LEER LA BIBLIA (IV)
Me aprovecho de la Semana Santa
para disparar mis Crónicas de Lecturas sobre Leer la Biblia. Y ya estoy en la cuarta entrega. Agradezco a mis lectores
la paciencia.
I
Profetismo y Profecías
Hasta el 2012 estuvieron de moda las
profecías del fin del mundo, y nos hemos malacostumbrado a llamar Profeta a
cualquier charlatán que diga cualquier bobada, y así es fácil que se nos escape
lo que era realmente ser Profeta en tiempos bíblicos. La palabra hebrea para
profeta es Nabí, que denota a la vez el
rasgo pasivo de ser llamado, y el activo de ser portador del mensaje anunciador
de la voluntad de Dios. Dicho mensaje puede atañer al pasado, presente o al
futuro, recibirse por visiones, audiciones o inspiración interior, y
transmitirse en poemas, relatos, parábolas, oráculos e incluso con acciones
cargadas de simbolismo. Los Profetas se dedican full time a la labor de mensajeros de Yahvé, el llamado es irresistible, y no puede rechazarse: Antes de formarte en el seno de tu madre te
conocía; antes de que tú nacieras, Yo te consagré, y te destiné a ser profeta
de las naciones. / Yo exclamé: Ay Señor Yavé, ¡cómo podría hablar yo, que soy
un muchacho! / Y Yavé me contestó: No me digas que eres un muchacho. Irás
dondequiera que te envíe, y proclamarás todo lo que Yo te mande. / No les
tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte, palabra de Yavé
(Jeremías, 1, 5-8). Los Cuatro Profetas
Mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel) son
así llamados por el tamaño de los escritos que han dejado, pero parece que
varios de ellos, particularmente Isaías,
son más de uno. Ya hemos hablado en su momento del papel de los Sacerdotes y del Templo de Jerusalén,
que se dedicaba entre otras cosas a reunir las escrituras dispersas en un canon
aceptable. Imaginemos el problema que se presentó cuando los reinos hebreos
desaparecieron a manos de asirios y babilonios y cesaron como entidades
políticas. Los Sacerdotes y Levitas dispersos en medio mundo juntaron y
separaron escrituras, y los escritos se entremezclaron. Así que saber cuáles
son cuáles y quiénes son quiénes es complicado y requiere de especialistas
realmente expertos. Por ejemplo, entre los Judíos, Daniel no se clasifica Profeta,
sino Escrito. Y todo esto choca
además con el libre examen, tan caro a las Iglesias Cristianas post Reforma,
así como al Liberalismo racionalista.
Examinemos esto unos momentos: El
libre examen de lo escrito en el Libro Sagrado es sin duda un triunfo del
espíritu y de la libertad fundamental con que el Hombre fue creado, y si lo ha
sido a imagen y semejanza de Dios, pues es esta una característica de Dios con
la que me siento sumamente cómodo. Pero como nada es perfecto en este mundo
cochino, el Libre Examen que presidió la Reforma Religiosa terminó por
“equilibrarse” con la creencia en la Infalibilidad de la Biblia, basada, como no, en una cita: Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
redarguir, para corregir, para instruir en justicia. (2 Timoteo, 3,16,
Traducción Reina-Valera, 1960). Y patatín, salimos de Guatemala para caer en
Guatepeor, para qué superamos entonces a San
Jerónimo, a la Vulgata y a la
Interpretación Ortodoxa de la Biblia.
