sábado, 22 de diciembre de 2012

CRÓNICAS DE LECTURAS 15: NAVIDAD


CRÓNICAS DE LECTURAS – 15 - NAVIDAD

Para leer en Navidad: Canción de Navidad de Charles Dickens

I
Navidad en la Nieve y la Arena

Escribir sobre la Navidad siempre es una complicación, porque cuando uno es chico la fecha tiene un significado, y cuando se crece otro. En el proceso se nos pierde el encanto, la ilusión y la alegría que se suponen asociadas a esta época del año. Al final, como dice Gabriel García Márquez, la Navidad es la alegría por decreto, el cariño por lástima, el momento de regalar porque nos regalan, o para que nos regalen, y de llorar en público sin dar explicaciones. Vale decir, una farsa sin atenuantes, una feria comercial donde el más regalado es el sistema financiero, que te financiará y refinanciará la deuda en que incurras por los regalos que tienes que hacer y por el pavo y los licores que tendrás que regurgitar. Se supone que debes estar contento por obligación social, aunque se te estruje el corazón y tengas la vida hecha trizas. No consigo transigir con la hipocresía adjunta a esta Fiesta, por más que sé que hay que respetar la alegría inocente. Pero por otra parte, y suponiendo que consigamos dominar la depresión navideña, puede ser una buena oportunidad de hacer fiesta de lo que es fiesta. Y algo que se me ocurre es que se puede pasar un momento interesante leyendo el famoso Cuento de Navidad de Charles Dickens. Digo leerlo, aunque sea preferible no hacerlo la misma Nochebuena, no vaya a ser que la televisión, los regalos, los videos, el pavo, los nacimientos y los árboles de navidad nos devoren el momento y nos perdamos de lo que en verdad puede ser la Navidad. Porque esta historia, leída a media luz, en su versión original, es espeluznante.   

De todas las historias de Navidad, el Cuento de Navidad, Canción de Navidad o Villancico de Navidad (A Christmas Carol), es la que más ha capturado la imaginación del mundo anglosajón, y de rebote al nuestro. En su original es una novela corta estructurada como canción o villancico, dividida en Cinco Estrofas. No hay literatura navideña que no lo mencione. Aunque también se hace pesado porque hay tantas, tan variadas y tan desiguales versiones cinematográficas y televisivas, que hoy es un lugar común navideño, y todo el mundo se sabe a la superficial la anécdota sin entender mucho de qué se trata la cosa, porque el estereotipo de Ebenezer Scrooge (no el personaje, inconmensurablemente más rico) como el malvado usurero y avaro prestamista (Yo no celebro la Navidad, y no puedo permitirme el lujo de que gente ociosa la celebre a mi costa.) que repentinamente se convierte, desaparece totalmente el proceso del por qué y el cómo se convierte. Charles Dickens vivió una infancia difícil y conoció desde dentro el hambre y el abuso, no extraña que tuviera la compulsión de escribir sobre niños abusados y orfanatos, lo que conocía de primera mano. Sus obras son casi siempre de títulos simples: Oliver Twist, Nicholas Nickleby, David Copperfield, La pequeña Dorrit, usando de nombres propios como si debiéramos saber que estos niños tienen nombre y no son cifras de una estadística. La calidad humana de Dickens nacía del hondo sentimiento de compartir la desgracia, de sentirla tan injusta y horrible en el corazón que no se soporta que otros la padezcan. Tal vez no hay nada peor que saber qué es lo que sienten los miserables, y así uno se identifica con la rabia, la ira y la cólera, eso que algunos despistados llaman resentimiento. Claro que hay que superarlo si quieres hacer las cosas bien, que de la amargura no surge nada bueno, y aunque Dickens no creía en la revolución social - que para ello hay que estar convencido que la miseria de los unos está en función de la riqueza de los otros - sí que puso manos a la obra en lo que sabía hacer: contar historias, y eso es bastante más de lo que la mayoría hacemos. Y así la Canción de Navidad nos muestra a Dickens colocándose – y colocándonos – en el otro lado de sus personajes, en el sitio de los que deberían – deberíamos - estar haciendo algo para que los niños de carne y hueso sean niños y no monstruos. Charles Dickens parece llegó antes de tiempo a donde llegan los sabios: Al humor solidario y bondadoso. Y es este humor el que quiero compartir, así que ahí va mi reseña de: 

