CRÓNICAS DE LECTURAS – 76
Literatura Infantil (II) - Los Hermanos Grimm
I
La Literatura Infantil hasta el siglo XX
Los estereotipos y valores
obsoletos que pueblan los cuentos infantiles que vimos en Crónica pasada se
deben a que los dichos son muy antiguos y nada infantiles. Pensemos en el
personaje llamado “ogro”, gigante comeniños común en los cuentos. “Ogro”
derivaría de ugre (“húngaro”),
gentilicio de un pueblo que en la edad media dedicó sus desbordantes energías a
incursionar por la Europa Central, saqueando, incendiando y asesinando con
entusiasmo digno de cualquier otra causa. Otros dicen que proviene del francés ogre o del alto alemán ogyr, pero en todo caso con tipos así
circulando no se necesitan más monstruos para mandar al insolente vástago a la
cama, con el húngaro como que basta y sobra. Los terrores infantiles a la hora
de dormir parece surgieron así, y desde hace siglos papás y mamás acompañan a
dormir a sus hijos y les cuentan historias antes de apagar las luces para no
dejarlos a merced de su imaginación desbocada. Y es que las historias de ogros
se las creían también los adultos, como creían en brujas caníbales como la Baba-Yagá
de los eslavos y su cabaña sobre móviles patas de pollo. La oscuridad de la
noche albergaba terrores reflejados en cuentos como el de Hänsel y Gretel,
que a su vez ilustran el permanente temor a las malas cosechas y consecuentes
hambrunas. Los lobos se comían en serio a las niñas de caperuza roja y de otros
colores que caminaran sin precaución por el bosque solitario. Así se habría
originado en la literatura oral el Cuento para Dormir, empleado didácticamente
para enseñar modelos y paradigmas del qué hacer y qué no en situaciones de
riesgo, incluyendo responsos para defenderse del Enemigo, como el quiero que alguien me asuste del
famosísimo Juan sin Miedo. En el
Renacimiento se editan libros impresos para niños: catecismos, abecedarios y
libros de urbanidad. Las Fábulas de Esopo y otros autores (le preparamos su
Crónica) hacían el gasto. En el Siglo XVII los cuentos empiezan a recopilarse y
adaptarse. En Crónica anterior vimos en 1697 a Charles Perrault publicar en Francia sus Cuentos de mi Madre la Oca, y a Jeanne Marie Le Prince de Beaumont escribir La Bella y la Bestia, clásico de todos los tiempos en que la
femenina dulzura doma la misoginia (http://tuestarfs.files.wordpress.com/2013/03/la-bella-y-la-bestia-jeanne-marie-le-prince-de-beaumont.pdf).
En Inglaterra hacen el gasto los relatos de la Biblia y adaptaciones de Los
Viajes de Gulliver de Jonathan Swift
y Robinson Crusoe de Daniel De Foe.
Jean Jacques Rousseau, racionalista e Ilustrado, establece en su
obra pedagógica Emilio de 1781 los
paradigmas en la educación, consolidando la Literatura Infantil como género
separado, con estereotipos del deber ser: los varones son aventureros y
valientes, rescatan princesas bellas, frágiles y requeridas de protección, cuyo
destino es casarse con el príncipe y quedar sometida de por vida a dieta de
perdices. En el siglo XIX románticos y nacionalistas padecen la furia de la
tradición oral, y llegan así nuevos Clásicos de los Cuentos para Niños: En
Alemania los Hermanos Jacob y Wilhelm Grimm recogen el folklore oral
germano y publican en 1812 los Cuentos
para la Infancia y el Hogar, incluidas versiones de los cuentos de Perrault. En Dinamarca, en 1835, Hans Christian Anderssen publica la
colección Cuentos contados para Niños,
que incluye El patito feo, La sirenita, El soldadito de plomo, El traje
nuevo del emperador, Las
zapatillas rojas, El
sastrecillo valiente y muchos más, los que cronicaremos. En España, Fernán Caballero (Cecilia Böhl) escribe
cuentos, oraciones, adivinanzas y refranes populares e infantiles (1874) mientras
que el Padre Luis Coloma trae al Ratón
Pérez en sus Lecturas Recreativas,
gracias a que al futuro Rey Alfonso XIII
se le cayó un diente a los 8 años. Posteriormente los cuentos diversifican a relatos
largos que ya no se dirigen sólo a niños, en series y novelas como Alicia en el País de la Maravillas y A través del Espejo, de Lewis Carroll; La isla del Tesoro, de Robert
Louis Stevenson; El Libro de la Selva,
de Rudyard Kipling; Las Aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi; Las Aventuras de Tom Sawyer y Las
Aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain; y la mayor parte de la obra
de Julio Verne.