Esto hace que me pregunte sobre qué sentido tuvo hacer tanta movida para
terminar en el mismo sitio de enantes, voluntad de Dios será de repente. El
concepto de sola scriptura, creencia
fundamental de las iglesias reformadas, suele interpretarse a la
fundamentalista, como que Toda Verdad Está En La Escritura, y a veces
peor, como que No Hay Conocimiento Que Contradiga La Biblia. Y eso no sería ningún problema, si fuéramos sensatos y
supiéramos mantener separados los planos del conocimiento. Pero la sensatez es
una suposición que nada nos autoriza a sostener, los fundamentalistas no son
gentes sensatas y tienen demasiados problemas emocionales que resolver
(necesidad de una autoridad qué seguir y qué manipular), y le adjudican a la Biblia un Valor de Verdad Absoluta,
rasero que les permite juzgar a los demás con toda la del buey. Mi corta
experiencia me dice que no hay nada más relativo que una Verdad Absoluta, y si
no me cree láncese usted una de esas por ahí, en media hora tendrá tantas
interpretaciones como personas la hayan escuchado. Todo esto viene a cuento
porque ciertos pasajes de la Biblia interpretados
numerológicamente han dado lugar a confesiones religiosas, aunque parecen
provenir más de errores honestos que de charlatanismo – que seguro también anda
por ahí. El señor William Miller, de
Nueva York, hombre íntegro, humanitario, benévolo y de inteligencia más que
mediana, estudió la Biblia por años, y llegó a la convicción por libre examen que la Segunda Venida de Jesucristo
se produciría de todas maneras en algún momento entre el 21 de marzo de 1843 y
el 21 de marzo de 1844. Cuando pasó la fecha sin pena ni gloria – especialmente
sin gloria – la volvió a fijar para el 18 de abril de 1844. Y al no pasar nada,
declaró: Confieso mi error y reconozco mi
decepción; pero aún creo que el día del Señor está cerca, casi a la puerta.
II
Grandes Chascos, y esperando al Mesías
Si bien la muy respetable Iglesia
Adventista (De Adviento o Advenimiento) reconoce su origen en las ideas e
interpretaciones de Miller, hoy en
día tiene la sensatez de no ponerle fecha al Fin de los Tiempos (Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los
ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre - Mateo 24:36 – Me
pregunto por qué Miller no empezó
por aquí). Tras el 18 de abril de 1844 los milleristas no escarmentaron, revisaron
los trabajos del susodicho y le pusieron fecha a la Segunda Venida para el 22
de Octubre de 1844. Al pasar la noche del 22 al 23 sin que el Señor se dignara
aparecer la Decepción fue inmensa, y se la conoce en la historia de las
religiones como el Gran Chasco. Según parece, ni fue, es, o será el primero ni
el último. Las consecuencias fueron complejas, podemos imaginar cómo se sacudió
la fe de las gentes sencillas: Nuestras
más profundas esperanzas y expectativas fueron destrozadas, y un espíritu de
angustia vino sobre nosotros como nunca antes había experimentado... lloramos y
lloramos hasta el atardecer. Por más bautizado católico que esté, no es
decente burlarse de las creencias de estos hombres y mujeres, aunque he oído a
algunos que creen así ganarse puntos. Pero la fe es demasiado escasa y valiosa
para maltratarla. Pero todo esto empezó con la interpretación de William Miller de partes de la Biblia, en especial el capítulo 8,
versículo 14 del Libro de Daniel: Le respondió: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas: después será reivindicado
el santuario. Miller era en
apariencia un hombre honesto y nada tonto, debe haberse sentido realmente en
estado de shock cuando no le funcionó
el cálculo. Muchos de los que vinieron después no tuvieron sus escrúpulos. Y de
éstos no hay demasiado qué decir, mejor retornemos a la Biblia, me parece ya estamos advertidos de los chascos en los que
se cae al hacer profecías y jugar con el miedo de las gentes, sin permiso del
Gran Jefe.
Volvamos a los firmes, los
Profetas de la Biblia, bien conocidos
por sus recuentos de profecías, discursos y hechos, escritos por ellos mismos o
por secretarios especiales, como Baruc,
secretario de Jeremías; o
transmitidos oralmente y luego fijados por escrito. Lo importante del profeta
es su calidad de mensajero, pero parece que algunos fueron dotados por Yahvé con poderes taumatúrgicos, aunque
éstos (Elías, Eliseo, Natán, Balaam, etcétera) no dejaron escritos,
que sepamos, y para nosotros no cuenten tanto. Los Profetas suelen dividirse en
dos grupos: Los Profetas Mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel) y los Profetas Menores (Oseas,
