“Enseñarle un libro a un peruano es cómo enseñarle la cruz a Drácula” (Poeta de la calle)
“La educación de los
hijos debe empezar veinte años antes que estos nazcan.” (Napoleón)
“… lo que determina
en gran medida la vida de los seres humanos es el peso de las palabras o el peso
de su ausencia.” (Michèle Petit, especialista internacional en lectura)
Todo el lío alrededor de los
textos escolares y los costos de la Educación en el Perú ha calateado tanto la
desesperación de las familias por ubicar social y económicamente a sus
vástagos, como la inanidad del servicio educativo que se recibe, pagado o
público. Una arista de este tema se relaciona con la lectura. Muchos papis y
mamis traen una preocupación mayor, cotidiana y muchas veces desesperante, que
es básicamente cómo hacemos que el muchacho o muchacha de miércoles lea y estudie.
Lectura y Nutrición
Es aquí donde se observan algunas
cuestiones sobre las que quisiera echar un poquito de luz, la que pueda.
Señora, si usted empieza a preocuparse de que su hijo lea a los siete, ocho,
nueve o diez años, usted ya fue. Sus estrategias tendrán que ser muy otras que
las que voy a proponer, porque usted dejó pasar el tiempo. Claro, los hijos
pequeños se tienen por lo general cuando uno es más o menos joven y bobo. Es
decir, cuando uno mismo no ha cuajado y cree aún que las cosas pasan solas. En
Educación, como en todo, nada pasa si nada se hace. Y eso significa que si eres
reciente papi o mami, empieza a preocuparte AHORA. No se trata de que te comas
la publicidad que te presenta niños disfrazados de toga y birrete, cargados por
babeantes papis jóvenes con caras de imbécil, que te jura y rejura que tu hijo
dejará a Einstein como zapatilla si le das un cierto tipo de leche enriquecida.
Puedes inyectársela intravenosa si quieres, y lo máximo que pasará es que el
chico subirá de peso y será algo más saludable. Lo que malo no es, por más que
será a un costo exorbitante que saldrá de tu bolsillo.
Es decir, tu hijo no será lector porque
le des suplementos nutricionales. Claro que no sobran, pero una dieta adecuada
debería ser, y por lo general es, más que suficiente. No me deja de sorprender
tanto la necesidad de los papis y mamis noveles de sentir que hacen algo –
probable reflejo de un sentimiento culposo – como que los oligopolios de la
alimentación exploten sin misericordia este sentimiento. Los suplementos, entiendo
tal vez exageradamente, son como la sopita de enfermo: Para enfermitos.
Adquirir las necesarias grasas, proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales
se puede lograr formando adecuados hábitos alimentarios. Tener hijos es una
buena oportunidad para ordenarse y considerar la familia como un todo. Los
adultos de la familia deben hablar de este y otros temas, que siempre es mejor
tomar decisiones sensatas antes que dejarse llevar por la culpa de “trabajar
demasiado” o de “no tener tiempo”. Además, sentirse culpable de ganarse la vida
para sí y para la familia es, perdónenme mis lectores, de lo más bobo. La
familia tiene que adaptarse al ritmo de la realidad, no al revés. Claro, hay
que meter neuronas para contrarrestar las malas influencias sociales y hacerse
cargo. Pero siempre hay un cómo.
Lectura y Autonomía
Lo que hay que hacer con los
niños es aprestarlos sin correteaderas. Cuando son bebés deben estar expuestos
a las influencias del exterior. Los bebés son curiosos por naturaleza y les
encanta emplear sus sentidos. Dejo a los psicólogos del desarrollo el detalle
de sus etapas, y recomiendo a papis y mamis que los lean, que hay muchos y muy
buenos. La cosa es que los niños y niñas son esponjitas que usan sus sentidos y
captan todo, aquí, ahora, y a velocidad de auto de carreras. Nunca hay
suficiente cuidado para elegir las influencias que se desea tengan nuestros
bebés y niños. No es fácil y es cada vez más caro, pero nada sustituye la
supervisión familiar. El objetivo es que el bebé haga las cosas por sí mismo.
Naturalmente a su ritmo, pues, señora.
Lo primero en todo este asunto es
que tu hijo sea él mismo, no una prolongación tuya. Vale decir se trata de
desarrollarlo como un ser humano autónomo. Y eso tiene un motivo obvio: Tú no
estarás siempre, tú no lo cuidarás siempre, para bien y para mal ese mocosito/a
crecerá y te retará algún día, caminará con sus pies y comerá con su manito. Más
vale que sepa hacerlo bien. Tú no vas a
leer por él / ella, lo tendrán que hacer por sí mismo. Es decir, hay que formar
la autonomía. Esto, que es más obvio que los agujeros de las orejas, choca con
la sobreprotección que mamis y papis le acuerdan a sus criaturitas de
porcelana, a los que cuidan cómo si fueran a quebrarse si los exponen a la
realidad. Pero la autonomía no puede fomentarse sin correr riesgos, sin que los
muchachos y muchachas de miércoles se caigan y se den coscorrones. Riesgos
inteligentes, avisados y calculados, claro, tampoco se trata de irse al otro
lado. Pero la autonomía significa que vuestra criaturita debe llegar a
enfrentar el mundo y la sociedad él solito, con confianza en sus propios medios
y con confianza en su propio cuerpo.
Leer cómo habilidad
Esto del gusto por la lectura es
relativo. Recojo aquí ciertas ideas de la especialista Michèle Petit. Leer
puede ser muy pesado, y no necesariamente te va a gustar siempre. Se supone que
la vaina empieza con el gusto derivado del leer, del placer que proporciona.
Repito, esto es relativo. Si haces que tus monstruitos se familiaricen con la
letra escrita, pues les gustará la letra escrita, pero no de arranque por la
letra escrita, sino por lo que transporta. Contar cuentos e historias es muy
bonito y a las criaturas les fascina. Por eso se pegan a la televisión, y por
eso los juegos de video presentan historias que contextúan el juego mismo. El
tema es que ver tele o jugar con las pantallas no crea habilidades lectoras,
sino otras muy distintas. No es que sean negativas, simplemente no son
habilidades lectoras. Lo que joroba la paciencia es que hay que darse el tiempo
para contarles historias a los niños y niñas en vez de ver la cuarta temporada
de la serie de moda. Y además hay que leerles con el libro abierto delante.
Porque ellos, que son aprendices mucho más eficientes que nosotros, rápidamente
asocian e imitan. Y como asocian las historias fascinantes que les cuentan con
sus soportes, es decir con los libros, pues solitos y a su tiempo se acercarán
a ellos a buscar esas maravillas, más aún si tienen figuritas y muchísimos
colores y diseños. E imitan al papi o mami que lee, claro, si es que leen por
su cuenta y sin ocultar que están leyendo. La vida familiar muchas veces puede consistir
en sentarse en una sala – lugar más o menos abandonado en muchas familias – y cada
cual hacer lo suyo: Los niños jugar, los papás leer y escuchar música o a veces
incluso trabajar. E interactuar.
Palabra mágica: Interactuar
La discusión acerca de la
dicotomía Cantidad / Calidad del tiempo dedicado a los hijos es muy relativa.
Las dificultades inherentes al ganarse la vida limitan la cantidad de tiempo
disponible, y se pretende que esto se sustituya por “calidad” de tiempo. Hay
algo de cierto en ello, si bien muchas veces los más empingorotados
especialistas están en figuritas para explicar cómo se fabrica un tiempo de
calidad. Yo tengo mi palabrita mágica para exorcizar al monstruo: Interactuar.
Un tiempo de calidad implica
Interactuar. Y eso significa exactamente lo que dice: Estar juntos, no
yuxtapuestos como extraños, sino haciendo cosas juntos. Estas cosas pueden ser
por separado, en donde cada cual hace lo suyo e interactúa de cuando en vez. No
hay reglas acá sino ser quien se es. No hay un “deber ser”. Si te provoca alzar
al mocoso y comértelo a besos, hazlo. Además, si uno está ahí, le provoca
hacerlo. No te aguantes si te provoca, pero fingir tampoco es gracia, los niños
se dan cuenta cuando eres hipócrita. Además no todos los días estás de humor,
pero tienes que recordar que el adulto eres tú, y tu responsabilidad sigue allí.
Pero relájate, varón, mujer. Vive tu familia. Tampoco se trata que seas quien
no eres, lo que cuenta mucho cuando se es “papá sustituto” (padrastro, tío,
abuelo, pareja de la mamá, etcétera), y sobre todo cuando hay “papá oficial”
más o menos ausente, con el que no se trata de competir. Estos períodos de estar juntos sin objetivo
común fijo son necesarios desde todo punto de vista. Los niños se acostumbran a
vernos ahí, haciendo lo nuestro autónomamente, y de eso se trata, que no
dependan emocionalmente de nosotros. Como son grandes imitadores, harán lo que
nosotros. Mira qué tal poder el que
tenemos.
Otra forma de interacción es lo
que llamo - con otros - los “tiempos fuertes”. Tal vez a esto se refieran los
especialistas que hablan de tiempo de calidad. Puede haberlos de muchos tipos.