II
Los Hermanos Jacob y Wilhelm Grimm
Los Hermanos Jacob (1785 - 1863) y Wilhelm
Grimm (1786 - 1859) eran filólogos y folkloristas más que narradores o
escritores. No se interesaban en los cuentos por los cuentos mismos sino por lo
que testimoniaban en cuanto a las variantes dialectales del idioma alemán. Jacob y Wilhelm eran y se sentían alemanes, pero no existía la entidad
política llamada Alemania, la que aspiraban a demostrar y unir en lo que
después se llamaría ein volk, ein Reich
(por el momento mejor no pensar en ein
Führer). Si buscáramos alguien parecido en el Perú, encontraríamos la trágica
figura de José María Arguedas – a
quien le preparamos su Crónica – que trata de reconciliar el Perú con la
profundidad de su alma indígena. Los Grimm
y Arguedas fueron ambos a la fuente
y base de toda identidad nacional: el pueblo tan despreciado por los que se
creen algo, aún ahora. La diferencia es que en Alemania a los Hermanos Grimm se les honra como constructores
de la nación y por volcar lo nacional en lo universal. De Arguedas no sabemos dónde está su monumento, ni siquiera si lo
tiene. En fin, los Cuentos para la
Infancia y el Hogar son la obra de la Literatura alemana más difundida,
editada y traducida (160 idiomas) del mundo, más que las obras de Goethe, Kafka, Mann, Grass y Böll. Creían los hermanos que los cuentos de hadas provenían del
mismo fondo mitológico de obras como El
Cantar de los Nibelungos, y ello influyó en su interpretación de lo
recopilado, que constantemente sufrió retoques. De ahí la presencia de Hadas,
Gnomos,
Ninfas,
Caballeros,
Princesas,
Ogros,
Gigantes,
Duendes
y otros personajes fantásticos. De ahí también las tres versiones diferentes de
Blanca Nieves y las dos de Caperucita, por ejemplo, porque no todos
los Cuentos se recogieron de únicas versiones orales, algunos venían de otros
testimonios, o se copiaron de manuscritos medievales y folletos del tiempo de
la Reforma. Y tampoco todos los cuentos eran germanos, muchos venían del fondo
cultural europeo, y los Grimm
redescubren entre otros los argumentos que usó Perrault en Francia siglos antes.
No es difícil percatarse que las
181 narraciones (algunos las aumentan hasta 211, y otros a 250, francamente no
sé porque) recogidas por los Grimm
no eran exclusivas para niños, sino que constituían un fondo de creencias
campesinas y populares, contadas y recontadas al calor de los fuegos de hogares
y tabernas y propaladas por los viajeros. Tampoco los Grimm imaginaron que su libro terminaría siendo tan editado, porque
hay cuentos que no pueden “arreglarse” ni “rebajarse” ni con la mejor buena
voluntad, como El caballero, la muerte y
el diablo, en el que un Gigante se cruza con la Muerte
y el mismísimo Diablo y les rompe el alma, siendo socorridos por un caballero
joven e ingenuo … pero mejor búsquenlo y léanlo, aunque no lo he encontrado en
la web. Las modificaciones sufridas
por estos textos para llevarlos al público infantil la iniciaron los mismos
hermanos Grimm para hacerlos más
potables al bienpensante público burgués germano, cuya estética apreciaba el
llamado “buen gusto” tan propio del siglo diecinueve, que les “autorizaba” a
modificar el cuerpo de la obra. Que esta tendencia era normal lo demuestra Leandro Fernández de Moratín al
traducir al castellano El médico a palos
de Moliére de modo tal que ni su
padre le reconociera. La burguesía de la época marcaba la moda y exigía se
tradujera lo que dijera el Bajo Pueblo a su propio idiolecto. Sin embargo,
aunque el origen popular está claro, la mayor parte presentan el consabido
“final feliz”, si bien no únicamente por gracia de oportunas Hadas
Madrinas u otros seres sobrenaturales, sino por la astucia y coraje de
niños, jóvenes y adultos; campesinos y trabajadores. En este aspecto los
cuentos de los Grimm son sumamente
realistas: Las hambrunas, pobrezas y desamparos son un constante telón de fondo
contra el que los protagonistas se rebelan y que tratan de superar haciendo uso
de sus habilidades. Por desgracia, las versiones Disney pierden mucho en calidad literaria al incorporar elementos
forzados para disimular estas circunstancias.