II
Canción de Navidad (Charles Dickens)

Canción de Navidad narra la peripecia de Ebenezer Scrooge: Duro y agudo como un pedernal al que ningún eslabón logró jamás sacar una chispa de generosidad; (…) secreto, reprimido y solitario como una ostra, que se retrae en su soledad en plenas fiestas navideñas, que desea que los pobres se mueran para eliminar el exceso de población, y cuya figura se contrapone a la de su sobrino, vivaz muchachón que sí sabe vivir la vida, y que nos dice que siempre he pensado que (las navideñas) son unas fechas deliciosas, un tiempo de perdón, de afecto, de caridad; el único momento que conozco en el largo calendario del año, en que hombres y mujeres parecen haberse puesto de acuerdo para abrir libremente sus cerrados corazones y para considerar a la gente de abajo como compañeros de viaje hacia la tumba y no como seres de otra especie embarcados con otro destino. Dickens presenta a Scrooge en contrapunto tanto con su sobrino como con su empleado Bob Cratchit, explotado sin misericordia. La historia se inicia en la Nochebuena en que Scrooge es despertado por la inesperada visita del fantasmal espectro de Jacob Marley, su socio muerto, condenado a vagar por la Tierra sin poder hacer lo que debió hacer en vida, y con quien sostiene una charla esclarecedora (Pero tú siempre fuiste un buen hombre de negocios, Jacob, balbuceó Scrooge (…). ¡Negocios! - exclamó el fantasma entrelazando otra vez las manos - El género humano era asunto mío. El bienestar general era negocio mío; la caridad, compasión, paciencia y benevolencia eran todas de mi incumbencia. Mis relaciones comerciales no eran más que una gota de agua en el anchuroso océano de mis asuntos). Y aunque Scrooge duda de la oportunidad que Marley le trae de ultratumba, éste se la ofrece: Esta noche estoy aquí para advertirte que aún te queda una oportunidad para escapar a un destino como el mío. Una oportunidad, una esperanza que yo te he conseguido, Ebenezer (…) Vas a ser hechizado por Tres Espíritus. Dado que las versiones de pantalla han hecho de todo con estos tres fantasmas, parece que vale la pena reseñar a los tales espíritus respetando lo que el mismo Dickens quiso decir. Así que ahí voy:

El Fantasma de la Navidad del Pasado era un extraño personaje, como un niño, y sin embargo parecía un anciano visto a través de una cierta áurea (…). El cabello le caía hasta los hombros y era blanco; como el de un anciano, sin embargo no había arrugas en su rostro (…). Tenía unos brazos muy largos y musculosos, igual que las manos, dando una impresión de fuerza excepcional. (…) Pero lo más sorprendente era el chorro de luz fulgente que le brotaba de la coronilla y hacía visibles todas estas cosas. Este Espíritu pasea a Scrooge por su infancia solitaria y los escasos afectos de su pasado, y lo confronta con sus propias decisiones, en especial la renuncia al amor por haber decidido vivir para el lucro. Y así empiezan a resurgir sentimientos, esa vacilante llama que pervive aún en el más empedernido de los pecadores. Pero el pasado lo tortura, y no lo quiere ver: ¡Déjame! ¡Llévame de vuelta! ¡No sigas hechizándome! Y llega el momento del Fantasma de la Navidad del Presente, y el hechizado Scrooge entra en una habitación repleta de pavos, ocas, caza, pollería, adobo, grandes perniles, lechones, largas ristras de salchichas, pastelillos de carne, tartas de ciruela, cajas de ostras, castañas de color rojo intenso, manzanas de rojo encendido, naranjas jugosas, deliciosas peras, inmensos pasteles de Reyes y burbujeantes boles de ponche que empañaban la estancia con sus efluvios deliciosos. Y en medio de toda esta abundancia, un gigante festivo, de esplendoroso aspecto, que sostenía una antorcha encendida, parecida a un cuerno de la abundancia (…) vestido con una simple túnica, o manto, de color verde oscuro, ribeteado con piel blanca (que dejaba) al descubierto su ancho pecho como si desdeñara protegerse u ocultarse (…). Sus pies, visibles bajo los amplios pliegues del manto, también estaban desnudos, y en la cabeza no llevaba más cobertura que una guirnalda de acebo salpicada de brillantes carámbanos. (De) rostro cordial; chispeante mirada, mano generosa, animada voz, ademanes espontáneos y aire festivo. El Fantasma simpatiza con los pobres y los que sufren escasez, en especial los trabajadores, y muestra a Scrooge a pobres y ricos que por igual viven la alegría de la Fiesta, mientras otorga su espíritu a quien más lo necesita y de paso lanza un dardo contra los puritanos: En esta tierra tuya hay algunos, (…) que pretenden conocernos y que cometen sus actos de pasión, orgullo, mala voluntad, odio, envidia, beatería y egoísmo en nuestro nombre; pero son tan ajenos a nosotros y nuestro género como si nunca hubieran vivido.