La cosa es estar juntos haciendo algo. Pongamos algunos ejemplos: Imagínate que
te levantas media hora antes, cuando no hay tanto carro en la calle y sacas a
pasear a tu monstruito, mejor aún si al parque, por el puro prurito de respirar
el aire en la mañana, y porque mirar árboles y verde es relajante y bonito. Los
fines de semana ciertos papás se tiran el presupuesto familiar llevando a los
hijos a ciertos happenings. Nada malo en sí mismo, si tienes la plata. Pero
hacer las labores juntos tiene a mi ver más gracia. Y la señora, además, lo
agradecerá, pero no le destrocen el establecimiento: Ayuden con el desayuno del
domingo; la labor de la cocina; la limpieza de la casa; el hacer ejercicio por
el puro vacilón de hacerlo; escuchar música, bailar y cantar – de paso a la
señora eso le suele gustar; el salir a ver la puesta del sol, si la tienes al alcance
por supuesto; incluso ver la serie de televisión preferida. Todo tiene sentido cuando están todos
juntos haciéndolo. Claro, hay actividades que son mejores que otras, ahí lo
dejo a tu criterio, a tu modo de ser y el de tu gente.
Interactuar leyendo, o leer interactuando
Entre los posibles tiempos
fuertes están los tiempos de leer. Ya el simple hecho de estar juntos
relajadamente un cierto espacio de tiempo suele convertir espontáneamente y con
rapidez los tiempos “sin objetivo fijo” en “tiempos fuertes”. Con el tiempo los
tiempos se fabrican solos, si estás relajado y no tratas de corretear a tus
monstruitos. Eso sólo sirve para transmitirles tu tensión y estrés. Estoy
seguro que tienes cosas mejores que pasarle a tus mocosos. Tratemos de pensar
en “tiempos fuertes lectores”.
Los niños y niñas de menos de seis
años de edad – y también de más - se pirran por escuchar y contar cuentos e
historias, de jugar con las palabras, de divertirse. Buena oportunidad para los
papis y mamis de volver a ser niños y niñas. Las historias que te contaron a ti
de chibolo hacen el primer gasto. Importa poco que seas varón o mujer, siempre
hay buenos recuerdos, versitos, canciones, juegos con los dedos u otras partes
del cuerpo, historias de fantasmas, tradiciones familiares, adivinanzas,
trabalenguas. Si consigues fabricar un “tiempo fuerte” justo antes de hacer
dormir a tus monstruitos, matas varios pájaros de un solo revés. Aunque a veces
te interesarás tanto en tus propias historias que no querrás dejarlas después
que tu mocosa o mocoso ya esté hace rato durmiendo. Pero de eso se trata al
final. Y además trasladas a tus hijos aquello que más te gustó de niño,
fomentas las tradiciones nacionales, y así, sin darte cuenta, incorporas a tu
hijo a tu sociedad.
Es sorprendente cómo a través de
estos tiempos fuertes los mocosos se esfuerzan ellos solos para leer, si es que
la hiciste bien, por supuesto. Hiciste tiempo de calidad, diste buen ejemplo,
porque si ellos te ven leerles pues claro, ellos no te conocen a ti en tus
mezquindades y tonterías, ellos se creen que tú eres lo máximo. Y estás usando
eso para fomentar la lectura. Que te vean leerles, y leer por tu cuenta, que vean
cómo te gusta, te divierte y te vacila. Comenta tus propias lecturas. Que vean
cómo te esfuerzas por entender lo que tú lees. Por experiencia personal te comento
que todo material es funcional. La estructura de los huesos, los departamentos
del Perú o el origen del universo pueden convertirse en cuentos. Mirar la Luna
en el firmamento en la noche no solamente es bacán, produce historias (Luna lunera / cascabelera / cinco pollitos /
y una ternera). A veces se escucha decir que la Infancia de los propios
hijos es maravillosa para uno como papi o mami. Es completamente cierto, si lo
intentas.
La lectura accesible
El placer de leer no se crea con
frustraciones. Es un primer paso, pero aunque sin él no se lee, no basta.
Frustrar la lectura es escandalosamente fácil. Receta para no leer: Textos
farragosos y complejos convertidos en una obligación penosa, con vocabulario
complicado y sintaxis difícil, sin figuras, sin historias, sin juegos de
palabras, no hay nada mejor para marchar en vivo y en directo hacia el
aburrimiento y el fracaso. La dificultad está en el crítico período del
aprendizaje de la decodificación, que coincide con la Educación Inicial. No hay
reglas generales para esto, depende del ritmo de cada persona, pues que la
lectura es una actividad personalísima. Pero en términos generales, si no has
aprestado a tus hijos en un vocabulario relativamente complejo, pues la
decodificación se convertirá en algo demasiado complejo y frustrante para ser
abordado, y tu mocoso, que es cualquier cosa menos idiota, no hará lo que le
cueste demasiado hacer. Como tú, ni más ni menos. Menos mal, el secreto no es
tan complejo de captar.
Los cuentos infantiles poseen
muchas virtudes. Aunque hay miles de versiones de cada cuál – debo haber visto
unas cien o más de la Cenicienta – en general tienden a cuidar la complejidad
del vocabulario. Claro, las ediciones responden a públicos muy específicos,
casi siempre españoles o argentinos o mexicanos. Pero eso no es tan malo,
aunque estas poblaciones – en realidad todas ellas – están por encima de
nosotros en comprensión lectora. El hecho es que arrancar por ahí tiene mucho
sentido, sean cuentos de autores antiguos o nuevos. Siguen siendo historias con
trama e interés propio. Yo mismo me he sorprendido continuando la lectura de
ciertas historias, con mis propios monstruitos largamente dormidos. Por cierto,
es buen momento para introducir cuentos e historias de origen nacional y con
tramas de todos tipos y calibres. No hay necesidad de experimentar, los cuentos
para niños son para niños, y por lo general los autores saben lo que hacen. No
hay necesidad de “proteger” a los niños, aunque nos parezca que algunos cuentos
sean bien dramáticos y traigan contenidos que nos afecten personalmente. Pienso
en historias como “La Niña de los
Fósforos”, de dramático final; o en ciertos cuentos quechuas de aparecidos,
realmente de susto, recopilados por José María Arguedas. Si te parece que algo
es demasiado para tu monstruito, pues nárralo de otro modo, de todos modos,
cuando lo lea por sí mismo enfrentará esas realidades. Y estarás ahí para
ayudar.
Los temores de los niños pueden y
deben ser exorcizados. Hay cuentos e historias que producen vergüenzas o
miedos, análogos completamente a los de la vida real, que tus mocosos no
diferencian, pues para ellos todo es “real”. Que consigan separar
paulatinamente la fantasía de la realidad es, precisamente, pelota que está en
tu cancha, y acabo de mostrarte una manera de trabajarla. El peor enemigo de
los niños es el miedo irreal, sin objetivo y sin posibilidad de control. Que
consigan superar sus naturales temores es parte de la adaptación al mundo
natural y a la sociedad.
Qué da la lectura
La lectura proporciona mundos.
Nada menos. No solamente el macrocosmos “real”
en el que vivimos, nos movemos y existimos, sino también el microcosmos, el
mundo que tenemos dentro y que a veces compensa la chatura de nuestra vida
cotidiana y hace que la vida sea un bien precioso, bien digno de ser
experimentado. Una de las lecturas para niños que me parece de mayor efectividad
para leerla con los mocosos son las fábulas. Se diferencian de los cuentos “normales”
en que presentan no un ser sino un “deber ser”. La formación de valores suele
ser importante para la vida social, pero a la vez existe inevitablemente ligado
a todo deber-ser la confrontación con el ser. El mundo puede necesitar de paz, pero hay
guerras. La sociedad necesita de gente honrada, pero lo cierto es que existe
una desenfrenada carrera codiciosa. Decir la verdad es bueno, pero la gente
miente. Estas contradicciones sociales crean conflictos en las mentes
infantiles desde temprano, normalmente antes que los papis y mamis nos demos
cuenta. Esopo, Iriarte, Samaniego y demás fabulistas lo sabían, y trataban de
presentar modelos de acción práctica, para que este mundo no nos coja
desprevenidos en su dura realidad. Es así que a los temas de decodificación y
comprensión lectora empezamos a añadir funciones intelectivas más altas, las
que vehiculan los juicios morales.
Colofón
No se aprende principalmente a
leer para divertirse, aunque divertirse sea importante. No se lee para ser una
enciclopedia ambulante, ni para regodearse, ni siquiera para aprender a hacer
juicios morales; por más importante que sea desarrollar funciones intelectuales
y éticas para la feroz lucha por la vida. Se aprende a leer para incorporar el
Mundo al propio lenguaje, para ser plenamente humano y autónomo. El peso de la
palabra o de su ausencia estará encima de nosotros toda nuestra vida. Te apropias del mundo y eres un protagonista
en él si hablas tu propia palabra, no si te dejas pronunciar por otros. Y punto
por hoy.
Javier: Qué interesante artículo, te agradezco.
ResponderEliminarAfectuosamente,
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Carlos O. López Schmidt
CIMARRONES
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