“Enseñarle un libro a un peruano es cómo enseñarle la cruz a Drácula”
(Poeta de la calle)
Es interesante constatar lo que
pasa cuando repentinamente se descubre lo que todos sabían que pasaba, pero
nadie se atrevía a decir. Casi hasta parece que importara. Los textos escolares
están de moda, aunque tradicionalmente nunca se les ha dado mayor bola. De
hecho, se han puesto en el candelero básicamente no por sus contenidos – aunque
a algunos les encantaría introducir la censura de lo que no les gusta – sino
por ese algo que, en la realidad real, realmente nos afecta a todos: SUS PRECIOS. El ruidoso rasgado de las vestiduras
se oye en las radios, la televisión y hasta en la prensa escrita.
Mercantilización
educativa
Lo que arma a la gorda y la pone
de pésimo humor son los precios de los
textos escolares, incluso con ley de congreso incorporada. Se descubre
repentinamente que existen elementos mercantilistas de intermediación que encarecen
los textos escolares, como si este hecho no hubiera sido archiconocido con
anterioridad. Se evidencia la confabulación entre editoriales, instituciones
educativas, directores y docentes, dirigida a exprimir aún más a los padres de
familia que invierten en la educación de sus hijos, en nombre de la
maximización y reparto de la ganancia. Esta no es más que la punta del iceberg,
porque la mercantilización educativa está generalizada en nuestra sociedad,
sólo que no se ha verbalizado lo suficiente. En Chile esto sí está pasando, y
el hecho que las gentes aprendan a decir su palabra produce terremotos
políticos constantes que derruyen el sistema político con más entusiasmo y
continuidad que los movimientos de las placas tectónicas. Tal vez esto sea un
preludio de lo que eventualmente podría ocurrir en nuestro país, aunque resulta
difícil predecir cuánto tiempo nos tomaremos en eso de aprender a decir nuestra
propia palabra.
Textos viejos y
textos nuevos
De lo repentino surge otra
“repentitud”: La de periodistas, políticos y otras gentes que se han convertido,
no sabemos cómo, en especialistas en textos escolares, cuya principal
herramienta conceptual parece ser la de extrapolar su propia experiencia. Comparan
lo que eran los textos “en su época” hace 10, 15, 20 o 30 años atrás, con lo
que creen que son ahora, y luego generalizan su experiencia personal, para
desde ahí pontificar algunos razonamientos doctorales. Tratan a los textos
escolares como si estos fueran deus-ex-machina, objetos mágicos cuya posesión, al modo de amuletos, significara la
posesión de “cultura”. Se concentran en los contenidos conceptuales, como si alumnos
y docentes leyeran los textos al modo de libros comunes y corrientes. Acuerdan
a los textos escolares un aire de “autoridad” y se preocupan de que sus
contenidos sean ortodoxos y adecuados, no infiltrados por malvados ansiosos de destruir
la nacionalidad. No es que el texto escolar no tenga su importancia. Se utiliza
en las instituciones que sirven como correas de transmisión de los contenidos
socio-culturales. Pero algunos parecen creer que en la realidad real, realmente
sirven para algo más que para ganar plata. Para variar, en este y otros temas algunos
terminan en el detalle y se olvidan de lo fundamental.
Lo escrito y lo
hablado
El texto escrito es nada más que
eso, texto escrito. Para que realmente sea operativo, para que realmente
funcione, para que realmente sirva de algo, tiene que dejar de ser un amuleto
para ser convertido en una Herramienta. Un amuleto es sagrado, una herramienta
es útil. El texto escolar debe ser desacralizado, deconstruido y desencantado.
Para ser útil debe ser verbalizado, hablado, desmenuzado, despachado
intelectualmente. Los signos y dibujitos deben convertirse en sonidos, y éstos
en conceptos e ideas. Hacer estas abstrusas operaciones implica aprender a
operar con la mente. Suena fácil, pero puede ser extremadamente difícil si los textos
escolares son caros. Si no los puedes adquirir no aprenderás a leer, del mismo
modo que si no tienes piscina o mar o río ni te tirarás al agua ni aprenderás a
nadar. El desarrollo de tu comprensión lectora depende de cuánta plata tengas
después que te has comido el ajiaco que puedes solventar. Si te gastas lo que
tienes solo en comer, todo lo que tendrás para leer serán los titulares de los
periódicos en los quioscos, ese será todo tu alimento espiritual.