III
Cuentos para la Infancia y el
Hogar, de Jacob y Wilhelm Grimm
El mismo nombre de Cuentos para La Infancia y el Hogar
denota la intención de entrambos hermanos. Habían empezado su trabajo de
recopilación en 1803 en la ciudad de Kassel, interesados en rescatar la riqueza
inmaterial representada por estos relatos amenazados de perderse. La idea era
publicar tantos volúmenes como historias pudieran rescatarse, pero en la
práctica el encontrar diversas versiones los desconcertó muchísimo, y
reaccionaron a ello a veces transformando y modificando los relatos, a veces
“resumiendo” las diversas versiones en una que pudiera considerarse más o menos
la “oficial”, a veces sustituyendo la vieja versión por una nueva recientemente
recopilada. Problema peliagudo, en especial sin las herramientas que la crítica
literaria y la ciencia del Folklore ponen en manos de los investigadores
modernos. El primer volumen de los Cuentos para la infancia y el hogar se
edita en 1812, hace ya 102 años, y como curiosidad entre los primeros
informantes estuvieron las hermanas Gretchen
y Dorothea, la que casaría – y
esperemos haya comido perdices en cantidad - con Wilhelm Grimm. A ellas se debe la primera versión de Hänsel y Gretel y otros cuentos. Jeanette Hassenplug, amiga de Dorothea les contó Barba
Azul y El gato con botas, que como
recordamos son de Perrault, lo que
se explica porque la mamá de Jeanette
era francesa. Pero así y todo los Hermanos
Grimm los asumieron como alemanes. Así podemos distinguir cómo los mismos
Grimm no se percataban de lo evidente, eso hoy en día no se le hubiera escapado a un acucioso
investigador. En 1815 llega el segundo volumen de relatos recopilados en la
región de Hesse, y empieza a sentirse la presión del público, poco interesado
en la parte teórica y bastante más en los relatos mismos. Así, en 1825 aparece
la primera edición ilustrada por Ludwig
Grimm, hermano de los mencionados, que alcanzó gran éxito, y como
consecuencia los Grimm empiezan a
modificar los cuentos de modo más planificado para hacerlos más potables y
aceptables al público.
Veamos lo que pasó con algunos de
esos cuentos: La famosa Caperucita Roja,
versión Perrault, era conocida de los Grimm,
Jeanette Hassenplug la contó en
versión “oral”, y además se encontró la versión del escritor alemán Ludwig Tieck, Vida y muerte de la pequeña Caperucita Roja, que incluye el final
feliz con un leñador. Los Grimm la
publican despojada de alusiones eróticas, que entendían de mal gusto. Una
versión poco conocida procede de Italia: La abuelita misma se libra del lobo,
lo que por cierto indica que lo mejor para mantener entera la salud es jamás
meterse con una nonna italiana. La Cenicienta de los Grimm, aún “rebajada” con respecto a la de Perrault es más chocante que la azucarada versión Disney: Las hermanastras tratan
desesperadamente que el zapatito de cristal les entre en el pie, una se corta
el dedo gordo y la otra se rebana el talón, pero la sangre las delata y el príncipe
las repudia; las aves que ayudan a Cenicienta – no hay hadas madrinas
en esta versión – les sacan los ojos a las malvadas hermanastras, y se los
llevan a Cenicienta como regalo de bodas (ver el cuento Grimm acá: http://psicologoemocional.blogspot.com.es/2013/02/la-cenicienta-cuentos-originales-de-los.html).
Blancanieves y los Siete Enanos es
ejemplo de añadidos artificiales: La versión Disney muestra una Blancanieves casi niña, cuando en el
cuento es más bien rival de la Reina – que por cierto es su madre -
en erotismo y sensualidad; asimismo los Enanos persiguen a la reina
que cae en un precipicio, lo que no está en el relato. La Reina se queda en su reino, porque en esta versión el crimen sí
paga (en la original a la madre le calzaban unos zapatos de hierro al rojo vivo
y debía bailar hasta morir), y Blancanieves más bien es llevada
lejos por el Príncipe que la salva no con un beso de amor, sino por
casualidad, al mover el ataúd de cristal y caer el trozo de manzana de la
garganta de Blancanieves, desapareciendo el hechizo (ver el Grimm: http://psicologoemocional.blogspot.com.es/2013/02/blanca-nieves-y-los-siete-enanitos.html).
El Sastrecillo Valiente, en cambio,
ha llegado tal cual a nuestros días con pocos cambios, pues el centro del
asunto es que todo se basa en el malentendido de haber matado siete moscas de
un solo golpe, y más bien señalar haber muerto “siete de un solo golpe”, con lo
que la fama y el engaño hacen el pastel en este relato de astucia y picardía
(verlo acá: http://psicologoemocional.blogspot.com.es/2013/02/el-sastrecillo-valiente-cuentos.html).
