"La historia es la esencia de innumerables biografías."
(Thomas Carlyle)
(Thomas Carlyle)
“Desgraciado el país que necesita héroes.” (Bertold Brecht)
“Un héroe es todo aquél que hace lo que puede” (Romain Rolland)
Me he levantado iconoclasta esta
mañana, con ganas de darle la vuelta de un revés a alguna perogrullada social, de
esas que de tanto ser repetidas ya carecen casi completamente de contenido y
solamente se sostienen por la propia inercia de la estructura de la sociedad, de
la ciencia de la historia y de la práctica educativa. No es la primera vez que
trato estos tópicos, los he discutido con civiles y militares, con sostenedores
absolutos y detractores completos del concepto, y de hecho tiene alguna
trascendencia por los acuerdos y desacuerdos que levanta.
Lo cierto es que el concepto de
Heroísmo cruza a tres disciplinas con las que me siento identificado y en las
creo tener alguna competencia: La Educación, la Historia y la Ciudadanía. El
Heroísmo y los Hechos de los Héroes se enseñan en el área de Sociales, se
supone para formar a los ciudadanos en ciertas virtudes ciudadanas. Ello
justifica que las instituciones militares hagan el lobby correspondiente frente
al sector Educación para integrar a la Currícula ciertos conceptos corporizados
en determinados personajes con los que dichas Instituciones se identifican.
Queda patente la intención de integrar a la educación algunos Valores propios
de la milicia, lo que no es solamente una cuestión teórica. En el Discurso del
9 de Diciembre pasado, el Presidente de la República nos soltó el concepto de
guardianes socráticos – véase mi artículo de entonces La Guardia de Sócrates (http://memoriasdeorfeo.blogspot.com.es/2011/12/la-guardia-de-socrates-es-un-error.html) – que evidencia el aparente fracaso del esquema de Servicio Militar Voluntario,
y la necesidad de restablecer el Servicio Militar Obligatorio. Se habría
evaluado que el SMV no ha sido debidamente alimentado desde el sistema
educativo, y es probable que ello refleje las dificultades del sector
Educación para presentar, difundir y fomentar tanto los Valores en
general como los valores de las Instituciones armadas.
Héroes e Historia
Por otra parte está la Ciencia de
la Historia, la evolución de sus conceptos y de los instrumentos que nos
proporciona. El mismísimo concepto de Héroe es vetusto, y su formulación
teórica más importante provendría de las seis conferencias de 1841 publicadas
en forma de libro con el título Los Héroes, de Thomas Carlyle. Las
conferencias son brillantes y expresan la profunda admiración por los hechos
extraordinarios del hombre en solitario, y se disfruta su lectura. El problema
no está en la belleza de la forma, sino en los instrumentos intelectuales con
los que hacemos los juicios históricos.
En el debate sobre el concepto de
"héroe", es interesante que constantemente lo tengamos presente, así
como su antinomia, el concepto de Traidor. Nuestras dificultades para el
pensamiento abstracto determinan que en vez de mirar lo que es común al
concepto nos concentremos en las personas que los corporizan, lo que implica caer
fácilmente en ciertas contradicciones. En el concepto difuso de Héroe se
traslucen las ideas de Carlyle, que les entrega la operación del motor de la
Historia, dado el carácter divinizado, profético y/o visionario que el
individuo héroe logra en su acción, sea desde lo religioso (Odín, Mahoma,
Lutero), lo literario (Dante, Shakespeare, Rousseau) o lo político (Cromwell,
Napoleón). Es notable la difusión del concepto en diversas culturas. La
excelente película china Héroe, con Jet Li de protagonista, muestra hechos extraordinarios de diversos personajes protagónicos que al final
palidecen delante del verdadero “héroe”, nada más y nada menos que el presunto
malo de la película, el propio emperador, cuyo heroísmo reside en su
sacrificio y obra como unificador, y cuyo planeado asesinato por los otros
protagonistas no se realiza.
Héroes y Diccionarios
Héroe, heroína s. m.
1 Persona
admirada por haber realizado una hazaña extraordinaria, especialmente si
requiere mucho valor.
2 culto Personaje
principal de una obra literaria o de un guion cinematográfico.
3 En la
mitología griega y romana, hijo nacido de la unión entre un dios y un ser humano.
Diccionario Manual de la Lengua Española
Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.