Leer y comprender lo que se lee
se han convertido en bienes económicos, necesarios para conseguir y mantener
una chamba que signifique algo más que sobrevivir. Vale plata, e intermediarlo
hace ganar plata. Y como si no lees o no entiendes lo que lees tu chamba es
problemática y tu movilidad laboral será como bailar permanentemente la conga,
salir de eso tiene costo, y como no tienes plata porque ya te la comiste, seguirás
en tu espiral descendente.
El texto escolar como
herramienta
Si el texto escolar es una
Herramienta, entonces es para ser usado. Es en el salón de clase donde se hace
concordar la palabra escrita con la palabra realmente hablada, es decir con la
propia capacidad para la expresión lingüística oral. No me sirve de nada el
texto si no lo consigo hablar con mis propias palabras, mis propios saberes y
desde mis propias habilidades. La desnutrición aguda o crónica no sería un
problema de aprendizaje si no afectara las capacidades lingüísticas de los
niños tanto en general como en lo referido a la comprensión lectora. La pobreza
no sería un problema de aprendizaje si no afectara la posibilidad de los
estudiantes de enfocar su atención y su concentración en la lectura como en las
explicaciones orales. La desigualdad socioeconómica – está probado hasta la
saciedad – afecta la misma percepción de lo que es posible entender y lo que no
en la lectura y en la explicación oral. Podría incluso no haber textos
escolares, y seguiría habiendo Educación y seguiría habiendo libros y los
docentes podrían construir sus propios textos de acuerdo tanto a las exigencias
sociales como a las características concretas de sus estudiantes. Esta es
incluso una consecuencia lógica y previsible de un proceso de Diversificación
Curricular llevado a extremos finlandeses.
En las escuelas hay maestros intermediarios en la tarea de “hacer hablar” los textos y otros materiales
de enseñanza / aprendizaje. Pontificar sobre los textos escolares no tiene sentido alguno
si se les aísla de los maestros. Ellos “hablan” los textos y los hacen
accesibles a los alumnos. El origen histórico de la palabra escrita es la
palabra hablada, ni Cristo ni Buda ni Sócrates ni Zoroastro ni Confucio dejaron
nada escrito. Fueron los evangelistas, Platón y otros hagiógrafos, exégetas y
comentaristas los que fijaron para la Humanidad sus mensajes. Y seguimos
fraseándolos y refraseándolos de acuerdo a nuestras experiencias y nuestros
saberes y las preocupaciones de nuestra respectiva época. Y los nuevos mensajes
que replantean las ideas que influyen decisivamente en la humanidad son nuevamente hablados. En el aprendizaje de contenidos jamás arrancamos de cero, sino de la
experiencia común de la humanidad o de los diversos grupos humanos a los que
pertenecemos.
Herramientas de
enseñanza / aprendizaje
Un texto escolar se diferencia
del no-escolar en diversos aspectos. El principal sería que está dirigido a
formar, no solamente a informar. Tiene una dirección y un sentido intencional,
no se lanzan a la aventura, tienen objetivos. Representan las habilidades y contenidos
intelectuales y valorativos que la currícula escolar
establece como socialmente deseables. Sus contenidos temáticos son producto de
un análisis que determina lo que la sociedad y el estado creen que es
trascendental que los niños y jóvenes conozcan. Pero un texto no trabajado es
como Iglesia abandonada por falta de fieles. Nadie va hoy en día en
peregrinación religiosa a Pachacámac, Garagay o a Maranga, mal que le pese a los
nostálgicos del pasado precolombino. La utilidad religiosa de las huacas es
inexistente, y la tendencia es invadir sus terrenos para lotizarlos y resolver
reales necesidades de las gentes. Contrario
sensu, a nadie se le ocurre invadir y lotizar la Catedral de San Pedro en
Roma, porque como es obvio responde a las necesidades espirituales de millones
de personas. Así funciona también con los libros en general y los textos
escolares en particular.
