Literacidad viene del inglés literacy,
estado o condición de ser “literate”,
es decir educado y listo para leer y escribir. Un poquito más a profundidad, literacidad es la capacidad para
interactuar con cualquier sistema simbólico codificado culturalmente. Es decir
lo que hacen las personas con los diversos sistemas de códigos-lenguajes a los
que se ven expuestos socialmente: el alfabeto hablado y escrito, los números, Íconos,
incluso el lenguaje corporal (body language), entre muchos otros. Esto incluye
sus sintaxis o reglas para operar para su uso efectivo, e inclusive para su
transgresión creativa. Para realizar determinadas tareas, las personas emplean
sistemas de decodificación en unas coordenadas de tiempo, espacio y cultura,
para obtener determinados objetivos predeterminados por la misma tarea.
Literacidad y
Alfabetización
La literacidad va mucho más allá de la simple Alfabetización,
tradicionalmente limitada a la decodificación. Alfabetizar sería una actividad
dirigida únicamente a preparar a los an-alfabetos a conocer y eventualmente
dominar un código lingüístico determinado. El archiconocido PISA no emplea este
criterio, que podemos entender como limitado. Podría discutirse la necesidad
del concepto de Literacidad, y la
discusión podría adoptar dos posiciones: Una es la Lectura misma como una
combinación indisoluble de operaciones de decodificación-comprensión; otra la
Lectura como decodificación separada de la comprensión, donde reservamos
alfabetismo para la decodificación y literacidad
para la comprensión. Muy grosso modo,
por supuesto. La diferencia en este caso es puramente heurística, y ninguno de
ambos enfoques invalida al otro, aunque obviamente los pueda sesgar o ser más o
menos útil según el caso.
Las muy conocidas Pruebas PISA
emplean conceptos sobre literacidad que
superan la simple alfabetización, y que guían la elaboración de sus difundidas
pruebas, a partir de las cuales se determinan niveles y estadios en los que las
poblaciones pueden ser ubicados. Pueden ser criticadas, por supuesto, aunque nuestra
posición en el fondo de la Tabla PISA sugeriría que nuestras críticas al
respecto podrían estar sesgadas. Es decir que respiraríamos por la herida.
Literacidad según
PISA
Emplearemos los conceptos de PISA
para ilustrar qué se entiende por literacidad:
La Literacidad lectora se entiende
como la capacidad de analizar, comprender y utilizar (aplicar) los textos
escritos para alcanzar los propósitos del lector, desarrollar sus conocimientos
y posibilidades, y participar en la sociedad. En la literacidad matemática se trata de la capacidad para identificar y
entender el rol que las matemáticas juegan en el mundo, emitir desde allí
juicios fundamentados, y usarla para potenciar la vida personal y ciudadana de
manera constructiva, proactiva y crítica. A su vez la literacidad científica es la capacidad para usar del conocimiento
científico para identificar problemas y poder sacar conclusiones basadas en la
evidencia, que ayuden a entender y tomar decisiones respecto al mundo natural y
los cambios que produce en él la actividad humana.
Si nos ubicamos en las
necesidades que las actividades económicas imponen a las gentes, encontramos
que si no cuentas con Literacidad
lectora, matemática y científica, tus posibilidades de desarrollo económico
en la sociedad son bastante limitadas, así como el desarrollo de la sociedad en
su conjunto. Dará lo mismo cuanto aprendas, si no aprendes los cómos más que
los qués. Una analogía que puede ilustrar mi aserto es que sobre-alfabetizar sería
como tratar de incorporar más letras / fonemas que las 28 que tiene el alfabeto,
y ya no se puede más. Ya el mismo hecho que por más que tratemos o imaginemos
no encontremos más letras útiles qué decodificar, nos indica que las
operaciones de decodificación poseen límites cognitivos de mayor precisión que
las operaciones de Comprensión. Por
cierto, en sociedades decididamente bilingües o trilingües, hay mucho más para
decodificar, y por ende el desarrollo de estas habilidades tiene más sentido,
pero siguen siendo diferentes cognitivamente que las habilidades propias de la
comprensión de las que da cuenta el concepto de literacidad.