III
Más de Canción de Navidad

El Fantasma de la Navidad Presente conduce a Scrooge a la intimidad del mísero pero amoroso y feliz hogar de su propio empleado Bob Cratchit. No todo es felicidad en este hogar, pues Tiny Tim, hijo menor de estas buenas gentes, está tullido y enfermo, pero lleva su condición con coraje y es que, después de todo, es Navidad. Dickens contrasta con exquisitez y delicadeza la pobreza de la cena navideña con la alegría y solidaridad de la familia, la que a su vez contrasta con la soledad de Scrooge, que pregunta al Fantasma si Tiny Tim vivirá. Cuando el Fantasma le contesta que no, le recuerda que dijo eso de que los pobres mueran para eliminar el exceso de población: Hombre (…) si tienes corazón humano, no de piedra dura, olvida esa malvada jerga hasta que hayas descubierto qué es el exceso y dónde está el exceso. ¿Quién eres tú para decidir qué hombres deben morir y qué hombres deben vivir? Es posible que a los ojos del cielo tú seas menos valioso y menos merecedor de vivir que millones, como el hijo de ese pobre hombre. ¡Oh Dios! ¡Tener que escuchar al insecto en la hoja disertando sobre lo demasiado que viven sus hambrientos hermanos en el suelo! Hago notar que esta lúcida e iracunda cita no la he visto jamás en las versiones para niños, ni en las dulzonas versiones navideñas, y hago formal juramento que lo transcribo del original sin atenuante alguno. Continuamos. Cuando Bob Cratchit se atreve a brindar a la salud de Scrooge, su esposa le reconviene: Tiene que ser Navidad (…) para beber a la salud de un hombre tan odioso, tacaño, duro e insensible como (…) Scrooge. ¡Sabes que es cierto, Robert! ¡Nadie lo sabe mejor que tú (…)! Y Robert: Querida, los niños, es Navidad. Y es que No había nada de alta categoría en lo que hacían. No eran una familia distinguida; no iban bien vestidos; sus zapatos estaban lejos de ser impermeables; sus ropas eran escasas (…) Pero estaban felices, agradecidos y satisfechos unos de otros, y contentos con el presente. 