IV
Más Cuentos
En el cuento El Príncipe Rana se observa el tema de las transformaciones
mágicas, y de cómo las apariencias engañan. Y hablando de engaños, no sabemos
de dónde habrá salido el famoso “beso de amor” que ya vimos ni el Príncipe
se lo da a Blancanieves, ni la Princesa al príncipe rana, al cualismo más bien “des-encanta” propinándole un reajuste cognitivo por la vía de
arrojarlo contra la pared. Pudiera ser que el beso de amor surgiera como
cuestión de marketing, el tema erótico jala adolescentes, y ello puede
haber sido determinante para vender la película (El cuento está acá: http://psicologoemocional.blogspot.com.es/2013/02/el-principe-rana-cuentos-originales-de.html).
En La Doncella sin manos, el padre
sale de la pobreza cediéndole las manos de su hija al Diablo, y aunque el
conocido pacto es parte en la tradición alemana y universal, franco es primera
vez que veo que el vendedor vende a otro.
En Rapunzel se ve el tema del
hambre una vez más: Los padres venden a Rapunzel a una bruja por comida, y
ésta la encierra en una torre, el príncipe la oye cantar y efectivamente sube a
la torre donde está encerrada la susodicha empleando su largo cabello (el de ella)
como escalinata, pero lo hace cada noche y producto de las conjuntas actividades
nocturnas ella queda embarazada de gemelitos. En Hänsel y Gretel quien convence al padre que abandone a los niños en
el bosque para que mueran de hambre no es su madrastra, sino su verdadera
madre. Por cierto, encontrar a los susodichos hermanos convertidos de mayores
en cazadores de brujas por arte de guionistas carentes de imaginación hace que
nos preguntemos por la justificación de la existencia cinematográfica de ese Abraham Lincoln cazador de vampiros y ese Van Helsing combinado con un Drácula
de Pacotilla y un Frankenstein de utilería. De terror. En fin, no nos salgamos de
los Grimm: en Los doce hermanos las maquinaciones de una malvada madre – no
madrastra, insistimos, a las madrastras se las ha maltratado demasiado e
injustamente, por la necesidad de mantener incólume un estereotipo de madre que
no sabemos ni de dónde viene ni a qué sirve - transforman en aves a los susodichos,
y al final el hijo condena a muerte a la madre cocinándola en una olla de barro
con aceite hirviendo y repleta de serpientes venenosas.
En Los doce cazadores hay episodios de vodevil, con princesas
engañadas y abandonadas que se disfrazan de varones, e incluso un león que
resulta consejero del rey (idea que retomará C.S. Lewis para Las Crónicas
de Narnia: El león, la bruja y el ropero), desmayos, soponcios y anillos
que nos recuerdan las historias de J.R.R.
Tolkien. En Los músicos de Bremen
hay una elaborada parábola sobre la vejez y la inutilidad, con pespuntes de
fábula, pues los protagonistas son un burro, un perro, un gato y un gallo; recuerda este cuento de
alguna manera esa feroz parábola más parecida a un cuento de terror de Hans Christian Anderssen, La sombra. Y es que el parentesco entre estos relatos
para niños y el género de terror resulta más que evidente; En El flautista de Hamelin (link: http://www.soncuentosinfantiles.com/elflautistadehamelin.pdf)
hay un personaje diabólico con poderes taumatúrgicos, un pacto que no se cumple
por inconsistencias políticas y avaricia, y un concomitante castigo que pagarán
los inocentes del apacible pueblo de Hamelin, llevados por el misterioso
personaje para no volver a ser vistos jamás. Según parece rememora en forma
legendaria el terrible drama de la Cruzada de los Niños, ocurrida durante la
Edad Media, y que se llevó a tantos millares de jovencitos a una muerte segura.
Julio Verne retomaría esta idea en
parte en El experimento del Doctor Ox.
Una sombra de esta historia se encuentra también en el guión de la película Indiana Jones y el Templo de la Perdición.
Más historias de los Hermanos Grimm en los siguientes enlaces: http://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/index%20Cuentos%20originales%20gratis,
y http://es.wikisource.org/wiki/Cuentos_escogidos_de_los_Hermanos_Grimm
V
Colofón
Los Cuentos de los Grimm son menos violentos que los de Perrault, menos “lógicos” y más
“emocionales”, aunque en muchos de ellos se observa aún la tónica de “enseñar
la realidad” más que la de dar ejemplos edificantes. Por otra parte, la
intervención de lo maravilloso en estos cuentos es diferente a los de Mi Madre la Oca. Podríamos decir que los
valores de un cristianismo más íntimo y personalmente sentido (la solidaridad,
el amor al prójimo, la esperanza, la confianza) dan algo de sentido a los
“finales felices” de los cuentos de los Grimm.
Por cierto, los cuentos de los Grimm
son Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2005. Podemos seguirlos leyendo a
nuestros chamacos sin sentir culpa alguna.
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