Las comparaciones son odiosas,
pero igual las haremos. Colombia no tiene más libros o bibliotecas que el Perú,
tiene más lectores. Y hay
diferencia, luenga diferencia. No nos faltan libros, sino cerebros que los
operen. Presumir de tener libros que no se utilizan es una suerte de
autocomplacencia petulante análoga a la del dictador africano que construye una
Catedral más grande que la de Roma, por el puro prurito de aparecer en los
records Guinness. Discutir el precio que las gentes pagan por los textos
escolares, siendo importante y necesario, no es suficiente. Pensar los textos
escolares en abstracto es discutir por qué se gasta una plata que no tenemos
para que los alumnos adquieran lo que a veces se llama “cultura de sobaco”, es
decir, libros humedecidos por la transpiración axilar, que no se abren más allá
del índice.
Esto se aplica a los libros en
general, no solamente a los textos escolares. Un libro adquiere importancia
porque es leído, decodificado y comprendido. La influencia de “El Origen de las
Especies”, el “Manifiesto Comunista”, el
“Tractatus Logico-Philosophicus” o el “Emilio”, entre otros, está en que su
mensaje esencial es considerado importante para un número o clase importante de
personas. Así entonces se le trabaja, refrasea, difunde, glosa. El mensaje de
dichos libros se incorpora a la “marcha de la Historia” que quería Walter
Benjamin. Pero los libros responden a la lógica de la época, y en esa lógica los
libros deben ser escritos, editados y publicados, y ello porque hay una oferta
y una demanda cultural. De ahí que editoriales como Libun y el Fondo de Cultura
Económica se especialicen en libros universitarios, mercado cautivo; y que haya
editoriales que se especializan en textos escolares, otro mercado cautivo y
recontra lucrativo, aún si es regulado.
El negocio del texto
escolar
Como nuestra sociedad lee poco y
lee mal, y como se necesita leer para ser alguien, se puede hacer negocio con
ello. Hay mercado, jóvenes. Es decir, producto, y marketing vinculado. Es
decir, entre otras cosas, un concepto social de lo que es un libro, al que la
oferta se ajusta para poder venderlos. El fast-book es un producto; el
best-seller otro producto. Los diversos géneros se ubican en las librerías –
especie comercial en acelerada extinción - de acuerdo a su posibilidad de ser
comercializado. Es el reino de “lo que le gusta a la gente”, como con las
gaseosas o las camisas. Y así los libros que más se leen en nuestro país son
los best-sellers, los libros de autoayuda y los de metafísica zodiacal y otros
análogos. He visto algunos de estos incluso en diversos Planes lectores. No
entiendo cómo los libros de auto-ayuda pueden ser considerados literatura o instrumentos
para la formación en valores, cuando sabemos que trafican con la baja
autoestima de las gentes. Pero allí está “Quién se ha comido mi queso”, muchas
veces en vez de Dickens, Ribeyro o Dahl.
El Plan Lector es, desde la
perspectiva de la oferta, un negocio complementario del de los textos escolares,
con la ventaja de ser menos estacional. Los textos escolares se negocian a
principio de año, se les impone a los padres de familia y se cobra por ellos
precios de oligopolio. Al igual que en los mercados financieros, los precios los determinan unos pocos ofertantes,
pues nuestros docentes parecen no tener capacidad de crear sus propios
materiales. Junto al texto escolar viene la Guía del Docente, que se orienta al
empleo del Texto de la propia Editorial y muchas veces trata de subsanar las
carencias de los docentes maximizando su tiempo y proporcionando planes de
clase. Esto, que en sí mismo no es negativo, produce una relación de
dependencia entre el texto y el docente, que termina por aplicarlo sin mayor
crítica, y se siente eximido de emplear otros materiales. Aunque los contenidos
de los textos escolares suelen ser bastante buenos en general, el hecho de que
sean generalizados atenta contra casi cualquier esfuerzo de diversificación
curricular.