Joel, Amós, Abdías, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Jonás, Zacarías
y Malaquías). Por cierto ya vimos que
estos libros no parecen estar del todo bien clasificados, según la Tradición
Hebrea Daniel no es Profeta; y en
cuanto a Jonás, como también dijimos
antes, lo metieron al grupo parece que para completar la docena, por ser doce
un número místico, o por completar un equipo de fútbol con entrenador. La
interpretación cristiana desde la Patrística vio en los Profetas el anuncio del
Mesías
por venir. Esta idea del Mesías es muy peculiar y merece
alguna explicación: Durante el destierro en Babilonia, de unos setenta años,
aparece la creencia en un Salvador, descendiente del Rey David, que devolverá la Gloria y la
Independencia al Pueblo Elegido. El Salmo de la Balada del Destierro
testimonia la añoranza de los desterrados por su Jerusalén bienamada, su
tierra, religión y costumbres. Como en tiempos de Moisés en Egipto, se espera un Libertador del Pueblo, y he aquí que
aparece uno, aunque no judío: El Rey Ciro
el Grande de los persas era un personaje especial, que los judíos sentían
que podía ser “de los nuestros”: Como buen Persa, rendía culto fanático a la
Verdad; no arrasaba a los pueblos vencidos, más bien se los incorporaba; su
Religión, el zoroastrismo, poseía elevada moral y era “casi” monoteísta; y por
si fuera poco, era enemigo de los babilonios, a los que derrotó y conquistó con
la probable colaboración de los judíos y otros pueblos sojuzgados. El Gran Rey Ciro calificó merecidamente
como un Primer Mesías: Los Libros de Esdras
y Nehemías cuentan con agradecimiento
cómo el Gran Rey liberó del
cautiverio a los judíos, concede el retorno a Judea, les autoriza reedificar su
Templo en Jerusalén, y así el profeta Isaías lo celebra: Así habla Yahvé a Ciro, su elegido: (…) Sin
que me conocieras te hice tomar las armas, para que todos sepan, del oriente al
poniente, que nada existe fuera de mí (…) Que se abra la tierra y produzca su
fruto, que es la salvación (…) Yo también lo he llevado a la victoria y le he
despejado el caminio. Él reconstruirá mi ciudad, traerá a su patria a mis
desterrados, sin exigir rescate ni recompensa, dice Yahvé de los Ejércitos.
(Isaías 45, 5, 8, 13)
III
Qué profetizan los profetas
Para no corrernos el riesgo de William Miller de encontrar lo que no
hay, precisemos que un Profeta se caracteriza por saber escuchar a su Dios y
transmitir lo que se le dice, y así no se equivoca. No es un chamán ni un gurú ni
necesariamente un místico, que se perfeccionan espiritualmente en un extático
recogimiento. Tampoco es parte de la jerarquía religiosa. Aquí podemos
encontrar ciertas gradaciones y prelaciones según la fe que se tenga. Para los
judíos el Profeta por antonomasia es Moisés,
y en comparación todos los demás son segundones, aunque le otorgan cierto prestigio
a Samuel. El Islam es radical en
este extremo también, pues fuera de Mahoma
Decid: creemos en Dios y en lo que se nos
ha revelado, en lo que se reveló a Abrahán, Ismael, Isaac, Jacob y las tribus;
en lo que Moisés, Jesús y los profetas recibieron de su Señor. No distinguimos
a ninguno de ellos y nos sometemos a Dios. (Corán 2,136). En el
Cristianismo el Mesías (Emanuel Jesús) es Rey y Sacerdote,
pero también Profeta que abroga a los demás, dejándolos como simples
precursores, como se dice al respecto de Juan Bautista, el último y mayor de
ellos: En verdad os digo que no ha
surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo,
el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él (Mateo, 11,11). No
deja de sorprender a muchos enterarse que los Profetas del Judaísmo, el
Cristianismo y el Islam son básicamente
las mismas personas, y lo que cambia son las valoraciones que se hace de
ellos. Todos tienen en común la experiencia del encuentro personal del Hombre
con su Dios (Hijo de Hombre, ponte en pie
que voy a hablarte – Ezequiel, 2,1); la importancia de escuchar y llevar Su
Palabra (… ellos no escucharon ni me
hicieron caso – oráculo de Yahvé – (…) mis palabras y preceptos (…) ¿no
alcanzaron a vuestros padres? (…) Como Yahvé Sebaot había decidido tratarnos
(…) así nos ha tratado – Zacarías, 1, 4-6); la necesidad de la conversión
personal y la fidelidad ética vivida en la sociedad como exigencia concreta de
justicia social (¿Acaso se trata nada más
de doblar la cabeza como un junco o de acostarse entre saco y ceniza? ¿A eso
llamas ayuno y día agradable a Yahvé? ¿No sabes cuál es el ayuno que me agrada?
Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo, dejar libres a los
oprimidos … - Isaías 58, 5-6); la visión de la misericordia divina asomando
en medio del juicio terrible de Yahvé Sebaot, Dios de los Ejércitos (Rasga tu corazón y no tus vestidos, y vuelve
a Yahvé tu Dios, porque Él es bondadoso y compasivo; le cuesta enojarse, y
grande es su misericordia; envía la desgracia, pero luego perdona – Joel,
2, 13). El encontrar tan semejantes la Fe de Cristo con la de Moisés
y con la de Mahoma podría llevarnos,
solo tal vez, a repensar un poquito mejor este tema del ecumenismo. A ver a donde
nos lleva …
Y luego, las promesas, para bien
y para mal. El Mesías, no lo
olvidemos, será Rey, y será Justo, porque todas las esperanzas del Buen
Gobierno que hoy día depositamos en la idea de la Democracia, en aquellos días
eran depositadas en el Enviado que devolvería a Israel la Paz y la Justicia: Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote
surgirá de sus raíces. / Sobre él reposará el espíritu de Yavé (…) / (…) / No
juzgará por las apariencias ni se decidirá por lo que se dice, / sino que hará
justicia a los débiles y defenderá el derecho de los pobres del país.
(Isaías, 11, 1-4). Es nada más y nada menos que el advenimiento del Reino de
Dios, es el cumplimiento de un alto destino para la Humanidad que empieza a
sentirse también como la necesidad espiritual de vivir para siempre, es decir
la esperanza de una Resurrección de la Carne que no se ve muy clara aún (habrá
que esperar a los Macabeos y la resistencia nacional). Pero este Pueblo Elegido,
liberado contra su voluntad ya desde Moisés,
falla y falla y falla y no se merece en realidad nada de su Dios, a pesar de la
paciencia que le muestra: La Gloria de
Yahvé estaba allí, tal como la había visto junto al río. / Y Yahvé me dijo:
Hijo de hombre, levanta tus ojos hacia el norte. Lo hice y vi el ídolo. / Y
añadió: Ves lo que hacen, las grandes maldades que la gente de Israel comete en
este lugar para alejarme de mi santuario. Pero vas a ver pecados mayores.
(Ezequiel 8, 4-6). O también: Oye pueblo
estúpido y tonto, que tienes ojos y no ves, orejas y no oyes. ¿A mí no me
temen, dice Yahvé, ni tiemblan delante de Mí?
(…) Pero este pueblo, cuyo corazón es traidor y rebelde, me ha vuelto la
espalda y se ha marchado (…) … han sobrepasado la medida del mal … (…) ¿Podré
dejar pasar esto sin castigo, dice Yahvé, y no me vengaré de una nación como
ésta? (…) ¿Qué harán ustedes cuando llegue el Fin? (Jeremías 5, 21 – 31).
Terribles palabras, pero que indican que Yahvé Sebaot, el Dios de los
Ejércitos, es un Dios Celoso, que no deja pasar las cosas, y que está siempre
ahí, sea para salvar, sea para castigar. He ahí los dos mensajes proféticos
fundamentales, contradictorios, duales, complementarios: Castigo / Perdón. Y esto
pareciera que tiene que resolverse de alguna manera, de una buena vez por todas.
IV
El género apocalíptico
Y una manera en que en apariencia
parece resolverse esta contradicción es el Apocalipsis.
El término apocalíptico viene del nombre del último libro de la Biblia, el Apocalipsis, o Revelación,
pero en realidad constituye un género con profundas raíces en el Antiguo Testamento
y en otros Libros de origen análogo, que no están necesariamente en el canon de
los libros sagrados de la Biblia,
pero que tampoco está prohibido leer. Como este género está muy representado en
los escritos de los Profetas, parece adecuado tratarlo aquí. La Biblia narra la Salvación operada en la
historia por la acción de Dios. Es natural que así como tiene un principio con
el Génesis, tenga también un final
anunciado, que le ponga un fin a esta dinámica de Castigo / Perdón
resolviéndola de una buena vez por todas. Y desde el principio, y para arribar
al final, debe haber algún tipo de plan, revelado a los hagiógrafos, que lo
expresan a su modo. Este plan prevé un final de los tiempos al que solamente se
arribará tras muchas tribulaciones y sufrimientos por parte del Pueblo Elegido,
y por ello encontramos apocalipsis
judíos, cristianos, y hasta islámicos. Este sufrimiento y la terrible
dificultad de mantenerse fieles provienen del hecho que la Fe no está en un
contexto adecuado para su desarrollo. Para los judíos, el poseer un estado y
país propios era determinante para poder vivir abiertamente la Fe en el Dios
Vivo. La conquista de Canaán por Josué y
sus sucesores no posee otro sentido, y la pérdida del Estado es el castigo
divino por no estar a la altura del reto. La liberación del cautiverio Judío en
Babilonia es operada por el Mesías
persa Ciro el Grande, y muchos
judíos vuelven a Judea, resignados a ser una semiprovincia del imperio persa, aunque
con Libertad de Culto. Reconstruyen así el Templo y la Jerarquía religiosa, y
logran alguna autonomía en sus asuntos. Pero esta relativa arcadia dependía de
la situación política. Cae el Imperio Persa en manos de Alejandro Magno, y a su muerte se divide en reinos epígonos. Judea
se subsume en el Reino Helenístico de Siria, la Cultura Helenística golpea duro
en las tradiciones judías, y el género apocalíptico surge con la helenización
forzosa que se impone en el siglo III a. C.