Pero el Fantasma aún no termina de darle su chiquita a Scrooge, y le conduce por un tour que normalmente no aparece en las versiones convencionales, mostrándole cómo viven la Navidad los mineros del carbón, los hombres de los faros y los marineros en alta mar; cómo es la Navidad en los lechos de los enfermos y los hogares de todo calibre, en los hospicios, hospitales y cárceles. Y aterriza mostrándole a Scrooge la carcajada de su propio sobrino (Si por una improbable casualidad el lector conociera a un hombre con una risa más feliz que la del sobrino de Scrooge, todo lo que puedo decir es que también a mí me gustaría conocerle) que celebra la Navidad burlándose de su tío con su algo de británica, maliciosa y varonil ironía: ¡Dijo que las Navidades eran tonterías, os lo juro!, (…) ¡Y además se lo creía! (…) La riqueza no le sirve de nada. No hace con ella nada bueno. No la utiliza para su bienestar. Ni siquiera tiene la satisfacción de pensar, ja, ja, ja, que algún día nosotros la disfrutaremos. (…) Me da lástima; no puedo enfadarme con él. El que sufre por sus manías es siempre él mismo. Le da por rechazarnos y no querer venir a cenar con nosotros. Y he aquí quizá la escena más dramática de todo el Cuento de Navidad: Scrooge distingue una garra tras el ancho abrigo del Espíritu, que entonces le descubre (…) dos niños; unos niños harapientos, abyectos, temibles, espantosos, miserables. Se arrodillaron a sus plantas y se colgaron del manto. (…) Eran un niño y una niña. Amarillos, flacos, mugrientos, malencarados, lobunos (…). Donde la gracia de la juventud debió haberles perfilado los rasgos y retocado con sus más frescas tintas, una mano marchita y seca, como la de la vejez, les había atormentado, retorcido y hecho trizas. Donde podrían haberse entronizado los ángeles, acechaban los demonios echando fuego por sus ojos amenazadores. Monstruos tan horribles y temibles como aquellos no se han dado en ningún cambio, degradación o perversión de la humanidad a lo largo de toda la historia de la maravillosa Creación. Scrooge, aterrorizado y asqueado, pregunta si son del Fantasma, que le responde: Son del hombre (…). Y se agarran a mí apelando contra sus progenitores. Este chico es la Ignorancia. Esta chica es la Necesidad. Guárdate de los dos y de todos los de su género, pero guárdate sobre todo de este chico porque en la frente lleva escrita la Condenación, a menos que se borre lo que lleva escrito. Y ahí el Espíritu – la voz del propio Dickens - dirige su mano a la ciudad, a la que acusa con voz tonante: ¡Niégalo! (…) ¡Difama a quienes te lo dicen! ¡Admítelo para tus propósitos tendenciosos y empeóralo todavía más! ¡Y aguarda el final!

IV
El final de la Canción de la Navidad

El Fantasma de la Navidad del Futuro es muy diferente a los anteriores: Iba envuelto en un ropaje de profunda negrura que le ocultaba la cabeza, el rostro, las formas, y sólo dejaba a la vista una mano extendida, de no ser por ella, habría sido difícil vislumbrar(le) y diferenciarle de la oscuridad que le rodeaba. (…) Scrooge notó que era alto y majestuoso y que su presencia misteriosa le llenaba de grave temor. Nada más podía discernir pues el espíritu ni hablaba ni se movía. Scrooge, remecido por el Pasado y el Presente, sabe que este Espíritu representa el Futuro y siente miedo y horror, pero asoma pequeña la esperanza de que todo puede ser distinto. Ve hombres de negocios que hablan con displicencia de un muerto reciente, y poco a poco transita desde la compasión por el muerto al horrible convencimiento de que ese cadáver que todos desprecian y cuyas pertenencias se arrebatan los buitres de la muerte, podría ser él mismo. Y el Fantasma le muestra en silencio el cadáver con afán documental y frío, con una indiferencia que añade más horror si cabe a estas escenas: (sobre el lecho) yacía el cadáver de aquel hombre, despojado, desposeído, sin que le velaran, sin que le lloraran, sin que le atendieran. Scrooge ruega al Fantasma le muestre un buen sentimiento asociado a este muerto, y el Espíritu le muestra una familia que no tendrá que pagarle la deuda al usurero. Scrooge no quiere saber que el muerto es él mismo, y pide al Fantasma le enseñe un afecto relacionado a un fallecido, y el silencioso Espíritu le muestra a Bob Cratchit que vuelve de visitar la tumba de Tiny Tim, así como la congoja de la honrada familia, en dolorosísima contrastación con la indiferencia que despierta el otro muerto. Y cuando el Fantasma le muestra su propia lápida con su propio nombre, Scrooge es presa del pánico y suplica una oportunidad: Haré honor a la Navidad en mi corazón y procuraré mantener su espíritu a lo largo de todo el año. Viviré en el Pasado, el Presente y el Futuro; los espíritus de los tres me darán fuerza interior y no olvidaré sus enseñanzas. ¡Ay! ¡Dime que podré borrar la inscripción de esta losa!