Lo individual y lo
colectivo
Esto nos indica que “comprender”
– ser “literato” por oposición a “i-literato” – es una actividad bastante
individualizada. Cuando yo era chico emprendí una lectura difícil por
imposición escolar: Crimen y Castigo,
de Fedor Dostoievsky. Tratábase de ilustrar el concepto de novela psicológica, que
no posee mucha acción pero sí harto análisis de los individuos y sus
motivaciones. Por lo menos eso creo. No hesito en decir que no pude terminar el
libro entonces por muy sencillas razones: carecía de referentes, me perdía dentro de la
novela, me saltaba frases y párrafos, no le pescaba el hilo al argumento y todo
me parecía lo mismo; y es que a los doce años no se puede emprender esa lectura
sin pagarlo con aburrimiento y frustración. Tómese en cuenta que a esa edad
este humilde servidor ya era un lector experimentado. Pero no volví nunca más a esa novela, aunque
después Los Hermanos Karamazov y Humillados
y Ofendidos – del mismo Dostoievsky - estuvieron entre mis lecturas
preferidas. Y esto se debe a que en la Lectura, como en toda actividad, se
producen simpatías y antipatías, preferencias y condiciones previas, signadas
por la experiencia previa – los famosos “saberes previos”.
Por otra parte, tampoco es que la
misma condición de literacidad no
tenga relación con el entorno social, cultural, histórico, lingüístico,
político y económico. Hay literacidades
a aprender socialmente más apreciadas que otras, y nos podemos imaginar que la
“lectura” convencional de una pieza ceremonial debía ser un bien altamente
apreciado en las viejas sociedades caldea, moche o celta. Hoy en día, el
interés se centra en la necesidad no de comunicarse con los dioses o con los
ancestros, sino de ganarse la vida e integrarse en un determinado rol social al
respecto. De ahí que las literacidades en lectura, en ciencias y en matemática
sean en general mucho más apreciadas que la literacidad en arte o en religión, pongamos por caso.
Discursos manifiestos
y latentes sobre literacidad
A su vez, en las sociedades
consideradas individualmente hay también discursos sobre la literacidad, con las ambivalencias del
caso. En teoría en nuestro país apreciamos la necesidad de superar la “i-literacidad”
que las pruebas PISA han contribuido a poner en el tapete, aunque en la
práctica sigamos siendo tan esquemáticos, encomenderos y renacentistas como
siempre. Nuestro discurso manifiesto, la manera como verbalizamos nuestro
problema es en términos de una literacidad
hecha de libros, escuelas y bibliotecas (y últimamente de computadoras, tablets
y iPods), y entonces nos preocupa la Ley del Libro, o los contenidos de la
Currícula escolar; pero el problema creemos está más bien en formar lectores.
Nuestros vecinos de Colombia y Chile hacen cosas distintas al respecto.
Colombia tiene menos libros que nosotros, pero más lectores; y por su parte
Chile es uno de los pioneros en el tema de la Comprensión Lectora. En nuestro
medio, a diferencia de los programas colombianos, no le damos suficiente peso a
la palabra hablada, es decir a la oralidad. Es que la oralidad implica algo a
lo que acá en nuestra sociedad no estamos para nada familiarizados: La
autonomía, la personalidad, el respeto por el pensamiento de las personas, la
individualidad.
Nuestra lógica social es la del
monodiscurso, y por ello para nosotros la literacidad
se entiende aún implícitamente como la captación del significado “correcto” y
ortodoxo de un texto, tal como la autoridad lo establece. El texto escrito se
vuelve un ícono, en su connotación de sagrado. Este es un hecho en consonancia
con el objetivo cultural a que aspiran nuestros retrógrados grupos de poder
locales: una sociedad en la que todos piensen igualito, trabajen duro y marquen
el paso. Nuestro retrasado desarrollo social aún propende a mantener
privilegios de casta, y la literacidad en
serio es un privilegio de casta. Pareciera entonces que la literacidad no es solamente cosa de los individuos, sino además
producto de un constructo histórico y cultural que presupone un movimiento de
desarrollo social hacia adelante, en la dirección de menos democracia a más
democracia, de exclusión a inclusión, del crecimiento al desarrollo, del
sustantivo congelado al verbo en acción. La participación en los beneficios del
desarrollo económico, la inclusión y la democracia no son bienes donados, son
derechos a hacer efectivos.
Literacidad y costos
La literacidad es por ende producto de los movimientos de la sociedad,
y para conocer su estado y hacer algo con él, se necesita conocer los procesos
sociales y las relaciones de poder entre personas e instituciones. Implica
ciertas identidades, valores y motivaciones, como últimamente ha sido posible
ver en el problema del costo de los textos escolares. Es obvio que el valor de
mercado de los textos escolares y los libros del plan lector son considerados
muchísimo más importantes que su valor educativo. En nuestro país, a pesar del
discurso manifiesto, la Educación no es una palanca para alcanzar el desarrollo,
es un Negocio. No de otra manera nos explicamos los planes de inversiones de
grandes grupos de poder, consistentes en abrir colegios “de alta calidad”, con el
cierre de un círculo perverso financiero: Prestar dinero a precio de crédito de
consumo para lo que es un negocio de largo plazo (los rendimientos de la
inversión educativa son de largo plazo), y además pagarle ese dinero al mismo
grupo propietario tanto del colegio que te lo cobra como del Banco que te lo
presta. Negocio más redondo, ni el del Opio.
Volviendo a los textos, no hace
mucho se señaló que el costo en que incurre el Ministerio de Educación por cada
texto puesto en manos de los estudiantes es de S/. 8 nuevos soles, algo menos
de US$ 2,25 por cada texto. Naturalmente esta cifra debe ser un promedio y hay
que tratarla con el debido cuidado, pero aún considerando un margen de ganancia
comercial de algunos cientos por ciento, es obvio que textos escolares de
precios de entre 60 y 120 nuevos soles tienen márgenes de ganancia realmente suculentos,
basados más en la segmentación marquetera de las clases sociales que en el tema
económico de fondo de sus costos de producción. Las identidades verdaderamente protagónicas
- los que realmente ganan con la Educación - son los grupos económicos, los
Bancos, las Editoriales; no los sujetos de la educación. El Valor involucrado
más importante es el de la ganancia oligopólica. La Motivación más fundamental
es posicionar el mito de la educación igualadora para justificar las
gigantescas tasas de utilidades.
Literacidad en el
contexto de la Educación Formal
Toda sociedad necesita educar y
educarse. Producto de la División del Trabajo capitalista y de otros factores
sociales y culturales, desde casi tres siglos atrás la Educación Formal se
supone debe entrenar a los futuros trabajadores, proporcionando las
herramientas conceptuales que la estructura económica requiere para crecer y
desarrollarse. Vale decir, el des-asnamiento social se instrumenta desde los
sistemas de educación formal, enseñando tanto la decodificación
(Alfabetización) de los diferentes sistemas de lenguaje – lectura, matemáticas,
música, ciencias -, como la Comprensión y empleo de la información a la que se
accede por decodificación (Literacidad).
De entre ambos, la literacidad
parece un sueño más difícil de alcanzar, a no ser que se adopte un esquema
agresivamente igualitario, liberal y capitalista. Es decir, llevando a efecto lo
que a veces llamamos una Revolución Educativa. Otros países lo han hecho, y su
éxito es patente.
En el actual estado de cosas, sin
embargo, las necesidades sociales de trabajadores calificados en el contexto de
crecimiento económico en nuestro país no parece depender de un desarrollo
acelerado de nuestras fuerzas productivas como sociedad. Hay una brecha
fundamental entre los sectores económicos más importantes y las habilidades en
las que entrenamos a nuestros alumnos. Tratemos de ver esto desde la
perspectiva de la educación para la literacidad.
Objetivos de la Literacidad
No se aprende a leer ni escribir
por el mero gusto de leer y escribir. Se hace para hacer algo con esa lectura y
escritura. El objetivo para lo que se enseña a decodificar, para aquello por y
para lo cual se alfabetiza, cuenta. En sus Lecciones
de Metafísica, Ortega y Gasset planteaba en primerísimo lugar una reflexión
sobre los sujetos / estudiantes que enseñaban / aprendían Metafísica, sus
motivaciones reales y sus condicionamientos. Concluía en el tema de la farsa
que constituye el proceso de enseñanza / aprendizaje en los mal llamados
“estudiantes” (que Ortega consideraba falsificaciones de la condición humana,
es decir una tira de farsantes) dado que el estudiante, precisamente por serlo,
no puede saber lo que todavía no sabe, y no puede entender la importancia de lo
que se le enseña antes de que se le haya enseñado, pero igual debe llevar los
cursos, y aburrirse como la proverbial ostra tratando de darle gusto al sistema
educativo. Y el resultado es, según Ortega, que ni el estudiante aprende ni el
profesor le agarra gusto a eso de enseñar.
El pensamiento tradicionalista
espera en general que las ideas aparezcan antes que aparezcan, porque lo que
sostienen casi nunca son ideas, sino creencias de lo que debe ser la sociedad y
el individuo, vale decir dogmas y axiomas que se demuestran por sí mismos. Las
instituciones demoran en cambiar, en especial cuando la trama social ya tiene
una lógica, en nuestro caso mercantilista. Desde lo educativo, el problema se
transparenta en la motivación a los estudiantes, y el aburrimiento que muchos
de ellos sienten frente a determinados cuerpos de conocimiento, que provienen
en buena medida de esta contradicción vehiculada por este condicionamiento
temporal. Se preguntan los jóvenes, y de varios años a esta parte no he
escuchado una respuesta convincente, para qué cuernos sirve que les enseñemos todo
lo que les enseñamos. ¿Cómo se interesa alguien en algo que no conoce? ¿Y cómo
exigirle a un estudiante que “le guste” o “le chape el gusto” a algo de lo que
no tiene la más remota idea, y que más bien está ahí para aprenderla?
El cambio en el
paradigma de la enseñanza
Por supuesto, esto es relativo.
En los rancios paradigmas de la enseñanza ha conseguido meterse por los palos
el concepto de “saberes previos”, que reconoce el hecho de que socialmente
aprendemos muchas cosas, y que tenemos por ende un acercamiento previo a muchísimas
cosas, no somos una “tábula rasa” desde que vivimos una sociedad que nos
“literiza” – o nos “i-literiza” – de un determinado modo para enfrentar la
realidad. Trabajo del docente es extraer los conocimientos previos que sus
estudiantes seguramente poseen para engancharles nuevos bits de información y
conocimiento, y formar estructuras cognitivas. Viéndolo desde la Didáctica,
para enseñar Metafísica, por último se puede empezar por descomponer la
palabreja en sus partes “meta” y “física” y empezar a enseñar desde ahí,
confiado en que hay un cierto saber previo – casi siempre inconsciente, y que
hay que hacer consciente – que nos indica que hay prefijos en el lenguaje que
modifican los lexemas a los que anteceden. Y así, saber que “meta” es “más
allá” - como ocurre en otras palabras como metalenguaje, metacentro, metacarpo
o metabolismo - introduce un concepto nuevo y utilizable para aplicarlo a la
“física”, y así empezar alcanzar una primera comprensión-gancho del tema de la
metafísica. Por supuesto este modo de abordar la enseñanza desde los
significados lingüísticos es un último recurso cuando no hay mejores referentes
cognitivos. Pero así es como ocurre en una sociedad i-literata,
artificiosamente mágica, que trata al conocimiento como arcano y lo
compartimentaliza. Necesitamos recurrir a los conocimientos más primarios, pues
la i-literacidad consiste precisamente en la incapacidad de emplear los
conceptos de un determinado sistema de lenguaje.
Colofón
Se hace patente la necesidad de
mover las estructuras del aprendizaje de la literacidad. Al ritmo que llevamos, se ha calculado que
alcanzaremos una nota “adecuada” en comprensión lectora de aquí a cien años.
Esto ilustra bien esa idea de que en el largo plazo todos estaremos muertos. No
nos sirve aprender a leer en la última fosa. Demasiado tiempo. Nos gustaría
saber qué está haciendo la autoridad educativa a este respecto para acelerar el
paso. No es que no simpaticemos con los que se han comprado el pleito, es que
queremos saber qué se piensa hacer para no demorar cien años. Punto, y coma,
por hoy.
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