“¿Tan difícil es andar derecho?”
(Nadine Heredia)
“(La agenda-setting es una) "alianza tácita que existe entre el
gobierno de un país (…) y los medios de comunicación para comunicar a los
espectadores, oyentes o lectores de un determinado medio sólo lo que les interesa,
y ocultar al máximo lo que puede resultar peligroso o perjudicial para la
estabilidad que ellos creen la correcta para su país".
(Noam Chomsky)
La primera reacción de la Primera
Dama frente al caso Chehade, que expresó por Twitter, y que involucra al
Segundo Vicepresidente de la República del Perú en un probable tráfico de
influencias, muestra el nivel rastrero al que hemos llegado en comprensión
lectora. El hecho que hayamos encontrado cuando menos cuatro interpretaciones
opuestas y contradictorias de estas cinco palabras encerradas entre
interrogantes no dejan de sorprenderme. Hay gente que cree que se puede hacer
un psicoanálisis completo de alguien a partir de cinco palabras y algunos
prejuicios.
Sin embargo, la contradicción
flagrante entre el tráfico de influencias y el tema de campaña de la
anticorrupción es un tema complejo que hace bastante buen rato dejó de ser de búsqueda
de la verdad. Hay montones de temas anexos, los que valdría la pena analizar su
poquito con el fin de ver toda la película, y no solamente la parte que nos
quieren presentar. Por supuesto, esto no tiene nada que ver con la verdad o
falsedad de las acusaciones. Si son verdaderas, que se castigue, y si son
falsas que se reivindique. Y eso, como en el caso de Ciro Castillo, toma su
tiempo. Por ello me he demorado en tratarlo, porque ver lo que pasa detrás de
la profusa niebla con la que se rodea el caso es realmente complicado. El tema
que me interesa a raíz de este problema es el de la Agenda Pública y su
relación con los medios de comunicación.
Agenda Pública
Me he preguntado en repetidas
ocasiones de donde sale esa cosa, la agenda pública. He estado escuchando a
varios periodistas, algunos buenos, que en nombre de esa entelequia de la
agenda pública determinan los espacios y la importancia que le dedican a
ciertos temas. Naturalmente privilegiar ciertos temas significa invisibilizar
otros, y recordemos que los medios de comunicación en nuestro país y en otros no
se caracterizan por poseer demasiada credibilidad, en parte precisamente por la
experiencia que las gentes han ganado sobre la manipulación evidente de las noticias,
sea en su importancia o en su sentido. Muchísima gente desconfía con razón acerca
del origen de los temas que los periodistas dicen que están en Agenda. Se le
tiene tirria a las “cortinas de humo”, noticias que se levantan con el fin de
ocultar otras. Se detesta la sangre y las tripas que los noticieros suponen que
es noticia, y se interpreta como una generalizada cortina de humo y una prueba
de que los medios se dirigen a los sectores más ignorantes e impresionables de
la población. Es obvio que los intereses que persiguen los medios son los de
sus propietarios o los de ciertos grupos de poder. Esto es palpable en la evidentísima
campaña contra Susana Villarán, alcaldesa de Lima, a la que ya consiguieron
anclarla en el epíteto de incapaz. En el caso Chehade, y con la entusiasta
colaboración de éste, se ha conseguido hacer estallar un torpedo en la misma
línea de flotación del Gobierno. Pero no nos adelantemos.
Qué es la Agenda Pública
La agenda pública es una lista de temas o problemas a la
que los funcionarios del gobierno o gentes relacionadas ponen atención en un
momento o plazo determinado. Esto de la gente relacionada es interesante,
porque siendo los temas y problemas cuestiones públicas, interesan a todos, y
entonces la opinión pública cuenta muchísimo, así como la intervención de los
periodistas, que hacen carrera de ello. Cuando un tema o problema no entra en
agenda pública es normalmente por dos razones: Porque se ignora o no se está al
tanto de la existencia del tema, lo que en la jerga política se dice estar “invisibilizado”;
o porque se ha decidido no hacer nada al respecto, que también es una decisión política,
a veces por buenas razones, a veces por simple falta de voluntad. En este caso
se dice en la jerga que el tema “está en la congeladora”.