Y, de repente, Scrooge despierta en su cama, y se siente raro, pues ha pasado por un reajuste cognitivo y afectivo de raíz: (…) el tiempo que le quedaba por delante era su propio tiempo y podía enmendarse. (…) Viviré en el Pasado, el Presente y el Futuro, repetía Scrooge mientras luchaba por salir de la cama. Los tres espíritus me darán fuerza. ¡Oh, Jacob Marley! El Cielo y la Navidad sean loados. ¡Lo digo de rodillas, viejo Jacob, de rodillas! Y suenan las campanas, porque hay más alegría en el Reino de los Cielos por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no lo necesitan. El viejo renegrido usurero se ha transformado, ha renacido, se ha reformado, está chiflado de contento: ¡No sé qué hacer! decía Scrooge llorando y riendo al mismo tiempo, (…) Me siento tan ligero como una pluma, tan feliz como un ángel, tan contento como un colegial (…) tan embriagado como un borracho. ¡Feliz Navidad a todos, feliz Año Nuevo para el mundo entero! (…)  ¡No sé en qué fecha estamos! (…) No sé cuánto tiempo he estado con los espíritus. No sé nada. Estoy como un niño. Qué más da. No me importa. Es mejor ser como un niño. ¡Hola! ¡Yuppy! Y se entera que aún es Navidad, y muere de risa al imaginarse la cara de la buena señora Cratchit cuando vea el pavo enorme que le envía de incógnito, y le baila la panza de contento al hacer copiosa donación para ayuda a los pobres: Ni un ochavo menos dice al sorprendido filántropo que recibe la donación Le aseguro que van incluidos muchos atrasos. Pero, y sobre todo, descubrió que todo le resultaba un placer. Luego se invita a sí mismo a casa de su sobrino, a tratar de recuperar los afectos tan tontamente relegados. Y así arregla su vida, pone las cosas en su lugar, repara sus muchas faltas con Bob Cratchit. Y fue así que cumplió más de lo prometido. Lo hizo todo y muchísimo más; fue un segundo padre para Tiny Tim, que no murió. Se convirtió en el amigo (…) y hombre más bueno que se conoció en la vieja y buena ciudad o en cualquier otra buena ciudad, pueblo o parroquia del bueno y viejo mundo. Algunas personas se reían al ver el cambio, pero él les dejaba reírse sin prestarles atención (…) Su propio corazón reía y con eso le bastaba. (…) en adelante (…) siempre se dijo de él que sabía mantener el espíritu de la Navidad como nadie. ¡Ojalá se pueda decir lo mismo de nosotros, de todos nosotros! Y así, como dijo Tiny Tim, ¡que Dios nos bendiga a todos, a cada uno de nosotros!

V
Colofón

Y no queda más que desear a todos mis lectores una Feliz Navidad, y que lean la Canción de Navidad y lo que quieran, y como quieran, y donde quieran. Y como dijo Tiny Tim: ¡Que Dios nos bendiga a todos, a cada uno de nosotros! 

POST-DATA: De las muchísimas versiones en cine de Villancico de Navidad hay algunas buenas, regulares, algunas malas y otras franca y comercialmente impasables. Elegimos esta para compartir debido a su fidelidad a la versión original del libro y a la presencia de un inspirado George C. Scott como Scrooge. Que aproveche :)



http://youtu.be/Zc9vMPqYBy8?list=PL67d4V6VTlB52m8iCBxdYReW_U_S8suZf



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