miércoles, 9 de noviembre de 2011

AGENDA PÚBLICA



“¿Tan difícil es andar derecho?”
(Nadine Heredia)

“(La agenda-setting es una) "alianza tácita que existe entre el gobierno de un país (…) y los medios de comunicación para comunicar a los espectadores, oyentes o lectores de un determinado medio sólo lo que les interesa, y ocultar al máximo lo que puede resultar peligroso o perjudicial para la estabilidad que ellos creen la correcta para su país".
(Noam Chomsky)

La primera reacción de la Primera Dama frente al caso Chehade, que expresó por Twitter, y que involucra al Segundo Vicepresidente de la República del Perú en un probable tráfico de influencias, muestra el nivel rastrero al que hemos llegado en comprensión lectora. El hecho que hayamos encontrado cuando menos cuatro interpretaciones opuestas y contradictorias de estas cinco palabras encerradas entre interrogantes no dejan de sorprenderme. Hay gente que cree que se puede hacer un psicoanálisis completo de alguien a partir de cinco palabras y algunos prejuicios.

Sin embargo, la contradicción flagrante entre el tráfico de influencias y el tema de campaña de la anticorrupción es un tema complejo que hace bastante buen rato dejó de ser de búsqueda de la verdad. Hay montones de temas anexos, los que valdría la pena analizar su poquito con el fin de ver toda la película, y no solamente la parte que nos quieren presentar. Por supuesto, esto no tiene nada que ver con la verdad o falsedad de las acusaciones. Si son verdaderas, que se castigue, y si son falsas que se reivindique. Y eso, como en el caso de Ciro Castillo, toma su tiempo. Por ello me he demorado en tratarlo, porque ver lo que pasa detrás de la profusa niebla con la que se rodea el caso es realmente complicado. El tema que me interesa a raíz de este problema es el de la Agenda Pública y su relación con los medios de comunicación.

Agenda Pública

Me he preguntado en repetidas ocasiones de donde sale esa cosa, la agenda pública. He estado escuchando a varios periodistas, algunos buenos, que en nombre de esa entelequia de la agenda pública determinan los espacios y la importancia que le dedican a ciertos temas. Naturalmente privilegiar ciertos temas significa invisibilizar otros, y recordemos que los medios de comunicación en nuestro país y en otros no se caracterizan por poseer demasiada credibilidad, en parte precisamente por la experiencia que las gentes han ganado sobre la manipulación evidente de las noticias, sea en su importancia o en su sentido. Muchísima gente desconfía con razón acerca del origen de los temas que los periodistas dicen que están en Agenda. Se le tiene tirria a las “cortinas de humo”, noticias que se levantan con el fin de ocultar otras. Se detesta la sangre y las tripas que los noticieros suponen que es noticia, y se interpreta como una generalizada cortina de humo y una prueba de que los medios se dirigen a los sectores más ignorantes e impresionables de la población. Es obvio que los intereses que persiguen los medios son los de sus propietarios o los de ciertos grupos de poder. Esto es palpable en la evidentísima campaña contra Susana Villarán, alcaldesa de Lima, a la que ya consiguieron anclarla en el epíteto de incapaz. En el caso Chehade, y con la entusiasta colaboración de éste, se ha conseguido hacer estallar un torpedo en la misma línea de flotación del Gobierno. Pero no nos adelantemos.

Qué es la Agenda Pública

La agenda pública es una lista de temas o problemas a la que los funcionarios del gobierno o gentes relacionadas ponen atención en un momento o plazo determinado. Esto de la gente relacionada es interesante, porque siendo los temas y problemas cuestiones públicas, interesan a todos, y entonces la opinión pública cuenta muchísimo, así como la intervención de los periodistas, que hacen carrera de ello. Cuando un tema o problema no entra en agenda pública es normalmente por dos razones: Porque se ignora o no se está al tanto de la existencia del tema, lo que en la jerga política se dice estar “invisibilizado”; o porque se ha decidido no hacer nada al respecto, que también es una decisión política, a veces por buenas razones, a veces por simple falta de voluntad. En este caso se dice en la jerga que el tema “está en la congeladora”.

Si traemos a nuestra memoria los penosos intentos de Alan García de poner en agenda la Pena de Muerte, con la clara complacencia y amplificación de los medios de comunicación (complacencia que, según algunos maledicentes, estaba en relación directa con el monto de la publicidad estatal y otros pecuniarios intereses), veremos un ejemplo de manipulación de la agenda. También es visible como, a pesar de la cantidad de amplificado jarabe de pico que Alan nos administró todo el rato, la opinión pública no necesariamente atracó con lo que se les dijo, lo que además quedó probado con los resultados electorales. Queda patente cómo la Agenda Pública del gobierno aprista terminó siendo difusa y muy poco importante, destinada más bien a sacar a la opinión pública del proceso de establecer la Agenda Pública, con lo que el gobierno aprista sentía tener mayor libertad para hacer los faenones que se les viniera en gana. Sin embargo aún así la fuerza de la opinión pública consigue imponer ciertos temas, aunque los diversos grupos de interés traten de manipularlos, minimizarlos y redirigirlos en otras direcciones.

Establecer la Agenda Pública

Una agenda pública efectiva se establece de acuerdo a ciertos principios, que en inglés se denomina la Agenda-setting. La legitimidad, la factibilidad y el apoyo de la opinión pública son fundamentales, según algún autor que no recuerdo. Un grupo político sensato, más si es gobierno, trata de establecer una agenda programando acciones legítimas – es decir, en las que tienen derecho a intervenir -, que tengan buenas posibilidades de éxito, y que correspondan a lo que la opinión pública quiere, permite o está dispuesta a aceptar. Esto explica en buena medida los temas programáticos a que el actual gobierno se comprometió en campaña, los que se han verbalizado como un Gobierno de Inclusión Social, con una agenda general de crecimiento con inclusión social y lucha contra la corrupción.

Agenda periodística

Por otra parte, los medios de comunicación manejan una agenda propia, la Agenda periodística, diferente de la Agenda Pública. En general, los medios poseen gran influencia sobre el público pues deciden qué hechos, historias y noticias poseen interés informativo y cuánto espacio e importancia relativa les darán en su soporte, es decir qué titulares habrá en el periódico o revista, o qué espacios radiales o televisivos se le dedicarán. Al graduar la importancia de la información que difunden le otorgan un orden de prioridad cuyo objetivo es obtener mayor audiencia, impacto y un determinado punto de vista sobre el hecho noticioso. Y desde ahí influyen abiertamente en la agenda pública, lo que entendemos está muy bien en principio.

Cuando la agenda pública y la periodística se reúnen en función de intereses se cae sin embargo en una suerte de venenoso oligopolio informativo, en el que abundan las cortinas de humo y las agendas hechizas orientadas por el cortoplacismo de ciertos temas empleados como cortinas de humo, a fin de lograr el silenciamiento de temas fundamentales. El pasado y felizmente terminado gobierno aprista fue un interesante ejemplo de libro de cómo la agenda-setting del gobierno y la de los medios de comunicación iban de la manito en función de estos intereses. La curiosa y bastante cuestionable erradicación del analfabetismo, o la reducción de la pobreza manifestada a través de la reducción de un solo indicador no merecieron las especiales habilidades de investigación que el periodismo dedica a saber si la Primera Vicepresidenta influyó para enviar un aparato a Abancay o a Piura. La muy actual investigación acerca de las multas dejadas de pagar por las empresas pesqueras, con implicancias tributarias, ambientales y de corrupción no se merece hoy en día ni siquiera un titularcito. Parece obvia la conclusión: Poderoso caballero…

Muchos periodistas, y no los menos hábiles, parecen estar confusos o querer estarlo alrededor de las agendas periodística y pública. Parecen creer que son lo mismo, o las ubican en el mismo proceso, aunque es claro que tras cinco años de alanismo se puedan confundir, lo que lleva entre otras cosas a hacerles suponer que poseen más poder del que realmente tienen. Quizá esto explique el general desconcierto periodístico actual, que se expresa en la continuidad de la desinformación y los constantes enfoques interesados. Se pasa por alto los requerimientos y reclamos de la población al respecto, a pesar de que el descontento ya se expresa de manera diaria cada vez que el público cuenta con un espacio de intervención. El periodismo peruano no ha hecho su mea culpa aún de cinco años de guerra sucia destinadas a impedir que el actual gobierno llegara a serlo, y que fracasaron en toda la línea. Apenas han bajado en algo la antigua petulancia con que se referían a la gente ignorante. El racismo abierto y el desprecio por los pobres algo ha remitido, excepto en algún que otro reducto. Que las tácticas se mantienen queda demostrado por el hecho que los sectores más recalcitrantes siguen su entusiasta campaña de demolición de Susana Villarán, que según parece comparte la confusión señalada líneas arriba, pero desde el otro lado.

Las portátiles

Últimamente se ha aireado el tema de las llamadas Portátiles, grupos más o menos folklóricos de ciudadanos que hacen barra por un determinado candidato o político, se entiende por algún tipo de estipendio. Esta variante de la acción política, inaugurada y desarrollada por el clientelismo fujimorista en los noventas, ha terminado por difundirse en los demás partidos políticos, en especial considerando el tema del voto preferencial, que pone a los candidatos de un mismo partido unos contra otros. En su variante mediática usan los foros de Internet y los teléfonos para levantar sus propias agendas, normalmente en oposición directa a la agenda de los medios mismos. Empezaron siendo grupos o personas que se manifestaban espontáneamente, sin embargo rápidamente fueron bautizados como “portátiles”, en alusión a la anterior acepción, y con ello descalificados por los medios. Su efecto real en la elaboración de la agenda pública y periodística podría ser un interesante objeto de estudio.

Lucha sin cuartel

La agenda pública y la agenda periodística están en abierto conflicto en estos días. Se confunde, no sabemos si intencionadamente, a una con la otra, y se lucha por ver cuál será la que prevalecerá. Esto es patente en el tema que hoy involucra al Segundo Vicepresidente. Aunque la primera cuestión es la de ver si el delito de tráfico de influencias se cometió (Parece que no, al no haber beneficio patrimonial, ni soborno, a no ser que se probara que el grupo Wong pagó la cuenta del restaurante, o algo más serio). La corrupción es un tema complejo de probar, ya lo sabemos. Entre los muchos actos que una persona puede realizar, algunos pueden ser corruptos. En ciertos casos no hay duda de ello, en tanto que en otros la evidencia en contrario es palpable. Por otra parte, existen actos de corrupción que no están considerados en el orden legal, en tanto que otros actos que no son necesariamente corruptos sí lo están. Otros actos están en el cómodo limbo de poder ser considerados corruptos o no, como es el caso del tráfico de influencias, según lo que se haya dicho o no dicho, pero en ese caso no parece haber delito por no haber cuerpo del delito. Recuerda el caso de la desaparición de Ciro Castillo, en el que se acusó mediáticamente a su acompañante de un crimen cuando no había cuerpo. Aparecido tras seis meses el cuerpo, se examinó y se determinó que no había delito, con lo que los medios se quedaron sin tema y los buitres sin cadáver. Por otra parte, la misma prensa que amplificó y dio cobertura a las pachotadas de Alan García y sus aliados es la que hoy en día abandera la lucha contra la corrupción. Curioso, muy curioso.

Colofón

En términos de agenda pública el desdichado condumio del Segundo Vicepresidente en el restaurante Las Brujas de Cachiche tiene efectos políticos en el incomodísimo reino de la exégesis o interpretación de lo dicho, que desafía la paciencia del más hábil de los abogados o lingüistas cuando se trata de determinar qué se dijo, cómo se dijo, por qué se dijo y en qué contexto se dijo. Aún si no hay delito, hay presunción de corrupción que hace muchísimo daño a la agenda pública del gobierno. El castigo propinado por los medios por ende no es judicial sino político. Los temas están mezclados, y se cae en una discusión que combina opiniones y datos, aburrida como sermón de curita de parroquia, que tras las tres primeras frases ya nadie lo escucha y se convierte en objeto de opinión de todo el mundo. El tema del te dije lo que te dije, y no otra cosa se vuelve el centro de la discusión por un rato, hasta que la gente se cansa y empieza a opinar abiertamente, con sus prejuicios y estereotipos. Y la agenda periodística se convierte en agenda pública. ¿A quién favorecerá todo esto? Vivir para ver.

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