Charles Chaplin es una de tantas que ilustra la peripecia humana del Siglo XX. Y si algo queda de los seres humanos en sus descendientes, tenemos en casa una parte de ese ser humano.
Geraldine
http://www.youtube.com/watch?v=wJB9WJ0nU9M&feature=player_detailpage
Por su parte, Geraldine ha sido bailarina de ballet, modelo, exitosa actriz e incluso payaso de circo. Y está hoy entre nosotros como Jurado del Festival de Cine. Es verdad, el talento no se hereda. Pero qué importa eso si heredamos la capacidad para trabajar duro, para hacer bien lo que hacemos, para no tolerar la injusticia y para disfrutar con intensidad de esta vida que nos ha sido dada. Ahora Geraldine me cae mucho mejor que antes. Y su padre, también. Y punto.
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