Si traemos a nuestra memoria los penosos intentos
de Alan García de poner en agenda la Pena de Muerte, con la clara complacencia
y amplificación de los medios de comunicación (complacencia que, según algunos
maledicentes, estaba en relación directa con el monto de la publicidad estatal
y otros pecuniarios intereses), veremos un ejemplo de manipulación de la agenda.
También es visible como, a pesar de la cantidad de amplificado jarabe de pico
que Alan nos administró todo el rato, la opinión pública no necesariamente
atracó con lo que se les dijo, lo que además quedó probado con los resultados
electorales. Queda patente cómo la Agenda Pública del gobierno aprista terminó siendo
difusa y muy poco importante, destinada más bien a sacar a la opinión pública
del proceso de establecer la Agenda Pública, con lo que el gobierno aprista sentía
tener mayor libertad para hacer los faenones que se les viniera en gana. Sin
embargo aún así la fuerza de la opinión pública consigue imponer ciertos temas,
aunque los diversos grupos de interés traten de manipularlos, minimizarlos y redirigirlos
en otras direcciones.
Establecer
la Agenda Pública
Una agenda pública efectiva se establece de
acuerdo a ciertos principios, que en inglés se denomina la Agenda-setting. La legitimidad, la factibilidad y el apoyo de la opinión
pública son fundamentales, según algún autor que no recuerdo. Un grupo político
sensato, más si es gobierno, trata de establecer una agenda programando
acciones legítimas – es decir, en las que tienen derecho a intervenir -, que tengan
buenas posibilidades de éxito, y que correspondan a lo que la opinión pública quiere,
permite o está dispuesta a aceptar. Esto explica en buena medida los temas
programáticos a que el actual gobierno se comprometió en campaña, los que se
han verbalizado como un Gobierno de Inclusión Social, con una agenda general de
crecimiento con inclusión social y lucha contra la corrupción.
Agenda
periodística
Por otra parte, los medios de comunicación
manejan una agenda propia, la Agenda periodística, diferente de la Agenda
Pública. En general, los medios poseen gran influencia sobre el público pues
deciden qué hechos, historias y noticias poseen interés informativo y cuánto
espacio e importancia relativa les darán en su soporte, es decir qué titulares habrá
en el periódico o revista, o qué espacios radiales o televisivos se le
dedicarán. Al graduar la importancia de la información que difunden le otorgan un
orden de prioridad cuyo objetivo es obtener mayor audiencia, impacto y un
determinado punto de vista sobre el hecho noticioso. Y desde ahí influyen
abiertamente en la agenda pública, lo que entendemos está muy bien en principio.
Cuando la agenda pública y la periodística se
reúnen en función de intereses se cae sin embargo en una suerte de venenoso
oligopolio informativo, en el que abundan las cortinas de humo y las agendas
hechizas orientadas por el cortoplacismo de ciertos temas empleados como
cortinas de humo, a fin de lograr el silenciamiento de temas fundamentales. El
pasado y felizmente terminado gobierno aprista fue un interesante ejemplo de
libro de cómo la agenda-setting del
gobierno y la de los medios de comunicación iban de la manito en función de
estos intereses. La curiosa y bastante cuestionable erradicación del
analfabetismo, o la reducción de la pobreza manifestada a través de la
reducción de un solo indicador no merecieron las especiales habilidades de
investigación que el periodismo dedica a saber si la Primera Vicepresidenta
influyó para enviar un aparato a Abancay o a Piura. La muy actual investigación
acerca de las multas dejadas de pagar por las empresas pesqueras, con
implicancias tributarias, ambientales y de corrupción no se merece hoy en día
ni siquiera un titularcito. Parece obvia la conclusión: Poderoso caballero…
Muchos periodistas, y no los
menos hábiles, parecen estar confusos o querer estarlo alrededor de las agendas
periodística y pública. Parecen creer que son lo mismo, o las ubican en el mismo
proceso, aunque es claro que tras cinco años de alanismo se puedan confundir,
lo que lleva entre otras cosas a hacerles suponer que poseen más poder del que
realmente tienen. Quizá esto explique el general desconcierto periodístico
actual, que se expresa en la continuidad de la desinformación y los constantes
enfoques interesados. Se pasa por alto los requerimientos y reclamos de la
población al respecto, a pesar de que el descontento ya se expresa de manera
diaria cada vez que el público cuenta con un espacio de intervención. El
periodismo peruano no ha hecho su mea culpa aún de cinco años de guerra sucia
destinadas a impedir que el actual gobierno llegara a serlo, y que fracasaron
en toda la línea. Apenas han bajado en algo la antigua petulancia con que se
referían a la gente ignorante. El racismo abierto y el desprecio por los pobres
algo ha remitido, excepto en algún que otro reducto. Que las tácticas se
mantienen queda demostrado por el hecho que los sectores más recalcitrantes siguen
su entusiasta campaña de demolición de Susana Villarán, que según parece
comparte la confusión señalada líneas arriba, pero desde el otro lado.
Las portátiles
Últimamente se ha aireado el tema
de las llamadas Portátiles, grupos más o menos folklóricos de ciudadanos que
hacen barra por un determinado candidato o político, se entiende por algún tipo
de estipendio. Esta variante de la acción política, inaugurada y desarrollada
por el clientelismo fujimorista en los noventas, ha terminado por difundirse en
los demás partidos políticos, en especial considerando el tema del voto
preferencial, que pone a los candidatos de un mismo partido unos contra otros.
En su variante mediática usan los foros de Internet y los teléfonos para
levantar sus propias agendas, normalmente en oposición directa a la agenda de
los medios mismos. Empezaron siendo grupos o personas que se manifestaban espontáneamente,
sin embargo rápidamente fueron bautizados como “portátiles”, en alusión a la
anterior acepción, y con ello descalificados por los medios. Su efecto real en
la elaboración de la agenda pública y periodística podría ser un interesante objeto
de estudio.
Lucha sin cuartel
La agenda pública y la agenda
periodística están en abierto conflicto en estos días. Se confunde, no sabemos
si intencionadamente, a una con la otra, y se lucha por ver cuál será la que
prevalecerá. Esto es patente en el tema que hoy involucra al Segundo
Vicepresidente. Aunque la primera cuestión es la de ver si el delito de tráfico
de influencias se cometió (Parece que no, al no haber beneficio patrimonial, ni
soborno, a no ser que se probara que el grupo Wong pagó la cuenta del
restaurante, o algo más serio). La corrupción es un tema complejo de probar, ya
lo sabemos. Entre los muchos actos que una persona puede realizar, algunos
pueden ser corruptos. En ciertos casos no hay duda de ello, en tanto que en
otros la evidencia en contrario es palpable. Por otra parte, existen actos de
corrupción que no están considerados en el orden legal, en tanto que otros
actos que no son necesariamente corruptos sí lo están. Otros actos están en el
cómodo limbo de poder ser considerados corruptos o no, como es el caso del
tráfico de influencias, según lo que se haya dicho o no dicho, pero en ese caso
no parece haber delito por no haber cuerpo del delito. Recuerda el caso de la
desaparición de Ciro Castillo, en el que se acusó mediáticamente a su
acompañante de un crimen cuando no había cuerpo. Aparecido tras seis meses el
cuerpo, se examinó y se determinó que no había delito, con lo que los medios se
quedaron sin tema y los buitres sin cadáver. Por otra parte, la misma prensa
que amplificó y dio cobertura a las pachotadas de Alan García y sus aliados es
la que hoy en día abandera la lucha contra la corrupción. Curioso, muy curioso.
Colofón
En términos de agenda pública el
desdichado condumio del Segundo Vicepresidente en el restaurante Las Brujas de
Cachiche tiene efectos políticos en el incomodísimo reino de la exégesis o
interpretación de lo dicho, que desafía la paciencia del más hábil de los
abogados o lingüistas cuando se trata de determinar qué se dijo, cómo se dijo,
por qué se dijo y en qué contexto se dijo. Aún si no hay delito, hay presunción
de corrupción que hace muchísimo daño a la agenda pública del gobierno. El
castigo propinado por los medios por ende no es judicial sino político. Los
temas están mezclados, y se cae en una discusión que combina opiniones y datos,
aburrida como sermón de curita de parroquia, que tras las tres primeras frases
ya nadie lo escucha y se convierte en objeto de opinión de todo el mundo. El
tema del te dije lo que te dije, y no otra cosa se vuelve el centro de la
discusión por un rato, hasta que la gente se cansa y empieza a opinar
abiertamente, con sus prejuicios y estereotipos. Y la agenda periodística se
convierte en agenda pública. ¿A quién favorecerá todo esto? Vivir para ver.
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