Si se lee con especial atención
el Libro Segundo de Macabeos, se
encontrará lo que fue ese durísimo proceso de helenización: Era tal el auge del helenismo y el progreso
de la moda extranjera a causa de la extrema perversidad de aquel Jasón, que
tenía más de impío que de Sumo Sacerdote, / que ya los sacerdotes no sentían
celo por el servicio del altar, sino que despreciaban el Templo; descuidando
los sacrificios, en cuanto se daba la señal con el gong se apresuraban a tomar
parte en los ejercicios de la palestra contrarios a la ley; / sin apreciar en
nada la honra patria, tenían por mejores las glorias helénicas (2 Macabeos,
4, 13-15). Lo que hasta entonces se tenía por sagrado es profanado por la
acción de judíos conversos al helenismo, inclusive en la jerarquía sacerdotal.
Se enfrenta una profunda crisis de identidad nacional y religiosa: No se podía ni celebrar el sábado, ni
guardar las fiestas patrias, ni siquiera confesarse judío (2 Macabeos, 6,
6). Se persigue mantenerse en la fe de los mayores, se martiriza al que sigue
los preceptos sagrados: Dos mujeres
fueron delatadas por haber circuncidado a sus hijos; las hicieron recorrer
públicamente la ciudad con los niños colgados del pecho, y las precipitaron
desde la muralla (2 Macabeos, 6, 10). Es la hora de la Resistencia, como
para los pueblos ocupados por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, o para la
Tacna sometida a la chilenización durante medio siglo: Uno de ellos hablando a nombre de
los demás, decía así: ¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros?
Estamos dispuestos a morir antes que violar las leyes de nuestros padres (2
Macabeos, 7, 2). Y entre el suplicio y el martirio, el odio de los infieles, la
aparente inutilidad del sacrificio, el espíritu de una Resistencia creciente y
furiosa, surge la idea de la Resurrección, prefigurada por el Qohelet: Cerca ya del fin decía así: Es preferible morir a manos de hombres con
la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él; para ti, en
cambio, no habrá resurrección a la vida (2 Macabeos, 7, 14). Y así como hay
premio en la Otra Vida para los que se mantengan firmes, el Dios de los
Ejércitos reserva un Tremendo Castigo a los que atormentan a los Elegidos: … No obedezco el mandato del rey; obedezco
el mandato de la Ley dada a nuestros padres por medio de Moisés. / Y tú, que
eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las
manos de Dios (2 Macabeos, 7, 30-31).
V
Colofón
Entre la profecía y el Apocalipsis encontramos una transición
en el discontinuo devenir narrado en la Biblia. Es un período duro y
complicado, un contexto en el que la Fe particular de cada cual sufre las
consecuencias de lo que las enormes fuerzas impersonales de la Historia le
cargan a uno. Quien sabe, el Nuevo Testamento y los Evangelios puedan dar algún
tipo de respuesta a esto, y eso veremos en nuestras siguientes Crónicas sobre Leer la Biblia.
Viene de LEER LA BIBLIA Parte 3:http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2013/03/cronicas-de-lecturas-22-leer-la-biblia.html
Ir a LEER LA BIBLIA Parte 5: http://memoriasdeorfeo.blogspot.com/2013/03/cronicas-de-lecturas-24-leer-la-biblia.html
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