Héroe
s m héroe ['eɾoe]
1 persona venerada por realizar proezas con gran
valentía
2 personaje principal de una trama literaria, teatral
o cinematográfica
3 personaje mitológico hijo de un dios y un hombre
Hay varios elementos
interesantes. Originalmente el héroe participa de ciertos caracteres de la divinidad, aunque en un contexto específicamente
humano. Los griegos consideraron que la comisión de hechos
extraordinarios objetiva ciertos ideales que desearíamos ver difundidos y
replicados socialmente. El héroe realiza proezas o hazañas, por definición
“fuera de lo ordinario”, y el valor o valentía está presente en la medida en
que sin dicha cualidad no se podría realizar proezas o hazañas. Hasta aquí
estoy casi seguro que hay acuerdo.
El tema de fondo a mi ver no está
tanto en la persona del héroe, sino en lo que se espera que hagamos con él, que
si entiendo bien nos lleva a la cuestión de la “admiración” o “veneración” que supuestamente
despierta el héroe al realizar su acto o actos de valor. Se entiende que el
héroe debe ser venerado, es decir se le debería profesar sentimientos de
respeto y admiración, por causa de la realización de sus hazañas o proezas.
Veneración s. f.
1 Demostración grande de amor y respeto hacia
una persona a causa de su virtud, dignidad o santidad.
2 Culto que se rinde a Dios, a los santos o a
las cosas sagradas.
Diccionario Manual de la Lengua Española
Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.
s f veneración [beneɾa'θjon]
1 sentimiento profundo de respeto y admiración
que se tiene por alguien o algo.
2 culto rendido a Dios y a las cosas sagradas.
Otra vez encontramos la
divinización del Héroe, algo definitivamente muy al estilo de Carlyle. Al
“admirar” caeríamos en la cuenta que los hechos del héroe lo “elevan” sobre la
mayoría de las personas, es decir lo vuelven egregio (fuera de la grey o
rebaño). Como el héroe realiza acciones que no se esperan de la mayoría de la
gente, se sale del común y de lo común. Lo que el héroe hace representa valores
que le superan, a nadie se le ocurre declarar héroe a alguien que no hace más
que sobrevivir a la adversidad: Atravesar la Selva Amazónica, el Desierto del
Sahara o las soledades del Antártico son hazañas o proezas, qué duda cabe, pero
no califican como heroísmo, pues la acción se realiza en función de la propia
supervivencia. Ello no es algo “admirable”, pues todos intentaríamos hacer lo
mismo en tales circunstancias, en especial si no nos quedara más remedio, y no
es digno de ser admirado o venerado lo que ocurre normalmente.
A nadie se le ocurre motejar de
héroe a un gran boxeador o futbolista, por más que obtenga combatidas,
numerosas y extraordinarias victorias. Nadie lo “venera”, incluso si somos sus
fans, aunque de seguro lo vemos como ejemplo en lo deportivo o vital. Nos agrada una buena pelea o un buen partido, pero no “veneramos” al
boxeador o al futbolista, a no ser que tenga que vencer grandes dificultades representando valores mayores que él mismo. Joe Louis era un
extraordinario pugilista, pero sólo fue héroe para un sector de los
norteamericanos cuando derrotó al germano Max Schmelling, de algún modo representante de la Alemania Nazi
y sus doctrinas raciales. Por más que Louis fue instrumentado por los genios de
la propaganda USA durante la Segunda
Guerra Mundial, nunca llegó realmente a cuajar como héroe popular. Si las películas de la serie Rocky, protagonizadas por Sylvester Stallone, se hicieron populares, se debió a que los guionistas hacían trascender la trama hacia ciertos Valores. Pelé convirtió más de mil goles y fue campeón del mundo tres veces, pero no llega a calificar como héroe, aunque sí como ejemplo.
Guerra Mundial, nunca llegó realmente a cuajar como héroe popular. Si las películas de la serie Rocky, protagonizadas por Sylvester Stallone, se hicieron populares, se debió a que los guionistas hacían trascender la trama hacia ciertos Valores. Pelé convirtió más de mil goles y fue campeón del mundo tres veces, pero no llega a calificar como héroe, aunque sí como ejemplo.
El problema con la veneración y
en menor medida con la admiración es que como actividades intelectivas son una
suerte de paquete completo del que la evaluación, el pensamiento crítico y el
análisis histórico suelen estar ausentes. Casi podríamos decir que en esta medida,
aceptar el componente de veneración en el heroísmo implica una suspensión del
juicio para proceder a una simple aceptación acrítica de una determinada escala
de Valores subyacente. Ello, por cierto, puede ser relativamente válido dentro
de una estructura institucional, como es el caso de las instituciones
militares.
Para que el héroe sea objeto de
veneración por las grandes hazañas que realiza, tiene que realizarlas en
función de algo que sea más grande que él: Un héroe peruano
como José Olaya – pescador que durante la guerra de Independencia participó de la
resistencia antiespañola como hábil correo y espía - califica por el valor
demostrado en sus actos extraordinarios, como porque los realiza
en nombre de la libertad e independencia de los peruanos. Pero ello no bastaría
para hacerlo héroe, muchos actuaron así durante la Independencia. Hasta ahí Olaya
actuó como un patriota leal, honesto y valiente que cumplía con su deber, y
no más. Su heroísmo se patentiza cuando es capturado, se come las cartas
comprometedoras y se niega a delatar a sus compañeros, a pesar de la tortura y amenaza de fusilamiento. La mayoría frente a la muerte arruga y
delata, es lo normal pues tortura y amenaza de muerte no son
moco de pavo. Pero el héroe lo es al sacrificar los valores comunes y corrientes que comparte
con el resto, con lo que demuestra su carácter "semidivino” al aceptar incluso su
desaparición física en función de valores que, debido a su sacrificio, se
elevan.
Continuando en esta línea, hallamos valores supremos representados por héroes-santos como el Buda o el
Cristo, que entregan su vida en función de valores considerados de enorme
trascendencia. Aceptarlos como figuras heroicas implica aceptar las escalas de
valores que representan.
Algunas Contradicciones
Muchos pelearon en las guerras de
independencia con valentía, entre otras razones porque estaban convencidos de
los valores de Libertad e Independencia por los que arriesgaban el pellejo. Hay
actos de heroísmo colectivo que no están visibilizados. Si se examinan los
primeros combates de la Independencia producidos antes, durante y después de la
Rebelión de José Gabriel Condorcanqui – Túpac Amaru II – sorprende el número de
bajas de ambos lados, muy pequeño del lado realista y muy numeroso del lado
patriota, debido a la falta de armas de fuego y las comunes masacres
inmediatamente posteriores a la batalla en sí misma. Cabe preguntarse qué clase
de heroísmo o inconsciencia colectivas determinaron que haya gentes que
enfrenten armas de fuego con gritos, hondas y macanas, y más o menos
conocedores de que les van a sacar la mugre a cañonazos y balazos. Si esto no
califica como heroísmo colectivo, pues no sé qué otra cosa califica.
Por otra parte imaginemos el caso
de un joven que se lanza a las aguas para rescatar a alguien que se está
ahogando. Parece que califica como héroe, sobre todo si tiene éxito, aunque éste
no sea determinante. Ahora imaginemos que este salvador se dedica a la estafa u
otros delitos para “ganarse la vida”. Entiendo que este segundo hecho no elimina
el primero. Me viene a la mente el caso de Alfonso Ugarte, que me parece
calificó como héroe mucho antes de arrojarse – si es que lo hizo – del Morro de
Arica en 1880. La carta que escribió el día anterior señala con toda claridad
que no reconoce de ninguna manera a un hijo que ha tenido, con todas sus letras,
y le priva de una eventual herencia. No es, pues, un santo, ni siquiera un buen
cristiano. Pero ello no quita el acto de valor que implicó su presencia en la
reunión del 6 de junio de 1880, cuando todos los oficiales por unanimidad deciden
quedarse en el Morro de Arica a morir, como los espartanos en las Termópilas. Y
así Ugarte hubiera muerto por resbalón con una cáscara de plátano, la proeza se ejecuta en el momento en que decide que aquí estoy y aquí me quedo. De lo que se trataba era de defender a la Patria invadida en la esperanza
de hacer mella en el enemigo victorioso (Telegrama de Bolognesi), para lo que
se estaba dispuesto a renunciar al propio pellejo. Y eso, dejémonos de vainas,
es heroico.
¿Culto a la Muerte?
Siempre me ha sorprendido encontrar que la mayoría de los héroes que “veneramos” en general han muerto en circunstancias de derrota. Pareciera que la única manera de acceder al heroísmo es ser derrotado y morirse, y francamente eso molesta. Claro es que nos evitamos problemas como el del héroe ateniense de la Batalla de Maratón, Milcíades, que murió encerrado en un templo, sitiado por sus conciudadanos cuando pretendió alzarse con la Dictadura; es decir héroe primero y al final villano. En nuestra historia nacional se ha escrito que el General Andrés Avelino Cáceres, héroe de la resistencia contra la invasión, debió morir, pero yo encuentro más aleccionador que no se haya rendido al enemigo y haya vivido para vencer. Entiendo que esta suerte de Culto a la Muerte pueda tener reminiscencias heredadas, pero no lo entiendo desde una perspectiva de futuro.
No carecemos de héroes
victoriosos: José Quiñones, patrono de nuestra aviación militar, con el avión
impactado por el enemigo y en trance de muerte, prefiere hacer interesante su
sacrificio haciendo cisco un nido de ametralladoras enemigo, y contribuir así a
la victoria de nuestras armas. Ya que estás en el trance, hazlo productivo
pues, y me parece que eso denota valores más elaborados e interesantes que eso
de morir por la patria cuando nos ganan. De hecho, como se dice en otras
latitudes, soldado que huye pelea otro día, lo que ha sido costumbre de todos
los guerrilleros del mundo desde la Guerra de Independencia Española frente a
Napoleón: Golpea y escapa. Nada sustituye a la victoria, nos guste o no. Es
deprimente que nuestra gente solo alcance el máximo de su escala de valores al ser derrotada y morirse. Ya pues, eso ni es adecuado ni es inteligente, y
no hay muchacho con medio dedo de frente que se lo coma.
Existe una actitud que rechaza el
heroísmo clásico, más o menos estoico – práctica, que se resume en una frase
atribuida al General Patton: No quiero héroes en mi ejército que mueran por la
patria, ayudemos al enemigo a morir por la suya (Cito de memoria, así que la
cita puede ser apócrifa o inexacta). Una vez leí un sticker: Desterremos el
coraje, que vendría más o menos a significar que antes que la valentía
malentendida de necesariamente tener que morir por la Patria, es preferible
vivir por ella o por cualquier causa que entendamos valga la pena. En ese
sentido me parece que morirse es un error, que no se trata de darle culto a la
muerte - que es en lo que suele devenir el “culto al héroe” - sino
en cualquier caso sustituirlo por un “culto a la vida” que reformule el
concepto de proeza o hazaña valerosa en función de una causa mayor, para
incluir todas las circunstancias. Creo, por ejemplo, que los muchos años de
prisión de Nelson Mandela le asignan fácilmente la condición de héroe de la
lucha contra el apartheid, a pesar de su divorcio de Winnie Mandela, de sus
seguros defectos como persona humana, y del hecho que no se haya muerto en la prisión.
La modernidad ha reformulado
tanto los conceptos vinculados a la guerra, como sus objetivos y formas de
hacerla. El concepto de gloria militar que seguimos manejando como una suerte
de leit-motiv para ejemplo de nuestra
juventud es francamente vetusto. Nuestra Guerra interna contra Sendero y el
MRTA proporcionó héroes militares y civiles, individuales y colectivos, muchos
de ellos desconocidos y otros francamente reducidos a la mínima expresión por
razones de política menuda. Desde María Elena Moyano hasta los ejércitos
Asháninkas, desde los policías en sus comisarías hasta los soldados en los
puestos más remotos, nos sobran los héroes. Ahora que repensamos vuestra currícula,
puede ser hora de considerarlo. Y punto por hoy.
Hola, Javier
ResponderEliminarLeí tu "post" sobre los héroes, como preludio a mis lecturas de fin de semana; y aproveché para enviarte unos saludos por el año del Dragón. Recordé el N° 133 de Quehacer, especialmente el artículo de Constantino Carvallo "Menos líderes, más ciudadanos".
Veo una referencia al modelo del Servicio Militar... ¿dices que falló? Habría que ver, los gringos lo usan. Lo contrario sería el Servicio Militar Obligatorio, pero al estilo Suiza o Israel; nada de exonerados ni objetores de consciencia. El modelo previo resultaba en injustas levas que afectaban a quienes no contaban con influencias, privando a familias del trabajo de uno de sus integrantes.
Sobre los héroes (heroes), si bien tomar ciertas biografías como referente es natural, incluso recomendable; enfatizar tales biografías para la formación en habilidades sociales me parece contradictorio para una apuesta democrática, y característico de sociedades totalitarias.
En todo caso, como los educadores solemos ser relictos de una generación que busca influir en quienes nos sucederán, les tocará a aquellas personas nacidas en este milenio juzgar cuánto aportó o no el estudio de biografías para sus vidas (las cuales espero sean felices y exitosas).
Saludos
Miguel
Saludos Profe,tu forma de redactar en lo maximo, eres mi heroe
ResponderEliminarBendiciones. Jovita Oré P. presidenta del consejo directivo de AFEDIP