Los formatos de los textos
podrían modificarse para responder a la diversificación y a los cambios
curriculares y el avance del conocimiento. Un formato fascicular donde se
sustituyera algunas partes cada vez que fuera necesario implicaría contar con un texto permanente, muy
dinámico, de menor costo y fácil adaptabilidad a las diferentes realidades locales y regionales. Y estoy seguro
que puede haber mejores ideas. Pero es obvio que nada de esto conviene al negocio,
organizado en una economía de escala, que vive en parte de las rentas creadas
por la repetición de contenidos año tras año. No se ve que haya mayor
innovación en este aspecto pues no existe interés alguno en ello. Las
editoriales no lo harán a no ser que la autoridad educativa lo exija. Y como nuestra
autoridad educativa no lo exige, la situación permanece igual año tras año, las
editoriales ganan, ciertas autoridades ganan y otras se hacen la vista gorda.
Los que pierden son los alumnos y los Padres de Familia, y cuando se visibiliza
se adoptan soluciones parche.
Procesos y contextos
En estas épocas la información es
impartida y operada en nuevas y diferentes formas. El libro y el texto ya no
son lo que eran. Estamos en la cresta de la ola de cambios tan importantes como
los que dieron lugar a la invención de la Imprenta de tipos móviles de
Gutenberg. No se puede separar los
contenidos intelectuales de sus soportes físicos. El libro es un transmisor de
conocimientos, pero las habilidades necesarias para decodificarlos y entenderlos
dependen de sus soportes. Las computadoras y demás pantallas soportes incorporan
nuevas maneras de leer, decodificar y comprender. Los hipertextos, hashbacks,
memes y otros artilugios mentales requieren de desarrollar las tradicionales habilidades
mentales e incorporar otras nuevas. Discutir los textos escolares en abstracto pasa por alto este
importantísimo tema. Se le ha dejado el tema a la educación no formal y para
variar las necesidades nos encuentran con los pantalones abajo y discutiendo la
coloración de las truzas. Se trata con éxito menos que mediano de generalizar
el empleo de las computadoras en las escuelas, no como impartidor de
conocimientos sino como formador de habilidades. En este panorama se inscribe la problemáticas del texto
escolar.
Sin embargo, el contexto en el
que se trata el tema de los textos escolares es decimonónico.
Hablamos de ellos implícitamente como de un medio para uniformar la impartición
vertical de conocimientos, cuando es tan obvio que las habilidades requeridas
hoy en día de pensamiento crítico y creativo, de innovación y de investigación, cambian desde la raíz el viejo y exclusor concepto de erudición enciclopédica
que muchos creen aún debería ser objetivo primordial de la Educación. Ahí encontramos al pensamiento conservador que se mete por los palos y a poco más
aspira a establecer una censura de contenidos. No es que funcionaría tampoco.
Como bien se sabe, todo se encuentra en Internet, y las habilidades de
discriminación de contenidos y de direccionalidad en la indagación simplemente
no son formadas. Y los textos escolares
parece que lo principal que hacen al respecto es incorporar links a diversas
páginas web.
Colofón
La Educación es un hecho social.
Se enseñará de una u otra manera. Bien está que se plantee el problema de los
costos de los textos escolares, pero el Iceberg es mucho más grande y profundo. Implica los objetivos de la Educación y los medios a emplear. Por supuesto, los que administran la Educación están
en la desagradable situación de arrancar desde lo que tienen, y tratar de
gestionar las dificultades suele obliterar los cambios necesarios. Un adecuado
uso del texto por parte de los docentes implicaría una reingeniería completa y
un esforzado programa de actualización y capacitación solamente para ponernos
en el nivel del Siglo XX. Los requerimientos del Siglo XXI son mayores, incluyen los del Siglo XX y añaden más. Lo que catapulta los cambios en Educación, como en
todo, son los requerimientos y necesidades sociales tal como son percibidos por
la opinión pública y sus presuntos representantes. Y si discutimos los textos
escolares como si fueran una cosa en sí misma aislada del resto, se nos escapa
la perspectiva. Nos falta una visión social de conjunto. Alguien debería ocuparse de proporcionarla. Y punto por hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario